29 may 2022

Pesadillas que se hacen realidad


Aquella mañana amanecía con el sol entre las pocas nubes dispersas, con un frío más suave de lo que venía siendo habitual en las últimas semanas, muy en contraste con la tormenta y las mínimas históricas del año pasado. Con los primeros rayos de sol que iluminaban aún de manera sutil el manto del bosque que tenían a su alrededor, una chica iba ya totalmente preparada caminando entre destacamentos de guardias, tiendas de campaña improvisadas y barricadas estacionadas. El cielo aún era añil y escuchaba muchos bostezos por donde pasaba, pero ella iba decidida y con un semblante muy serio, mochila a la espalda y sosteniéndola de un asa, hacia uno de los vehículos que habían acumulados en un descampado que servía como aparcamiento temporal. Los guardias del campamento imitaban su movimiento, cada uno a sus respectivos vehículos.

- Ya ha llegado, Asimov -. Le indicó el teniente que había conocido y con el que había compartido misión durante las últimas semanas -. Muy bien, puede ir subiéndose -. Indicó hacia el interior del camión, negando con una mano cuando la chica fue a sacar su licencia provisional -. ¡Vamos, que no tengo todo el día! -. Apremió a los soldados rezagados de detrás de Alexandra.

La chica se subió y se colocó al fondo de la zona de carga, con un banco a cada lado. Lo había pensado de manera fría, como solía analizar. Estando en esa posición no se encontraría en una situación de ventaja total en caso de ataque enemigo, pero era la opción menos mala de todas. Desde allí, podría asegurarse de que en caso de ataque frontal o trasero, tendría soldados que pudiesen protegerla para que ella pudiese desplegar su poder sin problemas, ya fuese por la parte de la retaguardia, con el resto de soldados de la zona de carga, o de la cabina del vehículo, con el soldado conductor, el teniente y otro soldado de copiloto extra. Además, podría estar pendiente de la carretera a través de la ventanilla, así como de poder escuchar la radio con total claridad. Cuando se puso a revisar su mochila, los soldados empezaron a subirse y ocupar los demás asientos del camión.

Su misión había cambiado de manera abrupta. De tener que controlar el sur y las distintas localizaciones alrededor del noroeste de Utgarde, siguiendo la pista de los Bayanes, apoyando a las tropas de Aslind y tratando de desenmascarar posibles ubicaciones de la banda de Adam Cole en los alrededores; a tener que viajar de inmediato hacia la zona de Serencia. Cuando le llegó la noticia de lo que había sucedido no se lo podría creer; Elisabeth había mostrado su poder, de manera que la habían identificado como la verdadera en aquel territorio, pero aún más alarmante eran los rumores de que había desaparecido o la habían secuestrado. Pero Alexandra, que ya conocía que la Elisabeth de Serencia era la verdadera, volvió a concentrarse en su runa de localización. Cuando lo hizo por primera vez desde que se enteró de las noticias se tranquilizó bastante al descubrir que estaba en Maldea. Durante el día de ayer estuvo viajando hacia Serencia y a la noche estaba en el piso que la guardia le había otorgado a los alumnos de licencia provisional. Ahora que lo había vuelto a hacer, confirmó con calma que se encontraba aún allí, en el piso de residencia. No quiso preguntar a nadie de allí sobre lo que había ocurrido a Elisabeth, por temor a que se filtrase información, así que decidió no llamar a sus amigos o usar la radio y, aunque la tentación estaba ahí, ni mucho menos se le ocurrió mandar un SMS o dar un toque a la propia Elisabeth. 

Se concentró en su misión, que consistiría en reforzar una de las líneas de vigilancia que habían levantado guardia, forestales y profesorado de la Academia de manera urgentemente apresurada. Aunque el ambiente de pesimismo era tangible, debido al peligro de la misión y, más aún, a los rumores de la muerte de Aslind, la motivación de Alexandra no se había torcido en absoluto.

El camión empezó a ponerse en marcha cuando ya todos estuvieron listos. Algunos de los soldados la miraban de soslayo, otros susurraban por los compañeros de la chica, pero a ella le dio igual. Hasta que uno habló de cierto tema con otro compañero.

- Entonces, si vamos allí... es porque de verdad la tal Elisasbeth esa se ha delatado, ¿no?

- Joder, hasta ahora el plan estaba saliendo bien. No podría haberse estado quietecita, no...

- Y si se ha delatado, ¿por qué no se va? Así todos, incluyendo a la población, estaríamos a salvo. 

- Shhh... Que así no podemos actuar, joder. Que somos soldados.

Alexandra ni siquiera hizo ademán de apretar el puño o de mirar a los soldados. Con la frialdad y tenacidad que debía mostrar, siguió centrándose en lo suyo, tanto en la runa de Elisabeth como en sus pensamientos, pero sin dejar de lado posibles señales entrantes de radio.

De pronto, como si el destino la hubiese estado escuchando, una transmisión en la radio sacudió con urgencia la cabina de conducción.


- ¡TENIENTE WAIRNOTH, TENIENTE WAIRNOTH! 

- Aquí el teniente Wairnoth, ¿qué ocurre? -. Hubo un silencio general en el camión ante la impetuosidad en el tono de aquel soldado que estaba poniéndose en contacto.

- ¡SE HAN DETECTADO MOVIMIENTO DE BAYANES TRAS LAS LÍNEAS B4 Y B5! 

- Imposible... ¿Han arrasado los puestos de vigilancia sin que nos hayan comunicado antes? -. Preguntó inquieto el teniente.

- ¡Negativo, señor! ¡Todos los puestos de vigilancia están operativos! ¡Pero aún así han logrado pasar! Incluso.. ¡Incluso con las medidas contra invisibilidad y equivalente, señor!

- ¿Pero cómo...?

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- Bien, la operación comienza... ¡AHORA! ¡Al ataque! -. Dio la orden mediante walkie, poniéndose él también en marcha.

Tras comprobar que todos los equipos estaban en su posición en el momento acordado, comenzó la operación. Soldados y alumnos en prácticas entraron en los dominios de un amplio recinto, desde diferentes localizaciones, superando la valla que delimitaba el terreno salvaje del artificial. Se trataba de una fábrica de azulejos al sureste de Fordier, que estaba cerrada temporalmente por la crisis en Reposo de Taliyah. El recinto contaba también con un almacén y un bloque de pisos. La valla de alambre no fue problema alguno para los asaltantes, ya que se habían podido acercar lo suficiente sin problemas. Los Bayanes del interior habían sido totalmente sorprendidos y para cuando se preguntaron por qué sus exploradores no dieron parte de lo sucedido, ya era demasiado tarde para ellos. Los primeros fueron aplacados e inmovilizados en cuestión de segundos. 

- ¡Toma esto, y esto! - Dijeron al unísono dos hermanos, que combinaban con rimbombancia sus golpes para derrotar a los Bayanes.

Seguir luchando contra los demás no era una tarea fácil, ya que los miembros de la banda presentaban una dura batalla. En otras circunstancias hubiese sido un combate duro en el que tendrían que haber reculado, pero ahora contaban con la ventaja de la emboscada y ganaban en número. 

Se trataba de una operación que llevaba preparándose durante los últimos días. Después de las pistas que habían recolectado consiguieron localizar el foco donde se concentraba uno de los miembros más importantes de la banda de Adam Cole, El Impresor. Afortunadamente, lo hicieron a tiempo, antes de que empezase con contundencia su labor de falsificación de documentos y filtración de archivos confidenciales de la guardia, lo cual hubiese puesto en problemas a la región. Los exploradores enemigos no tuvieron opción alguna de avisar, ya que unas criaturas pequeñas y de formas geométricas los localizó a todos desde las sombras, siendo sencillo atraparlos a la vez sin que alertasen.

Desde el interior de las vallas, los dos hermanos que acababan de golpear a uno de los Bayanes con sus movimientos exagerados se pusieron en guardia de nuevo contra otros tres. Pero los enemigos eran expertos en subterfugio y aprovecharon el mínimo descuido de alguien no tan experimentado en operaciones, como eran dos alumnos en prácticas, para sorprenderles con dos Bayanes más por la espalda de los hermanos, con dagas en alto saltando sobre ellos.

- ¡Cuidado, Drae, Drue! -. Gritaron un par de guardias en un intento de ayudarles, ya que no les daba tiempo a apoyarles en combate.

- No hay por qué preocuparse, tenía previsto algo así -. Comentó el líder de la operación mientras se ajustaba sus gafas, mientras iba montado en otra de esas criaturas de forma geométrica, como las que usó para superar la línea de exploradores. Él mismo la había convocado, esta vez a una versión voladora, de la que veía todo el asalto como si fuese un mapa en miniatura con fichas. Desde ahí monitorizaba la operación y había supuesto que, a pesar de la emboscada, los Bayanes eran muy peligrosos. 

Contra uno de los Bayanes que atacaba la espalda de Drue y Drae apareció unas motas anaranjadas que desprendieron de repente un gran destello, cegándolo e impidiendo que viese que de algún lado de esas motas aparecía una tiflin pequeña, con una indumentaria de cuero rojo oscuro y ajustado, empuñando una espada larga en la mano derecha y otra corta enla izquierda, con la que hizo cortes certeros pero no letales. 

A su lado, el otro Bayán no fue detenido por nadie e iba a propinar el ataque letal sobre el menor de los Tyronne. Ejecutó su movimiento descendente con las dagas, pero sus brazos no le respondieron. De hecho, dejó de sentirlos. Como si estos, de repente, se hubiesen desprendido de su cuerpo como piezas de juguete, sin ser nada sangriento ni doloroso, cayeron al suelo con las armas aún empuñadas. 

- Buen trabajo, Noctícula, Heifred -. Felicitó Marty, que ya descendía para apoyar a sus compañeros.

En una combinación de golpes entre los hermanos Tyronne, junto con un brazo hecho de engranajes y chatarra que obstaculizó a los Bayanes, los tres que quedaban enfrente fueron aplacados también.

- ¡Puñetazo solar doble! -. Terminaron diciendo una vez más al unísono -. No, no, no... Muy mal, Taide, ¡dijimos que todos tenían que usar nombres en sus ataques! -. Prosiguió esta vez Drue, increpando hacia la persona que estaba en el origen de aquel brazo de chatarra.

El brazo mecánico provenía de Taide, que había usado los repuestos de la maquinaría de su lado para poder usar su propio poder. Este, en una mezcla de tensión por la adrenalina, pero también avergonzado por lo que había dicho Drue, negó con la cabeza y siguió hacia delante.

- ¡AAAAAH, MIS BRAZOS! ¿¡QUÉ ME HABÉIS HECHO!? -. Gritaba sumido en el pánico el que tenía sus brazos desprendidos.

- Cállate, que no los has perdido -. Respondió Heifred, el autor de aquel poder que impidió al Bayán atacar.

- Gracias por titánica cobertura, Heifred -. Agradeció uno de los hermanos Tyronne que, a pesar de que eran del mismo curso, Heifred tenía el enorme problema de que seguía sin distinguir quién era Drue y quién era Drue.

- Vamos, chicos, ya casi lo tenemos -. La enorme Escoria alada descendió y de ella bajó Bruno, quien también acompañaba a Marty. 

Este, en cambio, no felicitó porque se dedicó a observar todos los puntos del reciento. Tanto la guardia como ellos habían conseguido superar a los Bayanes de las distintas áreas en torno al edificio principal. Del almacén y la caseta se estaban ocupando ya, así que El Impresor estaba totalmente rodeado en la fabrica, quizás con algún que otro Bayán más. En apenas un minuto la guardia y ellos se prepararon para asaltar la fabrica en caso de encontrarse resistencia, escudos en alto y armas de fuego preparadas. Noctícula y Taide se pusieron en la posición acordada, desde lo alto de una grúa, donde ambos tendrían ventaja, mientras que los hermanos Tyronne y Heifred estarían frente a la puerta principal. Bruno y él se situarían volando nuevamente, por si acaso la acción se enfocaba en el tejado.

- ¡Impresor! ¡Estás rodeado! -. Se escuchó por megáfono a uno de los guardias -. ¡Ríndete, sal con las manos en alto y acabemos con esto! 

Para sorpresa de todos, incluso del propio Marty, la persiana metálica de la fabrica subió de inmediato, y a pesar del gesto de tensión en soldados y compañeros de la Academia, no fue para dar inicio un combate. Enmanuel Forbes, alias 'El Impresor' salía con las manos en alto, junto con otros cuatro Bayanes que también habían soltado las armas y estaban dispuestos a rendirse. Marty suspiró de alivio, el fin de la operación parecía haber llegado, con total éxito.

- Está bien, me habéis pillado -. Soltó él con desgana y mal humor -. Me rindo...

- ¡Al suelo! -. Saltó el guardia del megáfono -. ¡Los cinco al suelo, de rodillas y con las manos detrás de la cabeza!

El Impresor y sus hombres estaban dispuesto a arrodillarse, pero un acto inesperado les pilló de sorpresa tanto a ellos como a soldados y héroes provisionales. Fue tan rápido que para cuando terminó todo, el grito de terror de Marty acabó ahogado, sintiendo los latidos del corazón en la cabeza, sin pensar con claridad. A su lado, Bruno también estaba descolocado, y aunque el intento del chico fue de bajar para ayudar, el shock le impidió moverse un centímetro más.

- Ey, Forbes -. Comentó alguien que acababa de aparecer después de desplazarse con una velocidad sobrehumana -. Ya es la segunda vez que hay que salvarte. Uy, ¿a cuántos me he cargado?

Un reguero de sangre y visceras, desde la línea de retaguardia de soldados, hasta casi al lado de El Impresor, empapaba el suelo de color carmesí. Los restos se los soldados despedazados caían al suelo tras haber sido mandados a volar por la incercia del movimiento que acababa de llegar. Y junto con los soldados, los cuerpos de los dos hermanos Tyronne caían por su propio peso, segundos antes de que también cayesen sus cabezas, al igual que pasaba con Heifred, totalmente descuartizado.

El refuerzo de El Impresor, que ni él mismo se lo esperaba, se sentó en lo alto de una caja apilada, flexionando una pierna y dejando la otra colgando, con la mano sobre la frente para comprobar todo el sangriento espectáculo que había desatado. Unas alas de plumas endurecidas como cuchillas empezaban a replegarse y empequeñecerse, hasta desaparecer de la nada entre las rasgaduras de la chaqueta de cuero de mangas cortas, adornadas con pelajes y motivos tribales. Tras observarlo todo y ajustarse las gafas de sol, miró confuso a los que habían sobrevivido al ataque, algunos intentando ayudar a sus compañeros aún vivos con heridas graves, otros reorganizándose para atacar.

Noctícula había saltado de la grúa hacia la puerta principal, donde se encontraba aquel hombre. Iba con los ojos inyectados en sangre, a la vez que llorosos, y con sus armas en alto, dispuesta a ejecutar su ataque más feroz sobre su enemigo. Pero este, alzó la mirada y la miró, sonriente.

- ¡NOCTÍCULA, NOOOO! -. Pudo gritar Marty tras segundos en los que el cuerpo no le obedecía. 

Una mano de hierro, hecha de las partes de la grúa, agarró a la tiflín y la detuvo en el aire, justo en el momento en el que enfrente de ella se ejecutó un ataque tan rápido que rasgó el propio aire. Resultaba que aquel tipo había transformado su pierna en una pata de algún tipo de animal ovíparo, cuyas garras eran tan afiladas que rajó el metal del brazo metálico de Taide como si fuese mantequilla, algo que le hubiese sucedido a la tiflin en caso de haber continuado su ataque.

- ¡TE VOY A MATAAAAAAR! -. Gritó Noctícula, desbocada.

- ¡Tranquilízate, es demasiado fuerte! -. Fue Taide esta vez el que habló, moviendo el brazo hacia atrás para ponerla a salvo junto a él. Aquel tipo reconvirtió gradualmente su pata de nuevo en una pierna humana y sonrió.

- Buen movimiento, chico. Aunque no puedo decir lo mismo de ella.

- Ese es... -. Bruno también empezó a recuperar el movimiento en el cuerpo -. El Nómada... 

- Drue, Drae... Heifred... -. Marty aún seguía sin superar la situación. El plan había dependido por completo de él y la ejecución habia sido casi perfecta. Durante unos momentos, se le vino a la mente la imagen de sus amigos Dyke y Xavier muertos. Empezó a llorar sin remedio.

- Tenemos que hacer algo, Marty, eres el capitán, ¡vamos! -. Le animó Bruno con ahínco, antes de saltar y apoyar a los soldados y amigos.

- No digas lo de tener que rescatarme, tú también fuiste atrapado en Taneir, Krogstad -. Le terminó diciendo El Impresor, con los otros Bayanes detrás recuperando sus armas del suelo.

- Pero las cosas han cambiado, ¿has visto lo fuerte que me he vuelto? El regalo de Lothus no está nada mal -. Comentó, sonriente y satisfecho, estirándose y bajando de donde estaba sentado para colocarse frente a Enmanuel -. Vamos a ver dónde están mis límites ahora.

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Un reguero de sangre se esparció por la maleza y los hierbajos entre los árboles del bosque. Con aquella explosión, las quemaduras y heridas que había sufrido aquel maltrecho joven lo había derrotado por completo, cayendo casi desfallecido bocaarriba, aún con los ojos abiertos y respirando a duras penas, con el líquido vital entorpeciéndolo en nariz y boca. El agua que controlaba segundos atrás y que estaba flotando, cayó también por su propio peso, entre la ahumadera de la explosión que acababa de ocurrir.

- ¡Samuel! -. Dafne, tosiendo y moviéndose a duras penas, se arrastró para intentar ayudar al chico.

- Tengo que reconocerlo -. Un hombre que vestía elegantemente de blanco y, a pesar del entorno salvaje y el combate que estaba teniendo, no tenía ningún rasguño ni mancha alguna, se giraba para mirar a su presa -. Me da rabia no poder sacaros de aquí, pero con tanta vigilancia que se está montando y tantos frentes que cubrir, yo solo no puedo hacerlo. Igualmente, ya tengo lo que quería de la loba degrania. Ahora, faltas tú, pero tuvieron que llegar moscas molestas.

Lambert frunció el ceño en dirección a los refuerzos que llegaron minutos atrás. Valruk y Sakurako se interponían entre este y Luthor, que había sido atrapado en un círculo rúnico, que no solo le mantenía preso y sin voluntad, sino también inhibía sus poderes de energía negativa y licantropía, de manera que estaba totalmente indefenso. Como ninguno de allí sabía cómo disipar aquello, la única opción que tenían era la de luchar. Heleena, que había llegado junto a los héroes provisionales a salvar a sus amigos, estaba pálida y débil físicamente, pero todavía tenía fuerzas para evitar un desastre mayor, de manera que se puso a intentar salvar a Dafne y Samuel. Este último acababa de ser derrotado por Lambert tras una explosión de su sellos, aunque ya venía de un estado delicado debido al incidente que tuvo con el coche de vuelta desde Reposo de Taliyah.

- Bueno, ahora... ¿Qué vais a hacer? -. Preguntó Lambert, alzando las manos y mostrando sus palmas, con ambos sellos grabados -. Me encanta jugar 'en casa', con todo un escenario preparado y emboscar a mis enemigos. Así que, que estéis aquí tan solo es un imprevisto, pero no hay de qué preocuparse. 

- ¿¡Está bien Samuel!? -. Gritó Sakurako. Heleena pudo sacarlo de allí junto a Dafne. Fue la propia driada quien débilmente acabó alzando el pulgar, indicando que todo estaba bien. La chica suspiró, con eso podía enfocarse por completo en su enemigo.

- No te preocupes, no me interesa rematar ratas morib...

Lambert no pudo acabar la frase porque Valruk, envuelto en una coraza cristalina, cargó contra él. Sakurako, por un momento, iba a decir que se detuviese, pero lo mejor era aprovechar la velocidad para intentar sorprender a un enemigo así. Había escuchado de él y su poder los días anteriores mediante lo que le pudieron comunicar el propio drevnar y también la forestal. Tenían frente a ellos a un enemigo metódico, calculador y muy astuto, con la capacidad para usar y combinar sus sellos de formas que sobrepasaban a sus rivales en combate.

Lambert juntó las palmas de sus manos y acto seguido apuntó hacia Valruk. Un haz de energía explosiva se desató en cuestión de décimas de segundos y arrasó hacia delante con todo a su paso. Pero para sorpresa del científico, Valruk continuó avanzando, con tan solo unos pocos desprendimientos en su coraza. Lambert tuvo que retroceder y continuar efectuando sus explosiones a la defensiva, consiguiendo poco a poco dañar al drevnar, aunque no conseguía recuperar ventaja de distancia, así que saltando hacia atrás, con tanto ahínco que casi provoca que se cayese al suelo, de no ser porque se apoyó sobre una roca, efectuó nuevamente su movimiento de juntar las manos para efectuar otra explosión. Esta vez fue distinta, mucho menos destructiva, centrándose aún más en la onda de choque, que hizo que el héroe en prácticas se desplazase hacia atrás, sobre sus propios pies, alzando los brazos en forma de cruz para protegerse del impacto, con algunas esquirlas más saltando por los aires.

Lambert sonrió tras recuperar la ventaja, pero en seguida volvió a mostrar su semblante serio cuando se dio cuenta de que había perdido de vista a la chica de Happak. De entre los árboles salieron disparados varios kunais en dirección a Lambert. Pudo esquivar sin problemas los primeros, hasta que tuvo que ejecutar una nueva explosión para repeler unos cuantos que seguían surgiendo y les estaba rodeando. Observó que el drevnar estaba todavía algo lejos, de manera que seguía teniendo tiempo para recomponerse. Otra salva más de proyectiles surgieron, pero esta vez una de las cuchillas tenía una pequeña bolsa que Lambert vio tarde. Para cuando pudo procesarlo en su mente, ya había ejecutado su explosión y no pudo echarse atrás. La bolsa estalló y liberó una sustancia que con el fuego explosivo de los sellos de Lambert se volvió incandescente hasta liberar una reacción en forma de fogonazo. Esto le cegó y tuvo que echarse nuevamente hacía atrás, maldiciendo en alto. Ahora sí, lo que surgió en esta ocasión era la propia Sakurako, que descendió y fue a propinarle una patada a la cabeza de Lambert, para dejarlo KO de un solo golpe. Para sorpresa de la chica, este detuvo el golpe con el antebrazo izquierdo y con la palma de la mano derecha, aún con los ojos cerrados por el destello anterior.

- No está mal, pero siempre tengo un plan B para estos casos -. Sonriendo y con un movimiento leve de su cabeza, señaló hacia arriba. 

Había una esfera de piedra del tamaño de una pelota de tenis, con un ojo grabado en ella, que apuntaba directamente a Sakurako. Pero la chica, en lugar de verse superada por la impotencia, sonrió.

- Yo también tengo un plan B para estos casos. Nimpou, Kakudai no Karada -. Concentrándose al máximo y recordando las enseñanzas de su hermana, ejecutó aquella técnica. 

De su pie, que aún estaba en alto siendo bloqueado por Lambert, surgió 'algo' invisible que le golpeó de lleno en toda la cara. Su sombrero salió volando y él propio hombre también, y no de manera aleatoria. 

- ¡Valruk, tuyo! -. Le gritó Sakurako al drevnar, que corría de nuevo hacia el núcleo de la acción.

- ¡Maldita mocosa, usando técnicas místicas! -. En pleno aire, Lambert se recompuso antes de lo que Sakurako esperaba. Maniobró con su cuerpo y apuntó hacia el chico. A pesar del golpe, que le había marcado la cara y había provocado que sangrase por la boca, había usado la inercia a su favor y ahora se había convertido en un proyectil directo hacia Valruk, preparando sus manos para un nuevo ataque.

- No te dejaré -. Murmuró Valruk, alzando una mano -. Re-cristalización -. Conjuró, apuntando hacia delante con su mano alzada, justo antes de apretar el puño. 

Todas las esquirlas que habían volado por los aires por las explosiones estaban dispersas por el campo de batalla, justo por donde estaba pasando Lambert ahora. Estas se volvieron acuosas y maleables, y en cuestión de un par de segundos, se alteraron para formar puntiagudas agujas cristalizadas que fueron hacia Lambert nuevamente. Este tuvo que detener su ataque para protegerse de las agujas, que se clavaron en sus brazos. Sin poder ejecutar la explosión, Valruk siguió hacia delante y extendió sus brazos para atrapar a Lambert como una pelota, con una potente presa.

- Cuando ejecutas las explosiones, tú no te llevas el impacto porque tienes una conjuración que te protege. Pero así, a bocajarro, ni siquiera esa barrera podría protegerte. Has perdido.

- ¿Eso crees? 

Sin tiempo a que ninguno de los dos se recompusiese, Lambert ejecutó su plan. La pierna de Sakurako brilló de azul y esta gritó de dolor, cayendo al suelo y sosteniendo la pierna. Valruk desvió la mirada hacia su compañera, lo cual fue un grave error. En su espalda sintió como su caparazón se fragmentaba y perdía las fuerzas debido a un fuerte impacto que había recibido. Una roca se había estrellado a gran velocidad en el chico, que soltó la presa debido al dolor. Lambert, sonriente, se limpiaba la sangre de la boca y el polvo de su ropa.

- Si no funciona el plan A, ni el B, funcionará el C -. Observó con excelsa satisfacción a Valruk, que se incorporaba lentamente y cogía algo de aire y distancia. También miró a la roca que marcó cuando cogió distancia anteriormente. Pasó a mirar a Sakurako y cómo la marcó con el sello de la luna invertida cuando bloqueó su patada. La chica se levantaba cojeando, con la pierna llena de hematomas. Por último, miró a un obnubilado Luthor, que apenas era consciente de lo que pasaba a su alrededor debido al círculo rúnico donde estaba atrapado -. ¿Seguimos?

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- ¡Habéis cometido un error al desvelar la verdadera Elisabeth! ¡Pensaba que duraría más el juego! Ahora que sabemos dónde está, puedo desatarme contra todos los demás... 

- ¡Si os desconcertáis, habrán más muertes! -. Gritó ella, sosteniendo su arma con ambas manos, intentando controlar su respiración, entre los fuertes latidos de su corazón que sentía en su cabeza y embotaba sus sentidos. 

El dolor de sus heridas era lo de menos , lo importante era el enemigo que tenía frente a sí, que ya había desatado una tragedia, pero era su deber detenerle cuanto antes y evitar que muriesen más de sus compañeros. A pesar de lo fuerte que era, debía seguir luchando y encontrar la forma, como fuese.

- No puedo... No puedo... -. Sollozó su compañera a su lado -. Alice, las ha matado...

- ¡Ya lo sé! -. Sacudió con la cabeza Alice, intentando quitarse la imagen de la mente de sus compañeras, oprimiendo al máximo las sutiles lágrimas que habían surgido en su rostro, evitando con todas sus fuerzas que sus manos, que sostenían su katana, vacilasen y temblasen -. ¡Pero si no luchas, Adel, moriremos todos y él seguirá matando!

Adel trató de recomponerse un poco, quizás por las palabras de Alice o quizás por el miedo a que aquel monstruo hecho hombre siguiese arrasando por donde pasase. Se puso en guardia como pudo y ambas se quedaron observando el siguiente movimiento de su enemigo, que podría ser letal, así que debían prestar toda la atención posible. 

El villano bajó su katana lentamente, para sorpresa de ambas chicas, en medio del ambiente nocturno y con la luz de la luna iluminando tenuemente en plata cuerpos inertes y charcos de sangre. Su indumentaria era una combinación entre armadura moderna blanca, junto con anchos ropajes, terminando en un yelmo que ocultaba su rostro por completo, con dos rendijas para otorgarle visión. En la parte trasera surgía una amplía melena blanca, la cual Alice no sabía si era parte del casco o era su propio cabello. La chica se quedó aún en guardia, a pesar de que la postura de su enemigo se había relajado.

- Un momento, ¿has dicho Alice? -. Alzó el dedo, apuntando a Adel -. ¿Alice de Gwynt? 

- ¿Qué pasa conmigo? - Preguntó la propia Alice, desconcertada pero sin perderse un solo movimiento del villano, por muy leve que fuese.

- ¡Joooooooooder! ¡Eso me pasa por no haberme estudiado bien los informes de El Administrador! No sabía que tú eras la 'de Gwynt'. Interesante, supongo que tu mami me odiará aún más después de lo que voy a hacerte... 

- ¿De qué conoces a mi madre?

El Colmillo volvió a alzar la katana, sin dar explicaciones. El combate volvió a reanudarse.

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La llovizna era hasta agradable, suavizando la temperatura ambiental y atenuando el calor corporal después de horas intensivas de batalla y avance. Aunque algunos soldados se resguardaban en las grandes tiendas de lona, abiertas y con las mesas plegables llenas de comida de las raciones, habían unos pocos que se encargaban de poner a punto el equipo de combate o alimentar los caballos, para la siguiente marcha. Pero uno en concreto estaba fuera, sentado sobre una caja de madera, con su alabarda apoyada a su lado. Tenía la cara alzada, casi mirando al cielo, para sentir el agua fresca directamente, algo que le ayudaba a despejarse después de todas las malas noticias de los últimos días.

- Papá, ¿estás bien? -. Se escuchó decir a Efnielle, quien se revisaba el vendaje del brazo y tras comprobar que no había infección, se reajustó el abrigo y salió fuera, junto con su padre.

- Sí, claro -. Mintió Jhin, quien sonrió en cuanto escuchó la voz de su hija para que viese en su rostro que no tenía de qué preocuparse.

'No había de qué preocuparse', se quería decir él mismo, pero la situación no era nada favorable. Quería llegar al sur, a Serencia, porque allí se encontraba la verdadera Elisabeth. Es algo que solo sabían pocas personas, en las que se incluyen los del propio equipo de la chica, así que tenía que tener cautela con qué decir para llevar a cabo las acometidas que estaban teniendo por el territorio para poder avanzar hacia el sur. Había tenido que poner algunas excusas y anteponer prioridades, mintiendo, pero eso era lo de menos. El principal problema a la hora de avanzar residía en la resistencia de los monstruos con los que se encontraba. Aquellas criaturas, que se hacían llamar 'Inquietos', eran huesos duros de roer. Y lo que era peor, evolucionan a un ritmo vertiginoso, haciéndose cada vez más fuertes. Solo quedaba uno de ellos y era un obstáculo del nivel de uno de los Desctructores Omega de hace décadas, con la diferencia de que no era tan poderoso como entonces.

Pero aquel, a pesar de ser el principal problema que tenían para ir al sur, no era lo único que le pasaba. Las últimas noticias le habían sacudido como un saco de boxeo a nivel emocional. Los alumnos a los que había enseñado durante los últimos años estaban en plena tormenta de problemas, debido a la llegada de la banda de Adam Cole. De lo último que se enteró fue de que la banda estaba atravesando puestos de vigilancia sin problemas, ganando la retaguardia y ventaja para aislar y atacar campamentos, ¿y si en uno de esos campamentos acorralados habían alumnos? Si era así, la práctica se les quedaba grande y no se merecían, después de todas las hazañas que habían conseguido, tener que sufrir de aquella manera tan desmedida.

- Hoy avanzaremos quince kilómetros más, rodeando hasta acabar al norte de la cadena Kan'zhar -. Explicó él, de la manera más calmada posible, a pesar de toda la inquietud que sentía en su interior -. Con un avance rápido y resguardados por la inclinación del terreno, podemos dejar a los monstruos con un solo flanco por el que atacar, permitiéndonos crear un cuello de botella.

- ¿Y por el oeste? ¿Estaremos resguardados? -. Se interesó Efnielle, mientras cogía la alabarda de su padre para hacerla a un lado, sentarse con él y ponerla sobre ella para limpiar la sangre de su hoja con un trapo.

- No debería haber problema. Están los soldados de Bentley y la guardia privada de Benasque, ya que estaríamos próximos a una de sus propiedades. Una vez contenido el ataque desde el este, si es que lo recibimos, podremos avanzar por la zona segura del oeste y ya llegaríamos a los terrenos de Maldea.

- ¿Pero y el 'Inquietos'? -. Se extrañó Efnielle, desconocedora de la verdadera intención de Jhin.

Este fue a responder, pero alguien que acababa de llegar al campamento interrumpió.

- Siento la tardanza -. Se disculpó a la vez que alzaba una mano como gesto de saludo el profesor Jizure.

- Buenas, Jizure -. Se alegró Efnielle, ya que no solamente era el primero de los refuerzos, como pudo comprobar a su alrededor por los soldados que llegaban, sino por la amistad que les unía. 

- Traigo noticias -. Aunque la forma de hablar del profesor Kalnnasah era siempre solemne, esta vez en su tono se notó la gravedad de lo que iba transmitir. Jizure tensó los labios y miró al profesor Jhin, que había pasado de levantarse para abrazar a su amigo a quedarse quieto, casi esperando lo peor -. La verdadera Elisabeth ha sido descubierta, la banda de Adam Cole se dirige hacia ella. 

Efnielle ahogó un grito de asombro, mientras que Jhin se sintió como si le acabasen de golpear con una plancha de hierro en la cabeza, incluso se llegó a marear levemente. 

- ¿Pero dónde? ¡Tenemos que ir a ayudarla de inmediato! -. Se puso en pie Efnielle, tendiéndole la alabarda a su padre, que la agarró casi por inercia.

- En el territorio de Serencia. Como he dicho, los de la banda se están trasladando hacia allí y están sorteando puestos de vigilancia, patrullas y exploradores. No todos, pero sí la gran mayoría, a pesar de las medidas contra invisibilidad y detecciones mágicas. A este ritmo llegarán en poco más de una semana.

Jhin seguía intentando procesar toda la información. De pronto, sus recuerdos le trasladaron a septiembre de 1011, cuando le tocó ser tutor de 1ºA. Por aquel entonces, empezó a conocer el misterioso pasado de aquella chica, en la que ayudó en lo que pudo, intentando recabar información de Ribriat y aconsejando de la mejor forma posible. Pero no era suficiente. Sentía que no había sido suficiente. Tras escuchar las palabras de Jizure sintió que podría haber hecho más; que debía haber hecho más; que quería haber hecho más; haber pasado más tiempo con sus alumnos; haber ahondado más en sus problemas; haberse interesado por ellos, por sus inquietudes y ayudarles más con los obstáculos que tenían a la hora de progresar. A medida que Jizure explicó el cómo había sucedido lo de Elisabeth, Jhin se explicaba dónde estaría la chica y cómo se sentiría, además de preguntarse también el estado, físico y anímico, de sus compañeros de equipo. 

Pero no era lo único. Esa mezcla de frustración había sacudido su cuerpo porque sabía perfectamente... Sabía que podría haber evitado esto desde mucho antes, no solo interesándose por Elisabeth, sino que también confrontando a la propia banda de Adam Cole, pero se contenía. Mejor dicho, se debía contener, porque su estado de salud así lo requería. A pesar de que llevaba tiempo sin presentar esos síntomas delicados, se reprimió a sí mismo de abusar de su poder, ya que se ponía en peligro, acortando su tiempo de vida. Pero aquel conformismo estaba provocando dolor en los demás a su alrededor.

- Pero no es lo único -. Dijo una persona más que se unió a la conversación. Se trataba de Dianna Gurlukovich, capitana forestal. Jhin y Efnielle no la conocían a nivel personal como Jizure, pero confiaban plenamente en ella -. Siento transmitir más malas noticias, pero los reportes de fallecidos se están multiplicando en estas últimas horas. Y en esta lista hay también alumnos... 

Jhin había aguantado suficiente. Su respiración se había acelerado y vuelto hasta irregular, sintiendo una oleada de ira que ahogó la de frustración y tristeza. Ni siquiera quiso saber quiénes habían muerto, ya que eso solo le traería sentimientos que obstaculizarían su desempeño en esta situación, que se había convertido en una guerra. 

- ¿Quiénes... -. Fue a preguntar Efnielle, en una mezcla de amargo asombro y una tristeza que le había llevado a que no pudiese evitar que se le humedeciesen sus ojos. 

- Eso no importa -. Soltó Jhin, que les estaba dando la espalda, sosteniendo us alabarda con una sola mano mientras que alzaba el otro brazo, para ponerse la mano frente a la cara -. Lo que importa es que ha ocurrido y tenemos que evitar que hayan más...

El brazo empezó a brillarle de un azul intenso que empezó a llamar la atención de los soldados del campamento. 

- Papá, no puedes... -, Efnielle se fue a acercar a él, casi asustada como preocupada.

- Jhin, detén la concentración tan alta Vitalis o acabarás encamado durante otro mes, como mínimo -.  Le aconsejó Jizure aunque sin moverse.

- La mayor de las amenazas que la banda de Adam Cole pueden encontrar en este bosque no soy yo, sino tú -. Recordó aquella frase que se le dijo tras la reunión en el cuartel del informe de la banda.

- No os preocupéis, me siento más vivo que nunca -. Aclaró Jhin con rabia -. Voy a acabar con esto.

Su brazo brilló aún más, hasta provocar que aquellos que estaban viéndolo tuviesen que alzar las manos para proteger sus ojos del cegador destello. Era un poder que pocos conocían, ya que estaba desplegándolo con la misma potencia que hace casi veintiséis años.

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