21 oct 2015

El Ojo se agrieta



Se sentía bien estar de vuelta en los inmensos campos verdes con sus sutiles colinas y sus casi solitarios árboles. Solo un par de casas se avistaban en lo que alcanzaba la vista. Era un lugar increíble para vivir tras una dura batalla, que ha durado años. Tras su servicio prestado al mundo, necesitaba descansar en un lugar así, su hogar, el sitio donde empezó todo. Recordaba cuando era un mocoso y se pasaba las mañanas corriendo de un lado a otro junto con sus amigos. Visitaban todos los alrededores sin que nadie se lo impidiese, sin muros, sin peligros. Tenían el mar al este para seguir su diversión por la arenosa costa, también un acantilado rocoso por el que descendían para disfrutar del choque de las olas en las pedregosas rocas; Si viajaban al norte se aventuraban en las grutas brillantes que terminaban en zonas abiertas al sol rodeadas de vegetación y con cálidos manantiales que surgían del subsuelo. Aquello era un paraíso.

Disfrutó de aquella vida por tantos años... Sus padres, su abuela, sus amigos. Todo. Las cosas se complicaron pero en lugar de rendirse y caer al suelo, él luchó todo lo que pudo para recuperar aquello tal y como lo recordaba. Y lo había conseguido.

Volver al Valle de Bargskan, su tierra natal, era nostálgico a la par que raro. Sabía que realmente nada volvería a ser como antes, ni aquellos seres queridos que acompañaron su niñez ni aquellos paisajes llenos de pureza en los que se respiraba paz. Cuando pisó por primera vez en años aquellas tierras se dio cuenta de ello al ver que la vegetación verde había desaparecido y solo había tierra agreste; Las colinas se habían llenado de torres y templos; Y los valles de decenas de edificios. Todo era el precio a pagar por lo que sufrieron, por la guerra. Aún así, se sentía bien.

Dio unos cuantos pasos y de entre dos granjas surgió corriendo un antiguo familiar. Era increíble que se encontrase allí.

- ¡Bartolomeoooooo! -. Gritó ella corriendo para abrazarle -. ¡Aaaaaah, qué bieeeeeen! -. Saltó y le abrazó, sin darse cuenta de que llevaba un gran cesto con hortalizas que se cayó al suelo por el brusco movimiento.

- ¿A...Amanda? -. Preguntó él extrañado. La que fuera una de sus amigas del pasado estaba allí, después de años sin saber de ella. Amanda era una chica joven y baja, con un rostro casi que casi siempre expresaba felicidad mediante su encantadora sonrisa. Sus ojos eran grandes y verdes, que resultaban ser muy vistosos en contraste con las pecas que tenía en su nariz y alrededores. Su pelo era rubio y lo tenía recogido en una solitaria y larga trenza que llegaba hasta la cintura donde finalizaba con un lazo rojo. Su ropa de campesina estaba manchada de tierra, prueba de que acababa de terminar de trabajar hace poco.

- ¡No me lo creoooo, estás aquíiiiiiii! -. Dijo ella exaltada de la alegría. Se olvidó completamente del cesto de las hortalizas y no se separó del abrazo de él que le dio al principio, incluso continuó tocando sus hombros como si no creyese que fuese real -. ¿Cuándo tiempo ha pasado? ¿Diez años? ¿Más? No me lo puedo creer, en serio...

- Ha sido un largo largo viaje, pero mi trabajo parece que terminó, Amanda. Estoy en casa -. Bartolomeo se apresuró a ayudar a su amiga a la hora de recoger la cosecha y devolverla a la cesta.

- Ya verás, yaa. Cuando se lo cuente a los demás van a flipaaaar -. Amanda volvió a cargar la cesta y se dio media vuelta -. ¡Vamos! Dejo la cesta y vamos a por Helf  y Brandom.

Caminaron cientos de metros pero para Bartolomeo fue quizás el viaje más corto de su vida. Se hizo tan ameno el hablar con su amiga después de tanto tiempo, después de todas las cosas que se tenían que contar, que para cuando se dieron cuenta acabaron entre decenas de edificios. Amanda le explicó acerca del poblado en el que se encontraban, que realmente echaba de menos el campo abierto de antes pero que comparado con aquellos años de infierno que aguantaron por entonces... Aquello estaba bien. Se reunieron también con Helf y Brandom. Helf era bastante bajo y regordete tal y como lo recordaba Bartolomeo, su pelo corto y rubio iba muy a juego con su piel blanquecina y ojos pequeños.. Brandom era el más alto y delgado de todos los del grupo. Ahora llevaba gafas y se había convertido en un importante escriba y comerciante del pueblo.

Pero a Bartolomeo le empezó a doler la cabeza a medida que pasaban las horas hablando con ellos sentados en uno de los bancos de la plaza central.

- Creo que necesito descansar -. Comentó él -. Ha sido un largo viaje.

- ¡No te vayas hombreee! -. Dijo en voz alta Helf golpeándole en la espalda mientras se reía -. Ya habrá tiempo para descansar ¡Ahora tienes que estar aquí!

Esas palabras martillearon tanto su cabeza que una ola de dolor le hizo cerrar sus ojos.

¿Estar aquí?

- Bartolomeooo -. Le llamó Brandom al ver que este había cerrado los ojos -. Vamos a echar una carrera. Después de tanto tiempo tienes que hacerlo.

Otra punza más en su mente.

¿Tengo que hacerlo?

- No, no... Estoy cansado... Creo que me estoy empezando a encontrar mal. Buscaré una posada para pasar la noche -. Y se levantó para mirar a su alrededor sobre algún establecimiento cercano, pero entonces notó como alguien le agarró de la mano. Al girarse vio que se trataba de Amanda, cuyos ojos verdes expresaban una mirada vacía -. Amanda ¿Qué haces?

- ¿No se te olvida algo, Bartolomeo? "Me lo prometiste" ¿Recuerdas?

¿"Me...Lo...Prometiste"?

Una ola de dolor varias veces más fuerte que las anteriores sacudió a Bartolomeo tan fuerte que le hizo caer al suelo sin darse cuenta. Cuando volvió en si vio que sus tres amigos se encontraban juntos a unos metros de él. Todos le miraban como si él fuese un extraño en aquel lugar.

- No... No... Esto... -. Exhaló él en voz baja.

- ¿Qué te pasa, Bartolomeo? ¿No puedes estar aquí, con nosotros? -. Preguntó Helf.

No... 

- Tienes que hacerlo, Bartolomeo. Es tu deber -. Comentó Brandom.

No... 



A Bartolomeo se le escaparon unas lágrimas solitarias que recorrieron su mejilla, su mente se empezaba a despejar en medio de todo el dolor.

- Me lo prometiste.. Y fallaste -. Dijo finalmente Amanda.

- ¡Basta! -. Gritó él. El cielo se volvió rojo debido a que el escenario cambio. Se encontraban en el mismo pueblo pero todo estaba en llamas, apenas podía ver más allá de lo que tenía a viente metros de él debido a las columnas de humo negro.

Esto no es real... No...

- Vosotros -. Continuó él, mirando a los tres con gran tristeza -. No estáis aquí... Nunca estuvisteis aquí... Me fui pero lo hice solo... Nadie me iba a esperar...

Los tres se quedaron mirándole con la misma mirada vacia e inexpresiva. De repente, alrededor de Bartolomeo empezaron a aparecer más figuras conocidas: Sus padres, su abuela, vecinos... Todos.

- Todos vosotros... Yo... -. Bartolomeo apenas podía contener las lagrimas y por ello le costaba hablar -. No pude hacer nada, nada... Lo intenté... Pero no pude... Cuando... Cuando nos atacaron... Todo era un caos... No sabía nada... Intenté salvaros a todos y por hacerlo dejé escapar a los que tenía a mi lado durante aquel ataque... -. Miró a Amanda y continuó -. Te lo prometí, Amanda... Y ahora, por mi culpa...

- ¿Cómo sabes que estamos muertos? -. Preguntó su padre. Bartolomeo se quedó mirándole como si acabase de ver una luz en mitad de una tormenta de oscuridad -. Te fuiste, lo hiciste porque no tuviste remedio. No podías volver e intentaste recurrir a lo que fuese necesario para arreglar lo que otros hicieron aquí.

La cabeza de Bartolomeo de pronto fue un torbellino de recuerdos. El ataque sobre el valle, el fuego, él corriendo intentando dar con todos, enemigos apareciendo de todas partes, él escondiéndose para que no lo vieran, él huyendo debido a que dos de ellos le perseguían. También durante su adolescencia aprendiendo a luchar, esforzándose por tener un don en combate, don que descubrió e intento explotarlo para hacer realidad su deseo, deseo por el que luchó en aquel torneo, deseo que no pudo ser concedido tras su victoria...

- Hiciste todo lo que pudiste para cargar con todo este peso tú solo -. Habló ahora su madre -.  Pero tú solo no podías cargar con todo... Porque hubieron personas, que trataron de impedir que soltaras esa carga.

Es cierto... 

Siempre ha sido así... 

No me di cuenta... 

- ¡Despierta! -. Escuchó decir de la nada. Todo parecía volverse más oscuro.

No me di cuenta hasta que lo vi con mis propios ojos...

Hasta que intenté liberar a Luis Suarez y los demás... 

- ¡Despierta, Bartolomeo! -. Volvió a escuchar dicha voz y vio como poco a poco sus amigos y familiares empezaban a desaparecer.

Siempre ha sido así... Me di cuenta de ello aquel día, pero vosotros me habéis ayudado aún más para que pueda abrir los ojos, ante la cruda realidad.

- Padre, madre, abuela, Amanda, Helf, Brandom... Chicos.... Lo siento. No se qué habrá sido de vosotros pero lo haré lo mejor posible... Gracias.

Y todo se volvió totalmente negro.

Una gran oleada de dolor y desconcierto invadió a Bartolomeo cuando volvió en si.

- ¿Dó... Dónde... Estoy...?

- En el mundo de los vivos, chico -. Escuchó decir a una voz bastante familiar pero que hizo que se espabilara repentinamente sumido en el miedo. Se trataba de Lord Moebius. Estaban en la zona de enfermería y al parecer, Bartolomeo no pudo resistir el ataque de Trenler, el cual ni Alyx pudo hacer lo suficiente como para que no se desmayase, hasta ahora -. No te asustes, no voy a castigarte... Aunque ganas no me faltan, créeme.

- Señor... Yo... -. Bartolomeo estuvo a punto de decir que lo sentía, aunque fuese una mentira solo para ocultar el problema y que saliese ileso, pero de pronto se acordó de lo que había... ¿Soñado?

¿Un sueño? Fue tan real. Y aquello del final... ESPERA... Ahora lo recuerdo todo.

Un "click" resonó en los pensamientos de Bartolomeo, un "click" que había tenido cerrado mucho tiempo, el cual le impedía ver que todo lo que le rodeaba era inútil. Un "click" que confirmaba el sentimiento que se apoderó de él los últimos días previos a su inconsciencia. Una verdad dura, cruel, impactante pero cierta.



Los Protectores del Ojo

No

Servían

Para 

Nada



Bargskan, su tierra natal, fue atacada hace más de una década por la frontera sur con su reino vecino, Gran Martir. El rey de Martir quería aprovecharse de las fértiles tierras de los Bargskan para expandior su territorio y cubrir la aparente falta de alimentos debido a los yermos fríos que componían la mayoría de sus tierras. Durante el ataque sorpresa, murieron miles de personas a lo largo del Valle de Bargskan, la zona sur del reino. Las aldeas eran quemadas y los aldeanos masacrados. Él pudo escapar corriendo cuando intentaba rescatar a todos sus seres queridos y se vio acorralado por varios soldados. Se alejó muchísimo, hacia el norte del reino, atravesando la selva y alimentándose de cualquier cosa que le sirviese para vivir. Vagó durante meses hasta dar con la gran ciudad comercial de Reouhnuo, que usó como refugio para sobrevivir en los callejones de los barrios bajo, en la zona urbana.

Bartolomeo recordaba todo aquel dolor, todo lo que tuvo que pasar hasta dar con su maestro, el que descubrió un gran poder él y le enseñó a usarlo. Recordó el duro entrenamiento en el que casi muere día si y día no. Recuerda sus trabajos como mercenario con el que adquirió experiencia real en combate hasta que se vio preparado y asaltó las Artes de Sangre. Ganó a todos y cada uno de sus rivales y entonces, en la final, pidió su deseo: La restauración del Valle de Bargskan.

Pero no fue concedido. Lord Moebius fue incapaz de hacerlo por alguna razón. Pero como compensación después de que el Alto Señor de los Protectores escuchase su historia, le enseñó que para luchar contra esa injusticia existían ellos, los Protectores del Ojo. Bartolomeo entró en la organización y se dedicó a ejercer de esa justicia que ellos afirman representar al mismo tiempo que conseguía una nueva familia dentro del grupo: Dave, Jellial, Yün, Garley, Najla, Alyx, Gutierrez...

Claro que Bartolomeo pensó lo que todos pensaban. Que lo que ellos hacían era lo correcto. Y realmente lo era, en gran parte si que llevaban razón los Protectores. Pero habían hechos que quedaban ocultos, hechos que el resto del mundo no conocía, hechos que implicaban daños colaterales...

Se dio cuenta con lo que ocurrió cuando se decretó la orden de ejecutar a los prisioneros capturados injustamente en El Primer Puño. Fue el inicio de la verdad, lo que llevó a actuar como un verdadero Protector. Pero había todavía una verdad oculta en su interior de la que no se daba cuenta. Los recuerdos de su dolor pasado quedaron enterrados para volverse más fuerte como persona.

Pero aquel sueño... ¿Cómo era posible que se acordase de aquello? En cualquier caso aquel sueño le abrió la mente. Y aunque fuese solamente una sospecha infundada, estaba seguro de que estaría en lo correcto.

Lord Moebius Garret, líder de los Protectores del Ojo, no pudo conceder a Bartolomeo el deseo de restaurar el Valle de Bargskan porque los Protectores intervinieron en aquel suceso de actos para frenar la ya casi declarada guerra entre ambos reinos por entonces. Pero no hubo ninguna intervención en combate de los Protectores escrita en la historia... No la hubo realmente... Alguna otra cosa debieron de hacer. Algo que intuía pero necesitaba confirmar por si mismo para darse cuenta de quién era su verdadero enemigo.

- ¿Qué ibas a decir, muchacho? -. Preguntó Moebius y Bartolomeo volvió al presente. El Exequia miró a su superior con mirada inquisitiva que rapidamente intentó disimular ante la posición en la que se encontraba; Y más después de hacer lo que hizo aquella noche, fracasando en el intento.

- Nada, señor. Yo... ¿Cuánto tiempo he pasado inconsciente? -. Preguntó él haciéndose el loco.

- Casi tres semanas. Aquel ataque de Trenler afectó tu sistema nervioso moderadamente. Afortunadamente no se volverá a repetir.


Entonces Bartolomeo se acordó también de lo que ocurrió después de aquel ataque.

¿¡Y el Almirante Kizaru!? ¿¡Se encuentra bien!?

- Sí, sí. Ambos Almirantes se encuentran perfectamente -. Moebius remarcó la palabra "Ambos" con cierto énfasis para asegurarse de que Bartolomeo aprendiese la posición donde se encontraba y no se dejase llevar por sentimentalismos -. No se podría decir lo mismo de la isla, pero ya presenta mejor estado después de todo el tiempo que hemos pasado reconstruyéndola. Afortunadamente esos dos decidieron llevar la lucha lejos de la ciudad -. Bartolomeo suspiró de alivio al enterarse de que Kizaru se encontraba bien -. Escúcheme, Exequia Bartolomeo Kurabu, el acto que ha cometido está penado mínimo con la destitución del puesto y máximo con la muerte. Pero al igual que Kizaru y Trenler, quiero creer que sus actos fueron producto de un gran estrés y fatiga mental que nublaron su buen juicio.

Bartolomeo volvió a clavar su mirada en él, con decisión. Lord Moebius calló y suspiró.

- Bartolomeo... Se que estás enfadado por muchas cosas pero tenemos enemigos por todos lados y no puedo ocuparme de ellos al mismo tiempo que me ocupo de que mis propios hombres no peleen entre ellos. No eres el único que últimamente ha pasado por momentos difíciles... Yo también. Y eso me ha llevado a actuar incorrectamente en algunos casos. La presión de todos los problemas que nos rodean me nublaron a mi también. Llevabas razón, no debí haber sentenciado a aquella gente. Lo siento.

El Exequia no pudo evitar mostrar sorpresa ante aquellas palabras ¿Moebius disculpándose directamente con él? ¿Estaría soñando de nuevo?

- Te alegrará saber -. Continuó él mientras se volvía y retiraba las cortinas para que entrase la luz del día -. Que no hemos podido dar con tus amigos, los que rescataste. Ellos huyeron satisfactoriamente de aquí al parecer... Quiero que sepas que no habrá represalia de ningún tipo contra ellos. No lo perseguiremos ni estarán en búsqueda y captura por ningún otro reino más. Centraremos nuestros esfuerzos en lo que importa de verdad, Exequia. El verdadero enemigo... Hemos dado con ellos y nos dispondremos a cazarlos. Por eso te necesito con nosotros... A ti, a los Exequias Dave y Alyx, y al Almirante Kizaru... A todos. Recupérate y estate preparado para la batalla -. Tras esas últimas palabras, Moebius se fue.

Bartolomeo se encontraba confundido. Sentía una mezcla de alegría, nerviosismo y desconcierto ¿Y si realmente se había arrepentido y todo volvía a la normalidad? ¿Y sí realmente sus pensamientos eran extremistas hasta el punto de coincidir con el ex-Elentir Xcutor?

No. No había forma de que no pudiera contener realmente las ganas de descubrir lo que pasó allí, en Bargskan, visitaría la biblioteca en cuanto se asegurase de que pudiese andar bien.  Si lo que pone en los libros es distinto a la sospecha que tiene, entonces volvería a ejercer de Exequia como llevaba haciendo siempre.



Y entonces, un ruido estremecedor se apoderó del exterior. De pronto escuchaba a gente corriendo de un lado hacia otro y gritos de alguien que daba ordenes una y otra vez. Bartolomeo se levantó como pudo de su cama y apoyándose en su aparato del suero, caminó realizando un gran esfuerzo hasta llegar a la ventana. La abrió y se asomó para ver qué ocurría.

En las calles de la ciudad habían Protectores corriendo de un lado hacia otro mientras que otros Protectores, Elentirs y algunos Exequia, daban ordenes pertinentes. Entonces, Bartolomeo lo escuchó. Una gran alarma aguda resonaba a través de los amplificadores por toda la ciudad, por toda la isla.

¿Nos atacan? No... Es distinto.

De pronto se escuchó una voz por toda la isla.

- Al habla Lord Moebius Garret, líder de los Protectores del Ojo. Ordeno a los escuadrones 211, 212 y 221 que se reúnan en los muelles de la Isla Delta y se preparen para el ataque. Hemos localizado al enemigo y nos disponemos a acabar con ellos. Esto no es una misión diplomática. Repito, esto no es una misión diplomática. Es una declaración de guerra por nuestra parte... A aquellos que osan interferir en la paz de los Protectores... En la paz de los reinos de este nuestro mundo. Aquellos que se ocultan en las sombras y han provocado ya tantas catástrofes. Aguardad en el muelle a mis instrucciones. Estad listos para el combate.

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