- Esperemos la orden del líder de
Evolution. -había dicho Raeric.
¿Por qué estaban todos aquí? ¿Se
había ido Kpim ya? Esas palabras de Raeric pesaron en mí, tal y
como hicieron las del paladín de Hextor segundos atrás. Un nudo en
la garganta me impedía hablar, así que mientras hacía acopio de
fuerza de voluntad, seguía mirando el cielo aunque las gotas de la
lluvia que comenzaban a caer me molestaban en los ojos y me obligaban
a parpadear.
- Apro... -carraspeé- aprovechemos la
tregua que Trenler nos da. -dije mientras me giraba hacía mis
compañeros. - Necesitamos descansar y recomponer nuestras defensas,
seguro que aún tienen algo preparado pues me extrañaría que esto
fuese un favor.
No quería en ese momento esa
responsabilidad, estaba siendo la primera vez que sentía miedo por
fracasar, aún habiendo pasado tantas penas con Evolution y nuestra
forma de actuar, jamás me había preocupado realmente, esto se
podría haber evitado y no lo hice, podría haber hecho más pero no
fui capaz. Esto se nos estaba yendo de las manos a nosotros.
- Kpam, guárdame esto -dije mientras
activaba mi brazalete para que mi armadura desapareciese, se lo
entregué junto a mi arma y mi mochila. - Asegúrate de que el rey
sepa lo que ha pasado y encargaos de descansar y preparaos para lo
que se avecina. Guarda mi equipo ya que donde voy me estorba, volveré
pronto. -Me giré e invoqué a Scarlett, ya tenía pensado lo que
haría. Y ni escuché lo que Kpam me contestó, tan solo le vi de
reojo asentir tras mi petición.
.
.
.
Cuando Akshael desapareció entre las
calles hubo un silencio en el parque que parece que duró una
eternidad, tan solo roto ocasionalmente por los gritos de fondo de
los guardias de Taneir y Aldmet dando ordenes sobre la retirada y
recogida de heridos... o muertos.
- ¿Qué va a hacer? -. Preguntó Thaine
con temor en sus palabras.
-No me he atrevido a preguntar, la
verdad -. Comentó Raeric mientras se estiraba. A pesar de que se
tomaba el asunto con seriedad, tanto Thaine como Kpam admiraban la
falta de tensión que sentía él casi en todos los momentos y
situaciones -. Además, seguramente preguntarle hubiese sido para
nada, le conozco lo suficiente como para saber que en estos momentos
se echa él toda la culpa...
- ¡Pero eso no es así! -. Exclamó
Kpam furioso, sus entañas aún ardían por la furia e impotencia de
no haber llegado instantes antes -. ¡Somos una unidad, si gana uno,
ganamos todos! Y si... Pierde uno, perdemos todos...
- El reparto de responsabilidad tanto en
las buenas como en las malas siempre ha sido uno de nuestros puntos
fuertes, pero en momentos tan extremos como este, él... -. Hubo
otro silencio, aunque este más breve en cuanto fue interrumpido por
la voz de Thaine.
- ¿No irá a cometer ninguna locura,
verdad? -. Preguntó rápidamente echando un vistazo al equipamiento
del paladín que tenía ahora en sus manos Kpam.
- ¿¡Qué!? ¿¡Qué quieres... -. De
repente, Kpam también se dio cuenta. Tanto él como Thaine no se
percataron antes por la adrenalina que aún estaba siendo liberada en
sus cuerpos y que impedía que pensasen con claridad, aunque Raeric
no se inmutó -. ¡No, tenemos que detenerle!
- No -. Dijo rotundamente Raeric -. Si
hacéis eso estaréis traicionando la confianza en Akshael. Dije que
esperariamos las ordenes de nuestro líder y ya nos la ha dado.
Debemos informar y descansar para lo que se nos viene.
Aún siendo la voz de mente fría para
aquellos dos, Raeric tuvo un mal presentimiento pero no le quedó más
remedio que apretar el puño y aguantar.
.
.
.
Monté en mi loba y comencé a cabalgar
hacia la ciudad, necesitaba un rato solo y esperaba que esta vez no
me siguiese nadie. El fracaso pesaba demasiado sobre mis hombros al
igual que las lágrimas en mis ojos pero me contuve apretando los
dientes. Pese al escenario de guerra y muerte que me rodeaba, aún
temía que alguien me pudiese ver en tal estado de desolación en
aquel momento.
Tras adentrarme un poco más en la
ciudad, por la zona de las casas, pasé junto a aquellas que habían
sido destruidas por los Destructores de los protectores. El
sentimiento de culpa una vez más hizo mella en mí y me paré.
Desmontando mi montura, me acerqué a un pequeño montículo donde
antes estaba el hogar de una familia, una familia que podría haber
muerto apenas unos minutos antes por tan solo no alejar las máquinas
de los edificios. Mientras sucedía en combate, tras estallar la
primera máquina tenía claro lo que pasaría con los demás pero ni
me molesté en evitarlo por no perder tiempo, una elección
incorrecta, al igual que en la ciudad de los Malael con la granada.
Me dejé caer de rodillas junto a los
escombros y cogí un par de piedras, como si pudiese volver a
construir aquello. Años de entrenamiento, meses y meses de presión
y victorias y no éramos quienes nos creíamos, esa era la conclusión
a la que llegaba. Los protectores matando uno a uno a nuestros
compañeros siendo ellos la ley, volvíamos a ser los terroristas en
los que seguramente nos convertimos en Aldmet y nos sentíamos
orgullosos de aquello, aún sin tener el derecho ni el poder para
respaldar nuestras decisiones.
“No estamos preparados”, era mi
pensamiento.
Yo podría estar en el lugar de Kpim,
yo podría tener su poder y haber sido lo suficientemente apto como
para acabar todo este asunto mejor, pero no a aquel precio. Alanne,
ella y evolution siempre pesaban en mí, junto al orgullo que a veces
me castigaba.
“Aunque al menos les tengo a
ellos...”.
Cuando me di cuenta habían pasado
varios minutos y yo seguía perdido en mis pensamientos jugueteando
con piedras. Las dejé de nuevo donde las había encontrado, con
cuidado, como si de una reliquia se tratasen y volví donde me seguía
esperando Scarlett, que me miraba preocupada.
- Necesito que guardes la carta que voy
a escribir, por si acaso. Si me la juegan o algo parecido, la carta
quedará donde tú estés, así que volverás donde el rey, nadie
debe encontrarla salvo que mi plan salga mal. Si por lo que sea mi
plan sale bien y vuelvo ileso, te desharás de ella, cómetela o lo
que quieras.
Instantes siguientes, mientras
recuperaba mi posición sobre Scarlett y esta volvía a moverse por
la ciudad, comencé a escribir sobre unos papeles que aún guardaba
en uno de mis bolsillos.
“Menos mal que aún tengo esto aquí,
pues mi equipo lo tiene Kpam”.
Aún había que mejorar pero era hora
de aceptar las consecuencias, era el momento de ser sensato y pese a
todo lo que me dolía lo que estaba a punto de hacer, debía de
hacerlo para intentar desahogar las responsabilidades de mi bando.
Scarlett sabía hacia donde me tenía
se tenía que dirigir y allí es donde llegué, la playa, con una
imagen que me estremecía estaba ante mí. Mi objetivo: el buque de
Trenler. Desmonté a Scarlett y tras un gesto, que intuía de ánimo,
marchó hacia el castillo. Tras un apaño con unas telas que encontré
por ahí y el palo de una lanza que se encontraba destrozada a mis
pies formé una bandera, esperaba que fuese suficiente.
Tragué saliva y pasé entre las tropas
de Taneir y Aldmet, algunos me miraban y me dedicaban palabras, entre
ellos vi alguna que otra cara conocida pero la presión del momento
me impedía discernir con claridad nada excepto el frente. Recé a
Thor pidiendo que no me encontrase con Alanne porque entonces quizás
toda la fortaleza que había surgido en mi de entre los restos que
había esparcido Kpim momentos antes volvería a ser derrumbada, al
fin y al cabo ella sería la única por la que pararía ahora mismo.
Afortunadamente, no fue así, quizás se encontrase viajando hacia el
centro de la ciudad para unirse a la lucha contra Kpim, o eso
pensaría ella...
Al llegar al principio de la enorme
escalera de piedra cuyos escalones terminaban en la playa vi como los
Protectores se habían adueñado de ella, como el número de sus
Destructores habían aumentado y como sus dos almirantes,
anteriormente atrapados, ahora estaban libres nuevamente. Ni Wyrth ni
Kizaru ni Argoth, mi hermano, presentaban herida alguna o al menos
eso era lo que podía ver mientras bajaba las escaleras. Ninguna voz
de advertencia me hacía parar.
Y cuando pisé la arena de la playa
lamenté ver lo que vi ante mis pies, los sanadores estaban tapando
con sábanas los cuerpos inertes de Dave y Maleisa Salerton. Apreté
aún más la bandera que llevaba, intentando suplir con fuerza el
dolor que me acontecía una vez más. Quizás no fueron las personas
con las que más llegué a entablar amistad pero estaban en nuestro
mismo bando y lo dieron todo por su reino, por nuestro reino. Recordó
con pesar como el consejero, a pesar de tenerle manía a su ronca
voz, siempre daba útiles consejos con su experiencia y sabiduría; Y
Maleisa, fue de las pocas que se ofreció a ayudarnos cuando
estábamos atrapados en tierras de los Salerton. Sus muertes, al
final, aumentaron mi determinación, caminé con el palo de la
bandera sobre mi hombro derecho, hasta la vanguardia de los
Protectores, quienes observaban desafiantes cómo avanzaba hacía
ellos.
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