26 sept 2016

Sin tregua

Alanne cargó con todo lo que tenía contra Abigail, a pesar de que había usado demasiada energía dorada, ya lo había perfeccionado bastante comparado con las primeras veces, como en las Artes de Sangre. La Exequia trató de esquivarlo usando su propulsor pero Raenia arrojó unas dagas en la dirección a la que iba volando, de manera que tendría que elegir entre escapar de Alanne o usar su poder para repeler las dagas, pero no podría hacer las dos cosas a la vez.

- ¡Te tengo! -. Gritó la pícara de Evolution.

- ¿Eso crees? -. Sonrió Abigail, en lugar de repeler las dagas, usó su poder de atracción para desviar ligeramente su trayectoria.

- Mierda, van a por... ¡Alanne, cuidado!



La reina de Aldmet intentó plegar sus alas para bloquear las dagas que ahora iban como torpedos hacía ella pero no le dio tiempo a bloquearlas todas, una de ellas le golpeó en la máscara, rompiéndola y provocando un severo corte a la altura de la ceja de Alanne. La sangre enturbió su visión y provocó que errara su ataque.

- ¿Eso es todo lo que tenéis? -. Abigail pudo comprobar como abajo, en la arena, la cara de Raenia adoptaba un gesto de impotencia -. Si eso es todo, ni siquiera tendré que usar mi arma de Protector, en fin...

- Yo no cantaría victoria aún -. Anunció Alanne -. Aunque vueles, sigues proyectando sombra ¿Verdad?

Alanne lo había conseguido, tras fallar su carga lanzó su bastón de atadura al punto donde se encontraba la sombra de la Exequia. Abigail aún no se dio por vencida y usó los accesorios de su traje robótico para disparar proyectiles que fueron directos a por el bastón, pero fueron destruidos por el camino. Un bastón verde se encontraba flotando justo encima de la Exequia y bloqueó su intento de destruir lo que la mantenía paralizada.

- Ahora, muere... -. Alanne concentró la energía dorada y la lanzó en forma de haz de energía en línea recta, como una lanza que fue directa hacía la ubicación de Abigail, pero antes de impactar, estalló contra otro haz de energía dorada -. ¿Qué ha sido eso?

- Vaya, vaya... Esto no se ve todos los días -. Dijo una mujer que aparecía en escena, salvando a Abigail y destrozando el bastón que la mantenía apresada mediante su sombra.

- Exequia Layllaz -. Dijo Alanne recordando el reporte de Bartolomeo.

- Interesante, no recuerdo haberte dicho mi nombre nunca, reina Alanne -. Layllaz se plantó frente a ella y su túnica dorada comenzó a brillar tenuemente -. Nunca conocí a nadie que tuviese un poder parecido al mío.

- Raenia, vas a tener que encargarte de Abigail tú sola...

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Derrota.

Es la palabra que más se repetía en su mente.

Ni los gritos, sonidos de espadas chocando o explosiones servían para devolverle a la realidad, Aunque una voz sonó, a lo lejos.

- ¿Qué has dicho, soldado? -. Preguntó el dueño de esa voz, con un deje de temblor y temor.

- ¡Alte...za! -. El soldado respondió sin aliento -. ¡Es Kpim! ¡Kpim y sus fuerzas están en las afueras de la ciudad!

¿Qué más daba que Kpim se encontrase fuera de la ciudad? Había oído hablar de él y del poder que había ganado pero ¿Y qué importaba eso ya? ¿Se supone que debía coger un arma e ir a su encuentro? Era una locura...

Thaine meditaba sobre la llegada de Kpim como si aquel suceso hubiese ocurrido después de despertar de un largo sueño. Aún se encontraba de rodillas, examinando su katana hecha pedazos, cuando escuchó al soldado reportar la llegada de Kpim.

¿Qué se supone que debo hacer ahora? ¿Por qué me traen de vuelta si no puedo hacer nada bien?

Thaine de Gwynt no pudo hacer nada contra la invasión en su aldea, no pudo hacer nada para salvar a sus padres y amigos, no pudo entrar en los Protectores, no pudo salvar a su maestro cuando él se lo enseñó todo, no pudo honrar su muerte cuando perdió su arma, no pudo estar a la altura de la guerra después de que cayese en la primera línea de combate... Y, finalmente... No pudo detener a su hermana de las garras de aquella organización, los Protectores. Nunca pudo hacer nada bien, nunca lo hizo ¿Por qué entonces estaba allí luchando? ¿Por qué lo aceptaron en Evolution?

Evolution... Thaine pensó que no merecía estar en un grupo así con tan solo recordar como luchaban Akshael, Raenia, Sarah, Alanne y Kpam sin ninguna vacilación ni fisura... Incluso esas personas que conoció recientemente, como Raeric, Maeif o Luriel llevaban peleando constantemente desde que empezó la guerra, y ni siquiera se quejaban o hincaban la rodilla por agotamiento. Y sin embargo, él había caído ya dos veces.

Hermana... Siempre has sido más fuerte que yo. Tenías razón, me transformé en un monstruo para ganar poder y aún así no he podido superar tu espada. No he podido hacer nada.

- Lucifer -. Soltó con un tono débil, parecía más un débil gemido que una palabra en si por lo tomada que tenía la voz -. Te fallé.

- Psche... Vaya mierda de portador, primero me pierde y luego permite que rompan mi hoja en apenas unos minutos.

- Esa voz... -. Thaine reaccionó y alzó la vista. De nuevo no se encontraba en la playa sino en aquel descampado difuso de sombras, y allí, plantado ante él se encontraba Lucifer.


- Estoy harto de ti, Thaine de Gwynt -. Sentenció él mientras desenfundaba su katana, Thaine volvió a bajar la mirada -. Incluso ahora te sigues lamentando y aceptando tu debilidad ¿Cómo es posible que alguien como tú me encontrase y portase? Patético...

- Yo... yo...

- "Yo... yo" -. Se burló Lucifer imitando cómicamente la voz de Thaine -. Idiota, no se trata de lo débil que seas o cuántas veces caigas, sino de tu comportamiento. No soporto esa facilidad que tienes para aceptar tu derrota, ese sentimentalismo que te ha impedido luchar al cien por cien contra tu hermana... Eres un necio, Thaine de Gwynt.

Antes de que Thaine respondiese palabra alguna, fue cogido por el cuello por Lucifer y arrastrado hasta que su cuerpo chocó contra uno de los árboles de aquel extraño paisaje. El samurai apenas podía respirar y su cuerpo se alzaba varios palmos del suelo ante aquel agarre.

- ¿Sabes por qué no pudiste salvar a tu maestro? ¿Por qué no pudiste honrarle? ¿Por qué caíste a la primera contra los Protectores? ¿Por qué no pudiste vencer a tu hermana? Es todo por lo mismo, idiota. Todo se resume a una cosa: Siempre estás con la tontería del honor, la lealtad y seguir la senda de la rectitud... Por eso dudaste al comienzo de la guerra "¿Por qué les estoy matando realmente?" dijiste en lo más profundo de tu corazón. Pensaste que ellos no eran más que títeres inocentes manejados por un mal mayor y que realmente no merecían caer, pensaste que tu hermana tendría salvación cuando creías que ella estaba siendo ignorante de su verdadera situación y aún dudaste más cuando sabías que en el fondo llevaba razón sobre sus motivos -. Lucifer se acercó al oído de Thaine -. ¿Por qué eres tan débil entonces? Porque te falta odio... -. Finalmente lo soltó y se alejó aun escuchando el sobrecogedor esfuerzo que hacía para recuperar la respiración -. Si alzan su arma contra ti, les matas, es así de simple. Da igual quien sea y lo fuerte que sea, en este mundo, matas o mueres.

- La próxima vez... Seré más fuerte...

- ¿La próxima vez? Sí, eso me dijiste hace unos minutos así que ya soy bastante escéptico ante esas palabras -. Lucifer se encaró de nuevo con Thaine, amenazandole con su katana roja -. En guardia, Thaine de Gwynt. Esta vez no voy a tener contemplaciones... Has permitido que arrebatasen tu arma, que la rompiesen... Ahora vas a luchar contra mi y si gano, buscaré un nuevo portador.

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- Illyasviel... Fred... -. El traidor frunció el entrecejo con una mezcla de asco e impotencia, ya casi lo tenía hecho.

- Akshael, vuelve al combate, nosotros nos encargaremos de él -. Propuso Candy pero el paladín no bajó su martillo.

- Yo... No quiero, quiero matarlo -. Un sentimiento de odio que hacía tiempo que no experimentaba recorría cada centímetro en la piel del paladín. Aquel hombre había sido el causante de todo el dolor en el reino de Taneir, del secuestro de su hija y ahora amenazaba con destruir Evolution por completo.

- ¡Idiota, Evolution te necesita! ¡Si nos separamos tanto perderemos esta guerra!

- Él fue compañero nuestro, Illya y yo debemos afrontar esta carga -. Explicó Fred Marc sin apartar la vista del traidor.

- Arf... -. Se resignó finalmente y bajó su martillo. Por mucho que le pesase, ellos llevaban razón pues de la misma forma que él tenía que librar sus propias batallas como hizo con Schwarz y como esperaba hacer contra Kpim, Fred Marc e Illya sentían que aquel debía de ser su combate. Antes de dar media vuelta le lanzó una última mirada fulminante al traidor -. No falléis -. Dijo aunque más como tono de advertencia que como mensaje de ánimo, y se fue corriendo hacia la baliza de teletransporte de vuelta a la guerra.

- Así que lo has conseguido ¿Eh, Zevier? -. Dijo Fred -. Has usado a tus hombres como sujetos de prueba hasta desarrollar un Vitalis perfecto que pudieses usar tú.

- Yo no lo habría explicado mejor -. Zevier concentró su Vitalis negro y regeneró sus heridas en un instante -. Ah, que alivio. Akshael pega bastante bien.

- ¡Zevier! ¿Por qué haces todo esto?  -. Aún había dolor en las palabras de Candy, a ella le dolía que el que fuese su amigo hace tantos años se haya convertido en tal monstruo.

- ¿Y qué os importan mis motivos? ¿Cambiaría eso algo? ¿Acaso si os lo digo vais a dejar que salga impune? Mi meta pasa por encima de vuestros cadáveres y vuestra meta pasa por encima del mío, el que gane podrá seguir adelante con sus aspiraciones.

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- Estas heridas no se sanan completamente con hechizos de curación normales, es como si aquello que le impactó le hubiese impregnado una maldición -. Explicó un doctor de los Protectores -. Le pondré un ungüento mágico que reducirá la maldición hasta hacer que desaparezca, así que tendré que vendar su cuerpo para quede bien aplicado.

- Haz lo que quieras -. Dijo Sumia con voz apagada y se quitó la parte superior de la túnica de los Protectores, que ya de por si estaba bastante rajada y salpicada de sangre. Tras quedarse completamente desnuda se sentó en la camilla y se dejó ayudar por el doctor pero ella no apartaba la vista de su katana rota.

Mi katana... Noto como las gemas de los Protectores pierden poco a poco su poder... 
Idiota... Fuiste un idiota, hermano... 

Entre todo el torbellino de sentimientos que acontecían a Sumia, ella tenía claro una cosa: Con su arma rota ya no podría volver a la batalla y quién sabe cuánto tiempo pasaría hasta que le forjasen una nueva y pudiese disponer de nuevo de su Hecatonquiros.

Y todo por su hermano.

Nunca imaginó que se lo encontraría en el campo de batalla, que este estaría tan cegado como para no darse cuenta del significado de lo que estaba haciendo y de cómo fue engullido por un monstruo con tanta ansía de sangre como para querer despedazarla hasta la última gota de sangre.

- Ya está -. Anunció el doctor -. Le dejo esta pócima que le ayudará a calmar el dolor de la maldición, Exequia de Gwynt.

- Quédesela, doctor -. Se negó ella volviendo a colocarse la indumentaria -. Habrán soldados que necesiten ese analgésico entre los que sobrevivan en esta guerra. Gracias por todo -. Y salió por el camarote de enfermería tras recoger los restos de su katana.

Había una razón más por la que no aceptó la poción del doctor, quería soportar ese dolor, la mantenía despierta y ocupada. Sería una carga por lo que le había hecho al monstruo de su hermano que le permitiría permanecer fuerte y no sucumbir a las lágrimas. Aún seguía tan absorta en sus pensamientos que cuando giró por una de las esquinas de los pasillos de su buque no se dio cuenta de que había alguien más en su camino y se chocó contra él.

- Lo siento, yo... -. Pero Sumia enmudeció de inmediato. Tras reaccionar, clavó una rodilla en el suelo junto con su puño derecho -. ¡Lo siento, Lord Comandante Trenler!

- No te preocupes, no te preocupes -. Rió levemente Trenler y le hizo un gesto con la mano para que se levantase -. La estaba buscando, Exequia de Gwynt.

- ¡Se... Señor! ¡Me reincorporaré a la batalla de inmediato! -. Dijo con determinación aunque obviamente es lo que menos deseaba en este momento.

- No, no, no es eso, no se preocupe por la batalla. Usted ya ha hecho más que suficiente, Exequia -. Trenler le hizo un gesto con la mano y ambos caminaron hasta el camarote de la Exequia en su barco, para hablar más tranquilamente -. He visto lo que ha hecho, se ha enfrentado a su hermano y le ha vencido.

- Yo...

- No te preocupes, no tienes por qué decir nada. Imagino lo duro que debe de haber sido haber hecho algo así -. Una vez  en el camarote, ambos se sentaron uno frente al otro -. Además, ni mucho menos voy a arriesgar la vida de uno de mis hombres reincorporándolo a la batalla después de esas heridas y sin su arma del Protector.

Sumia se quedó en silencio, nerviosa ¿Entonces por qué se encontraba ahí el Lord Comandante, en mitad de una guerra? No quiso preguntárselo por no parecer maleducada pero después de luchar contra su hermano esa tensión que estaba sufriendo la estaba matando.

- He venido a recompensarle, Exequia -. Trenler hizo un gesto con su mano y de los restos de la katana que aún tenía Sumia en sus manos salieron de sus engarces las dos gemas de los Protectores. A continuación sacó una llave de oro que se introdujo en el aire -. Normalmente no hago algo así pero para premiar su lealtad, su arma del Protector será sustituida de inmediato. No solo conservará su antiguo poder sino que además la hoja base es mucho más poderosa -. De uno de los portales de Trenler surgió un arma.

- Esa espada es... -. Sumia entornó los ojos, impresionada.

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- Llegamos bastante temprano, la batalla comenzó hace apenas una hora u hora y media como mucho -. Dijo Benric.

- ¿Qué hacemos, esperamos? -. Preguntó Andriel Salastra.

- No -. Se negó rotundamente su comandante, que dio un paso hacia delante y clavó su mandoble en el suelo -. Así está bien. Aún con la batalla recién empezada puedo oler el hedor a muerte desde el otro lado de la ciudad.

- Je -. Sonrió Benric como si ya se esperase aquellas palabras de su señor.

- Así que esta es la ciudad de Tydoras -. Exhaló Reckael.

- Tanto tiempo deseando llegar hasta aquí y por fin puedo verla por primera vez.

Las casas de las afueras de la ciudad ardían alrededor de Kpim Storth y su grupo más fiel. Ellos habían subido por la colina y habían acabado con un pequeño destacamento de guardias que aún vigilaban la ciudad por tierra a pesar de la llegada de los Protectores. A su derecha, se alzaba un gran coliseo que ahora estaba en ruinas tras la devastación que había provocado Kpim. Desde allí arriba podía verlo todo con claridad: Enfrente suya habían más colinas, algunas de ellas con iglesias y poco después, la muralla que guardaba la ciudad.

- Argh... Argh...

- Vaya ¿Aún vives? -. Dijo Kpim al guardia malherido que se arrastraba por el suelo intentando aferrarse a la vida -. Siento haber alargado tu agonía, guardia intrascendente para la historia -. Colocó el filo de su Noche Eterna en la parte trasera de la cabeza del soldado -. Puño de Hextor.

La explosión redujo el guardia a la nada, lo único que quedó de él fueron las piezas de armaduras que se esparcieron por alrededor.

- Al principio solo podías usar ese ataque dos o tres veces -. Se impresionó Reckael -. No hay duda de que La Noche Eterna deja en ridículo a su antepasada.

- Andriel Salastra, Gelfias Volkov, Hoffgrek, Benric Thompson, Malthius, Reckael... -. Pronunció uno a uno y todos sus hombres respondieron con una leve inclinación. Kpim se giró a ellos y alzó su mandoble -. Ya sabéis lo que tenéis que hacer. Hoy será el día prometido, el día en que Hextor nos cubrirá con su manto de gloria. Vamos.

Y los ocho fueron colina abajo, acercándose a una ciudad de Tydoras que empezaba a estar en serios problemas.

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