8 sept 2018

Una constante evaluación


- ¿Otra tanda de registros?

- Sí, ya superan la centena.

- Ja, ja, ja, ja.. anda, buena suerte.

- Fiu... gracias.

Cuando un niño sueña con meterse en la guardia siempre se imagina convertirse en un gran soldado. Sin embargo, Tairen ahora rondaba de un lado a otro por los pasillos del cuartel general del undécimo escuadrón, en Tilos, cargando numerosas carpetas llenas de todo tipo de documentos. Al menos, le reconfortaba saber que no era la única "víctima" de aquello, pues cuando se acercó al despacho de su superior, pudo observar que una chica joven con grandes gafas y el pelo moreno recogido en una cola de caballo acababa de salir, justo al entregarlos.

- ¿Tú también, Claire?

- ¡Hola, Tairen! Sí, yo también -. Mencionó ella al ver el enorme montón que cargaba el chico -. ¿Te ayudo? -. Propuso, pero refiriéndose a la puerta cuyo picaporte agarró para abrirla.

- Sí, gracias -. Le devolvió una sonrisa él y pasó dentro.

El despacho en el que entró era bastante amplio, tanto que antes de llegar a la mesa a la que se dirigía para dejar las carpetas habían un par de sillones y larga mesa de café hecha de cristal. Toda la parte frontal eran unos amplios ventanales que daban al exterior, en el que había un balcón.

- Aquí tiene los documentos que usted me pidió, capitana -. Dijo este en cuanto los dejó en la mesa junto con todos los demás que ya había acumulado.

- Gracias, Tairen -. Agradeció Cleo Desmond, que estaba rodeada de cuadernos y papeles. Cogió uno de ellos y empezó a observarlo mientras bebía café de su taza.

Tairen no pudo evitar quedarse viendo a su capitana. Era increíble que, a pesar de su semejanza en edad, la enorme diferencia que había entre ambos, Mientras que él no era más que un soldado raso, ella había logrado ser formada en la Academia con unas notas increíbles que le dieron acceso a la capitanía del escuadrón a su temprana edad. Además, Tairen desconocía que Cleo fuese uno de los miembros de los Caballeros de la Rosa Dorada. Durante mucho tiempo había sentido cierta frustración entre todo el amplío campo de admiración que tenía hacia ella, pero ahora la frustración se había convertido en rabia; Cleo Desmond se encontraba sentada en una silla de ruedas. Toda su energía, ímpetu y esplendor ahora se habían ido. Antes, se las pasaba de un lado a otro, con su sonrisa radiante y sus palabras de ánimo para todos. El cuartel parecía convertirse en un lugar de fiesta y celebración, sin obviar las responsabilidades. Pero ahora estaba ahí, sentada, con una mirada seria y distante, con su pelo suelto en lugar de su habitual coleta, incluso en la ropa se notaba el cambio. Tairen apretó el puño en ese instante, furioso. Era cierto que el padre de Cleo, el General Bradley, había vengado lo que le ocurrió a su hija, pero aún así a Tairen no le parecía suficiente. Quería vengarse todavía más y también quería golpearse a si mismo; desde el momento en el que vio lo que le ocurrió a su capitana se odió, ¿cómo era posible haber sentido envidia de alguien tan maravillosa? En lugar de haber visto hacia arriba con aprensión, debía haber visto a sus superiores con orgullo y satisfacción por disponer de gente tan maravillosa en el escuadrón.

- ¿Ocurre algo, Tairen? -. Cleo había despegado los ojos del documento que revisaba. Ninguno de los dos se había dado cuenta de que Tairen se había quedado más tiempo de la cuenta.

- Eeeeh... -. Se ruborizó un poco -. Sí, capitana. Querría saber... ¿está segura de lo que estamos haciendo?

- ¿Si estoy segura? Mmm... -. Cleo dejó tanto la taza como el papel en la mesa y movió la rueda de su silla para ponerse de lado y así poder mirar por el ventanal que daba a la ancha calle de la ciudad -. Nos engañaron por completo, Tairen.

- ¿Perdón?

- A pesar de las enormes medidas de seguridad que pusimos en la ciudad, un grupo de bandidos logró colarse y agruparse entre ellos para organizar ataques; en nuestra cara movilizaron armas, secuestraron al personal de una empresa de construcción y de una industria naval; en nuestra cara atacaron a niños de quince años e incluso secuestraron a uno de diecisiete; incluso tenían la forma de salir de la ciudad por el control del río. Si hubiésemos estado mejor preparados no habría pasado nada de esto...

Tairen notó que Cleo puso especial énfasis en la palabra "esto", quizás refiriéndose también a lo que le ocurrió a ella. El soldado bajó la mirada e indagó en sus pensamientos, en busca de aquellos recuerdos de la patrulla con el capitán Harold. Los villanos incluso habían logrado usurpar la identidad de exploradores de la ciudad de Evereska.

- De todo aquello solo saco en positivo una cosa: después de tanto tiempo, pude hacer una acción buena.. -. Comentó ella con una voz débil y tomada.

- Cleo, yo...

- Pero no es momento de más lamentaciones -. Interrumpió Cleo, llevándose el brazo a los ojos para frotárselos, y volviendo a orientarse hacia la mesa -. No solamente hemos sido sorprendidos por una red criminal, sino por dos, como mínimo. El ataque a la reina durante el último día viene precedido de una serie de pistas que no descubrimos en su momento, así que quiero ver hasta dónde lleva todo esto.

Tairen fue a hablar, pero en ese momento alguien llamó a la puerta.

- Pase -. Dijo Cleo en voz alta.

La puerta se abrió y Tairen se quedó blanco de la intimidación que le produjo la persona que acababa de entrar. Con un aire sonriente en su rostro, el General Bradley entró al despacho en su habitual uniforme condecorado y rojo, pero cargando una bolsa con algo de comida.

- ¡Ge... general! -. Exclamó Tairen poniéndose firme y llevándose la mano a la frente.

- Tranquilo, tranquilo. No hay necesidad de tanta formalidad en este momento -. Comentó él con una amplia sonrisa y caminó hasta la mesa del despacho.

- ¿Qué hace aquí, padre?

- Veo que ni siquiera te permites el lujo de tomarte un descanso después de todo -. Respondió él.

- Que no tenga piernas no quiere decir que no tenga dos manos y una mente con la que pensar -. Replicó ella con cierto aire desafiante. Tairen estaba deseando salir de allí, pero no se sentía capaz de decir nada y el irse sin más le parecía grosero.

- Entiendo. Estoy muy orgulloso de ti, Cleo -. Bradley dejó la bolsa en la mesa, entre algunas carpetas -. Te traigo el desayuno. Un poco de croissants, zumo de melocotón y un bocadillo  -. Sin embargo, Cleo siguió mirando a su padre con la misma mirada de antes, pues le conocía demasiado bien.

- Te lo vuelvo a decir, ¿qué hace aquí, padre?

- Mmmm... -. Se resignó él a ver que su hija seguía con la misma expresión -. Vengo a traerte noticias.

- ¿Buenas o malas noticias?

- Ambas.

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- Una trampa...

La mansión en la que se encontraban era ahora un hervidero de enemigos. Por un lado, una extraña plaga de unos grotescos arácnidos con cuerpos humanoides parecían haber despertado de su letargo después de escuchar el sonoro ruido de un estallido que ellos no habían producido. Por el otro, muchas de las armaduras de los pasillos habían cobrado vida y empezaron a luchar. La buena noticia era que los enemigos de las armaduras eran tanto las criaturas arácnidas como ellos, así que pudieron dividir esfuerzos; la mala era que, debido al caos inicial donde incluso el pasillo en el que se encontraban colapsó, se habían separado.

- ¡Luna, Vashjirel, Lucía! ¿¡Podéis escucharme!?

Pero aquella pregunta era inútil, pues incluso el ruido de los escombros y del combate presente ahogaba su propia voz. Decidió que lo mejor era encontrar un punto de estabilidad y en cuanto estuviese a salvo, reencontrarse con los demás. Así que empezó a correr y a sortear los diferentes obstáculos, en los que se incluían trampas que habían localizado previamente y que habían evadido fácilmente. De un pasillo a otro, de una habitación enorme a un salón con biblioteca... Todo el lugar de la mansión estaba lleno de telarañas que, en algunos casos, era tan abundante y espesa que todo un mueble quedaba inundado en un blanco manto de dicha sustancia. Y en el lugar donde habían telarañas, habían también aquellas criaturas que la perseguían e intentaban rodearla.

Tras correr un buen rato pudo entrar en una habitación más despejada. En cuanto lo hizo, cerró las puertas y las atrancó para resguardarse. Pero su excesiva atención en lo que tenía atrás le privó de saber lo que tenía enfrente, en esa misma habitación. Una flecha pasó rozándole hasta clavarse en la puerta. No le hirió pero le había arrancado unos cuantos cabellos de su pelo.

- Un tesoro que guardaré para luego -. Anunció una voz que surgió entre otro par de estanterías que también habían en ese otro salón. Un chico de pelo rubio platino y ondulado apareció, sosteniendo un largo arco y portando una túnica de batalla azul turquesa.

- Tú eres el chico de intercambio de 1ºA.

- Oh, así que la delegada de la clase enemiga me conoce, qué gran honor para un caballero como yo. Sí, yo también he oído hablar de ti, Alexandra Asimov -. Nagma hablaba con una pomposidad exagerada en un alarde de gallardía, como si no se acordase de que acababa de disparar una flecha o de que están en una prueba en la que se tienen que enfrentar -. No me puedo creer que después de todas las chicas que he visto en este lugar, todavía me encuentre con gente cada vez más guapa.

- Piérdete.

- Oh, a pesar de ser más guapa tienes lo mismo en común que el resto, ¿alguien me puede decir por qué las chicas de esta Academia son tan apáticas? ¿O acaso es algo innato en ti? Porque por lo que tengo entendido, sientes cierta apatía en general y no solo con un chico como yo...


- Tú... ¿cómo osas...

- ... meterte dónde no me llaman? -. Acabó Nagma la frase -. Oh, no me malinterpretes. Nada me haría más ilusión que ver a dos chicas peleándose con todo. Digamos que sería como cumplir una especie de fantasía, pero... -. Nagma sacó una flecha y la preparó en el arco. Alexandra se encogió, preparándose para el combate con una mirada de intenso odio -. La chica a la que declaraste la guerra está en la clase donde he caído yo. Se supone que es mi deber defender el honor de la clase 1ºA contra la de 1ºB, ¡así que empecemos!

Nagma disparó su flecha pero Alexandra estaba preparada. La flecha se detuvo con una velocidad cada vez más reducida. Para cuando el chaval se dio cuenta ya había disparado otras dos y entonces observó como las tres se detenían.

- ¿Telequinesis avanzada?

Las flechas se dieron media vuelta con la orden del ademán de Alexandra y fueron lanzadas contra Nagma. El chico rodó para esquivarlas, pero había pensado que las tres habían sido lanzadas a la vez y eso fue un error. Alexandra las lanzó una a una, de manera que para cuando Nagma esquivó la primera, apenas pudo reaccionar con la segunda, que se le rozó el hombro.

- ¡Oh, venga ya! -. Se quejó este y se agachó justo a tiempo para esquivar la tercera, que se clavó en la madera de la estantería -. ¿¡Seguro que tienes tiempo para mi!?

Alexandra se preguntó que a qué se refería, pero entonces escuchó un pequeño sonido metálico. Algo muy pequeño y con mucha velocidad había pasado por detrás suya sin darse cuenta y había logrado desatrancar la puerta. Esta se abrió violentamente, con los arácnidos bípedos abalanzándose sobre la chica, la cual empezó a correr rápidamente por toda la habitación. No tenía ninguna oportunidad de sobrevivir luchando contra decenas de esos seres y un miembro del equipo enemigo.

- ¿¡Te dan miedo las arañas, delegada de 1ºB!? -. Escuchó desde su espalda.

La siguiente habitación en la que entró Alexandra parecía una especie de museo, pero con las vitrinas de cristal vacías. Escuchó pasos de su derecha, pero debido a los cristales no vio quien había entrado en la habitación, aunque lo deducía.

- Ya veo, así que la pista de la mansión era falsa. La pusisteis para que entrásemos y así poder tender una emboscada -. Mencionó ella con un sencillo conjuro de voz quimérica para poder dejar salir su voz desde un lado distinto al que estaba ella. Alexandra se agachó y pasó entre las vitrinas buscando a Nagma.

- Así es, Alexandra. Resulta que la líder de nuestro equipo es también muy inteligente y ha podido idear todo esto para separaros y poder atacaros en situaciones de desventaja.

- ¿Desventaja? ¿Tú? -. Alexandra se estaba calmando, y por tanto, recuperando su aire personal habitual -. Entonces es que Evangeline te ha sobreestimado -. Declaró con un tono triunfal, porque ya había localizado a Nagma.

- ¿Eso crees? Puede que te lleves una sorpresa -. Nagma empezó a tensar el arco con su flecha correspondiente, apuntando hacia el lugar donde Alexandra conjuró la voz quimérica. La chica sonrió, en cuanto atacase, estaría expuesto -. ¡Una gran sorpresa!

De repente, Nagma se giró y atacó al punto donde estaba ella realmente. La flecha recorrió las vitrinas, rompiendo todos los cristales de por medio. Alexandra fue a controlar la flecha como una medida de emergencia, pero cuando esta se detuvo muy cerca suya, pudo observar que tenía algo pegado a la punta.

- ¡Mald...

- ¡Demasiado tarde!

Un resplandor llenó la penumbrosa sala. Alexandra intentó llevarse las manos a la cara para cubrirse pero no lo hizo a tiempo. Deslumbrada, se tambaleó hacia atrás a la vez que Nagma cargaba dos flechas al mismo tiempo y se subía encima de una de las vitrinas.

- ¿Crees que con una conjuración así vas a sorprenderme? ¿A mi, un capacitado explorador? Y obviamente me he cuidado bastante de los sellos que mencionaron que eres capaz de hacer -. Nagma disparó las dos flechas, ambas apuntando directamente al torso de Alexandra -. ¡Estando cegada no puedes usar tu telequinesis con precisión!

Las flechas disparadas chocaron contra una superficie solida y cayeron al suelo. Una gigantesca mano hecha de una energía translucida, que casi parecía agua, surgió frente a Alexandra para otorgarle cobertura. La chica se recuperaba de su ceguera temporal y Nagma sonrió con amargura y desagrado.

- Una conjuración de fuerza, ¿cuántas cosas eres capaz de hacer?

- He de pedir disculpas por haberte subestimado. Ahora te trataré como a un igual.

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- Bien, esperaremos al anochecer y entonces actuaremos.

- ¿Segura, no crees que lo mejor es asaltarlos ahora?

- Si lo hacemos quizás nos veamos envueltos en la propia trampa que han creado.

- Perdona, ¿te puedes quitar esa máscara para hablar con nosotros? Es que apenas te entiendo.

- No, no puedo.

- Vale.

- Dejad las tonterías. Si no estáis de acuerdo con el plan que he he establecido, votemos. A ver, ¿quién quiere que esperemos para asaltarlos hasta la noche? -. Hubo una pausa y luego continuó -. ¿Quién quiere que asaltemos ahora? -. De nuevo, otra pausa -. Bien, pues está decidido.

- ¡Eh, espera! No hemos votado todos.

- ¡Eh! Te llamabas Luthor, ¿cierto?

- Haced lo que queráis -. Respondió este, tan solo recostándose más en la rama del árbol en la que se había echado.

- Pero esto es un trabajo de equipo, tienes que opinar y participar, Luthor.

- Ya di mi opinión al principio, no me hagáis repetirme -. Acto seguido, Luthor se incorporó y bajó del árbol de un salto -. Iré a explorar la zona -. Comentó, pasando al lado de los demás sin dirigirles siquiera la mirada.

- Bueno, al menos esta vez no ha habido otra pelea -. Suspiró Dafne en cuanto Luthor dejó de estar a la vista -. Bueno, Aura, ¿qué hacemos entonces?

- Que sepamos hay dos equipos en la mansión -. Analizó ella -. En el mejor de los casos saldrá un equipo con dos medallas o más en su posesión, que justo acabará de haber derrotado al otro y estarán maltrechos hasta la hora de descansar.

- Tanto si conseguimos una medalla estándar o la que estamos buscando, ya tendríamos cuatro puntos... -. Opinó Denek con su tono artificial debido a la respiración de la máscara antigás que llevaba puesta.

No muy lejos de allí, Luthor caminaba entre la espesura de la base de la colina donde estaba la mansión. Desde allí podía llegar a escuchar algunos signos de combate que estaba ocurriendo dentro, pero enseguida su atención cambió a algo que hasta que caminó por allí no se había dado cuenta. Había, por lo menos, otro equipo más acechando y bordeando la zona de la mansión. Los suyos no habían tenido en cuenta esa posibilidad, así que a pesar de que no era de su agrado volver para hablar a la "líder" del equipo, lo hizo por cierta persona que le dijo que colaborase con los demás. No obstante, aunque la presencia enemiga estaba relativamente lejana, las hojas de los matorrales cercanos se movieron y al instante siguiente, Luthor se encontraba bloqueando un puñetazo del enemigo.



- Eres una de las pocas personas a las que no he logrado pillar desprevenido -. Anunció la voz de Sakurako Izumi, que tras el golpe cogió algo de distancia.

- Eres una de las pocas personas que casi me pilla desprevenido -. Mencionó Luthor, poniéndose en guardia.

- Lástima que seas del equipo veinte, no eres mi objetivo... -. Dijo ella con tono relativamente cansino, pero sin dejar de ponerse en guardia.

Sakura fue la primera en lanzarse al ataque, lo hizo con una velocidad vertiginosa, pero aún la incrementó más cuando en mitad de la carga en línea recta casi desapareció de la vista de Luthor para aparecer posteriormente en su flanco derecho e intentar sorprenderle. El chico logró levantar el brazo a tiempo y detuvo con rotundidad el golpe, como si su defensa fuese una férrea plancha metálica que la chica notó de inmediato. Aún así, continuó intentándolo con unos cuantos más, pero Luthor siguió bloqueándolos sin mayor dificultad, hasta que llegó el momento de contraatacar. El chico lo hizo con tan solo dos de sus dedos, pero Sakura decidió no bloquear. Realizó una piruetas hacía atrás para retroceder, esquivando el ataque.

- Así que dominas el Cuerpo de Hierro y el Disparo de ki, ¿eh? -. Preguntó ella con curiosidad.

- Aquí lo llamamos Mantra, y es una técnica corporal que hemos aprendido de otras razas. Con respecto a lo del disparo que has mencionado, no se a qué te refieres.

- Las disciplinas marciales -. Explicó ella, terminando de incorporarse después de estar agazapada tras las volteretas -. No te preocupes, te mostraré una de ellas. Si crees que eso de antes ha sido mi máxima velocidad, prepárate.

Sakura desapareció y Luthor recibió un golpe en la nuca que provocó que se tambalease hacía delante. Cuando quiso darse media vuelta para responder, la chica ya no estaba allí. Luthor recibió un nuevo golpe en su estómago y tras eso, fue él quien retrocedió para coger distancia y preparar su defensa.

- No está mal -. Comentó él con sinceridad -. Pero todavía estás lejos de mi nivel si tan solo usas velocidad.

- No es "velocidad", se llama Soru -. Aclaró ella.

Entonces, una tercera voz surgió de entre la espesura.

- En mi caso, lo llamo... Shunpo -. Tras eso, una chica rubia apareció, desenvainando una katana.

No paraban de sumarse nuevos equipos en aquella zona.

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- ¡Lánzalo, ahora!

- ¡Xavier, cúbreme hasta entonces!

El equipo nueve había logrado la trampa perfecta. Habían logrado acorralar a un miembro solitario de un equipo enemigo en un claro del bosque, rodeado de enredaderas vivientes que podrían apresarlo en caso de que escapase. Con su presa totalmente acorralada, los dos alumnos de 1ºB, Rayáh y Xavier, junto con los dos de 1ºD, Borivoj y Cenred, ejecutaron sus movimientos. Xavier hizo tiempo para que Rayáh, con su increíble velocidad, preparase y activase la trampa. Se escuchó el sonido de un hilo metálico cortado, seguido del de un desenrollamiento y con ello, las hebras de las enredaderas fueron estiradas hasta el centro del claro. Entonces, los chicos de 1ºB llevaron a cabo su ataque ígneo: Borivoj lo hizo disparando con su ballesta un virote cuya punta estaba en llamas y Cenred, expulsando una bocanada de fuego por su boca. Xavier arrojó los botes de aceite al aire y arrojó las dagas hacia ellos, para romperlos y esparcir su sustancia por los vegetales. El fuego se esparció por las hebras impregnadas y por el suelo, que fueron conductores para que todas las llamas se concentrasen en el centro. Una gran columna ígnea se intensificó allí, el plan había salido perfecto.

- ¿No crees que nos hemos pasado para uno solo? -. Preguntó Rayáh viendo el tremendo espectáculo de fuego y, ahora, del negruzco humo que se formaba.

- El aceite lo cogimos del almacén, así que había que usarlo -. Se excusó Xavier.

- ¿Tendría la moneda? -. Preguntó Cenred algo inquieto.

- Si no la tiene, podemos perseguir a su equipo, seriamos cuatro contra tres.

- Un momento -. Rayáh acababa de notar algo. Habían restos de ascuas por el chamuscado suelo, pero cerca del centro del claro el suelo era verde debido a la hierba y demás vegetación -. ¿Enterraste bien los demás bidones?

- Claro, ¿no habrán estallado, no?

- Pues si llegan a estallar...

- ¡Un momento, veo algo!

El centro del claro era una zona muy contrastada. Mientras que el resto estaba todo ennegrecido y destruido, el césped se encontraba perfecto estado. En él había un chico sin absolutamente ninguna herida. Ni siquiera su ropa, una túnica azul pálida, mostraba síntomas de haber sido afectada por el fuego. El chico llevó su mano a su pelo y se lo quitó de delante de los ojos; la explosión le había despeinado.

- ¡Plan B, plan B!

Rayáh retrocedió hasta el interior del bosque, con cuidado de que las enredaderas que aún estaban intactas no le atrapasen, y cortó otro hilo. De la copa de los árboles surgió una nube de virotes que iba directa hacia su objetivo. Pero los proyectiles se detuvieron de repente, incluso el de Borivoj, que acababa de atacar también, y el espadazo que efectuó Xavier, que también pareció haberse detenido ante algo que no veían.

- ¿Una conjuración de fuerza?

- ¡Imposible, no se ve nada! ¡Ni siquiera ha conjurado! -. Analizó Cenred, que había estudiado lo suficiente de conjuros como para estar asustado ante aquel fenómeno.

- ¿Habéis acabado ya? -. Habló por fin Salazar.

En cuanto lo hizo, todo lo que tenía frente a sí mismo pareció haberse detenido en el tiempo. Xavier, que estaba reculando; Rayáh, que volvía del bosque para reincoporarse a la batalla; Borivoj, que volvía a cargar un virote en su ballesta; Cenred, que estaba conjurando un nuevo sortilegio; e incluso la vegetación, como las ramas, las enredaderas o la propia hierba. Todo se detuvo.

- ¿Qué... es... esto? -. Preguntaron varios de ellos a la vez.

Salazar empezó a caminar lentamente. No había prisa alguna. Tan solo se limitó a rebuscar entre los chicos, buscando su medalla.  Cuando por fin la halló, la sostuvo enfrente de quien la tenía guardada, que era Rayáh. Entonces, fue cuando habló.

- Ocurrieron dos sucesos en el pasado que me han llevado a que actúe de esta forma. Primero, durante una prueba de la clase fui derrotado por subestimar a dos compañeras. Segundo, fui cogido por sorpresa por otra cuya habilidad de sigilo deja mucho que desear. Fue entonces cuando dejé que se manifestase la mayor parte del tiempo. Normalmente no le daría tanta importancia a algo de la academia, pero... -. Se quedó mirando la moneda con el número nueve grabado en ella -. Si hay dinero de por medio...

- P... -. Intentaba vocalizar Xavier, pero apenas podía soltar palabra por la parálisis.

- ¿Perdón? No puedo oírte.

- P... pla... Plan.. C.

- ¡A... ahora! -. Gritó Borivoj aunque con una voz débil y forzada.

Lo cierto era que Salazar no se había percatado de la presencia de un quinto miembro en el grupo. Un enorme perro negro se había agazapado hasta quedarse detrás de él, y con la orden de su amo, saltó a por su enemigo. No obstante y aunque Salazar no habría podido reaccionar a tiempo para defenderse, no hacía falta. El perro se quedó en mitad del salto, no totalmente paralizado como los cuatro chicos porque intentaba desaferrarse de "algo" que parecía mantenerlo sujeto, pero su esfuerzo era en vano.

- Vuestra planificación no es mala, pero... con "ella" de mi lado, no puedo perder -. Sentenció Salazar, tras lo cual se escuchó el gemido de dolor del perro. Todo justo antes de que a los cuatro chicos se les nublase la vista y quedasen eliminados de la prueba.

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Una mujer adulta se acercaba al inicio de un sendero que daba a lo alto de una colina. El sol parecía acompañarla, pues a medida que ella caminaba por el escarpado camino, el sol aparecía por el horizonte iluminando un nuevo día. Cuando llegó a lo alto del todo, vio que había alguien sentado en el exterior de un chalet de madera, sobre una tumbona. Aún persistía aquel vendaje que solía cambiarse cada pocos días.

- ¿Cómo estás? -. Preguntó la mujer a aquel hombre en cuanto llegó y dejó unas bolsas cerca de la entrada.

- Mejor, aunque han sido unos meses muy duros.

- ¿Han llegado ya todos?

- Que va, eres la primera.

- Perfecto, ¿qué vas a hacer entonces cuando lleguen?

- ¿Qué voy a hacer de qué?

- Oh, vamos. Los dos sabemos que había un traidor entre nosotros, ¿cómo averiguarás cuál de ellos es?

- No tengo ni idea, pero...

- Creo que fue Sidney -. Interrumpió la mujer, sentándose en otra de las tumbonas.

- Ya te lo dije, es imposible que fuese él.

- ¿Por qué? ¿Cómo lo sabes? Fue él quien levantó el hechizo, por tanto es su responsabilidad.

- Y si así fuese, Sidney no se atrevería a venir nunca más, porque sabría que me percataría de ello. Sin embargo, si pretende traicionarnos es el plan más ridículo que he visto en mucho tiempo. No, yo creo que sí realizó la protección mágica, pero que alguien la anuló o destruyó.

- ¿Y lo hizo sin alertar al propio Sidney? ¿Acaso no ves que podría estar involucrado?

- Si lo estuviese, ¿por qué entonces siguió luchando de nuestro lado cuando todo empezó a irse a pique?

- Agh... no se.

- Aunque es algo que hay que tratar, me preocupa más el futuro que otra cosa. Ese idiota de Thompson activó nuestro as bajo la manga. Obviamente ya no disponemos de ello, y además, ahora tenemos menos de un tercio de hombres de los que teníamos antes.

- Pero aún así te siguen llegando encargos.

- Pero aún así me siguen llegando encargos -. Corroboró él.

- ¿Y que se supone, que tenemos que realizarlos con piedras y niños? -. Se quejó ella, al ver la actualidad de armamento y efectivos que disponían -. ¿Magrid? -. Preguntó incrédula al ver que Magrid había encajado esa pregunta con una amplia sonrisa.

- Bueno, lo cierto es... -. Se incorporó en la tumbona y observó el paisaje -. Que no vas del todo mal encaminada.

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