29 mar 2016

La familia Oinotna: Despertar de un sueño (parte 4 y final)

- ¿Ionian... Yiteroi?


Pero nadie prestaba atención al Almirante Trenler, varios hombres del enorme escuadrón se separaron de la primera fila y se acercaron al líder que los había convocado.

- Señor Oinotna -. El soldado más cercano a Argoth dio un paso al frente y se quitó el yelmo después de clavar su espada roma en el suelo y arrodillarse -. Mi escuadrón y yo, el octavo caballero de la orden de Cantillaine, Sir Xerxes Lalbanc, estamos a su disposición -. El que acababa de hacer aquella presentación era un joven alto, con el pelo platino y la piel pálida.


- La primera espada de Rulnanix, Dubius Delacroix está a su servicio, lord Oinotna -. El individuo que acababa de arrodillarse pasaba los cincuenta años pero se encontraba en perfecta forma física. Tras quitarse el yelmo mostró su rostro al completo, repleto de cicatrices y salpicado de algunas arrugas junto a un lunar en la zona derecha de su barbilla.

Otros más hacían lo mismo, cada líder de los ejércitos que había convocado Argoth se acercaban a él y le juraban lealtad. Xerxes y Dubius fueron los primeros pero le siguió el Gran General del reino de Xem-Lem-Jem, Hotaru Jem, con su armadura de cuero rojo acompañado de largos ropajes de fina seda; También las hechiceras gemelas de Damarra, Christy y Annadal Akios, con sus túnicas cortas color turquesa y cada una con dos cetros cortos. Pero tanto ellos como sus hombres callaron cuando por un lado del ejército se separaban los hombres al mismo tiempo que se arrodillaban; Un hombre, más grande que cualquier otro, avanzaba hacia Argoth y cada paso suyo era tan potente que levantaba el polvo de la arena por donde pisaba. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se detuvo y desenfundó su mandoble, que era cuatro veces más largo que el propio Oinotna.

- Yo... -. Clavó su arma en la caliente arena y se inclinó con respeto -. Godafrid Malkrough, general de las tropas de Ryley, no me detendré hasta completar su causa y deseo, señor Oinotna.

Godafrid Malkrough, rey de Ryley

- Muy bien -. Aceptó Argoth mirando a todos con satisfacción -. ¡El enemigo es alguien de gran poder, un rival digno para que demostréis vuestra valía y poderío!

- En ese caso... -. Godafrid volvió a sostener su mandoble y avanzó hasta ponerse al lado de Argoth, ambos mirando de nuevo a Trenler -. Solicito permiso para empezar.

- Adelante, muéstrame el poder que se esconde detrás del gran rey de Ryley.

Godafrid alzó su mandoble con ambas manos y empezó a gritar como si se estuviese preparando para una carga, pero tras tensar todos los músculos de su cuerpo, realizó un corte descendiente al aire. Una onda cuasi invisible avanzó a ras de la arena, en línea recta hacia el Almirante. La onda crecía por cada metro que recorría y su poder era tan fuerte que todo el polvo que alzaba por donde pasaba hacía dar la sensación de que se trataba de una tormenta del desierto.

Trenler no movió ni un solo músculo, la onda desapareció a pocos metros de él. El Almirante no recibió daño ninguno aunque la intensidad del ataque incluso después de haber sido bloqueado de alguna forma era tan poderosa que tuvo que cubrirse el rostro con la mano para cubrirse de la arena, todo ello mientras se deslizaba hacia atrás.

- Es fuerte, sí -. Admitió Godafrid -. ¿Ordenes, mi señor?

- Como ya he dicho -. Comentó Argoth refiriéndose a todos -. Es un rival poderoso pero no nos contendremos, atacaremos todos a la vez. Protector ¿No sacas tu espada? ¿Todos tenéis una, verdad?

- Lamentablemente, debo de ser el único Protector al que no le forjaron un arma con la esencia de su poder en ella -. Sonrió Trenler mientras se quitaba la capucha y mostraba su rostro de facciones afiladas, con la bandana cubriendo su frente -. Bueno, terminemos esto cuánto antes. No puedo esperar más para convertirme en el líder de los Protectores.

De nuevo, sin hacer un solo gesto ni mencionar una sola palabra de conjuración, el cielo volvió a recibir la presencia de un asteroide. Era tan grande esta vez que eclipsaba al sol y con ello, dejaba en la sombra a todo el ejército de Argoth. Pero esta vez no necesitó concentrarse para hacerlo desaparecer, no era necesario. Empezó a caminar lentamente hacia delante, dejando el asteroide al cargo de sus hombres. Y así fue, aquella fue la demostración de que aquel ejército no estaba compuesto por simples soldados rasos que apenas sabían manejar la espada; Unos cuantos miles dispararon sus armas mágicas (lanzas, jabalinas, flechas), otros miles invocaron criaturas aladas o volaban por sus propios medios para acercarse a la enorme roca y golpearla con sus poderes o artefactos; y otros tantos miles disparaban sus hechizos. El escenario se llenó de explosiones y destellos y el asteroide acabó totalmente reventado, ni siquiera sus restos llegaron a caer, se convirtió totalmente en polvo.

- Tsk... Que molestia...

- ¡IONIAN YITEROI, MI ORDEN ES... ATACAD HASTA QUE VUESTRO RIVAL ESTÉ MUERTO! -. Ordenó Argoth. Todos los hombres de su ejército gritaron y empezaron a avanzar en tropel hacia Trenler.

Pero el Protector no se iba a quedar parado.

- Obligarme a usar el máximo poder de este recurso -. Juntó las manos y conjuró -. Tregua del tiempo, cinco pasos.


Desde este instante, el tiempo pareció ralentizarse solo para el Almirante Trenler. No fue el único efecto visible, su cuerpo pareció haberse dividido en cinco copias idénticas, las cuales ya estaban en movimiento. Una comenzó a conjurar mientras se agachaba y colocaba las manos en la arena; Otro hacia lo mismo, pero alzando la vista, hacia el cielo; Los tres restante se pusieron delante, uno al lado del otro, y parecían ejecutar el mismo sortilegio. Cuando el tiempo volvió a la normalidad, lo que Argoth vio o había creer visto fue que Trenler se había multiplicado.

- Alteración terrarea: Dunas del abismo.

- Alteración áerea: Presión inamovible.

- Conjuración acuática: Okeanus.

- Conjuración ígnea: Aliento de Eonar.

- Conjuración arcana: Lapso.

Conjuraron todos los Trenler.

La zona por la que pasaba el ejército se vio alterada, la arena se había tornado de color negro y pastoso y muchos soldados fueron atrapados por tentáculos que parecía crear el propio desierto para ellos, tentáculos que los llevaba hasta lo más profundo. Muchos saltaron, pero rápidamente recibieron los gritos de negación de sus capitanes... El segundo hechizo de Trenler hizo efecto, cuando saltaron fue como si su peso hubiese aumentado varias veces, cayeron de inmediato a la oscura duna y fueron apresados y atrapados por más tentáculos. Varios miles murieron en ese principio, pero la gran mayoría, más del ochenta por ciento, avanzaba mientras acababa con los tentáculos con facilidad, incapaces de ser absorbidos por la arena o anulando los sortilegios con destreza. Entonces uno de los Trenler lanzó un aliento que se extendió por el desierto hacia lo ancho, lo suficiente para cubrir todo el Ionian Yiteroi.

- ¡Hechiceros! -. Ordenó Godafrid.

Hechiceros de Rylay, Xem-Lem-Jem y Damarra, se pusieron en fila y ejecutaron sus conjuros acuáticos a la vez, para anular el enorme fuego.

- Idiotas... -. Sonrieron los Trenler.

El Okeanus del Almirante iba a hacer efecto, un hechizo que absorbía todos los sortilegios acuáticos para su posterior uso. Pero los conjuros de agua chocaron con el suyo de fuego provocando una gran cortina de vapor en el centro. Los hechizos no fueron absorbidos.

- ¿¡Que!? -. Okeanus no estaba funcionando y el Almirante no entendía por qué. Entonces alzó la vista y se fijó en las dos hechiceras gemelas que tenían alzado sus cetros -. ¿Me han anulado Okeanus y Lapso? Qué rapidez...

- Eso es lo que necesitas tú ahora -. Anunció una voz en su espalda. Xerxes había aprovechado toda la distracción para ser el que primero llegara hasta su enemigo, con su espada intentó apuñalar a Trenler pero este lo esquivó en el último momento y creó una celda mágica para dejarlo retenido.

- Qué idiota, mira que avisarme de tu ataque...

- Un caballero debe advertir a su enemigo... Una vez -. Con esas dos últimas palabras, Trenler recibió un corte en su brazo derecho de un segundo Xerxes que se le había acercado por la derecha -. Reflejo del espejo -. Describió el caballero y el enemigo al que el Protector había tratado se difuminó lentamente.

- ¡Mantelo ahí, Xerxes! -. Gritó una voz desde la espalda de Trenler. El Protector se giró mientras agarraba su brazo. Como las gemelas habían evitado sus hechizos, ya no había problema para que el resto del ejército avanzara. Trenler apretó los dientes con rabia mientras sujetaba su brazo herido.

- No puedo conjurar en gran medida así... Y mi Tregua del tiempo ya ha acabado...

Godafrid y los demás caballeros llegaban con su ejército. La única alternativa de Trenler era salir de allí así que intentó realizar sortilegios defensivos y alguno que le permitiese volar para tomar distancias y sanar su brazo. Pero los ataques le llegaban desde todos lados, cada vez que levantaba una defensa mágica era disipada casi al instante e incluso algunas armas la atravesaban sin problemas.

- Es demasiado... -. Dijo cuando, después de volar y recibir varios cortes profundos, se vio totalmente rodeado.

- ¡Atacad todos, ahora! -. Gritó Godafrid.

El ataque concentrado creó una columna de humo y polvo que era divisible desde kilómetros. Tan poderoso que las dunas de alrededor dejaban caer sus capas de arenas hacia el nuevo cráter que se había creado en ese desierto.

- ¿Está muerto? -. Preguntó Christy y enseguida miró a su hermana, esta la comprendió y se concentró en un nuevo conjuro.

- ¡Está vivo, trata de escapar por debajo del suelo! -. Gritó Annadal.

- ¡Atras! -. Ordenó Godafrid mientras volvía a sujetar su enorme mandoble -. ¡Sal de la tierra y lucha, rata cobarde!

Argoth, que observaba desde atrás, creyó haberse vuelto loco. La fuerza de Godafrid fue tal que por un momento pareció ver un nuevo desierto en el cielo, pero realmente se trataba de que el golpe había provocado una onda de choque desde debajo del suelo y con ello había conseguido alzar toneladas de arena hacia arriba.

- Qué poder... Increible -. Admitió Argoth y avanzó hacia la vanguardia mientras veía como los hechiceros de su ejército creaban barreras para evitar que les golpease la lluvia de arena.

- ¿Ni siquiera me vais a dar un respiro? -. Preguntó Trenler, escupiendo sangre -. Enfrentarse a miles de vosotros es como un grano en el culo...

El Almirante había conseguido ganar algo de terreno pero volvía a estar visible para todo el Ionian Yiteroi. Estaba con una rodilla clavada en la arena, sujetando su brazo derecho, el cual estaba bañado en sangre, como la mayoría de su torso y rostro.

- ¿Tienes tiempo para hacer chistes? -. Argoth había vuelto a ponerse al frente -. Entonces tienes tiempo para preparar tu siguiente ataque... ¡Mi ejército, preparaos! ¡No ha hecho más que desatar su poder mágico!

El ejército se volvió a poner en formación. Entre él y Trenler le separaban unos cien metros.

- Jejeje... -. El Almirante se reía aunque no con tono de superioridad sino de condescendencia -. Realmente, Oinotna, este es todo mi poder mágico.


- ¿Qué? -. Argoth entornó los ojos pero aumentó su cautela ¿Sería una treta?

- Podría... -. El Almirante sanó sus heridas lo suficiente como para moverse y volver a levantarse -. Volver a repetir lo de antes, pero me lo neutralizaríais de nuevo y las bajas mortales son tan nimias que no merece la pena. Eso es todo, mi Tregua del tiempo es mi mayor técnica.

Es cierto que esa técnica con la que consigue alterar el tiempo es poderosa, pero ¿Eso es todo? Comparado con el Almirante Lionheart entonces... Es mucho más débil.

- Entonces este es tu fin -. Argoth alzó la mano para dar la orden a su ejército -. ¡Mis hombres, acabad con el enemigo!

La vanguardia se rompió con el avance de las tropas, todos ellos con sus armas preparadas para asestar el golpe final. Godafrid volvió a concentrarse para lanzar un ataque como el que realizó para descubrir la posición subterránea de su enemigo; las gemelas Akios se quedaron al margen, dispuestas a contraconjurar; Xerxes y Dubius cubrían los flancos de Godafrid y preparaban sus técnicas marciales; Hotaru, que antes se había quedado en la retaguardia con Argoth, ahora avanzaba junto a su señor con su katana desenvainada, dispuesta a hacerla bailar. De nuevo. la imagen del ejército se fundió con la arena que ellos mismos levantaban al avanzar sin cesar. Ya quedaban pocos metros.

Trenler se terminó de incorporar y escupió una flema de sangre que le molestaba en la boca. Miró su mano izquierda mientras admitía que sus hechizos no iban a poder hacer nada en esa ocasión. Su Tregua del Tiempo era todo lo que tenía, hasta ese momento invencible y capaz de acabar con cualquier amenaza que se le presentase, fuese un solo enemigo o cientos. Pero un ejército de héroes, todos con sus recursos y poderes especiales, era demasiado. El Protector admitió que Argoth era una gran amenaza y rival y que su poder mágico superaba al suyo. Pero...

- Reunir los sueños del pasado para alcanzar la victoria, tú poder es increíble, Argoth Oinotna-. Sonrió con sinceridad Trenler -. Por ello, felicitaré tu entusiasmo. Pero, valientes guerreros... -. El Protector extendió su mano derecha como si fuese a coger algo en el aire, entonces unas pequeñas piezas doradas iban apareciendo y formándose entre sus dedos -. ¿Saben que, independientemente de cual sea el sueño, este siempre se acaba al despertar? -. Las piezas metálicas terminaron de encajar hasta formar una larga llave de oro, llena de celdas de distintas formas. Trenler la sostuvo con delicadeza y la llevó hasta detrás suya, la "introdujo" en el aire y la giró...

¿Qué es eso? 

Detrás del Almirante se desplegó una gran capa mágica en forma de arco dorado. De esta surgían decenas, cientos de empuñaduras de distintos tipos de armas.

- Soy el único Protector al que no le forjaron un arma porque ya poseo la mayor colección de toda la historia. Todos los artefactos del mundo son míos por derecho, pero no te preocupes, solo necesitaré uno para hacer frente a tu Ionian Yiteroi -. Trenler hizo desaparecer la llave y extendió su brazo derecho mientras abría su mano. Una de las armas de aquella puerta mágica terminaba de salir del todo y caía hasta las manos de su dueño. Era un estuche alargado, hecho de madera negra -. Tú me has traído a un ejército del pasado. Yo te traigo esto, también del pasado -. El estuche desaparecía y mostraba el contenido de su interior.

Eso es un...

Un arco, pero no estaba hecho de madera ni de cuerda tensada, su material era algo tangible pero difícil de observar a simple vista, como si estuviese hecho de un agua casi trasparente. Trenler lo sostuvo y comenzó a tensarlo, una flecha del mismo material surgió de la nada, dispuesta para ser disparada.

- Tienes un escenario digno de ti, Arco del Caminante del Vacío. Ahora, muéstrales tu poder...  -. Trenler y tensó al máximo la cuerda -. ¡Torbellino de realidad!

La flecha salió disparada y a pesar de los intentos del ejército por tratar de bloquearla o disiparla, esta atravesó todas las barreras impuestas para frenarla hasta alcanzar su objetivo, el centro del grueso de las tropas. El proyectil se clavó en la arena después de que los diestros héroes la esquivaran, pero era más que suficiente para Trenler. La flecha desapareció y un segundo después, la arena a su alrededor empezó a girar en un vórtice que iba expandiéndose a gran velocidad.

- ¿¡Qué está pasando!? -. Preguntó Argoth mirando hacia atrás pero lo único que podía ver eran a algunos de sus hombres salir volando por los aires antes de ser absorbido por "algo". Las filas se rompieron cuando los héroes trataban de escapar del vórtice que ya era visible para Argoth -. ¿Qué es... -. Entonces miró hacia el cielo. Este se estaba desintegrando  en el mismo punto que había creado el vórtice, que estaba alcanzando tal tamaño que había creado un abismo dividiendo el desierto en dos.

Se expandía, a gran velocidad.

Sus hombres pasaban corriendo a su lado, habían perdido el control y luchaban por sobrevivir, pero eran atraídos inexorablemente hasta ese abismo.

Su ejército...

Y también...

Su mundo.

Estaba siendo todo desintegrado bajo el poder de aquel arco.

Ya no había escapatoria, el vórtice le iba a alcanzar.

Todo se volvió oscuro.

Y ni siquiera supo encontrar el por qué.

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