7 may 2023

Tierra de osos

Lo primero que uno veía cuando se acercaba al vallado era el inmenso jardín, cuyo primer elemento destacable de este era el de enormes estatuas de osos esculpidas en mármol que guardan junto al camino de entrada a la mansión. La construcción principal, de piedra gris, presentaba una fachada imponente y sólida que se elevaba sobre la ladera del monte boscoso. Con su pared robusta y sus torres con banderas ondeantes, el edificio casi parecía más una pequeña fortaleza que una vivienda lujosa.

En su interior, un chico recorría el recibidor espacioso, con un suelo de mármol pulido resplandeciente como un espejo. Pasaba bajo un enorme candelabro que colgaba del techo de triple altura, iluminando el camino hacia los pasillos que conducía a las diferentes partes de la mansión. Por sus lados, en las paredes, se podían ver innumerables tapices finamente tejidos, que representaban escenas de caza y batallas, junto con mesas y cómodas donde se exhibían objetos de arte y curiosidades exóticas.

El chico llegó a una de las tantas habitaciones de la mansión, un espacioso salón que estaba decorado con muebles de alta calidad y detalles de diseño meticulosamente elegidos. El estandarte de la familia, con un oso en posición erguida sobre un fondo zafiro, colgaba con orgullo sobre la pared, sobre una chimenea de piedra tallada y sillones de terciopelo oscuro. Desde ahí se podía ver a través de los ventanales cómo la mansión se encontraba en una posición privilegiada, en lo alto del monte boscoso y algo lejana de una ciudad costera, ofreciendo vistas impresionantes tanto del mar como de la frondosa vegetación que la rodeaba.

El chico, que llegó contento abriendo la puerta, alzó un papel que llevaba y gritó con alegría.

- ¡Mamá, mam... 


- Por favor, señorito -. Le detuvo alguien de inmediato, que le mandó a guardar silencio con educación y le hizo ademán para que saliese de la habitación. 

Se trataba de Edmund, el mayordomo de la familia. Un hombre joven de piel clara y cabello anaranjado claro, radiante y rizado, que contrastaba con su uniforme de traje oscuro, corbata incluida, con la única prenda clara, que era la camisa. 

Edmund había interrumpido al niño que había abierto la puerta de manera súbita y había gritado porque en su interior habían dos personas reunidas, siendo una de ellas un invitado a la mansión. Dicho invitado era un señor anciano que se encontraba sentado en un sillón y había bajado la taza de té de la que estaba a punto de beber, consternado por la interrupción que habían tenido. Este se ajustó sus gafas de media luna y carraspeó e hizo un gesto con la mano en seña de que, aparentemente, no había ningún problema. La otra persona era de sobra conocida por los miembros de la casa; una mujer de pelo blanquecino y tez lisa, aún con su ya algo avanzada edad. Sus ojos fríos y azules se clavaron junto con el ceño fruncido en un gesto de desaprobación hacia el niño que había interrumpido y, de manera casi instantánea, en Edmund, que entendió el mensaje de inmediato.

- Acompáñeme, señorito, por favor. Su madre está reunida en este momento con una personalidad muy importante -. Explicó Edmund con algo de rubor en sus mejillas.

- S... sí... -. Asintió este con pesar, saliendo de la habitación lentamente mientras miraba de soslayo a su madre.

- Ya hablaremos después, Zeryen -. Le dijo su madre, con un tono frío y autoritario.

- Vaya, vaya -. Fue lo último que escuchó el chico que salía de la habitación junto a Edmund -. Permítame el comentario, lady Margaret, pero sí que ha cambiado usted con el paso de los años...

Aquel señor siguió hablando, e incluso su madre le respondió, pero ya dejó de escucharle porque la voz de Edmund les opacó por completo.

- Señorito Zeryen, no puede entrar así como así en las habitaciones. Como se comentó ayer, su madre está reunida con un miembro del gobierno del reino. Le he dicho que primero debe llamar a la puerta y en caso de aprobación desde dentro, debe entrar con educación y sin armar escándalo.

- Olvidé que era la reunión... -. Admitió este, cabizbajo -. Yo solo venía a... -. Y tendió ante él el papel que estaba sujetando. 

- Ah, ya veo -. Sonrió levemente y de manera gentil Edmund, como solía hacer para mostrarse cercano a la familia  -. Las notas del curso, ¿verdad? 

Zeryen asintió y acto seguido Edmund tomó el papel y lo leyó detenidamente. Su sonrisa ya presente se ensanchó y sus ojos mostraron calidez.

- Estoy muy orgulloso, señorito. Todas por encima de un ocho, salvo suriv, que sacó un seis. Tendrá que mejorar en eso, pero son unas notas excelentes, sin duda. 

- S... sí -. Zeryen extendió la mano para recoger de nuevo el papel y se giró -. Voy fuera mientras... mientras mamá acaba.

A Zeryen le caía genial Edmund. Era una persona amable, honrada y siempre se había mostrado cercano a la familia, pero en ese momento quería alejarse de él. No porque el mayordomo fuese la causa de su estado de ánimo, sino porque esperaba que aquel gesto de alegría y aquellas palabras de aprobación viniesen de otra persona primero.

Recorrió de nuevo el pasillo hacia el vestíbulo, esta vez dejando las notas del tercer curso de primaria encima de una de las mesas que adornaban el recorrido del corredor. Tras bajar las escaleras, esta vez fue hacia la parte trasera de la casa, hasta llegar a la doble puerta trasera de cristal que daba acceso a la parte del jardín trasero de los terrenos. 

Enseguida escuchó un grito de dolor y queja, que provenía del interior del jardín, del campo de entrenamiento. Pasó junto a la piscina y los setos, muy bien recortados a ambos lados de los caminos, hasta llegar a una zona vallada de barras verticales de hierro forjado bañado de plata, que delimitaba el terreno de entrenamiento. En su interior, una mujer adulta, de cuerpo tonificado y tenuemente bronceado. Tenía el cabello negro azabache recogido en una coleta y una amplía sonrisa en su joven rostro. Vestía un conjunto deportivo, con un top de color negro del que sobresalían dos fuertes y firmes brazos, del cual del derecho, que estaba lleno de tatuajes, sostenía la cabeza de una persona anclada al suelo. Era una chica recién entrada en la adolescencia, aunque tenía un cuerpo más grande que alguien de su edad, además de ser bastante atlética. Su pelo, normalmente blanquecino, largo y liso, se encontraba ahora sucio de tierra y tirante debido al agarre. También estaba llena de tierra su vestimenta, un gi de color azul con un anudado cinturón negro en la cintura.

- Te he dicho ya que no lo hagas de esa forma, Beth -. Le reafirmó esta. Continuó con el otro brazo para detener el de la chica y clavó su rodilla sobre su espalda para reforzar el candado y que no pudiese liberarse.

- ¡Aaaaaaaaaah! ¡Suéltameeee, Brienneeeee! -. Ante el intento inútil de liberarse, forcejeó una y otra vez -. ¡Se lo diré a mi madre! ¡Te va a despedir!

- Tonta -. Se burló Brienne, la instructora de combate de la familia -. Precisamente para esto me contrató vuestra madre.

- ¡Pero que no me llames tonta! Ya verás... ¡Te arrepentirás! -. Amenazó Beth e intentó liberarse una vez más, aunque fue en vano. Brienne mantuvo su llave e hizo algo más de fuerza -. ¡AAAAAAAH!

- Tengo permiso para adiestrarte con mano dura, tengo permiso para llamarte 'tonta' si quiero y tengo permiso para hacerte daño si me faltas el respeto, tonta -. Explicó con una sonrisa ácida. Entonces, aflojó de nuevo la llave para no hacerle daño, aunque aún la mantenía sujeta -. Que quieras tener tu propio estilo de combate está genial, pero solo si mantienes una base con fundamento, sin hacer barbaridades. Te dije que no podías cargar de esa forma, por mucho que te guste y hoy lo has vuelto a hacer. 

A Zeryen se le quitó parte de la tristeza que llevaba consigo por un momento, para ser sustituida por admiración y envidia por partes iguales. Se quedó en la valla, contemplando a su hermana, que volvía a incorporarse; a Brienne, que le tendía la mano para hacerlo, a pesar de que era rechazada de manera terca por Beth; y a su hermano, que también estaba manchado de tierra y jadeando, con claros síntomas de que también había entrenado hace poco y le había pasado prácticamente lo mismo. Este tenía también el pelo enmarañado y sucio por la tierra, aunque tampoco había mucha diferencia en cuanto al peinado ya que este solía tener el cabello desarreglado y desaliñado. A diferencia de su hermana, vestía un conjunto de ropa holgada de algodón blanco, sin ser tan atrevido como ella como para llevar un cinturón negro, algo de lo que se fijó Brienne, ya que antes de reanudar el entrenamiento la reprendió por ello. Otra diferencia en él era que mientras su hermana era escandalosa y enérgica, este mantenía una mirada serena, con sus ojos azules fijos en las dos partícipes del entrenamiento, atento a cada detalle del encuentro.

Segundos más tarde, Beth se encontraba de nuevo tendida en el suelo. Brienne la había derribado con elegancia y había ejecutado una llave en la que le había desatado el cinturón para arrebatárselo. 

- Ten cuidado que no se te caigan los pantalones. Voy a decirle a Edmund que te confisque este y cualquiera de estos que quieras tener hasta que te lo merezcas -. Brienne se incorporó, enrollando el cinturón y acercándose a la puerta de la verja de la zona de entrenamiento.

- ¡Eres una ladrona! ¡Me voy a chivar! -. Exclamó, levantándose rápidamente y yendo a encararla.

- También tengo permiso para requisaros lo que sea necesario para mejorar vuestras aptitudes y actitudes -. Se giró Brienne, que le sacó la lengua para incordiar más a Beth y acto seguido abrió la puerta.

- Hermana... el pantalón - Le avisó desde atrás su hermano mayor.

- ¡KYAAAAAAA! -. Soltó Beth, que estaba tan enfurruñada que no se había dado cuenta de que ya tenía el pantalón a la altura del muslo.

- Anda, ¡hola, Zeryen! -. Saludó Brienne cuando recorría el camino por fuera de la valla y vio al joven chico. Esta alzó la mano para que chocase.

- ¡H... hola! -. Zeryen saltó, pues no llegaba debido a su corta altura y chocó con ímpetu a Brienne.

- ¡Zeryeeeen! ¡Holaaaa! -. Le saludó Beth desde el interior del campo de entrenamiento, mientras se ataba el pantalón con una cuerda que había cogido de la mesa de utilidades cercana.

- ¡Hermano, vente! -. Le instó Aleryen.

Zeryen, contento, alzó la mano para devolver el saludo y se dispuso a entrar en el campo de entrenamiento para estar con ellos.

- Así que se te acabó el curso, ¿eh? ¿Qué tal las notas? -. Se interesó Brienne.

Su cerebro de niño de menos de diez años lo había ocultado al recibir los estímulos del entrenamiento de sus hermanos, a los que tanto admiraba, como si fuesen pequeños superhéroes para él. También les tenía envidia, por no poder estar a su altura y tener que ir al colegio mientras que ellos se preparaban para una preselección que iban a tener de manera excepcional por una personalidad importante de Ribriat en unos meses. Pero ahora había vuelto a ser inundado por el recuerdo de la mirada de su madre hacía unos minutos.

- Uy esa miradaaaaa... -. Beth se había acercado a la valla desde el lado interior del campo de entrenamiento y, sosteniendo los barrotes, se dio cuenta del cambio de actitud de su hermano menor -. No habrás suspendido alguna, ¿no?

Zeryen tan solo se limitó a negar con la cabeza y de nuevo se quedó mirando el suelo.

- ¿Entonces es que mamá te ha recriminado por no haber sacado aún más nota? -. Esta vez preguntó Aleryen, quien también se había acercado, aunque no tanto como para tener que agarrarse con sumo ahínco a las vallas, como hacía Beth -. No, espera, ni siquiera las ha visto porque está reunido con el concejal.

- Bu... bueno... sí... Entré en el salón de golpe y gritando y... me miró muy mal -. Terminó confesando, con la boca pequeña.

- No te preocupes entonces -. Siguió Brienne -. Estoy segura de que tu madre se siente orgullosa por tu desempeño. Ya verás, ya mismo estarás mordiendo el polvo por mí culpa, como ellos. 

- ¡No te atrevas a decirle eso! -. Saltó de nuevo Beth, tan chillona como antes -. ¡Zeryen, vente! Vamos a entrenarte para que, con las experiencias que hemos sufrido ambos, ¡tú nos vengues y venzas a Brienne en tu primer combate contra ella! 

Brienne rodó los ojos como señal de fastidio por el atrevimiento de Bethryan. Entonces, fue a buscar algo de coherencia en las palabras de Aleryen.

- Eso, vente. Vamos a mejorar los tres para poder vencerla -. Le animó este.

- Ya veréis, ya... Mañana a la misma hora -. Suspiró Brienne y se fue, tras darle un pequeño toque en el hombro a Zeryen para animarlo.

No obstante, este ya había vuelto a recuperar el ánimo. Con esas pocas palabras de sus admirados hermanos, volvió a alzar el rostro y asintiendo varias veces, corrió hacia dentro para unirse a ellos.

- ¡Yeeeeeiii! -. Esta vez no fue Beth tan solo la que gritó sino que Aleryen también acompañó aquel ruido de ánimo, aunque sí que fue la chica que más alzó la voz de los dos, como era de costumbre.

- ¡Yeeei! -. Respondió Zeryen con un salto, chocando con cada mano las palmas de cada uno de ellos.

- Mamá se pone muy así cuando trata con gente de fuera, pero enseguida se le pasa después de hablar contigo y hacerte entender por qué se pone así -. Explicó Aleryen, poniéndose la mano en la barbilla y mirando hacia arriba, como si estuviese recordando algo.

- ¿A ti también te ha pasado? -. Preguntó Zeryen.

- Fua... y a mí -. Admitió Beth -. Que levante la mano el primero que no haya provocado una mirada asesina de mamá, vaya.

- ¿En serio? ¿Cuándo? 

- A mí cuando me regalaron el skate -. Siguió recordando Aleryen -. Lo usaba por los pasillos, ¿te acuerdas?

- Sí, que Edmund te decía una y otra vez que no se usaba por el interior de la casa.

- Pues le seguí ignorando y una vez lo usé, con tan mala suerte de que acabé haciendo 'grind' por la barandilla de las escaleras del vestíbulo justo cuando estaba ella recibiendo una familia de no sé dónde.

- Ala... -. Se asustó Zeryen al imaginarse la situación, que era mucho peor que la que había tenido él antes.

- Pero no pasa nada, te echa la reprimenda y al rato está como siempre, así que no te preocupes, que verá las notas y se alegrará.

- Porque se alegrará, ¿no? -. Se le echó encima Beth, con los brazos en jarra.

- ¡Las notas son geniales! -. Aseguró Zeryen, echándose hacia atrás.

- Mmmm... ¿Y por qué has acabado el curso y no has tenido ninguna salida de por medio? -. Preguntó pensativa Beth, entrecerrando los ojos -. No has tenido ningún cumpleaños, ni ninguna quedada con tus amigos... Porque habrás hecho amigos como te dije, ¿no?

- Bu... bueno... Es que hemos tenido muchos deberes siempre.

- Mmmm....

Lo cierto es que Zeryen siempre había tenido dificultades para hacer amigos, debido a que siempre estaba obsesionado con su propio desempeño. En las asignaturas tan solo pensaba en sacar buena nota y poder impresionar a su madre y con cualquier actividad física no hacía más que pensar en hacerlo lo mejor posible para poder acercarse a sus hermanos. Porque claro, al fin y al cabo...

- Bueno, a lo que iba -. Retomó Beth -. Mamá se pone así porque nos dice que tenemos que mostrar una buena imagen al mundo exterior. Y vaya imagen que le vamos a mostrar... ¡La imagen de los hermanos invencibles! -. Terminó soltando sonoramente, junto a un abrazo en torno a los dos chicos, que sonrieron.

... Al fin y al cabo tenía a sus hermanos, que eran sus mejores amigos.

- ¡Bien! Vamos a ver... -. Beth se acercó a las mesas, repletas de armaduras de todo tipo y armas no afiladas. Se puso a examinarlas como si fuese la mesa de un comandante examinando un mapa táctico de tropas aliadas y enemigas -. Tenemos tres meses para prepararnos para cuando venga el instructor, así que tenemos que elegir bien en qué nos vamos a centrar y hacer un plan de entrenamiento para sorprender a todos.

- ¿En qué os puedo ayudar para ello? -. Se ofreció Zeryen generosamente.

- ¿Bromeas? -. Aleryen, desde su ya algo destacable estatura por la adolescencia, se acercó a Zeryen y le pasó la mano por el pelo, despeinándolo un poco -. Tú te apuntas, así que a entrenar y a ser seleccionado para el adiestramiento.

Zeryen se quedó en blanco, sin saber qué decir. Le tenían en cuenta a pesar de la diferencia de años que había y que era mucho más inexperto que ellos.

- ¡Claro! ¿Qué acabamos de decir? -. Se giró Beth, señalando al cielo -. ¡Hermanos invencibles! Así que... -. La chica cogió las dos primeras armas que se le ocurrió, una espada larga y un estoque -. ¿Cuál te gusta más? -. Preguntó, mostrándoselas a su hermano menor -. ¿¡Me estás escuchando!?

- ¿Eh? -. Zeryen seguía tan absorto por la idea que no había procesado lo que le había dicho su hermana. Cuando se dio cuenta de la situación y de las dos armas que tenía ante él, le entró tan emoción por la idea de entrenar y de ser seleccionado junto a ellos que se puso muy nervioso -. To... ¡Todo!

Sus hermanos rieron.

- ¿Cómo que todo? Tendrás que especializarte en algo.

Zeryen se unió a las risas y siguió con la tónica de felicidad en la que se había sumergido. Los hermanos eligieron algunas armas para probar y poder decidirse por una. La tarde fue transcurriendo mientras se turnaban para poder hacer algunos combates de prueba, darse consejos entre ellos y planificar los días y las rutinas de entrenamiento durante las próximas semanas. Beth respondió con un sonoro "Bleeeeergh" de rechazo cuando Aleryen sugirió que también tendrían que ir a la biblioteca, tanto la propia de su hogar como la de la ciudad, para poder disciplinarse con una base teórica. 

Horas más tarde, con Zeryen arrodillado y de apariencia semejante a sus hermanos por las manchas de tierra en su ropa, cuerpo y pelo, fue interrumpido en lo que iba a decir ya que vieron cómo Edmund llegaba ante ellos.

- Señorito Zeryen, ¿puede acompañarme? -. Preguntó haciendo una leve reverencia -. Su madre está a punto de acabar la reunión que tiene y quiere hablar con usted.

Zeryen tragó saliva, apagando un poco la llama que había en su interior por el entusiasmo del entrenamiento. Miró a sus hermanos y estos le devolvieron una sonrisa, asintiendo para apoyarle.

- Ya verás como todo sale bien -. Le apoyó Aleryen, agarrándole del brazo para ayudar a levantarlo.

- ¡Vamos, hermanito! -. Siguió Beth, con un sonoro manotazo que fue a parar a la espalda del chico, provocando que tosiese y se trastabillase hacia delante.

La vuelta a la mansión se produjo en silencio, ya que le daba miedo la posibilidad de encontrarse con otra mirada así de su madre. Advirtió que Edmund recogió el papel de sus notas cuando pasó por el pasillo del que salió corriendo horas atrás y continuaron hasta ir a un pasillo auxiliar que también daba con el salón del primer piso, probablemente para no encontrarse cara a cara con el señor con el que había tenido la reunión. 

- Parece que todavía no. Vaya a darse un baño, señorito. -. Comentó Edmund, que le tendió las notas antes de irse por una de las puertas.

El chico tomó el papel y se quedó un momento esperando. Nunca había tenido que lidiar con una situación así con su madre y, aunque recordaba las recientes palabras de sus hermanos sobre situaciones que ellos vivieron, se sentía incómodo. Intentó distraerse con algo, así que se empezó a fijar en lo que había a su alrededor, a lo que le llamó la atención rápidamente un elemento del pasillo: un cuadro de sus padres de cuando eran mucho más jóvenes. Su padre, del que tanto había oído hablar y al que nunca había conocido en persona, se mostraba imponente en altura y también en anchura de lo musculoso que era. Llevaba una capa de terciopelo zafiro, adornada con un broche plateado en la base del cuello. Bajo ella, llevaba una camisa de seda blanca con unos pantalones de cuero negro ajustado y botas altas y relucientes. Pero lo que más destacaba era un cinturón de campeón que portaba en su hombro y cuya parte principal quedaba cerca de su sonriente rostro, con su prominente mandíbula, su cabeza casi cuadrada, su barba y perilla recortadas y un cabello rubio corto junto a sus ojos azules. Su brazo libre pasaba por encima del hombro opuesto de una mujer peliblanca de rostro angelical, con rasgos finos y suaves. Los ojos de su madre, también azules, reflejaban inocencia y vulnerabilidad, una expresión totalmente contraria a la contundencia de su padre. Vestía un alargado vestido vaporoso de color pastel, hecho de seda con remaches de terciopelo y encajes bordados.

Entonces, se acordó de lo que escuchó horas antes; las palabras de aquel señor que le decía a su madre que había cambiado. Zeryen nunca lo había pensado, pero viendo los cuadros pintados y las fotografías de ella de años atrás, ciertamente se nota un cambio tanto en la actitud reflejada a través de su mirada como en la vestimenta que llevaba, pasando de vestidos amplios y pomposos a sutiles trajes de chaqueta y blazers.

- ¿Todavía no se ha lavado? -. Preguntó Edmund, que había vuelto y se le notaba algo incómodo. Zeryen no se había percatado del tiempo que había pasado, pero al parecer el suficiente como para que se hubiese pegado una ducha rápida.

- No importa, que pase -. Se le escuchó decir a su madre al otro lado de la puerta del salón, que la había entreabierto y había escuchado la pregunta.

Zeryen miró a Edmund, buscando darle alguna excusa de por qué no había ido a ducharse, aunque fuese mentira. Pero este se limitó a acercarse al chico y, apoyando con gentileza su mano en el hombro del niño, le instó amablemente a avanzar para entrar al salón. 

Su madre se volvía a sentar en el momento en el que Zeryen entró. Este pensó que nada más despedir al invitado había ido a la puerta del pasillo auxiliar para que pasase. El chico tragó saliva de nuevo y se sentó frente al sillón en el que ella se había acomodado, cruzando las piernas y apoyando su cabeza sobre una de sus manos, cuyo brazo había apoyado en el elegante reposabrazos, con remaches dorados. Su mirada se clavó en él como dos puñales, aunque era mucho más suave de lo que lo fue cuando interrumpió en el salón a mediodía. 

- Déjenos a solas, por favor -. Pidió con amabilidad pero con un semblante serio, frío como el hielo.

- Por supuesto, lady Margaret -. Edmund se inclinó e hizo una reverencia antes de retirarse. 

El sonido de la puerta cerrándose con cuidado fue el detonante del inicio de la conversación.

- ¿Sabes por qué te he llamado?

- Pe... ¡perdón! No debí haber gritado así... También por no haber llamado a la puerta. Se me olvidó que hoy venía el señor... 

- Bien, veo que te arrepientes -. Le dijo su madre, no cortándole la frase, sino viendo que su hijo no sabía el nombre del invitado que había tenido el día presente -. Pero, ¿entiendes mi reacción?

- S... sí -. Mintió Zeryen.

- Hace tiempo reinó la paz, gracias a gente muy importante, entre los que se encontraba tu padre. Pero la mayoría de los responsables de esa paz no están ahora mismo, o están desperdigados por el mundo, o desaparecidos. Entonces, tu padre me enseñó una gran lección, la última que me dio antes de marcharse a una guerra lejana, a velar por nosotros desde sitios inimaginables: me dijo que me volviese una persona tan temible, que a mis enemigos se le quitasen las ganas de hacernos daño, por temor a la represalia que podría haber contra ellos. Me lo dijo mientras me cedía una de sus posesiones materiales más valiosas. Desde el día uno desde que se marchó decidí cambiar por completo. He pasado por todo tipo de adiestramientos, he hecho muchísimas expediciones y he estudiado todo lo que he necesitado para adoptar la 'yo' que soy ahora; la Anastasia Margaret que quiere a su marido; que quiere a sus hijos; que quiere a su familia. Por eso mismo, no dudaré en que la gente que no conozco bien tengan en su mente una imagen mía todavía más cruel de lo que realmente soy, sea quien sea, por tal de proteger lo de que de verdad importa.

Hubo un silencio en el que su madre se quedó mirándole. Zeryen se quedó procesando toda esa información, entendiendo de inmediato el contraste que había entre la forma de ella plasmada en el cuadro con la que él había conocido, además de la frase del invitado. Admiró cada detalle de lo que había contado y en lo que se había convertido, pensó que su madre era muy "guay" y una persona valiente y entregada.

- Entonces, ¿no estás enfadada conmigo?

- Ya has pedido perdón -. Contestó ella, destensando el rostro y dejando ver un atisbo de sonrisa -. Así que no, no lo estoy. Igualmente un pequeño castigo te llevarás.

- Jo...

- Pero bueno, veamos esas notas -. Su madre se echó hacia delante y estiró el brazo, pidiendo la hoja. Zeryen se las dio de inmediato -. Veamos... -. Las miró detenidamente. Zeryen tan solo veía sus ojos, que sobresalían por encima del papel y recorría el texto. Entonces, al acabar, se volvieron a fijar en él -. Unas notas excelentes, como cabría esperar de mi hijo. Estoy orgullosa de ti.

Entonces, el rostro de su madre se destensó del todo y mostró una sonrisa amplía y radiante, junto con sus brazos que se extendieron, esperando a que su hijo se acercase para abrazarla. El chico saltó en júbilo y fue a corresponder el gesto, con un fuerte abrazo de madre e hijo. 

- Pero ese suriv hay que mejorarlo un poco, ¿eh? 

- ¡Claro que sí! 

- Anda, ve a ducharte, que ya mismo toca cenar.

- ¡Sí! 

- Y ya hablaremos de tu castigo.

- Sí... 

Zeryen se levantó. Al chico no le importaba demasiado el castigo que iba a recibir, sino en que su madre estaba contenta con él. Al final, sus hermanos tenían razón. Al pensar en ellos, se acordó de algo. En la puerta, se giró para volver a dirigirse a ella.

- Aunque quizás no voy a la escuela el curso que viene... 

- ¿Mmm? -. Su madre, que se había levantado para asomarse por uno de los ventanales, se giró con la ceja levantada.

- Es que... En unos meses viene el instructor a evaluar a Aleryen y Bethryan... 

- ¿Sí? 

- Y... me han dicho, que me evalúe a mí también. Que vamos a entrenar los tres y los tres lo pasaremos e iremos al gremio a volvernos fuertes.

- Ah... -. Zeryen vio en ella una expresión que no supo identificar muy bien, se quedó con la ceja aún arqueada y pensativa -. Muy bien, si el instructor te aprueba, no tendrás educación básica el curso que viene.

- ¡BIEN! 


Las vacaciones de verano iniciaron y las semanas empezaron a contarse por etapas de entrenamiento. Zeryen, que hasta entonces usaba el verano para ir a la playa y jugar, con algunos toques de entrenamientos aislados, esta vez dedicó todo el tiempo a mejorar, al igual que sus hermanos. El principio fue duro, con rutinas de ejercicios que les costaban demasiado y, aunque se terminó por acostumbrar, no podía seguirles el ritmo a sus hermanos, que progresaban más rápido que él, como era normal debido a la diferencia de edad. Igualmente, ellos cumplieron con lo prometido y dedicaron parte de su tiempo a adiestrar, con lo poco que sabían, al propio chico. Brienne también fue parte fundamental del entrenamiento de los tres hermanos, aceptando sin problema alguno a Zeryen como aprendiz, aunque le hizo 'morder el polvo' en incontables ocasiones. No ocurría lo mismo con Aleryen, quien cada vez sorprendía más a la joven mujer en combate, con movimientos elegantemente coordinados, ágiles y veloces. Durante una prueba en la que la instructora le había puesto como objetivo a Aleryen que este tenía que golpearle en la cara, el chico consiguió rozar el rostro con una patada directa rápida como un proyectil. Brienne admitió que nunca antes tuvo un alumno tan joven que le haya puesto en tantos problemas y Beth, envidiosa por el progreso de su hermano mayor, fue a preguntarle cuál fue su secreto. Se quedó estupefacta al conocer que este, tal y como dijo, dedicaba la tarde y parte de la noche a leerse montones de libros de artes marciales, técnicas y teorías de combate y posicionamiento. Desde entonces, la chica se puso también a ello, lamentándose por no haberse puesto antes.

- La culpa es tuya. Mira que yo lo dije -. Le recordó Aleryen durante una mañana de entrenamiento, mientras los tres chicos hacían una carrera ligera por los terrenos de la mansión.

- ¡Aaaaaaaaaaaah! Tengo que leerme veinte capítulos por día para compensar el haber empezado tan tarde -. Beth, agobiada, se estiraba del pelo.

- Así no vas a retener nada de información. Deberías a ir a un ritmo normal.

- ¡CALLA! Ya sé que es mi culpa... 

Zeryen y Aleryen se miraron sin dar crédito. Era prácticamente la primera vez que Beth admitía una derrota.

Por su parte, el menor de los tres empezó también tarde a leer, pero se quería centrar más en la práctica que en lo teórico, ya que los tres llegaron a la conclusión de que para sorprender al instructor debía tener unas capacidades físicas insólitas para su edad. Beth, tras admitir su derrota, se centró en leer libros marciales 'exóticos' tal y como ella definía, buscando algo específico con lo que impresionar a los demás, ya que no podía cogerle el ritmo a Aleryen con el tiempo a contrarreloj que tenían. 

La chica no llegaba a tanto como su hermano, pero Brienne le reconoció que cambiar su actitud era el mejor progreso que podría haber hecho, algo que de nuevo encendió la impulsiva actitud de Beth pero que acabó agradeciendo al término del combate.

Cuando ya quedaban pocos días para que llegase el instructor, Anastasia fue a ver una sesión de entrenamiento en persona, con la sorpresa final de que tras observar un rato a los tres chicos en sus sesiones con Brienne, se apuntó para dar consejos a los tres, algo que los chicos agradecieron.

- Eres muy joven y estás lejos de tu máximo potencial, ¿eres consciente de ello, verdad? -. Le dijo a Zeryen cuando llegó su turno de recibir consejo.

- Sí, sí, ¡es por eso que voy a sorprender al instructor con una velocidad y una fuerza que no habrá visto nunca en alguien de mi edad! 

- Eso está genial -. Respondió con una sonrisa -. Y como ya queda poco tiempo, no se va a notar tanto la mejora física que puedes conseguir de aquí al final como centrarte en alguna técnica concreta. 

- ¿Una... técnica? -. Los ojos del jovencito Zeryen brillaron como estrellas. Se imaginaba alguna de las técnicas secretas ultra mortales que había aprendido su madre, siendo traspasado a él y con ello dejando boquiabiertos a todos cuando llegase el día.

- Así es. Será algo muy específico así que tendrá que ser sin bases ni variaciones, unos movimientos concretos que logre memorizar tu mente y asimilar tus músculos. Escucha... 

Zeryen grabó las palabras de su madre en su mente y a eso sería a lo que se dedicaría durante el resto del tiempo. Estaba tan emocionado por sorprenderlos a todos que incluso se lo ocultó a sus hermanos y a Brienne.

Y entonces llegó. Era un día a principios de septiembre cuando, en una época en la que ya se notaba el cambio a un clima más fresco, despidiéndose del calor del verano, llegaron los invitados al atardecer. El instructor, un señor viejo con barba larga canosa y recortada, con monóculo y vistiendo una túnica fucsia con estampados rimbombantes de colorines, llegó junto a tres jóvenes, para sorpresa de los tres hermanos. El anciano, llamado Rigbhur, había llevado tres alumnos del gremio para medir las capacidades de los hermanos Fordreigon en combates individuales. Se trataban de chicos de la edad correspondiente a cada uno de los tres y, según aseguraba, con capacidades similares al adiestramiento que habían recibido, pues al parecer Rig conocía a Brienne. 

Durante una primera charla de los cuatro invitados con Anastasia, los tres hermanos esperaban en el jardín. Cada uno llevaba los nervios de manera diferente; mientras que Aleryen se mostraba totalmente sereno y concentrado, Beth caminaba de un lado a otro, impaciente y chistando a cada rato al ver que las luces de la mansión aún no se apagaban, lo cual sería indicativo de que ya se empezarían a dirigir hacia el jardín para las pruebas. Zeryen, en cambio, estaba quieto como su hermano, pero tenía la sensación de que si decía alguna palabra iba a vomitar súbitamente. 

- ¿¡Cuánto les queda!? -. Gruñó Beth, pegándole una patada a una de las tantas piedras que adornaban los laterales de los caminos del jardín. 

- Cálmate, será lo mejor para ti -. Le aconsejó Aleryen.

- Ya, pero... ¡jodeeeer! 

- Esto lo está haciendo queriendo el propio anciano, estoy seguro -. Aseguró Aleryen -. Para medir nuestros nervios y paciencia.

- Pues si esto fuese puntuable, estaría suspensa. Quiero partirle la cara al tipo ese, ¿has visto cómo me ha mirado?

- Quizás es que se ha enamorado de ti -. Aleryen sonrió y se apartó para esquivar la patada de Beth, que iba directa a su culo.

- L.. luc... es... se... apaga..  -. Soltó Zeryen, dándose media vuelta y disimulando las arcadas. 

Ambos hermanos mayores se fijaron en que, efectivamente, las luces se habían apagado al fin. Acto seguido, Edmund, Brienne, Anastasia, Rigbhur y los tres chicos se dirigían hacían el campo de entrenamiento del jardín. Los hermanos, que se encontraban cerca, entraron también y se prepararon pertrechándose las armaduras de práctica.

- Hola de nuevo, chicos. Siento la espera, pero es que vuestra madre nos ha tenido entretenidos enseñándonos todas las piezas de arte de la familia, je, je... 

Anastasia soltó una mirada hostil, de reojo, hacia Rigbhur, aunque este no se dio cuenta. Aleryen soltó una silenciosa y sarcástica carcajada, que solo escucharon sus hermanos. Claro indicativo de que tenía razón al decir que lo estaba haciendo queriendo.

- Bueno, vamos que nos vamos -. Rig hizo un sonoro ruido con las palmas de las manos -. Vamos a medir vuestras capacidades en combates individuales. Elegiréis un arma de práctica, si así lo deseáis, y con ella trataréis de vencer a vuestro contrincante. El combate termina cuando se logre un golpe directo, es decir, un golpe que afecte la cabeza o el torso; con un derribo total, o cuando uno de los dos declare que abandona. Por supuesto, mis señales son la ley y si determino que el combate ha terminado, ambos participantes deberán parar de inmediato, ¿ha quedado claro? -. El anciano esperó la respuesta de los seis participantes, que fue afirmativa, antes de continuar -. Bien, pues vamos de mayor a menor. Clegane, te enfrentarás a Aleryen. Por favor, colocaos uno frente al otro en el centro de la pista de combate.


Aleryen recibió el apoyo de sus hermanos en forma de deseos de buena suerte. Este alzó la mano, negándose a recoger ningún arma, cuando Brienne fue a preguntar si quería usar alguna. Su rival, Clegane, sí que aceptó la invitación de la instructora y escogió un gran espadón. El rival de Aleryen era un grandullón que le sacaba una cabeza de altura y varios palmos de anchura. Se le notaba el cuerpo bastante tonificado para lo que debía ser su edad, si es que tenía la misma que el mayor de los hermanos Fordreigon. Al ver la elección de arma de su rival, Zeryen notó como su hermano se quitaba los enganches de la armadura de cuero tachonado.

- Comiencen -. Anunció Rigbhur.

Clegane inició el ataque, pero para cuando lo hizo, ya había perdido. Su vista fue bloqueada por una pieza de cuero que había sido arrojada hacia su cara; la armadura cuyo enganches se había quitado Aleryen había sido lanzada como un proyectil. Esto tuvo doble efecto en el combate, la visión de su rival fue obstaculizada y, a la vez, aligeró el peso en el chico Fordreigon, que propinó un puñetazo al propio cuero de la armadura, golpeando en la cara de Clegane, que perdió la compostura y se tropezó hacia atrás.

- Un golpe directo. Ganador, Aleryen -. Declaró el anciano.

Tanto Beth como Zeryen se quedaron boquiabiertos antes de unirse a los aplausos de los allí presentes. Apenas habían transcurridos unos pocos segundos desde el inicio del combate y ya Aleryen estaba inclinándose con elegancia para agradecer los aplausos, antes de volver junto a sus hermanos. Lo hizo recibiendo el choque de palmas de cada uno de ellos con cada una de sus manos. 

- Eso ha sido impresionanteee.

- Tendría que haber leído desde el principio... Woah... 

- Si hubiese sido un combate como tal, me habría ganado -. Admitió él -. Pero una vez decretó la forma de ganar, vi la oportunidad.

- Siguiente combate. Honduras contra Bethryan.

El deseo de buena suerte de ambos hermanos fue a parar ahora a Beth, que apretó el puño y se levantó con un exagerado salto. Su rival, Honduras, era el chico que no le quitó ojo desde que se vieron en el vestíbulo. Se trataba de un chico también en forma como Clegane pero este era mucho más bajo, más que la propia Bethryan. El joven eligió escudo de madera y espada larga como armas y se quedó mirando, repeinándose su cabello azul oscuro, a la chica. Esta, a diferencia de su hermano mayor, sí que eligió un arma.

- No puede ser... -. Soltó Aleryen.

- ¿Pero qué hace? -. Zeryen no se lo podía creer.


Beth eligió una clava con púas, pero cuando Brienne le entregó una, se negó y fue ella misma a la mesa, eligiendo la más grande que había, de un tamaño enorme que portaba a dos manos arrastrando el extremo por la tierra. Honduras se quedó ojiplático y Zeryen vio cómo su hermana tenía la vena del cuello marcada. El chico se preocupó por la posibilidad de que Beth se hubiese dejado llevar por la rabia y no estuviese lo suficientemente centrada en lo importante.

- Comiencen.

Honduras cargó, al igual que Clegane lo hizo en el combate anterior, pero este no recibió golpe alguno en esos primeros instantes. Escudo en alto, se cubrió de una posible finta de Beth y alzó la espada para efectuar un tajo horizontal. La espada se clavó en el enorme arma de la chica, que había interpuesto para recibir el ataque, como una gran columna de madera que la protegiese. Aunque a Honduras le costó sacar la espada, el arma de Beth era tan pesada que no le daba tiempo a armar un ataque antes de que su rival se preparase para propinar otro, de manera que otra vez se vio obligada esta a defenderse. Hubo ataque tras ataque, que Beth interceptaba con la clava o eludía echándose hacía atrás, pero en ningún momento tenía la oportunidad de contraatacar por el peso de su arma. Entonces, Honduras vio el hueco en la defensa de Beth, que tras defenderse el golpe anterior, se encontraba recogiendo el peso de su arma, de manera que podía infligir un golpe directo que le diese la victoria. El espadazo, en forma de estoque, fue contra el pecho de la chica. Pero entonces... 

- Oh... -. Soltó sutilmente Rig, aunque fue un claro gesto de sorpresa.

- ¡Hermana! -. Zeryen se levantó, impactado.

- Calma -. Le instó Aleryen, poniéndole la mano en el hombro.

La estocada de Honduras fue a impactar al brazo derecho de Beth, que usó para bloquear el ataque, aún sosteniendo la gran clava con ambas manos. La hoja le había atravesado el antebrazo por completo y la sangre surgía a borbotones.

- No es un golpe directo, ¿¡VERDAD!? -. Exclamó con rabia pero con una sonrisa tensa en su rostro.

Honduras sacó la hoja de la carne de su oponente, para prepararse para atacar de nuevo, pero esta vez no pudo hacerlo. Como Beth no había soltado en ningún momento su arma para defenderse, la tenía lista para atacar. Alzó la enorme porra y efectuó un ataque descendente, descargando todo el peso de esta sobre su oponente. Honduras lo recibió alzando el escudo, aunque la potencia del golpe le llevó a clavar una rodilla en el suelo. La madera del escudo crujió y varias astillas salieron volando. Pero logró resistir el golpe por completo, así que se preparó para contraatacar.

- No... -. Se lamentó Zeryen, pensando que aquel golpe era la oportunidad perfecta para que Beth ganase.

- Ese chico ya ha perdido -. Aseguró Aleryen.

- ¿¡CREES QUE TE VOY A DEJAR ATACAR DE NUEVO!? 

Beth ya se encontraba alzando el arma cuando Honduras pensaba que podía contraatacar fácilmente. Al ver descender el ataque de la chica, se volvió a defender con el escudo, clavando de nuevo la rodilla y saltando restos del escudo por todas partes. Con la escena que ocurrió a continuación, de nuevo se quedó Zeryen boquiabierto; Beth atacaba una y otra y otra vez, con arremetidas brutales, que cada vez dejaban más paralizado a Honduras. El chico clavó la segunda rodilla al suelo y se tuvo que ayudar de su otra mano para aguantar con el escudo, o con lo que iba quedando de este. Además, todo ese continuo ataque brutal de Beth estaba acompañado de su grito constante de rabia, que junto a la sangre de su brazo, que por el movimiento de la chica iba salpicando su cuerpo y rostro, así como también el escudo de su rival y el suelo. Parecía la escena de una masacre.

- ¡Me... me rindo! 

- Ganadora del combate, Bethryan. Por favor, deténgase, señorita -. Anunció Rig, al ver que Beth volvía a alzar los brazo, dispuesta a hacer otro ataque más sobre un casi indefenso Honduras, al que apenas le quedaba la mitad del escudo -. Venga conmigo, que le trate la herida.

Beth alzó mucho la barbilla, orgullosa de su victoria y fue ante Rig, que aplicó un conjuro sanador que le cerró la herida de inmediato. Edmund recomendó que fuese a tomar algo, que quizás la falta de sangre podría marearla, pero Beth contestó.

- ¿Y perderme el combate de mi hermano? ¡Estás loco! 

Eso llenó el pecho de Zeryen por un lado pero por otro lado también volvía a sentirse atormentado. La admiración por sus hermanos y la sorpresa del desempeño de sus combates habían opacado los nervios que ahora volvía a sentir. Era su turno y no podía quedarse atrás. 

- Buena suerte -. Le deseó Aleryen, alzando el puño para que Zeryen le correspondiese, algo que hizo el chico intentando disimular el temblor de su mano.

- ¡Vamos allá, hermanito! -. Beth le dio un golpe en la espalda que le hizo más mal que bien, pues con ese golpe soltó una arcada que rápidamente transformó en una tos disimulada.

- Siguiente combate, Gery contra Zeryen. 

Brienne le preguntó qué arma quería, tras hacerlo también con Gery, que era un chico de la misma altura que Zeryen, aunque más delgado. Este había elegido un bastón, que dejó en el suelo y se quedó mirándolo, mientras se pasaba las manos por su rapado peinado, como si la vida le fuese en ello. Brienne volvió a preguntar a un absorto Zeryen qué arma quería. Sin poder hablar, señaló con el dedo a la espada larga.

- Tan solo recuerda la técnica de mamá... -. Pensó, mirando la espada en su mano y forzando a calmarse a sí mismo. 

- Comiencen.

Zeryen sostuvo la espada con sus dos manos y se colocó en una postura con las piernas ligeramente separadas y con el arma escondida tras su torso, llevándola hacia uno de los lados de su cuerpo. Y entonces, se preparó para cargar en línea recta todo lo rápido que pudo.

Pero el chico había cometido un error brutal y no precisamente fue aquella noche. Por tal de sorprenderlos a todos, llevó a cabo el entrenamiento de esa técnica en secreto. No la había practicado con sus hermanos, no la había practicado con Brienne... En definitiva, no la había practicado en situaciones bajo presión, para que pudiese adaptarse y sobreponerse. Aquella noche, Zeryen, que estaba consumido por los nervios, ejecutó la técnica que tan bien le había salido en privado, de manera horrenda. La carga resultó en un tropiezo que le llevó a caerse al suelo frente a su oponente. Este, aunque incrédulo, aprovechó la oportunidad para golpear con el bastón en la cabeza del menor de los hermanos, siendo un golpe seco y eficaz pero no muy fuerte. 

- Golpe directo. La victoria es para Gery -. Anunció Rig.

Los minutos posteriores fueron borrosos para Zeryen. Estaba aturdido y ni siquiera escuchó a su rival, que fue el único de los tres alumnos del gremio que quiso saludar a su contrincante. Tampoco escuchó los comentarios condescendientes de sus hermanos. Ni tampoco a Rig anunciando que iba a pensar sobre los tres combates durante unos minutos antes de dar su veredicto. Lo que sí le pasó a Zeryen es que empezó a ser invadido por decenas de preguntas en su mente de un escenario que no había previsto bajo ningún concepto, como si perder fuese algo imposible que ocurriese. 

Había perdido.

¿Eso significaba que ya no podía ir con sus hermanos? 

¿Tenía que volver al colegio en cuestión de un par de semanas?

¿Le dejarían una revancha si lo pidiese?

¿Le aceptarían a pesar de la derrota?

¿Podría huir de casa e infiltrarse en el gremio para aprender a escondidas junto a ellos?

¿Cuánto tiempo estaría sin ellos? 

¿Cuánto se quedaría atrás en caso de que se quedase en el colegio mientras que ellos avanzaban con un aprendizaje excepcional?

¿Habría otro gremio que le aceptase? 

¿Querrían sus hermanos ir con él a ese otro supuesto gremio en caso de que le aceptasen?

¿Y si alegaba que se encontraba mal?

¿Le dejarían repetir?

¿Y si fingía caer inconsciente? 

¿Se quedarían sus hermanos en lugar de irse al gremio si ven que su hermano ha sufrido un aparatoso desmayo?

Toda clase de preguntas, hasta las más patéticas, rondaron la cabeza de Zeryen. Beth y Aleryen intentaban animarle y este tan solo soltaba un "ya" o "no pasa nada", mientras su mente le acribillaba con todas esas inquietudes y posibilidades.

- He llegado a una conclusión -. Anunció Rig, alzando los brazos, como si hubiese dado con la clave de algún avance científico -. Bien. Vamos allá -. Se colocó en el centro del escenario, donde todos pudiesen escucharlo bien. Entonces, se dirigió a los tres hermanos -. Aleryen, tus capacidades son sorprendentes para alguien de tu edad. No solamente a nivel de agilidad y fuerza sino también tu capacidad deductiva. Bethryan, eres una luchadora excelente aunque tus métodos hayan sido poco ortodoxos, supiste defenderte y aguantar hasta tener tu oportunidad. Y Zeryen -. Al chico se le disipó el aturdimiento y miró fijamente a los ojos del anciano. Este se recolocó el monóculo -. Tienes mucho potencial. Todavía eres joven y te queda mucho por aprender. No dejes que una derrota dictamine erróneamente de lo que serás capaz, pues tendrás muchas oportunidades en el futuro. Así bien, Aleryen y Bethryan son admitidos. Coged vuestras cosas, nos vamos esta misma noche.

- ¿Ya... -. Zeryen, antes de preocuparse más por sí mismo, se centró en sus hermanos. No sabía que el traslado iba a ser inmediato. 

- No lo sabía -. Confesó Aleryen -. Edmund, por favor, prepara nuestras maletas.

- Sí, señorito -. Se inclinó este -. ¿Para cuánto tiempo? -. Le preguntó a Rigbhur. 

- Tendrán un periodo de prueba de un año -. Respondió escuetamente este -. Os espero fuera, en el carruaje. Lady Margaret... -. Se despidió con una tosca reverencia.

Un año... 

Un año sin las personas que más admiraba junto a su madre.

- No te preocupes, ya verás qué rápido pasa el año -. Comentó Aleryen con la boca ligeramente torcida como muesca de desagrado por no poder ir los tres.

- ¡Claro! Además... el año que viene cuando volvamos... Te llevaremos... ¡Aunque sea a la fuerza! -. Le intentó animar Beth, que se sentía mal por su hermano.

Zeryen les abrazó con tanta fuerza, que hundió su cara en sus manos, tras haberlos rodeado por el cuello con ambos brazos. Con eso, depositó las lágrimas mientras se frotaba los ojos. 

- Volveos muy... muy fuertes, ¿eh? -. Les deseó Zeryen, con la voz tomada.

- No estarás llorando, ¿no? -. Comentó Beth, aturdida.

- N.. No... -. Negó él, pero ambos se quitaron del abrazo para mirarle. Zeryen intentó esconderse detrás de sus manos, pero cada uno le agarró de un brazo para forzarle a mostrar su rostro, a lo que vieron sus enrojecidos ojos lagrimosos.

- Los Fordreigon no nos mostramos débiles, ¿recuerdas? -. Le dijo Aleryen -. Así que fuera esas lágrimas.

- Eso, ¡hermano! -. Beth tenía tensos los labios, indicativo de que también podría ponerse a llorar al ver a su hermano menor así, pero aguantó y volvió a estabilizar su voz -. Escúchame, de las derrotas se aprende más que de las victorias. De lo bueno se aprende, pero... ¡de lo malo aún más! 

- Prácticamente has dicho lo mismo dos veces... -. Soltó Aleryen.

- ¡Calla! -. Reprendió a Aleryen y volvió a mirar a su hermano menor -. A lo que me refiero es.. Usa este tiempo para reponerte y ser muchísimo mejor. Ya verás como esto queda en un accidente.

- S... Sí... -. Soltó, sonándose los mocos por el llanto que intentaba apagar.

- ¿Sí? ¿Seguro que estás bien? Mira que deniego la invitación al gremio, ¿eh? -. Dijo con contundencia Aleryen, poniéndole una mano en el hombro a su hermano menor.

- No, no... Ni s..  ni se te ocurra.

- Hermano... -. Siguió Beth, que respiró hondo para acallar por completo las ganas de llorar que tenía también ella. Una vez disipadas por completo, miró con dureza a su hermano menor -. Más te vale espabilar, o si no, la que te dará una paliza seré yo, ¿de acuerdo?

- Sí, sí... Lo haré.

- Bien, pues...

Beth le abrazó en primer lugar y después Aleryen se unió a dicho abrazo.

- En un año nos vemos -. Dijeron al unísono. 

Los siguientes meses fueron duros para Zeryen. Al hecho de no tener amigos en la escuela se le sumaba que no estaban sus hermanos, que hasta entonces se habían convertido en su centro de atención. El joven se refugió en la lectura, no solamente la de instrucción marcial sino también en la narrativa, como un salvavidas para la soledad que sentía muchas tardes. Un hobby que le llevaba a abstraerse de su alrededor y distraerse con el mundo de fantasía de la historia que leía. Su madre intentó hablar con él en varias ocasiones, pero en todas le aseguró que se encontraba bien. Fue cuando llegó el invierno que volvió una nueva charla. 

Esto fue debido a que en los entrenamientos con Brienne el chico tan solo se limitaba a las instrucciones que le daba ella. No había más interacciones entre ambos, al contrario que ocurría antes cuando eran los tres hermanos, que habían forjado una bonita relación con ella e incluso habían jugado los cuatro después de algunos entrenamientos. Pero aunque esta intentó en varias ocasiones animar a Zeryen con algunas invitaciones, como jugar o hacer algunas actividades, el chico se negaba a todas y se refugiaba en que tenía mucho que estudiar. 

- Lady Margaret, sé que esto está fuera de mis competencias como instructora, pero le informo porque me preocupa el estado de su hijo -. Terminó de explicarle a Anastasia cierta tarde de enero, cuando esta se encontraba frente a la chimenea, sentada en el sillón y leyendo. 

- Entiendo -. Cerró el libro, titulado 'Los secretos tras el aislamiento de Happak' y lo dejó en la mesilla auxiliar que tenía al lado. Cogió de ahí una taza que tenía con café con ron y le dio un sorbo -. Buen trabajo, señora Falconer. Agradezco mucho la vinculación que tiene con la familia y la preocupación que siente por nosotros si nos ves mal. Llame a mi hijo y tráigamelo.

Brienne asintió y minutos más tarde se encontraba de nuevo en el salón junto a Zeryen, que se sentó en el sofá cercano, cara a cara con su madre. Brienne se fue a marchar de la habitación pero Anastasia le hizo un gesto para que se quedase y otro más para invitar a que se sentase también.

- ¿Quieres contarme algo? -. Le preguntó.

- Estoy bien, ¿qué ocurre? -. Perplejo, Zeryen miró alternativamente a su madre y a Brienne.

- Intenté hablar contigo varias veces de lo que ocurrió en septiembre. Entendí que estabas afectado y que necesitabas tiempo, pero ha pasado ya demasiado y tan solo te has refugiado en ti mismo, aislándote -. Explicó con claridad su madre, sin miramientos.

- En su momento me afectó, sí... -. Comentó, cabizbajo antes de volver a mirar a su madre directamente -. Pero ya estoy bien.

- ¿Ah, sí? ¿Y por qué no estás entrenando? 

- ¿Cómo? -. Ante aquella pregunta, Zeryen miró a Brienne.


- No me refiero a la adiestramiento con Brienne -. Cortó Anastasia y el chico volvió a mirarla -. Queda más o menos medio año para que vuelvan tus hermanos, con una nueva oportunidad para ti para poder ingresar en el mismo lugar que ellos. El verano pasado te la pasabas entrenando todo el día y antes de que llegase Brienne ya estabas con la camiseta sudada. Ahora, tan solo te centras en entrenar cuando llega ella y tan solo el tiempo justo y necesario. Ni quieres mejorar, ni tampoco quieres hacer nada que te ayude a descansar y despejarte; ninguna actividad. Como tu madre que soy me preocupa que te haya afectado en exceso lo que ocurrió aquella noche. Me preocupa que te hayas convertido en una extensión de Aleryen y Bethryan y que, si no están ellos, no sabes cómo vivir.

Zeryen se quedó en silencio durante un rato, pensando sobre todo aquello. Intentó varias veces hablar, pero no le salían las palabras.

- No me salió la técnica que me enseñaste... -. Fue lo único que se le ocurrió decir, con la voz quebrada.

- ¿Y? ¿Acaso te crees que alguno de nosotros no ha fallado en algo alguna vez? En lugar de sobreponerte, te hundiste cuando ese hombre te dijo que no eras apto y cuando tus hermanos se fueron, empeoró todo y te culpaste a ti mismo. Voy a decirte algo, hijo mío -. Anastasia se levantó, caminó hasta él y se puso de cuclillas, para ponerse cara a cara. Le agarró de los hombros y siguió -. El mundo es un lugar horrible. Por muy duro que seas, es capaz de hacer que te arrodilles a base de golpes y tenerte sometido si no se lo impides. Y ni tu hermano, ni tu hermana, ni tu padre, ni tú, ni yo... Nadie golpea más fuerte que la vida ¿Y sabes qué? No importa lo fuerte que puedes golpear tú, sino lo fuerte que pueden golpearte, poder aguantarlo y poder seguir avanzando. Te han golpeado y te has caído, pero no te has levantado. Ten por seguro que la vida te va a golpear más veces, así que tendrás que estar preparado para poder recibirlo; y entonces, podrás demostrarle a todos lo que vales, cuando devuelvas el golpe.

- ¡Mamá! -. Zeryen no aguantó más y se echó hacia delante, sobre ella. La abrazó y rompió en lágrimas -. ¡Lo sientoo... ! Tenía... tenía miedo de quedarme atrás y que te avergonzases de mí... 

- Osito mío -. Respondió ella cariñosamente, devolviéndole el abrazo y dándole gentiles palmadas en la espalda -. No tengas prisa por crecer. Tus hermanos te sacan edad y experiencia. Tienes que ser consciente de esa diferencia que hay ahora mismo y cuando crezcas, podrás alcanzarles, ya verás. Ah... y no me avergüenzo de ti. Me avergüenzo de los cobardes y tú no lo eres, ¿verdad?

- Claro que no -. Sollozó para acallar las lágrimas antes de separarse del abrazo y mirar a Brienne -. Mañana llevamos el entrenamiento a la playa, como dijiste.

- Estaré encantada con ello -. Aceptó Brienne con una sincera sonrisa plasmada en su rostro.


La charla con su madre supuso un nuevo punto de inflexión en Zeryen, quien cambió su mentalidad y se volvió a centrar en su entrenamiento de lleno. Como había estado refugiado en la lectura y se aficionó a ella, se empezó a enfocar en la teoría física y marcial, como empezó a hacer Aleryen el verano pasado. Volvió a entrenarse fuera del horario establecido en el que Brienne entrenaba con él, e incluso le pidió consejo y que fuese partícipe en lo que quería practicar el chico, como la técnica que le enseñó su madre, subsanando el error que cometió el verano pasado. También fueron a la playa, tal y como le invitó Brienne. Como era invierno, esta estaba totalmente despejada así que pudieron usarla a su antojo para seguir con el entrenamiento, entre el que se incluyó nado en las heladas aguas del mar.

Pasaban los meses y Zeryen sintió que había superado su mejor versión del verano pasado; ahora se veía más fuerte, más rápido, más resistente y, sabiendo más de la base de lucha, tenía más opciones para poder defenderse en combate. Es más, había practicado con Brienne la técnica que aprendió de su madre, la cual al principio no era capaz de ejecutarla debido a la defensa de la instructora, pero con el paso del tiempo y de insistir pudo empezar a encontrar el hueco para poder ejecutarla. 

A finales de primavera, su madre le dio una sorpresa. Había remodelado una de las salas de la planta baja de la mansión, que hasta entonces estaba en desuso, para poder construir un gimnasio en ella. Así que Zeryen basó su entrenamiento en usar las máquinas del gimnasio para poder ganar masa muscular, todo bajo la tutela de Brienne y de las instrucciones que esta le dejaba para que aplicase mientras no estuviese.

Llegó el verano y, con el curso finalizado, el chico se encontraba listo. Sus notas fueron prácticamente idénticas a la del año pasado, incluso en suriv, por lo que no se libró de una reprimenda de parte de Edmund y de su madre. Les prometió que mejoraría en el idioma, pues se imaginaba que cuando el año que viene estuviese en el gremio tendría que darlo para poder ampliar sus conocimientos, pero su motivación estaba centrada en otro sitio. Con las vacaciones, ahora podía ampliar la rutina de entrenamiento que aplicaba normalmente el fin de semana, a todos los días. 

Así pues, Zeryen repetía una y otra vez lo mismo.

Entrenamiento con pesas para mejorar la fuerza y resistencia, como sentadillas, press de banca y flexiones.

Entrenamiento de cardio para mejorar la resistencia, como largas carreras, la bicicleta estática o natación en la playa.

Entrenamientos de habilidades de combate, como artes marciales cuerpo a cuerpo o esgrima con espada, junto con Brienne, para mejorar el manejo de armas, el uso de técnicas y la defensa en combate cerrado.

Las últimas horas de la tarde y tras cenar, a leer y tomar apuntes de las técnicas que leía para poder preguntar a Brienne al día siguiente o incluso practicarlos por sí mismo.

Y repetir.

Pero como le dijo su madre, la vida golpea más duro que nadie y, también como le advirtió, no sería la última vez que le golpease. Cuando faltaban dos semanas para que llegasen sus hermanos, con el instructor para dar parte de sus avances a su madre y, también, para examinar a Zeryen, el chico seguía sumergido en su rutina. Hasta que, durante la mañana, notó un latigazo en la pierna en plena carrera. Cayó al suelo y llevó su mano a la pierna, aguantándose el grito de dolor. Por un momento, pensó que alguien lo había atacado, pero no había nadie allí. Entonces se dio cuenta de lo que realmente había pasado; su cuerpo había llegado al límite y se había roto. Horas más tarde, se encontraba en su cama, tras haberse duchado como pudo, con Edmund examinando la zona afectada y determinó que el ligamiento lateral interno de la rodilla se había roto.

- ¿Cuánto... -. Fue de lo único que se preocupó Zeryen.

- En el mejor de los casos un mes -. Respondió él con amargura. El sirviente había sido consciente de todo el progreso del chico -. Pero lo normal suelen ser de dos a tres con el grado de rotura que tiene.

- Está bien, muchas gracias, Edmund -. Agradeció con sinceridad Zeryen, aunque camuflando lo que de verdad sentía.

- Voy a avisar a su madre, que vuelva de inmediato de la reunión.

- No. No te preocupes, se enterará después. Estoy bien... de verdad -. Terminó reafirmando ante la insistente mirada de Edmund, que acabó haciendo una leve reverencia antes de retirarse.

Sin embargo, a los pocos segundos de irse, Zeryen propinó un puñetazo a su cama, lleno de frustración. Pero había una diferencia con respecto a la última vez, esta vez no quedó en shock, con decenas de preguntas patéticas ni hundido por la tristeza. 

- Aguantar y avanzar... -. Soltó en voz baja.

Llegó el día del regreso de sus hermanos y Zeryen estaba junto a su madre, Edmund y Brienne, en el vestíbulo, con la noche ya cerrada. No era el escenario que se imaginaba, pero era el que le había tocado vivir, ya que este se apoyaba sobre una muleta para darle libertad a su pierna con un vendaje a presión delicadamente aplicado por el sirviente. Había intentado acelerar los tiempos de recuperación, pero en menos de dos semanas resultó imposible.

Entonces, Edmund fue a abrir la puerta y los primeros en entrar fueron Aleryen y Beth, rápidos como proyectiles que buscaban a su madre y a su hermano. Pero entonces ellos vieron la muleta que sostenía Zeryen, la pierna levemente flexionada no tener todo el pie apoyado y el vendaje en la pierna. 

- ¡NOOOOOOOOOO! -. Gritaron los dos, Aleryen llevándose el puño a la boca y Beth las manos a la cabeza, despeinándose.

- ¿¡Qué clase de comportamiento es este!? -. Espetó su madre, reprendiéndoles -. ¡Comportaos! 

- Por favor, pase -. Invitó Edmund a que pasase el instructor del gremio, que volvía a ser Rigbhur.

Ambos hermanos se encontraban significativamente diferentes a como se fueron el año pasado. Ambos se habían vuelto más altos y estelizados en cuanto a masa muscular. Además, Aleryen había vuelto con unas gafas de sol que ya se había quitado por la reacción de su madre; mientras que Beth tenía una larga trenza que usaba de látigo para golpear con frustración a Zeryen por la lesión del chico, hasta que su madre volvió a reprenderla, consciente de que había un invitado ajeno a la familia en el hogar. El instructor Rig llevaba una túnica diferente a la del año pasado, aunque igual de rimbombante, mezclando colorines y estampados ridículos. El paso del año no había hecho mella en él, pues Zeryen lo veía igual de viejo. A su lado iba el joven Gery, probablemente con la intención de volver a batirse en duelo con Zeryen para examinarlo y ver si lo llevaba al gremio. 

- ¿Cómo te atreves a lesionarte? -. Le preguntó Beth, aunque esta vez en voz baja para que su madre no le echase la bronca de nuevo.

- Me batí en duelo contra el campeón nacional. Me costó un poco vencerle, aunque me llevé esto de propina -. Se burló Zeryen.

- Idiota... -. Soltó ella, intentando disimular la risa. 

- ¿Va a querer otra visita guiada por mi hogar, instructor? -. Preguntó irónicamente Anastasia, después de lo ocurrido el año pasado.

- Qué va, qué va. Lamento no poder ver las maravillosas reformas para mantener mi atención, lady Margaret -. Continuó él, con cierta sarna -. Esta vez tengo algo de prisa, así que vayamos cuanto antes para examinar al menor de los Fordr... Oh, ¿pero qué le ha ocurrido?

- Me lesioné, señor, a causa del continuo ejercicio para poder mejorar y dar un nivel con el que pueda sentirse satisfecho para aceptarme en el gremio. Lamento mucho no poder someterme a la prueba -. Respondió Zeryen con un tono monótono, como si estuviese recitando la frase tras haberla practicado antes.

Anastasia sonrió mirando a su hijo y la formalidad con la que había respondido, aunque al hacerlo pilló a Beth haciendo un gesto exagerado de aburrimiento por el tono y las palabras de Zeryen, a lo que la madre respondió fulminándola con la mirada. La chica se dio cuenta de inmediato y se enderezó, apretando los labios.

- Vaya, lamento mucho lo que le ha ocurrido. Estaba seguro de que me iba a ir hoy con un nuevo alumno. Recupérate, chaval -. Le deseó con sinceridad. Rig continuó hablando mientras empezó a caminar por sí mismo hacia al jardín -. En fin, mi estancia aquí será muy corta. Por favor, vamos al jardín.

- ¿Para qué? -. Preguntó Zeryen. Si estaba lesionado, no tenía sentido ir al jardín ya que no habría prueba.

- Quiero mostraros el progreso de Aleryen y Bethryan. Con su permiso, lady Margaret.

- Vamos.

En cuestión de pocos minutos ya se encontraban en el campo de entrenamiento. Zeryen iba a ser ayudado por Edmund, aunque fue Aleryen el que cargó con él a caballito y lo llevó. 

- ¿Quién quiere ser el primero? -. Preguntó Rig a ambos hermanos. 

 

- ¡Yo! -. Como era de costumbre, el ímpetu de Beth imperó sobre la serenidad de Aleryen, quien tranquilamente estaba dejando a su hermano en el suelo y devolviéndole la muleta para apoyarse.

- Muy bien.

Rig caminó hasta el centro del campo de entrenamiento y con una tiza y mucho esfuerzo ya que se tuvo que agachar, dibujó un extraño símbolo. A continuación, se alejó de este un par de metros y con la palma de la mano, apuntó al símbolo y pronunció unas palabras que Zeryen no logró entender. Se produjo un pequeño estallido y surgió una pequeña humareda blanquecina que enseguida se disipó por el aire y encima del símbolo habían dos firmes rocas, algo más grandes que un balón. 

- Adelante, señorita -. Le invitó Rig a que comenzase.

Beth sonrió y se acercó a una de las dos rocas, mientras movía los brazos y las manos con leves ejercicios de calentamiento. Entonces, se agachó a coger una y en cuanto lo hizo, con un grito de esfuerzo, la arrojó hacia arriba, a tantos metros que escapó de la visibilidad de las luces del jardín y se camufló en el manto negro de oscuridad del cielo.

- Woah... -. Se le escapó a Zeryen, asombrado.

- Eso no es todo -. Le avisó Aleryen, que se había dado cuenta del asombro de su hermano.

La roca volvió a ser visible por la iluminación de los focos, cayendo por su propio peso. Por un instante hubo cierto gesto de preocupación en el rostro de Edmund y de Zeryen, hasta que Beth volvió a gritar con fuerza, apretando el puño y golpeando a la roca cuando estuvo a su altura, de manera horizontal. Lo hizo en dirección a una zona vacía del campo de entrenamiento, provocando que impactase contra el vallado. Para cuando la roca cayó al suelo, esta se había fragmentado y desmoronado en numerosas piedras. Como si hubiese ganado un concurso, Beth alzó el puño con el que había golpeado la roca y se quedó en una pose triunfante.

- Increíble... 

El silencio tras el ruido de la roca fue opacado por un aplauso de los allí presentes, que sirvió para inflar de orgullo el pecho de Beth. 

- Una fuerza monstruosa -. Empezó a explicar Rig tras carraspear para llamar la atención -. Bethryan es capaz de canalizar su energía y detonarla al compás de su fuerza, lo cuál hace que sea una combatiente muy peligrosa para sus rivales. Pero eso no es todo. Bethryan es de los alumnos más polivalentes que el gremio ha tenido el placer de contar en sus filas; posee fuerza, resistencia, técnica, velocidad, una intuición y capacidad de improvisación impresionantes, junto a una precisión más que notable.

Beth tuvo que cambiar la pose triunfante a una en la que se llevó la mano al cabello, rascándose con algo de timidez mientras se sonrojaba levemente, soltando algunos comentarios por lo bajo como "Bueno, no es para tanto" o "Y eso que todavía podría hacerlo mejor, je, je...". 

- Su turno, Aleryen. 


Beth fue hacia fuera del campo de entrenamiento, mientras que su hermano hacia lo contrario. En el punto donde ambos coincidieron, chocaron sus manos como si estuviesen dándose un relevo. 

- ¿Qué tal? -. Beth tenía un brillo en los ojos que no podía disimular, aunque intentaba mostrarse seria ya que todavía se acordaba de lo que le pasó a Zeryen el año pasado y lo que podría haber sido si hubiese ido con ellos.

- Ha sido una pasada... -. Zeryen expresó aquello con total sinceridad, una genuina felicidad. Aunque en el fondo, en su interior, comenzaba a surgir de nuevo un vacío que le empezaba a carcomer.

Aleryen se colocó junto a la roca y repitió los movimientos de calentamiento de su hermana. Este cogió la roca, con algo más de esfuerzo que Beth, pero entonces pasó algo que ninguno de los que no había visto el poder de Aleryen se esperaba en absoluto. Este sostuvo la roca hacia arriba y, sin hacer ningún movimiento de esfuerzo, ya que los brazos seguían totalmente en tensión por soportar el peso de esta, hizo que saliese disparada hacia arriba. Hubo un silencio sepulcral en el escenario, ya que los presentes no podían articular palabra alguna y Aleryen no había gritado, como sí que hizo Beth anteriormente. La roca se detuvo lentamente en el aire y empezó el proceso de caída. El chico no se preparaba para impactar en ella ni se apartó, tan solo alzó la mano. A Zeryen se le encogió el corazón por un instante, hasta que la roca, con toda la velocidad que llevaba, se detuvo en la mano de Aleryen como si el movimiento de esta se hubiese congelado. Entonces, la apartó y dejó que cayese en el suelo.

- ¿Qué... -. Aun siendo impresionante, Zeryen estaba perplejo por lo que había ocurrido. Igualmente, se unió al aplauso que hubo por parte de todos nuevamente. Aleryen recibió el aplauso con una reverencia de agradecimiento, antes de volver junto a sus hermanos.

- Aleryen es un genio -. Explicó Rig, de nuevo carraspeando para llamar la atención -. Un chico muy inteligente, perspicaz y audaz para la edad que tiene. Combina muy bien sus aptitudes marciales con esas cualidades para sacar ventaja sobre sus rivales, planeando muy bien sus movimientos. Además, eso que acabáis de ver es el poder de 'Habilidad Elevada' de Aleryen, con el que es capaz de controlar la energía cinética de aquello que toca, ignorando por completo la inercia de este.

- Todavía tengo que... ponerle nombre -. Le dijo Aleryen a Zeryen al volver.

- ¿Estás bien? -. El chico había notado que su hermano mayor jadeaba levemente, aunque intentaba disimularlo.

- Es que no lo controlo al cien por cien, pero estoy bien -. Sonrió él, con intención de aliviarle.

- Habéis hecho un gran trabajo -. Se escuchó decir a Anastasia detrás de ellos. Los hermanos se giraron para mirarla directamente -. Habéis dejado en buen lugar el apellido Fordreigon. Estoy muy orgullosa de vosotros.

Al igual que en el vestíbulo, ambos hermanos se acercaron para abrazar a su madre a la vez. También hubieron comentarios de felicitación por parte de Edmund y Brienne. Zeryen se quedó allí, quieto, apoyándose en su muleta. De nuevo, verdaderamente contento por ellos pero también, de nuevo, con un vacío que se incrementaba en su interior.

- Bueno... -. Soltó Rig, casi sin querer, ya que incluso carraspeó para disimularlo.

- ¿Sí? -. Le preguntó Anastasia fríamente -. ¿Ocurre algo? 

- Esto... Je, je... Aleryen ha tenido un comportamiento ejemplar, pero... Beth ha tenido algunas pequeñas amonestaciones por pequeñas escapadas con sus amigas, montar escándalos por las noches, algunas contestaciones...

- ¡Pero serás chivato! -. Le espetó ella.

- ¡BETH! -. Zeryen no había escuchado un grito de su madre como el que acababa de lanzar ahora mismo.

- ¡AAAAAAH! -. Se asustó ella, lamentándose instantáneamente. 

- Pero no ha sido nada grave -. Intentó justificar Rigbhur -. Algo típico de su edad.

- Lo... lo siento -. Beth sabía que por mucho que intentase justificar Rig, no iba a ser suficiente para su madre, así que se disculpó de inmediato.

- Ya hablaremos tú y yo... -. Amenazó Anastasia con una mirada fría hacia ella. A Zeryen le recordó a la mirada que le echó hace más de un año por las notas, cuando la interrumpió en el salón.

- Tendrán tiempo para hablar, pues eso quería explicar ahora -. Saltó Rig -. Voy a detallar el futuro inmediato de estos dos chicos. Debido a ciertos asuntos del gremio, el siguiente curso no empezará hasta dentro de unos meses, así que podrán disfrutar de, por así decirlo, unas vacaciones. Entonces volverán y cursarán con nosotros durante tres años, con un mes de vacaciones entre cada uno de ellos. Además, ya le he expresado al director mi deseo de, en caso de que ambos sigan con ese nivel excepcional, recomendarles para que sigan su formación en el extranjero. 

Zeryen sentía como el vacío en su interior se hacía más y más grande, como un gancho que tiraba hacia abajo desde su estómago, provocándole cierto malestar. Recordó como el año pasado los tres gritaban que eran un equipo invencible siempre unidos, pero ahora se encontraba él a un lado del terreno y ellos al otro, con una grieta que se ensanchaba más y más, alejándolo de sus hermanos. Pero como si fuese un salvavidas, apareció el recuerdo de su madre para recordarle que tiene que aguantar y seguir, hasta que llegase su oportunidad. El chico no vacilaría, aunque sus hermanos siguiesen hacia delante, siempre les querría y se alegraría por ellos; ya habría tiempo para alcanzarles.

- Tiempo de vacaciones -. Le repitió Aleryen directamente a él -. Espero que estés preparado para que seamos super pesados contigo.

- ¡Síiiiii!-. Beth se incorporó a la conversación -. ¡Vuelve el equipo invencible!

- Bueno, ahora mismo no es tan invencible... -. Se burló Zeryen de sí mismo, mirándose la pierna. 

Ambos rieron y continuaron con la conversación con Rig y Anastasia, que preguntaba detalles sobre el curso y las recomendaciones al extranjero. El abismo entre ellos se agrandaba, pero Zeryen construiría un puente para llegar hasta los dos y lo haría a su manera.

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