18 sept 2016

Sombras de guerra

- Oye, que te lo digo en serio ¿Eh?

- ¿Seguro?

- Que sí, que sí, te demostraré que lo que pasó en las Artes de Sangre fue... Bueno, eso, fue que no estaba del todo preparado.

Maief aprovechó la penumbra de la caverna que estaba recorriendo para sonreír, no con aires de superioridad ni con gesto de burla, sino porque se sentía feliz y agradecida con aquellas personas que le habían dado una oportunidad para integrarse en aquel mundo exterior. Tan solo había un resquemor en su interior, el hecho de que aún se culpara por la captura de aquella niña que también intentaba darle aquella oportunidad. Estaba tan profundamente arrepentida que hasta aceptó aquello que la convirtió en monstruo por tal de usar ese poder para devolverles la deuda, incluso aunque para eso tuvieran que aniquilar a aquello que le dio la vida.

Aquello que me dio la vida pero me mantuvo atrapada, viviendo aquí abajo sin que supiese todo lo que había allí fuera.

Raeric y ella iban más adelantados por la caverna, hacía rato que pasaron por el lugar donde hace unos meses había luchado contra las mismas personas que hace poco la habían rescatado del sufrimiento. Y el hombre que acompañaba a los dos iba unos pasos más atrás, con unos tubos de metal en la mano con los que se entretenía haciéndolos chocar entre sí.

- ¡Eh, Valerian! -. Le llamó Raeric girando la cabeza hacía atrás -. ¿Tú hermano no estará para la guerra?

- Eso no depende de mi, pero agradecería que volviese a... -. Valerian se llevó las manos a la cabeza y tuvo que dejar de hablar. Maief se percató de aquello y se giró también.

- El Núcleo irradia su poder y tú no eres como nosotros, deberías parar aquí.

- No... Debo seguir, para invocarle más adelante.

A pesar de que Raeric y ella pudieron descender sin ningún problema, Valerian empezaba a tener serias dificultades para caminar, pero hizo un gran esfuerzo hasta que llegaron a una de las antesalas que servían de entrada a El Núcleo. Una cámara de piedra reforzada en forma de elipse, con dos filas de columnas entre las que se abría el camino hasta una puerta gigante totalmente cerrada.

- Aquí... No puedo... Más -. Había llegado un punto en el que Valerian sangraba por la nariz, oidos y ojos. Preparó los cilindros colocándoos en torno a un círculo que dibujó previamente con magia -. No tardéis... -. Fue a conjurar el hechizo de invocación pero entonces...


- No solamente tienes el valor de volver sino que traes a los enemigos ante mis puertas -. De detrás de una de las últimas columnas, cerca de la puerta, había aparecido un hombre alto, con el pelo castaño largo pero desbaratado y tenía un rostro muy joven con ojos entrecerrados y de color celestes. Sus ropas constaban de una chaqueta larga y blanca (donde tenía guardadas sus manos en los bolsillos laterales) conjuntada con unos pantalones anchos del mismo color.

- ¿Quién eres tú? -. Maief no conocía a ninguno de los guardianes de El Núcleo como él, lo que significaba que...

- Después de años de fracasos, he conseguido crear un recipiente adecuado para mi poder.

Está hablando en primera persona, o sea que él es...

- Como creador tuyo que fui estoy francamente decepcionado -. Siguió hablando él. Maief estaba totalmente absorta en sus palabras y se olvidó de Valerian, cuando se giró se dio cuenta de que había caído desmayado y Raeric estaba intentando reanimarle aunque sin quitar un ojo de encima al hombre de enfrente -. Pensé que el darte una personalidad libre sería buena idea y para lo único que sirvió fue para que escapases.

- Has dicho que ha conseguido crear un recipiente... -. A Maief se le estremeció el cuerpo ¿Aquel era el objetivo por el que nació? Para ser ocupado por la voluntad de lo que protegía? -. Eres un monstruo.

- ¿Yo... un monstruo? Es curioso que alguien con tu aspecto me llame así.

Maief desapareció con una velocidad cegadora para atacar a ese hombre.

- ¡Maief! -. Gritó Raeric pero enseguida este se quedó sin palabras.

Las garras de la mujer, que tantas veces había visto usar el bardo durante las Artes de Sangre, habían sido detenidas por la manos desnudas de su rival, sin que tuviese ningún rasguño en ellas. Maief, también sorprendida saltó hacía atrás para coger distancia y empezó a concentrar el aura violeta de su Vitalis en sus manos y pies.

- ¿Con que esas tenemos, eh? Bien... Ha llegado la hora de tu castigo por tu traición.

Si Raeric aún estaba sin palabras por intentar comprender como aquel enemigo había detenido las garras afiladas de Maief de aquella forma, pensó que con lo siguiente lo mejor sería huir. El Vitalis de aquel sujeto empezó a surgir de su cuerpo como si fuese un manto de energía que rebosase por su alrededor ¿Qué podrían hacer contra él?

.
.
.
.
.

- Es inútil -. Respondió Aleindra -. Un ataque de ese nivel no puede hacerme ningún daño.

- ¡Hermana! -. Exclamó Alleria -. ¡Padre, cúbreme!

Alleria conjuró una espada hecha de luz que se extendió como si fuese un lazo y se enrolló en torno al brazo de su madre, concentró su Luz de potenciadora para llevar a cabo una reacción en cadena que fuese conducido por todo el lazo hasta el brazo de su madre y provocase la explosión.

- No servirá de nad... ¿Qué?

Unas cruces de luz habían surgido en mitad del aire y rodeaban a Aleindra, las cruces se clavaron en ella por todos lados y activaron su efecto de sellado para impedir que pudiese liberar su poder.

- ¡Bien hecho, papá!

- Vosotros... -. Se lamentó Aleindra.

Alleria por fin pudo concentrar su Luz y desencadenó una explosión en el templo.

Templo al que viajaron desde Taneir, en mitad de la Selva del Gigante en Bargskan. Su objetivo era el de hacerse con los secretos de los elementos antes de que lo hiciera su madre. Aunque ella ya había aniquilado a los sacerdotes del lugar sagrado, todavía le quedaba un largo camino para dominar todos sus poderes. Sofía Óster y el Padre Karzkart junto a sus dos hijas, Braria y Alleria se adentraron en aquel lugar salvaje sin saber que Aleindra Kazkart les estaría esperando con un poder inimaginable. Aunque no sabían si ya se había hecho con todo el poder del templo, esperaban que así fuera porque entonces no tendrían ninguna oportunidad contra ella, cosa que ya dejaba entrever con su actual poder.

El combate se desarrollaba en la zona principal del templo. en la parte central de la sala circular donde había una estatua de una mujer parecida a un ángel, con siete esferas alrededor suya. En el pedestal de la estatua habían numerosas placas con distintos nombres inscritos en ella. Esos pedestales apuntaban hacia los extremos de la sala donde habían en total siete cámaras que servían para diferenciar a los distintos dioses elementales.

La explosión había levantado una gran cantidad de polvo resultado de los restos del brazo de la estatua del centro, que había volado por los aires.

- ¿Eso es todo? -. Se escuchó decir a Aleindra a través del humo.

- ¡Esto es el principio, madre! -. Le advirtió Alleria -. ¡Ahora!

Un destello plateado viajó entre las nubes de humo para acercarse a Aleindra que ahora no podía disponer de la vista para detener el ataque de Sofía Óster. La soldado de la Guardia Real cercenó ambos brazos de la mujer, que cayeron al suelo. Sofía dio media vuelta para reanudar su ataque pero escuchó el resoplido de su enemigo.

- Ya me cansé de estos juegos -. De los muñones cerca de sus hombros surgió un chorro de agua que se moldearon hasta formar sus brazos. Se habían regenerado -. Pensé que os habríais preparado una estrategia en condiciones para luchar contra mi pero esto es patético.

Sofía chocó su espada contra un muro de piedra que se levantó entre ella y la espalda de Aleindra, luego recibió un golpe de aire que la hizo salir por los aires teniendo, además, que soltar su espada que siguió clavada en la piedra. Aunque el resto de los Karzkart ya se preparaban para un contraataque, Aleindra alzó las manos.

- ¿Acaso ya no te acuerdas, Alleria? De lo que pasó la última vez que nos vimos -. Las manos de Aleindra brillaron tenuemente y los tres miembros de la familia Kazkart se quedaron totalmente paralizados -. Puedo controlar la Luz, puedo controlaros a vosotros. Ahora tengo todo el poder de los elementos en mi interior, puedo controlarlo TODO.

El Padre Karzkart estaba sorprendido, pensó que había anulado la conexión entre su ex-mujer y él cuando fue a rescatar a su hija en el pasado, pero por lo que podía comprobar ahora ella estaba un nivel por encima de todos y tenía un poder inimaginable.

- Empezaré contigo -. Sentenció Aleindra y con un gesto de su mano ordenó que el Padre Kazkart fuera hasta ella.

- ¡Padre, no! -. Gritaron las dos hijas.

Pero no pudieron hacer nada para evitar que el corazón de su padre fuese atravesado por una espada de fuego.

.
.
.
.
.



- Así que me detectaste ¿Eh? Pero ya es demasiado tarde, he conseguido enviar el mensaje -. Pronunció con una media sonrisa.

- ¿Es que no te das cuenta? Si hubiese querido hubiese evitado que enviases a ese gato rosa con tu mensaje pero estaba interesado en ver a quien ibas a enviarlo.


Bartolomeo había sido descubierto en el peor momento posible. Justo cuando acababa de enviar el mensaje a Evolution mediante Kitty, su mascota mágica. Esperó hasta bien entrada la noche para salir al exterior del palacio de la ciudad de Rostov, capital del reino nórdico de Gran Hiulla. Kpim, sus hombres y el ejército de Sokolovianos habían logrado superar la muralla norte que mantenía a ambas familias separadas y en paz, desde entonces habían conseguido invadir ciudad por ciudad, avanzando sin piedad hasta hacerse con la capital y con todo el reino tras la rendición de los Armstrong, la casa principal del reino. Bartolomeo había oído días después de que llegara a aquella tierra helada que Kpim se había enfrentado a un Almirante de los Protectores, pero vio con sus propios ojos como este regresaba sin ninguna herida ¿Acaso lo vencería fácilmente? Sea como fuere, la infiltración tuvo éxito, Bartolomeo pudo, paso a paso, formar parte del séquito de Kpim y así estar al tanto de sus movimientos. Supo que el paladín de Hextor estaba buscando una forma de remover el sello impuesto por el consejero Dave Salerton que le impedía pisar la península de los reinos de Aldmet y Taneir, y que recientemente había estado cerca de hallar una solución. Y aquella misma noche, Bartolomeo aprovechó que la mayoría de enemigos estarían fuera llevando a cabo tareas de control sobre la población de Hiullal para subir hasta la azotea del castillo e informar a Evolution. Hasta que apareció Kpim.

- Con que Evolution ¿Eh? -. Kpim resopló y de su boca surgió una bocanada de vaho resultante del abismal frío que rodeaba aquel lugar -. Parece que su sombra me va a perseguir para siempre... Pero no hay nada de que preocuparse, por un momento pensé que estabas informando a los Protectores. Afortunadamente no es así y gracias a mis medidas de contención ellos no se han enterado de mi invasión aquí.

- Je.. ¿Y por qué pensarías que soy de los Protectores? -. Bartolomeo estaba contra las cuerdas. Aunque era cierto que Kpim estaba solo en esa azotea, si había sido descubierto significaba que ahora era enemigo de todo su ejército y eso dificultaría su huida.

- Ah, claro, por entonces era un don nadie pero recuerdo perfectamente haberte visto con la túnica de los Protectores en El Primer Puño -. Bartolomeo maldijo por lo bajo, él no sabía que Kpim había estado en aquella isla cuando llegaron para rescatar Aldmet de los piratas y Xcutor -. Desde que te vi por primera vez te he mantenido controlado, pero aquí acaba todo...

Kpim alzó la mano y un haz de energía negra salió de ella. Lo hizo tan rápido que a Bartolomeo apenas le dio tiempo a formar los sellos en sus manos para conjurar una barrera que lo bloquease por completo, por lo que cuando se produjo el estallido la barrera estaba parcialmente destruida y con ella, el lateral de la cabeza de Bartolomeo sangrando a borbotones.

- Has conseguido frenar mi Puño de Hextor instantáneo con casi una respuesta inmediata, no está mal -. Felicitó Kpim aunque por su voz se notaba aburrido y como si aquel combate fuese un mero trámite.

¿Puño de Hextor? Ese es aquel ataque que usaba con su espada ¿Acaso ya no la necesita?

- ¡Muy bien, con tanto frío que tenía este combate me viene perfecto para entrar en calor! ¡Contempla entonces mis Barreras, Kpim!

Bartolomeo cruzó los dedos de sus manos y el entorno entre él y Kpim se llenaron de barreras que parecían rectángulos de cristal que reflejaban la luz de la luna. Por todos lados las había creado en un instante, incluso detrás del paladín rodeándole, aunque este parecía no estar sorprendido.

- Normalmente disfruto peleando pero... Lo siento -. Kpim desenvainó su mandoble, Bartolomeo adoptó una mirada entre sorpresa y confusión, pues la descripción de la espada no coincidía con la que le habían dado en Taneir -. Mi Noche Eterna y yo tenemos que remover cierto sello y planear una segunda invasión.

- ¡Mierda....

- Ataud negro de Hextor -. Pronunció, y Bartolomeo vio como era engullido por unas paredes tan negras como la propia oscuridad abisal.


.
.
.
.
.


- ¿Quién lo iba a decir? 

Su mano apretaba el cuello de aquella mujer y la alzaba del suelo varios centímetros mientras ella luchaba con sus últimas fuerzas para conseguir aire y mantenerse consciente. Ambos se hallaban en una sala subterránea bastante amplia en la que habían luchado tan solo con la luz que entraba por una de las grandes puertas de aquel complejo.

- ¿Quién... Lo iba a decir? -. Repitió él sonriendo y disfrutando del sufrimiento que provocaba con su propia mano.

- Tú... Maldito -. Pronunció ella con una voz ronca y débil.

- ¿Quién iba a decir que en cuanto desarrollásemos el dispositivo perfecto de detección de Vitalis iba a detectar a un sujeto justo en nuestra... -. Pero el hombre no pudo terminar la frase pues la mujer había cerrado los ojos y los había vuelto a abrir, con la diferencia de que ahora sus ojos emitían un brillo azulado más fuerte que antes. Una onda de fuerza separó a ambos y la mujer tosió recuperando el aliento mientras se reincorporaba. 

- Trenler... -. Suspiró ella con mucho odio.

- No me culpes Exequia Alyx Bluefire -. Sonrió el líder de los Protectores del Ojo. 

Trenler seguía vistiendo aquella túnica blanca de gran elegancia en conjunto a sus condecoraciones y las runas brillantes que adornaban la vestimenta. Alyx tenía su uniforme de Exequia, normalmente blanco, liso y largo, salpicado esta vez por la sangre que emanaba de las heridas de las espadas que le había arrojado Trenler. 

- Cuánto más te resistas peor va a ser para ti -. Trenler extendió su mano, ofreciéndosela a Alyx -. Déjate vencer, al fin y al cabo no morirás. 

- Eres una persona horrible... -. Alyx concentró poder en sus ojos y desplegó el poder de su clan potenciándolo con el Vitalis que poseía -. Puede que estuviese en desacuerdo en algunas de las directrices que llevó a cabo Lord Moebius pero al menos él fue un líder que nos mantuvo unidos. Tú, en cambio... 

- Cállate de una vez, me aburres -. Trenler abrió portales de su colección de armas a su alrededor y arrojó mediante telequinesis casi una veintena de espadas, lanzas y demás armas que chocaron contra el ser que rodeaba a Alyx. La Exequia había invocado un ser espectral de color azul que la rodeaba y lo usaba como armadura al mismo tiempo que también podía usarlo para atacar, y eso hizo -. Gran uso del Vitalis para potenciar tu propio poder -. Elogió Trenler sonriendo -. Pero... 

Pero no pudo terminar la frase pues había sido sorprendido por algo que había hecho Alyx. La Exequia avanzaba mientras conjuró con sus manos y eso había pillado por sorpresa a Trenler. 

- ¡Sello! -. Gritó ella.

- Mierd... No puedo moverme -. Maldijo Trenler y Alyx había saltado mientras ordenaba al ser que la rodeaba que se preparase para atacar.

Pero cuando el ser espectral se rompió como si fuese de cristal, Alyx entornó los ojos de la sorpresa y justo recibió la puñalada de otras de las armas de Trenler.

- ¿No puedo moverme? ¿No puedo actuar? Eso tendría sentido si esas normas fuesen aplicadas a un ser mortal como vosotros, pero podría decirse que yo no soy de este mundo -. Trenler sonrió y Alyx escupió sangre, aunque gritó y se preparó para llevar a cabo un contraataque, concentrando de nuevo su poder, pero nada sucedió -. Oh, quizás deberías echar un vistazo al arma que he usado para apuñalarte.

Trenler sacó el puñal del abdomen de Alyx y esta cayó de rodillas, sin parar de desangrarse. Aún así alzó la vista para discernir qué es a lo que se refería Trenler. La daga que había usado tenía una hoja zigzagueante en forma de rayo y brillaba con un aura que cambiaba de color continuamente. 

- Destructor de normas -. Explicó Trenler -. Mientras que vosotros tenéis que seguir leyes físicas, metamágicas, etc. Yo puedo romper los límites de la realidad y ajustarlas a mi antojo con mi propia arma. Por eso has perdido tus poderes, Alyx -. Alyx ya había caído al suelo desplomada e inmóvil -. Pero como ya he dicho, no te preocupes, no morirás. 

Trenler llamó a varios de sus hombres para que tratarán las heridas de Alyx y la llevaran a los laboratorios. Justo cuando estos se fueron surgió un holograma enfrente suya con la forma de una mujer en traje robótico.

- Exequia Abigail -. Saludó Trenler -. ¿Buenas noticias? 

- Excelentes, mi señor. Evolution va a disponerse a derrocar al regente Schwarz. La espada que busca puede ser suya hoy mismo. 

Aquello era perfecto. Como Lord Protector que era, no podía hacerse con la propiedad de un arma que pertenecía a un reino que aún no estaba en contra de los Protectores, pero si Evolution tenía éxito ya no habría excusa para hacerse con el arma legendaria Cuervo Blanco.

Y así fue, aunque tuvo que esperar al menos diez días por el hechizo de alteración temporal que lanzó el GOET en la ciudad de Tilos, todo para acelerar la llegada de los Protectores que capturasen a Evolution, pero eso nunca pasaría. Trenler quería que todos ellos se reuniesen en su querida ciudad de Tydoras para aplastarlos a todos al mismo tiempo. Obtener la espada fue demasiado fácil, Thaine de Gwynt, hermano de la Exequia Sumia se había hecho con ella y la iba a usar como amuleto de honor del que fuese su maestro, Kelebrus. Obviamente no tuvo nada que hacer contra el poder de Trenler y este añadió otra reliquia más a su preciada colección de armas.

La satisfacción que sentía cuando se teletransportó de vuelta a las Islas Verdes no se vio estropeada con las noticias que recibió justo en ese momento. Sus hombres le informaron que mientras él estuvo fuera esperando en Aldmet a que Evolution venciese a Schwarz, la Convención Real estaba preparada para ser llevada a cabo. 

Aquel era el último escollo en su camino para gobernar sin que nadie le pusiese ninguna traba, pues el actual sistema que tenía que soportar le ponía de los nervios. Un sistema ideado por el fundador de los Protectores del Ojo, Mandel Kengrey, para mantener a raya incluso al propio Lord Protector. Funcionaba de la siguiente manera: El Lord Protector controlaba la parte militar de la organización, pero por encima de él aún habían un grupo conocido como los Supervisores, que se encargaban de controlar las tres ramas de los Protectores: Militar, Científica y Arqueológica. Estos Supervisores eran a su vez establecidos mediante la reunión de todos los reyes del mundo: La Convención Real. Así pues todo giraba en una espiral sin fin para establecer cierto control en cada pilar que mantenía unidos el gobierno del mundo. 


Pero aquel día iba a ser histórico.

- Buenas tardes, señores reyes del mundo. -. Anunció Trenler en cuanto entró a la enorme sala. 

La sala, en forma de herradura, presentaba dos alturas: En la primera parte se situaban la mayoría de asientos, con columnas de mármol oscuro, donde se sentaban los reyes; La segunda era en el centro, más alta, para que los principales responsables de los Protectores del Ojo tomasen asientos y presidiasen la reunión. La gran mayoría de reyes se hallaban ya allí para asistir a la Convención Real, aunque obviamente faltaban algunos como el rey Meryn Kengrey de Taneir o la reina Alanne Barlis de Adlme, entre otros. 

Dos horas más tarde, Trenler salía de la sala con el documento firmado por los vienticuatro reyes presentes en La Convención. Gracias a su colaboración y autorización tenía ahora el poder para destituir a los Supervisores y poder gobernar sin que nadie le obstaculizase. Quizás alguno se podría sorprender sobre el hecho de que los reyes permitiesen que el líder de los Protectores tuviese total autoridad para regir en el mundo sin ningún tipo de organismo de control ni regulación, pero Trenler ya lo tenía todo planeado para que ellos firmasen sin oposición. Cuando los Protectores entraron en la sala en cuanto Trenler salió, para recogerlo todo, se encontraron con un infierno. Toda la sala estaba salpicada de manchas de sangre de todos los tamaños, los reyes estaban todos muertos.

- No te preocupes, Protector -. Anunció la voz de Trenler que le puso la mano en el hombro a uno de los Protectores que se habían quedado en shock al verse con aquel panorama. En cuanto Trenler hizo contacto con su hombre, este se quedó con la mirada perdida y la boca entreabierta -. Esto que acabas de ver no es un infierno, es una puerta... Hacía un nuevo mundo.

Finalmente chasqueó los dedos y los reyes, aparentemente muertos, se levantaron y empezaron a caminar. Si los Protectores tenían la mirada perdida bajo el hechizo enajenador de Trenler, los reyes ni siquiera miraban a algún lado, tenían la cabeza colgando y los ojos cerrados, pero todos ellos andaban como si no les importasen las heridas de armas que atravesaban sus corazones.

- Ahora, señores reyes y acompañantes -. Dijo también para los consejeros y demás guardias que escoltaban a sus señores -. Seréis mis marionetas, seréis mis instrumentos... Y yo a cambio os daré el mundo que merecéis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario