El azul pálido y desteñido del cielo se iba convirtiendo en un intenso negro a medida que ascendía por el Monte Déntora. El sendero serpenteaba entre rocas y algunos solitarios árboles y arbustos para continuar su ascensión hasta la cima; El caso era que habitualmente odiaba tanto ese tramo andando que a menudo llegaba de mal humor a lo más alto.
Las malditas medidas de protección de mi padre o cómo impedir que aparezca cualquiera en la puerta de su casa...
Pero en esa ocasión era distinto. Estaba de tan buen humor que iba distraído, repasando con esmero cada una de las noticias que iba a dar y preguntándose con qué palabras quedarían mejor representadas durante la cena. Sus pensamientos le tenían tan absorto que cuando escuchó un ruido desde su derecha volvió a la realidad casi de un sobresalto. El arbusto a su derecha se mecía lentamente, como si hubiese algo en su interior.
O alguien.
Con tan solo imaginarse ese arbusto comprimiéndose hasta tener el tamaño de una pelota, comenzó a suceder eso realmente. Cuando las ramas crujían y las hojas se plegaban, escuchó un chirrido agudo seguido de unas patas que intentaban salir de ahí, pero ya era demasiado tarde. Ante tal presión, el ser vivo que había en su interior estalló como un globo y lo que quedó de sí fue un reguero de entrañas y sangre.
- Tan solo era un zorro, psche...