19 nov 2016

Una realidad en ruinas

El cielo brillaba aunque de nuevo volvía a estar nublado, de manera que el gris que relucía se difuminaba con el tono apagado de un paisaje desolador a su alrededor. Edificios, estatuas, parques, bancos... Incluso las calles que antes destacaban por su belleza inigualable al estar decorada, entre otras cosas, por coloridos arbustos, ahora eran tan solo unas ruinas más de todas las que habían alrededor.

Pero había algo más.

De alguna forma, la mitad este de la ciudad había sido consumida por el mar, como si un enorme tsunami lo hubiese arrasado. Tan solo unos pocos edificios de los cientos que deberían haber sobresalían por encima junto a la muralla. Lo único que se había librado de aquella devastación acuática había sido toda la zona oeste de la ciudad, incluyendo el castillo, cuyo relieve geológico sirvió para que no fuese devorado por el agua.




- Ha sido ese... monstruo negro... 

- Ese... Pájaro gigante... 

- Voló fuera de la ciudad... Hacía el mar... Y de un momento a otro... Un torbellino... Y una ola gigante... 

- ¡Lady Luriel! 

Los pocos guardias que habían sobrevivido incluso con las graves heridas que afectaban su condición física estaban totalmente derrotados anímicamente. Muchos de ellos sentados en mitad de la calle llevándose las manos a la cabeza mientras trataban de asimilar todo lo que había ocurrido; Otros caminaban cabizbajos sorteando las decenas de cuerpos inmóviles, quizás tratando de no mirarlos o quizás buscando con la esperanza de que no hallaran a ningún amigo o familiar entre ellos, aunque unos pocos no tuvieron la suerte de no encontrárselos y lloraban desconsoladamente abrazando sus cuerpos. Los pocos que quedaban cuerdos o con las suficientes fuerzas para vocalizar sin venirse abajo comentaban acerca de ese extraño pájaro negro gigante que provocó la última oleada de destrucción en la ciudad, hundiendo más de la mitad. Luriel lo había escuchado pero no asimilado y aunque los guardias la avistaron, llamaron y fueron a ayudarla, ella no pareció dar señas de respuestas ante sus actos. La miembro de la Guardia Real caminaba cojeando, con su armadura casi destrozada y su cuerpo lleno de heridas, en especial una en el abdomen sangraba sin parar y por ello trataba de apretarla con su mano derecha aunque era en vano, provocando un reguero de sangre allá por donde pasaba caminando, que era casi arrastrándose por las paredes de los edificios. No obstante, aún sostenía firmemente su espada con la mano libre, pero lo hacía por inercia pues su menta estaba totalmente bloqueada. Su ojo derecho estaba totalmente cerrado por la hinchazón de alrededor y por la hemorragia de una de los tantos cortes en su rostro. Igualmente era imposible para ella discernir nada claramente porque por su ojo sano, el izquierdo, no paraba de llorar.

No paraba de llorar por el infierno que había vivido. Un suceso tras otro se fue almacenando hasta que la hizo explotar y prácticamente dejarla en shock. Primero, durante la lucha contra el Almirante Kizaru, tanto ella como Sofía y Suther no pudieron hacerle prácticamente nada incluso con el poder de los tres completamente liberado. De alguna forma, el Almirante les golpeaba casi a placer pero en ningún momento sus ataques fueron a ninguno de sus puntos vitales. Entonces vino el desastre... Llegaron Protectores y uno de los Exequias para rematar a los tres. Luriel no pudo ver de quienes se trataban con exactitud pues solo se fijó en Suther y Sofía cayendo al suelo ante sus ojos y ni siquiera los gritos de reprobación de Kizaru hacía sus hombres devolvieron su atención al combate; Después, la dejaron tranquila y eso permitió que se moviese por las calles, buscando ayuda en los clérigos de la Luz para que asistiesen a sus dos amigos. Pensó que estaba salvada cuando se encontró con Goldhiber, pero los ojos de Luriel fueron un reflejo del terror cuando se fijó bien en su cuerpo. Había envejecido hasta tal punto que la armadura era demasiado pesada para él y al parecer sus enemigos se aprovecharon de eso para masacrarle sin piedad; Y finalmente, después de todo lo que había ocurrido un monstruo negro cubrió Tydoras como si fuese él el propio cielo antes de que saliese volando, minutos más tarde su capacidad de pensamiento traumatizado reaccionó lo suficiente como para pedir ayuda a alguien.

- ¿Chicos? -. Preguntó a través del anillo de telepatía, pero nadie respondió -. ¿¡Eh, hay alguien!? -. El silencio volvía a imperar en su mente, algo inusual pues siempre hubo ahí alguien para responderle: Akshael, Raenia, Raeric, Alanne, Ryan, Luis Suárez, Kpam, incluso el recién conocido Thaine... Siempre hubo alguien ahí dispuesto a ayudarla, a ayudarse mutuamente, como siempre -. ¿¡ALGUNO!? QUIEN SEA... Quien sea... Por favor... Por favor... -. Su petición se había trasladado a un mensaje también oral, rogando con esos "por favor" como débiles susurros mientras caía desplomada. 

Quizás... Quizás estén luchando aún... Quizás se han quitado el anillo o se los han arrebatado...

Eso es... -. Intentaba auto convencerse -. Tiene que ser eso... Seguro que están en el castillo... 

Y eso la llevó a caminar y caminar, apoyándose en cualquier cosa que le ayudase a seguir hacia delante. Iba muy despacio y el sabor ferroso de la sangre le hacía toser dicho líquido vital continuamente pero no paró en ningún momento. Quizás Luriel Fiert estuviese malherida pero se aferró a su única esperanza: Llegar al castillo y volver a verlos a todos. Luchar junto a ellos. 

Atravesó el puente norte de la ciudad sin prestar atención a su alrededor. No quería mirar hacia el mar para ver qué había ocurrido con los refuerzos piratas que habían llegado desde el sur, tampoco hacía caso a su sentido auditivo pues sus oídos estaban prácticamente embotados por el bombardeo sobre la ciudad y por el acelerado ritmo de su corazón. Cuando atravesó la muralla y miró hacia el interior, hacía el patio, vio a más guardias de Taneir y de Aldmet pero ni rastro de sus amigos, ni rastro de Evolution.  En ese momento las pocas fuerzas que le quedaban flaquearon y simplemente se dejó ayudar por ellos, que la llevaron hasta las puertas del castillo y trataron sus heridas para detener la hemorragia de las heridas más graves. No respondía ante ninguna pregunta ni comentó lo que había visto, tan solo se preguntaba dónde estarían los demás.

- Bueno, pues vamos a ir acabando... -. Escuchó decir a una voz que la sobresaltó. Luriel se giró rápidamente hacía la entrada general al patio y vio a Trenler caminar hacía ellos junto con varios de sus Protectores. Los guardias que la acompañaban se estremecieron y sin voluntad alguna de luchar en una batalla inútil, retrocedieron -. El trámite final, lo más aburrido de todo. 

Pero Trenler y sus hombres se detuvieron, pues todavía había alguien que se plantaba firmemente ante ellos. Luriel alzó con las pocas fuerzas que tenía su espada con las dos manos, temblando de lo débil que se sentía al sostenerla en guardia. 

- ¿Qué se supone que estás haciendo? -. Preguntó el Lord Protector sin ninguna preocupación -. ¿Es que no reconoces una causa perdida? 

- ¿Dónd... -. Fue a preguntar pero las aún presentes lágrimas y sollozos la hizo detenerse hasta volver a tener fuerzas para hablar.

- Perdona ¿Qué? -. Trenler se llevó una mano a la oreja haciendo ademán de que no la escuchaba -. No te he entendido.

- ¿Dónde... -. Con mucha impotencia y rabia, las palabras empezaron a salir con más fluidez por la boca de Luriel -. ¿¡Dónde están!? 

- Je... -. La leve carcajada de Trenler invitaba a mofarse de la situación. Sin embargo, respondió concisamente -. Supongo que han acabado como alimento para Prondeus.

Luriel ni siquiera sabía a qué se refería exactamente pero una nueva oleada de terror sacudió su cuerpo y desestabilizó lo poco de plenitud que le quedaba. Gritó con mucha ira y dolor pero a pesar del descontrol, apretó aún más la empuñadura de su espada y cargó con la velocidad que pudo hacia Trenler.

- Con que esas tenemos ¿Eh? -. Comentó el Lord Protector con las manos en los bolsillos de su túnica, completamente tranquilo.

- Señor, permítame... -. Se ofreció la Exequia Layllaz mientras daba un paso hacia delante y llevaba su mano hacia su arma del Protector, una espada corta enfundada en la cintura.

- No se moleste, Exequia -. Atajó Trenler y sin llevar a cabo ningún movimiento conjuró tres de sus portales de los que enseguida surgieron los extremos puntiagudos de varias de sus armas. Trenler no necesitaba esforzarse ni un mínimo, al fin y al cabo quien estaba cargando contra él era una persona que estaba quebrada física y emocionalmente.

- ¡Alto! -. Luriel se detuvo cuando dos soldados la pararon ante la orden y posterior grito que había dado el rey Meryn Kengrey. La miembro de la Guardia Real apenas opuso resistencia y fue detenida justo antes de que Trenler lanzara su ataque -. Llevadla dentro, por favor -. Pidió con un leve tono de suplica en sus palabras.

La figura más importante del reino también estaba sumamente afectado por todo lo que acababa de pasar y el haber escuchado las palabras de Trenler describiendo lo que les había ocurrido a sus hijastros y sus compañeros de Evolution lo empeoró aún más. Al menos tenía la mente lo suficientemente despejada como para poder analizar la situación, al contrario que su fiel soldado Luriel, quien después del arrebato de ira había vuelto a derrumbarse y a cubrir su rostro de lágrimas.

- No te preocupes -. Dijo cuando ella pasó a su lado y, mirándole, fue a decirle algo pero tan solo soltó un leve gemido -. Estoy agradecido de todo lo que has hecho, Luriel -. Apreció Meryn y, acercándose a ella, le susurró una petición que ella pareció comprender y se dejó llevar por los guardias hacia el interior.

- Vaya, vaya, vaya... -. Trenler acabó sacando las manos de los bolsillos de su túnica para aplaudir sarcásticamente.

- Ya no tienen porqué haber más muertes, se ha acabado -. Sentenció Meryn Kengrey mirando con los ojos entornados a Trenler, justo después de pedir a sus guardias que también se refugiasen dentro.

- Es lo más sensato que has dicho en meses, Kengrey -. Sonrió Trenler -. No sabía que con tanta mierda que te habían metido en la cabeza podías incluso sentir lástima por aquellos que han luchado y muerto por tu absurdo intento kamikaze -. Se encogió de hombros y ensanchó aún más la sonrisa -. Pero sí, el juego se acababa cuando uno de los dos muriese y aquí estamos ahora, en la resolución final -.Volvió a adoptar una postura seria y formal antes de declarar lo siguiente -. Rey de Taneir, Meryn Kengrey, como Lord supremo de los Protectores del Ojo y ante los crímenes que has cometido en contra de la normativa mundial, te condeno a muerte con inmediata suplencia en tu trono y mandato por una corte establecida por mi propia persona.



- Tengo de sobra asumido mi destino... -. Meryn bajó la mirada y cerró los ojos, intentando no imaginarse qué sería del reino con el fin de la casa Kengrey y sin la herencia de ninguno de los herederos que había establecido. Sin embargo, no pudo evitar sentir un profundo vacío al darse cuenta de todo lo que había perdido, todo el fracaso que aconteció su vida en la recta final: Su esposa e hijos fallecidos, su gran familia como era todo el reino de Taneir, destrozada... Intentó llevar a cabo su mandato lo más generoso y justo posible para remediar los errores de su padre y restablecer el honor y la fe perdida en el apellido Kengrey, pero al final sus propios fallos le han llevado a acabar incluso peor de lo que acabó él. Tan solo esperaba que algún día, los supervivientes de esta catástrofe se volviesen a levantar para tener la voluntad de luchar contra la injusticia y la tiranía disfrazada del líder de los Protectores, Trenler; Que aquellos como Luriel se librasen del peso del castigo que solo él debía soportar y vengasen a todos los caídos en el día de hoy. Y, finalmente, que el mundo recordase que Taneir, Aldmet y Evolution plantaron cara e hicieron eco para defender su libertad y tener un futuro mejor -. Solo te voy a decir una última cosa, Trenler -. Kengrey volvió a mirar fijamente hacia el frente y esta vez frunciendo el ceño -. No pienses que voy a permitir que me sentencies mientras te muestro el cuello para que me degolles como el verdugo que ejecuta al vulgar ladrón... -. El rey desenfundó su propia espada y aunque sabía que de poco serviría, estaba dispuesto a caer con su determinación inquebrantable, como todos los que habían muerto por él -. ¡Si he de morir lo haré espada en mano!

Finalmente, Meryn Kengrey emprendió una acelerada marcha en línea recta, con su espada en guardia por debajo de su cintura, dispuesto a efectuar un ataque ascendente. El resto de los Protectores retrocedieron ante el gesto que hizo Trenler con la mano.

- Un gesto admirable... También inútil, pero no por ello dejo de apreciarlo -. Trenler abrió portales, decenas y decenas de ellos; La cantidad era absurda para el solitario enemigo que tenía frente sí.

De pronto, todo se volvió a cámara lenta. Los portales brillaron ante las innumerables armas que salieron disparadas hacia el rey de Taneir. Estas pasaban a pocos centímetros de su víctima y se clavaban en el césped del patio sin cesar. Las que iban a impactar con éxito eran desviadas ante las acometidas de Meryn con su espada para bloquearlas antes de reanudar su carga impetuosa contra Trenler, tratando de alcanzarle. Los Protectores se mostraron sorprendidos e inquietos al mismo tiempo ante lo que estaba pasando pues, de alguna forma, Meryn continuaba avanzando. Quedaban pocos metros y una espada se clavó en su pierna derecha pero no le impidió seguir, una lanza corta le perforo su hombro derecho pero no le impidió seguir sujetando su espada. Finalmente parecía que podía alcanzarle, alzó su espada y ejecutó el ataque descendente. Pero la hoja quedó a apenas centímetros del rostro de Trenler, inmóvil.


Varias cadenas aparecieron de los portales, una de ellas entre la espada y el rostro de Trenler fue la que cortó el ataque de lleno. El resto mantenían completamente apresado el cuerpo del rey, enrolladas en sus extremidades, cuello y cintura, no podía moverse en absoluto. De pronto, Meryn exhaló un gemido de dolor y una abundante cantidad de sangre surgió de su boca. Trenler había clavado una espada corta en su pecho con su propia mano.

- Está hecho -. Comentó Trenler, soltando la espada corta, que aún seguía incrustada en el torso de Kengrey y pasando por su lado -. Cuando te reúnas con tu padre dile que no me guarde rencor por lo que acabo de hacer... Total, él todavía me debía una y al final, solo he seguido las normas que él mismo creó -. Todo esto lo dijo sin ningún tono de burla, el juego había terminado y debía volver a ejercer su papel como líder mundial -. Descansa en paz, Meryn Kengrey -. Con telequinesis, la espada corta clavada en su torso se desplazó hacía fuera para luego clavarse nuevamente, esta vez con más fuerza, atravesándole de lado a lado.

Como Trenler había dicho, estaba hecho. La guerra en Tydoras había acabado y ahora tan solo quedaba instaurar de nuevo el orden en el reino bajo la tutela de los Protectores. También se encargaría de Aldmet aunque esa responsabilidad recaería sobre sus hombres en un futuro muy próximo. Él tenía que llevar a cabo un par de asuntos pendientes, entre ellos, asegurarse de que Prondeus se comió también a aquel que portaba también su apellido. No obstante, decidió entrar en el castillo, quería asegurarse de que no había ni rastro del núcleo principal de Evolution, de aquellos que osaron a desafiarle con aquellas miradas de autosuficiencia.

Y efectivamente, se alegró al comprobar que no había rastro de nadie allí dentro, corroborando entonces que todos se montaron en aquel barco volador que avistó, antes de que Prondeus les aniquilase por completo. Sin embargo, todavía había alguien allí, alguien que hace pocos minutos se plantó frente a él arma en mano y que ahora estaba sentada en las escaleras previas al trono del castillo. Luriel se encontraba agazapada, con la cabeza hundida entre sus brazos, que al mismo tiempo estaban apoyados en sus rodillas. Su espalda se expandía y reprimía por la respiración irregular propia del llanto incesante.

- Soldado -. Le llamó él pero ella no alzó la mirada ni dio síntomas de haberle escuchado -. Soldado -. Repitió -. Tu rey ha muerto. Tu deber como miembro de la Guardia Real es vengarle ¿Estoy en lo cierto?

Parece que eso sirvió para que alzase el rostro y le mirase directamente a los ojos. A pesar de la tristeza profunda que reflejaban aquellas pupilas, el odio que sentía no se había disipado ni lo más mínimo.

- Si intento hacer eso... ¿Moriría, verdad? -. Preguntó ella. Trenler se quedó mirándola con seriedad.

- Por supuesto.

- Entonces, no puedo... -. Esta vez, Luriel miró a la pared de su derecha, a los cuadros que habían colgados -. Se me dio una última orden... Una última orden de vivir... De vivir cuanto pudiese -. De nuevo, Trenler se quedó mirándola en silencio unos segundos y completamente serio, antes de que finalmente diese media vuelta y se dispusiese a salir.

- Tu lealtad es increíble -. Elogió -. No dejes que ese valor se pierda jamás en ti -. Y comenzó a caminar para salir del castillo.

No había palabras para expresar cómo se sentía Luriel Fiert, pero bastaba decir con que su mundo, todo lo que había sido construido a su alrededor y todo lo que había dado base a sus sentimientos había sido destrozado una y otra, y otra, y otra vez, hasta quedar reducido a cero. No había absolutamente nada ni nadie ya, todo lo que siempre había querido había desaparecido por completo hasta quedarse en ruinas.

En ruinas, como la ciudad de Tydoras.

En ruinas, como su corazón.

Como su nueva y dolorosa realidad.

Y sin embargo, a pesar de eso, siguió la orden de su rey, la orden de vivir. Lo haría, por muy difícil que fuese.

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- Señor, está todo preparado para partir -. Le informó la Exequia Sumia -. El Almirante Lionheart  y parte de su escuadrón se quedarán para restablecer los daños en la ciudad y esperarán hasta que llegue la corte que usted instaure en la ciudad.

- Excelente, gracias Exequia -. Trenler se encontraba cerca de la Catedral de la Luz, a la que le faltaba parte de su fachada frontal, y observaba el paisaje de la mitad de la ciudad hundida por la oleada que provocó Prondeus -. Regresad a la base entonces, yo debo cumplir cierto trato.

La Exequia hizo una leve inclinación y se marchó. Trenler estaba dispuesto a seguir aquellos residuos mágicos de la teletransportación que llevó a cabo el Hijo de Hextor. Una vez fuera allí y lo exterminara sin problemas, se habría ganado unas vacaciones hasta su próximo juego. Y cuando fue a conjurar su hechizo de teleportar...

- Por fin... A pesar de que esta es la tercera vez que nos vemos, estaba esperando un momento así.

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