11 ene 2017

La enésima y definitiva oportunidad, parte 1



El sol asomaba entre los montes que recortaban el paisaje a lo lejos, bañando de luz todo un amplio valle carente de signos de civilización, era en un entorno enteramente natural. A aquella zona acababa de ser teletransportado un joven de tez pálida, pelo rubio ceniza y ojos que relucían con un extraña tonalidad roja. Vestía una elegante traje de gala de capa larga que casi parecía una túnica y por el hueco de su chaqueta se podía ver la funda de una espada corta. Ese joven, llamado Albert Lerker, caminaba por el valle mecido por la brisa matutina que creaba ondulaciones en la hierba que tenía a su alrededor. 

- Tarde o temprano iba a pasar esto ¿Verdad? -. Dijo Albert Lerker sin siquiera saludar.

- Lo sabías desde el principio... -. Respondió él.

- Sí, pero pensé que mis palabras llegarían a convencerte -. Albert se llevó la mano a la cara para quitarse el pelo que le molestaba a causa del viento que empezaba a levantarse. Se preguntó si aquel viento era natural o por el aura involuntaria que liberaban ambos -. Deberíamos enfocarnos en los Protectores... Nuestro duelo lo único que va a hacer será benefi...

- Silencio... -. Cortó él -. Tú mismo has comprobado que nada de lo que me digas va a hacerme cambiar de opinión. Llegó la hora de acabar con esto.

- Si eso es lo que quieres... -. Albert cerró los ojos y se encogió de hombros. Tenía razón, no había otra forma.

Al menos esta vez, Albert si pudo saber que aquel temblor era debido a la intensidad de sus poderes.

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-- Tres años antes -- 
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- Nieve...

Siguió al grupo al que le debía el estar caminando por ese mundo hasta aquellas tierras glaciares y eso le trajo buenos recuerdos. Sentía el gélido viento azotar su cuerpo de carne y hueso; Sentía que podía llegar a morir en cuestión de minutos si no hacía algo al respecto para resguardarse, pues la túnica destrozada que llevaba era casi lo mismo que no llevar nada con una temperatura tan baja. Por primera vez en una eternidad sentía que volvía a ser él, que volvía a ser Albert Lerker... Y esta vez sin nadie que le controlase y con una nueva oportunidad ante sí.

Caminó por el manto nevado en dirección a la única estructura que podía discernir bajo aquel cielo estrellado. La luz de la luna se reflejaba en toda la zona, dando silueta a dos cadenas montañosas y entre ellas un valle donde estaba situado él. A su derecha, un camino serpenteaba entre las montañas y bosques pelados por el otoño; Y enfrente, una estructura circular conformada por columnas sostenían una gran bóveda semiesférica que resguardaba una entrada subterránea iluminada por lámparas de aceite. Al llegar allí, Albert pudo discernir como la zona estaba resguardada por un sortilegio de detección pero no pareció importarle, siguió hacia la escalera que llevaba hacia abajo.

Mientras bajaba las escaleras, su mente se llenó de recuerdos y, al mismo tiempo, de ideas sobre qué hacer de ahora en adelante. Le dio tantas vueltas que cuando quiso darse cuenta se encontraba en el salón principal del templo, donde él mismo había estado hace unas semanas cuando su alma estaba atrapada en el colgante. Todos estaban allí, al menos lo que habían sobrevivido a la misión y también pudo observar que no tenían cara de satisfacción por lo que habían conseguido. Kpim se encontraba al fondo del salón, sentado en una gran silla de madera, junto con Reckael, el sacerdote anciano y Malthius, el liche. El resto de sus hombres estaban repartidos por los bancos alargados, todos girados mirándole a él.

- Se que os debo una expli... -. Fue a decir él lentamente.

- Siéntate -. Interrumpió Kpim con contundencia. Albert no quería problemas con aquellos a los que le debía la vida en aquel momento, así que obedeció y se sentó en el banco que tenía más cerca. Kpim se levantó y caminó de un lado hacia otro, cabizbajo pensando sobre qué hacer exactamente. Finalmente caminó a través de la sala hasta ver de cerca a Albert -. Me mentiste.

- Sí... -. Admitió Albert, que sabía a que se refería Kpim exactamente -. Pero créeme cuando yo mismo tenía ni idea de que...

Todo se quedó en silencio nuevamente, esta vez fue porque Kpim alzó la Noche Eterna y apuntó con el filo a la garganta de Albert.

- Me usaste como un medio para un fin, como una herramienta. Las mismas palabras que salieron de ti fueron engaños para este momento...

La mirada de Albert se había endurecido, miraba seriamente el mandoble y a Kpim, que lo sostenía firmemente. Por un momento, como un acto reflejo, sentía la necesidad de librarse de aquella amenaza y defenderse, hasta Kpim pareció percibir aquella sensación de peligro que estaba por venir así que apretó el puño con el que sostenía su Noche Eterna. Pero finalmente, Albert suspiró y se relajó.

- Se de sobra como se siente al ser utilizado de esa forma. Pero si dejas que me explique... -. Albert esperó una respuesta por parte de Kpim, pero este no dijo nada, aunque tampoco bajó el mandoble. Los demás les observaban en silencio sin moverse un solo centímetro de donde estaban y todo ese silencio lo interpretó Albert como una oportunidad para continuar hablando -. Como se de sobra que conoces la historia antigua, deberías de saber que mi alma ha estado en cerrada todos estos miles o millones de años, no se ni cuánto tiempo habrá pasado desde entonces. Mis propios recuerdos y pensamientos se vieron reducidos al mínimo denominador y durante todo este tiempo, tan solo he estado repitiendo lo que otros querían hacer con aquel colgante... Llevarlo a Tydoras, al Monte de los Milagros -. Albert continuó explicando sobre todo lo sucedido con sinceridad, al fin y al cabo, no tenía por qué enfrentarse con aquellos que se habían esforzado tanto por traerle de vuelta. No por ahora.

- ¿Y qué se supone que debemos hacer ahora? ¿Seguirte a ti? -. Preguntó Kpim con sarcasmo. Aún no había bajado su mandoble y Albert se llegó a preguntar cuánta resistencia tenía como para sostenerlo firmemente sin temblarle siquiera el pulso.

- Tenemos mucho de qué hablar sobre qué hacer a partir de ahora pero con respecto a la segunda pregunta, no tiene por qué cambiar nada. Tú has sido quien ha liderado todo esto durante todo este tiempo, no pretendo quitarte el sitio ni usarte de ninguna forma.

De nuevo en el salón imperó el silencio, pero esta vez Kpim bajó el mandoble y dio media vuelta para volver a dirigirse hacia su asiento.

- En una hora partiremos hacia la capital -. Dijo refiriéndose a sus hombres, dándole la espalda a Albert -. Todavía tenemos que terminar de hacernos con el control absoluto de Hiullal.

- ¿Y qué hacemos con Benric? -. Preguntó Andriel, mirando de reojo a Gelfias.

- Las muertes de Hofgrek y de Benric han sido duras de asimilar -. Apreció Kpim -. Eran buenos en lo que hacían... Así que si de verdad esa es la sangre de Benric salpicada en ti, Gelfias, usa tu poder y podremos seguir disponiendo de sus habilidades...

- Puedo traerle de vuelta si de verdad esa es su sangre -. Propuso Albert de brazos cruzados. A Kpim no le sentó bien que hablara de aquella forma tan distendida, pero igualmente él siguió hablando -. Pero para eso deberá ser conservada correctamente, con un par de frascos será suficiente ¿No tenéis también sangre del gigante?

- No... -. Respondió Andriel, lamentándose en ese momento de que no dispusieran de ninguna forma de traer a otro de sus compañeros.

- Está bien -. Aceptó Kpim -. Reckael, recoge la sangre de Benric en frascos...

Como Kpim centraba su atención en sus hombres, el resto de la reunión pasó con Albert totalmente en silencio, lo que le llevó de nuevo a sumergirse en sus recuerdos y pensamientos. Pasados unos minutos ya sabía cuál iba a ser su siguiente paso, quería saber quienes eran los ejes sobre los que el mundo actual giraba, quería conocerles y descubrir las diferencias con respecto al mundo en el que él vivió. Tendría que llevar a cabo un poderoso sortilegio durante horas para conectar todas aquellas mentes en una sola "habitación" y poder mantenerlas durante el tiempo de la reunión, pero aquello le serviría para empezar a despertar su poder original. De lo que se pudo enterar de Kpim y los demás mientras pensaba en todo aquello fue en que ellos viajarían a la capital de aquel reino llamado Gran Hiullal. Él debía de quedarse allí en el templo hasta que Kpim volviese para hablar en profundidad sobre el tema que tienen pendiente.

Durante la hora siguiente todos se dedicaron a recoger sus pertenencias y a reunirse en torno a Malthius, que iba a ejecutar un sortilegio de teletransportación en masa. Nadie salvo Andriel se fijó en Albert, pero este seguía sentado en el mismo sitio, ya pensando en pequeños detalles del sortilegio de conexión mental que iba a llevar a cabo. En cuanto se quedó solo se puso en ello, despejó el salón principal apartando los bancos hacia un lado y empezó a dibujar con prestidgitación un circulo brillante lleno de distintas runas mientras él estaba en el centro. Intentaba no fijarse demasiado en el símbolo de Hextor que estaba colgado en la pared, tras la silla donde estaba sentado Kpim, pero el saber que estaba allí no le ayudaba a concentrarse en determinados momentos.

Una vez la reunión se llevó a cabo, Albert acabó satisfecho. El mundo en el que estaba era muy interesante, con la presencia de una entidad dominante que trataba de ajusticiar el mundo, como era la de los Protectores del Ojo. También le resultó curioso que la gran mayoría de los que estaban en la reunión estuviesen en contra de esos Protectores y quisieran quitárselos de en medio. Y por último, mientas se sentaba en la fría roca por el cansancio acumulado en su cuerpo, una extraña sensación le incomodaba cuando se dio cuenta de que el apellido Trenler le seguía allá donde él estuviera. Aquel líder de los Protectores era uno de ellos, y también el mismísimo Zailev Trenler, quien también parecía haber sobrevivido al paso del tiempo, aunque con más de un problema según pudo observar Albert por la basta armadura que portaba.

Albert se llevó varios minutos allí sentado, recordando la información de cada uno de los miembros a los que había conocido y también respirando agitadamente por la impaciencia que tenía de llevar a cabo sus planes. Él mismo se autoconvenció de que debía mantener la calma si quería que todo saliese bien y eso le llevó a recordar lo que sintió cuando Kpim le apuntó con su mandoble.

No era más que instinto... Instinto de supervivencia, por eso reaccioné así. 

- ¿Estás seguro?


Albert se puso en pie y se dio media vuelta en un instante. El sobresalto en su corazón le llevó a recordar de que ahora también podía sentir miedo. En la entrada del templo subterráneo se hallaba uno de los hombres de Kpim, el sacerdote anciano llamado Reckael.

Me he relajado demasiado. Ni me he percatado de su presencia... ¿Tanto he bajado la guardia que me ha podido leer la mente?

- Vaya ¿Así que Kpim te ha encargado que me vigilaras? -. Intentó preguntar con tranquilidad, incluso con una tímida sonrisa, pero en su rostro se notaba que Albert estaba todavía asustado.

- También ha pasado mucho tiempo para mi ¿Sabes? -. Mencionó él mientras caminaba lentamente hacia el centro de la sala, hacia Albert.

- ¿Mucho tiempo? ¿Qué? -. No lograba comprender a qué se estaba refiriendo Reckael con aquellas palabras.

- Mírate... Con esa sonrisa patética, intentando poner orden a tu alrededor y de huir junto con este plano de aquello a lo que no pudiste ganar.

El rostro de Albert volvió a cambiar, abandonó la sonrisa nerviosa para quedarse levemente boquiabierto, con los ojos ensanchados. Reckael acababa de descubrir con aquellas últimas palabras cuál era la intención que quería llevar a cabo. Le acababa de recordar que en el pasado perdió contra la Doncella Suprema y que esta vez su plan era una alternativa ante aquel fracaso. Nada tenía sentido, aquel no podía ser Reckael.

- ¿Quién eres? -. Esta vez, Albert se puso en guardia. Su poder estaba lejos de ser el que era pero todavía podía defenderse.

- Tiene gracia... Que ahora tú hagas esa pregunta cuando otros te la formularon en el pasado -. Respondió él. Albert sabía a lo que se refería, su mente se trasladó a aquel momento cuando Kpim sostenía el colgante y hacía la misma pregunta -. La misma pregunta y la misma respuesta -. Continuó -. Yo soy tú.

De pronto, sintió que su cuerpo no le respondía, estaba totalmente paralizado y ni siquiera pudo conjurar rápidamente para librarse de aquella opresión que sentía. Aquel sujeto con la apariencia de Reckael se acercó hasta quedar a tan solo unos centímetros de Lerker. De pronto, empezó a caminar a su alrededor, en círculos.

- ¿Acaso sigues todavía con amnesia? -. Preguntó mientas se paraba detrás suya y pasaba sus brazos por encima de los hombros de Lerker -. ¿O es que no quieres aceptar quien soy? -. Entonces fue cuando Lerker, aún paralizado, se dio cuenta de todo. La piel pálida de los brazos de aquel sujeto se abrió en numerosas rendijas y de ellas surgieron decenas de gusanos, que pasaban de recorrer el brazo del anciano a inundar poco a poco su torso. Lerker sentía como el proceso se repetía por sus hombros y por su espalda. Le rodeaban.

- No... No puede ser...

- ¿Vas a achantarte por haber perdido contra ella? -. Ya no era la voz de Reckael el que hablaba desde atrás. Ya no era su cuerpo, era una montaña de gusanos con la voz de Lerker cuando hizo aquel ritual.

- No puede ser vencida con este poder. El Gusano que Camina y la Mente del Enjambre están lejos de equipararse a La Doncella Suprema.

- Pero es mejor que jugar a disimular que vuelves a ser el mismo joven asustadizo y conformista que eras en aquella aldea nevada... Te quedaste a un paso de convertirte en el rey de toda la realidad discernible... Y ahora te quieres quedar tan solo con este mundo... Annasiel estaría decepcionada.



- Tiene gracia que la menciones, cuando me convertí en esto ni siquiera podía acordarme de su nombre... -. La rabia contenida de Lerker afloró y el acordarse de Annasiel hizo que se impusiera y se quitarse de encima todos aquellos gusanos, apartándose -. He cometido dos grandes errores en mi vida... El primero fue confiar en que al convertirme en eso podría disponer del suficiente poder como para sacar todo hacia delante ¿De qué sirve volverme poderoso si con ello perdería mi identidad y te lo dejaría todo a ti? Y el segundo... -. Esta vez, Albert Lerker miró al símbolo de la pared -. Hextor... No solo me vengaré sino que te obligaré a que me devuelvas lo que me quitaste...

- Je... Palabras vacías, nada de lo que dices podrá...

- Pero -. Interumpió Lerker cabizbajo, de manera que su pelo cubría sus ojos -. Llevas razón en una cosa... -. Terminó pronunciando unas palabras más al mismo tiempo que alzó su rostro, clavando una mirada distinta a cualquiera de las que había hecho desde que volvió a caminar como humano. Incluso sus ojos relucieron con un rojo más intenso de lo normal.

- Igualmente, ambos sabemos que más adelante necesitarás mi poder.

De pronto, Albert despertó y se incorporó rápidamente, se había quedado dormido en el suelo del salón principal. Jadeaba por la pesadilla pero ya sabía de sobra que no había solo un simple el sueño, sino una advertencia de lo que todavía tenía en su interior. Notó los latidos de su corazón en la parte derecha de la cabeza con tanta intensidad y provocándole tal dolor que se llevó la mano preocupándose por una posible hinchazón.

Un ruido en las escaleras del exterior le llevó a levantarse para averiguar de qué se trataba. Las puertas se abrieron y se trataba de Kpim. Albert le miró extrañado, pues tan solo habían pasado unas horas desde que se fue.

- ¿Todavía vestido así? -. Increpó Kpim a la vestimenta destrozada de Albert -. Arréglate, tenemos que hablar.

- ¿Ya? -. Albert intentó disimular el dolor de cabeza que aún sentía -. Si que has sido rápido -. Kpim, que iba camino a la silla donde normalmente se sentaba, se paró en seco y se dio media vuelta para mirar a Albert.

- ¿"Ya" dices? ¿Cuántos días más quieres que pasen?

¿Días? ¿Qué...

Algo en el alma de Albert palpitó levemente, algo de lo que pensó que se había librado para siempre pero que aún arrastraba consigo.

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