27 mar 2016

La familia Oinotna: Orgullo y Conflicto (parte 2)


- Ah, lord Oinotna, es un placer estar aquí -. Elogió Moebius.


- Por favor, llámeme Arthur -.Comentó Arthur con un deje melodioso, muy poco característico de él-. Tomen asiento.



- Si, si, gracias. El viaje ha sido largo -.Moebius se sentó y el Almirante se quedó detrás suya, de pie-. Y la cuesta muy empinada -.Terminó bromeando, mirando también a Gregor y a Argoth.

- Mis hijos: Argoth, Gregor y mi hija pequeña, Abella -. Presentó Arthur señalando a cada uno de los tres.

En cuanto fue mencionado, Argoth reaccionó como si acabase de despertar de un sueño. Por fin se daba cuenta de lo que sucedía aunque aún no entendía el por qué. Su padre, cuyo cometido iba directamente en contra de los intereses de los Protectores, estaba compartiendo mesa con el líder y uno de los tan temidos Almirantes ¿Hay que mantener a los enemigos aún más cerca? ¿Sería eso? Argoth no lo sabía pero de lo que estaba seguro era de la tensión que recorría cada centímetro de su cuerpo ¿Se habrían percatado ellos también? Entornó aún más los ojos para fijarse en los detalles: Moebius presentaba un aspecto más envejecido del que recordaba haber visto en algunos cuadros y libros de historia reciente. Argoth pensó sarcásticamente en que debía de ser duro mantener desde arriba un sistema tan imperfecto, pero también tuvo que admitir que su vestimenta era reluciente; Llevaba un traje cruzado azul marino con botones anchos y dorados, encima una chaqueta larga y blanca, llena de condecoraciones y que no tenía del todo puesta (al menos no las mangas) sino que descansaba sobre sus hombros. En cambio, cuando se fijó en el Almirante, Argoth no entendía el gran contraste que presentaba con respecto al líder de los Protectores. Mientras que a Moebius se le podría considerar "arreglado" para la ocasión, el hombre a su cargo presentaba un aspecto totalmente desaliñado; Vestía con una túnica larga y raída de color verde oscuro, y su barba había crecido hasta tal punto que había alcanzado un punto de informalidad crítico. En su rostro, el hombre parecía más viejo que Moebius pero sin duda, si era un Almirante, debía de tener alguna cualidad por la que fuese tan temido, aunque Argoth no pudiera discernir cuál debido a su lamentable apariencia.


- ¿Desean los señores algo de cenar? -. Ofreció Arthur, de nuevo con el mismo tono de voz que le hacía parecer una persona agradable y generosa.

- No, no, gracias, Arthur -. Moebius carraspeó levemente -. Creo que lo mejor será que vayamos directamente al grano...

- Ah, cierto -. Arthur parecía como si acabase de recordar algo aunque Argoth sabía que fingía -. Recuerdo que el motivo de la invitación iba a ser tratar un tema de suma importancia.

- Sí, pero me gustaría hablar de ello en una situación más privada -. Aclaró Moebius mirando a su alrededor.

- Entiendo -. Arthur alzó su mano, indicando a los mayordomos que se marcharan y que se llevaran a Abella con ellos -. Pero mis dos hijos se quedaran si no le importa, lord Moebius, ya son lo suficientemente mayores para que se responsabilicen también en este tipo de asuntos.

- De acuerdo, de acuerdo -. Soltó el líder de los Protecotres, aunque no parecía muy convencido -. Lionheart, si nos permites... -. El Almirante abandonó la sala por la misma puerta por la que entró hace unos minutos -. Bien, por donde empezar... La situación es insostenible, Arthur.

- ¿Insostenible? ¿Qué ocurre?

- La sombra de la guerra se vuelve a alzar sobre el mundo, la paz que con tanto esmero hemos construido y mantenido se ve más amenazada que nunca. Ante esta situación, no me puedo quedar con los brazos cruzados, claro que no. Me he visto obligado a destinar la gran mayoría de nuestras fuerzas a distintos puntos a través del mundo, con el fin de arreglar esta delicada situación...

- Estoy seguro de que sus hombres están preparados para aguantar sobre sus hombros todo el peso de la responsabilidad y honor que conlleva ser un Protector -. Elogió Arthur. A Argoth ya casi le estaba dando fatiga como su padre seguía con aquella actuación teatral, pero debía de tener un plan para ello.

- Si, lo están... Al menos, algunos -. Dijo lentamente Moebius -. Si tan solo fuesen esos los problemas, no habría acudido en su ayuda, Arthur. Verás... No solamente existen conflictos ajenos a los Protectores, sino también entre nosotros...

- ¿Entonces es cierto? -. Esta vez fue Gregor el que habló -. ¿Están desertando sus hombres?

- Gregor... -. Arthur abandonó levemente su máscara de buena persona para advertir a su hijo.

- No importa, Arthur -. Realmente, a Moebius no parecía importarle la intromisión de Gregor, enfocó su mirada en el joven y comentó -. Sí, es cierto. En el último año hemos perdido por deserción casi el quince por ciento de nuestras tropas. Pero eso no me preocupa, es más, estoy contento por el camino que han tomado algunos de mis antiguos hombres -. Terminó comentando con un exceso de confianza.

"El camino que han tomado" ¿A qué se refiere? -. Pensó Argoth con curiosidad -. ¿Cómo es posible que se alegre de que le abandonen sus hombres? 

- Volviendo al tema principal -. Prosiguió Moebius -. La fragilidad de los Protectores es más notable que nunca, no podemos encargarnos nosotros solos de todas las responsabilidades del mundo... No sin al menos la ayuda de los reinos. La organización se formó originalmente para fomentar la cooperación entre los reyes y así poder evitar conflictos en el futuro. Pero actualmente estamos siendo cuestionados por muchos de ellos...

- ¿En qué podemos ayudarle exactamente? -. Preguntó bruscamente Argoth. A diferencia de su padre o su hermano, él no iba a pretender ser educado con quien realmente era su enemigo. Su padre le echó una mirada asesina pero no le importó, él tenía clavada su mirada en Mobius, quien también se la devolvía aunque de una forma más severa que cuando Gregor le preguntó.

- Los reinos de Sverit, Bargskan y recientemente, Taneir, han rechazado colaborar con nuestra causa. Por el presente poder de los Protectores, sus líderes deben ser ajusticiados para que así se mantenga el equilibrio y la cooperación de todos los reinos con nuestra organización. Por eso -. Moebius volvió a mirar a Arthur -. Solicito su ayuda, lord Oinotna. Las personas que conforman su gran familia son poderosos combatientes. Si nos ayudas, garantizaré una sustanciosa recompensa para los Oinotna... -. Las últimas palabras de Moebius las dejó escapar despacio para darle más énfasis, obviamente refiriéndose a algo mucho más importante que cualquiera de las riquezas y lujos que actualmente ya poseía la familia.

¿Ayudaros? Me das asco...
De la única forma que podrías ayudar tú al mundo sería con tu muerte.

- Será un honor para los Oinotna servir a los Protectores en la tarea que nos encomiende, lord Moebius...

¿¡QUÉ!?

Argoth apretó el puño con tanta fuerza que se hacía daño, apenas podía contener la rabia que desbordaba por su cuerpo. Ni siquiera el hecho de notar que a su padre le costaba soltar cada palabra en la frase que acababa de formular le consolaba. Con la aceptación de Moebius, apretó los dientes y empezó a sudar, no podía permitir que algo así sucediese.

El ignorante que conozca la familia Oinotna mencionará el hecho de que si tan soberanos son ¿Por qué necesitan entonces aceptar todo tipo de trabajos de los demás? Así es, los Oinotna son mayormente conocidos por ser asesinos, aunque también han llevado a cabo otros tipos de encargos por el mundo. Pero Argoth no necesitaba discutir algo tan trivial con semejante escoria que se atreviese a cuestionar el honor de los Oinotna, porque antes de que terminase de formular la pregunta ya estaría muerto. Pero su pensamiento siempre ha permanecido inmutable con el paso de los años "¿Por qué trabajamos para los demás si somos tan superiores?", qué pregunta tan estúpida... Entonces ¿Por qué trabaja el humano con el ganado si es tan superior a él? Exactamente, los Oinotna no trabajaban por dinero, pues el dinero les sobraba, sino por influencia. Por influencia han podido llegar hasta donde están ahora; ser respetados y temidos a partes iguales, eso es todo lo que buscaban a la hora de llevar a cabo su trabajo en otras partes del mundo. Pero lo que estaba presenciando él ahora mismo no tenía punto de comparación. El enemigo al que tanto ansían destruir para alcanzar la gloria suprema del apellido Ointona, que llegue siendo considerado un invitado de honor y que pida el uso de los miembros de la familia como si de su ejército privado fuese... Y lo peor de todo, que su padre lo aceptase.

- ... Bien, entonces por ahora no debemos preocuparnos en ese aspecto -. Comentó Moebius, Argoth despertó levemente de su crisis de ira, tanto el líder de los Protectores como su padre habían estado hablando del protocolo a seguir en las próximas semanas -. En Tydoras tengo a dos de mis ex-protectores, Zeros y Plank, así que no debería haber inconveniente para que los planes se torciesen en ese sentido. Con respecto al resto de criminales que estamos buscando...


Moebius tuvo que dejar de hablar en ese instante. Argoth había dado un golpe en la mesa con ambas manos y se había levantado rápidamente, sus ojos reflejaban puro odio.

- ¡Argoth! -. Exclamó su padre también levantándose, pero Argoth no le hizo caso.

- ¿Criminales dices, Moebius? ¿Criminales, por qué?

- Eso es información confidencial, chico -. Moebius seguía impasible en su asiento, pero las facciones de su rostro se habían tensado ligeramente.

- ¡Argoth, siéntate y cállate!

- Confidencial, claro... No será por casualidad que realmente no son criminales ¿Verdad? -. Argoth respiraba muy agitadamente, sabía que lo que estaba haciendo era una locura, pero no podía evitarlo. Su orgullo era mayor que su temple.

- Será mejor que te expli...

- ¡No te hagas el loco, viejo! -. Alzó la voz, quizás porque Moebius se hacía el loco o quizás porque realmente no parecía preocuparle la situación -. ¡Se de sobra lo que estás buscando!

- ¡ARGOTH! -. Arthur rodeaba la mesa rápidamente para llegar hasta donde estaba su hijo. Moebius seguía aparentemente impasible y Gregor mostraba síntomas de querer abandonar el salón lo antes posible.

- ¡Y CRÉEME CUANDO TE DIGO QUE NO TE AYUDARÉ A ENCONTRAR EL VITA...


Varias cosas sucedieron en pocos segundos.

Argoth no pudo acabar la frase porque su padre le cogió del cuello para obligar a que se callase.

Gregor agradeció en gran medida el acto de su padre, pues había visto que Moebius estaba a punto de hacer algo.

Pero un instante después, Arthur Oinotna escupió sangre.

Argoth ya había tenido suficiente de su padre y no iba a tolerar que le pusiese las manos encima. Había creado una daga negra de la nada y se la había clavado en el abdomen.

Gregor gritó y Moebius se levantó, alarmado.

Las puertas se abrieron al mismo tiempo que uno de los mayordomos gritaba.

- ¡Señor Oinotna, nos ataca un intruso! ¡Señor... -. El mayordomo enmudeció al ver la escena.

Argoth no sabía como reaccionar, ya la había liado bastante como para encima alguien invadiese la mansión justo en ese momento.

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En el patio, el ambiente de calma y tranquilidad se había disipado. Ya no se escuchaba el fluir del agua de los canales ni el sonido de los búhos del bosque de cerezos, ahora el aire se había llenado de gritos de dolor. A medio camino entre la entrada a los jardines (la cual estaba destrozada) y la entrada a la mansión, habían numerosos mayordomos y miembros Oinotna malheridos en el suelo, aunque ninguno muerto. Una figura mediana y cubierta de una capa con capucha avanzaba tranquilamente hacia el enorme edificio, a él no le interesaba matar a nadie porque uno de sus posibles aliados llevaba dicho apellido, así que con tan solo dejarlos fuera de combate era suficiente.


- ¿Qué haces tú aquí? -. Preguntó una voz infantil desde uno de los puentes de madera que atravesaba los canales del jardín -. Eres un amigo de mi hermano ¿Por qué estás haciendo todo esto?

- Una niña ha descubierto mi identidad, vergüenza debería daros -. Comentó refiriéndose a los heridos de más atrás. El hombre se quitó la capucha y dejó que la luz de la luna y de los faroles eléctricos iluminasen su hermoso rostro -. Se podría decir que era amigo de tu hermano, ya no nos llevamos demasiado bien ¿Y tú eres?

- No necesitas saber más de lo que ya conoces, y ya sabes que soy su hermana... -. Abella Ointona hablaba de una forma impropia para su edad y de eso se dio cuenta el invasor, Valerian Tackle.

- Qué voz más terrorífica, eres distinta a estos de aquí ¿Verdad? Ains... No quería tener que enfrentarme a alguien tan joven, pero si no me vas a dejar pasar... -. Valerian tiró de su capa para quitársela y esta se deslizó por el aire hasta caer en el suelo. En aquella ocasión vestía una elegante túnica de gala de color esmeralda con ornamentos dorados.

- No voy a permitir que nadie hiera a los míos... -. Abella alzó sus delgados brazos y debido a las largas mangas de la indumentaria que portaba aquella noche, a Valerian le resultó imposible averiguar si estaba haciendo algún símbolo con las manos.

- Lo siento, pero... No tengo demasiado tiempo.

Valerian fue el primero en atacar, lanzándose a gran velocidad a por la niña Oinotna. Abella parecía conjurar algún tipo de sortilegio pero no era lo suficientemente rápida como para hacerlo antes de que su rival la alcanzase. Valerian alzó la mano, dispuesto a dejar inconsciente a la niña de un solo golpe, pero cuando fue a golpear, lo hizo contra algo duro y escamoso.

- ¿Yendo en serio contra una niña? Desgraciado...

Entre Abella Oinotna y Valerian Tackle había una gran cola compuesta por escamas negras. La cola surgía de debajo de la túnica de alguien que era fácilmente reconocible por casi todo el mundo.

- Vaya, qué puntería tengo. Justo la noche que vengo y tiene que haber alguien como tú...

El Almirante Lionheart parecía más preocupado por Abella que por el intruso, pues la niña estaba respirando con dificultad. Seguramente no se esperaba que su enemigo fuese tan veloz.

- Duerme... -. Ordenó Lionheart y la niña cayó dormida sobre sus brazos, luego tan solo necesitó mencionar unas palabras en algún idioma que Valerian no logró identificar para que apareciese un enorme orangután castaño con pinturas azules. El simio sostuvo a Abella Oinotna y se la llevó hacia la mansión.

- No me juzgues por haberme lanzado a por ella, si hubieses escuchado su voz... -. Bromeó Valerian.

- Basta, no se quién eres pero estás interfiriendo con una importante reunión así que, debes de ser detenido de inmediato.

- Bueh... -. Valerian resopló con resentimiento -. Qué remedio, pero que sepas que cuando he dicho antes que he tenido puntería al venir en este preciso instante, cuando un Almirante está en la morada de mi enemigo, lo decía porque he tenido muy buena suerte.

Una figura se formó entre los dos, Argoth Ointona apareció tan solo unos segundos después de escuchar la noticia de que había un intruso en los jardines. Sabía que la situación en el salón se tornaría en un caos pero debía de descubrir quién era la escoria que había osado entrar en sus dominios.

- Tú...

- Cuánto tiempo, Argoth -. Saludó Valerian con una sonrisa.

No puede ser ¿Qué hace él aquí? Debe de saber que no es rival para mi.
Es más -. Argoth miró hacia atrás, hacia el Almirante Lionheart -. Estoy acompañado de un Almirante y él debe creer que es mi aliado ¿Entonces por qué está sonriendo? Está perdido.

- No te creas que me vas a pillar tan desprevenido como la última vez, Argoth -. El aire alrededor de Valerian empezó a agitarse.

Está liberando su presencia mágica ¿Es que quiere morir ya?

- Verás, voy a tener el gusto de matar dos pájaros de un tiro. Primero, le diré a tus amigos los Protectores lo de que en verdad os traéis entre manos los Oinotna a la hora de obtener el Vitalis.

- ¿¡Qué has dicho!? -. Preguntó con voz grave Lionheart.

No... No en una situación así -. Una cosa era confesar la verdad ante Moebius pero otra muy distinta era hacerlo en aquel momento. Si el Almirante descubría la verdad, se volvería en su contra y entonces se complicaría bastante el escenario: luchar a la vez contra Valerian y un Almirante...

- Y segundo, te concederé el deseo que llevas tiempo queriendo tener, Argoth -. Valerian siguió liberando su poder mágico mientras sacaba cuatro aros de metal que tiró al suelo a su alrededor. Formó un sello con sus manos y conjuró -. ¡Desviación dimensional: Invocación parcial!


Hubo un destello cegador que no duró demasiado.

- ¿Qué ha sido eso? -. Preguntó Lionheart apartando lentamente su mano que intentaron tapar sus ojos deslumbrados.

- No puede ser... -. Debido a la cercanía, Argoth había sufrido algo más que ceguera temporal, la presión de la convocación le había derribado parcialmente -. Dentro de estos dominios, solo los Oinotna pueden aparecerse, aún con limita...

Pero no pudo acabar la frase, la vista ya se le adaptó para discernir lo que tenía ante él.

Como si fuese una ventana, una falla dimensional o un gran portal, el espacio se había abierto en torno a los cuatro aros que Valerian había arrojado en el suelo, fuera de esos cuatro aros seguían siendo los jardines de los Oinotna, pero en el círculo interior el suelo cambiaba a losas de piedra robustas que conformaban una habitación subterránea iluminada por el reflejo del agua cristalina que recorría por canalones en las paredes , y en el centro de dicha habitación...

- Como te dije, Argoth -. Valerian caminó hacia el interior de la sala subterránea -. Tendrás tu deseo, ahora mismo.

En el centro se alzaba, sobre un par de peldaños, un altar donde se encontraba un ser blindado por varias capas de amasijos de metal, asemejándose a distintos tipos de armaduras. Viejo Oso había aparecido en el jardín de la Mansión Oinotna.

- Arogth... Oinotna... -. La armadura de Viejo Oso brillaba cuando empezaba a hablar de esa forma, lenta y pausada, como si le costara un tremendo esfuerzo -. Wyrth... Lionheart... Espléndido.

Argoth se incorporó totalmente y aún consciente de su delicada situación, no cedería ante la escoria que incluso se atrevían a profanar su jardín. Como sabía de sobra que el Almirante no iba a ser su aliado por mucho tiempo, su plan a partir de entonces consistiría en anticiparse a Viejo Oso. Dio un salto hacia su izquierda para tomar distancias entre los dos y volvió a conjurar la daga con la que apuñaló a su padre, la sostuvo con su mano derecha mientras que con la izquierda se frotaba los ojos.

- Maldita sea, que estos inútiles no me dejen hacer las cosas a mi manera... Muy bien -. Terminó de frotarse los ojos y convocó otra daga más, también negra, que sostuvo con su mano izquierda. Luego, apuntó con una a Viejo Oso y Tackle, y con la otra a Wyrth -. No me queda más remedio, os aniquilaré aquí y ahora.

- ¿Qué has dicho, mocoso? -. Wyrth intentó no perder la paciencia pero no pudo evitar dejar que se le notase la falta de entendimiento sobre la situación -. Tu padre está cerrando un trato con lord Moebius, así que deja de...

- ¡Mi padre ya no gobierna aquí! -. Argoth empezó a liberar su poder mágico, su pelo se agitaba a la vez que el suelo vibraba de manera incesante -. ¡Ahora yo soy EL Oinotna y no ayudaré a Moebius ni a vosotros, Protectores asquerosos!

- Todo lo que él quiere es... El Vitalis -. La armadura de Viejo Oso brillaba cada vez con más intensidad y eso parecía ser indicativo, entre otras cosas, de que podía hablar de manera más fluida -. Igual que yo también lo quiero, Protector... -. Y así, él también comenzó a liberar su poder.

- ¿Vi...talis? -. Wyrth acababa de recibir un shock, entonces tanto él como su señor se habían metido en la boca del lobo. Miró hacia la mansión y trató de concentrarse, pero no podía tratar de identificar dónde se encontraba, así que pensó que el edificio estaría protegido por numerosos conjuros de abjuración -. Ya veo... lord Moebius está atrapado.

Las dos auras mágicas que estaban siendo liberadas ya eran lo suficientemente potentes como para que el suelo temblara, las piedras y demás objetos pequeños se alzaran por el aire y la hierba se meciera hacia el lado contrario del que estaban los tres.

- Qué auras tan terribles... En fin -. Wyrth hizo aparecer de la nada un bastón común de viaje, que enseguida hizo estallar en llamas para mostrar el contenido que albergaba en su interior, una cimitarra enfundada que sostuvo con su mano izquierda.

- ¿Ese es tu arma de Protector, eh? Bien, pronto será mía.

- Silencio, mocoso Oinotna... -. Exigió Wyrth con una potente voz autoritaria al mismo tiempo que liberaba su poder -. Voy a acabar con esto en un instante... Kelmor, Ettlyn, Ambalarth, apoyadme... -. Mencionó cerrando los ojos y aparentemente, hablando para si mismo -. Y tú, mi espada, Ryujin, ayúdame a aplastar a mis enemigos -. Y desenfundó su arma.

El combate estaba a punto de comenzar, pero...

A cientos de metros de allí...

Un mayordomo se hallaba en la caseta del jardín al lado de la entrada exterior, la cual estaba totalmente destrozada de la intromisión anterior. Andaba revisando nervioso las cámaras exteriores y los sensores mágicos que los Oinotna le habían suministrado para mantener la vigilancia en el monte.

- No... No puede ser... Otro intruso más, no, por favor...

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