El chico comenzó a abrir los ojos a
medida que los primeros rayos de sol entraban por su ventana. Se encontraba en un dormitorio pequeño de madera algo antigua, con dos pequeños baúles a los pies de cada una de las dos camas y un escritorio bastante amplio con dos sillas. Tras frotarse los ojos, se puso en pie y comenzó
a desperezarse.
Había llegado al fin el día,
Evolution lideraba el asalto final a Aldmet y ya se encontraban en
Tilos, concretamente cercando el castillo de la capital. Akshael y
algunos compañeros más habían decidido avanzar por detrás, la
antigua y secreta entrada trasera del castillo que ya les fue útil en el pasado volvería a
ser usada.
- Hay mucha resistencia incluso aquí. Se lo esperaban, hombretón. -. Dijo Rudolph a Akshael, que lideraba el
grupo.
Pero no estaban solos. Tras
ellos habían algunos compañeros más de Evolution y cientos de
soldados con el tabardo del grupo. No estaban contratados, no estaban
siendo controlados; los ideales de Evolution habían calado hondo en
el alma de estos hombres y mujeres, y ahora todos ellos eran también miembros. La idea de Candy de poner rangos había resultado perfecta
para la organización del grupo.
De nuevo me levanté sobresaltado... Era la tercera vez que me desvelaba durante la guardia de Jack. Nuestras manos apunto de rozarse, cuando mi mano se disipaba
convirtiéndose en polvo, a la par que sentía como caía en la mas
profunda de las oscuridad, su rostro lloroso cada vez más y más lejos
de mi; Y por mas que intentaba luchar contra esa caída para no
alejarme de ella, al final siempre caía. Era inevitable.
Miraba mi mano, si cerraba mis ojos
aun podía recordar su calor, su mirada pidiendo auxilio. Si
tan solo hubiese sido mas fuerte... Si tan solo hubiera podido realizar
un movimiento más... Ella ahora mismo estaría a nuestro lado. Junto
a su familia, Evolution.
Después de tanto tiempo deseaba volver a tocar aquella canción.
El lento ritmo de las primeras notas empezaron a llenar el salón que se encontraba a oscuras, únicamente iluminado por la luz de la luna, que lo bañaba con un manto blanquecino a través del gran ventanal que ocupaba casi toda la pared del muro exterior del castillo. Un salón tan amplio que el espacio que ocupaban sus muebles tales como sofás o sillones no llegaba a más de un tercio, el resto consistía en un suelo cubierto de una elegante alfombra roja y dos filas de estanterías en las paredes, una a cada lado. Estas eran tan grandes como la altura de la habitación, siendo de más de siete metros y, necesitando pues, la presencia de varias escaleras para alcanzar los libros más altos; Estaban también repletas de preciados volúmenes de distintos campos de cultura, ciencia e historia, salvo que había un hueco entre dos de esos libros.
Un hermoso edificio de más de quinientos años de antigüedad, erigido sobre un rocoso monte en el centro de la ciudad y formado por dos grandes torreones a los lados de una estructura central ovalada donde se halla el salón del trono. Trono que se alza al fondo de una habitación rectangular muy amplia, normalmente vacía pero casi siempre usada para celebrar grandes banquetes en mesas alargadas, disfrutando del calor de las hogueras en contraste con las nevadas que se podían visualizar a través de los amplios ventanales. Pero la familia noble que rigió en su mayoría sobre las tierras heladas de Hiullal, la casa Armstrong, no solo se limitaba a invitar a señores de alto renombre para formar parte de sus cenas, sino que en ocasiones también abrían sus puertas a la población de la ciudad y viajeros de otros lugares, de manera que estrecharon lazos con todo tipo de escalones sociales.