8 abr 2017

Lazos

El gigante por fin llegó a la costa y por tanto, a las afueras de la ciudad. Sin el gólem para enfrentarle ya podía arrasar con todo a su paso. La mandíbula inferior se deslizó hacía abajo para exhalar una densa bruma oscura, la misma que albergaba en su interior, entre los huesos de su caja torácica y cráneo. La bruma se dispersó en el aire y mostró lo que estaba cubriendo: una horda inmensa de distintos tipos de muertos vivientes que se unió a la plaga voladora que ya escoltaban al esqueleto gigante en su llegada a la capital. En concreto, las criaturas óseas voladoras recogían a los muertos vivientes terrestres con sus garras o almacenándolos en sus cavidades torácicas y fueron de inmediato a las inmediaciones de la ciudad para comenzar su carnicería.


Una ciudad en pleno conflicto: las fuerzas de la Emperatriz Delarie y los Protectores del Ojo hacían frente a la Confederación y los Entes del Vacío. El avance de la fuerza opositora al gobierno de condado cuervo estaba siendo aplastante, hasta el momento en el que uno de sus ejes de ataque fue vencido; con la derrota de Asgore Heraldz, Alexia Bertrucci perdió el control sobre aquellas poderosas creaciones que el convocador había llevado a cabo combinando las misteriosas fuentes mágicas de los entes con su propio poder. Así pues, actualmente la batalla se había trasladado hasta la zona central de la ciudad, donde ninguno de los dos bandos cedía terreno ante el otro. De manera que lo que al principio fue una rápida y brutal cadena de sucesos, ahora se había convertido en una batalla de desgaste.

Sin embargo. ambos bandos habían perdido participantes. Por un lado, nada se sabía de la desaparición de Alexia y del general de los entes, Faerdrix; Por el otro, parte de Evolution recargaba con energía el Gólem Kalnnasah y ponía rumbo a toda velocidad hacia el norte para tener el enfrentamiento definitivo contra Rezjorvaiyan, en el templo central después de que los Protectores lograsen controlar los cuatro templos cardinales. Pero Evolution no dejaría la ciudad así como así.

- ¿¡Qué es esto!? ¡Aaaargh...! -. Preguntaba un guardia que acababa de derrotar a dos entes del vacío y un miembro de la confederación aún sin creérselo él mismo.

La pregunta no tendría respuesta por parte de nadie a su alrededor. El guardia fue inmediatamente descuartizado por una tromba de muertos vivientes que le habían literalmente llovido encima, y junto a él también fueron masacrados el resto de sus compañeros que luchaban hasta hace un instante en aquella zona, una plaza al norte del lago, cerca de la costa. Y sin importar el bando o la condición en la que se encontrasen, los muertos masacraron también a fuerzas de la Confederación, Entes del Vacío, Protectores del Ojo y... también, inocentes refugiados en sus casas de la ciudad. Esqueletos, abominaciones y demás seres horribles destruían las puertas y ventanas de los edificios para adentrarse en busca de presas y convertir aquello en un banquete de crueldad y desesperación. A ellos intentaron plantarles cara el resto de Protectores que se reagruparon e intentaron frenarles con su poder mágico, pero estaban en desventaja numérica contra los muertos vivientes y ni mucho menos podían enfrentarse a dos frentes al mismo tiempo. Los pocos que podían frenar a los muertos vivientes por las calles principales centraron sus esfuerzos en salvar a los aldeanos, para que no se convirtiesen en meras presas más.

Una familia compuesta por un padre, una madre y dos niños empezaron a correr por orden de uno de los Protectores, mientras que este hacía de muro de contención junto a tres compañeros más para darles tiempo a que se retirasen al palacio. Por un momento, pudieron frenar a la horda de esqueletos pero fue entonces cuando aparecieron unas extrañas criaturas levitando de un tamaño mucho mayor al de un humano, con largas alas putrefactas y piel descamada, chorreando regueros de suciedad y descomposición de manera que parecía estar rodeada de un área de podredumbre. Estas criaturas demostraron tener también una gran sinergia con poderosos sortilegios con los que pillaron desprevenidos a los Protectores, los cuales, debilitados por energías negativas, cayeron siendo totalmente superados por los muertos vivientes. Los padres y dos niños, que no pararon de correr vieron atemorizados como los muertos llegaban hasta ellos sin nadie que les protegiese en su retirada. Aquellos seres que levitaban extendieron sus extremidades como látigos podridos, apresaron y alzaron a uno de los niños, el cual gritaba con un rostro totalmente fuera de sí. Ambos padres se giraron por instinto pero ninguno podía hacer nada por salvarle. Los cuatro fueron totalmente rodeados y a punto de sumarse al banquete de aquellas horribles criaturas.

Pero Evolution no dejaría la ciudad así como así.

La deforme extremidad que mantenía preso al niño fue arrancado de cuajo y este desapareció en mitad de su caída al suelo. Los muertos vivientes miraron alrededor en busca de aquello que había dañado a uno de sus generales y en medio de aquella confusión fueron destruidos los que más cerca estaban de aquella familia.

- Tomad y salid de aquí, rápido.

Ante ellos había aparecido una criatura que aunque tenía un aspecto humanoide destacable, presentaba detalles con los que quizás no fuese nada acertado llamarla "humana". Asustados, no por ella sino por el shock de la situación, los padres tardaron en reaccionar ante los que le había dicho. Maief sostenía con sus brazos al niño que acababa de salvar con sus propias garras, este fue corriendo con sus padres y volvieron a reanudar la huida hasta el palacio, no sin antes agradecer a su salvadora.

- Gra... Gracias -. Tartamudeó el padre con ojos llorosos.

- ¡Id! -. Maief volteó su rostro, no solo para centrarse de nuevo en su nueva presa sino para nadie viese su reacción a aquel agradecimiento. Era la primera vez que alguien de fuera de Evolution le estaba agradecido por algo y eso se sintió al mismo tiempo bien y extraño -. Sois más que en el castillo -. Volviendo de lleno a la situación que se presentaba ante ella, Maief estaba sola en una de las calles de la ciudad en la que se había infestado por completo de muertos vivientes.

Instantes después de asegurarse mediante su afinado oído de que la familia no volvía a sufrir otro percance igual, los muertos la rodearon incluso le cerraron el paso por detrás. A estos ya no parecía importarles los inocentes de la zona sino que volcaban toda su atención en Maief. Mientras tanto ella, quien ya se había enfrentado a ellos en el pasado, concretamente hacía poco más de una semana, recordaba como sus ataques le afectaban de una forma más notable que al resto de sus compañeros. Sin embargo, no era la primera vez que se encontraba en una situación de total desventaja numérica; Cuando protegía la entrada al Núcleo en Der'go, llegó hasta ella un muerto viviente de gran poder llamado Necrarius que había convertido en sus aliados a incontables criaturas que custodiaban junto a ella la entrada al santuario central. Entre esas criaturas estaba una a la que Maief consideraba lo más parecido a un amigo que podía tener por entonces, una dragón plateada llamada Kalista. Por aquel entonces, pudo hacerles frentes a todos y acabar con Necrarius por sí misma. Y ahora...

- Ahora sois muchos más -. Observó Maief. Aquel número de enemigos dejaba en ridículo a los que llevó Necrarius ante ella en la antecámara del Núcleo: el esqueleto gigante se alzaba al fondo tras los edificios mientras que su frente estaba formado por cientos y cientos de criaturas voladoras que a su vez transportaban a más cientos de esqueletos que dejaban en la ciudad, siendo un total de miles los que empezaron su acometida en la Capital Cuervo -. Pero también es cierto que no soy la misma que por entonces.

Y era cierto. Maief no solamente había encontrado un nuevo significado de lo que era vivir y tener compañeros sino que también había evolucionado en cuanto a combate se refería. Gracias a los consejos de Akshael y Candy a la hora de determinar su comportamiento y al entrenamiento de los dragones tras completar la prueba, Maief se había reencontrado a sí misma. Y aunque todavía no era del todo apta para entender estrategias sutiles en un combate contra enemigos tan metódicos como era el caso de Rezjorvaiyan, contra aquella horda de muertos vivientes el encuentro se trasladaba a un territorio que conocía mejor; un encuentro rápido y directo.

En aquel momento no pude hacerlo... Ahora, no tengo más opción.

Maief se refería a cuando se enfrentó a los muertos vivientes en la fortaleza con la que protegió a los aldeanos de Condado Cuervo. Por una razón que prefirió guardarse para si misma, tuvo que combatir por debajo de sus capacidades y a eso se le sumó que la energía de aquellos enemigos le afectaba en mayor medida que a sus compañeros, sintiéndose al final como una carga. Agradecida, eso sí, con Thaine de Gwynt por haberla salvado la vida, Maief sintió que el papel que había desempeñado guardaba cierta similitud con el combate contra Miracle en la ciudad de Tydoras. Porque daba igual cuantas veces se lo dijera Akshael, Candy o quien fuese, aquellos sucesos jamás se despejarían de sus pensamientos.

Pero ahora allí estaba, al igual que en Tydoras; en una ciudad que estaba siendo atacada, en una ciudad a punto de sucumbir.

Dijo que acabaría con la amenaza y sus compañeros confiaron en ella.

No podía volver a fallar.


Aun estando rodeada de enemigos que estaban a punto de atacar, Maief cerró los ojos y suspiró una gran bocanada de aire. Calmó sus pensamientos, su instinto, sus ansias... Tal y como le enseñaron en el Templo del Dragón; se concentró por completo. Los esqueletos, sin ser capaces de analizar lo que ella estaba a punto de hacer, cargaron y saltaron, fueron hacía su enemigo con todo.

De pronto, los que estaban a punto de alcanzarlas con sus garras, fueron totalmente desintegrados.

- ¡Vamos, rápido! -. Apremió Alanne con urgencia, debían llevar a cabo el plan de inmediato si sus sospechas se cumplían. No sabía casi nada de Alexia Bertrucci, ni siquiera la había visto en persona, pero mucho había aprendido en todo lo que había presenciado como para saber que su desaparición no era algo que pasar por alto.

- ¡No es que seamos lentos, es que eres muy rápida! -. Gritó Jhin, corriendo tras ella e intentando no sucumbir al cansancio. El chaval se preguntó por qué una mujer embarazada era más rápida y ágil que él, pero prefirió guardarse la pregunta para si mismo, por si acaso. Lo poco que conocía de Alanne es que era alguien a quien le convenía más tener de amiga que de enemiga.

- ¡Eh, mirad! ¿¡Qué es eso!?  -. Advirtió la general Emma, quien acompañaba a los dos en su regreso al edificio principal del palacio. Mientras pasaban a toda prisa por uno de los puentes que conectaban la parte central con uno de sus torreones, Emma vio el destello de un rayo de color morado que surgió entre los edificios de la ciudad.

Sorprendidos por aquel suceso, los tres se detuvieron y se acercaron a las grandes ventanas del puente para observar la situación. Lo siguiente que vieron fue como una cantidad inmensa de huesos volaban por los aires hacía el lado por el que llegaba el esqueleto gigante.

- ¡Es Maief! -. Avistó Alanne cuando vio a su compañera en lo alto del campanario de una iglesia, tras acabar con una gran cantidad de muertos vivientes -. Espera ¿¡Qué le pasa!?

Maief estaba de una forma que jamás había visto nadie de Evolution, pues era algo nuevo incluso para ella, a excepción de lo que mostró a los dragones como producto de su estabilización de Vitalis en el templo. Su cuerpo brillaba de la misma tonalidad de la que brillaba la esencia que esta formaba, de un color morado. Todo esto se debía a que por encima de su piel había una capa muy fina de Esencia que recubría todo su cuerpo.

- Es... es... increíble -. Se maravilló Enma por el despliegue de poder de Maief.

- ¿Puede concentrar su Vitalis por todo su cuerpo? -. Preguntó también una enajenada Alanne. Fred Marc, quien le instruyó en el uso del Vitalis, le explicó que la mejor parte del cuerpo para concentrar dicho poder eran las manos. En cambio, concentrarlo en un punto tan extremo como eran los pies era algo contradictorio y mucho más complicado. Sin embargo, ella estaba viendo como Maief emanaba su Vitalis, transformándolo en Esencia, por todo su cuerpo.

- Es... es... -. Sin embargo Jhin no encontró palabras para terminar la frase.

Una parte de él estaba contento por lo poderosa que era Maief a la hora de hacerse cargo ella sola del esqueleto gigante y los muertos vivientes. Pero también se sentía frustrado porque a pesar de todo su progreso estas últimas semanas, seguía siendo alguien minúsculo en comparación con ella. Durante todos aquellos días en la Capital Cuervo, se imaginó el regreso de Evolution de manera muy distinta a como había sido, tratando de sorprenderla...

" - !Ya hemos llegadooo¡ ¡¡Evolution está aquíiii!! -. Gritaba una hipotética Candy en un hipotético regreso de Evolution a una hipotética Capital Cuervo donde el combate ya había terminado.

- Llegáis tarde -. Decía un hipotético Akshael, sin ninguna herida en su cuerpo -. Janna, Jhin y yo nos hemos encargado de todo -. A su lado aparecía una hipotética Janna montada en su ave de guerra Roshnack y Jhin con su armadura y alabarda de Thor, ambos con el pecho hinchado de orgullo.

- ¿¡Quéeee, habéis acabado con todooos!? Jopeeee -. Decían impotentes Candy, Raenia y Alanne al mismo tiempo.

- Joooo, que envidiaaaa -. Agitaba su katana un hipotético Thaine."

Y entonces, el momento final.

" - ¿Acabaste con el enemigo? ¿Sin sufrir un rasguño? -. Le preguntaba una hipotética Maief que se acercó a él, maravillada por el nuevo aspecto que presentaba Jhin con su nueva armadura y arma.

- Ya ves que sí bwajajajajajajajajaajajaja... "

- ¡Debemos seguir, vamos!

De repente, fue devuelto a la realidad. Alanne volvió a reanudar la marcha para volver a la sala del trono del palacio. Jhin apretó el puño derecho con frustración y volvió a correr junto a Emma y ella. Qué estúpido había sido al imaginar algo así ¿Cómo iba a fijarse alguien tan poderosa como ella en alguien como él? Incluso a pesar de su mejoría, estaba a años luz de lo que podía llegar a hacer. Jamás podría hacer que Maief se fijase en él como le aconsejó Akshael cuando estaban en la lancha voladora de camino hacía el Templo del Dragón. Encima de todo, desde que llegó el resto de Evolution se había vuelto incapaz de formular una sola palabra, el estómago se le había hecho un nudo y dada la situación en la que estaban, apenas pudo sino seguir lo que le decían.

Ojalá fuese tan fácil... -. Pensó con rabia al recordar la relación de su maestro con Alanne, de Raenia con Raeric, o lo fácilmente que Alleria expresó lo que le gustaba Thaine (obviando que fue por la corona, claro).

Lamentablemente para él, poco podía hacer en ese momento, debía centrarse en lo que ocurría a su alrededor. Después tendría tiempo para lamentarse o para intentar sorprender a Maief de alguna otra forma.


Mientras tanto, la propia Maief había detenido el avance de los muertos vivientes sobre la ciudad. Efectuó un salto de mucha altitud para encararse con la plaga voladora y para frenarla agitó el brazo como si arañase el aire. En lugar de surgir el desgarrón violeta en el lugar por el que había pasado sus uñas como pasaba normalmente, surgió decenas de metros más allá, entre toda la congregación de criaturas voladoras. La franja morada surgió desde el mismo sitio por el que Maief empezó el movimiento de su brazo y continuó hasta el final del recorrido, en un ángulo gigante con el que arrasó a cientos de criaturas al mismo tiempo. Luego cayó sobre el techo de otro edificio y volvió a saltar inmediatamente, esquivando en el último momento la acometida de unas extrañas criaturas esqueléticas gigantes que cerraron sus fauces donde hace un segundo había aterrizado Maief. Esta agitó su cola para golpearlas con tanta fuerza que las aplastó, y los restos de sus huesos se desperdigaron por toda la calle de alrededor. Siguió repitiendo el mismo patrón de movimiento, saltando de edificio en edificio, acabando a su enemigo a cientos cada vez que se detenía para avanzar hasta su verdadero objetivo.

- Por fin -. Terminó diciendo cuando aterrizó en la muralla norte, frente al esqueleto gigante que ya había salido del mar y se plantaba atemorizante a menos de un kilómetro de ella. Maief pudo observar también como el resto de las tropas de muertos vivientes retrocedían hasta fuera de la ciudad de nuevo -. Retiras a tus tropas... ¿Vas a centrar todos tus esfuerzos en mi de una vez?

El esqueleto respondió con un sonoro grito que hizo temblar el mismo suelo, justo antes de que comenzara a avanzar provocando que a cada paso generase una gran onda de choque. Maief advirtió como la capa de Vitalis que la rodeaba empezaba a debilitarse gradualmente, pero debía mantenerlo tan solo un momento más para acabar con aquella amenaza. Intentó concentrarse de nuevo unos segundos, justo antes de flexionar sus piernas y saltar con todas sus fuerzas hasta el centro de su caja torácica. Se aferró al esternón con una de sus garras y con la que le quedaba libre, la atravesó generando de nuevo un desgarrón gigante, esta vez en línea recta frente a ella. El desgarrón destrozó al esqueleto como si se le hubiese clavado una lanza gigante, Maief pudo observar satisfecha el boquete que había generado entre el hueso y la bruma oscura que había en su interior. Repitió el proceso unas cuantas veces más en distintas partes mientras que la criatura trataba de golpearla con sus gigantescas manos, pero era tan lento que no suponía problema para ella esquivar aquellos movimientos. Poco a poco, fue provocando severos daños en la criatura, incluso pudo arrancarle después de tanto esfuerzo una de sus extremidades, que cayó al terreno que separaba a la ciudad por el norte con la costa, provocando un indescriptible estruendo y levantando una gran capa de polvo.

- ¡Solo queda... terminar!

Maief, cogiendo impulso desde los propios huesos del esqueleto, saltó de nuevo, esta vez hacía arriba para colocarse por encima de su calavera. Las cuencas de sus ojos, cada una tan grande como un pequeño monte, se fijaron en ella. Maief concentró gran parte de su energía en un último desgarrón violeta, pretendía con ello atravesarlo en vertical, empezando por su cráneo. Pero el esqueleto la sorprendió con un grito de mucha potencia que la desestabilizó. Debido a la gran capacidad auditiva de Maief, quedó aturdida ante el grito del esqueleto y comenzó a caer después de perder el impulso de su salto. El esqueleto aprovechó aquel momento para golpearla con su brazo y esta vez si acertó. El golpetazo fue tan poderoso que Maief no vio siquiera adonde había sido enviada. Lo siguiente que notó fue el agua y luego, chocar contra el suelo de las profundidades marinas, convirtiéndolo en un enorme cráter a pesar de que el mar había frenado en parte la fuerza de su impacto.

Después de sus puñetazos... Esto ha sido solo una caricia.

Preparándose para un segundo grito de tal magnitud y cogiendo impulso de nuevo, Maief salió disparada del océano para reanudar el combate. Se acercó al esqueleto y volvió a repetir la misma maniobra. En cuanto la criatura se fijó en que volvía a estar allí, encima suya, volvió a repetir la misma estrategia, volvió a gritar con una potencia aún mayor.

Esta vez Maief no quedó aturdida.

- No te escucho, imbécil -. Sus garras estaban manchadas de sangre al igual que su pelo, que esta vez no estaba acompañado de sus orejas felinas. Se las había arrancado de cuajo para quedarse completamente sorda. Y así, esta vez...

Del esqueleto se escuchó un sonoro crujido que se repetía y repetía por todos los tramos de su cabeza y torso a medida que el poderoso ataque de Maief, reforzado esta vez al haberlo hecho con sus dos garras al mismo tiempo, destrozaba a la criatura desde su cráneo hasta toda su columna vertebral. El esqueleto siguió igualmente gritando en un intento de volver a repetir su ataque, hasta que debido al daño que sufrió, dejó de emitir ruido alguno. Tan solo cayó desmoronándose hacía atrás, sobre la costa y el mar. Maief cayó al suelo, jadeando por haber llevado casi al límite su poder, aunque aún se encontraba bien. Tan solo observó como caía hasta el último hueso de la criatura, provocando cada uno grandes cambios en la morfología geológica del lugar, pero eso daba completamente igual. El esqueleto había sido derrotado. Los demás muertos vivientes se desintegraban tras la caída de su señor, todas ellas habían desaparecido.

Había pasado tiempo desde la última vez, pero Maief volvió a sonreír de plena satisfacción. Había vencido.

Tan solo se quedó un minuto más allí para disfrutar su victoria y sobre todo, regenerar sus orejas.




- Y bien ¿Adónde ha ido la Emperatriz?

Por fin la vieron en persona. Algunos como Jhin habían visto a Alexia Bertrucci anteriormente pero tan solo un holograma de ella, o como mucho, de lejos antes de que comenzase el asedio a la ciudad. Alanne finalmente conoció el motivo por el que su marido había sufrido en las últimas semanas, ella ni siquiera sabía como lucía en apariencia la líder de la Confederación. En aquel momento allí estaba, frente a ellos.

Habían llegado a sala del trono y seguido los pasos que les dio Candy para ganar tiempo, intentando crear una ilusión de la Emperatriz Delarie que confundiese lo suficiente a Alexia como para sacar de allí a la verdadera. Sin embargo, en cuanto llegaron a la sala del trono e hicieron los preparativos apareció Alexia frente a ellos, de la nada. No lo hizo sola, estaba acompañaba por dos entes del vacío. Uno lo conocía Jhin perfectamente, fue el general que traicionó a los suyos para unirse a la Confederación, Faerdrix. Alanne no llegó a verle debido a que no participó en la invasión al Vacío por estar inconsciente y Emma era la primera vez que veía a un ente de tal poder. Pero el otro era totalmente desconocido para Evolution, Al contrario que Faerdrix, este no presentaba vestigios en su rostro de que en algún momento fuese humano, sino que su cara era una mancha negra en la que brillaban dos ojos blanquecinos y su cuerpo parecía estar mucho más perfeccionado que el de Faerdrix, el cual presentaba irregulares o asimétricas.

Alexia había había aparecido de la misma forma que desapareció, de la nada. Ni siquiera los guardias que mantenían la vigilancia dentro y fuera de la sala, pudieron ver lo que había pasado o en que lugar exacto había aparecido. Todos ellos rodearon con sus espadas y lanzas a Alexia y los dos entes que la acompañaban. Emma se preparó también para el combate tras desenfundar su espada, Alanne creó su energía dorada en forma de espada y Jhin sostuvo aún con mayor firmeza su alabarda.

- ¿Es que no entendéis mi idioma? -. Preguntó Alexia con una sarcástica dulzura-. He preguntado por el paradero de la Emperatriz.

- ¡Eso no te importa, hija de puta! -. Vociferó Jhin dejándose llevar en parte por la ira.

- Ah, tú... -. Reconoció Faerdrix.

- Sí, el hermano de la chica de la que me hablaste. Qué desperdicio... -. Soltó con tono meloso Alexia -. En fin, no esperaba que una Emperatriz tan dedicada a su pueblo y tan comprometida por la causa que afligía a este se fuese así como así... Claro, con la maldición se mantuvo firme y decidida pero en cuanto vio que la muerte se presentaba ante ella, huyó con el pequeño cachorrito y los demás ¿Verdad?

- ¿Pequeño cachorrito? -. Preguntó Alanne no sin torcer su rostro decidido y lleno de furia.

- Lo dice por Akshael -. Soltó Jhin como aclaración, rabiando aún más por todo lo que había significado Alexia para su maestro, para Janna, para él, para su hermana... Para todos.

- Eh... Tú... Voy a... Destrozarte... -. Fue pronunciando Alanne, palabra a palabra, intentando no perder el control.

- Oh, no hay nada más peligroso que meterse con un hombre enfrente de su mujer embarazada... -. Se burló una vez más Alexia -. En fin, si no está aquí... ¿La has rastreado ya, Alyph?

- Sí, señora... -. Respondió el ente que no conocían.

- ¡Bien, bien! -. Celebró Alexia dando un sonoro aplauso de satisfacción -. Hora de irse, entonces.

- ¡No lo permitiremos! -. Fue a decir Jhin preparándose con su alabarda, pero en un instante, ese tal Alyph se situó justo al lado de Alexia y en torno a los dos comenzó a surgir una niebla que se acumulaba en forma de esfera.

- Lo siento, querido... Faerdrix, encárgate de esta escoria, por fav... -. Fue a ordenar Alexia justo antes de desaparecer pero algo la obligó a callar de inmediato.

- No creas que voy a dejar que te vayas, so puta -. Alanne, para sorpresa de todos, había aparecido frente a Alexia con un destello dorado y estaba agarrando el cuello de su vestido al mismo tiempo que se preparaba para atravesarla con su haz dorado.

- ¡ALYPH! -. Gritó ella aterrada, pero ya era demasiado tarde. Alyph había conjurado la teletransportación y ya no podía detenerla para defender a su señora. Faerdrix intentaba socorrerla pero estaba demasiado lejos como para llegar antes de que se Alanne efectuase el ataque.

- ¡Alanne! -. Jhin se sorprendió por lo que había hecho la reina de Aldmet. Pero la advirtió porque la niebla estaba también rodeándola a ella.

- ¡He dicho que no! -. Alanne emanó su poder del Eterno de creación para conjurar cadenas que frenasen la teletransportación.

- ¡ALYPH! ¡ALYPH! -. Volvió a gritar Alexia.

Faerdrix estaba a punto de llegar para socorrer a su señora. Emma y Jhin hicieron lo mismo pero para apoyar a Alanne en el intento de impedir que Alexia huyera y fuera tras Delarie. Pero la teletranspotación tuvo éxito, Alexia y Alyph desaparecieron. Sin embargo, Alanne, en vez de soltar a Alexia al ver que esta desaparecía, se aferró más a ella y también desapareció. Durante unos segundos, tanto Faerdrix como Emma y Jhin se quedaron atónitos ante lo que acababa de pasar, pero so fue solo antes de que el ente del vacío clavase su puño en el suelo y crease una onda negra que se expandió por el suelo, subió por las paredes y siguió hasta desaparecer de forma inversa en el techo. En ese momento, tanto Emma, Jhin y los guardias se prepararon para lo que estaba por venir.


- Confío en ti, Alyph, para proteger a Alexia -. Faerdrix se volvió a incorporar y tan solo con sus manos, se preparó para el combate -. Obedeceré su orden, señora.

- ¿¡No se supone que sois aliados!? ¿¡Qué haces obedeciendo ordenes suyas!? -. Soltó Jhin en un intento de desestabilizar a Faerdrix.

- Silencio -. Dijo este, impasible -. Cuando me haya ocupado de vosotros, me aseguraré de que ocupes el puesto de tu hermana.

- Guardias -. Ordenó Emma y los soldados dieron un paso adelante -. No, retroceded, salid de la habitación. Si os quedáis tan solo acabaréis muertos.

- Señora... -. Soltó algún que otro guardia, sin embargo obedecieron y fueron hacía las puertas.

- Me temo que no -. Dijo Faerdrix medio segundo antes de que los guardias acabasen atrapados todos. En cuanto fueron a los límites de aquella habitación, decenas de tentáculos se enrollaron en torno a cada uno, atrapándolos como si fuesen crisálidas negras que, al mismo tiempo, también rezumaban aquella extraña niebla característica de los entes -. Debiste dar esa orden antes de que clavase mi puño en el suelo, general de la emperatriz. Ahora ya nadie puede entrar o salir de aquí -. Faerdrix comenzó a andar hacía ellos dos, para encararles -. Ahora tan solo quedáis vosotros dos.

Jhin tragó saliva, sentía la presión golpear su sien a cada pulsación de su acelerado corazón. Nunca antes había estado en una situación como aquella. Era cierto que había estado en muchos escenarios así últimamente pero todos ellos los había afrontado junto a su maestro o demás compañeros de Evolution. Ahora, Alanne se había ido y aunque conocía bien a Emma, no le transmitía la misma seguridad que cualquiera de sus compañeros. De pronto sintió como la alabarda le pesaba más, incluso su punta bajó debido a ello.

- Jhin.... Quédate junto a mi -. Dijo Emma y de alguna forma, aquellas palabras tranquilizaron a Jhin, le devolvió la confianza que tenía -. En el mausoleo real no pude hacer nada, pero esta vez mi rival es de carne y hueso. Demostraré por qué soy la general de Condado Cuervo.

Sin previo aviso, Emma cargó contra Faerdrix. A este le dio tiempo a conjurar dos espadas largas que sostuvo para bloquear el primer ataque de la general, pero esta continuó la ofensiva con movimientos tan rápidos que apenas podía distinguirse si aquella espada se había dividido en varias. Durante un momento, Jhin se quedó atónito al ver que estaba haciendo frente a un ente del vacío de tal poder únicamente con su espada, pues realmente los movimientos marciales de Emma eran increíbles. Pero justo cuando esta saltó para intentar ganar la espalda de Faerdrix y este se giró para bloquear de nuevo sus ataques, Jhin vio su oportunidad. Su enemigo le estaba dando la espalda, aquel era el momento. Durante un momento pensó en usar de primeras el poder que había imbuido Thor en su alabarda pero el joven poco a poco iba ganando experiencia en los combates y llegó a pensar que sería una imprudencia usarlo tan a la ligera pues si Faerdrix lo esquivaba, le daría de lleno a Emma. Así que cargó simplemente con un ataque horizontal, de manera que así mantendría a la general a salvo en caso de que fallase. Faerdrix no se había olvidado de Jhin y este, mucho más experimentado en combate que él, tuvo la presteza suficiente para propinarle una patada en todo su pecho, que le mandó a volar, al mismo tiempo que bloqueaba de nuevo los ataques de Emma.

- Esto no es un juego de niños, mocoso -. Soltó Faerdrix dándole la espalda a un derribado Jhin, quien se levantó de nuevo, cogiendo su arma de nuevo.

Pero el ente tampoco tenía demasiado tiempo para entretenerse burlándose de Jhin. Emma era tan buena combatiente que impedía que este pudiese usar ningún poder, tan solo podía blandir aquellas espadas con las que bloqueaba, hasta el momento, todas las acometidas de la general. No obstante, el manejo de su espada era tan bueno que estaba haciéndole retroceder por toda la habitación. Jhin no se iba a quedar de nuevo inmóvil, viendo la escena. Se preparó para un segundo ataque, esta vez acercándose cuando más centrado estaba su enemigo en los ataques de Emma. Pero en el último momento volvió a ser golpeado, de nuevo por una patada.

- Aparta, insecto inútil.

- ¡Aparta tú, amorfo asqueroso! -. Se escuchó decir a Jhin, pegado a Faerdrix.

- ¿¡Qué!?

Lo que Faerdrix había golpeado no era el verdadero Jhin. El verdadero Jhin estaba en su espalda y clavó su alabarda en el cuerpo del ente, provocando que este soltase un grito de dolor.

- ¡Ahora! -. Exclamó Jhin.

Emma atravesó todo el torso del ente con su espada, rajando de lleno la piel blanca del ente. Este cayó de rodillas entre ambos ataques, humillado y debilitado por aquella simple estrategia. Realmente hubiese sido su fin pero él era un jinete, y un jinete nunca lucha solo.

- Os olvidáis de algo...

El caballo con el que Faerdrix luchó en el vacío apareció por una de las paredes como si esta estuviese hecha de agua. La criatura cargó contra Emma, embistiéndola y derribándola con fuerza. Su cuerpo giró varias veces por el suelo antes de detenerse. Jhin se quedó atónito y por ello no pudo evitar sufrir un golpe, esta vez del propio Faerdrix. El joven se golpeó con la cabeza contra la pared y quedó mareado, sin poder levantarse aunque aún seguía viendo lo que ocurría a su alrededor. Emma sí que lograba ponerse de pie pero con dificultad, Faerdrix se fue acercando a ella mientras regeneraba sus heridas y la agarró del cuello, alzándola.

- Que una criatura sin ningún poder latente sea capaz de ponerme en un aprieto solo con su espada. Elogiable y lamentable al mismo tiempo.

Faerdrix la lanzó al fondo de la sala, cerca de donde estaba el trono de la Emperatriz. Emma cayó de nuevo, más débil que antes pero no sin ello volver a levantarse. Todavía podía seguir luchando, tan solo estaba grogui por el impacto inesperado, pero no había tiempo para recuperarse. Desde donde estaba, Alyph alzó su mano y de esta surgió un poder mágico que se concentró en forma de esfera que iba agrandándose cada segundo.

 - Se acabó, general de Condado Cuervo.

Jhin intentó levantarse, pero no podía hacerlo a tiempo.

No... ¡NO!
Debo levantarme... Tan solo unos segundos más....

Pero la bola desapareció, Faerdrix dejó de concentrarse en aquella esfera de energía. Un ruido llamó su atención así como también llamó la de Emma y Jhin. El joven cambió su rostro por completo, sonrió, sin importar que de nuevo estuviese en una posición tan lamentable frente a ella. Estaba salvado.

- Detente -. Dijo Maief con mirada amenazante tras aparecer por el lado contrario del trono de la Emperatriz.

- Oh, el sujeto extraño -. Se giró Faerdrix. Sus heridas habían sanado por completo y su caballo había vuelto a desaparecer -. Parece que te has perdido cierta conversación.

Maief no respondió, pero tampoco es que tuviese tiempo para hacerlo. De las paredes de la habitación surgieron los mismos tentáculos que mantenían apresados a los soldados y que se enrollaron esta vez en ella, atrapándola por completo sin que su fuerza o agilidad sirviese de nada.

- Dije que nadie podría entrar o salir de esta habitación, lastima que te lo perdieses. No gastes tus fuerzas, este es el único sello que se dominar, una vez atrapado el sujeto es incapaz de usar sus poderes.


El rostro de felicidad de Jhin desapareció tal y como se formó, en un instante. Con Maief atrapada, Emma herida y él sin ser demasiado diestro en combate directo, no sabía qué podía ser lo que les salvase de aquella situación. Maief se retorcía entre aquellas hebras negras que la mantenían atrapada e intentaba concentrar el Vitalis a pesar de la advertencia de Faerdrix, todo en vano.

- Sin embargo, alguien como tú puede ser un valioso tesoro para nuestras fuerzas -. Faerdrix empezó a caminar hacía Maief lentamente, llevando su mano a su barbilla, sopesando las múltiples formas que podría adoptar ella con el poder que este le infundase en su cuerpo -. Serás una maravillosa arma de Alexia contra tus propios aliados...

- ¡No te dejaré! -. Emma, una vez se recuperó de los anteriores impactos, volvió a cargar contra Faerdrix. Esta vez el ente ni se inmutó; el caballo volvió a surgir de una de las paredes para embestir a la general. Esta pudo esquivarlo casi por completo pero aún con el impacto inicial, se desequilibró lo suficiente como para que el animal la derribase e intentase devorarla con sus fauces. Emma puso la espada como tope en su boca pero los dientes quedaban muy cerca de su cara, había quedado atrapada bajo el animal del vacío.

- ¿Por dónde íbamos? Ah, sí, por tu transformación. Me pregunto qué aspecto tendrás cuando...

- Déjate de tonterías, imbécil... -. Le interrumpió un magullado Jhin, quien se había puesto frente a Maief, entre ella y Faerdrix.

- ¡Jhin! -. Exclamó Maief, asustada por el aspecto que presentaba el joven, pues apenas podía mantenerse totalmente erguido.

- Interesante, pensé que me había librado de ti. Lo inteligente habría sido haberte hecho el muerto hasta que me hubiese ido -. Faerdrix volvió a alzar la mano como hizo antes con Emma. La energía comenzó a concentrarse en su mano en forma de esfera negra -. Mejor reducirte a polvo ¿No crees? Al fin y al cabo ella no morirá por un ataque así.

- ¿Siempre hablas tanto en un combate? -. Se burló Jhin, intentando provocar a Faerdrix. Quizás no era la mejor de las ideas teniendo en cuenta que este estaba a punto de desatar un poderoso ataque mágico, pero el estar allí frente a Maief le llenaba de orgullo. Aquel era su momento, ahora o nunca.

- Este es tu fin, mocoso -. La esfera continuó agrandándose en su mano, ya casi con el tamaño de un balón. Su energía estaba tan concentrada que hasta chisporroteaba a su alrededor y agrietaba las losas del suelo próximas a ella.

Sin embargo, Jhin agarró su alabarda a dos manos y se puso en guardia. No iba a quitarse de en medio, protegería a Maief de aquel ataque... del intento de Faerdrix de convertirla... de lo que fuese.

- ¡Apártate! -. Imploró Maief con aprensión -. ¡Si no lo haces, morirás!

Pero Jhin no se apartó, recibió el haz oscuro que lanzó Faerdrix de lleno y todo se volvió blanco a su alrededor. No sintió la explosión que sucedió tras el impacto de aquel ataque mágico, ni siquiera vio el humo que se había formado a su alrededor; el dolor suprimió temporalmente todos sus sentidos.

- Patético... -. Faerdrix caminaba hacía delante para llegar hasta Maief -. Quizás me he excedido demasiado, al fin y al cabo me acabo de acordar que hubiese sido mejor que ocupases el puesto de tu hermana tal y como dije...

Pero la expresión de Faerdrix cambió e incluso para ser un ente del vacío, su cara pareció más humana que nunca cuando mostró aquel rostro de sorpresa absoluta.

Jhin seguía allí. Su armadura estaba casi destrozada; su piel en muchas partes, calcinada. Y sin embargo, seguía allí, Lo más increíble de todo es que seguía de pie, entre Maief y Faerdrix. Se había ayudado clavando su alabarda en el suelo y apoyándose en ella; también se había ayudado momentáneamente clavando una rodilla en el suelo antes de volver a incorporarse; pero al final del todo, allí seguía, manteniéndose en pie.

- ¿Por... qué... -. Soltó con una aguda voz de angustia Maief, al borde de las lágrimas. No quería perder a otro compañero como cuando perdió a Miracle. Y en ambas ocasiones, fue por su culpa. Si tuviese más conocimiento de magia en general podría haber evitado que la atrapasen.

- ¿Has... preguntado.... por... qué? -. Jhin echó su mirada hacía atrás y la mueca de dolor se hizo más palpable en Maief después de ver el aspecto del joven tras el ataque. Sin embargo, este sonreía como si ninguna de esas heridas le afectase -. Es... lógico... ¿No? Proteger a... quien... amas.


Los ojos de Maief se ensancharon en gran medida ¿Qué era lo que Jhin acababa de decir? Lo había escuchado perfectamente pero era incapaz de asimilarlo, pues era un sentimiento que nunca jamás había experimentado. Sus miradas siguieron cruzándose en lo que pareció ser un momento eterno, aquella sonrisa de felicidad de Jhin quedó marcado en Maief como una fotografía en su mente.

- ¿"Proteger a quien amas"? -. La voz de Faerdrix irrumpió en aquel momento, volviendo a la realidad de la situación. Jhin volvió a mirar hacía delante, hacía su enemigo -. ¿Y cómo vas a hacerlo?

En el estado en el que se encontraba el brazo izquierdo de Jhin, no podía sostener su alabarda. Tan solo con su mano derecha libre, desenfundó su daga y la empuñó a duras penas contra Faerdrix.

- Penoso -. De un manotazo, mandó a Jhin a volar hasta el otro lado de la habitación, su cuerpo moribundo se estrelló con fuerza contra la pared y luego rodó un poco hasta quedar casi inmóvil y eso provocó un nuevo grito en Maief. Jhin volvió a moverse, se dio media vuelta para mostrar que aún seguía consciente y se arrastró hasta sentarse contra la pared, aún con su daga en su mano -. Muy bien, destrozaré vuestra patética relación aquí y ahora...

Faerdrix caminó por todo el salón real lentamente, deleitándose con la frustración de una atrapada Maief, con un débil Jhin que no podía hacer nada. Este apretó a duras penas la daga que seguía sosteniendo.

Maief seguía gritando y al ver al general de los Entes del Vacío acercarse a un indefenso Jhin, intentó luchar contra las ataduras una vez más pero era en vano.

Faerdrix seguía acerándose inexorablemente a Jhin.

El joven sonrió una vez más, posiblemente aceptando lo que estaba a punto de ocurrir.

- ¿Crees que todavía puedes hacer algo con esa daga inútil contra mi poder? -. Faerdrix seguía disfrutando de la escena, cerró sus ojos de la satisfacción al mismo tiempo que hizo aparecer de la nada su lanza de caballería enorme y apuntó con su punta a la cara de Jhin -. ¿O es que sonríes porque aceptas tu muerte?

- Je... Sonrío porque... Eres tonto -. Jhin alzó aún más la daga, tanto que ya no la estaba empuñando sino mostrando -. Esto no es... Una daga...

La daga que sostenía en sus manos se desintegró en un mar de partículas azules.

- ¿¿¡Qué!?? -. Faerdrix se giró para asimilar lo que había pasado mientras estuvo cegado por su aparente victoria.

La auténtica daga de Jhin estaba clavada en la pared contraria y brillaba con una capa mágica azul que ya se estaba disipando. Pero aquel instante que perdió el general de los Entes del Vacío en volcar su atención en la daga le impidió ver lo que acababa de pasar. Un aura enorme fue liberada en aquel momento, un aura de tanta fuerza que reventó los cristales y destrozó el techo de la sala del trono del palacio. Todas las toneladas de piedra que tenían encima suya habían salido volando con tanta fuerza que desde luego no cayeron en la ciudad sino mucho más allá, en el mar. El aura se había logrado condensar tanto que parecía casi una marea de llamas violetas que habían aparecido en la mayor parte de la habitación.

- ¿¡Qué es esta aura!? ¡Jamás había visto...

La garra de de Maief surgió entre esa aura, apresando el cuello de Faerdrix. Su propio brazo seguía ardiendo con tanta intensidad que parecía que iba a ser consumido por este, sin embargo no sufría daño alguno. Maief estaba totalmente fuera de sí, a pesar del entrenamiento en el templo del dragón, a pesar de todo... nadie podía haberla prevenido de sentir lo que acababa de sentir. Su rostro, desencajado, mostraba sus dientes en una mueca de ira absoluta y sus ojos completamente de blanco brillante.

- Muere de una vez... -. Fue lo único que dijo.

Con su mano libre, concentró su Vitalis como muchas veces había hecho ya para formar una bola enorme de energía, que concentró una y otra vez hasta formar una pequeña esfera en su mano. El caballo de Faerdrix fue a socorrer a su amo pero su cabeza se separó de su cuerpo de un instante ante el latigazo de la cola de Maief. En ese momento fue cuando el rostro de Faerdrix se sumió en la profunda desesperación, aterrado por no saber qué hacer. Maief desgarró la boca del ente del vacío con la mano con la que sostenía su esfera concentrada y, empujando con ella, clavó la esfera en el interior de su garganta. Luego lo soltó y le propinó una patada tan fuerte que su cuerpo salió disparado de allí varios cientos de metros por encima de donde estaban, hasta que que finamente explotó, destrozando desde dentro el cuerpo del ente del vacío.

Maief se quedó mirando la bola de luz brillante que había originado la explosión, jadeando y volviendo a recuperar poco a poco la conciencia de lo que le rodeaba. Se había excedido y eso lo notó cuando se tambaleó levemente, hasta que escuchó la voz de Emma.

- Eso ha sido... increíble -. Soltó esta boquiabierta.

En ese momento, Maief se giró hacia donde estaba Jhin. Este estaba tumbado en la misma posición que antes, pero esta vez con los ojos cerrados y totalmente inmóvil.

- ¡JHIN! -. Gritó ella acercándose de inmediato. Agachándose, intentó incorporarle nuevamente mientas no apraba de llamarle -. ¡Jhin, Jhin JHIIIIIIIIN! -. Pero el joven seguía sin dar respuesta.

Unas lágrimas resbalaron por el rostro de Maief, que quedó totalmente destrozada mirando al suelo. Todavía tenía muchas preguntas después de lo que acababa de pasar, muchas cosas que tenía que aprender después de aquel día, tanto a la hora de combatir como a la hora de ser más humana. No sabía por qué pero el que Jhin no despertase le dolía más que todo lo que había sufrido anteriormente en toda su vida. Su cuerpo temblaba de desesperación, le entró frío ¿Qué iba a hacer? ¿Qué podía hacer?

Y de pronto, se acordó. Pero al hacerlo también recordó lo que le dijo Candy al respecto.

"No se cuándo pero si sigues haciendo esto podrías llegar a morir, no lo vuelvas a hacer nunca más."

No... Prefería correr aquel riesgo y salvar a Jhin antes que soportar su muerte durante el resto de su vida. Miró su propia mano y empezó a concentrar el Vitalis como hizo cuando tuvo que revivir a Miracle. Sintió de nuevo lo mismo, que aquellas dos escenas, Miracle entonces y Jhin ahora, ambas... habían sido por su culpa. Siempre por su culpa.

Mientras seguía concentrando su poder, su cuerpo recibió una descarga de dolor. Hacer algo así cuando estaba exhausta por las luchas que había llevado a cabo era demasiado para ella. Sin embargo, continuó sin vacilar en ningún momento, no iba a parar ahora. Entonces lo vio, vio como las venas de su mano y luego, de su brazo, se marcaban de la misma tonalidad morada al mismo tiempo que dejaba de sentir dichas partes. Estaba concienciada de que iba a perder para siempre la movilidad en su brazo derecho, pero le daba igual. No obstante, aún no era suficiente poder para revivirle, y si seguía concentrandose para acumular más, tal vez aquella sensación se siguiese extendiendo... hasta su corazón.

- ¡Voy a traerte de vuelta! -. Exclamó con determinación.

- Se... acabó... todo? -. Maief enmudeció, anuló su poder por completo y volvió a recuperar la movilidad su brazo. Aquellas palabras habían surgido de Jhin, aún con los ojos cerrados pero levemente consciente.

- ¡Estaba vivo! -. Dijo Emma que observaba todo desde atrás -. ¿¡No le tomaste el pulso!?

Maief no le importó el no saber cómo se tomaba el pulso a alguien, no le importó que hace un segundo estuviese aceptando su propia muerte, no le importó nada más. Ahora lloraba pero de felicidad mientras abrazaba a Jhin con fuerza.

- Aaaaargh... -. Maief apretaba tan fuerte a Jhin que, en su estado, estaba haciéndole bastante daño sin que esta se diese cuenta.

- ¡Para, paraaaa! -. Dijo Emma - ¡Que le vas a matar!

Y aunque paró, Maief se quedó allí, arrodillada. Viendo como trataban las heridas de Jhin; como se lo llevaban hacía abajo, a la enfermería; como llegaban soldados diciendo que se habían retirado las tropas enemigas... todo lo vio arrodillada, sin dejar de llorar. Se sentía más humana que nunca, aunque no sabía lo que era ser humana.

De alguna forma, se había quitado un peso de encima, a partir de ahora sería mucho más fácil afrontar los retos del futuro.

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