11 mar 2023

Diferencias

La tenue luz en el cielo frente a ellas no era suficiente para disipar la oscuridad que permanecía aún en el ambiente; era prácticamente de noche. La estación en la que estaban, la hora que era y el tiempo nublado no ayudaba a que pudiesen tener una mejor visibilidad del camino, aunque no era del todo problema gracias al sortilegio de visión en la oscuridad que Ellie realizó sobre Flor e Hina, junto con la excelente capacidad de Lucía para un entorno así, gracias además a su permanente estado híbrido. Aunque parecía una misión sencilla, las tres eran conscientes de que el peligro podría acechar en cualquier parte y más con los acontecimientos de las últimas semanas, así que desde que partieron de Goria acordaron entre las tres el permanecer alerta y con unas pautas para proceder en caso de tener que luchar. Igualmente, había una diferencia palpable entre cada una: Mientras que Flor iba completamente despierta, dando instrucciones y consejos sobre el terreno y cómo evitar ciertas localizaciones, Lucía se encontraba en el lado opuesto, teniendo que interrumpir sus miradas afiladas hacia cada árbol, arbusto o rocas, con severos bostezos que hacían incluso que lagrimasen sus ojos. En un punto intermedio se encontraba Hina, quien también le costaba sofocar los bostezos, aunque al menos los intentaba disimular lo máximo posible.

- Quedan unos pocos kilómetros -. Indicó Flor, que consultó su mapa y corroboró que con el recodo en el camino que habían pasado, la casa del señor Kvist se encontraba cerca -. Vamos por ahí, Zelina -. Indicó a Lucía, señalando entre los árboles.

- ¿Vamos a camuflarnos entre la vegetación? -. Se interesó Hina.

- Sí, así evitamos miradas indiscretas.

- ¿Por qué ahora? -. La curiosidad de Lucía hizo que se desperezase un poco y salir de la rutina de los bostezos.

- Porque antes era elegir entre ir por una zona a un lado del camino que, si bien tenía cierta altitud, estaba pelada de vegetación, de manera que hubiese sido más fácil vernos, que aunque ahora sea de noche en breve amanecerá; ir por el otro lado del camino, bajando el terraplén, donde aunque nos hubiésemos metido entre la vegetación estaríamos en desventaja por la diferencia de altura en caso de que nos descubriesen. Así, al menos, por el sendero teníamos el equilibrio perfecto entre posicionamiento y cobertura, por tener el monte al lado. Ahora que ya el terreno cambia, nos metemos de lleno.

- Wow... vaya estudio táctico -. Elogió Lucía.

- Siempre tuve problemas económicos, que incluso me impidieron inscribirme a la Academia de Héroes, pero no por ello he dejado de luchar por lo que quiero ser. Mi hermana, que trabajó en la Galería de Goria, me ayudó prestándome muchos libros e incluso buscándolos en bibliotecas de otras ciudades. 

Durante un momento, solo se escucharon los pasos en la tierra y, posteriormente, en el húmedo césped, acompañado del tintineo metálico provocado por las piezas de la armadura de placas y mallas de Flor, quien además se ajustaba la correa de la funda de su arma, que cruzaba diagonalmente su torso. Lucía e Hina cruzaron miradas de culpabilidad. Habían estado con Flor durante días y sabían poco de ella, de la persona que le ha salvado la vida a su amiga, Elisabeth, a la cual intentaban y siguen intentando proteger con todo el peligro que les rodea. Se acordaron, además, de que Flor les dijo de visitar si querían su casa, aunque fuese de pasada, algo que no llegaron a hacer en ningún momento, ni siquiera se les ocurrió. Ambas tenían, en mayor o menor medida, esa sensación de amargura debido a ello, pero Flor continuaba andando con semblante serio hacia delante, quizás por la concentración en la misión.

- ¿Por qué no os llevo volando? -. Lucía hizo esa pregunta para romper el hielo y desviar el tema, aunque le salió el tiro por la culata. Cuando fue consciente de esa pregunta le entró un escalofrío, al imaginarse a Flor e Hina encima suya.

- Por lo mismo que antes con lo del monte, empezará a amanecer ya mismo -. Explicó Flor -. Seríamos un objet... 

- ¡Con las garras! -. Se le escapó en voz alta al darse cuenta Lucía de la solución para no tener que pasarlo mal.

Unos veinte minutos más tarde ya podían ver la tenue luz filtrada a través de las nubes, iluminando el Bosque de los Inquietos. Dejaron atrás la vegetación frondosa para salir a una zona de casas de granja, entre las que estaba su objetivo. La granja del señor Kvist estaba separada de las demás por dos franjas más de bosque y terreno salvaje, de unos doscientos metros de ancho, cada una situada a un lado de sus dominios. Tras la casa de campo y el granero había otra pequeña zona montañosa, con algunas colinas anchas que se internaban hacía el noreste con una suave pero notoria pendiente. Tras comprobar durante unos minutos que no había nada sospechoso, salieron a campo abierto y se acercaron hacia el hogar de Kvist, en concreto a la zona del garaje. Flor usó la llave que le prestó y alzó la persiana metálica. Una amplia sala llena de cachivaches, materiales y chatarra apilada, convertía la habitación en un laberinto en miniatura que tuvieron que recorrer para llegar al fondo, cuya pared estaba cubierta por una larga y amplia mesa, dividida para que fuese una zona para colgar herramientas, una parte de trabajo de carpintería y otra más enfocada a la mecánica de vehículos. Ahí se encontraba su objetivo, la única batería que había entre llaves de tubos, gatos apilados, llantas y faros de distintos tipos de vehículo.

- Pues no ha sido tan difícil -. Comentó Lucía unos minutos más tarde, mientras se acercaban de nuevo a la zona boscosa de la que habían salido, cargando con la batería. 

- No lo digas muy alto que lo vas a gaf... -. Fue a decir Hina, pero un ruido proveniente de su izquierda llamó la atención de las chicas.

De la vegetación escucharon hablar a tres individuos, que charlaban despreocupadamente.

- ¿Tenemos que ir de nuevo, Fross? Pfff... -. Se le escuchó decir a uno de ellos segundos antes, que fue lo que llamó la atención del grupo. Tenía una voz masculina rasposa marcada por la edad.

- A mí tampoco me gusta la idea, pero lo cogemos, lo llevamos, lo entregamos en un instante y nos vamos -. Respondió una mujer cuya voz era suave pero con un semblante firme.

- Lo peor será si se nos pega el mal oloooor -. Agregó un hombre con voz melodiosa y algo pomposa.

Entonces, aquellos tres individuos, que estaban cerca de la linde del bosque, salieron a la explanada. Las chicas, que desde el primer momento que escucharon esas voces, intentaron esconderse, no lo pudieron hacer bien debido al entorno que les rodeaba, con mucho espacio abierto en torno a ellas, de manera que cuando los dueños de aquellas voces salieron, ambos grupos se vieron claramente. Flor, Hina y Lucía reconocieron rápidamente a la mujer, de pelo castaño y largo, cara fina y pálida, nariz prominente y ojos algo hundidos. Salió tantas veces en los periódicos que era imposible de pasar por alto, además de que fue uno de los miembros que mostraron en la reunión en el cuartel antes de que empezasen las prácticas.

- ¡La... La Callejera! -. Se le escapó a Lucía.

Aquel comentario provocó que los ambos grupos se pusiesen en guardia, especialmente los de la banda de Adam Cole, que durante un momento se quedaron confusos al ver a gente que no reconocieron. Aunque seguían sin saber quiénes eran, al mencionar el nombre de su jefa, se prepararon para luchar. Lucía cargó, ignorando a los dos hombres que había a cada lado de La Callejera, aunque era la única de las tres que sabía también quiénes eran, ya que estuvieron en el edificio de los Patrasche cuando llegó como refuerzo a la fiesta. A la izquierda de La Callejera se encontraba Jagale, aquel extraño combatiente con cadenas armadas y expresiones algo ridículas; mientras que a la derecha se encontraba el que se encargó de bloquear el ataque de Lucía, que había ejecutado un salto horizontal para avanzar rápidamente y poder pegarle un poderoso puñetazo a La Callejera. Aquel tipo, un hombre algo mayor, con barba y cabello mayormente salpicado por las canas y que vestía una gabardina negra junto a un sombrero a juego, convocó una masa de consistencia líquida del tamaño de una pelota de playa, que se interpuso entre el puñetazo de Lucía y su superior. Lucía sintió como el puño y brazo se hundían en algo parecido a petróleo, ralentizando su poderoso movimiento hasta reducirlo a prácticamente cero. Aquel hombre era La Penumbra, quien se encargaba de convocar seres sombríos para apoyar en combate.

- ¿Quiénes... -. Fue a preguntar La Callejera, curiosa.

- ¡Eso no importa! ¡Los matamos igual! -. Respondió con excesivo júbilo Jagale. 

Este sacó sus cadenas y fue a atacar a Lucía, que estaba sacando el brazo atrapado en la masa negra, pero cambió de opinión cuando Flor, con su brazo derecho cruzando su torso hasta alcanzar la empuñadura de la espada tras su hombro izquierdo, para sacar y empuñar su arma, cargaba contra él. 

- ¡VAMOS! ¡VEEEEN! -. Celebró Jagale al tener lo que consideraba oponente 'oficial' frente a él.

Por otro lado, La Penumbra empezó a convocar diversas criaturas de apariencia lupina para poder cubrir en combate, mientras que La Callejera se acercó, puñal en mano, para cercenar el cuello de Lucía. La mujer ejecutó un poderoso salto para atacar desde arriba, mientras que las criaturas sombrías de La Penumbra intentaron rodearla por ambos flancos. Pero entonces, Hina apareció apoyándose en el hombro de Lucía, para poder repeler el ataque de La Callejera y propinarle una patada en su enorme nariz, que la repelió hacia atrás; al mismo tiempo, Lucía se había liberado por fin de la masa negra y ejecutó una patada horizontal para poder destrozar las cabezas de las criaturas sombrías, las cuales fueron reventadas y con el líquido negruzco salpicando el suelo. La Callejera pudo recomponerse y evitar caer de espalda, apoyando su brazo y ejecutando una pirueta hacia atrás, pero para cuando se incorporó estaba Hina de nuevo frente a ella, embistiéndola desde la cintura para empujarla lejos. 

- ¡Yo me encargo de esta, Zelina! -. Exclamó Hina, al ver que Flor se encargaría de Jagale.

- ¡Voy yo a por este entonces, Echidna! 

- ¿Zelina, Echidna? ¿Quiénes... -. Fue a preguntar La Penumbra, pero con mucha satisfacción, Lucía propinó una nueva patada, esta vez en la cara del hombre, que este no pudo ver venir a tiempo, saliendo despedido hacia un lado, separándolo de los demás junto a la propia Lucía, que lo siguió.

Hina sintió cierta satisfacción al comprobar que, sus dotes marciales habían mejorado. Aunque siempre supo defenderse un mínimo, especialmente porque le costó desarrollar su poder de espejos, que empezó a dar sus frutos en los meses finales del curso pasado, nunca destacó en ello. Pero gracias a las semanas del entrenamiento con Arvin no solamente había desarrollado una faceta ofensiva en sus poderes sobrenaturales sino también en combate cuerpo a cuerpo, como acababa de comprobar La Callejera en su propia piel. Aún así, Hina templó y no subestimó a su oponente, al fin y al cabo era un cabeza de cartel de la banda de Adam Cole.

Jagale, por su parte, atacó con gran destreza a Flor, demostrando un uso excelente de las cadenas armadas. Pero estas cadenas atravesaron su cuerpo como si la chica de repente fuese un fantasma. Entonces, pudo terminar de desenvainar su arma y atacar a la defensa expuesta de su contrincante, que no se esperaba uan respuesta así. Jagale ejecutó Tekkai en su abdomen, pero lo hizo demasiado tarde, Flor hundió su espada en el lateral derecho del torso. La sangre empezó a borbotear a chorros y aunque la chica intentó seguir cortando, el Tekkai tardío de Jagale provocó que la espada se chocase contra un 'muro', lo que acabó convirtiendo el corte en un golpe que derribaría al villano y le hiciese rodar, alejándose de sus compañeros. 

- ¿Qué cojones? -. Este se levantó, sorprendido tanto por el poder de Flor como por el corte que le había hecho. 

Entonces miró a la chica, que se acercaba caminando con un rostro serio, frío y despreocupado. Echó un rápido vistazo a sus compañeras, que habían iniciado la contienda contra los otros dos y, tras comprobar que estaban bien, volvió a encarar a Jagale, esta vez deteniéndose. 

- Con todas las tragedias que me han rodeado en las últimas semanas... Me siento extrañamente concentrada -. Comentó con impasibilidad mientras movía cabeza a ambos lados, para ajustarse el cuello y, posteriormente, mirarse sus manos empuñando su arma, además de contemplar la hoja ensangrentada de esta -. Mi principal poder, que dependía de mi estado de ánimo y tenía sus altibajos... Ahora me siento que soy invencible.

- Ya... ¿¡Y A MÍ QUÉ!? -. Saltó Jagale con furia, volviendo a sostener sus armas.

Agitó las cadenas con furia, ante una Flor que de nuevo volvía a cargar. Una vez más, las cadenas le atravesaron por completo, pero esta vez Jagale era consciente de que sucedería aquello. Cuando Flor fue a ejecutar su ataque, su contrincante lo esquivó con un salto y volvió a contraatacar rápidamente, con una sonora carcajada de júbilo. Pero a pesar de la pronta respuesta del villano, las cadenas volvían a atravesar a la chica, que ese quedó mirándole fríamente. En cuanto una de las cadenas le atravesó, la agarró con una de las manos, que quitó de su espada. Al hacerlo, tiró de ella para desestabilizar a Jagale, que se encontraba en el aire. Este se revolvió y aprovechando que Flor era tangible de nuevo, ya que se encontraba tirando de la cadena, fue a propinarle una patada en el pecho. Pero de nuevo, al igual que con los anteriores golpes, la patada le atravesó de lleno, al mismo tiempo que la cadena caía al suelo, ya que la mano ya no podía sostenerla. Con un Jagale que se encontraba atravesándola por completo, Flor se revolvió y se puso a un lado para poder volverse tangible de nuevo y ejecutar otro corte descendente sobre su torso, esta vez en la parte frontal. Con la sangre de nuevo surgiendo a chorros, tanto del destrozado pecho de Jagale como de la boca de este, Flor terminó el combate con contundencia, sin recibir ni un solo golpe.

Mientras tanto, Lucía se encontraba en una contienda contra un maestro invocador. La Penumbra no dejaba de crear cada vez más criaturas, tanto para que estas atacasen como para dejarlas a su alrededor, de manera que cuando la dragona se zafaba de ellos, tampoco podía llegar a conectar bien los golpes porque estas se deformaban para convertirse en escudos alrededor del villano para reducir la ofensiva de Lucía. La chica dragona tenía un problema, que se reflejaba en las heridas de su cuerpo que, si bien eran superficiales, cada vez se contaban por más; y es que aunque se encontraba en su forma híbrida, tenía que contenerse en su aspecto más humano, de manera que perdía fuerza y agilidad, entre otras. En definitiva, tenía que omitir por completo su poder ofensivo para poder seguir con la misión de mantener oculta su identidad. Algo que imaginaba que también le estaba ocurriendo a Hina, pero no podía permitirse el lujo de desviar la mirada, mientras trataba de saltar, esquivar y aguantar con lo que ya eran más de una decena de criaturas sombrías. Además, se le sumaba el hecho de que la técnica que estuvo practicando en la Academia fue para suplir su punto débil en la forma humana, que era si perdía el bastón y no podía transformarse en su forma híbrida o completa; lo cual no le servía para nada en la actualidad, ya que debido a la crisis que hay en el territorio, decidió estar permanentemente en su forma híbrida. Tampoco le servía lo que entrenó durante las semanas del entrenamiento de Arvin, ya que ahí se centró en potenciar sus poderes dracónicos, algo que no podía mostrar ahora mismo por el bien de la misión. Incluso tampoco se atrevía a mostrar su poco avanzada maestría elemental de fuego, ya que podrían malinterpretarlo como que es su arma de aliento, además de que quizás no le salía lo suficientemente bien como para poder reducir el número ascendente de enemigos. Lucía sonrió con frustración y amargura, preguntándose qué podría hacer para encontrar el método de ejecutar un ataque tan incisivo y perforador como para poder atravesar la defensa de La Penumbra y poder acabar el combate.

- ¿Por qué sonríes? No lo entiendo -. Frunció el ceño el hombre, extrañado. Posteriormente, alzó las manos, vanagloriándose -. Cuanto más tiempo le das a un maestro invocador, peor. Por eso dicen que nunca te enfrentes a uno cara a cara, a no ser que seas tremendamente superior.

Lucía apretó los dientes al escuchar esas palabras y sintió un arrebato en su interior que parecía una llama que intentaba escapar de ella y que tuvo que concentrarse en sofocar. Ese arrebato fue el pensamiento fugaz de manifestar sus escamas, sus garras, sus alas y su cola, aún en su forma híbrida. Desplegar todo su poder dracónico en conjunción a su forma humana, lo que sería suficiente para destruir a su rival en pocos segundos. Ante aquella provocación, estuvo a punto de hacerlo pero se contuvo al máximo por el bien de sus compañeros y de la misión; un comportamiento heroico que incluso la llevó a tener una mezcla de tristeza y felicidad. Tristeza porque recordó la última vez que perdió los estribos, cuando mataron a Vash'jirel; pero también satisfacción al ver que podía controlarse, aunque la situación fuese completamente diferente y más suave. Era, sin duda, el inicio de algo en ella. 

Las criaturas fueron a asaltarla y esta retrocedió mientras se defendía con agilidad y Tekkai en caso de que fuese necesario, o como ella llamaba, 'Mantra'. Contestó con algunos golpes para poder destruirlas, pero a cada una que eliminaba, venían al menos otras dos, que se movían en torno a ella para poder rodearla, del número que estaba empezando a alcanzar La Penumbra. Casi veinte la rodeaban y, aunque no estaba agotada, era una guerra de desgaste que Lucía iba a perder si seguía así.

- ¿Eso es todo, Zelina? -. Preguntó La Penumbra con sarna -. ¿Esas son de todas las armas que dispones? 

La pregunta, que claramente iba en tono de burla, fue el detonante de algo que cambiaría el curso del combate. Lucía se quedó boquiabierta, exhalando aire y esbozando una nueva sonrisa, esta vez de satisfacción. Claro que había algo que podía hacer; algo que no podrían relacionarla con ella y aunque el método para obtenerlo quizás resultase llamativo y pudiesen relacionarlo, usaría las convocaciones del villano en su contra. 

Lucía flexionó sus piernas, dispuesta a ejecutar una nueva carga a través de todas las criaturas para poder atacar a La Penumbra. Eran demasiados enemigos y además este disponía de unas cuantas para poder defenderse a modo de escudo. La distancia, además, era mayor y necesitaría un ataque más perforante, con el que atravesar el líquido del escudo y alcanzarle a él. Y lo tenía. 

- ¿Otra vez a por mí? Es inútil -. Se jactó este.

Pero la carga no era en línea recta, no sería inmediata. Lucía avanzó en torno a La Penumbra, tratando de esquivar a las criaturas, dibujando un círculo imaginario con su avance, en torno al villano. De pronto, el hombre vio como Lucía portaba una lanza de caballería en sus brazos y ahora, sí que iba a por él. 

- ¿¡Pero cuándo... 

Había aprovechado a las criaturas sombrías para que fuesen un punto débil de La Penumbra, poder sacar su lanza de su 'cámara' sin que lo viese debido a la cobertura que le proporcionaba que hubiesen tantas entre ambos. Lucía concentró su mantra en las piernas, para poder protegerlas de su propio impulso en un salto horizontal muy potente que la disparó como un torpedo. El hombre no pudo reaccionar en absoluto. Esta vez, no era un puñetazo contundente, sino un poderoso ataque perforante de una lanza de caballería mágica, que se hundió en el escudo de masa negra como un cuchillo en mantequilla, atravesándolo por completo y clavándoselo a La Penumbra, que profirió un grito de dolor y cayó desmayado al suelo, con todas sus criaturas controladas desestabilizándose y convirtiéndose en líquido que mojó la hierba del suelo.

Lucía sacó la lanza del cuerpo de su enemigo con cuidado y fue a guardarla, pero entonces, una hebra hecha de energía se pegó a La Penumbra y tiró de él a gran velocidad.

- ¡Que no se los lleven! -. Escuchó gritar a Hina a unos veinte metros de ella. 

Entonces vio que había un cuarto sujeto, que se encontraba flotando en el aire. Tenía el rostro cubierto por la capucha de una capa que también cubría gran parte de su cuerpo, aunque podía discernirse en ella que era una mujer y tenía el pelo turquesa . Aquella mujer había convocado una red de energía rosa parecida a una red de pesca cuyos extremos se habían adherido a los cuerpos maltrechos de Jagale, La Penumbra y La Callejera y tiró de ellos para poder llevárselos. Flor intentó detenerlo pero al intentar cortar la red, pero como si fuese un tejido viscoso, este no pudo ser cortado. Lucía podría seguirla si desplegaba sus alas, pero dudaba de si hacerlo o no, ya que no sabía qué lado de la balanza era mejor, si arriesgarse a ser descubierta para poder recuperar a los que habían vencido y vencer a esa nueva villana también, antes de que avisase; o dejar que se marchen y asegurarse de que seguían con aquellas identidades. Aquel periodo de duda fue suficiente para que no pudiese reaccionar a tiempo.

- Al menos... ¡Os lleváis esto! -. Exclamó Hina, que a pesar del dolor que sentía por el corte y la herida de bala, conjuró su poder. 

La chica pensó en el poder que había desarrollado durante las semanas del entrenamiento de Arvin y lo manifestó sin remordimiento en su interior. A pesar de que la base del poder era la misma que la de sus espejos, el resultado era tan diferente que no podrían relacionarlo con ella, al menos no en un momento tan agitado como ese, en el que esa mujer trataba de rescatar a sus compañeros. De las manos de la chica surgió polvo blanquecino que avanzó rápidamente por el aire hacia los tres que se encontraban inconscientes. Trató de rodearlos con ese polvo para poder desintegrarles por completo, pero ante la velocidad de repliegue de la red, tan solo llegó a la parte inferior de las piernas. Pensó que, al menos, sería suficiente. Apretó el puño y el polvo se desintegró, provocando unas horribles mutilaciones en las extremidades de los tres. La mujer acabó recogiendo a sus compañeros y, tras envolverlos con la red replegada y ponerlos en su espalda, se fue saltando por el aire. 

- ¿¡Estáis bien!? -. Preguntó Lucía, acercándose a ellos.

- S... sí -. Contestó Hina, quien se llevó la mano al hombro -. Tranquila, solo es una herida de bala superficial -. Explicó a Lucía, que estaba a punto de abrir la boca para preguntarle por ello.

- ¿Y la batería? -. Fue lo primero que se le ocurrió decir a Flor. Las chicas se asombraron al ver que no tenía ni una sola herida en ellla.

- ¡La escondí ahí! -. Lucía se acercó a un arbusto y sacó la batería, intacta -. Aquí está. 

- Genial -. Expresó Flor, aunque seguía con su mismo semblante serio -. ¿Qué les hiciste? -. Le preguntó a Hina.

- Como se nos iban a escapar, pensé que lo mejor era dañarles de gravedad, para que al menos no se incorporasen a futuros combates en poco tiempo. Al principio pensé en... -. Durante un momento, se quedó callada sin saber muy bien cómo expresarse -. Pero bueno, no van a poder caminar durante una temporada.

- Oye, oye, oye... -., Lucía se acercó, batería en mano, a Hina. Con voz baja, susurrando -. Qué fuertes nos hemos vuelto, ¿no?

- Pues... sí -. A Hina se le escapó una risita, satisfecha por el desempeño del grupo -. ¡Choca! 

Lucía e Hina chocaron e inmediatamente se dieron cuenta de que Flor estaba allí. Se acordaron de lo que les dijo minutos antes y decidieron ir a abrazarla, cada una por un lado.

- ¡Hemos ganado! -. Exclamaron las dos.

Y entonces, Flor, respondió al abrazo y sonrió por primera vez en toda la mañana. 

Era cierto, se habían vuelto más fuertes.

Era cierto, habían ganado.

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