3 mar 2017

Guerra Mundial, parte 1: Las ruinas en la Frontera

El ruido por fin había cesado y eso permitía recordar que les rodeaba el sonido del frío aunque agradable viento, de la lluvia caer incesante sobre las casas que aún seguían en pie y las ruinas de las que habían caído. Aquel periodo de tranquilidad les permitía volver a coger fuerzas, atender a los heridos y reorganizarse. Estar ocupado era lo mejor que alguien podía hacer para que los nervios no le superasen y acabase desmoralizándose, pero eso era difícil para aquellos que tan solo aguardaban que sonase la alarma y se reanudase la batalla. La espera hasta el siguiente combate se hacía interminable, era una dura prueba psicológica para algunos.


El Rey de Occidente, Iskandar, había logrado unir a numerosos reinos y ejércitos independientes bajo uno solo para acabar con la falsa justicia de los Protectores. Una fuerza apabullante, un ejército tan grande que no podía ser conducido todo a la vez hasta las Islas Verdes y tuvo que aguardar hasta que Iskandar consiguiese suficientes navíos como para tener un medio de transporte y una ofensiva digna de equipararse a la avanzada marina de los Protectores.

Pocos meses después, los reyes de los distintos reinos del mundo decretaron su apoyo incondicional al sistema que tantas décadas parecía haber funcionado, el sistema de los Protectores. Pero a lo largo de las décadas pasadas, muchísimas personas habían sido víctimas del sistema judicial imperfecto de los Protectores, que generaba una gran cantidad de daño colateral a los grupos minoritarios por tal de proteger los escalafones más importantes de los reinos y el sistema mundial. Estas personas recibieron el impacto que había tenido el alzamiento de Taneir y Aldmet a pesar de su derrota, y mostraron su total rechazo a la decisión de sus respectivos reyes. Así pues, en algunos de esos reinos hubieron alzamientos contra sus gobernantes provocados por parte de sus propios ejércitos, líderes opositores y otras organizaciones menores.

Al igual que hace más de sesenta años, el mundo se volvió a dividir en dos. Por un lado estaban los Protectores y todos aquellos reinos donde los reyes habían aplacado las rebeliones y reafirmaban su apoyo en forma de alianza militar y territorial para aplacar al resto de enemigos. En el otro bando estaban los que se oponían a los Protectores, como los rebeldes que habían logrado tener éxito en su revolución y retiraron su apoyo de la organización mundial; u organizaciones como la del propio Iskandar que ya existían desde antes, ahora con más poder debido al cambio de perspectiva de los señores nobles que aún no terminaban de aliarse con él hasta entonces.

Pero el problema para el rey de Occidente fue que debido a todo el caos que se había formado, las rutas terrestres y marítimas se volvieron muy inestables e inseguras, y aquello le dificultó sus movimientos para conseguir más navíos y llevar la guerra a la puerta de los Protectores. el Lord Protector Trenler conocía muy bien este problema y se aprovechó de ello para llevar la guerra contra el rey Iskandar de una forma totalmente contraria a la de Aldmet y Taneir. Trenler sabía que si atacaba directamente a la capital de su reino, Iskandría, sería enormemente superado en número de efectivos. Además, la situación geográfica de la capital inclinaba más la balanza a favor de Iskandar, puesto a que los acorazados de los Protectores tendrían que pasar por un cuello de botella, la desembocadura de su río, Nathale. Por tanto, en lugar de enfocar sus esfuerzos a acabar con Iskandar de un sólo ataque, teniendo que dejar de lado el resto de problemas en los demás reinos del mundo, Trenler prefirió llevar a cabo una guerra de desgaste contra el rey de Occidente. Sabía que su flota era superior a la suya así que con ello cortó las vías marítimas para acorralarlo únicamente por tierra y efectuar ataques largos durante años en sus ciudades periféricas para, poco a poco, ganar terreno sobre él y ahogarle en su propio terreno.

Y por eso, los soldados que juraron lealtad al rey Iskandar con una voluntad inquebrantable se vieron superados psicológicamente a medida que pasaban los años y los Protectores atacaban varias y distintas localizaciones al mismo tiempo, ganando ventaja y sacando provecho de su superior sistema de comunicación, permitiendo coordinar ataques con mayor eficiencia de la que Iskandar podía disponer a sus tropas en batalla. Los mayores problemas se acumularon en la zona sur de su reino, al estar su imperio en frontera con dos reinos que apoyaban a los Protectores, Malgot y Degrant . Estos permitían la entrada de la organización en sus tierras para establecer sus bases y avanzar hacia el norte junto con las tropas Malgonianas y Degranesas. Sin embargo, a pesar de los problemas por el sur, las fuerzas de Iskandar aguantaban férreamente al otro lado. Delimitando la frontera por el norte con territorio virgen, los Protectores tan solo podían atacar atravesando un estrecho istmo por tierra. Ni siquiera podían desembarcar sus escuadrones directamente en el reino de Iskandar por las peligrosas zonas que tendría que atravesar su ejército. Al este se encontraba los Barrancos Óseos, una gigantesca zona de relieve geológico donde vivían poderosas criaturas aladas como los Dracos Escama de Hierro. Quizás para los Protectores de rango más alto no hubiese supuesto un problema lidiar con aquellas criaturas pero a la hora de avanzar se darían cuenta de que el terreno no es el más adecuado para conducir a un ejército a través de él, debido a los desprendimientos rocosos y los estanques de agua negra que cortan los caminos. En cambio, por el oeste tenían ante si un basto yermo con una vegetación algo inusual para los extranjeros: el campo de Cactonius. Los Cactonius son plantas del mismo tipo del que heredan su nombre pero de un tamaño desmesurado, en otras palabras, cactus gigantes. Por su enorme número, estos absorben continuamente el agua del subsuelo hasta dejarlo totalmente inservible para el resto de vegetación por la zona. Sin embargo, los Cactonius no tienen púas en sus tallos, de manera que sus tallos superiores se convierten en el hogar perfecto para criaturas como las harpías y aves de gran tamaño.


Con la imposibilidad de desembarcar en territorio enemigo y con las fuerzas de Iskandar protegiendo la entrada norte desde sus tres ciudades periféricas, Caecden, Krerús y Alto Ruste, los Protectores han estado chocando contra una barrera difícil de superar durante todos estos años. Pero lejos de tener una alta motivación por sus continuos triunfos, los soldados de Iskandar están casi al límite de su fortaleza por seguir protegiendo el frente. Como otras zonas del imperio han sufrido serios daños por el avance de los Protectores, el aprovisionamiento se ha convertido en un bien preciado que empieza a escasear. En ciudades como Caecden y Krerús, situadas en mitad de un desierto rocoso cuya vegetación era únicamente la presencia de matojos de hojas amarillentas que crecían por el suelo arenoso, el alimento empezaba a ser un problema serio, sobretodo a la hora del racionamiento entre los civiles que no tenían otro lugar al que ir. La mayor parte del territorio urbano norte se había convertido en ruinas y los pocos edificios que quedaban en pie, con boquetes en su fachada, eran usados como puntos estratégicos donde posicionar a las tropas. La mitad sur era donde se situaban los campamentos, tanto para los soldados como para los propios civiles. Y con la insuficiencia de alimentos, medicinas, armas o simplemente refuerzos, los soldados tan solo esperaban que las horas donde no se escuchaba nada en las ciudades se extendiese lo suficiente como para olvidar cómo retumbaba el suelo con las explosiones de artillería.

Y cierto día, a primera hora de la mañana.


- ¡Eh, mirad esto! -. Gritó un soldado, terminando de despertar a los pocos que aún estaban rezagados en las camas tras las tiendas de lona. El soldado parecía transportar un paquete que ya había abierto y estaba sacando de él unos periódicos.

- ¿¡Qué!? No... -. Se lamentó otro de los soldados tras acercarse y coger otro periódico de la caja -. No puede ser...

El alarmismo y la falta de paciencia hizo que todos se quisieran acercar a coger uno de los periódicos. Comenzó a moverse entre ellos mientras escuchaba palabras suelta de la noticia como "¿A la vez?" "¿Será capaz de hacer algo así?" o algunos más pesimistas decían "¡Se acerca el fiiiin!" y salían corriendo con los brazos en alto sumidos en el terror. Afortunadamente, logró establecer orden y poder coger uno.

- Ya veo -. Dijo ella -. Así que por fin ha llegado el momento ¿Eh?

El periódico mostraba una noticia que ocupaba toda la portada, con un titular bien grande que decía "¿El fin de la Guerra Mundial?". En la noticia se recogían las declaraciones del líder de los Protectores, Trenler, donde anunciaba abiertamente un ataque frontal efectuado al mismo tiempo contra la rebelión de Gran Hiullal, su reino natal, y otro contra... Ellos.

- Capitana Armstrong ¿Estamos perdidos? -. Balbuceó el que trajo la caja con los periódicos. Amanda quitó la mirada del periódico, alzándola para ver a sus hombres. Parecía que la moral de todos se había desplomado de golpe.

- ¡No os dejéis engañar! -. Gritó ella, subiéndose encima de unas cajas de madera cercanas a una de las tiendas del campamento para coger altura y que así todo el mundo pudiese verla -. ¡Esto sólo puede significar una cosa! ¿¡Es que no os dais cuenta!? -. Todos se quedaron perplejos, como si fuesen personas mentalmente discapacitadas que no son capaces de entender lo que les están diciendo. Amanda carraspeó y continuó -. ¡Esto solo significa lo que estábamos esperando! ¡Cuatro años... Cuatro años hemos aguantado contra sus ataques! ¡Estamos al borde de nuestras capacidades, es cierto... Pero por fin ha dado sus frutos! ¡Si Trenler va a efectuar algo así solo puede significar... Que está desesperado tras ver que su estrategia de desgastarnos no está saliendo como esperaba! ¡¡ESTE ES EL PASO EN FALSO QUE ESTÁBAMOS ESPERANDO QUE COMETIESE!!

Un par de segundos después, cuando los soldados por fin reaccionaron, todos gritaron al unísono. Su moral había vuelto y eso hizo que Amanda suspirase, aliviada.

- También puede significar que cree que estamos lo suficientemente débiles como para acabar con nosotros -. Susurró una voz desde detrás de las cajas que tan solo escuchó Amanda.

- Así no ayudas, Natsuki... -. Se quejó ella por el pensamiento de su amigo.

- Tú así tampoco... Te has venido demasiado arriba -. Señaló a los pies de Amanda. Durante los gritos del discurso había dado unos cuantos saltos sin querer y por ello había destrozado la fina madera de la tapa de la caja -. Esas son las provisiones de esta semana ¿Sabes?

- ¡Joder! -. El rostro de Amanda palideció. Ni siquiera se quería imaginar qué sería lo que ocurriría si el cocinero Handrau descubría que había estado a punto de joder unos cuantos kilos de harina y trigo. Bajó inmediatamente y trató de disimular las grietas en la madera pero como no encontraba nada con que hacerlo, cogió una lona polvorienta del suelo, la sacudió y la pasó por encima.

- ¿Vienes a hacer guardia, capitana? -. Le preguntó Natsuki.

- Está bien, así podré comunicar personalmente la noticia a los escuadrones de vigilancia.

El sol ya daba de pleno en la ciudad de Krerús cuando llegaron a la parte norte. Cómo había que ahorrar recursos y no era un momento de necesidad, prefirieron ir en caballo en lugar de los Raptores, unos vehículos mecánicos que podían circular a gran velocidad y también tenían un gran rastrillo para poder ir por las calles despejando los obstáculos de las ruinas. Debido a eso mismo, los caballos no podían pasar por ciertos recorridos así que los dejaron a mitad de camino a la guardia central e hicieron el resto del viaje a pie. Era difícil viajar entre las montañas de escombros y no precisamente por el agotamiento físico o el calor que les abrasaba, sino por el factor psicológico, especialmente en Natsuki. El joven chaval que Amanda conoció hacía cuatro años había crecido y había madurado mucho; Ahora era más alto y esbelto que ella, portando tan solo unos pantalones y botas marrones oscuras, la coraza que llevaba en el torso dejaba sus brazos al descubierto y en ellos se podían ver los tatuajes de inscripciones en Happanés de su tierra natal. Porque al igual que pasa con Amanda, uno se da cuenta inmediatamente en cuanto se fija en el rostro de Natsuki de que proviene del extranjero. En caso del chaval, los ojos alargados y entrecerrados junto con la nariz aplanada eran rasgos comunes de los habitantes de Happak. Pero a pesar de que Krerús no fuese su ciudad natal, fue la ciudad donde él creció muchos años antes de la guerra y de donde provenían todos sus recuerdos felices, así que era complicado acostumbrarse a ver la ciudad en aquel estado, incluso después de todos estos años. Por eso, Amanda siempre intentaba mantener a Natsuki ocupado, en este caso abrieron un extenso debate sobre a quien le caería la culpa cuando el cocinero Handrau se diese cuenta de que la caja estaba rota y con ello ha estado a punto de peligrar la materia prima de su cocina.

- Evidentemente no te va a echar a ti la culpa, no te preocupes.

- Ufff -. Suspiró aliviada Amanda -. La verdad, con ese carácter podría ser incluso capitán de escuadrón... Hasta yo le tengo miedo.

- Más miedo van a tener los que están en la base cuando todos escuchen sus gritos -. Comentó Natsuki. Amanda trató de imaginarse la situación, Handrau quitando la tela que estaba sobre sus cajas y en cuanto se diese cuenta de aquello, cogiendo del cuello a un soldado mientras amenazaba a los demás con puros gritos -. Es aquí -. Le indicó finalmente y Amanda volvió a la realidad.

Habían llegado a lo que en su momento fue un edificio civil de cuatro plantas, donde antes vivían familias en sus hogares. Ahora, la pintura estaba prácticamente ennegrecida por los bombardeos que había recibido, dejando boquetes por aquí y por allá. Ellos habían aprovechado las ventanas para situar allí sus cañones al mismo tiempo que reforzaban las paredes que daban hacia el norte. Una vez llegaron a las última planta, Amanda se había reunido con algunos de sus tenientes que al mismo tiempo eran el resto de sus mejores amigos de la resistencia en Krerús, Yuggie y Nattie. Yuggie era fortachón, de pelo frondoso y rizado, y vestía únicamente con el uniforme militar, aunque con la camisa abierta por el calor. En aquel momento se encontraba sentado cerca de uno de los muros semi derruidos del edificio, vigilando la zona mientras comprobaba cuidadosamente el estado de su rifle de precisión. Yuggie era aquel a quien Amanda conocía desde hace más tiempo, pues los dos estuvieron cerca de Iskandar, en la capital, y luego viajaron al mismo tiempo junto con las tropas en su misión por proteger Krerús. En cuanto a Nattie, una chica bajita y delgada, con un pelo rubio rapado para que no le estorbase en combate directo, Amanda tan solo la conocía desde hace menos de un año pero era tan agradable conversar con ella que las calurosas noches se hacían más amenas cuando ambas conversaban mirando el cielo estrellado. Todavía recuerda cuando una de sus primeras conversaciones trató sobre los entornos nevados a los que se había acostumbrado durante toda su vida y cómo el escuchar aquello provocaba una sana envidia en Nattie, quien odiaba el calor de la zona norte del Imperio de Iskandar. Sin embargo, a pesar de contarle sobre los paisajes de su tierra natal, Amanda nunca contó a ninguno de los tres sobre su pasado, debido a que todavía le dolía recordar lo que ocurrió.

Eso fue hasta aquel día. Amanda y los demás se sentaron tranquilamente en el suelo, algunos como Yuggie seguían ajustando su rifle, otros como Natsuki jugaba a darle vueltas a un proyectil de cañón en el suelo para ver a quien de sus compañeros apuntaba cada vez. Cuando Amanda explicó cual sería el siguiente movimiento de Trenler y sus amigos lo asimilaron, se centraron en otro punto de gran interés para ellos.

- ¡Venga, sabes que es cierto! -. Exclamó Nattie con algo de pesar en sus palabras.

- En cualquier momento podría llegar el cuervo que nos separe... -. Susurró Natsuki con tristeza -. Sabes que es ahora o nunca.

- Vamos, queremos conocerte mejor, capitana -. Insistió también Yuggie.

- Está bien, está bien -. Aceptó Amanda y la alegría que sintió al ver la reacción de sus amigos alivió el pesar que sintió en su interior. Natsuki tenía razón, en cualquier momento podía llegar un cuervo que informase sobre los nuevos movimientos del ejército de cara al ataque que iba a efectuar Trenler y con ello, quizás se separasen y no volviesen a verse nunca.

- ¡Yujuuu! -. Exclamó Nattie alzando los puños con pose victoriosa. Seguidamente se puso más cómoda para escuchar atentamente. Yuggie hizo lo mismo, dejando de lado su rifle para no perderse detalle.

- Lo contaré cuando Natsuki deje de jugar con el proyectil, me pone nerviosa.

- ¡¡Natsukiiii tioooo!! -. Gritaron Yuggie y Nattie a la vez, su amigo dejó de jugar de inmediato.

- Bueno, a ver... -. Fue a comenzar Amanda.

- ¡A ver, a ver! -. La cortó Nattie, super nerviosa.

- Yo...

- ¡Tú! -. Volvió a hacerlo.

- Yo fui...

- ¿¡Qué fuiste, qué fuisteee!? -. Lo hizo una vez más.

- ¡¡Nattie cáaaaaallateeeeee!! -. Gritaron esta vez Yuggie y Natsuki a la vez al mismo tiempo que su pequeña compañera recibía un empujón amistoso de estos.

- ¡Vale, vaaaaaale! Ya me callooo...Venga, venga, venga... -. Empezó a decir en voz baja mientras daba pequeños saltitos aún estando sentada, Amanda sonrió, carraspeó y comenzó a hablar.

Capitana Amanda

- Yo fui comandante de Gran Hiullal. Como ya sabéis, nací allí y viví rodeada de frío, nieve y hielo toda mi vida. Al contrario que ahora, mi indumentaria era de piel gruesa, de un azul eléctrico y con el escudo de la casa Armstrong, la casa noble que regía sobre todo el reino. Era la segunda hija del rey y él... Mi padre, quería que me curtiese como una experta soldado y luego como comandante en la Frontera de Hierro: Una enorme fortificación de metal que mantenía a ralla a una casa noble que exiliamos en el pasado, los Sokolov. Estos estuvieron acorralados en la pequeña península del reino, la Lengua de Lagarto. Pero hace seis años... -. A Amanda ahora le costaba seguir, todavía recordaba su trágica derrota y aquello le dolía enormemente, por todo lo que significó después para su reino -. Un paladín de Hextor había logrado poner de acuerdo y unificar a todas las familias de los Sokolov para que se rebelasen contra los Armstrong. Mis fuerzas y yo intentamos repelerlos en la Frontera de Hierro, pero a pesar de que nuestra artillería estaba de sobra capacitada para arrasar con los Sokolov, no pudimos hacer nada contra las fuerzas sobrenaturales del paladín de Hextor y sus compañeros. Yo... Caí en combate. Lo que pasó después según Iskandar fue que me salvó la vida cuando aquel paladín estuvo a punto de arrebatármela. Luego me habló en profundidad sobre los poderes del Vitalis y del Poder de los Eternos, los cuales poseía; Me explicó también qué era lo que había pasado con el reino de mi padre, ahora en manos de aquel sirviente de Hextor y qué era lo que había que hacer para recuperarlo. Todo pasaba por lo mismo...

- Derrotar a los Protectores... -. Terminó la frase Natsuki. Eso le hizo darse cuenta a Amanda que dejó de mirar a sus amigos durante la narración de su historia y en lugar de eso había centrado su mirada en el gris suelo. En cuanto alzó la mirada vio como las expresiones de sus amigos habían cambiado, ahora estaban serios, incluso arrepentidos de haber escuchado aquello como en el caso de Nattie, quien se sentía dolida.

- Iskandar me quería ayudar a recuperar mi casa, pero jamás podría hacerlo con los Protectores de por medio -. Siguió Amanda -.Así que obviamente me uní al bando de aquel que salvó mi vida. Le juré lealtad y él me prometió a cambio que cuando saliésemos victoriosos, los Armstrong volveríamos a reinar sobre Gran Hiullal.

- Espero por tanto que los Protectores tengan una victoria aplastante allí -. Soltó Yuggie con furia -. Así acabarán con aquellos que arrasaron tu hogar y luego nosotros, cuando ganemos a los Protectores, habremos matado a dos pájaros de un tiro.

Amanda no dijo nada, se limitó a sonreír y a ver como sus amigos se volvían a animar montándose historias sobre cómo recuperarían Gran Hiullal para ella. Sin embargo, Amanda sintió una sensación parecida a la de una bola de hierro caer sobre su estómago, estaba preocupada porque quizás aquel día era el primero de los pocos que faltaban antes de una posible separación del grupo.

Sin embargo, los días pasaron con normalidad. Aquella calma se convirtió en la más grande que habían tenido en todos aquellos años, incluso pudieron centrar sus esfuerzos en despejar las calles para abrir nuevas vías de refuerzos en caso de batalla o reforzar aún más los edificios en los que se hallaba la artillería pesada. La mayoría de los soldados lo vieron como una pequeña época de vacaciones y se sintieron esperanzados pensando que quizás el ataque de los Protectores no vendría por el norte y así podrían vivir en paz unas cuantas semanas más. Amanda, sin embargo, sentía que aquella calma traería consigo una gran tempestad detrás, así que lejos de dejar que sus hombres se relajasen, siguió actuando como capitana de las fuerzas defensoras de Krerús aún con mayor rigurosidad.


Finalmente le llegó un cuervo con una carta, pero su contenido distaba de lo que se esperaba. Se trataba de uno de los exploradores del campo de Cactonius. Al parecer había detectado la presencia de un destacamento de Protectores atravesando la zona.

- Si están ahí, quiere decir... -. Susurró ella en su tienda mientras que miraba un gran mapa del territorio norte, donde justamente había colocado unas piezas de color negro representando la amenaza de los Protectores según constaba en la carta.

- No piensan establecer una base sino avanzar directamente campo a través, un todo o nada -. Terminó Natsuki desplazando esa pieza hacia fuera del campo de Cactonius -. Van a atacar por varios frentes al mismo tiempo, es lo que parece.

No había mucho tiempo para pensar, a cada segundo que pasaba los Protectores estaban un paso más cerca de llevar a cabo lo que seguramente sería su ataque más poderoso en el norte del imperio de Iskandar. Toda la responsabilidad recaía sobre Amanda, quien debía pensar en la estrategia más óptima para acabar con la amenaza desde el suroeste sin dejar sobreexpuesta la ciudad de Krerús. Decidió por tanto formar un escuadrón con menos de un tercio de las tropas de la ciudad, con ella misma entre ellos. Dejaría al cargo de la defensa en la ciudad a Yuggie debido a su sobresaliente habilidad con armas de precisión. También se quedaría acompañándole Nattie para reforzar la vanguardia del norte.

Días más tarde ya se encontraban recorriendo los vastos campos ocres llenos de rocas hasta donde alcanzaba la vista. Estaban llevando el uso de la maquinaria de los Raptores hasta el límite, Amanda quería llegar cuanto antes y tan solo pararían para descansar unas pocas horas al día. En el vehículo donde iba ella también la acompañaba Natsuki, quien andaba revisando el mapa en aquel momento debido a las nuevas noticias que estaban dando los exploradores que seguían rastreando el avance de los Protectores.

- Están avanzando más hacia el sur de lo que esperábamos... Aunque están cerca, no pasarán por las cavernas huecas -. Comentó Natsuki, lamentándose.

- La trampa estaba pensada para detener a los Protectores que se adentrasen por el campo de Cactonius desde el norte, no para lo que están haciendo -. Respondió Amanda mientras escribía una carta al cuervo que acababa de recibir -. No te lamentes más, Natsuki, ya sabíamos que iban a llegar tiempos más difíciles. Y joder... ¿Dónde coño están los refuerzos desde el sur?

Sin embargo, siguió sin recibir respuesta. Es más, Amanda esperaba que Iskandar o alguno de sus generales se pusiesen en contacto con ellos para poner en conocimiento de la guardia de Krerús los nuevos movimientos a llevar a cabo para detener la gran ofensiva de los Protectores. No quería ponerse en lo peor porque le resultaba casi imposible pensar en que algo había pasado, pero a pesar de que ese pensamiento negativo le invadía de vez en cuando, debía tener la mente despejada para el combate

Unos cuantos días después ya se encontraba en un amplio yermo agrietado sobre los cuales crecían los Cactonius como grandes torreones cilíndricos de color verde. Cuanto más se adentraban en su interior, con los Raptores ya a media potencia, más podían disponer de una agradable sombra debido a que los troncos secundarios de los Cactonius tapaban gran parte del cielo.

- Debe de quedar poco -. Informó Amanda al resto de sus tropas.

Imperaba un gran silencio dentro de aquel enorme y extravagante "bosque". Normalmente se escucharían de fondo los graznidos de poderosas aves o las estridentes voces de las arpías resonar de fondo, pero en aquel momento la fauna del lugar brillaba por su ausencia para todos los sentidos. Amanda mandó a que los exploradores se adelantasen y peinasen la zona en un arco ascendente para asegurarse de que no fuesen emboscados. A pesar de que para mensajes de larga distancia tenían que usar cuervos, para comunicarse con los exploradores que estaban pocos kilómetros más adelante podían usar las radios de los Raptores. Amanda aguardó con su ejército mientras ellos informaban, hasta que recibió un mensaje de socorro de uno de ellos seguido de una perdida de señal. Era el momento de actuar.

Adelantó a su ejército pero sería ella la que se encargaría de peinar la zona donde se perdió la señal con el explorador. Por supuesto no iría sola, pero prefirió dejar el grueso de sus tropas en la retaguardia para que pudiese apoyarla si era necesario pero a salvo de una posible trampa. De nuevo, Amanda desconfiaba tanto que pensaba que la posibilidad de emboscada era muy elevada.

- ¡Por fin os atrevéis a dar la cara! -. Se escuchó súbitamente. El Ráptor donde viajaban se detuvo de inmediato y los soldados bajaron del vehículo.

- ¿¡Quién anda ahí!? -. Preguntó Amanda inmediatamente.

De detrás de uno de los Cactonius surgió un Protector cuyo uniforme de la organización solo cubría la parte inferior de su cuerpo. En la mitad superior mostraba su fuerte torso, totalmente al descubierto, al mismo tiempo que también estaba repleto de cicatrices de a saber cuántas batallas. Su piel era bastante morena y aunque sus músculos abundaban y resaltaban por estar bastante bien definidos, lo cierto era es que era bastante delgado. También había presencia de numerosas cicatrices en su adulto rostro, incluso una que debió de ser de un fatídico corte que le hizo perder su ojo derecho, que permanecía cerrado permanentemente. Por lo demás, su cabeza parecía una bola de billar, totalmente ausente de cabello.


- ¡Cuida tus modales a la hora de dirigirte al Elentir Izzer, mocosa! -. Respondió él, cogiendo aire y ensanchando el pecho con orgullo al mismo tiempo que se cruzaba de brazos.

¿Un Elentir... como explorador?

- ¿Has sido tú quien ha acabado con mi explorador?

- Espera... -. Izzar eludió de nuevo la pregunta de Amanda, esta vez agudizando su único ojo para discernir mejor -. Estoy... ¿Estoy hablando con la capitana de las fuerzas de Iskandar al norte...? ¡Bwajajaja! ¡Qué suerte tengo! -. Gritó celebrando y empezando a dar puñetazos al aire con suma rapidez.

- Capitana... -. Susurró Natsuki.

- Lo se -. Le respondió ella -. No tengo tiempo para juegos -. Sentenció mientras comenzó a caminar hacia delante desenfundado su estoque.

- ¡Así se habla! ¡Hora de luchar! -. El Elentir se puso en guardia con sus puños preparados.

- No, capitana... -. Repitió Natsuki y dio un paso hacia delante -. Permítame. Alguien de su estatus no puede rebajarse a luchar contra alguien como él.

- ¿¡¡Cómo has dichooooo!!? -. El Protector pareció haber entrado de lleno en la provocación de Natsuki y estuvo a punto de lanzarse al ataque. Amanda entendió las intenciones de su amigo, no solamente la de enfurecer al Protector sino también la de permitir que ella se quedase atrás guiando a las tropas ante cualquier movimiento enemigo.

- Yo seré tu rival -. Natsuki ya estaba situado frente a frente a Izzar, con sus dos kukris desenfundados listo para combatir.

Sin previo aviso, Natsuki se lanzó al ataque contra el Protector. Este lo recibió listo para ejecutar una defensa cuerpo a cuerpo, pero en el último momento tuvo que rectificar ante la extraña maniobra del Happanés. Natsuki había efectuado una serie de extrañas vueltas justo antes de lanzar un ataque, como si de una danza se tratara. El Protector lo esquivó finalmente dando un salto hacia atrás pero Natsuki prosiguió la ofensiva rodando por el suelo y girando aún más veces. Mientras lo hacía, lanzaba continuamente sus kukris al aire y los recogía simultanea o alternadamente con cada mano, convirtiendo la maniobra en un patrón de ataque difícil de adivinar. Sin ninguna otra mayor alternativa que esquivar por el momento, Izzar empezó a acomodarse a las acometidas de su rival, saltando cada vez más atrás, dando vueltas sobre el terreno de combate, cogiendo cada vez más distancia; Para finalmente encontrar una oportunidad tarde o temprano. Pero Natsuki aprovechó esa confianza para sorprender a su enemigo, cuando uno de sus kukris estaba en el aire, lo golpeó con el otro que sí estaba sosteniendo para lanzarlo como si de un proyectil se tratase. El arma se clavó en el suelo apenas un segundo más tarde de donde se encontraba Izzar, que había saltado para esquivar su ataque. El Protector se encontró a su rival en el aire preparado para impactarle aprovechando que tras el salto no podía maniobrar, pero con suma agilidad Izzar le bloqueó el brazo impidiendo que la afilada arma pudiese clavarse en su piel. Acto seguido, ambos se golpearon mutuamente con las piernas en una patada doble; Natsuki cayó ágilmente al suelo mientras que Izzar se quedó agarrado de un Cactonius con su pierna y mano izquierda.

- ¡No está mal para ser tan joven! -. Exclamó Izzar con algo de ironía en sus palabras. Sin embargo, Natsuki lo miró incrédulo mientras se terminaba de incorporar.

- ¿Eres idiota? -. Fue lo único que preguntó. Incluso los soldados y la propia Amanda, que se había quedado en el Raptor para dar ordenes a las tropas a través de la radio, miraba boquiabierta al Protector.

- ¿¡De qué coño hablas!? -. Respondió Izzar, furioso -. ¡Encima que tengo la decencia de rebajar mi nivel de artes marciales para que alguien como tú sea capaz de...

El Protector dejó de hablar y expulsó un gran chorro de sangre de su boca. De repente, una gigantesca púa negra había surgido del tronco verde y liso del Cactonius atravesando su torso, casi partiéndolo en dos. Este se quedó inmóvil, mientras la enorme púa se contraía, volviéndose a ocultar en la superficie del tallo, dejando caer el cuerpo moribundo del Protector al suelo. Este intentaba arrastrarse pero tan solo le quedaban pocos segundos de vida.

- Que no haya absolutamente nada de agua en el suelo no es el único motivo de la ausencia de fauna a nivel del suelo en el campo de Cactonius -. Explicó Natsuki mientras enfundaba sus armas -. Estas plantas tienen un sistema de defensa bastante eficiente como has podido comprobar, todo para evitar bestias herbívoras, que sean taladas o destruidas de cualquier otra forma desde su tallo. Afortunadamente para las aves, esa defensa solo actúa hasta la primera división de su tallo, de manera que ellas no tienen problemas para hacer sus nidos allí arriba -. Terminó explicando mirando hacia la parte superior del Cactonius. Pero Natsuki no se había dado cuenta de que el Protector había muerto durante su charla.

- ¡Joder! -. Amanda dio un golpe al panel del Raptor -. ¡Rápido, montad, hay combate! -. Anunció rápidamente a sus hombres, desde la radio se escuchaba el ruido de la batalla de fondo mientras el soldado indicaba la posición.

Por mucho que el sistema defensivo de los Cactonius fuese tan letal, algunas de estas plantas no tuvieron nada que hacer para evitar que fuesen destrozadas, cayendo la inmensidad de su tronco sobre otras, creando una reacción en cadena que terminó provocando un gran claro en el espeso campo de Cactonius. El increible poder de los Protectores y sus robots de combate, los Destructores, en batalla contra la artilleria pesada y la superioridad numérica de las fuerzas de Iskandar provocó aquellos cambios en la zona. Amanda y Natsuki se unieron rápidamente a la batalla, que estaba ocurriendo al sur de la posición en la que estaban cuando se encontraron con el Elentir.

- ¡Son demasiados Destructores! -. Le comunicaron a Amanda cuando esta llegó a la vanguardia -. ¡Capitana, nuestra artillería no puede derribarlos, tienen esos extraños escudos de energía!

- ¡Desviad el fuego a los Cactonius, deribadlos encima de los Protectores para frenar su avance! -. Ordenó ella -. ¡Natsuki, ayúdame con los Destructores!

Esta vez, Natsuki no solo desenfundó sus kukris sino que estos empezaron a brillar de un rojo incandescente, como si sus hojas estuviesen a punto de fundirse. Amanda conocía muy bien ese poder, era capaz de extender su Poder del Eterno a sus armas y mantenerlo, de manera que las hojas ahora podían rebanar el armazón de los Destructores como si de mantequilla se tratase. Contenta al ver que su amigo podía ocuparse de las criaturas mecánicas, ella prefirió cubrirle de los ataques a distancia de los Protectores. Estos habían lanzado una andanada de bolas de fuego y rayos abrasadores para acabar con el Happanés. Pero Amanda no solo se interpuso sino que los ataques mágicos que iban a impactar en ella desaparecieron en un instante. Luego, apuntó con el estoque a la vanguardia de los Protectores y de este salieron disparados el mismo número de hechizos que habían desaparecido segundos antes, pero reforzados con el propio poder del Eterno de Amanda.

Aunque con severas bajas en su ejército, Amanda lo estaba consiguiendo. Con la vanguardia hecha trizas y los Cactonius cayendo sobre los refuerzos, los Protectores se retiraron una vez el último Destructor fue totalmente destruido. Con los pocos hechiceros que tenían en sus filas, Amanda les ordenó que aislasen sus restos mecánicos porque conocía de sobra su capacidad para explotar una vez eran derrotados. Mermados en número, pero vencedores, todos celebraron con un gran grito.

- ¡Coged todo lo que sea de provecho! -. Ordenó justo después de suspirar con sumo alivio -. Sólo espero que si han atacado tambien Krerús, haya acabado como hemos acabado nosotros... ¡Soldado! -. Avisó dirigiéndose a uno de los Raptores de retaguardia -. Envía un cuervo, informa de nuestra vict...

Pero de pronto, de una de las radios que estaban conectadas con los exploradores que Amanda mandó al frente como fuerzas de exploración se escuchó lo siguiente.

- << ¡Capitana Amanda! ¡Se aproxima otro frente de Protectores, son al menos el triple de efectivos que los del escuadrón al que hemos vencido! ¡Repito: son al menos el triple! ¡Cambio y corto! >>

- ¿Más... -. Pero Amanda ni siquiera tuvo tiempo para lamentarse, se escuchó otra voz desde otra de las radios.

- << ¡Capitana Amanda! ¡El escuadrón que se ha retirado se ha reagrupado con una fuerza mayor! ¡Se dirigen a su posición desde oeste! >>

- Debe de ser una broma... -. Soltó un soldado que se había sumido en la desesperación.

- ¡En el informe de los exploradores no constaba tal número! -. Gritó otro de los soldados, intentando buscar una explicación a lo que había sucedido.

- Esos exploradores deben haber caído en la trampa de los Protectores... -. Dijo Natsuki.

- ¿¡Qué quiere decir, teniente Natsuki!? -. Preguntaron varios al unísono.

- Los Protectores deben haber enviado un escuadrón como cebo para que los exploradores de la costa siguieran sus pasos, sabiendo que ellos iban a informarnos de su número y movimiento con regularidad -. Explicó Amanda, que junto a Natsuki se había dado cuenta de la verdadera trampa -. Pero al arrastrar a los exploradores hacia el interior, los Protectores desembarcaron su verdadera fuerza de ataque... Maldición -. Se lamentó al final.

Si lo hubiese sabido había traído más efectivos, habría montado una estrategia totalmente distinta...

- ¡Tenemos que huir entonces, capitana! ¡Tenemos que informar al rey Iskandar! -. Rogaron algunos soldados.

Pero Amanda sabía que ya era demasiado tarde, si dejaban pasar a los Protectores a través del campo de Cactonius, estos podrían efectuar un ataque desde varios frentes a las ciudades fronterizas. El norte del imperio caería y los Protectores tendrían un elegante pasillo para que sus tropas llegaran hasta la retaguardia de Iskandar. ¿Pero qué debía hacer? No tenían ninguna oportunidad en combate directo y no había tiempo para preparar una trampa lo suficientemente elaborada como para tuviesen una ventaja destacable contra tal número de enemigos.


- Solo hay una cosa que hacer... -.Susurró Natsuki. Amanda parpadeó, saliendo de sus pensamientos y prestando mucha atención a lo que tenía que decir su amigo. Quizás él si que tuviese un plan -. Las cavernas huecas...

- Imposible, nos pillarían antes de que pudiésemos salir de allí -. Respondió ella pero, sorprendentemente, Natsuki la seguía mirando con una mezcla de tristeza y determinación.

- No... Ya se que no saldremos de allí...

- ¿Qué quieres dec... -. Pero Amanda se había dado cuenta de las verdaderas intenciones de Natsuki -. ¡No! ¡No voy a ordenar algo como eso!

- Ordenar no... Además, tú tienes que volver a Krerús, eres la capitana.

- Capitana... Teniente... ¿De qué están hablando? -. Preguntaron algunos soldados, sin embargo, otros se habían dado cuenta de las intenciones de Natsuki y miraban al cielo con impotencia.

- ¡Soldados! ¿¡Cuántos de vosotros me segu... -. Comenzó a hablar en voz alta Natsuki, que se había subido en lo alto de uno de los Raptores para que todos pudiesen escucharle.

- ¡No te lo voy a permitir, Natsuki! -. Le interrumpió Amanda, que estaba desquiciada, no quería permitir algo así y sin embargo, en su interior sabía que era lo único que podían hacer.

- ¡Es la única forma! -. Soltó él -. Mejor morir unos pocos para que muchos puedan sobrevivir en un futuro.

- ¿A qué se refiere el teniente, capitana Amanda? -. Le preguntó uno de los soldados que todavía no había entendido la situación. Amanda no le respondió, tan solo bajó la mirada y se mordió el labio mientras unas solitarias lágrimas se deslizaban por su rostro. El soldado, que nunca había visto llorar a Amanda, se quedó atónito.

- ¡Soldados de Iskandar! ¡Soldados de Krerús! -. Gritó Natsuki -. ¡Si no detenemos a los Protectores ahora, acabarán con todo lo que hemos protegido durante todos estos años! ¡Pero este es mi plan, le conduciremos hasta las cavernas huecas haciéndoles creer que estamos huyendo de ellos! Una vez allí... -. Dijo con un tono más bajo pero aún en voz alta -. La trampa que nosotros mismos elaboramos años atrás, la detonaremos...

- ¿¡Qué!? -. Gritaron algunos.

- ¡Debe haber otra forma! -. Intentaron decir otros.

- ¡Capitana! -. Exclamaron unos pocos intentando buscar refugio en la decisión de Amanda.

- ¡Debemos ir muchos de nosotros! -. Cortó Natsuki, que siguió con la explicación. Ante los gritos de "¿¡Por qué muchos!?" o "¡No quiero morir, joder!", siguió explicando -. ¡Si tan solo vamos unos pocos, los Protectores sospecharán de que algo falla y cambiaran de idea... o quizás como mucho lo que consigamos es que nos sigan unos pocos! ¡Tenemos que hacerles creer que somos todo el grueso de tropas y que estamos huyendo de ellos! -. Terminó diciendo, pero obviamente se encontró con un ambiente de pesimismo inmenso, nadie quiera ir a una muerte segura -. Ahora es cuando yo os pregunto ¿¡Realmente sois soldados!? ¿¡De verdad queréis proteger a vuestras familias y amigos, que de otra forma morirían si tan solo huimos!? ¡Yo tengo una importante familia en Krerús, mis compañeros, mis amigos! ¡Y estaría orgulloso de dar mi vida por tal de que ellos puedan vivir un día más y seguir luchando contra los Protectores! ¡Estaría orgulloso también de dar mi vida por el rey Iskandar, quien salvó mi vida una vez y ahora yo salvaré la suya!

Poco a poco, como si el efecto fuese apareciendo a cada vez más soldados, estos afirmaron con una mirada de dolor pero con mayor convicción, tragando saliva al imaginar lo que se les venía encima. Natsuki preparó más del ochenta por ciento de los Raptores que quedaban con aquellos héroes que iban a sacrificarse para acabar con los Protectores enemigos. Finalmente, este se acercó a una Amanda que era incapaz de decirle nada a los soldados que estaban a su cargo. Estaba cabizbaja, el pelo tapaba sus ojos, tan solo se veía una hilera de lágrimas en la mitad visible de su cara junto a una mueca de profunda rabia.

- Diles a Yuggie y Nattie que lo siento mucho... -. Soltó, pero no hubo respuesta de Amanda -. Pero a pesar de este final, no me arrepiento de estos últimos años, me alegra haberte conocido. A ti, a Yuggie, a Nattie, a todos... Gracias.

- Nunca se me han dado bien las despedidas... -. Soltó Amanda de una vez, que hizo acopló de sus fuerzas para que no se le trabasen las palabras. No dijo nada más, tan solo abrazó a su amigo y se dio media vuelta, para colocarse bien el pelo y secarse las lágrimas.

- Adios, capitana -. Se despidió Natsuki.

De los más de doscientos Raptores que fueron hasta el campo de Cactonius por orden de Amanda para acabar con el asalto de los Protectores por la costa oeste de la frontera norte, regresaban menos de una veintena. Amanda no dijo ni una palabra durante el viaje, tan solo estaba buscando fuerzas de alguna parte para tener el suficiente valor como para transmitir esa información a los que estaban en la ciudad, esperándoles. Durante el viaje, varios soldados hablaban sobre el plan con mayor exactitud, ya que algunos de ellos todavía no lograban comprender del todo qué era lo que iba a pasar. A pesar de que hablaban en voz baja, Amanda los escuchaba perfectamente aunque les ignoró. El plan originalmente consistió en la detonación de unas cargas de explosivos que se habían colocado estratégícamente por toda una extensa área de Cactonius, en la parte norte de este. El objetivo de hacerlos detonar era la reacción en cadena que provocaría la explosión sobre las cavernas huecas, ya que aquellos Cactonius crecieron sobre unas enormes bolsas de agua subterráneas en el pasado y con el paso de los siglos se habían convertido en cámaras de diversos gases con los cambios de densidad del subsuelo. Entre esos gases, muchos de ellos eran inflamables y las fuerzas de Iskandar usaron esa información a su favor para tener ventaja táctica sobre el terreno si los Protectores atacaban Krerús desde el oeste, atravesando el campo de Cactonius. Pero la expedición que había llegado a la costa lo hicieron desde más al sur de donde estaban situadas las cavernas huecas. De ahí el sacrificio que llevaría a cabo Natsuki.


Amanda intentaba pensar en otra cosa, pero la realidad la azotó de nuevo. Cuando ya entraron en el campo de acción de las radios de Krerús, recibieron continuas señales de socorro ante ataque enemigo. Después de días de viaje, tras recibir aquella señal, se dieron prisa y cuando llegaron a la ciudad durante el atardecer, se podía ver a través del cielo anaranjado varias columnas de humo en el horizonte. En cuanto entraron por el sur, Amanda podía comprobar que el campamento era un caos. Ni siquiera le preguntaron por la reducida cantidad de efectivos que habían regresado.

- ¡Capitana, nos atacan!

- ¡Informe de la batalla, soldado! -. Dijo ella sin bajarse del Raptor, pues lo iba a usar para incorporarse a la batalla inmediatamente.

- ¡No lo entendemos, es solo un enemigo! ¡Los tenientes Yuggiera y Nattalie están en el frente, señora!

¿Sólo un enemigo? ¿Un Almirante? ¿Trenler?

Sea lo que fuese, Amanda tenía la obligación de ir. Después de comprobar si habían mandado cuervos para pedir refuerzos, cosa que sí hicieron sus soldados, ordenó al guardia al volante del Raptor que atravesase la ciudad. Tan solo tenían que seguir las explosiones, allí estaba aquel único enemigo que estaba poniendo en jaque toda una ciudad repleta de soldados. Atravesaron el casco urbano en lo que pareció una eternidad para Amanda, que estaba tan angustiada que parecía que iba a explotar.

Pero cuando el Raptor estaba a tan solo unas calles de donde se originó la última explosión, mientras Amanda vio a varias decenas de sus hombres volando por los aires, algo o alguien golpeó el vehículo y este salió volando estrellándose contra la pared del edificio que tenían a su izquierda. El impacto fue tan potente que la fachada se derrumbó y el vehículo explotó. Amanda había conseguido salir a tiempo, a diferencia de sus hombres. Se encontraba bastante malherida en el suelo de la planta baja del edifico, rodeada de humo y escombros. Intentó incorporarse y aunque lo consiguió, tosió sangre del dolor; Una vara de hierro de los escombros se le había clavado en el abdomen y la hemorragia era bastante grave. Pero no podía morir allí, tenía que llegar hasta sus hombres, los que estaban luchando contra el enemigo solitario... Tenía que llegar hasta sus amigos. Escuchó el ruido de varios impactos en la calle donde el Raptor fue golpeado, el combate se había trasladado allí. Andando lentamente, apoyándose en los escombros con sus manos ensangrentadas de intentar tapar la herida en el abdomen, consiguió pasar por un hueco entre los escombros y ver lo que ocurría en la calle.

- ¡Nattie! -. Gritó con horror.

Su amiga estaba llena de serias contusiones y numerosas heridas en todo su cuerpo, se encontraba en al otro lado de la calle y había alguien sujetándola del cuello. El enemigo quien andaba sujetando a Nattie era lo último que Amanda se podía llegar a imaginar; Se trataba de una niña elfa apenas entrada en la adolescencia como mucho, tenía el pelo liso y largo de un color blanco que parecía brillar entre el polvo de los escombros. A pesar de su apariencia, no había duda de que era una Protectora, pues llevaba su indumentaria blanca. Al gritar el nombre de su amiga, la niña elfa se giró, mostrando a Amanda unos ojos cuyas pupilas e iris eran del mismo color que su pelo. Sin embargo, aunque su mirada parecía vacía, como si de alguna forma no fuese consciente de la situación, soltó igualmente el cuerpo maltrecho de Nattie y comenzó a caminar hacia Amanda. Esta tosió y clavó una rodilla en el suelo, no estaba en condiciones ni siquiera de moverse. Había llegado su hora.

La niña elfa alzó su brazo izquierdo y se ajustó el guante de dicha mano, indicando que estaba dispuesta a ejecutar un golpe que remataría la vida de la capitana. De pronto, un ruido ensordecedor distrajo a ambas; El silbido agudo de una bala recorrió en milésimas de segundos la calle a lo largo, e impactó de lleno en la cabeza de la niña, que cayó desplomada al suelo.

- ¡Capitana! -. Se trataba de Yuggie, quien tras disparar había venido corriendo en auxilio de su amiga -. Maldita sea, esa herida tiene mala pinta... Déjame que...

- ¡No! -. Se negó ella -. Nattie está peor que yo ¡Ve a por ella!

Yuggie no se había dado cuenta de que allí estaba Nattie. En cuanto vio el estado en el que se encontraba tardó un segundo en reaccionar debido al terrible aspecto de las numerosas heridas. Fue corriendo hasta el otro lado de la calle para llegar hasta ella, pero cuando iba por mitad algo llamó su atención.

- No puede ser...

La niña elfa se levantó, con la bala aún clavada en su cabeza. Se la quitó y la herida, que era poco más que una leve perforación únicamente en la capa exterior epidérmica, se cerró de inmediato. Soltando la bala, empezó a andar sin formular una sola palabra ni hacer una sola mueca, seguía con la misma mirada vacía, ahora clavada en Yuggie.

- ¡Yuggie, corre!

Su amigo, quien intentó preparar su arma para disparar de nuevo fue sorprendido por la increíble velocidad de aquella niña, quien apareció en de repente a su lado, agarrando el rifle al mismo tiempo que le golpeaba en el tórax, saliendo volando varias decenas de metros hasta estamparse en una montaña de escombros en mitad de la calle. La niña elfa apretó la mano con la que estaba sujetando el rifle que le había arrebatado a Yuggie y este se rompió en dos como quien rompe una fina rama de un árbol. Acto seguido, esta empezó a caminar hacia él para acabar el trabajo. Amanda intentó incorporarse de nuevo, pero era imposible; En su estado le era imposible hacer nada por intentar salvar a sus amigos...


- ¡Estás siendo controlada... -. Gritó Yuggie, tosiendo sangre -. ...Verdad? -. La niña no pareció inmutarse siquiera por las palabras que iban dirigidas hacia ella, se acercaba caminando lentamente hacia él -. Hijos de puta... Hacer algo así a una niña... -. Pero la tos le impedía hablar más a Yuggie.

De eso se trataba, si no podía moverse debido a las heridas Amanda intentaría hacer lo que fuese posible con las palabras.

- Tienes el Vitalis al igual que yo ¿Cierto? -. Preguntó cuando la niña pasó cerca de ella en dirección a Yuggie -. Ellos te capturaron... por eso -. La niña ya había pasado de largo al lado de Amanda y le estaba dando la espalda sin parar de caminar -. Seguro que realmente debes de ser una buena persona. Una buena persona que no le haría daño a alguien inocente... -. La niña cogió del cuello a Yuggie con su mano izquierda y lo alzó hasta tener su rostro frente a frente. Acto seguido flexionó su brazo derecho y comenzó a concentrar una increíble cantidad de poder en su puño derecho. Amanda, aterrorizada, habló con más fuerza aunque con eso recibiese ella más dolor debido a sus propias heridas -. ¡Piensa en cómo era todo antes de que te hiciesen eso! -. El poder mágico tomó forma visible, era una increíble cantidad de aura blanca en su puño derecho -. ¡Piensa en tu familia, en tus amigos! ¡Ellos no querrían que hicieses algo como esto!

Durante un instante Amanda, quien tan solo la veía de espaldas, juró que vio como el pelo de la elfa se tornó negro durante una milésima de segundo. Pudo comprobar también como en ese instante, la energía blanca que estaba concentrándose en su puño había parpadeado un par de veces. Y de pronto, la niña dejó de concentrar más poder, tan solo se quedó allí, quieta.

Era ahora o nunca.

Se incorporó con todas las fuerzas que podía, apretaba los dientes del dolor pero sin dejar de echar flemas de sangre entre ellos. Amanda fue tambaleándose, acercándose hasta la niña. Debía aprovechar aquellos momentos de duda que había creado en su interior para inmovilizarla. Cuando estuvo lo suficientemente cerca pero sin poder dar un paso más, tan solo le arrojó su estoque con su poder del Eterno impregnado en la hoja, todo para paralizarla... Para impedir que Yuggie y Nattie también muriesen, como lo hizo Natsuki.

Pero la hoja salió despedida hacía atrás ante una fuerza repulsora. Entre la niña elfa y la hoja surgió una corriente de agua ascendente que sirvió como escudo, repeliendo así el ataque de Amanda.

- Lo siento, capitana Amanda -. Una voz le habló desde atrás.

Cuando se giró vio a un Protector con la capa blanca propia de un Almirante. Pero en lugar de el habitual uniforme blanco, aquel joven vestía unas ropas oscuras, anchas y por los dibujos y símbolos, propias de alguien que le gusta la mar y los piratas. Su rostro joven emitía una mirada realmente triste, con sus ojos verdes clavados en ella mientras se apartaba su pelo anaranjado de su rostro.

- Nada me hubiese gustado más que haber dejado que su hoja la paralizase... Pero no puedo permitirlo -. Dijo con un tono que realmente expresaba sinceridad -. Una vez más, lo siento -. Terminó diciendo desenfundado su espada corta.

Aquel era el fin, no había duda. Las fuerzas de Iskandar habían fallado en la defensa norte.

Parece que no sirvo para defender lugares... Fallé a mi familia al perder en la Frontera de Hierro contra los Sokolov y su oscura alianza...

Encima que salvan mi vida y me dan una segunda oportunidad... 

Ni siquiera puedo devolverle el favor defendiendo esta ciudad...

Soy patética.

Lo siento, Natsuki, pero parece ser que tu sacrificio al final no sirvió para nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario