- Una vez más, lo siento -. Jellial empuñó su espada corta y apuntó con esta a Amanda, quien tan solo había bajado la mirada, derrotada. En la hoja del Protector se empezó a acumular esféricamente un líquido cristalino en la punta metálica de esta.
Lo siento, Natsuki, pero parece ser que tu sacrificio al final no sirvió para nada.
Amanda bajó la mirada y cerró los ojos. En su mente había vuelto a aparecer la imagen de su amigo Natsuki, junto a la de todos los compañeros que había tenido, tanto en aquella nueva época durante la cruzada de Iskandar como también en el pasado, en su tierra natal, Gran Hiullal. Aceptando la muerte, tan solo esperó a que esta llegase, en forma de ataque del Almirante Jellial.
Pero de pronto escuchó un estruendo. En cuanto abrió los ojos y se giró hacía el origen de aquel ruido, vio la mitad superior de un edificio estaba cayendo, habiendo sido partido en dos por un único corte limpio. El bloque arquitectónico que había sido arrancado, cayó en mitad de la calle y provocó un temblor de unos segundos que hizo levantar una gran nube de polvo. Amanda no se encontraba muerta ni capturada por ningún sortilegio; miró a su alrededor y no vio ni rastro de la niña elfa de pelo blanco, además de que Jellial estaba apuntando con su espada hacía el edificio que acababa de ser destruido.