5 nov 2015

Lo oculto bajo Der'go (Epílogo)

Caminaba pero no escuchaba sus pasos. Respiraba con irregularidad a causa de los nervios y eso provocaba que retumbasen los latidos de su corazón en su cabeza, que era lo único que escuchaba. También sentía una punzada de ira que la llevaba a actuar así pero no dejó de moverse. Siguió caminando hasta llegar a otra de las entradas de El Núcleo, en concreto la más grande de todos los accesos del Santuario. Sin embargo, las únicas cosas que cambiaban con respecto a la entrada donde se encontró con Wyrth era el número de accesos que daban a esa entrada, que eran media docena; Y el tamaño, que era tres veces más grande. El resto era idéntico, incluidas las estatuas y los grabados en ellas.


- Trabajo terminado, Maif... -. Escuchó decir a Lucci al lado de la puerta. La estaba esperando.

Maif no respondió, tan solo continuó caminando a medida que aceleraba el paso. Lucci preguntó por su comportamiento pero ella siguió y siguió. En cuanto llegó a su lado, le cogió con una sola mano del cuello del traje de chaqueta que llevaba y lo levantó varios palmos del suelo. Maif clavó las garras de su mano libre en la pared, al lado de la cabeza de Lucci, el cual comenzó a sudar como símbolo visible de que estaba intimidado.

- ¿Cómo te atreves...? Te di una orden clara... ¿¡Cómo te atreves a usar otra de mis mascotas de esa forma!? -. Grito Maif que estaba fuera de si. Lucci alzó levemente las manos dándose por vencido.

- Yo... Pensé que sería... Suficiente.

- Idiota... ¿¡¡Sabes lo que has hecho!!? -. La mujer cerró los ojos sufriendo por lo que había sentido en los instantes finales de Kalista. Después se auto impuso calmarse y continuar hablando -. No debí haberte dejado que le pusieras aquella vara resonante... No debí haberte dejado tantas cosas...

- ¿Qué... ¿Qué ha pasado?

- Kalista ha caído, el grupo al que te ordené echar la liberó, cosa que no me importó para nada... Pero ahora es peor, Lucci... Aquel ser la ha dominado y está creando una tropa con nuestras propias criaturas alteradas.

- Yo... Yo pensé...


- Es la segunda vez que desobedeces mis ordenes... -. Maif bajó levemente la mirada y Lucci no podía ver su mirada, el pelo tapaba lo que reflejaban esos ojos -. Por tu culpa esto se ha descontrolado. Si me hubieses hecho caso, ese ser de... Oscuridad, o lo que sea... No hubiese campado a sus anchas -. Maif realizó un movimiento brusco y acabó arrojando el cuerpo de Lucci hacia atrás, lejos de la puerta.

Él se deshizo rápidamente del violento movimiento y aterrizó de pie.

- Quedas expulsado del Santuario, no necesito a hombres a mi cargo que no hacen caso de mis ordenes. Si sigues así, mi hogar será destruido... Y yo con él.

Lucci se quedó atónito, pero solo medio segundo. Enseguida cambió su rostro por completo cuando pronunció una sutil sonrisa. Acabó agachándose poniendo un puño en el suelo.

- Sabía que este momento llegaría tarde o temprano... -. Comentó él a medida que su voz se agravaba como el de una bestia -. Tú... Eres la que no sirves para que el Santuario funcione... El Vitalis se equivoca... ¡Tú NO eres la creación perfecta! -. De su piel empezó a crecer un pelaje parecido al de un guepardo, pero no era eso solo. Él mismo empezó a aumentar su tamaño de manera exagerada hasta alcanzar un tamaño mayor que el de Kalista, mayor que el de un gigante -. ¡Estos son los puños de un gigante! ¡Yo debo ser el que reine en el Santuario y no tú! -. Gruñía con su tremenda voz.

- No lo entiendes... -.Maif lo miraba de reojo -. Yo no elegí ser esto... Yo no elegí ser una creación perfecta. Si te vas ahora, no te mataré. Ve, vive y busca un propósito, un objetivo...

- ¡Cállate! -. Respondió él y atacó con su puño derecho, que era diez veces más grande que el cuerpo de Maif.

El estruendo y el polvo surgido del impacto fueron proporcionales a la potencia de este. Lucci había provocado algo más que un boquete en el suelo, había provocado un enorme cráter... En el que no estaba Maif. Ella había saltado y había adquirido una pose de arte marcial preparándose para la ofensiva. La mujer cogió impulso del aire para salir disparada a por Lucci, como si hubiese saltado desde una pared invisible. La garra se hundió en el colosal pecho peludo seguido de un grito de Maif de esfuerzo para levantar a ese titánico contrincante. A pesar de la diferencia de tamaño, lo consiguió y Lucci salió volando varias decenas de metros hacia arriba mientras escupía sangre por el fatídico impacto que ella le había propinado.

- Te dije que te fueras... Solo has sido un estorbo todo este tiempo... -. Maif aún estaba en el aire y miraba hacia arriba para observar a un moribundo Lucci que parecía no caer nunca. Alzó la garra derecha y de su mano surgió una gran esfera de energía, varias veces más grande que ella.

- Esa esfera... Es grande pero la energía está mal compensada -. Pensó Lucci observando el ataque de Maif mientras caía -. Es como si tuviese poca densidad. Si algo así impacta en mí... No me hará nada. Todavía puedo contraatacar.

Pero Lucci se dio cuenta tarde de lo que ocurría. Maif volvió a rebotar en el aire para volver a coger impulso y salir disparada hacia él a gran velocidad. Por un instante pensó que realmente su plan iba a funcionar e iba a poder contraatacarla, pero justo antes de reaccionar vio que Maif comprimió el tamaño de la bola de energía hasta que fuera tan pequeña que cabía perfectamente en la palma de su mano.

- ¡NO! ¡SI LO COMPRIMES ASÍ, YO...! ¡ESPERAAAAAA......! -. Rogó él.

- Demasiado tarde... -. Sentenció Maif.

La esfera se clavó en su cuerpo como una estaca y desde dentro hizo explotar a Lucci en una macabra sinfonía de desgarro visceral. El escenario se había convertido en una fuente de sangre y restos de órganos, que caían sobre la sala como si estuviese lloviendo. Maif se dejó acariciar por ese terrorífico tacto y acabó empapada de sangre. Lamió un poco de su dedo para saborear su victoria y después de casi días sin hacerlo, volvió a sonreir con su impactante mirada clavada en la nada.

- Ven... -. Dijo aparentemente a nadie, pero Maif ya había sentido su presencia desde hacía rato.

Se escuchó un gran desprendimiento enfrente suya, por uno de los accesos. Las rocas caían por toneladas y por ellas bajaban criaturas que ya no lograba reconocer. Solo reconoció a una que mantenía aún su aspecto, Kalista. Eso bastó para borrar la sonrisa a Maif.

- Kalista... No...

Encima suya estaba aquel ser, en guardia con sus hoces preparadas. Había llegado con su legión preparado para entrar en el Núcleo y parecía que ahora no le afectaba en absoluto la radiación que emanaba de aquel lugar. Las tropas de aquel ejército rugían nerviosas por devorar la presa que tenían ante ellos, una más de todas las que habían devorado.

- Parece... -. Dijo ella aguantando el dolor que sentía en su pecho al ver como Kalista le rugía como si fuese su enemiga -. Que has podido evitar el efecto del Vitalis...

- La muerte le llega a toda forma de vida, incluso a la que se ha formado aquí -. Dijo él con su voz profunda.

- No dejaré que entres en mi hogar... ¡Lo protegeré con mi propia vida! -. Maif apretó el puño tan fuerte que incluso se clavó sus propias garras -. Si el Santuario cae, yo caigo. Así que... No voy a contenerme...

Maif empezó a caminar sola, lentamente, acercándose al ejército de criaturas, a Kalista y a aquel ser.

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