30 oct 2015

Lo oculto bajo Der'go (Parte II y final: La creación perfecta)




Cuando Wyrth pronunció las últimas palabras de aquella pregunta, hubo un temblor que provenía del fondo de la cueva donde se encontraban la mujer y él y que sacudieron las paredes hasta desprenderse alguna que otra roca. En ese momento, su rostro se tornó serio pero sin dejar de tener esa mirada profunda gracias a sus grandes ojos escarlata-violetas.

- Voy a ir al grano -. Dijo ella con otro tono también -. No puedo detenerte, sería desperdiciar mi energía y poner mi vida en peligro. Pero si sigues avanzando puede que te encuentres con obstáculos que, a pesar de tu gran poder, no seas capaz de detener debido a... Ciertas circunstancias.

- Sabe evaluar la situación y con eso, evitar riesgos innecesarios ¿Qué tipo de raza base es y qué nivel de desarrollo mental ha alcanzado? -. Pensó Wyrth. Siguió meditando sobre lo que ocurría a su alrededor pero sus conclusiones no llegaban ni siquiera a simples hipótesis. Solo había un camino.

- Lo siento pero he recorrido bastante como para detenerme por tu advertencia -. Agradeció él amablemente, al fin y al cabo ella no parecía mostrar síntomas de ser agresiva como Ethnas o las demás criaturas alteradas -. Avanzaré y descubriré qué es ese Santuario.


- No... No podr... -. Pero se detuvo de hablar cuando algo sobresaltó a la mujer, que alzó la mirada hacia el techo de la caverna, como si pudiese sentir algo más allá de la capa de piedra.

A pesar del respeto que sentía Wyrth por su contrincante, no podía pasar por alto tal distracción de su oponente estando cara a cara. Al mismo tiempo que soltaba el bastón y se agachaba, conjuró de nuevo a una velocidad sobrehumana un hechizo que se terminó de desatar cuando plantó sus manos en el suelo. Del alrededor de ella surgieron unas raíces gruesas y extrañamente escamosas, que trataron de rodearla para apresarla. Pero incluso con su tardía reacción, realizó un movimiento de increíble velocidad que le sirvió para salir del alcance de las raíces justo cuando estas estaban a punto de cerrar cualquier ángulo de escape. Incluso al Protector le pilló desprevenido tal nivel de velocidad y por unos segundos la perdió de vista...

- ¡Arriba! -. Escuchó decir a Kelmor en su mente y eso le sirvió para recobrar la defensa de cara a un contraataque de su rival. La mujer había saltado hasta la pared superior de la caverna tan rápidamente que había despistado la reacción refleja de Wyrth y se había quedado enganchada a la piedra con las garras de su mano derecha y sus pies. No obstante, no parecía querer llevar a cabo una ofensiva, sino que seguía atenta a "algo" que había sobre ella.

- Tú no puedes... -. Dijo finalmente mirando a Wyrth -. Pero ellos... Ellos si...

- ¿Ellos? ¿A quiénes se refieren? Acaso... -. Pensó él pero se podría referir al grupo de aventureros del exterior de la misma forma que se podía referir a cualquier otra cosa. No podía dejar que sus palabras le engañasen.

- Te agradezco mucho la advertencia y que no perdieras la compostura atacándome ciegamente como tus súbditos pero... -. Wyrth se comenzó a apartarse su túnica para mostrar algo más que el símbolo de los Almirantes del Ojo -. Has cometido un gran error al mostrar tanta amabilidad hacia tu enemigo, no voy a dejar que escapes.

- Tú también has cometido un error... -. Comentó ella mientras se soltaba de la pared y volvía al suelo -. Yo no he sido alterada en ningún momento. -. Y tras pronunciar esas últimas palabras, volvió a realizar un movimiento tan rápido que desapareció de la vista de Wyrth.

Por un momento, el druida pensó que iba a ser atacado por un ángulo ciego pero instantáneamente se dio cuenta de que su enemigo se había ido de allí. Después asimiló lo que le había dicho...

- ¿No ha sido alterada? -. Se volvió a colocar sus ropas como estaban y cogió su bastón -. Debe de ser una broma...

- No, no miente -. Se escuchó decir a Kelmor desde su interior. Su voz resonó en las cavernas -. En ningún momento perdió la calma al hablar contigo. En cambio, cuando sintió el temblor y después miró hacía arriba...

- Hay algo más que la preocupa... No se qué será exactamente pero es nuestra oportunidad para acercarnos a ese "Santuario" que menciona.

Wyrth volvió a retomar la marcha a través de sus cavernas, volviendo también a su sistema de viaje más rápido: Crear él su propio camino hacia el Núcleo de los Der'go. Abría una y otra vez atajos entre las minas y las cavernas naturales de las profundidades. El camino estaba plagado de todo tipo de criaturas del subsuelo, que habían sido alteradas de algún modo. Pero estas ni siquiera llegaban al nivel de ese tal Ethnas a la hora de luchar. Fueron todas engullidas fácilmente por la criatura de su interior.

No obstante, a medida que más caminaba, Wyrth notó como la actividad enemiga se concentraba sobre la parte superior de donde se encontraba, hasta el punto de que incluso escuchó varios temblores y sonidos de varias "cosas" arrastrándose. Sin embargo, ante él ya no había nadie para detenerle, como si le hubiesen dejado vía libre. Al Protector no le daba buena espina todo lo que estaba ocurriendo pero era su deber llegar a la raíz del asunto para conocer la verdad.

Y finalmente, llegó. Las cavernas conectaban con un gran pasillo de piedra amarillenta bien trabajada al mismo tiempo que este daba a una gran sala circular. Wyrth fue a observar con más detenimiento aquella sala que se abría paso tras el pasillo donde se encontraba pero entonces, una oleada de inmenso dolor azotó su cabeza, hasta tal punto de hacerle caer de rodillas.


- ¡Wyrth! -. Exclamó Kelmor -. ¿Qué ocu...?

- Esta... Presión mágica... Es como si me estuviera aplastando. -. Decía él con esfuerzo -. Mantente alerta, Kelmor -. Sin embargo el dragón no dio respuesta alguna -. ¿Kelmor? ¿Estás ahí?

Y una vez más, no hubo respuesta. Se preguntó hasta qué punto esa presión mágica podía inhibir sus poderes y sobretodo, qué era lo que lo provocaba como para que incluso perdiera el contacto con el dragón. Mordiéndose los labios del esfuerzo, volvió a ponerse de pie apoyándose en su bastón y caminó lentamente pero sin pausa hasta aquella sala. Finalmente pudo percatarse de los detalles que la adornaban mientras se acercaba más y más. Se trataba de una cámara semi-esférica con una gran puerta de hierro con dos estatuas gigantes de enanos a ambos lados y en sus pedestales habían una inscripción que decía en enano "Podrán arrancarnos las extremidades... Pero nuestro corazón seguirá intacto". Era la puerta de El Núcleo Der'go.



Todo el entorno estaba iluminado debido a un extraño brillo que emanaba de las paredes y las columnas repartidas por la sala aunque Wyrth prefirió no disipar la luz de su bastón y prosiguió acercándose a la puerta con dificultad. Dio un par de pasos más pero en el tiempo de parpadear apareció una extraña silueta al lado de la puerta de El Núcleo. Se trataba de un ser humanoide vestido con un elegante traje de chaqueta negro con una corbata blanca que empezó a caminar lentamente. Conforme más se acercaba, más detalles podía discernir Wyrth de él: Por ambos lados de sus hombros caía una larga melena lista de color caoba y sobre su cabeza descansaba un elegante sombrero de copa alta y circular.

- ¿Quién... Eres? -. Preguntó el Protector aún sufriendo las consecuencias de la presión mágica. El sujeto se detuvo y se quitó el sombrero dejando ver su rostro, el cual era de facciones afiladas, como si fuese un depredador acechando a su presa. Tras quitarse el sombrero, el sujeto lo puso sobre su torso y se inclinó.

- Maif me informó de su llegada. Mi nombre es Lucci y soy el que va a hacer que de media vuelta por su bien, señor.

- ¿Tan selecto es vuestro Santuario? -. Wyrth tosió debido a los problemas respiratorios -. Tú también... Eres como... ¿Ella?

- No -. Lucci volvió a ponerse el sombrero y se lo ajustó para quedara a la perfección -. Ninguno en el Santuario es como ella... Pero no tiene sentido hablar de eso ahora. Mi señora está ocupada con el resto de intrusos que pretenden llegar a nuestro hogar, así que debo detenerte personalmente. Pero... -. Miró de arriba a abajo a un Wyrth que casi no podía mantenerse de pie -. Viendo el estado en el que se encuentra, no será muy complicado a pesar de que la diferencia de poder que tienes sobre mi es abismal. Creo qu...

- ¿Qué escondéis... Tras esas puertas? -. Interrumpió Wyrth -. Todo lo que... Haya allí dentro ha provocado el más absoluto caos en el hogar de los enanos Der'go durante décadas. No dejaré que os salgáis con la vuestra...

- Creo que... -. Continuó Lucci como si nada hubiese pasado -. Con seguir las ordenes de Maif será más que suficiente ¿Quieres saber qué hay más allá de la puerta? -. Chasqueó los dedos y estas se abrieron lentamente al mismo tiempo que liberaban una gran oleada de presión mágica. De su interior surgía una extraña niebla cuyo color era una mezcla heterogénea de morado, negro y rojo -. Ni siquiera podría aguantar un segundo ahí dentro.

Y era cierto. Para Wyrth el hecho de que se abrieran las puertas era como soltarlo en mitad de un huracán recibiendo oleadas de viento incapaces de resistir. Puso su mano sobre su cara para intentar detener aquella marea de poder pero fue insuficiente, El efecto fue parecido a cuando abrió las puertas de la ciudad Der'go: Es como si toda la presión mágica se liberase de golpe, como en una olla a presión; Pero esta vez era multiplicado por diez. El druida salió volando hasta el pasillo y cayó mal al suelo, recibiendo también convulsiones por el mareo que sufría. Los colores y las formas de las paredes se deformaron bajo su percepción alterada y un extraño pitido surgió en su cabeza de lo agudo que era el dolor que abrasaba su cerebro. Sintió como unas "cosas" alargadas surgían de la puerta pero ni siquiera podía ver de qué se trataba exactamente. Y entonces, cesó. La puerta se había vuelto a cerrar. Wyrth tosió una y otra vez de cara al suelo y viendo como sus propias gotas de sudor lo adornaban como si fuese el inicio de un chaparrón. Se incorporó como pudo, ya que a pesar de que lo peor había pasado, volvía a sentirse justo como antes de que se abriera la puerta. Entre él y Lucci habían unas serpientes gigantes y algo deformes, cuyas escamas eran el doble de gruesas de lo normal y de un color azul ennegrecido. De su boca surgía un vapor brillante de color morado que apuntaban al druida.

No voy a poder contar con la ayuda de Kelmor ni la de los demás... La presión mágica inhibe gran parte de mis capacidades de combate. Estoy solo en esto... 

- Bien -. Lucci alzó su mano derecha y sus dedos estaban en posición para emitir un chasquido -. Última oportunidad, señor. De media vuelta, ahora o...

- ¿Y qué pasa si solo quiero hacerte unas preguntas? -. Obviamente no es lo que pretendía pero al menos averiguaría algo del por qué le afectaba tanto ese aura.

- Derrotalas... Y quizás podamos charlar -. Y finalmente, chasqueó.

 Las serpientes se miraron las unas a las otras y se enrollaron en espiral las unas con las otras. Luego, para sorpresa del druida, todas ellas empezaron a atacarse con sus afilados dientes hasta devorarse entre todas produciendo una marea de color verdoso producto de la sangre. Lo que había al final de ellas no eran cabezas ahora, sino un muñón asqueroso de las cabezas devastadas por las mordeduras. Wyrth no iba a dar crédito a lo que pasaría a continuación: Los restos de carne de las cabezas se movieron y se entrelazaron unas con otras, formando una amorfa y única cabeza gigante que comenzó a brillar con un aura verde brillante que se extendió por todo su cuerpo. Cuando el brillo se desvaneció, el druida tenía ante sí lo que debía de ser la sierpe más grande y alterada que había visto en su vida.

Es gigantesca... Debe de ser incluso más grande que Kelmor... ¿Qué tipo de poder es ese?

- Las mascotas de Maif... -. Explicó Lucci -.Siempre juega con ellas para que hagan cosas asombrosas como esta. Chicas... Devorad.

La colosal sierpe se lanzó sobre Wyrth con su boca abierta preparada para engullir al Almirante. Él se intentó defender creando un potente muro de fuego que la abrasase pero tras conjurarlo, lo que surgió fue una lamina ígnea tan fina que se disipó instantáneamente. El druida saltó a duras penas para evitar la acometida de la sierpe, que hizo un gran boquete en el suelo de la sala e incluso devoró la piedra que había agarrado con su boca.

¿Tampoco mis conjuros? Si esto sigue así... 

La sierpe volvió a acometer contra el druida, que volvió a saltar pero la criatura parecía inteligente en su ofensiva. Así lo demostró cuando desde un principio esperaba que su presa volviese a esquivar sus fauces y esperó a que estuviese en el aire para azotarle con la cola de su alargado cuerpo. Wyrth intentó sacar las alas de Kelmor como acto reflejo antes de darse cuenta de que era inútil y acabó recibiendo el latigazo de la gigantesca criatura que le envío contra la pared con tal fuerza que el muro quebró y terminó creando un boquete con su cuerpo. Wyrth tosió sangre mientras se quitaba un trozo enorme de ladrillo de encima. Intuyó que varias de sus costillas se habían roto y quizás una de sus piernas también, aunque directamente no la sentía.

Mis poderes no funciona correctamente... Mis conjuros, Kelmor, los demás... No puedo usar nada. Qué impotencia.

Entonces se fijó en su bastón, aún en su mano derecha resignado a soltarlo por el ataque de la criatura. Aún emitía el brillo propio de un simple conjuro de luz que echó sobre él.

No puedo luchar con normalidad y sin embargo... -. Wyrth examinó su túnica, sus anillos. Todos emitían su aura mágica como de costumbre- . ¿Mis objetos sí que funcionan?

La sierpe se preparó para la acometida final contra un Wyrth que perdió demasiado tiempo examinando sus objetos y pertenencias y por ello, aún estaba atrapado entre los escombros del boquete donde acabó estampado. La criatura cargó y embistió contra todo el muro para asegurarse de que acababa con todo lo que hubiese a su paso. El ataque fue tan brutal que la piedra se hundió varias decenas de metros más allá del muro provocando un gran temblor en todo el subterráneo. Incluso Lucci se sorprendió al ver tan solo la cola de la sierpe como única parte visible

Pero hubo un sonido afilado seguido de un gran estruendo y la sierpe salió del boquete como si acabase de recibir una gran presión sobre ella. Lucci volvió a sorprenderse al ver a la mascota de Maif volar sobre él hasta chocar contra la pared del lado opuesto de la sala provocando nuevamente otro gran temblor y otro gran boquete. Se fijó en que esta había recibido un gran corte entre los ojos del que emanaba sangre verdosa como si fuese una fuente. No obstante, esa herida no tenía la profundidad suficiente para matarla.

- ¿Un corte? -. Preguntó él confuso -. Pero si no llevaba ningún arma cortan...

Lucci observó como un malherido Wyrth surgía de entre los escombros con su bastón envuelto en llamas. El druida cojeaba gravemente e incluso chorreaba una gran cantidad de sangre de su brazo izquierda, al que le faltaba la mano. No obstante, sonreía aún cuando en su rostro también estaba ensangrentado.

- Hija de puta... Te llevaste mi mano. No se como conseguís inhibir mi poder pero... Habéis cometido un error... Al solo limitaros a los seres vivos.

- Así que te has dado cuenta ¿Eh? -. Susurró con normalidad Lucci.

La sierpe se alzó tras recuperarse del impacto y emitió un sonoro y grave rugido sobre el druida. De su boca empezó a surgir un brillo verde cada vez mayor.

- Preparándote para tu arma de aliento... Así que estás enfadada ¿Eh? -. Analizó Wyrth.

- No vas a poder esquivarlo en tu estado actual ¿Qué harás ahora? -. Se mofó Lucci.


- Nada especial... -. Wyrth apoyó el largo bastón sobre el suelo y colocó su mano sobre él. Este empezó a arder aún con más intensidad. Tanta, que la madera acabó consumiéndose -. Reduce a tus rivales hasta el insignificante polvo... Ryujin -. Pronunció y en el interior del ya consumido bastón se hallaba una cimitarra aún en su funda. El Protector agarró la empuñadura con determinación y desenfundó su arma.

Todo el escenario... Las paredes de la sala, las columnas, el pasillo, el brillo de la boca de la serpiente, el resplandor de sus escamas, Lucci... Absolutamente todo fue afectado por el aura de Ryujin, el arma de Wyrth, que provocaba a su alrededor que los colores estuviesen completamente invertidos. Wyrth preparó su arma antes de que la sierpe lanzara su aliento y se concentró hasta que todo ese aura que invertía la luz en la sala se comprimió como si fuese una esfera reduciendo su tamaño hasta que solo afectó la hoja de Ryujin. Todo volvió a la normalidad a medida que la esfera se volvía más pequeña... Sin embargo, la hoja aún seguía bañada en ese aura, pues el color de su hoja seguía aún invertida.

Finalmente, hizo un ataque en forma arco horizontal con su cimitarra, cuya onda se expandió más allá del arma hasta cortar todo lo que había en su paso. Las columnas fueron destruidas limpiamente, la pared fue destrozada en una línea perfecta y la sierpe fue dividida limpiamente en dos. Pero no fue solamente eso, de ambas mitades de la criatura surgió una capa grisácea que se empezaba a expandir rápidamente hasta cada uno de los extremos. La cabeza gruñía del dolor pero nada más podía hacer para evitar su destrucción. Lucci se fijó en esa capa grisácea y silbó sorprendido por el ataque de Wytrth.

- Cenizas... La reduciste a polvo. Maif se va a enfadar bastante por perder a su mascota.

- ¿Y bien? -. Wyrth cayó de rodillas sobre la pierna que aún podía mover bien -. ¿Responderás... Mis preguntas?

- Meh -. Lucci suspiró -. Mira tu estado, por muy potente que sea tu cimitarra, no será suficiente para aguantar ahí dentro. No obstante... Creo que te has ganado el derecho a que sepas un poco. Se reconocer el mérito de los demás cuando estos se lo ganan ¿Qué quieres saber?

Wyrth se tuvo que dar por vencido. Sus heridas eran bastante graves y no podía usar sus poderes de sanación para restablecerse y continuar. Además, la presión mágica no cesaba y todavía le costaba respirar con normalidad. Pensó que quizás llegó el momento de darse media vuelta y volver mejor preparado en otra ocasión.


Al menos siempre podré sacar algo de información de Lucci... Siempre que no me mienta. No creo que lo haga, parece alguien que tiene un código de honor.

Tendré que elegir con cuidado las preguntas. Obviamente no querrá soltar información detallada de lo que hay dentro. Así que... 

- ¿A qué te refieres con que... Ninguno en vuestro Santuario es como "ella"? ¿Qué tiene esa... Maif de especial?

- Bueno -. Lucci se encogió de hombros como si no supiese cómo explicarlo -. Si tuviese que decirlo con palabras sería como... La creación perfecta.

¿Creación? O sea que no ha sido como los demás casos... No es una criatura base con un determinado nivel de alteración en ella. Y los demás no son como ella... ¿Quiere decir eso que el resto si son alteraciones? Pero Lucci parece un simple humano.

- ¿Qué eres tú entonces? Pareces... Un simple humano.

- ¿Yo? Mmmm -. Lucci se quedó meditando y Wyrth creía saber el por qué: Estaba buscando las palabras adecuadas para no irse de la lengua -. Podría decirse que yo soy... Una creación no perfecta.

Así que hay más como ella, que han sido creados de la nada. Me encantaría saber cómo ha sido posible eso pero me temo que no voy a poder averiguarlo. 

Wyrth volvió a toser sangre, si seguía mucho tiempo así iba a acabar desmayándose. Esta sería su última pregunta.

- ¿Quién es vuestro jefe? ¿Quién os creó?

Lucci fue a contestar pero de la nada surgió Maif a su lado. Al contrario que la última vez se le notaba nerviosa hasta tal punto que sudaba un poco. También eran notables unas heridas superficiales a la altura de su hombro derecho.

- ¿¡Qué está pasando aquí, Lucci!? -. Le gritó ella -. Me dicen que mis mascotas han sido derrotadas y... -. Echó un pequeño vistazo a los restos de su sierpe e hizo una mueca de dolor -. ¿Y te encuentro aquí charlando tranquilamente?

Maif parecía muy enfadada y fuera de si, como si casi se le escaparan las cosas de su control.

- No te preocupes. No podrá entrar -. Lucci señaló directamente a Wyrth al cual no había mirado hasta el momento Maif en esa ocasión. La mujer se dio cuenta de las severas heridas del druida y con eso se tranquilizó un poco.

- Ve a por los demás intrusos. No se darán por vencidos tan fácilmente a pesar de que les bloquease el acceso más corto al Santuario desde el que venían... Asegúrate de que esta vez no te paras a charlar. ¡Ve! ¡Ya! -. Exclamó con impaciencia. Lucci se inclinó ligeramente y desapareció instantáneamente.

- ¿Vas a continuar tú... La charla? -. Preguntó Wyrth con una media-sonrisa. Por lo poco que había visto a Maif en ambas ocasiones sabía que ella no iba a ser como Lucci.

Es como si le importase con toda su alma lo que hubiese en el interior de El Núcleo... Y cada suceso inesperado lo viese como una amenaza. No voy a sacar nada de ella.

- Lo siento pero... Aquí acaba tu viaje. No voy a contenerme... -. Maif alzó su mano izquierda.

Y todo se volvió misteriosamente oscuro.

.
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Tosió.

Volvió a toser.

A pesar de que no veía nada, esta vez agradecía no sentir el sabor de la sangre en la boca tras toser.

Sentía frío ¿Dónde estaba?

El viento soplaba con fuerza pero aún así no lo desplazaba ni un solo centímetro de donde estaba.

Escuchaba un sonido de aleteo casi constante.

- Es hora de despertar, señor Wyrth -. Escuchó de una aguda y celestial voz fememina que le resultaba familiar.

- Esa voz... ¿Ambalarth? ¿Cuando...? -. Intentó incorporarse pero algo le detuvo.

- Necesita descansar, no se mueva. Pronto recuperará la vista -. Dijo Ambalarth -. Siento haber salido sin su permiso, señor, pero no había otra opción.

- ¿Qué ha pasado? -. Preguntó él haciendo caso a Ambalarth.

- Volvemos a casa -. Escuchó decir a Kelmor. Tras el aturdimiento inicial, Wyrth por fin lo entendía. Se encontraba sobre el lomo de su dragón, que volaba hacia la isla de los Protectores -. De alguna forma perdí el contacto contigo cuando te adentraste en aquel pasillo. Lo único que vi después de eso fue tu cuerpo completamente destrozado sobre la nieve, en el exterior. Tuve que salir y llamar a Ambalarth para salvar tu vida.

- Maldita sea... Otra vez... He fracasado -. Se lamentaba Wyrth -. Parece que nada de lo que haga sirve para ayudar a la humanidad.

- No te lamentes -. Le consoló Kelmor -. Esa radiación mágica parece que suprimía tus poderes, has hecho lo que has podido.

- Si tan solo os hubiese podido invocar... A los cuatro...

- Será mejor que descanse, señor Wyrth -. Le aconsejó Ambalarth -. Ya casi he terminado de unir su torso con la cintura.

- Está bien... Avisadme cuando lleguemos.

Y Wyrth se sumió en un profundo sueño confiando en sus criaturas para que cuidaran una vez más de él. Sin embargo no podía evitar sentirse mal por todos los fallos que acumulaba en su historial. Si lo hubiese dicho en voz alta, sin duda Kelmor y Ambalarth dirían que tan solo me centro en los errores y no en los aciertos. Pero para Wyrth eso no era un consuelo. Alguien de su status tenía que hacerlo todo sin un solo fallo. Ni uno solo.

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