8 feb 2016

La vida salvaje de la vigilante


- Está muerto... -. Afirmó el joven explorador examinando la terrible bestia a la que habían dado caza. El enorme jabalí yacía inerte en mitad de un gran claro del bosque el cual separaba uno de los senderos que conducían a la villa con la red de madrigueras de ettines.

- ¿¡No me digas!? -. Apareció detrás una elfa alta con ropas parecidas a las de su compañero pero presentando un look mucho más liviano y salpicado de tatuajes tribales -. ¿¡Vaya, vaya, eh Rogle? -. Le dio unas palmadas en la espalda al explorador -. Años de instrucción para aprender a diferenciar un Colmillar muerto de uno vivo... ¡Buen trabajo! -. Felicitó sarcásticamente mientras esbozaba una sonrisa.

- Maestra Grisella... -. Saludó Rogle con todo el respeto y haciendo caso omiso de la broma de su maestra. Grisella se acercó hasta el cadáver, sacó una de las jabalinas que tenía clavadas en la joroba y la clavó entre los dos ojos.

- ¡SÚPER muerto! -. Confirmó -. ¡Eh, Rosalt! ¿¡Cómo vas!?

De entre la maleza selvática apareció Rosalt, una humana de tez pálida y pelo castaño dividido en dos largas coletas. Mientras que Rogle era alto, fuerte y portaba la mayor parte de las pieles hasta el carro que tenían en el sendero, Rosalt era bajita, delgaducha y algo torpe, aunque lo compensaba con su gran destreza para usar el arco... La mayoría de las veces.

Lo compensa con su arco... Y su delantera -. Pensó Grisella que no podía evitar casi nunca echarle un ojo a su aprendiz cada vez que aparecía.

- Ya está, maestra. He acabado con los Mojos voladores... -. Rosalt se acercó por el claro y no obstante, fue lo suficientemente distraída como para no ver la cola del Colmillar y tropezar. Grisella soltó una carcajada y Rogle se mantuvo impasible como siempre.

- Bien hecho, bien hecho. Esa maldita plaga ya se estaba expandiendo demasiado... ¿Volvéis vosotros? Voy a dar un rodeo y así echo un vistazo al sendero del templo.

- De acuerdo, maestra -. Dijeron casi a la vez y se fueron.

- Bien -. Suspiró Grisella cuando ya se quedó a solas -. Hora de trabajar.


No le gustaba demasiado quedarse sola porque le recordaba a su terrible pasado, pero al mismo tiempo esa soledad de la tarea a la que fue encargada se convirtió también en el gran pilar que sostenía ahora su vida. Grisella Janden, una elfa cuya procedencia es aún desconocida, creció en la Villa del Viento, un enorme poblado tribal situado en el corazón de la Selva Oeste de Bargskan. Creció sin padres que la cuidaran y sin nadie que le explicase adónde habían ido así que como miembro huérfano de la villa, quedó a cargo del sacerdote Kan. La villa, en aquellos tiempos, era bastante salvaje e indómita y a causa de ello la vida fue difícil para Grisella; La discriminación se hizo patente desde los labios de los niños de la aldea hasta las prohibiciones de los mayores en la mayoría de las situaciones. Sin embargo, Kan siempre la trató como a una hija... Su hija. Tal fue el cariño que recibió por parte del sacerdote que gracias a sus enseñanzas pudo aprender a entrar en armonía con su entorno y a ser entrenada como guarda forestal en el monte de exploradores gracias a una recomendación expresamente suya. El tormento y la confusión inicial, la soledad que inundó el alma de Grisella por el desconocimiento y poca cabida en aquel lugar se vieron rápidamente compensados por el cariño de Kan y las amistades que poco a poco, empezó a forjar. Pero Grisella no parecía una elfa normal, crecía a la misma velocidad que los humanos en lugar de contar con la longevidad característica de dicha raza, así que cuando llegó a su época adulta le desvelaron la verdadera labor de su padastro y que pronto sería heredada por ella debido a la ausencia de primogénitos del sacerdote: Él protegía el sendero que conducía al templo de los elementos, un lugar sagrado habitado y visitado por personas extrañas que nada tenían que ver con la Villa del Viento. Entonces ¿Si no tenían nada que ver con la aldea por qué prestarles servicio de protección? Kan jamás se lo contó pero dejó entrever que tenía algo que ver con una promesa de sangre proveniente de sus antepasados ¿La Villa del Viento era el hogar de un secretario para un lugar de mayor importancia? Eso es lo que Grisella pensó pero la responsabilidad caía ahora sobre ella y debía prestar servicio en compensación por todo el cariño y ayuda que Kan le había dado durante tantos años. Pronto se vio azotada de nuevo por la soledad: Debía pasarse horas y horas, incluso días, sola en el paso oculto del sendero que conduce hasta la edificación. Protegía aquel lugar, del que no sabía nada. de las criaturas que se acercaban a ella, fueran de mente inteligente o salvaje. Sin embargo, años después, contactó por primera vez con un miembro del templo. Una hermosa mujer humana de pelo plateado, largo y liso. Portaba un vestido de seda a juego con su pelo con extrañas marcas blancas.

- Vigilante -. La llamó la mujer -. Ven conmigo.

- Señora... Yo -. Grisella no supo que responder por entonces -. Yo debo quedarme aquí...

- Vigilas nuestra estancia, por tanto estás a nuestro cargo -. La mujer la miró de arriba a abajo con sus ojos azules claros -. Por tanto... Ven conmigo.

Grisella volvió a dudar pero finalmente fue.

El templo que vigilaba era una construcción increíble, de piedra tallada y tan alta como una montaña. En su interior, la enorme y circular sala principal tenía antecámaras en sus paredes, cada una dividida de las demás y claramente diferenciadas. La sala de su izquierda era blanca reluciente con doradas cruces alargadas; La siguiente presentaba un gran contraste pues era grisácea y sus paredes estaban ralladas dando la forma basta de un torbellino; A su lado había sala formada de piedra azulita que parecía rezumar y dar la sensación de que era un acuario; Continuaba con una basta cámara rocosa parecida a una caverna, de la que surgían extraños cristales prismáticos de color morados; La penúltima estaba formada de bloques de piedras rojizas y en los resquicios de estos había un extraño brillo incandescente, parecido al de la lava; Por último, a su derecha había una cámara que debía estar hecha de obsidiana y estaba tenuemente iluminada con antorchas cuyo fuego era azul pálido. Allí se quedó a solas con el sacerdote maestro del templo y este le enseñó la verdad, una verdad que desconocían los miembros de su retiro sagrado. Esa verdad estuvo adornada con una explicación inicial del templo.

El mundo se fracturó una vez, le fallamos a los dioses.

Ellos provocaron un cataclismo en el mundo, debido a la corrupción que alcanzamos como especie global.

En ese apocalipsis todo volvió a cero: Las razas, las ciudades, los continentes, el conocimiento... Casi todo se perdió.

Los dioses nos abandonaron entonces, dejándonos a su suerte. Nos separaron del ciclo.

Entonces, si no había nadie "ahí arriba"... ¿A quiénes venerábamos realmente? A nadie.

Aparecieron entidades con la que compartíamos características en el mundo, los señores elementales, la Luz y la Oscuridad. Todos unidos y respetados entre sí.

Ragnaros, el señor del Fuego.

Al'akir, el señor del Aire.

Terrazane, la señora de la Tierra.

Neptulon, el señor del Agua.

La Luz, la esencia de la vida.

La Oscuridad, la energía oculta.

Las horas pasaban mientras el sacerdote empapaba de sabiduría la mente de Grisella y entonces, llegó un punto de inflexión en la vida de la elfa: Su origen no fue fruto de un proceso natural sino que se vio salpicado por manos mortales y su alma, por tanto, era artificial. El sacerdote admitió que jamás le contaría a sus fieles aquel secreto, pues no era fácil de comprender por todos.

Su vida cambió desde aquel instante pero lo que debió ser una confesión que la trastocara y la derrumbara, se convirtió en el eje central gracias a las enseñanzas que el propio sacerdote impartía sobre ella. Grisella pasó a ser Vigilante al mismo tiempo que Guardiana del templo y todo debido al "entrenamiento" que recibía para controlar su poder.

Y gracias a ese poder pudo volver a llevar una vida casi normal porque no necesitaba pasar una eternidad vigilando ella sola el sendero, sino que podía ser libre y volver a la villa cuando quisiese. Se hizo cargo de múltiples aprendices de exploradores a los que enseñaría lo que ella en su momento aprendió, como Rogle y Rosalt, entre otros.

Sus recuerdos volvieron al presente cuando pasó por la madriguera de ettines, uno de los lugares cercanos al sendero oculto que conducía al templo. Se percató de que varias de esas bestias habían sido descuartizadas hasta la más cruel de las muertes ¿Alguien se dirigía hacia allí?



- Imposible... -. Susurró ella auto-convenciéndose. Lo habría sabido de inmediato -. ¿Quién demonios...

Aceleró el paso dejando de correr entre la maleza para saltar entre las gruesas ramas de la selva. Una media hora después llegó al lugar donde su vigilancia comenzaba y bajó al suelo para reunirse con...

- Sigues aquí -. Le habló a una elfa idéntica a ella pero cuyo cuerpo estaba compuesto de una energía translucida de color azul -. Por tanto... -. La figura comenzó a desaparecer a medida que se acercaba Grisella a ella. La elfa miró hacia el otro lado del sinuoso sendero -. Aún no ha lleg...

Y un ruido cortó su frase. Las lianas y maleza alrededor de dos árboles se revolvió y de entre sus hojas aparecía andando un humano alto y fuerte. Era casi como un armario en cuanto a complexión y portaba una armadura que inicialmente debía ser completa pero poco quedaba ya de ello; Muchas de sus placas brillaban por ausencia y las de alrededor estaban abolladas o rajadas; Las partes a las que la armadura ya no llegaba a proteger presentaban una capa de piel musculada azotada por numerosas heridas relativamente sanadas con vendajes improvisados; En su mano derecha portaba un espadón mellado de empuñadura plateada. Y sin embargo, Grisella reconoció al instante a aquel hombre, de pelo rubio corto casi rapado, ojos azules que marcaban una mirada fría y de pocos amigos,

- Vaya, vaya... Raianecito -. Grisella abandonó todo rastro de tensión en su cuerpo tras reconocer al "invasor" que recorría el sendero hacia el templo, incluso sonrió con superioridad tras verle -. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que viniste? ¿Casi un año?

- Grisella... -. Dijo él serio y quieto en el lugar desde el que apareció.

- Al menos presentas mejor aspecto que la última vez -. La elfa examinaba sus numerosas heridas: Contusiones, cortes, quemaduras y zonas inflamadas con un extraño líquido de color verde supurando -. Y esta vez parece que no te vas a desmayar ¿Para qué vienes al templo?

- Debo hablar con el sumo sacerdote, tengo algo que pedirle.

- ¿Y ese mandoble? ¿Dónde están tus dos armas? -. Preguntó pero no hubo respuesta por parte del humano, sino que este empezó a andar en línea recta para continuar su camino -. ¡Eh! ¿Qué haces?

- No tengo tiempo para hablar contigo...

Grisella desapareció y en un instante se encontraba atacando con la palma de su mano desnuda al humano, sin embargo este le dio tiempo a alzar su arma y bloquear el ataque con el canto de la hoja.

- ¿Recuerdas que soy La Vigilante? -. Le preguntó ella con un tono más serio -. ¿O es que quieres que te repita la prueba de la última vez?

- He dicho que no tengo tiempo para esto -. Grisella pudo ver la mirada seria y decidida del humano a pesar de que tenía la espada en medio -. Esta vez no tengo que ser probado así que si lo que quieres es una lucha de verdad... -. Y su cuerpo empezó a enrojecerse y a emanar un extraño vapor -. Te complaceré rápidamente.

- ¿Usando el poder de la Oscuridad en terreno sagrado? -. Grisella separó su mano de la espada del humano y dio un paso hacia atrás -. ¿Por qué estás tan desesperado por llegar? ¿Qué ha pasado?

- Varias cosas -. Contestó él que volvió a caminar y pasó al lado de la elfa -. Y entre ellas, una reunión a la que he sido llamado.

¿Una reunión? Si él no es practicante... 

- Jajajaja -. Rió Grisella restando tensión al asunto -. Perdón por atacarte, tan solo quería rememorar aquel encuentro. Ya superaste la prueba una vez, las puertas del templo estarán siempre abiertas para ti.

- Adiós -. Se despidió él sin darse media vuelta ni mostrar síntoma de relajación. Grisella le vio caminar hasta que se perdió por la espesura siguiendo el sendero hacia arriba entre los montes.

- Siempre tan arisco... -. Comentó para si misma pasados unos segundos. Trepó por uno de los arboles para sentarse en la rama más alta y poder observar la amplía selva por encima de la frondosidad de las hojas. Ni siquiera se dio cuenta del tiempo que había pasado disfrutando de las vistas y de la brisa cuando sintió algo en su pierna izquierda -. ¡Oh, ardillita! -. Le dijo al animalito que había trepado y que llamaba la atención de la elfa golpeando su hocico una y otra vez en la pierna -. Espera... Un mensaje.

Grisella conjuró con un único movimiento para poder comunicarse con el animal, era un mensajero de la Villa del Viento enviado por Rosalt.


- La aldea... La aldea está siendo atacada, Grisella -. Dijo el animalito con una voz aguda.

- No puede ser... -. Se levantó ella poniéndose la ardilla en el hombro. Con un enorme salto recorrió la suficiente distancia para dejar atrás el sendero que lleva al templo, no sin antes asegurarse de su eterna vigilancia con la técnica que ella conocía. Fue lo más rápidamente que podía al adoptar la forma salvaje de un guepardo terrible.

No ha pasado mucho tiempo desde que me separé de aquellos dos. Entre su llegado y el recorrido de la ardilla hasta el sendero... Quizás la villa  ya estaba siendo atacada cuando cazábamos al colmillar.

Gracias a su increíble velocidad, Grisella pudo recorrer el camino de vuelta más del doble de rápido de lo que haría un cazador de la villa. Ya en una zona de la selva menos densa y controlada, pudo avistar varias columnas de humo a lo lejos y que ascendían como columnas negras. Seguidamente, escuchó gritos que se aproximaban a su posición, lo que la llevó a reanudar la marcha a toda prisa. Reconoció a una de las parejas de la villa, una mujer regordeta llamada Teregra y a su marido, un ex-cazador por jubilación, Treilo. Ambos huían de unas siluetas que se movían con mayor velocidad de ellos.

- ¡Venid aquí, no escapéis! -. Gritaron uno de los tres enemigos que perseguían al matrimonio. Grisella pudo ver las características del enemigo: Iban vestidos con largas túnicas de colores oscuros, predominantemente el negro; Estaban adornados por lineas de brillantes runas extrañas que recorrían las mangas y torso de la túnica. Dos de ellos (los de los extremos) iban armados con una espada corta y una cimitarra respectivamente.

- Esos son... -. Susurró Grisella desde la rama donde se posó para examinar a los enemigos justo antes de abalanzarse. Pero por la apariencia que presentaban.

¿Están buscando el...?

- ¡Dejadnos en paz! -. Treilo, en un intento desesperado de proteger a su mujer, se paró y cogió una rama, que arrojó con una increíble potencia hacia el individuo del medio, como si se tratase de una jabalina que usara en sus épocas de cazador. Pero la rama se consumió en un instante por un fuego espontaneo conjurado por los enemigos.

- Atrapadlos... -. Ordenó el tipo del medio y los  que estaban armados conjuraron con una sola mano un conjuro conjunto que provocó la emanación de una masa viscosa que atrapó a Treilo y a su mujer. Ambos gritaban en busca de auxilio mientras la masa se solidificaba hasta semejarse a la red de una telaraña -. ¡Cogedles, ya! -. Ordenó una vez más.

Pero los dos sujetos armados, que se acercaban hasta el matrimonio, fueron ensartados por largos colmillos que surgieron de la palma de Grisella, que había saltado del árbol. Sin darles tiempo a reaccionar, ni siquiera al que parecía liderarles, la elfa ejecutó un movimiento con el que desaparecieron los colmillos y como si fuese un destello, dejó inconscientes a los dos ensartados golpeándoles a cada uno en el cuello y cargó contra el que estaba detrás. Este intentó defenderse conjurando un hechizo de repulsión que la acabaría enviando varios metros atrás hasta golpear con un árbol.

- Idiota... Estás acabada -. Sentenció y conjuró de nuevo mientras Grisella se recuperaba del golpe.

- Estás acabado tú -. Le soltó con una mirada fría en sus ojos mientras se incoporaba. "Algo" oscureció el área donde se encontraba el líder de aquellos tres.

- ¿¡Quéee!? -. Gritó él al ver lo que se le echaba encima, obligándole a interrumpir su hechizo para intentar escapar pero todo esfuerzo resultó ser en vano. Un enorme mamut caía de la nada encima del enemigo, aplastandole e inmovilizándole por completo -. Pero... ¿Cuándo? -. Preguntó con esfuerzo intentando salir de debajo del cuerpo de la enorme criatura.

- ¿A qué habéis venido aquí, Protectores? No sois bienvenidos -. Grisella se plantó frente al sujeto aplastado. Este tan solo se limitó a sonreir justo antes de caer inconsciente -. ¿Me he pasado? No, se ha auto-inducido la inconsciencia...

Tras disipar la convocación del mamut y poner a los tres en un seguro cautiverio, se preocupó por el matrimonio y los puso a salvo. Debía continuar hacia la villa y ver qué estaba ocurriendo. Minutos después llegó sin problemas hasta su aldea, habitualmente hermosa pero ahora azotada por los gritos de desesperación, los escombros y las llamas. Pudo ver fácilmente la ingente cantidad de Protectores atacando al escuadrón de cazadores, que aunque presentaban resistencia, no tenían nada que hacer contra su poder. A pesar de que por la tierra se esparcían varios cadáveres, eran todos de los Protectores; Estos sin embargo, siempre terminaban capturando vivos a sus enemigos, motivo por el cual quizás los cazadores estuviesen aguantando más de lo normal. Grisella golpeó el árbol que tenía a su lado con impotencia, sabía que eran demasiados, su presencia allí no iba a cambiar nada y al mismo tiempo sentía una profunda desesperación e impotencia por no poder ayudar a su hogar. Ya que un ataque directo resultaría inútil, se transformó en un saltamontes, algo pequeño con lo que pudiese moverse rápidamente y recorrer los edificios sin alertar a los Protectores. Fue de casa en casa intentando encontrar algún líder que comandase a las tropas, alguien que pudiese atacar y dejar fuera de combate para provocar el descontrol en el escuadrón, pero lo que vio tras minutos de recorrido fue a Rosalt en uno de los edificios luchando acorralada contra un Protector. Este último parecía desesperado y aterrado por su mirada, como si se arrepintiese de algo que había hecho y que no debía pasar. Fuese lo que fuese, Grisella no le preguntaría, sino que saltó siendo un saltamontes a por él y se destransformó en el aire para atraparle y derribarle con una llave, inmovilizándole de inmediato contra el suelo.

- ¡Maestra... -. Decía Rosalt casi sin aliento.

- Quieta, Rosalt. Espera... -. Le avisó Grisella. La elfa no sabía qué extraños poderes podrían ocultar los Protectores bajo su manga, quizás fuesen capaces de conjurar incluso sin moverse ni poder hablar, así que colocó su dedo índice sobre el cuello de su enemigo y surgieron unas vides de color morado que se clavaron en su piel y se introdujeron por ella -. He bloqueado su espina dorsal, así no podrá hacer nada, pero le necesito consciente para sacarle información -. Se aseguró para que no pasara lo de antes -. Rosalt... ¿Estás bien? -. Preguntó ya más relajada a su aprendiz mientras la abrazaba.


- Sí... Sí... Yo sí... Pero Rogle... -. Rosalt no sollozaba pero sin embargo le faltaba el aire continuamente. Ahora Grisella ya entendía por qué, estaba en estado de shock. Seguramente Rogle... -. Fue él... Se quedó quieto... Diciendo que había sido un accidente... Pero... Pero...

- Lo siento. Siento no haber llegado antes, si hubiese venido con vosotros, Rogle al menos... -. Se lamentó la elfa a la cual se le escapó una lágrima de puro dolor. Su interior sin embargo estaba encendido a causa de una llama de ira -. Voy a sacarle a este hijo de puta lo que quieren -. Comentó con un tono que Rosalt jamás había escuchado de su maestra.

- Maestra... Yo... Yo lo se... Van tras...Detrás tuya... Están capturando... Vivos... A todos... Para interrogarles... Pero nadie dice nada... El templo...

La llama de ira, tal y como se encendió, se apagó. Las sospechas de Grisella se habían cumplido: Los Protectores estaban buscando el templo ¿Pero por qué? Lo ignoraba... Pero por su culpa, todo el mundo estaba sufriendo. Ninguno sabía dónde se encontraba el templo pero sí dónde se encontraba La Vigilante y sin embargo, nadie parecía haber confesado.

Treilo y Teregra no me dijeron nada, seguramente llegaron a la aldea cuando esta estaba siendo atacada y no sabían nada de lo que ocurría. 

Grisella se giró hasta ver el rostro pálido de Rosalt y sonrió levemente. Sentía como si pusiese a comparar en una balanza el peso de la aldea y su gente con el peso de su tarea de vigilante del templo. Por encima de todo lo que estaba sintiendo en ese momento, le llenó de felicidad ver como se decantaba a favor de su hogar, de sus amigos y compañeros. Se acercó hasta su aprendiz y la abrazó.

- Gracias por todo, Rosalt... -. Ojalá se pudiese despedir de todo el mundo pero no podría ser así -. Me alegro tanto de haberte conocido, de haberos conocidos a todos...

- Maestra... ¿Qué.. -. Rosalt no le devolvió el abrazo porque cada vez entendía menos.

- Esto será lo que harás para salvar la aldea -. Le dijo al oído sin dejar de abrazarla -. Déjate capturar por ellos, no te harán daño si te rindes al instante. Luego diles lo que quieren saber, diles la ubicación de La Vigilante.

- ¿¡Qué!? ¡Maestra, NO PIENSO... -. Pero Grisella apretó aún más fuerte y Rosalt por fin rompió en lágrimas por todo el sufrimiento que la estaba atormentando. Dejó que se desahogara durante unos minutos -. Maestra... Grisella... Yo... -. Ahora le costaba hablar a causa de los sollozos.

- Esta es la tarea más importante que te encargo, Rosalt...

- Yo... Lo haré...

El abrazo duró unos segundos más y luego se separaron, Grisella vio como su aprendiz intentaba secarse las lagrimas mientras cogía aire. Luego ambas intercambiaron miradas.

- Les estaré esperando, conocerán el poder de La Vigilante Salvaje -. Se auto-demoninó Grisella sonriendo -. Ve -. Y salió por donde había entrado transformándose de nuevo.

- Lo haré, maestra -. Dijo Rosalt ya para si misma cuando su maestra ya se fue -. Pero no estarás sola en esto... -. Y salió por la puerta.


Grisella salió de la casa, seguidamente de la aldea. Cuando ya se encontraba lo suficientemente lejos, abandonó su forma de saltamontes y viajó a la mayor velocidad posible que podía. Durante muchos tramos del viaje cerró los ojos intentando serenarse y abandonar todo atisbo de sentimientos que la intentaban abordar una y otra vez. Una oscura sensación de que esa sería la última vez que vería la villa se apoderó de ella durante unos segundos, pero incluso se golpeó para volver a la realidad y poner la mente en blanco. No sabía a que velocidad viajarían los Protectores pero cuando llegó al sendero sagrado no se quedó quieta sin más para esperarles. Conjuró rápidamente y colocó su mano en el suelo, de su alrededor surgieron media docena de panteras.

- Avisad a los guardianes del templo, decidles que múltiples enemigos vienen a usurpar el suelo sagrado. Que vengan, todos.

Conjuró una vez más una invocación, esta vez resultó ser un único animal, un águila.

- Comunica al templo que Los Protectores del Ojo se dirigen hacia aquí. Quizás no pueda detenerlos sola y necesite ayuda.

Tanto las panteras como el águila desaparecieron en un instante por la maleza cuando La Vigilante dio las pertinentes órdenes. Pero aún no había acabado de prepararse.

Siendo tantos enemigos, estaré en problemas si lucho en un sitio cerrado como este... -. Pensó mientras miraba a su alrededor, la densa selva podría ser un problema para evitar sus conjuros así que conjuró una vez más, esta vez un hechizo de tierra para adaptar el terreno y convertirlo en un amplío claro.

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Aunque la visibilidad era aún excelente, se notaba como el sol se empezaba a poner por el horizonte cuando Grisella escuchó por fin ruidos acercándose desde el sur. 

Buen trabajo, Rosalt. La aldea debe encontrarse ahora a salvo.

Para estar relajada, la elfa no adoptó ninguna pose de combate sino que se limitó a esperar con los brazos cruzados y apoyada en un árbol como los primeros Protectores hacían acto de presencia en el claro que ella había preparado. Seis... Once... Diecinueve... Cada vez más aparecían y se limitaban a estar en el otro lado del claro, en guardia.

¿Son conscientes del peligro que puede aguardarles esta zona y han venido en escuadrones? Mejor...

- A ver, a ver- . Dijo uno de los Protectores cuyas ropas presentaban adornos propios de alguien de mayor rango que los demás miembros rasos -. Suy' el Capitán Protector Dallahsan -. Grisella notó que el capitán tenía un extraño habla que nunca había escuchado*-. ¿Dunde' está la vigilante'? 

*acento árabe.

- ¿Eres idiota? -. Vaciló Grisella, que seguía aún con los brazos cruzados -. ¿O es que no me ves? 

- Io' no soy un idiota. Ahura' te vas a enteraar' -. El capitán cargó contra la elfa, recorriendo el claro a toda velocidad al mismo tiempo que desenfundaba una maza. Grisella dejó de tener los brazos cruzados y empezó a andar lentamente hacia su enemigo, que no detenía su ímpetu por atacarla. Cuando ya llegaron los dos a distancia melé, Dallahsan ejecutó un movimiento para atacar con su maza desde la derecha y Grisella fue a esquivarlo con suma facilidad. Sin embargo, el Protector sonrió y su movimiento se difuminó hasta desaparecer -. ¡Finta ilusuoria'! -. Su nuevo ataque venía desde el lado contrario, la izquierda. Esto pilló desprevenida a la elfa, quien ya no podía corregir su maniobra y sintió el golpe fuertemente en el pecho hasta elevarla por los aires -. Tuma' esto, vigilanteee.

- ¡Aaaah! -. Gritaba exageradamente ella mientras aún estaba en el aire a causa de la fuerza del impacto. Dallahsan se dio cuenta rápidamente de la exageración aunque no comprendía que pasaba -. ¡Es broma, idiota! -. Grisella se recompuso en el aire y cambió parcialmente su aspecto para disponer de alas de halcón con la que poder maniobrar. Se movió hasta salir disparada como una flecha hacia el capitán, que la esperaba para interceptarla con su mazo, pero justo en el momento del impacto... Grisella volvió a cambiar su apariencia a la de un gigantesco jabalí, mucho más grande que la de un colmillar. Dallahsan no pudo detener la embestida y acabó derribado con tanta fuerza que incluso escupió sangre -. Te quedaste sin pulmones, idiota -. Dijo ella volviendo a su forma normal. Los Protectores que estaban al otro lado del claro se intercambiaron miradas de desconcierto mientras su capitán se retorcía de dolor y seguía escupiendo sangre mientras hacía intentos por respirar -. ¡A ver, gilipollas, soy La Vigilante! ¡No voy a permitir que nadie cruce este claro! ¿Entendido?

Para desmoralizar más aún a las tropas de los Protectores, los gritos de sus aliados llegaron desde todas partes de su retaguardia. Los guardianes ya debían estar haciendo su trabajo contra los enemigos en terreno sagrado, así que el escuadrón que se encontraba en el claro retrocedieron poco a poco hacia atrás, asustados.


- Vaya mierda de lealtad tenéis, escoria -. Se escuchó una voz de entre los árboles y un nuevo sujeto apareció en escena. Este era totalmente distinto a cualquiera de los Protectores que le rodeaban o que Grisella hubiese visto nunca. No portaba ninguna túnica ni atuendo con los colores que habitualmente llevaba la organización, es más, ni siquiera era una de las razas de las que normalmente se componía la organización. Parecía más como si fuese algún extraño tipo de simio cuyo cuerpo se encontraba totalmente erguido y reforzado por piezas metálicas de color dorado. En su espalda flotaba un aro compuesto del mismo metal que su armadura. Tenía enfundada una katana y en su mano derecha sostenía una lanza corta -. A ver, Vigilante, estás muy confiada pero se te acabó la suerte.


Grisella tragó saliva al sentir que ese extraño ser desprendía un aura distinta. Sabía que no podría jugar con él como lo hizo con el capitán, esta vez tendría que luchar en serio. 

- ¿Quién eres tú? 

- Exequia Hiu'wong Xem, de la Orden de los Ancestros -. Se presentó al mismo tiempo que clavaba la lanza sobre el suelo.

- Se... Señor... Nosotros estabamos a punto de ata... -. Balbucearon algunos de los Protectores.

- ¿De retiraros, verdad? -. Les corrigió Hiu'wong antes que pudieran terminar la frase -. Escoria barata, se supone que formáis parte de la organización que rige el mundo, que vela por la calma, la campana que tañe por la paz ¿A qué esperáis? 

A pesar de que los Protectores sabían que no tenían ninguna oportunidad contra Grisella, parecían mostrar más terror hacia el Exequia que a La Vigilante. Todos ellos, callados, desenfundaron sus armas y se dispusieron a cargar contra su enemigo. 

Prefieren ir a por una muerte segura antes que desobedecer una orden de ese... "Exequia" ¿Qué tan aterrador puede llegar a ser?

- Deteneos -. Dijo justo cuando uno de ellos dio el primer paso para cargar contra Grisella -. Si atacáis, tan solo moriréis inútilmente y, aunque nada me gustaría más que ver a la organización siendo purgada de escoria, tengo ordenes de arriba. Yo me encargaré de ella. 

Fue ahora el Exequia el que caminó con total calma a través del claro para encararse contra ella, Grisella se puso en guardia esta vez, atenta para hacer cualquier movimiento que fuese necesario. 

- A ver, se supone que no te tengo que matar así que... ¿Cuántos movimientos me podría llevar para ello? -. Se puso a hablar Hiu'wong para si mismo.

¡No te dejaré ni un momento de descanso, cabrón!

- ¡Técnica ígnea: Llamarada salvaje! -. Conjuró Grisella y un manto de fuego se esparció por todo el claro como si un dragón hubiese esparcido su aliento varias veces al mismo tiempo. Los Protectores huyeron antes de ser alcanzados por el fuego, sin embargo La Vigilante no pudo ver qué había pasado con el Exequia. 

- Interesante... No ejecutas un sortilegio como tal -. Le escuchó decir a medida que las llamas se disipaban -. Si no que sueltas el fuego sin control sobre él, je... El nombre de "salvaje" le viene perfecto, buen trabajo -. Cuando el fuego se disipó, Grisella pudo ver como su enemigo había desenfundado su katana, cuya hoja parecía estar impregnada de una extraña energía que fluía por ella como si fuese agua; Hiu'wong había cortado el fuego con ese arma y tanto él como todo el terreno detrás suya en forma de cuña había escapado del paso ardiente del conjuro -. Este se puede considerar el primer movimiento del combate... ¿Me dejas calcular cuántos más harán falta para vencerte?

Hiu'wong lo estaba consiguiendo, estaba provocando a Grisella, cosa que tampoco era difícil de conseguir en ella, pues de toda la vida había sido alguien de fuerte carácter. Cargó contra su enemigo mientras juntaba sus manos, dos gruesas raíces surgieron del suelo para atrapar las piernas de su enemigo, luego se acercó hasta quedar cuerpo a cuerpo contra él; Este intentó cortarle con su katana pero Grisella fue más rápida y se agachó. Aprovechó la corta distancia con el suelo para apoyar sus palmas, conjurando nuevamente y acto seguido, saltó para intentar propinarle un puñetazo a su oponente. Con la guardia baja tras la inercia del movimiento cortante, Hu'wong necesitó su mano libre para interceptar el golpe.

- ¡Mala elección! -. Gritó ella.

Al parecer, Grisella era sumamente fuerte y al elegir Hiu'wong bloquear su ataque con su mano libre, lo que consiguió fue que su intento de bloqueo cediera siendo su mano reventada de la contundencia, seguido de parte de su armadura, que se quebró en gran parte. Normalmente, de tal impacto cualquiera hubiese salido volando por los aires, pero Grisella no le iba a dar ese momento de tranquilidad a un oponente de tal envergadura, las raíces mantuvieron sus piernas apresadas en el sitio. La Vigilante se preparó para otro de sus poderosos golpes, pero tuvo que cancelarlo y bloquear la katana de su enemigo que se abalanzaba de nuevo. Lo hizo parando el ataque desde la muñeca de la mano que sostenía el arma, las raíces se encargaron de crecer rápidamente y mantener inmóvil el brazo del enemigo para que ella pudiese seguir atacando sin problemas. Cuando se preparó para el siguiente golpe, escuchó:

- Bien, ya calculé cuántos movimientos harán falta... 

Y entonces, el aro que flotaba en su espalda comenzó a girar hasta que de él emanó una extraña energía oscura que llenó el aire alrededor de Hiu'wong. Grisella lo esquivó como pudo pero con tan solo rozarle fue suficiente para que fuese teletransportada varios metros lejos del Exequia. La bruma siguió llenando su alrededor hasta formar por completo una esfera negra. 


- Pose de los Xem-Lem-Jem... -. Pronunció y la esfera se disipó, mostrando a un renovado e intacto Hiu'wong, con su katana enfundada aunque con su mano sobre ella, en una pose que indicaba que estaba listo para sacar su arma y luchar -... Primer acto: Saludo afilado.

La desenvainó en un instante y una onda vertical constituida por una capa fina de energía azul parecida a la que emanaba por su arma recorrió la tierra directo a Grisella. Esta pudo esquivarlo en el último momento gracias a su inhumana agilidad, apartándose hacia su izquierda... Pero cuando pudo reaccionar nuevamente, Hiu'wong ya había lanzado otro ataque, tenía la onda de energía a pocos metros de ella. Esta vez saltó y el ataque le rozó la pierna lo que le provocó una severa hemorragia a la altura del gemelo sumado a la perdida de maniobrabilidad a causa del impacto. Pero una nueva onda ya se encontraba cerca de ella, a punto de impactarle... 

Al parecer, Hiu'wong podía efectuar ese potente ataque con una gran cadencia, por lo que incluso la sorprendente agilidad de Grisella no era suficiente para esquivarlas todas. La Vigilante pudo verlo, detrás de la onda habían media docena más, hacia todas las direcciones posibles a las que podía moverse. No iba a poder escaparse... Bloqueó el impacto cruzando sus brazos sobre el pecho. La onda estalló produciendo un enorme destello azulado y un ruido ensordecedor, las demás también estallaron al entrar en contacto con los árboles donde terminaba el claro. 

- Primer movimiento después de haberlos calculados: Inutilizar tu velocidad -. Describió Hiu'wong, que adoptó una pose más relajada y comenzó a andar hacia la ahumadera que él mismo había levantado después de que sus ataques estallaran. Lo primero que pudo ver el Exequia fue sangre caer al suelo, sangre que provenía del brazo izquierdo de su enemigo. Grisella estaba casi de rodillas, a causa de la perdida de la pierna derecha, que tras el impacto inicial terminó sucumbiendo al ataque enemigo; Y su brazo izquierdo corría la misma suerte, se encontraba inerte colgando de ella mientras estaba salpicado por decenas de cortes y contusiones -. Claro que también puede que este ataque haya sido el último.

- No... No te atrevas... ¡A subestimarme! -. Grisella cerró los ojos y recordó el templo de los elementos. Durante su estancia allí no solo fue desvelada la verdad, el sacerdote también compartió con ella parte de los conocimientos ocultos, uno de cada elemento. Ya había usado el de fuego, ahora tocaba... -. ¡Cascada salvaje! -. Propinó un puñetazo al aire y su brazo se convirtió en un torbellino de agua que fue directo hacia Hiu'wong. El Exequia usó su katana para cortar nuevamente el ataque dividiendo el chorro en dos.

- Qué ataque tan débil ¿Estás desesperada, verdad? -. Se burló el Protector con aires de grandeza, la columna de agua seguía avanzando hacía él creando más y más agua pero no tenía ningún problema para repeler el ataque, es más, comenzó a caminar recortando distancias sin ceder con su katana. 

Fue entonces cuando pudo verlo, aunque ya demasiado tarde; De la corriente de agua salieron unos diez peces de extraña forma que le apuntaron en pleno aire y le atravesaron traspasando su cuerpo sin provocarle ninguna herida aparente. No obstante, Hiu'wong gimió de profundo dolor y exhaló como si le faltase el aire, clavando también una de sus rodillas en el suelo. Perdió parte de su fuerza o eso pareció porque la corriente sobrepasó su defensa y le impactó de lleno, enviándole más allá del otro lado del claro después de arrasar una gran fila de árboles del bosque.

- ¿Qué ha sido... Eso? -. Preguntó cuando salió del reguero de destrucción que había propiciado el torrente de Grisella, seguía sin presentar ninguna herida visible pero se le notaba mucho más cansado al estar encorvado, como si le pesase la armadura. Se sorprendió bastante cuando vio a la elfa.

A Grisella le brillaba el interior de su mano derecha con un extraño resplandor azul y con ella comandaba lo que parecían ser una manada de pirañas hechas enteramente de energía, que recorrían el aire como si flotasen y donde todas ellas cargaban "algo" entre sus fauces. Hiu'wong se sorprendió en gran medida cuando observó como esas pirañas, que antes le habían atravesado, se fusionaban con el cuerpo de su enemigo y sus heridas sanaban casi al instante. 

- Me has arrebatado... 

- Tu fuerza-. Le cortó Grisella -. Voy a enseñarte cuál es tu posición en la naturaleza, estúpido mono -. El brillo de su mano se intensificó y de su brazo derecho, concretamente del hombro, surgieron tres brazos más formados de una materia azul translucida. 




- Tú... Tú eres... -. Hiu'wong parecía fuera de sí, como si acabase de descubrir una oscura verdad.

- ¡Yo soy La Vigilante! -. Grisella saltó y sus brazos extra empezaron a moverse por si mismos, conjurando cada uno con extraños movimientos. Cuando acabaron, ella pronunció -. ¡Mezcla salvaje! -. De cada una de sus manos emanó una columna de energía de cada elemento, provocando una gran explosión.

- ¡Pose de los Xem-Lem-Jem! ¡Segundo acto: Cielo azul! -. Se apresuró Hiu'wong a pronunciar, el cual aparecía por uno de los flancos de la elfa, suspendido también en el aire. Pero lo hacía sin su katana ni el aro que transportaba en su espalda -. ¡Muereeee! 

Grisella escuchó muchos sonido silbantes desde una posición superior a ella y cometió el error de mirar hacia arriba, recibiendo el golpe del Protector que la devolvió hacia el suelo, cayendo torpemente con gran fuerza. El aro se encontraba en el centro del claro, a muchos metros por encima y de él aparecían decenas sino cientos de katanas idénticas a la que blandía anteriormente. Esta vez sus reflejos bastaron para volver a activar el brillo en su mano y cambiar la forma de sus brazos, pero no a la de unas pirañas como hizo antes, sino a la de una cúpula que la rodeó para protegerle con éxito de las armas que le llovían encima. El suelo quedó lleno de hojas afiladas clavadas en el suelo.

- ¡Tercer acto: Campo de la muerte! -. Hiu'wong se acercaba entre el mar de katanas, agarró una  y se abalanzó sobre ella. Grisella disipó la cúpula y esta vez repartió los brazos azules entre sus dos extremidades. El Protector atacaba con furia aunque con una esgrima perfecta y la elfa esquivaba y bloqueaba sus ataques con sus extremidades extra, hasta que una de las katanas se quedó quieta y firme en el aire, a su lado. Dio un paso hacia atrás y no lograba comprender como la katana le siguió, aún intacta en el aire, como si se hubiese clavado a algo -. ¡Cuarto acto: Tumba de espadas! -. A continuación ocurrió algo impensable a la par de increíble, Hiu'wong blandía una y otra katana con movimientos de extrema coordinación con el entorno, atacaba a la elfa, que a pesar de que esquivaba con relativa facilidad, no podía evitar que todas ellas acabasen, una a una, clavadas en el aire a su alrededor. Cuando se dio cuenta tenía casi una veintena de ellas formando un cilindro de katanas en torno a ella, incluso eso le restaba visibilidad.

- ¿Qué es... -. Fue a conjurar un hechizo de aire para intentar repelerlas, pero Hiu`wong fue más rápido esta vez.

- ¡Quinto acto: Funeral cortante! -. Y, agarrando la última y definitiva katana, se lanzó a por ella con una carga impetuosa. Grisella estaba fuera de si de la incertidumbre que la atormentaba en ese momento, pero apretó su puño y, para sorpresa del Exequia se lanzó a por él -. ¡Este es tú final, creación fallida!

- ¡Vuelve a tu puta jaulaaaa! 

Y ambos chocaron y acabaron en el extremo opuesto del ataque inicial, fue Hiu'wong el que sonrió primero y dándose media vuelta blandió su katana y...

- ¡Se acabó, sello formado! -. Gritó y las katanas alrededor de la elfa comenzaron a brillar aún con más intensidad -. ¡Se acabóoooo! -. Fue a realizar un corte al aire con el arma que sostenía y la elfa por din lo comprendió, había atado el arma que empuñaba a las demás, en cuanto ejecutara su ataque, todas las hojas la atravesarían desde todos los ángulos. Pero un brazo bloqueó los de Hiu'wong, impidiéndole llevar a cabo el movimiento.



- Fiuuuu... -. Suspiró Grisella -. Casi no llega a tiempo... 

- ¿¡Qué... -. Se giró el Protector para ver qué estaba pasando. El brazo formado de energía provenía de un cuerpo de la misma característica que tenía la misma silueta que la elfa y se movía por ella misma.

- Me lleva tiempo formarlos... -. Grisella observó como las katanas dejaron de brillar y cayeron al suelo, por fin había salido de la tumba que el enemigo había formado en torno a ella -. ¡Dale fuerte! -.Ánimo y el cuerpo translucido le propinó un gran puñetazo que traspasó la defensa de Hiu'wong e impactó de lleno en su cara, derribándole y dejando un reguero de sangre en el aire allí por donde su cuerpo había pasado volando -. Voy a mostrarte mi mejor ataque, Protector de relleno -. Esta vez sus dos manos se iluminaron y del cuerpo de la elfa surgió otro más como el que acababa de crear. Las tres se situaron en línea frente a su enemigo, que se incorporaba sumido en la furia.

- ¡Aaaaaaaaah! -. Gritó mientas cogía otro arma -. ¡Secto acto... -. Empezó una nueva carga, pero.

- ¡Demasiado lento! ¡Pantano salvaje! -. La tierra tembló y luego se reblandeció hasta formar una charca lodosa que comenzó a engullir las espadas que estaban inicialmente clavadas en ella y a continuación el Protector sintió como su carga se veía entorpecida hasta el punto de quedarse totalmente estático, mientras su pies se hundían -. ¡Este es mi mejor combo salvaje! -. Gracias al control sobre sus copias de energía, pudo transmitir la concentración del hechizo a una de ellas. Mientras, la copia restante realizó una invocación -. ¡Draco salvaje! -. Y una enoooooooooooorme... cría de draco de escamas rojas oscuras fue invocado frente a ellas.

- ¿¡Te burlas de mi, maldita creacióooooooon!? 

- Shiva es todavía demasiado joven como para que su arma de aliento sea aún temida -. Comentó Grisella acariciando a la criatura, del tamaño de un caballo pequeño -. Pero... ¡ Ella... Y nosotras, formamos un equipo! -. Con sus copias manteniendo la concentración del hechizo de invocación y del terreno fangoso, la Grisella original se montó en el draco y este echó a volar por encima del claro -. ¿Lista, Shiva? -. Preguntó mientras volvía a conjurar, la "pequeña" criatura asintió con un leve rugido -. Bien... ¡Toma esto! ¡Técnica salvaje definitiva: Cráter del dragón! -. De las fauces de Shiva surgió una débil llama que descendía como podía de la poca fuerza que tenía... Pero de la boca de Grisella surgió un torrente de un líquido aceitoso que, tras entrar en contacto con el aliento del draco, provocó una columna descendiente de fuego líquido que llenó todo el claro, consumiéndolo todo a su paso. La elfa pudo ver la cara de terror de Hiu'wong justo antes de recibir el ataque.

Debido a que sus copias también recibieron el impacto, estas se disiparon y por tanto, la concentración sobre la invocación acabó, disipando a Shiva. Grisella descendió con un movimiento grácil hasta el suelo firme, pues el terreno fangoso también había finalizado. Esperó a que el vapor se disipara, el fuego que formaba era de auténtico dragón, por lo que al potenciarlo parecía como si de verdad acabase de formar el cráter de un volcán, la tierra se encontraba calcinada y emanaba un constante vapor que encandecía el ambiente. Y cuando por fin pudo ver a través de la capa de gas...

Suspiró de alivio. El cuerpo de Hiu'wong se encontraba parcialmente sepultado por la tierra y totalmente calcinado y ennegrecido. 

- Creo que me he pasado... Quería preguntarte por qué sabías del origen artificial de mi ser, pero... -. Grisella le propinó una patada al brazo, que se deshizo en el aire como si fuesen cenizas -. ¡Jódete, puto mono! -. Y continuó allí, sin parar las patadas, esparciendo los restos del Exequia por completo -. ¿¡Quién es el error ahora, eh!? Bwajajajaja.

Y cuando ya se calmó, miró a su alrededor. No había rastro de Protectores, ni sonidos de combate más allá del claro.

¿Los guardianes ganaron? Sea como fuere... -. Grisella apretó su puño -. Soy La Vigilante, acabaré con toda resistencia que quede aún en mis dominios.

Y Grisella se encaminó sendero abajo para perseguir y acabar con todos los enemigos. Apenas llevaba un minuto recorriendo el bosque cuando escuchó...

- Quieta, elfa -. Dijo alguien desde su derecha. Grisella se detuvo de inmediato en la rama de un árbol y observó la situación. Alguien con un atuendo similar al que portaba el capitán de extraño acento que venció de un ataque se encontraba a unos quince metros, junto con sus compañeros. Ella no se lo pensó dos veces y flexionó sus piernas para atacarles de inmediato -. He dicho que quieta -. Y entonces fue cuando lo vio, ese Protector al igual que los demás, tenían de rehén y amenazaban con matar a un escuadrón de cazadores de la Villa. A Grisella se le paró el corazón cuando se fijó en el rehén de aquel capitán, Rosalt...



- ¡No te preocupes por nosotros, maestra! ¡Acaba con... 

- Calla... -. Amenazó el capitán acercando aún más su daga al cuello de la aprendiz. Grisella aterrizó frente a ellos, en tensión pero temiendo de dar un paso en falso.

- Sueltalos, he matado a vuestro líder... ¡El Exequia Hiu'wong! -. Exclamó en intento de intimidarles. 

- Enhorabuena.. Has matado a un Exequia -. El capitán parecía aguantar la risa, como si Grisella le hubiese hecho un favor -. Otro ocupará su puesto, no te preocupes. No obstante, te aplaudiría por tus méritos pero tengo las manos ocupadas.

¿Qué pasa aquí? Están más diezmados que nunca y sin embargo, creen que por tener rehenes ya han vencido... Pero si de verdad pensaban eso ¿Por qué no traerlos directamente desde la Villa y esperar a que los cazadores viniesen como refuerzos? 

- Si hacéis cualquier tontería, jamás llegaréis al templo.

- ¿Templo? Jajajajaja ¿A quién le importa el templo? -. Bufó el capitán. Grisella no entendía nada -. Idiota ¿Crees que movilizaríamos tal escuadrón por un montón de piedras y unos cuantos locos que adoran a sus invenciones? 

- Entonces... ¿Qué... 

- Hemos venido... -. El capitán separó la daga del cuello de Rosalt para apuntar con ella a Grisella -. A por ti.

Grisella quedó descolocada ¿Era una táctica para distraerla? ¿Para pillarla con la defensa baja? No caería en un truco barato. Es más, intentó aprovecharse de la relajación del capitán y de sus compañeros Protectores para crear un leve brillo en su mano y así poder conjurar sin que nadie lo viese un polvo somnífero que los durmiese. 

Vamos, espárcete... 

Pero una parte de ella parecía darles la razón, eso explicaba el por qué Hiu'wong sabía su secreto y lo usaba despectivamente ¿Querían usarla como experimento? ¿Qué estaba pasando? 

Tengo que hacer tiempo... 

- Si habéis venido a por mi... Soltadles, aquí estoy.

- Oh, el problema es que me encanta jugar con seres inferiores a mi -. Se mofó el capitán de nuevo -. Cuando tengo a un ser parecido a mi entre mis brazos... -. Empezó a manosear a Rosalt, a pesar de que esta se resistía -. Me siento tan vivo y a la vez... Tan asqueado... ¡Asqueado de tener que soportar que estos enclenques sean llamados humanos como yo! 

Un poco más... 

- ¡He dicho que la sueltes o si no... -. Grisella desenfundó su puñal y se lo colocó en el cuello -. ¿Me queréis a mi, verdad? Si me mato... No, si mi cuerpo acaba totalmente desintegrado ¿Habréis fracasado, no? 

- ¿A ti también te gusta jugar, eh? Muy bien... Te capturaré pero -. La elfa notó como al capitán ya le costaba hablar -. Después... Después de matar a tu... A tu amiga -. Los ojos se le volteaban y su cabeza se balanceaba levemente. Poco a poco, todos y cada uno de los Protectores y cazadores de la Villa cayeron dormidos.

Grisella puso a salvo a todos los cazadores y a su aprendiz, Rosalt. Y cuando invocó a compañeros animales del bosque para cargar con ellos, escuchó.

- Buen juego, me ha gustado -. El capitán se encontraba de pie, entre todos los Protectores que aún dormía -. Pero todos seguís cayendo en el mismo error... Deberías habernos matado a todos antes que establecer prioridad sobre tus amigos. Pero claro, como no tengo un aspecto como el de Hiu'wong... -. El capitán se quitó su capucha, mostrando la cara de un hombre humano de mediana edad, cuyos ojos presentaban un tenue resplandor azul, pelo y barba cortos de color morado oscuro y que portaba una bandana de tela negra sobre su frente -. Quizás si hubieses sabido que no soy un Capitán Protector, habrías tomado más medidas... 

- ¿Quién... Quién eres tú? -. Había algo en su mirada que heló a Grisella. 



- Se acabaron las tonterías... -. Continuó -. Estuvo bien ver tus esporas caer y simular que me quedaba dormido. Como ya te he dicho, me encanta jugar... Pero si hay que cumplir una orden, se tendrá que cumplir. Has acabado con uno de mis hombres pero eso no te da derecho a celebrar nada. Ahora te enfrentarás al verdadero poder de Los Protectores del Ojo...

- No puede ser... Tú eres un... -. Grisella invocó más rápida que nunca una bandada de pájaros pidiendo auxilio cuanto antes, estos salieron volando justo antes de que su enemigo hiciese temblar el entorno, de volver el aire denso y pesado, de oscurecer el cielo... Con su mera presencia.

- Un Almirante de los Protectores... Beliath Trenler.

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