9 dic 2015

El corazón de la guerra, el corazón de fuego (Parte 5 y final)


- Sofía... -. Murmuró Joseph con incredulidad. Por un momento pensó que se encontraba en un sueño o que era una broma pesada, pero el gemido de dolor de Raphael le devolvió a la realidad. Sofía Óster respiraba con mucha dificultad, pero lo hacía al fin y al cabo que era lo único que le importaba en ese momento.

Ella abrió los ojos levemente cuando escuchó la voz de Joseph. Alzó la mirada hasta dar con sus ojos y esbozó una leve sonrisa al mismo tiempo que una solitaria lágrima surgía de cada uno de sus ojos.

- Otra... -. Empezó a hablar con una voz débil y apenas apreciable -. Alucinación... -. Y tosió a causa del mero esfuerzo de pronunciar aquellas palabras.

- No... No... Sofía... ¡Soy yo! -. Rebuscó por sus pertenencias hasta dar con su odre de agua e hizo que bebiera rezando para que no se encontrara demasiado débil como para que muriese. A continuación, se puso de inmediato a quitarle los grilletes que la mantenían presa en la pared de aquella mazmorra.

Sofía, tras beber el agua que le sentó como un elixir mágico, empezó a creerse cada vez más lo que veía ante sus ojos. Incluso vio a su hermano apresado en la pared lateral de la habitación.

- ¡Joseph! -. Aún le costaba hablar pero no le importaba -. ¿Cómo...

- No hables, ahorra energías -. Le imploró cuando le quitó el segundo grillete.

Obviamente los brazos de Sofía cayeron casi inertes sobre su cuerpo. Ni siquiera tenía fuerzas para moverlos y mucho menos, para levantarse. Joseph no dudó en ningún momento y la sostuvo en sus brazos a pesar de lo que eso significaba: Si aparecía algún enemigo no podría luchar. Cuando se incorporó con ella, la miró y se dio cuenta de que no importara cómo pero la sacaría de allí a salvo.

- Tú... -. Susurró Joseph a Raphael con ira -. Te torturaría lentamente hasta matarte pero te necesito para salir de aquí... Vamos... -. Le indicó para que saliera él primero.

- Yo... No pude... No pude dejar que muriese... -. Confesó Raphael mientras salía primero por la puerta tal y como le había indicado el guerrero.

- ¿Crees que tus excusas van a hacer que cambie de opinión? -. Preguntó tajante sin querer escuchar ni una palabra más de él.

Salieron a los pasillos y se dirigieron hacia la salida atravesando la laberíntica mazmorra. Joseph rezaba por dos cosas: Que Sofía no se encontrara demasiado débil como para que fuese demasiado tarde; Y que su hermana estuviese bien en el exterior. Pero tras unos pocos pasos escuchó un sonido metálico que provenía del fondo. Parecía como si algo se arrastrara y rechinara con un estridente y constante ruido.

¿Alguien ha conseguido entrar? Imposible... 

Fue a ordernarle a Raphael que fuera hasta una de las esquinas para observar qué ocurría pero este no dudó ni un instante al ver que Joseph no podía retenerle como antes. Gritó por auxilio y aunque Joseph intentó detenerle de una patada, el hecho de que llevara a Sofía le imposibilitó llegar a darle dado que esté salió corriendo en la dirección de aquel ruido.

Vio a cámara lenta como se le escapaba Raphael de su control y en cierto modo, sentía como si él fuese la llave para salir de allí.

Da igual, Joseph. A los tres de fuera les daba igual si él vivía o moría. Olvídalo y salgamos de aquí.

Pero antes de que tomara el pasillo que tenía a su izquierda con la esperanza de que dar un rodeo fuese suficiente, vio como del fondo del pasillo surgía algo metálico alargado y de considerable tamaño que se abrió por el extremo como si fuese una boca y engulló a Raphael Óster a pesar de los gritos de este.


El guerrero se quedó petrificado al presenciar tal escena. Durante un instante, su cuerpo quería moverse pero las piernas le fallaron como si fuesen gruesos bloques de piedra. El amasijo de metal estaba unido a una persona cuyo aspecto le resultaba bastante familiar. Su cuerpo, desnudo de cintura hacia arriba y cuya piel era de un tono azulado pálido, poseía una especie de brazo metálico cuyo tamaño estaba cambiando (de mayor a menor) después de que este engullera a Raphael.

- Tú... Te vi en el periódico hace un tiempo... ¿Pero qué...? -. La sorpresa de Joseph provenía de que a pesar de que el rostro y peinado era el mismo, el resto era totalmente diferente.

El extraño sujeto ignoró las palabras del guerrero y empezó a correr a por él.

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El paisaje había cambiado drásticamente en los últimos minutos. Casi ni había rastro del campamento salvo en el horizonte y en su lugar había una gran cantidad de cráteres humeantes en el suelo. El cielo, antes despejado y soleado después de que de repente se hiciera de día, ahora mostraba una capa de niebla que en realidad se trataba de una espesa bruma de cenizas de lo que había ocurrido después de que Llyad mostrara su nuevo poder.

- ¿Está muerta? -. Preguntó Aleindra mirando de un lado a otro pero sin dejar de acercarse a un herido Valerian.

- No... -. Respondió él que a pesar de las multiples quemaduras y heridas, se estaba estirando inclinándose de un lado a otro -. Creo... -.Dudó en el último momento.

- Esa técnica era demasiado poderosa para no ser un poder del Eterno como afirmaba ella.

- Sep, de hecho mi Doble no ha sido suficiente... Ha pasado tiempo desde la última vez que alguien me obligó a usar Triple... -. A Valerian se le notó el cansancio y cayó al suelo sentándose sobre una roca.

- Muerta o no... -. Escucharon decir Valerian y Aleindra a Riddle -. Mirad.

Los tres miraron en la misma dirección: El pabellón había perdido la protección ígnea. Ya podían acceder al interior.

- Je, por fin... -. Celebró Valerian -. Pero adelantos vosotros, yo me quedaré aquí descansando un rato. Al fin y al cabo mi hermano está dentro, os podría alcanzar en un segundo.

- Bien -. Accedió Aleindra -. Riddle, vamos.

Y los dos entraron en la tienda.

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¿Qué está pasando? 



Joseph corría a toda prisa por los pasadizos huyendo de aquel ser. Su principal prioridad era proteger a Sofía y cargando con ella no podía detenerse a luchar. Pero lo que le inquietaba era lo que estaba ocurriendo a su alrededor mientras corría: De los resquicios de los ladrillos que conformaban la estructura subterránea surgían afiladas esquirlas metálicas que intentaban dañarle para frenar su escapada. El guerrero hacía uso de sus más agudos reflejos para esquivar la máxima cantidad posible y en el caso de que no pudiera evitar alguno, asegurarse de que no impactaran en Sofía sino en él. Seguía escuchando el chirrido constante detrás suya indicando que el enemigo no cesaba en su intento de de atraparle, usando todo lo que estuviera en su arsenal para conseguirlo. Pero Joseph no tiraría a la basura la oportunidad que le había dado su hermana para recuperar lo que había perdido. Imbuyendo su cuerpo parcialmente en llamas consiguió recuperar algo de la velocidad que había perdido al cargar con Sofía y gracias a dicha técnica, parecía que el sonido metálico empezaba a quedar en la lejanía.

Y por fin comenzó a ver la puerta de salida.

- ¡Ya casi estamos, Sofía! -. Apremiaba Joseph al mismo tiempo que continuaba desatando su poder del fuego para escapar con rapidez en cuanto saliera a espacio abierto.

Pero no llegó a la puerta. Una gran cantidad de grandes agujas de hierro surgieron entre Joseph y la salida, bloqueando el acceso y provocando que se tuviera que detener. Justo antes de frenar por completo, unas cuantas esquirlas se separaron de dicho bloqueo para perseguirle como lanzas de metal. Tuvo que saltar en dos ocasiones hacia atrás para esquivar varias de ellas y agacharse en última estancia para evitar la última, pero sus reflejos ya no daban para evitar lo que se le acercaba por atrás: El enorme puño de metal del enemigo impactó en su costado con tanta fuerza en el costado de Joseph que hizo que se estrellase con la pared y la derrumbara, acabando varios metros alejado del pasillo donde se encontraba, ahora tumbado en el suelo de una de las habitaciones de las mazmorras.

El guerrero se retorcía de dolor pero lo que más lamentaba es que no pudo evitar que Sofía se llevase parte del impacto y, aunque antes se encontraba débil pero consciente, ahora yacía en el suelo inerte. Esperando que no fuese demasiado tarde, se arrastró hacia ella y le tomó el pulso, dio gracias cuando notó que todavía seguía viva, pero por cuánto tiempo... El enemigo pasaba a través del boquete en la pared, preparado para luchar y Joseph debía hacer lo mismo si quería salir de allí... Huir ya no era una opción. Preparó su lanza con su mano izquierda mientras que con su mano izquierda tocaba la frente de Sofía, esperaba que con eso fuese suficiente para protegerla mientras él luchaba. Aquel individuo que vio en el periódico se quedó allí plantado, esperando a que el guerrero diese el primer paso.

- No dudaré ni un segundo... -. Admitió él cuando vio tal ofrecimiento por parte del enemigo. Su cuerpo se bañó por completo en las llamas, como hizo antes esa misma noche -. Debo salir de aquí -. Dijo ya con otra voz más profunda.

Se lanzó hacia él a gran velocidad cargando con su lanza dispuesto a empalarle de un solo ataque pero su enemigo le esperaba. El brazo derecho, el gran brazo metálico que parecía estar hecho de numerosas placas de metal se estiró y torció como si tuviese voluntad propia para interponerse entre la punta de lanza y el cuerpo del enemigo, parando de lleno el ataque. El brazo continuó moviéndose y alargándose por si solo, como si fuese una serpiente que se enrollaba alrededor del cuerpo azulado del extraño sujeto. Continuó enrollándose y ascendiendo hasta que toda la mitad superior del enemigo quedó cubierto de metal, Joseph no podía sacar la lanza del amasijo de hierro a pesar de que centraba sus fuerzas en ello. Luego, lo que se suponía que era la mano del brazo se abrió hasta formar lo que parecía la boca de una peligrosa bestia y se lanzó furiosa como un proyectil a por el guerrero. Joseph no quería retroceder sin su lanza así que usó el fuego que le concedió su hermana para crear una cúpula que detuviera la ofensiva enemiga, lo consiguió aunque la cúpula quedó totalmente destruida con ese único ataque. Luego liberó parte de su poder físico oculto consiguiendo sacar la lanza del brazo del enemigo y esta vez la clavó en la boca que antes intentó atacarle. Lo consiguió, consiguió destrozar el extremo del apéndice de metal.

Aunque no tuvo demasiado tiempo para celebrar.

En un instante, el brazo volvió a su tamaño original y esta vez, el enemigo intentaba agarrarle con su brazo humano. Joseph pudo esquivarlo con facilidad agachándose e inclinándose levemente hacia la derecha. Pero algo ocurrió, perdió las fuerzas y el fuego que le rodeaba se disipó en gran mayoría. Tuvo que retroceder para darse cuenta de lo que pasaba realmente, el cuerpo del enemigo irradiaba una extraña luz, Joseph supuso que tendría relación con lo que le había ocurrido pero ya fue demasiado tarde. El brazo metálico se contrajo y estiró como si fuese un látigo, impactando de nuevo en Joseph aunque esta vez parte del golpe se lo llevó en la cabeza. De nuevo derrumbó otra pared y acabó en el suelo de otra de las habitaciones, solo que esta vez completamente aturdido. Al menos, lo poco que pudo ver le consoló, el sujeto seguía obcecado en ir a por él. El problema consistía en qué hacer a partir de ahí.

No le dio tiempo a reaccionar de ninguna forma, una vez más el brazo metálico le alcanzó pero esta vez se quedó enganchado en su pecho gracias a su regenerada y rara boca, como si fuese una sanguijuela. Joseph notaba como la enorme criatura metálica escavaba en su cuerpo provocándole un gran dolor y desangramiento. Intentó quitársela de encima creando fuego pero se disipó al instante, al parecer sea lo que fuere aquel efecto que provocó en él, aún persistía. No había mucho más que pudiera hacer, se encontraba tan débil que veía y lamentaba como iba a fracasar en su cometido; Como iba a fallarle a Sofía. Todo se volvía negro poco a poco...



- ¡Técnica ígnea! ¡Abrazo incandescente!

Aquellas palabras le devolvieron a la realidad, como si le hubiesen dado la vida. Su hermana, aunque bastante herida y magullada, se encontraba a su lado y había conjurado una red de lazos de fuego en torno al enemigo y su brazo metálico. Había tantos para atraparle que casi parecía que se tratase de una telaraña compuesta por gruesos hilos de lava.

- Hermana... -. Murmuró Joseph con una débil voz.

- ¡Tenemos que salir de aquí! -. Dijo ella con bastante prisa. En su tono de voz se notaba el cansancio pero de alguna parte sacaba fuerzas de flaqueza para continuar allí, salvándole una vez más. Se acercó a él e intentó apartar el brazo metálico de su pecho pero no podía: Estaba pegado a él como una rémora succionando sangre de su presa.

- Sácanos ya...

- Si lo hago ahora, él... -. Llyad se giró hasta señalar con la mirada al enemigo. Joseph sabía a lo que se refería, se lo había explicado anteriormente: El teletransporte de su hermana afectaba a todas las personas que estuviesen en contacto entre sí; Y eso incluía también al tipo del brazo de metal.

Los dos se callaron y sintieron como el corazón les daba un vuelco cuando escucharon un par de voces acercarse por el pasillo. Los tipos del exterior habían conseguido entrar en la mazmorra.

- ¡Hazlo! ¡Ya... -. Gritó Joseph con las fuerzas que le quedaban.

- ¿¡Y Sofía!? -. Llyad juntó sus manos pero aún dudaba. Por el boquete se empezó a ver la silueta del tipo que llevaba la máscara, el cual se fijó primero en Sofía y luego en los dos hermanos. Rió cantando victoria y se acercó lentamente hasta la miembro de la Guardia Real, disfrutando del momento. A Joseph parecía que se le iba a salir el corazón por la boca.

- ¡Confía en mi! ¡HAZLO!

Y todo se volvió negro.

La próxima vez que Joseph despertó se encontraba tendido en la hierba, mucho más recuperado y sin notar aquella extraña sensación que le cohibía sus poderes. Se incorporó alegrándose de notar que no tenía el monstruo metálico adherido a él y observó el entorno: Se encontraba en un hermoso valle aunque no reconocía el lugar, al fondo habían unas montañas que recortaban la silueta del terreno con respecto al cielo. Se giró con urgencia y se tranquilizó al ver a Sofía mucho mejor debido a los cuidados que Llyad le había dado, aunque esta última estaba se encontraba ya al límite del cansancio. También pudo avistar al enemigo, que también había sido teletransportado pero afortunadamente seguía atrapado por la conjuración de su hermana.

- Usaste la marca del maldito en ella para poder escapar... -. Comentó su hermana entendiendo por fin lo que ocurrió.

- Inicialmente, lo hice como método defensivo para luchar y protegerla al mismo tiempo... Pero me alegro de que hayas aparecido justo en ese instante -. Joseph se levantó y observó el rostro de Sofía mientras continuaba hablando -. En un lugar tan cerrado y con mis poderes limitados, estaba perdido...

- No tienes que agradecer nada -. Dijo Llyad con su rostro serio de siempre -. Yo también tuve problemas ahí fuera. Esto no estaba previsto en el plan y... Eran muy fuertes.

- Vayámonos de aquí. Teletransportémonos de nuevo para alejarnos también de este -. Sugirió Joseph señalando con un gesto de su cabeza al aún atrapado sujeto.

- No puedo... He usado mis poderes durante demasiado tiempo -. Llyad cayó sentada al suelo -. Necesito descansar.


- Joseph.. -. Escuchó la voz de Sofía que ya volvía en sí, mucho más consciente que en el subterráneo -. Joseph... Tú... Gracias... Yo... No tengo palabras -. Se intentó incorporar y aunque Joseph la intentó detener para que descansase, ella insistió hasta quedar de pie y abrazarle.

- Sofía... -. El guerrero le devolvió el abrazo, agradecido porque las cosas saliesen bien -. Lo siento, lo siento mucho... Yo debí estar a tu lado entonces...

- No... La culpa fue mía... Pensé que podía tender la trampa pero me la tendieron a mi. Fui yo quien te dejó al margen de todo... Soy yo la que lo siente... Y sin embargo, aquí estás. Me has salvado -. Ambos se miraron cara a cara y Joseph observó como el rostro de Sofía estaba marcado por lágrimas, pero esta vez producidas por la más absoluta felicidad. Sin poder aguantar más, ambos se besaron como si eso fuera lo único que importara en el mundo.

- Mi hermana... -. Comentó una vez ambos labios se separaron -. Ella fue la que me ayudó en todo esto, ella fue la que me ayudó a rescatarte.

Sofía fue a agradecerle también al mismo tiempo que se presentaban.

Y entonces, hubo un destello.

Los tres se giraron para ver qué es lo que había ocurrido. Al lado del aún atrapado enemigo se encontraba uno de las tres personas que aparecieron cuando Joseph fue a entrar en la tienda de campaña. Llyad dio un paso adelante y Joseph preparó su lanza, quedando Sofía atrás, que aún se encontraba débil para luchar.

- Vaya, vaya... Quién iba a decir que ser hermanos iba a tener tantas ventajas ¿Eh, Bryan? -. Le preguntó al individuo de su lado, que aún seguía atrapado por la red de lazos de fuego.

- Valerian... -. Maldijo Llyad.

- Así que no te logré matar. Eres dura, señorita Llyad -. Sonrió sarcásticamente mientras se llevaba la mano a su desnudo torso lleno de heridas y quemaduras recientes -. Muy dura, si señor. Pero... Las ordenes son las ordenes -. Valerian juntó los dedos índice y corazón de su mano derecha y de ellos surgió un extraño brillo que se extendió más allá como si hubiese creado una extraña cuchilla de energía. Con ella, cortó de un solo tajo los lazos de fuego de Bryan, que desaparecieron como si se hubiesen apagado repentinamente -. Y esas ordenes son que vosotros debéis morir y ella debe de regresar con nosotros.

- ¡No te lo permitiré! -. Joseph dio un paso hacia delante adquiriendo su pose guardia con su lanza, preparado para luchar.

- Oh, ahora me toca luchar contra el hermano -. Valerian empezó a ejercitar su brazo derecho girándolo en círculos -. Estaré cansado de luchar contra ella, pero francamente... Tú pareces mucho más débil. Creo que podré encargarme -. Bryan dio un paso hacia delante sin decir nada, pero su brazo metálico empezó a moverse ligeramente -. Oh ¿También quieres luchar? Qué remedio...

Joseph miró hacia atrás.
Vio a su hermana completamente exhausta a causa del esfuerzo previo. Ella le dijo que no podría conjurar más hasta que no descansase y fuera de sus poderes, no tenía más opción para luchar puesto que no sabía manejar un arma.
Vio a Sofía que a pesar de que ya se podía mantener en pie, no estaba en condiciones para luchar tampoco, aún pesaba en ella las consecuencias de todo el tiempo que había pasado encerrada y ni siquiera portaba armadura o arma.


Solo estaba él, para luchar contra dos enemigos al mismo tiempo a pesar de que era consciente de que tampoco estaba al cien por cien de su capacidad para combatir debido a todo el esfuerzo realizado ya.

Bajó su lanza y dejó su pose defensiva, sonriendo levemente.

- Mmm ¿Ya te rindes? -. Preguntó algo confuso Valerian.

- Hermana... Coge a Sofía y llévala lejos de aquí, a pie. Te daré el tiempo necesario para que descanses y puedas teletransportarla lejos o lo que puedas...

- Joseph... ¿Qué vas a.. -. Preguntó Sofía con la voz tan tomada por el miedo y los nervios que ni siquiera atinó a que le salieran más palabras.

- Hermano... NO -. Dijo rotundamente Llyad -. El precio que debías pagar por el trato se rompió en cuanto se torció el plan. ESTO no era lo que debía pasar... No puedes... -. Se intentó calmar para poder articular bien lo que quería decir -. Mi señor no me informó de esto, no puede ser que esto fuera lo que quería que pasase... ¡No lo puedo permitir!

- No se si es lo que quería que pasase o no... Pero desde un principio fui consciente de lo que me diste y del riesgo que asumía al aceptarlo.

- ¿¡Qué está pasando!? -. Preguntó Sofía aterrada y confusa.

- Sofía... Siento que tenga que pasar esto de esta forma, pero no hay alternativa... Odio las despedidas así que... Hermana, por favor... -. La leve y triste sonrisa comenzaba a desaparecer en Joseph al mismo tiempo que trataba de impedir que las lágrimas saliesen al exterior.

- Haz lo que debas hacer -. Llyad cerró sus ojos fuertemente intentando ocultar lo que de verdad estaba sintiendo y se acercó a Sofía para agarrarla y alejarla de allí. La miembro de la guardia real se resistió mientras seguía, histérica, preguntando e implorando por lo que estaba ocurriendo. Llyad no tuvo más remedio, mientras susurraba un "perdóname", dejó inconsciente a Sofía con un golpe seco en su cabeza y la cargó. Antes de irse, se giró y dijo -. Repito, hermano... Este no es el precio que debes pagar, puede que tu destino cambie debido a eso... Solo te diré una cosa: Reviéntalos, a los dos.

Valerian silbó por aquellas palabras y Joseph tan solo mostró el pulgar en señal de aprobación, sin girarse porque si lo hacía, estaría seguro de que no podría contener más lo que intentaba reprimir. Su hermana, finalmente, se alejó lo más rápido que pudo cargando con Sofía Óster.

- ¿Y bien? ¿A qué ha venido tanto espectáculo? -. Preguntó Valerian con las manos detrás de la cabeza.

- Je... Tengo que darte las gracias -. Joseph apretaba la lanza con la única mano con la que la sostenía -. Por no intervenir en esta charla y también por no intentar seguirlas.

- Eso sería aburrido y poco honorable por mi parte. Mejor te mato en cuanto pueda y luego las alcanzo sin problemas.

- Ya veo... Entonces, perdón por frustrar tus planes -. Joseph comenzó a andar hacia a ellos.

De su cuerpo comenzó a surgir fuego como ya iba siendo costumbre en el guerrero.

- ¿Otro con el fuego? Qué pesadez ¿Qué...

Pero esta vez era distinto. El fuego comenzó a consumir la piel de Joseph, que desaparecía trozo por trozo hasta difuminarse en el aire. Lo que empezaba a sustituir el cuerpo del guerrero eran unas entrañas hechas de cenizas, gas y arterias incandescentes. Incluso su lanza se vio afectada por toda esta transformación, la cual ahora era mucho más grande, enteramente de metal y de ella emanaba un humo rojizo.

Cuando el fuego llegue a su corazón, se mostrará el verdadero guerrero del fuego.
Gracias, hermana. Ahora entiendo tus palabras. Este poder no consiste en sufrir una maldición o llevar a cabo un simple trato, sino en sentimientos.

El sentimiento para proteger lo de que de verdad amo. 

Y entonces, el verdadero guerrero del fuego, se lanzó a por los hermanos Tackle con toda la fuerza y voluntad que podía disponer. Con todo lo que estuviese en su mano para que Sofía y Llyad consiguiesen salir de allí a salvo.

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