26 oct 2016

Las cenizas de Akshael Oinotna

- Esperemos la orden del líder de Evolution. -había dicho Raeric.


¿Por qué estaban todos aquí? ¿Se había ido Kpim ya? Esas palabras de Raeric pesaron en mí, tal y como hicieron las del paladín de Hextor segundos atrás. Un nudo en la garganta me impedía hablar, así que mientras hacía acopio de fuerza de voluntad, seguía mirando el cielo aunque las gotas de la lluvia que comenzaban a caer me molestaban en los ojos y me obligaban a parpadear.

- Apro... -carraspeé- aprovechemos la tregua que Trenler nos da. -dije mientras me giraba hacía mis compañeros. - Necesitamos descansar y recomponer nuestras defensas, seguro que aún tienen algo preparado pues me extrañaría que esto fuese un favor.

No quería en ese momento esa responsabilidad, estaba siendo la primera vez que sentía miedo por fracasar, aún habiendo pasado tantas penas con Evolution y nuestra forma de actuar, jamás me había preocupado realmente, esto se podría haber evitado y no lo hice, podría haber hecho más pero no fui capaz. Esto se nos estaba yendo de las manos a nosotros.

- Kpam, guárdame esto -dije mientras activaba mi brazalete para que mi armadura desapareciese, se lo entregué junto a mi arma y mi mochila. - Asegúrate de que el rey sepa lo que ha pasado y encargaos de descansar y preparaos para lo que se avecina. Guarda mi equipo ya que donde voy me estorba, volveré pronto. -Me giré e invoqué a Scarlett, ya tenía pensado lo que haría. Y ni escuché lo que Kpam me contestó, tan solo le vi de reojo asentir tras mi petición.

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Cuando Akshael desapareció entre las calles hubo un silencio en el parque que parece que duró una eternidad, tan solo roto ocasionalmente por los gritos de fondo de los guardias de Taneir y Aldmet dando ordenes sobre la retirada y recogida de heridos... o muertos.

- ¿Qué va a hacer? -. Preguntó Thaine con temor en sus palabras.

-No me he atrevido a preguntar, la verdad -. Comentó Raeric mientras se estiraba. A pesar de que se tomaba el asunto con seriedad, tanto Thaine como Kpam admiraban la falta de tensión que sentía él casi en todos los momentos y situaciones -. Además, seguramente preguntarle hubiese sido para nada, le conozco lo suficiente como para saber que en estos momentos se echa él toda la culpa...

- ¡Pero eso no es así! -. Exclamó Kpam furioso, sus entañas aún ardían por la furia e impotencia de no haber llegado instantes antes -. ¡Somos una unidad, si gana uno, ganamos todos! Y si... Pierde uno, perdemos todos...

- El reparto de responsabilidad tanto en las buenas como en las malas siempre ha sido uno de nuestros puntos fuertes, pero en momentos tan extremos como este, él... -. Hubo otro silencio, aunque este más breve en cuanto fue interrumpido por la voz de Thaine.

- ¿No irá a cometer ninguna locura, verdad? -. Preguntó rápidamente echando un vistazo al equipamiento del paladín que tenía ahora en sus manos Kpam.

- ¿¡Qué!? ¿¡Qué quieres... -. De repente, Kpam también se dio cuenta. Tanto él como Thaine no se percataron antes por la adrenalina que aún estaba siendo liberada en sus cuerpos y que impedía que pensasen con claridad, aunque Raeric no se inmutó -. ¡No, tenemos que detenerle!

- No -. Dijo rotundamente Raeric -. Si hacéis eso estaréis traicionando la confianza en Akshael. Dije que esperariamos las ordenes de nuestro líder y ya nos la ha dado. Debemos informar y descansar para lo que se nos viene.

Aún siendo la voz de mente fría para aquellos dos, Raeric tuvo un mal presentimiento pero no le quedó más remedio que apretar el puño y aguantar.

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Monté en mi loba y comencé a cabalgar hacia la ciudad, necesitaba un rato solo y esperaba que esta vez no me siguiese nadie. El fracaso pesaba demasiado sobre mis hombros al igual que las lágrimas en mis ojos pero me contuve apretando los dientes. Pese al escenario de guerra y muerte que me rodeaba, aún temía que alguien me pudiese ver en tal estado de desolación en aquel momento.

Tras adentrarme un poco más en la ciudad, por la zona de las casas, pasé junto a aquellas que habían sido destruidas por los Destructores de los protectores. El sentimiento de culpa una vez más hizo mella en mí y me paré. Desmontando mi montura, me acerqué a un pequeño montículo donde antes estaba el hogar de una familia, una familia que podría haber muerto apenas unos minutos antes por tan solo no alejar las máquinas de los edificios. Mientras sucedía en combate, tras estallar la primera máquina tenía claro lo que pasaría con los demás pero ni me molesté en evitarlo por no perder tiempo, una elección incorrecta, al igual que en la ciudad de los Malael con la granada.

Me dejé caer de rodillas junto a los escombros y cogí un par de piedras, como si pudiese volver a construir aquello. Años de entrenamiento, meses y meses de presión y victorias y no éramos quienes nos creíamos, esa era la conclusión a la que llegaba. Los protectores matando uno a uno a nuestros compañeros siendo ellos la ley, volvíamos a ser los terroristas en los que seguramente nos convertimos en Aldmet y nos sentíamos orgullosos de aquello, aún sin tener el derecho ni el poder para respaldar nuestras decisiones.

“No estamos preparados”, era mi pensamiento.

Yo podría estar en el lugar de Kpim, yo podría tener su poder y haber sido lo suficientemente apto como para acabar todo este asunto mejor, pero no a aquel precio. Alanne, ella y evolution siempre pesaban en mí, junto al orgullo que a veces me castigaba.

“Aunque al menos les tengo a ellos...”.

Cuando me di cuenta habían pasado varios minutos y yo seguía perdido en mis pensamientos jugueteando con piedras. Las dejé de nuevo donde las había encontrado, con cuidado, como si de una reliquia se tratasen y volví donde me seguía esperando Scarlett, que me miraba preocupada.

- Necesito que guardes la carta que voy a escribir, por si acaso. Si me la juegan o algo parecido, la carta quedará donde tú estés, así que volverás donde el rey, nadie debe encontrarla salvo que mi plan salga mal. Si por lo que sea mi plan sale bien y vuelvo ileso, te desharás de ella, cómetela o lo que quieras.

Instantes siguientes, mientras recuperaba mi posición sobre Scarlett y esta volvía a moverse por la ciudad, comencé a escribir sobre unos papeles que aún guardaba en uno de mis bolsillos.

“Menos mal que aún tengo esto aquí, pues mi equipo lo tiene Kpam”.


Aún había que mejorar pero era hora de aceptar las consecuencias, era el momento de ser sensato y pese a todo lo que me dolía lo que estaba a punto de hacer, debía de hacerlo para intentar desahogar las responsabilidades de mi bando.

Scarlett sabía hacia donde me tenía se tenía que dirigir y allí es donde llegué, la playa, con una imagen que me estremecía estaba ante mí. Mi objetivo: el buque de Trenler. Desmonté a Scarlett y tras un gesto, que intuía de ánimo, marchó hacia el castillo. Tras un apaño con unas telas que encontré por ahí y el palo de una lanza que se encontraba destrozada a mis pies formé una bandera, esperaba que fuese suficiente.

Tragué saliva y pasé entre las tropas de Taneir y Aldmet, algunos me miraban y me dedicaban palabras, entre ellos vi alguna que otra cara conocida pero la presión del momento me impedía discernir con claridad nada excepto el frente. Recé a Thor pidiendo que no me encontrase con Alanne porque entonces quizás toda la fortaleza que había surgido en mi de entre los restos que había esparcido Kpim momentos antes volvería a ser derrumbada, al fin y al cabo ella sería la única por la que pararía ahora mismo. Afortunadamente, no fue así, quizás se encontrase viajando hacia el centro de la ciudad para unirse a la lucha contra Kpim, o eso pensaría ella...

Al llegar al principio de la enorme escalera de piedra cuyos escalones terminaban en la playa vi como los Protectores se habían adueñado de ella, como el número de sus Destructores habían aumentado y como sus dos almirantes, anteriormente atrapados, ahora estaban libres nuevamente. Ni Wyrth ni Kizaru ni Argoth, mi hermano, presentaban herida alguna o al menos eso era lo que podía ver mientras bajaba las escaleras. Ninguna voz de advertencia me hacía parar.

Y cuando pisé la arena de la playa lamenté ver lo que vi ante mis pies, los sanadores estaban tapando con sábanas los cuerpos inertes de Dave y Maleisa Salerton. Apreté aún más la bandera que llevaba, intentando suplir con fuerza el dolor que me acontecía una vez más. Quizás no fueron las personas con las que más llegué a entablar amistad pero estaban en nuestro mismo bando y lo dieron todo por su reino, por nuestro reino. Recordó con pesar como el consejero, a pesar de tenerle manía a su ronca voz, siempre daba útiles consejos con su experiencia y sabiduría; Y Maleisa, fue de las pocas que se ofreció a ayudarnos cuando estábamos atrapados en tierras de los Salerton. Sus muertes, al final, aumentaron mi determinación, caminé con el palo de la bandera sobre mi hombro derecho, hasta la vanguardia de los Protectores, quienes observaban desafiantes cómo avanzaba hacía ellos.

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