15 abr 2018

Una repercusión inevitable



El sol empezaba a esconderse entre los montes meridionales de la región de Abel, frente al Bosque Espejo, en el que se hallaban el círculo de aldeas de Gálgados. Por un sendero que atravesaba el corazón del bosque marchaba ahora una patrulla con desasosiego, aunque no por ello con menor esmero. Tras todo un día esperando cerca de las riadas que salpicaban el bosque, protegiendo el recurso más valioso de este, la Ermida (un mineral que cuyo extracto procesado tenía aplicaciones alquímicas muy potentes), avanzaron hacia el frente tras comprobar que los exploradores no avistaron enemigo alguno en las inmediaciones.


Uno de los guardias se acercó al Gran general de la tropa. Aunque el soldado vestía la misma ropa que sus compañeros, denotando en él un rango raso, lo cierto era que cada uno de ellos presentaban diferenciadas bastante marcadas entre sí: algunos dominaban los elementos, como el fuego, y estaba rodeado de este como si fuese una capa más de indumentaria; otros presentaban mutaciones en su cuerpo, hasta tal punto que incluso las capas de tejido vivo se solapaban con la armadura y la engullían para seguir "creciendo"; unos pocos restantes eran tan altos como gigantes y con sus pisadas hacían temblar los árboles del Bosque Espejo.

- ¿Señor?

- Sí, ya se qué es lo que vas a decir -. Respondió el Gran general, un hombre mayor que a pesar de su avanzada edad y numerosas cicatrices, era el que mayor masa muscular tenía para su estatura -. El informe de Los Ruiseñores fue falso, quizás hay que investigarlos por si acaso han estado en contacto con el Sol Negro.

- No lo creo, señor... Si eso fuese cierto, nos hubiesen tenido una trampa perfecta en la riada. Los Ruiseñores conocen los territorios de Abel mejores que nadie, si quisieran echarnos de sus tierras ya estaríamos fuera.

- Conjeturas, soldado Gero... Lo tuyo, lo mío... En este juego de guerra infinita, todo está tan increíblemente enredado... Ojalá llegue a su fin pronto.

- ¡Espero que eso no sea así! -. Respondió uno de los gigantes de más atrás, que escuchaba la conversación -. No recuerdo cuantas veces he muerto, cierto, pero tampoco recuerdo a cuántos he matado ya... Esta guerra sin fin tiene lo mejor de la batalla... ¡Y encima no necesitas lamentarte por las pérdidas!

- Soldado Rhon... -. Se dirigió el Gran general al gigante -. ¿Ha conocido a algún compañero de batalla?

- ¿Eh? Mmmm... No, no he hecho demasiados amigos, mis mejores compañeros son mis propias armas.


- Lo suponía... Y supongo también que llevarás pocos años en este juego ¿verdad? -. El gigante asintió ante aquella pregunta, cuando el Gran general dirigió su mirada hacia él -. Este juego de unos pocos señores se acaba convirtiendo en una tortura para aquellos seres que somos capaces de empatizar con los demás, Rhon... He conocido a decenas... no, cientos de compañeros y compañeras con los que he acabado entablando una buena amistad... hasta que llega el día de la batalla en la que nos toca caer y, a pesar de pertenecer a la misma facción, no volvemos a estar unidos en el mismo escuadrón nunca más. Por eso mismo, a pesar de que muchos crean que esto no tiene fin, quiero obligarme a pensar en la idea que tienen nuestros líderes de que algún día obtendrán la ventaja suprema y pondrán fin a todo; por eso mismo me tomo en serio cada batalla. No disfruto de ella sino que es un deber, como lo fue en vida... como lo fue cuando morí por mi mundo.

Todos quedaron callados ante semejante discurso. Algunos miraban al Gran general sorprendidos, como si no esperasen que pudiese contar tales cosas, otros se mostraron más decididos y se llenaron de motivación para continuar adelante; el gigante tan solo resopló y se ajustó su enorme cota de placas.


- Por eso mismo, voy a averiguar si la información que nos han dado es cierta o no. Si cuando nos acerquemos a los montes divisamos algún enemigo de Sol Negro, eso querrá decir que los Ruiseñores seguirán de nuestro lado, si en cambio la zona está despejada, invertiré mi aliento en regresar inmediatamente para informar de su supuesta traición -. Terminó diciendo, a lo que todos se quedaron en silencio y aumentaron el ritmo de marcha.

No tuvo que pasar mucho tiempo hasta que un águila de uno de los exploradores llegó con información sobre el avistamiento de un individuo del Sol Negro y el escuadrón se puso en marcha. Al parecer avanzaba con relativa sutileza por las copas de los árboles, pero los hábiles exploradores ya le tenían localizado y pudieron rodearle sin que el sujeto supiese nada de lo que le estaba a punto de ocurrir.

- ¡Alto, estás rodeado! -. Gritó el Gran general, apareciendo entre la espesura del bosque en un claro, por el que habían avisado los exploradores que estaba a punto de llegar. El sujeto intentó esconderse pero fue justo en ese momento cuando se percató de que el escuadrón y demás exploradores le cerraba la retaguardia, así que fue entonces cuando se mostró, cayendo desde la copa de los árboles también al claro -. ¿Un solo enemigo del Sol Negro contra todo un escuadrón del Imperio Sacro? -. El Gran general se encontraba cara a cara con un ser que parecía más una bestia bípeda que un humanoide cualquiera; casi como una pantera cuyas extremidades se habían desarrollado para que pudiese disponer de algo parecido a pies y manos. Su pelaje negro contrastaba con el verde claro de los ropajes de cuero que cubría su torso y piernas -. Está claro que habéis llegado al punto en el que nos subestimáis demasiado... A no ser, claro... que se trate de una trampa ¡A las armas, hermanos!

- Muy agudo -. Respondió en común la bestia, aunque con una voz áspera y con una entonación algo forzada. En cuanto habló, el sonido del metal chocando ya se había iniciado y la bestia se abalanzó encima del Gran general, aunque este detuvo su afilado ataque de la garra con la hoja de su mandoble -. Recluta Rouch, del Sol Negro ¿con quién tengo el gusto de pelear?

- ¡Te enfrentas al Gran general del duodécimo escuadrón del Imperio Sa...

Fue entonces cuando el anciano no pudo acabar su frase, una enorme explosión sucedió a su derecha y de los árboles arrasados salieron volando varias decenas de sus hombres. Por encima de la espesura del bosque surgió una energía de color azul que se condensó hasta tomar la forma de un enorme ser que arrasaba con sus guardias.

- ¿Qué demonios es... -. Fue a preguntar él, mirando aún incrédulo hacia aquella dirección.

- ¡No tienes tiempo para distraerte de esa forma! -. Le espetó Rouch, amenazante. Fue de nuevo a atacar al hombre mayor, que parecía distraído, pero incluso sin prestarle atención esquivó la acometida de su garra y aprovechó la inercia para agarrar su brazo y ejecutar una llave que derribó a la bestia contra el suelo con tanta fuerza, que incluso se agrietó y se hundió en un cráter formado por el portento físico de aquel hombre.

- ¡No retrocedáis, haced frente a aquel enemigo de la energía azul! ¡Escuadrón norte, id a apoyad a los del sur! -. Ordenó para poder frenar a sus enemigos del Sol Negro, pero fue entonces cuando escuchó una nueva explosión, esta vez a su espalda -. ¿Por el otro flanco? ¿En qué momento han sobrepasado a nuestros exploradores?

- Tus exploradores ya estaban bajo mi control desde hace bastante, hihihi -. Se escuchó decir y, finalmente, reír con una estridente voz aguda a un ser pequeño de color ocre y bastante delgado, que surgió junto con varios de los hombres del Gran general, aunque estos presentaban largas agujas clavadas en las partes blandas de su armadura, y con una mirada perdida y confusa -. Soldado del Sol Negro Scouter, para servirle.

El Gran general apretó los dientes, consciente de la delicada situación en la que se encontraba. Intentó dar las ordenes precisas para seguir luchando pero tan solo fueron necesarios aquellos tres individuos para decantar la batalla a su favor. En poco tiempo, se vio rodeado con apenas una decena de hombres, que formaban un círculo para encarar a los tres enemigos de Sol Negro. El anciano por fin pudo ver entonces quién era el responsable del ser de energía azul que había roto las filas de su escuadrón, un joven de ojos azules brillantes que controlaba la amalgama de energía con forma de la mitad superior de un gigante que portaba unas cadenas armadas.

- A mi señal, os retiráis por el sudoeste, chicos... -. Susurró el Gran general a sus hombres.

- Pero señor... -. Fue a decir el soldado Gero.

- Es una orden, soldado.

- Quiere retirar a sus hombres -. Le dijo la bestia llamada Rouch al joven de ojos azules de su lado, el anciano de lamentó de la agudeza auditiva de aquel tipo.

- Muy bien, que se vayan -. Dijo él.

- Tenemos ordenes -. Recordó Rouch, que esta vez le miró directamente.

- Lo se, pero no voy a ser yo quien ejecute a soldados que quieren retirarse o rendirse.

- Je... -. Sonrió el Gran general con honestidad cuando vio como dejaban que sus hombres se retirasen -. Es un gesto que te honra, muchacho... Me recuerda mucho a cuando fui joven... Pero que se nota en estos momentos que eres un novato en esto de la guerra en Ysgard ¿me equivoco?

- No te equivocas, de hecho llevo pocos días aquí.


- Entonces por el tipo de persona que creo que eres, no te gusta para nada tener que hacer este tipo de cosas, la idea de una guerra eterna te repugna, pero si haces cosas como esta lo único que vas a hacer es frustrar la esperanza de aquellos que creen que esto tiene fin... ¡Por eso mismo, yo, el Gran General del duodécimo escuadrón, el Imparable Malkrough, seré el vencedor en esta batalla!

Malkrough cargó con una velocidad impropia para un ser de su edad.

- ¡Imposible! ¿¡Adónde ha ido!? -. Rouch tuvo alzar sus brazos para taparse del polvo que había levantado al efectuar tal movimiento -. ¡Cuidado, Ike!

La velocidad del anciano era tal que cuando empezó a arrastrar el filo de su mandoble por el suelo para preparar un ataque ascendente, creó una enorme grieta en la tierra. El golpe chocó contra la energía azul de aquello que rodeaba a Ike, pero la fuerza del impacto prosiguió de largo, creando un reguero de destrucción más allá del claro, por el bosque. Cuando Ike se fijó vio que parte de su Armadura Espiritual estaba seriamente dañada, pero había podido frenar y desviar el impacto. Sin embargo, aquel viejo era más rápido que él y apenas podía concentrarse en reparar la Armadura antes de recibir otra acometida más.

- ¡Detente, viejo! -. Se escuchó decir desde atrás. Rouch y Scouter saltaron a por él desde su espalda al mismo tiempo que Ike aprovechó ese tiempo para reparar la brecha de energía y realizar un ataque con las cadenas armadas de su Armadura. Sin embargo, el anciano lanzó hacía arriba su mandoble para dejar libre sus manos y, esquivando fácilmente el ataque de ambos, a Scouter lo mandó hacia arriba y a Rouch contra la Armadura Espiritual, con el objetivo de que sirviese de obstáculo visual a Ike quien, efectivamente, no pudo acertar bien con su ataque debido a Rouch -. ¡Perdona, Ike, te he estorbado! ¿¡Dónde cojones vuelve a estar!?

- ¡Arriba! -. Advirtió Ike

Malkrough había lanzado a Scouter al mismo punto que su arma para saltar y poder ensartarle nada más la cogiese. Ese fue su plan pero no pudo acertar en un punto vital debido a un extraño polvo negro que obstaculizó su visión. Rouch se había encargado de lanzar unas estacas negras que estallaron para formar una cortina de humo y salvar a su compañero. Ike se preparó para un ataque de energía en cuanto se asegurase de que Scouter salía del humo, pero lo que vio fue como este salía despedido como escudo humano para un Malkrough que le apresó desde detrás, con una rodilla clavada en su espalda para poder lanzarlo contra Rouch esta vez y así tener vía libre para rajar la Armadura Espiritual con un ataque descendente.

- ¿¡De dónde cojones ha salido este tío!? -. Se quejó Rouch en cuanto se levantó tras ser derribado por el lanzamiento de su compañero hacia él.

- ¡Una vez destruya esto, se habrá acabado todo para vosotros! -. Gritó él, a punto de efectuar un tajo aún más poderoso que el primero de todos.

Pero su mandoble no se hendió en nada, sino que cruzó el aire. La Armadura Espiritual había desaparecido.

- Te confiaste -. Escuchó Malkrough decir a Ike desde su lado. Ambos estaban en el aire, juntos y cayeron al suelo sin despegarse -. Soy consciente de tu velocidad así que no me quedó más remedio que disiparlo e intentar sorprenderte cuando no tuvieses capacidad de maniobrar.

- Je... ese fue un buen golpe -. Dijo con voz débil Malkrough. Rouch vio que sangraba por la boca y fue entonces cuando se percató de que había sido la propia cadena armada de Ike quien había atravesado su abdomen, después de que el guerrero humano se la enrollase por el brazo para efectuar un poderoso puñetazo. Tanto él como Scouter suspiraron de alivio en cuanto vio que todo parecía haber acabado -. ¡Pero esto empieza ahora!

- ¿¡Qué!? -. Se sorprendió Ike, que intentó coger distancia pero no sirvió para nada. Debido a la cercanía de ambos, Malkrough no podía manejar bien su mandoble así que lo tiró al suelo y se sirvió de sus puños para efectuar un golpe doble a ambos lados de la cabeza de Ike, aplastando su yelmo con tanta fuerza que destrozó el metal.

- ¿¡TE MUERES O QUÉ!? -. Preguntó Rouch sacudido por la ira, pero Malkrough parecía haber vencido a Ike, al menos este parecía grogui. Se lo quitó de encima para poder moverse hacia sus otros dos contrincantes, quienes derribó de un lazo doble al suelo, de nuevo con una fuerza descomunal, destrozándoles el cuello.

Ike se tambaleó e incluso llegó a caer al suelo, aunque aún se apoyaba con sus manos y rodillas. Respiraba con sumo esfuerzo y notaba que todo daba vueltas, pero incluso aún así se levantó, en un estado bastante débil. Lo mismo hicieron Rouch y Scouter, aunque parecían en peor estado que Ike. Malkrough se encontraba jadeando y tenía toda la parte inferior del torso empapada de sangre, pero igualmente se mantenía firme de pie, al contrario que sus tres enemigos.

- ¿Listos para otro asalto?

Ike fue a responder, pero incluso en su mareo vio una mancha roja acercarse desde detrás de Malkrough.

- Lucilia... -. Dijo con esfuerzo. De repente, al Gran general se le cambió el rostro.

- Imposibl... -. Se giró y entonces vio a una dulce y joven chica pelirroja que salía del bosque hacia el claro, caminando con tranquilidad. A pesar de su andar tranquilo y encantadora sonrisa, su cuerpo estaba salpicado por manchas de sangre, a pesar de que no tenía herida alguna -. La Asesina Roja...  Espera, esa dirección de la que vienes... ¿No habrás...

- Ya casi hemos cumplido la misión, Ikeeee -. Dijo sin preocupación alguna -. Solo queda por efectuar una baja más.

- Maldita... Tu sed de sangre parece no tener fin, a pesar de que ahora presentas un rostro totalmente diferente al que se comenta por ahí... -. Malkrough retrocedió, pero lo hizo para coger su mandoble y blandirlo con firmeza -. ¡Si al menos he de fracasar, lo haré quitandole durante un tiempo al Sol Negro a la Asesina Roja!

Malkrough cargó a una sonriente Lucilia, de nuevo con una velocidad que casi se equiparaba a la que disponía de cuando no tenía herida alguna. Sin embargo, en un destello de velocidad, el encuentro se decidió.

- ¿Qué ocurre? Con esas heridas... parece que tu espada está afilada, pero tú no -. Lucilia había agarrado el espadón de Malkrough como quien coge una inofensiva vara de madera, e incluso a pesar de que este se había hundido en su mano y le había ocasionado una herida que llegaba hasta la muñeca, la chica no parecía estar preocupada. Ike se quedó estupefacto al ver todo lo que estaba ocurriendo, con una mezcla de sentimientos que, unidos al dolor y al mareo, le hicieron desmayarse.

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Hasta que despertó pasó bastante tiempo. Ike lo supo enseguida, tras los primeros segundos cuando recuperó la consciencia, todo porque recordó que había soñado muchísimas cosas. Recordaba la mayor parte de dichos sueños, pero eran tantos que le fue imposible reordenar cómo sucedió todo... sueños de tardes otoñales con los miembros de Evolution, en el plano material, sueños de una felicidad pero a la vez, de una ignorancia donde todo era perfecto, un final maravilloso para una guerra donde al final todos salieron perdiendo, pero dichas perdidas fueron subsanadas con el apoyo grupal ¿Eso sería lo que le habría tocado ser en caso de que no hubiese muerto? ¿Feliz con los suyos, feliz con Alyx, pero sin conocer que Lucilia estaba "en alguna parte" lamentandose por su perdida? ¿Y si se daba cuenta demasiado tarde de lo que había estado sufriendo ella por haber muerto en la isla de El Primer Puño? ¿Se lo habría podido perdonar?

Todas esas preguntas hicieron que, junto con el largo letargo, Ike estuviese hecho polvo en cuanto despertó. Esas mismas preguntas se las hacía cada día que pasaba en Ysgard, a pesar de que llevaba muy poco tiempo, pero aquella sensación agridulce se intensificó tras vivir una falsa experiencia en aquellos sueños. Quizás por eso su mente colapsó, quizás en otras circunstancias sí que podría haber aguantado el dolor resultante del golpe de aquel general del Imperio Sacro, pero en esta ocasión su cuerpo le dijo "basta". Por eso mismo, a pesar de todo el desconcierto por el estado en el que estaba, se sumió en una determinación, en algo que debía decir de una vez por toda.

- Lucilia... -. Fue lo primero que dijo, con un tono débil y sin poder ver con claridad, pues todo era borroso.

- ¡Ike! -. Escuchó desde su izquierda. Aquellas palabras le revitalizó y llenó su corazón de felicidad -. ¡Por fin, por fin, por fin! -. La chica no se pudo reprimir y se lanzó para abrazarle y acribillarle a base de besos. A Ike le dio una sacudida de dolor debido a su delicado estado, pero no se quejó; para él, aquel gesto era más gratificante que doloroso.

- Lucilia, debo decirte algo...

- ¿El qué? -. Le preguntó pero sin cesar en sus actos. Ike había recuperado una pequeña parte de su visión así que apartó levemente a la chica porque quería mirarla directamente a los ojos para contarselo.

- Yo... lo siento. No se por donde empezar... por todo esto... han pasado semanas ya y aún así parece que estoy viviendo un sueño... un maravilloso sueño y por eso mismo no quiero despertar. Sentía que si te lo decía se acabaría todo...

- No es un sueño, estás aquí, conmigo -. Lucilia agarró la mano de Ike y la apretó, al mismo tiempo que le saltaban las lágrimas de la felicidad.

- Lo se, lo se y... quiero estar contigo, siempre. Fui muy débil al dejar que te pasase aquello... pensé que te había perdido para siempre. Todo lo que vino a partir de ahí fue... una pesadilla... me capturaron, me controlaron y me rescataron. Yo... tú... tienes que saber que...

- Lo se -. Interrumpió de nuevo, sin cesar la sonrisa -. Lo supe desde el día que nos vimos, desde lo del mensaje a Ryu Zelmor. No tienes que disculparte ni decir nada, tonto. Creíste que yo desaparecí, es normal, es lo que cualquiera habría pensado. Intentaste rehacer tu vida para que todo ese sufrimiento que pasaste, desapareciese. Pero lo importante de todo es que has elegido... has elegido estar aquí, conmigo.

Ike se quedó sin palabras, pues sentía que si decía algo más no iba a ser capaz de vocalizar bien e iba a estallar en lágrimas. Tan solo tiró de la mano a Lucilia para acercarla y abrazarla con fuerza. No sabía muy bien cómo iba a ordenar todas sus ideas y pensamientos después de todo lo que había ocurrido, pero al menos ya había empezado a hacerlo, como si aquel momento fuese el principio de un nuevo Ike. Un renacimiento, en un nuevo mundo, con nuevas cosas que descubrir, con ella.

- Siento interrumpir -. Escuchó decir a una voz que le resultaba familiar. Lucilia se quitó de encima y se secó las lágrimas.

- ¿Qué te tengo dicho de entrar sin llamar, Isador? ¡Siempre igual con las bromas! -. Le espetó ella con un tono de reprimenda, aunque también estaba medio en broma.

- Eh, eh, que esta vez es distinto, coño. Ya era hora de que despertases -. Le dijo a Ike, quien estaba intentando frotarse los ojos para secarse las lágrimas y también recuperar el resto de la visión al completo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que se encontraba en un dormitorio, en una cama doble, con una ventana que daba a un lugar con mucha vegetación.

- ¿Qué es lo que quieres? -. Le preguntó Lucilia con impaciencia.

- No se trata de lo que quiera yo, ha venido alguien a visitarte, Ike. A ti también, Lucilia -. Explicó y se echó a un lado para dar paso a alguien que Ike ya vio una vez, pero lo hizo en un estado de confusión y shock, al principio de su aparición en Ysgard. Con la misma indumentaria y apariencia, entró en la habitación Ryu Zelmor.

- Con permiso.

- Ryu Zelmor... -. Lucilia estaba sorprendida por la aparición del Heraldrim allí y en ese preciso instante -. Por favor, tome asiento.

- Gracias, pero mi estancia no llevará mucho tiempo -. Contestó con suma educación. A continuación, miró a Ike -. ¿Cómo te encuentras?

- Un poco aturdido, pero estoy bien -. Contestó con seguridad, aunque lo dijo sin que fuese totalmente cierto.

- Bien, tómate el tiempo que necesites para recuperarte. Cuando lo estés, necesitaré que lleves a cabo un combate.

- ¿Un combate? -. Lucilia lució muy confusa, e incluso Ike lo estaba también. A pesar de que llevaba poco tiempo en Ysgard, sabía perfectamente que el Heraldrim no se inmiscuía en los asuntos de las facciones.

- Así es -. Contestó con serenidad -. Un combate contra mi.

Ambos se quedaron callados durante unos instantes, incluso se miraron a los ojos.

- ¿Perdón... qué? -. Fue lo único que pudo decir Ike.

- He de evaluar tu nivel a raiz de lo que me dijiste de que fuiste partícipe en la eliminación del Heraldrim de tu plano. El suyo no necesito evaluarlo, señorita Akios; a raiz de sus acciones durante todos estos años se que está totalmente lista para lo que voy a solicitar. También lo está su antepasado, Isador Akios, junto con sus dos compañeros: Braim Ali y Ezio Oinotna.

- ¿Lista para qué? -. Preguntó rauda.

- Si Ike demuestra un buen nivel también estará incluido, todo esto si ambos queréis, por supuesto -. Siguió explicando con naturalidad -. No puedo dar demasiados detalles ahora porque todavía hay algunas cosas que he de confirmar, pero se trata de un asunto de mi creadora. Al parecer va a reunir a todos los planos en su ciudad, Sigil, para organizar un torneo entre todos ellos.

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Los días se convirtieron en semanas de recuperación. Las lesiones físicas sanaron rápidamente gracias a los cuidados de los sanadores del Sol Negro, pero el colapso mental que sufrió Ike fue más grave de lo que en un principio parecía, obligándole a retrasar el combate contra el Heraldrim, por orden de sus superiores y por deseo de Lucilia ante la insistencia del guerrero, que reafirmaba que se encontraba bien. Como no se pudo negar finalmente a la petición de ella, Ike aprovechó para consolidar sus primeros pensamientos después de que despertara: Pasar tiempo con Lucilia, conocer mejor Ysgard, adaptarse a su nueva vida allí.

El dolor, la preocupación del pasado y la delicada situación de su recuperación fueron disipados momentáneamente por una droga llamada amor. Las noches que pasaba con Lucilia eran bálsamos para calmar su pesar y, poco a poco, se le fue dando la vuelta a la situación. Incluso pasando días enteros de desenfreno, donde tan solo la veía a ella, donde no salían apenas de su habitación, su realidad se acabó convirtiendo en una en la que ahora estaban los dos, olvidándose aunque no del todo de lo que había dejado atrás.

Le había dado la vuelta a la situación, era cierto, pero todavía seguía sintiendo cierta preocupación en algunos temas. Lo confirmó cuando, cerca de su recuperación, fue con Lucilia, Isador, Braim y Ezio por diversas ciudades lejos de los dominios del Sol Negro. A medida que más viajaban descubría nuevos paisajes que no existían en el mundo del que provenía, pero en cada lugar donde había población se daba una situación en común. Las personas trataban de evitar a Lucilia, incluso algunos se escondían en sus casas o se desviaban por callejones cuando veían a la mujer pelirroja andar por las calles. Incluso un par de guardias que no pertenecían a ninguna facción sino que actuaban bajo una milicia de la propia ciudad, pidieron con educación que se marchasen de allí, cosa que obedecieron sin problemas.

- Entonces ¿qué tenemos que hacer ahora? -. Ike trataba de desviar la atención de lo que acontecía en su mente. Sabía lo que ella había hecho durante todo el tiempo que había permanecido en Ysgard hasta la llegada de Ike, pero no quería conocer más detalles de lo increíblemente brutal que debió de ser todo como para que facciones enemigas e incluso la población neutral la conociesen tan bien como para huir de ella en cuanto esta hiciese acto de aparición.

- Bueno, después de las cosas aquí y allá que hemos hecho, ahora toca viajar más lejos -. Explicó Isador, después de bostezar -. Lo tuyo todavía no está confirmado pero como nosotros sí que pertenecemos al equipo del torneo, Ryu nos ha encargado que busquemos a gente de otras facciones para poder disponer del mejor equipo posible.

- ¿Y eso será posible, tal y como está la situación en este mundo?

- Psche... -. Soltó Isador.

- ¿Psche?

- Psche... -. Volvió a repetir.

- Lo que quiere decir Isador -. Aclaró Ezio -. Es que al igual que hay facciones sumamente hostiles, que aprovecharían nuestra presencia en su territorio para atacarnos, también hay algunas con las que se puede dialogar sin problema alguno, siempre que no hagamos nada raro.

- Sí, eso es cierto -. Corroboró Braim, pero el guerrero desvió su rostro hacia Isador, con una sonrisa -. Y lo que le pasa a Isador es que no sabe cómo encajar un "no".

- Je... Cierto -. Ezio cerró los ojos y esbozó una leve sonrisa, recordando algo.

- ¿Qué ocurrió? -. Preguntaron Ike y Lucilia a la vez.

- ¡NAAADAAAAA! -. Acalló Isador -. Venga, comprueba la lista, Braim ¿Con quién hablamos primero? 

- A ver... -. Braim desplegó un largo pergamino en el que habían unas inscripciones que ocupaban varios párrafos de larga lectura, y por último se fijó en una pequeña lista al final de este -. ¡Vaya, qué sorpresa! -. Mencionó con malicia y sin que fuese realmente una sorpresa -. ¡Precisamente visitamos a tu amiga, Isador!

- Hijo de puta...

- ¡Decid ya lo que pasa, joder! -. Exclamó Lucilia, impaciente.

- La lista está ordenada de los líderes de las facciones más poderosas con las que podemos dialogar a las que menos, así priorizamos a los mejores posibles sujetos para el equipo -. Empezó a explicar Braim a la vez que Isador desviaba la mirada al paisaje y hacía como que se separaba del grupo, algo malhumorado -. Entonces la que está primera en la lista es alguien a quien Isador ya visitó una vez. Los motivos eran bastante distintos a los de ahora, es decir, ni siquiera se trataba de nada oficial. La señorita Katherine D'Arel, líder de Tol Rauko, recibió una petición de matrimonio de Isador, la cual acabó rechazando. Ezio y yo acompañamos a Isador y lo vivimos todo de tal forma que lo tendremos guardado en nuestras retinas por siempre.

Tras contarlo todo, Braim y Ezio empezaron a ahondar en detalles de lo ocurrido, como la cara que se le quedó a la mujer o la reacción de Isador tras el no, todo entre bastantes risas. Hasta que Isador volvió a acercarse y el grupo disimuló toda burla como podía, aunque los intentos de risas seguían ahí.

- ¡A ver, que la tía pensó que nuestro matrimonio iba en plan de que nos íbamos a fusionar las facciones y por eso lo rechazó, cojones!

- Seguro que sí... -. Braim le dio palmadas sarcásticas en el hombro.

- Normal que pensara eso, te presentas ante ella por primera vez y le pides matrimonio de esa forma, sin que siquiera te conozca de nada -. Le explicó Ezio con tono de ser la enésima vez que lo hacía, también sonriendo como Braim.

- ¿Es que acaso mi antepasado no sabe cómo ligar? -. Se unió Lucilia a las burlas.

- ¡Silencio! Ya veréis, me ligaré a alguien mejor que Katherine y me casaré con ella... ¡CON ALGUIEN DE GRAN RENOMBRE!

- "¿Le gustaría casarse conmigo, señorita de gran renombre, a pesar de que no me conozca de nada y, por tanto, mi petición suene a algo repelente?" -. Imitó toscamente Braim a Isador.

- JAJAJAJAJA -. Resonó en el camino las risas de todos.

Al final Ike lo había conseguido, se olvidó de la preocupación que sentía por lo que acontecía a Lucilia. Tras unas semanas de viaje, entre teletransportes de Isador y camino aquí y allá, acabaron llegando a una ciudad que se erigía sobre un gran peñasco que sobresalía del borde de una catarata de río de gran afluente; el agua caía hasta perderse en una neblina verdosa por la humedad y las esporas de plantas que Ike no conocía; alrededor de todo aquello, habían varios islotes que flotaban en el aire, con árboles cuyos frutos parecían ser unas casi transparentes burbujas, algunas en sus ramas todavía, otras supendiendoses en el aire. El grupo atravesó varios puentes para llegar a las puertas de la ciudad y tras hablar con unos guardias con suma educación y respeto, enseñando finalmente el pergamino como prueba de que venían en nombre del Heraldrim, acabaron entando.


- Bienvenidos a la ciudad de Rostlevere -. Anunció el guardia tras dar la orden de que abriesen las puertas.

- Rostlevere... -. Decía Braim, maravillado con el paisaje como si lo acabase de ver por primera vez -. Jamás me cansaré de estas vistas, qué buen lugar de vacaciones para siempre sería...

Las calles de Rostlevere rebosaban de alegría y vida, casi parecía que la ciudad estaba sacada de un cuento de fantasía. Había tal multitud de gente, entre mercaderes, habitantes y, al igual que ellos, viajeros, que casi no se podría andar por allí de no ser porque las calles principales eran sumamente anchas, con un espacio dedicado para los transeúntes de a pie y otro para los diversos carros tirados por diversas y diferentes criaturas. La ciudad parecía disponer de varios ecosistemas urbanos, como plazas de todo tipo, parques, distintos niveles de altura de sus calles, que a veces surcaban otras inferiores como si de puentes se tratasen. Ahí fue cuando Ike se dio cuenta de que a pesar de las guerras que vivían con las facciones, no había visto ciudad o poblado alguno que se encontrase en ruinas o saqueada por facciones ajenas.

- ¿Cómo es posible que en un lugar como Ysgard, donde se disputa una guerra eterna, sea igualmente un lugar en el que alguien que no lucha pueda vivir felizmente sin sufrir los estragos de la guerra?

- Ysgard no deja de ser un paraíso, un lugar donde se vive eternamente en felicidad como recompensa a los actos hechos en vida -. Respondió Ezio. Las palabras "en felicidad" produjeron una respuesta agridulce en la mente de Ike, pues recordó el tormento que había sufrido Lucilia durante seis años.

- ¿Un lugar donde la guerra no acaba nunca es un paraíso?

- Hay dos tipos de opiniones -. Fue ahora Isador quien respondió -. Los que creen que la guerra no tiene fin y participan en ella como un deber eterno, como muestra de la lealtad que les llevó a dar la vida en cada uno del mundo del que provienen; y los que creen que tarde o temprano, la guerra terminará y se esfuerzan en cada batalla como si fuese la última, buscando que su facción sea la vencedora entre todas. En cualquier caso, la guerra de Ysgard no deja de ser, en cierta forma, un juego. Tanto unos como otros disfrutan a su manera de los combates sin que tengan que sufrir las cosas malas de las guerras de verdad. No conquistamos ciudades, tan solo atacamos fortalezas; no necesitamos recursos, de manera que no hay saqueo o pillaje; y en su mayoría, seguimos un código de honor, de manera que no tomamos a la población como prisioneros para nuestras filas. En otras palabras, las ciudades no tienen nada que temer.

Ike se quedó un momento callado, meditando las palabras que Isador le había dicho. Entonces se dio cuenta de algo.

- ¿No se supone que todos los habitantes de Ysgard son héroes de otros mundos? ¿Entonces por qué hay gente que vive así?

- Por dos motivos -. Fue ahora Braim quien quiso unirse a la conversación -. Personas que deciden no tomar parte del conflicto de facciones y así tener su otra vida en un descanso eterno; o personas que son parte de la descendencia de los héroes que aparecen en el plano y no son combatientes. A rasgos generales, son como nativos de Ysgard.

- ¿Acaso quieres retirarte y vivir así? -. Preguntó una curiosa Lucilia a Ike.

- No me lo había planteado -. Se sinceró él -. Igualmente, yo estaré donde estés tú... Y si quieres seguir luchando en Sol Negro, yo formaré parte de eso.

- Quiero que sigamos luchando juntos, lo que...

- O sea que estás con nosotros solo por ella... ¿¡Muy bonito, eh!? -. Interrumpió Isador con tono infantil.

- Lo que significa -. Lucilia alzó la voz porque Braim se unió a su amigo en las recriminaciones hacia Ike -. Que tendremos pronto un nuevo o nueva recluta en Sol Negro.

De pronto todos callaron y miraron a Lucilia pasmados durante unos segundos.

- ¡COÑO! -. Soltó Braim con un grito que llamó la atención de los de alrededor

- Enhorabuena -. Felicitó Ezio.

- ¿Lucilia? -. Ike no sabía ni como reaccionar, ni qué decir, ni qué hacer.

- Calla, tonto -. Le puso ella el dedo en sus labios, tras lo cual se abrazaron fuertemente, justo en el momento en el que el guerrero empezó a derramar un par de lágrimas.

- ¡Oeeee, voy a ser abuelo! -. Soltó con orgullo Isador tras unos instantes.

- No eres mi padre -. Dijo Lucilia con contundencia.

- ¡Como si lo fuese, coño!

- Yo que tú no estaría tan contento, Isador, nos acercamos al palacio de Katherine.

Ante ellos tenían una estructura blanca como el mármol, en forma de prisma rectangular hacia arriba, con un espacio circular en el centro de la cúspide en el que había, flotando, un disco metálico con el símbolo de los Tol Rauko grabado en relieve: una espada apuntando hacia abajo con alas saliendo de su guarda, asemejándose todo a una especie de cruz. Todos se fijaban en los detalles del edificio, todos menos Ike, que aún seguía absorto en la noticia que acababa de recibir. Ni siquiera se había dado cuenta de que Isador no iba a entrar en el palacio por petición de Braim que, entre risas, había determinado que lo mejor para no herir "la sensibilidad" de Katherine era que no le viese durante la petición de unión para el equipo del torneo.

Poco a poco, la imaginación de Ike fue tomando forma de lo que creía que iba a ser su vida dentro de unos meses, teniendo a su hijo o hija entre sus manos, junto con Lucilia ¿En qué momento su vida se iba a convertir en un futuro ideal como ese? Puede que aún tuviese preocupaciones sobre su filosofía de la guerra y lo que significaba para él, pero el luchar junto a ella para ganar un combate más y volver juntos a su hogar, junto con su hijo... era todo lo que deseaba. Decenas de imágenes, decenas de situaciones, decenas de momentos, todos ellos en un estado de shock, llevó a que, de repente, se diese cuenta de que la reunión había terminado y se encontraban fuera de nuevo.

- No quería decir nada por no interrumpir la reunión, pero... ¿Ike? -. Lucilia se había percatado del estado de Ike, temiendo que su salud mental todavía no estuviese del todo recuperado, pero aquella vez era totalmente al contrario.

- Perdón, yo solo... -. Sin poder aguantar más, Ike se acercó a ella y la besó -. Me he imaginado todo lo que está a punto de sucedernos, en la familia que vamos a ser.

- ¡Iros a un hotel! -. Exclamó Isador, llegando desde lo lejos de una de las calles mientras comía algodón de azúcar.

- Bueno, pues no era lo que buscábamos, pero al parecer tenemos nuevo miembro en el equipo.

- Perdón... ¿Quién es?

- Al parecer la señorita Katherine seguía ofendida por el atrevimiento de Sol Negro -. Mencionaba Braim haciendo comillas con los dedos, mirando con recelo a Isador, quien se llenaba la boca de algodón de azúcar, despreocupado -. Así que no será ella quien participe, pero para contentar a Ryu Zelmor, proporcionará un miembro más que capaz para el equipo. Se llama Wyk Campotrébol, es de no se qué raza nativa de Ysgard.

- Trabajo cumplido entonces, fácil -. Dijo Isador disfrutando de su dulce, Ezio y Braim le miraron con desdén. Pero al final el mago tenía razón, era hora de volver y contactar con Ryu Zelmor.

Entre toda la satisfacción del grupo por la misión, y de la felicidad por la noticia de Lucilia en la pareja, Ike recordó que estaba a punto de combatir contra él. Con una mirada de suma decisión, miró al horizonte mientras salían por las puertas de Rostlevere.

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El viento mecía las hojas y el cesped de lo alto de un monte sobre el que no había nada salvo unas cuantas piedras rectángulares apiladas. En teoría, aquel era el refugio de Ryu Zelmor, el lugar donde residía, pero lo cierto es que Ike esperaba un gran templo como mínimo, no aquel lugar desolado cuya única característica poco común eran las perfectas aristas y formas que presentaban las rocas que salpicaban el monte. Él se encontraba de pie, a diferencia de los demás, que estaban sentados formando un semicírculo alrededor: Isador, Ezio, Braim, Lucilia, el recién llegado Wyk Campotrébol... todos ellos eran los que formarían parte del equipo del Torneo de las Dimensiones, y aunque quedaba la llegada de varios miembros más, todavía estaba por decidirse si el noveno hueco estaría ocupado por él o en cambio tendrían que buscar a otro. Todos le miraban y aunque intentaba serenarse, Ike sentía una gran presión en él, producido más que nada por el tiempo que llevaba sin luchar; incluso en los entrenamientos tras su recuperación tan solo había pensado principalmente en el proyecto de familia que estaban a punto de tener Lucilia y él.

Apretó con fuerza sus cadenas armadas mientras miraba al horizonte y al cielo moteado por numerosas nubes ligeramente azuladas. El viento le daba de cara y provocaba ondas al unísono en la hierba de la cima del monte, era prácticamente el único sonido que se escuchaba, pues todos seguían callados esperando el momento. Hasta que apareció con un centelleo el que sería su rival aquel día, Ryu Zelmor.

- ¿Estás listo? -. Preguntó tranquilo.

- Si... lo estoy -. Ike se puso inmediatamente en guardia, alzando ambos brazos.

- Bien, muéstrame el poder de aquel humano que fuiste y que participaste en la aniquilación de un Heraldrim.

De pronto, una corriente de aire muy fuerte azotó a Ike, que tuvo que hacer un esfuerzo relativo para evitar ser empujado por ella. Por un segundo creyó que los fuertes vientos de aquel lugar habían ido en aumento, pero luego se fijó en que todo era producto de Ryu, que sin mostrar aura alguna o nada parecido había provocado una gran presión en el ambiente. El guerrero volvió a ponerse en guardia, sin embargo el Heraldrim permanecía inmóvil en una posición neutral, observando todo lo que tenía ante sí sin ningún tipo de preocupación. La atmósfera del ambiente había cambiado, todo se notaba más pesado, como si de pronto las extremidades le pesasen varias veces más.

Toda esa presión... y  aún no ha hecho nada ¿Trenler también era así y ya se me había olvidado o es que acaso es mucho más fuerte que él?

Sabía que no podía lograr mucho contra él, pues fuese más fuerte o más débil que Trenler, la brecha de poder era demasiado alta. Lo peor de todo es que el Heraldrim le tomaba en serio por los hechos de Ike en el plano material, cuando en realidad tan solo formó parte de un trabajo en equipo, gracias a aquella extraña fusión. Seguramente Ryu se esperaba más de lo que en realidad tiene... y acabaría decepcionándolo... y no viajaría con el equipo a Sigil... o incluso haciéndolo, lo elegirían solo para asegurarse de que Lucilia no abandonaba para quedarse con él.

Toda aquel pesismismo, de pronto...

- ¡Vamos, Ike! -. Resonó en sus oidos, desde detrás suya. Se trataba de Lucilia.

- Venga, hombre, demuéstrale por qué perdimos contra vosotros -. Fue ahora Braim el que  prestó sus animos.

- Todos dicen lo mismo de "las capacidades de los humanos", sin embargo, si no fuésemos tan débiles el equipo no estaría formado en su mayor parte por nosotros... Adelante -. Declaró Isador con seriedad.


Todas aquellas palabras le devolvieron a donde debía estar, centrado en el combate y nada más. Ike gritó con ahínco y cargó hacia el frente con todo lo que tenía. Se dispuso a realizar un ataque con las cadenas desde el suelo, de manera que habían estado formando un doble surco en la tierra debido a las púas metálicas. Zelmor esquivó el ataque sin problema alguno, pero Ike no se detuvo ahí, sino que llevó a cabo más de ellos para acorralar al Heraldrim en el interior de los ataques en forma de látigo, sin que tuviese ningún ángulo por el que escapar. Pero Zelmor se percató de la estrategia del guerrero y optó por hacer lo único que podía hacer en ese momento para no recibir ningún golpe: en uno de los movimientos de muñeca del brazo derecho de Ike, Ryu aprovechó y lo agarró firmemente para detener las acometidas y así salir del rango de peligro. Durante unos instantes, ambos se miraron fijamente a los ojos, Ryu con indiferencia y expectante de lo que hacía Ike; y este, con una mirada desafiante y decidida. La mano de Zelmor fue obligada a despegarse del brazo de Ike, cuando un aura azul surgió de la propia piel del guerrero y le empujó hacia atrás.

- Ahí está, esa armadura -. Recordó Braim.

- Es distinta esta vez -. Apreció Ezio.

Así era. De alguna forma, Ike estaba tan acelerado por querer atacar que la Armadura Espiritual no se formó del todo sino que se quedó en un estado intermedio, muy parecido a lo que podía lograr Alyx. Zelmor parecía bastante sorprendido por lo que estaba viendo y tras percatarse de lo que estaba a punto de suceder, alzó sus brazos y los colocó en forma de cruz para recibir el impacto de la única extremidad de la Armadura que había formado Ike, mandando al Heraldrim a volar y haciéndolo chocar con una de las rocas que formaban el monumento de la cima.

- Ese poder... ¿cómo es posible? -. Fue lo que dijo mientras se incorporaba sin problema.

- Ninguna herida, tal y como era de esperar de alguien de tu tipo -. Elogió en cierta forma Ike, y de nuevo gritó, esta vez para formar la Armadura Espiritual, más grande de la que habían visto en su momento los tres a los que se enfrentó justo antes de su muerte.

- ¿¡Todavía podía hacerla más grande!? -. Se sorprendió Braim.

La Armadura Espiritual más poderosa que tenía Ike había aparecido, de enorme tamaño, a cuerpo completo y formando unas cadenas gigantes desde sus manos. Ike alzó la cadena gigante del brazo derecho de armadura, pero para intentar sorprender al Heraldrim y poder hacerle el máximo daño posible hizo surgir de sus ojos el fuego azul, lo más concentrado posible, directo hacía él.

Lo esquivó... ¡Pero no dejaré que lo evites todo!

De la explosión de fuego azul producida por la llama concentrada, la prosiguió un enorme estruendo por la enorme cadena cayendo y hundiendo el suelo, provocando una profunda grieta que casi divide el monte en dos. Ike sabía que no era suficiente para vencer a alguien así, pero gracias a su determinación había soltado todo el poder que tenía, esperaba al menos haberle dañado, haberle sorprendido...

- Sello de Oricalcos -. Escuchó desde la capa de humo y polvo que había levantado por la explosión y el ataque.


Entonces, un círculo brillante y verde salió disparado y chocó hasta tocar en su Armadura Espiritual. Ike se preparó para lo peor, pero ciertamente nada había ocurrido, todavía podía seguir controlando su poder con normalidad, a pesar de que aquel círculo rúnico seguía brillando ahora en el pecho del ser de energía.

- El combate ha terminado -. Anunció Ryu Zelmor, mostrándose entre el polvo, completamente impoluto.

- ¿Qué? -. Ike no podía creerlo. Sabía que perdería pero no sin recibir ni un solo golpe, no después de haber visto a Ryu Zelmor completamente impasible ante el potente ataque que había logrado efectuar.

- He dicho que ya es suficiente, no hace falta continuar más.

Ike respetaba al Heraldrim y, en cierta forma, hasta le caía bien por su forma de ser, totalmente contraria a la de Trenler, pero su deseo de lucha y orgullo impedían que deshaciese la Armadura Espiritual, sino que apretase los puños y los dientes. Quería más... quería demostrar más... un guerrero no podía ser vencido de aquella forma. Sin embargo, se tragó todo aquello, por los favores que le había hecho y, sobre todo, por todos los que estaban allí. Deshizo su Armadura Espiritual y bajó al suelo hasta quedarse, jadeando por la tensión y ganas de continuar.

- Gracias -. Agradeció con sinceridad Ryu -. Se que gran parte de ti desea continuar el combate. No te preocupes, tendrás más oportunidades. Además, la verdadera batalla llegará en unos meses.

- ¿A todos los venciste así? ¿Les decías "el combate ha terminado" y ya? -. La rabia le llevó a formular aquellas preguntas.

- No, contra los demás el combate terminaba cuando los derrotaba. Pero a los demás no los retaba yo sino que venían ellos a mi. Se que sabes que soy más fuerte que tú, no tengo la necesidad de golpearte en un reto que he propuesto yo mismo. No soy así.

Aquellas palabras finales y el echar un vistazo a los demás terminaron calmando casi por completo de una vez al guerrero.

- Tengo varias preguntas que hacerte -. Dijo Zelmor -. Me gustaría que respondieses con total sinceridad.

- Adelante.

- ¿Esto que me has mostrado es todo tu poder?

- Así es.

- Tus otros compañeros, los que también participaron en la aniquilación del Heraldrim del plano material ¿tienen un nivel de poder parecido al tuyo?

- No lo se... más o menos.

- Entiendo -. El Heraldrim se quedó pensativo durante unos instantes, como si estuviese intentando hallar la respuesta a un dilema. Mientras lo hacía, conjuró para reparar todos los daños que había sufrido el monte durante la batalla -. No es suficiente...

- ¿A qué te refieres? -. Preguntó Isador, que se metió en la conversación.

- El poder de tres como él no debería ser suficiente para aniquilar a un Heraldrim, puede que para derrotarlo sí pero no para eliminarlo por completo, no para matarle, para borrar su existencia. Y sin embargo, no solo lo hicisteis sino que... -. De nuevo se quedó callado -. Ese poder que tienes tiene una base mágica muy parecida a la de mis poderes ¿de qué se trata?

Ike fue ahora el que se quedó callado, contemplativo. Tras unos instantes de reflexión accedió a contarle todo lo que sabía del Vitalis, su procedencia y cómo los Protectores del Ojo planeaban usarlo, además del hecho de que Akshael, Thaine y él se unieron en un único ser para luchar contra Trenler.

- Entiendo, entonces la fusión fue algo más que una simple unión, como un método de conexión no solo con vosotros sino con el origen de ese poder vuestro... Esto podría cambiarlo todo.

- Eh... perdón, señor Zelmor -. Fue Lucilia la que se inmiscuyó en la conversación -. Se que el tema del Vitalis y demás le tiene muy ocupado pero, por favor ¿podrías decirnos si Ike entra al equipo? es que estoy de los nervios.

- Ah... -. Zelmor no se había percatado de que tanta meditación y análisis estaba haciendo que se impacientasen los demás -. Lo siento, no era mi intención hacerles esperar de esta forma. Por supuesto, Ike está en el equipo.

Al final todos celebraron, aunque la espinita de frustración de Ike todavía seguía presente, al menos ahora se podía unir a los demás y luchar juntos.

- Pero antes de que os vayáis, debo decirte algo en privado, Ike Bluefire -. Anunció el Heraldrim y el jolgorio desapareció al instante -. Acompáñame.

Juntos, Ryu e Ike fueron a la parte posterior del monte, la cara contraria por la que habían ascendido para llegar hasta allí. Tras dejar atrás enormes bloques rocosos se percató de la anomalía climatológica que allí acontecía: una niebla ligeramente verde bloqueaba la visión del paisaje, y conforme más se adentraban, la niebla se llenaba de más detalles como la aparición de pequeños aunque densos flujos de energía o de chisporroteos en forma de pequeños rayos en el ambiente.

- ¿Qué es este lugar?


- Esto... es el desenlace de todas las cosas de este plano, Ike. Por algún motivo este lugar existe y debido a lo que implica, es mi misión permanecer cerca para que no sea utilizado con otros fines en otro momento -. La niebla parecía despejarse y con lo que vio Ike se quedó estupefectado -. Bienvenido al Foso del Fin.



Más que un foso, parecía una grieta surgida del suelo que llevaba a una corriente de energía que se arremolinaba sin cesar. Pero el aspecto decadente del lugar no fue lo que llevó a Ike a quedarse enmudecido, sino a lo que vio a su alrededor. De vez en cuando, alguien se acercaba, completamente consternado y, por su rostro, sumido en la miseria. Esa persona caminaba hasta que se arrojaba a sí misma al torbellino de energía y desaparecía de inmediato.

- ¿Qué hacen esas personas? -. Preguntó Ike con el rostro pálido.

- Tener una vida eterna no siempre es una bendición, Ike. Hay personas que consideran esta segunda oportunidad una tortura por lo que dejaron atrás y que jamás podrán recuperar. Otros, en cambio, después de vivir esta vida eterna se dan cuenta de que el vivir un día más sin límite alguno ya no tiene sentido alguno y quieren poner fin para así tener un descanso apropiado. Por eso existe este lugar, una vez te arrojas a ese remolino de energía, dejas de existir ¿Te das cuenta de por qué te he traído a este lugar, Ike Bluefire? ¿Eres consciente de lo que podría haber significado?

Ike se quedó sin palabras ¿Acaso el Heraldrim conocía del sufrimiento interno que tuvo el guerrero cuando llegó a Ysgard? ¿El conflicto que le había llevado al colapso mental?

- He conocido muchos casos así, aunque ninguno tan extremo por una persona -. Ryu Zelmor, que miraba a Ike, devolvió la mirada al torbellino -. Con tu muerte, has salvado a Lucilia Akios.

Ike se quedó aún más estupefacto de lo que ya estaba.

- La "Asesina Roja" o "Asesina de Facciones"... toda esa desesperación convertida en una ira desmedida llevó a aumentar considerablemente su poder y, al mismo tiempo, a una locura que tras todo desahogo la habría conducido a este lugar.

A medida que aquellas palabras pasaban por la mente de Ike, este se imaginaba cómo una chica pelirroja, con los ojos vidriosos por las lágrimas infinitas que habría derramado, se acercaba a aquel pozo para arrojarse. No pudo evitarlo, se le escapó un par de lágrimas aunque aún con la mirada fija en aquel lugar.

- Sin embargo, la locura cesó y aunque no borrada, quedó oculta en una personalidad que pudo volver a recuperar de verdad en cuanto te vio ¿Lo entiendes ahora, Ike Bluefire? Tu muerte ha evitado que Lucilia Akios dejase de existir para siempre... Tu muerte ha llevado a que esté aquí, contigo, a punto de tener descendencia... Tu muerte ha llevado a que pueda contar con ella para una de las labores más importantes que voy a llevar a cabo... Tu muerte ha provocado que ella pueda tener una segunda vida de verdad.

Las anteriores lágrimas solitarias de Ike se convirtieron en un mar cuando este cerró los ojos y cayó de rodillas. Aquella terrible verdad que se le había desvelado en aquel momento provocó una gran tristeza por lo que podría haber sido...

- Gracias... por contarme todo esto -. Dijo Ike, desde el suelo, encogido.

...pero, afortunadamente, nunca será.

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- No, debes levantar más las manos cuando realizas ese ataque -. Corrigió Ryu Zelmor a Lucilia.

- Fiu... -. Se quejó ella por el cansancio -. ¿No es tan fácil, sabes?

- Claro que no lo es, por eso hay que practicarlo más.

- Joder, con lo que mola decir algo mientras lanzas un ataque... -. Se quejó Isador -. ¿De verdad tengo que quedarme callado cuando lanzo un conjuro?

- Cuando conjuras estás dando información al enemigo, que en caso de seres poderosos pueden usar para, de manera inmediata, contrarrestar tu hechizo -. Le dijo el Heraldrim de manera estricta -. Pero tu forma de conjurar en silencio y sin moverte te lastra mucho y por ello no puedes realizar los conjuros más poderosos de tu arsenal de esa forma. Debes aprender a hacerlo.

- Dios... y yo que creía que podríamos visitar la ciudad un poco...

- Podrás hacerlo durante una o dos horas que tengas libres.

- Y eso que el día tiene treinta horas aquí... -. Matizó Ezio, quien también estaba sudando y en sus límites.

- Esto es imposible ¿cómo se supone que debo quedarme quieto al mismo tiempo que me muevo? -. Se quejó Ike tras ceder la concentración en la meditación que estaba ejecutando, cayendo al suelo casi sin poder moverse en absoluto.

- No es imposible y es la única forma para suplir tu punto débil. Cuando ejecutas tu Armadura Espiritual te quedas estático en el interior de esta. Para alguien que penetre su protección eres un objetivo muy fácil de alcanzar -. Explico Zelmor -. Debes aprender a tener más movilidad con eso activo.

- Pues llevo más de una semana y ni un avance.

- Entra dentro de los planes, quizás hasta dentro de un mes no consigas nada todavía. Venga, nada de descansar ninguno de vosotros. Poneos en pie y a trabajar.

- ¡Joeee! -. Exclamaron casi todos al unísono.

De nuevo, habían pasado varios meses y esta vez ya todos se encontraban en Sigil, en un recinto cerrado formado por dos pequeñas torres, un par de plantas y un patio interior en el que entrenaban casi todo el tiempo. El resto de las treinta horas del día lo invertían en alimentarse, dormir y tan solo un par para poder hacer lo que quisiesen, como visitar la gigantesca ciudad anillada. A diferencia que con ellos, el Heraldrim no imponía entrenamiento alguno en los otros miembros que ya se habían sumado al equipo para formar el total de nueve: el Rey Forjador de la llama Himdall, uno de los espíritus más poderosos y antiguos de Ysgard, y uno de los pocos que más cerca ha estado de vencer a Ryu Zelmor; el gigante de almas Jotun, el jefe mediador que maneja la transposición de almas heroicas al plano; y el ya mencionado Wyk Campotrébol, un centauro bariaur y jefe de su tribu, especializado, al parecer, en armas como alfanjones y tiro con arco.

Con el avance y mejoraría mostrado en el grupo a medida que transcurría el tiempo, los periodos de entrenamiento se volvieron más flexibles para así poder pasar el tiempo como todos querían. Sabían que el torneo sería muy difícil pero al menos por fin tenían un horario más normal para poder vivir, interactuar entre ellos (sobre todo con los miembros del grupo que aún no conocían) y visitar la ciudad. Lamentablemente, tampoco duró demasiado porque a pesar de que los ejercicios se redujeron a unas pocas horas, el Heraldrim empezó a recalcar la importancia de lo que estaba a punto de suceder en la ciudad.

- Siento decir que ese plan al edificio de El Salón tendrá que ser cancelada -. Anunció justo al termino del entrenamiento de aquel día, mientras todos se disponían ir a ducharse y visitar uno de los edificios más importantes del Barrio del Salón de los gremios de la ciudad.

- ¿¡Quéeee!? -. Preguntaron con leve desolación.

- Durante la estancia aquí, los demás equipos no han dado señales de querer mostrarse a los demás, pero en los últimos días están empezando a llegar los demás planos y hay que actuar en consecuencia. No nos quedaremos parados, obtendremos ventaja de la situación de algunos.

Ike bajó la mirada. Durante un tiempo había estado tratando de evitar hacer la pregunta sobre si el Plano Material participaría en el torneo, pero de todas formas se preparó anímicamente suponiendo que así fuese. No quería ahondar sobre quién formaría el grupo, tan solo se centró en lo que estaba diciendo Ryu.

- Actuaremos en un par de horas, cuando hayáis descansado lo suficiente. Las nueve capas del infierno van a participar también y vamos a tenderle una trampa a Asmodeo.


- ¿Asmodeo? -. Preguntó Braim con suma seriedad -. ¿Él mismo va a ser un participante?

- Así es, y vamos a aprovecharnos de su orgullo y seguridad para poder sacar ventaja -. Zelmor realizó unos movimientos con sus manos y con su conjuración formó una imagen holográfica de una zona en específico de la ciudad de Sigil -. Actuarán por esta zona. Quiero que Braim, Ezio e Isador sean los primeros en interceptarle.

- ¿Y qué hacemos? ¿Formamos una enorme batalla al lado de civiles? -. Preguntó Ezio con cierto tono de sarcasmo.

- Los tres unidos contra él quizás podáis darle bastante batalla e incluso hacerle sufrir en gran medida, pero esa no es mi intención. En el día de hoy perderemos, le haremos creer que somos débiles, tanto vosotros que actuaréis en primera estancia, como yo que vendré luego. Eso hará que se confíe en el torneo, aparte de que voy a intentar sellar algo suyo... y no, no es su cetro -. Especificó al final Zelmor, viendo que Isador iba a hacerle esa misma pregunta.

- ¿Y nosotros? -. Se interesó Lucilia.

- Ike, Wyk y tú os separaréis y trataréis de identificar a los demás equipos que han llegado y el lugar donde se hospedan. Pase lo que pase, no os inmiscuyáis en batallas absurdas, sobre todo viendo que algunos miembros de los demás equipos están dejándose llevar por la arrogancia y prepotencia.

Aquel día iba a ser para tomar algo todos juntos en El Salón y poder disfrutar de las distintas planta y diversos lugares de ocio que habían en el enorme edificio, pero de pronto se convirtió en una misión con bastante importancia para el equipo de Ysgard si querían tomar ventaja de la situación. Los primeros en irse fueron Ezio, Isador, Braim y Ryu; Himdall también se fue hacia alguna parte a petición del Heraldrim; y por último Ike se despidió de Lucilia con un fuerte abrazo y del simpático de Wyk con gesto de asentimiento y se empezó a mover por los lugares designados.


Ike paseó por la calles, pero siempre preparado y atento a todo lo que veía. Como en la mayor parte del día, la ciudad se sumía en un estado de iluminación de penumbra, debido a que la esfera de luz que subía y bajaba en el centro del anillo no llegaba a todos los ángulos de las calles salvo en un par de momentos puntuales. Sin embargo, la heterogénea población lo arreglaba con farolillos y lámparas, todas distintas según el edificio por el que pasaba en ese momento, según la raza dueña de aquellos tramos de paseo. Humanos, elfos, enanos, pero también algunos planodeudos como aasimares o nerafines; todo ellos más los que visitaban temporalmente la ciudad, especialmente para labores de comercio, convertía la misión que había recibido Ike en casi toda una incógnita, pues no conocía casi nada de los demás planos y mucho menos de sus equipos.

Pero le dio un vuelco al corazón cuando entre toda la condensación de habitantes, sí que vio a alguien a quien reconoció muy bien. Una chica rubia que caminaba y hablaba animada con otra chica de pelo rubio platino y con una diadema metálica adornada con zafiros. Alanne Barlis y Alleria Karzkart avanzaban por la calle hacia la dirección donde estaba Ike, que sin saber muy bien cómo reaccionar, lo primero que intentó fue desviarse hacia un callejón, o eso intentó al menos.

- ¿I... Ike? -. Escuchó decir a Alleria, que hasta ese momento estaba escuchando lo que le decía Alanne mientras miraba al frente. En cuanto escuchó eso, su amiga también miró hacia el frente con una mezcla de asombro y desconcierto.

- ¿¡IKE!? ¡IKEEE! -. Gritó ella muy alto, de manera que todos alrededor se fijaron debido al alboroto.

- Ha pasado tiempo... -. Fue lo que dijo, con una voz algo quebrada y con un rostro cabizbajo y serio -. ¿Qué tal?

- Maldito... -. Alanne mostró también un tono serio -. ¿Al final te quedaste allí, eh?

- Lo siento...

- ¿Sabes todo lo que ha provocado eso?

- Sí, lo siento... de verdad...

- Espera -. Dijo Alleria con un tono más relajado que Alanne e Ike -. Estás aquí, eso significa ¿vas a participar en el Torneo de las Dimensiones?

- Así e...

- No, no puedes hacer eso -. Interrumpió Alanne de inmediato -. Si lo haces, vas a matarla del disgusto, no sabes lo que ha sufrido Alyx, Ike -. El guerrero bajó aún más la mirada -. Tienes que retirarte, me da igual ganar o perder en ese sentido, lo que no quiero es ver a una amiga sufrir más así.

- No te preocupes, Alanne, esto se acaba aquí... -. El corazón de Ike se heló ante aquella voz, que no provenía de Alleria, pero no solamente él quedó sorprendido.


- ¿¡Alyx!? ¿¡No ibas de vuelta a la torre!? -. Preguntó con mucho nerviosismo Alanne e intentó ponerse entre medio de ambos para evitar una tragedia, pero fue demasiado tarde.


Un resplandor azul se formó en la calle, muchos de los habitantes no es que saliesen huyendo, sino que no pudieron hacerlo. La gran mayoría voló y sus cuerpo arremetieron en las paredes de los edificios o rodaron por los callejones. Ike, que había estado cabizbajo sin saber reaccionar y por tanto, no miró a Alyx cuando apareció, sí que lo hizo ante aquello que ocurría; ante él se formaba la Armadura Espiritual de ella, mientras que en su interior ella se llevaba la mano a la cabeza, con un gesto de sufrimiento que provocó un reguero húmedo por sus mejillas, a causa de las lágrimas. El estado en el que también estaba Ike produjo que no pudiese reaccionar a tiempo y recibió el impacto de la mano de energía azul de lleno en el torso, haciéndole rodar un par de decenas de metros hacia atrás.

- ¡Alyx, para esto, por favor! -. Rogaba Alleria con las manos alzadas para detener en su rostro todo el viento que había formado la repentina formación del aura mágica de la Armadura Espiritual. Sin embargo, esta no parecía escuchar a la sacerdotisa de la Luz, tan solo mostraba un gesto de sufrimiento y el rostro de la Armadura emitió un rugido desgarrador.

- ¡No servirá nada de lo que digas, Alleria! -. Desesperada, Alanne concentró su energía dorada y formó dos alas doradas en su espalda -. ¡Vete de aquí, nada la detendrá! -. Le gritó a Ike e intentó interponerse entre ambos una vez más.

- ¡Apártate, Alanne, por favor! -. Gritó ella, pero sin apartar la mano de la mitad derecha de su rostro.

- ¡Detén esta locura, Alyx! -. Alanne extrajo poder de sus alas para formar una espada brillante y con ello intentó detener el intento de la mano de la Armadura Espiritual, que iba directa a por Ike, quien intentaba recomponerse del duro golpe.

Con la espada dorada de por medio y haciendo fuerza con sus pies que se arrastraban pro el suelo y con sus alas que ejercían fuerza hacia delante, Alanne pudo parar la mano. Ike vio con angustia todo lo que había provocado su dura decisión, el sufrimiento de Alyx que se había convertido en pura ira y odio, pero también se acordó de lo que le dijo Ryu Zelmor frente al Foso del Fin sobre Lucilia. Hiciese lo que hiciese, le hubiese tocado afrontar una situación por la que nadie debería de pasar. Alyx gritó y su Armadura se hizo aún más grande, sus brazos se dividieron en varios y con ello pudo sobre pasar las evocaciones doradas que estaba haciendo Alanne para intentar detenerla, de manera que de nuevo iba a por Ike, haciendo un arco horizontal a lo largo de toda la calle, de manera que arrasó varios edificios y sus escombros amenazaban con caer sobre la gente derribada anteriormente. Ike sabía que su decisión era su carga pero no iba a permitir que nadie más saliese herido por su culpa. Formó también la Armadura y con ella evitó que los escombros sepultasen a los habitantes. Entre todo el polvo, el guerrero perdió de vista todo destello dorado, indicativo de que no sabía dónde había ido a parar a Alanne; tampoco había rastro alguno de Alleria. No obstante, sí que veía con claridad cómo la energía azul se volvía más y más grande.

- Se que te he hecho sufrir, Alyx pero por favor, llevemos esta disputa a un lugar donde...

- ¡Silencio! -. Interrumpió ella con un sonoro grito a la vez que realizaba un poderoso golpe con la Armadura, que chocó en la de Ike con tanta fuerza que una nueva onda de choque provocó esta vez que varios edificios se derrumbasen por completo alrededor -. ¡Todavía no entiendo muy bien quién eres, todavía no entiendo qué has hecho, pero tu sola presencia me hace sufrir hasta un punto que no te imaginas! ¡De alguna forma tú has convertido mi vida en esto, has arrebatado mi felicidad! ¡ASÍ QUE LLEGÓ LA HORA DE QUE YO TE ARREBATE ALGO TAMBIÉN!

El resto de brazos se alzaron y empezaron a formar una enorme estaca de un fuego azul tan condensado que parecía una especie de magma que se solidificaba. Ike intentó arremeter para defenderse, pero se percató de que una fuerza le arrastraba hacia detrás suya. Cuando miró vio que unas fauces de una bestia formada de energía se había abierto a unos diez metros de él y succionaba con fuerza, aspirando todo frente sí. El sentimiento de culpabilidad de Ike era enorme, pero su instinto de supervivencia y de batalla empezó a opacarlo. Se concentró en formar su armadura más grande, pero entonces ya fue demasiado tarde.

La estaca se clavó en la Armadura Espiritual del guerrero y arrancó la energía, llevándosela con ella hasta la boca de la bestia, que absorbió del todo tanto la estaca como la propia Armadura Espiritual de Ike, que no podía creer lo que acababa de pasar. Se miró las manos, notando lo que había pasado en su cuerpo.

- Mi Armadura... ¿Qué?

- ¡Ya no te pertenece, maldito cabrón! -. Alyx aprovechó el desconcierto de Ike para intentar golpearle, pero en el último momento el guerrero desapareció por completo del lugar donde se encontraba.

Un rapidísimo Wyk Campotrébol había recogido a su compañero y lo había llevado a los tejados de aquella misma calle, se encontraba mirando de reojo y con un gesto de enfado a Alyx.

- No escaparás... -. Fue a decir Alyx, que empezó a concentrar fuego azul en la boca de su Armadura.

Wyk, consciente de la envergadura del ataque, saltó por encima de ella para que en el momento de disparar la energía lo hiciese hacia arriba y así no dañase a nadie de alrededor. La llamarada se disipó cuando se acercó a la esfera que iluminaba la ciudad, después de que el bariaur lo esquivase sin problemas.

- Wyk... -. Ike fue a decir algo pero notó como su cuerpo perdía fuerzas.

- No digas nada, compañero. Estás bastante pálido.

Ike, que se había mirado anteriormente las manos, las observó de nuevo y notó como estas estaban mucho más blancas e incluso levemente azuladas. De pronto empezó a notar mucho frío en su cuerpo, Wyk lo cargó en su lomo y se dispuso a irse. Pero antes de ello, Ike le dirigió una mirada a una impotente e iracunda Alyx, que veía como su presa escapaba de ella delante de sus propios ojos.

- No te preocupes, informaremos a todos de lo que acaba de ocurrir -. Mencionó Wyk con intención de tranquilizar a su compañero, quien tan solo cerró los ojos tanto por lo débil que estaba como el pesar que sufría.

Era imposible no preocuparse.

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