24 may 2017

Lo que es cada uno


- Pues sí que es extraño... -. Advirtió uno de los soldados mientras descargaba las cajas más pequeñas que las grúas no cogían.

- ¿A qué sí?

- ¿De qué estáis hablando? -. Se interesó otro que escuchaba cerca.

- Shhh... Mirad -. Dijo en voz baja otro, que puso la mano en su compañero más cercano para hacerle ademán de que se arrodillase.

No muy lejos de allí, en el mismo andén donde se detuvo lo que quedaba del tren acorazado, había llegado la guardia real de la capital junto a la propia reina Aleindra. Enseguida, todos los soldados interrumpieron sus actividades para observar a su alteza y arrodillarse inmediatamente. Aleindra se acercó hasta el capitán general Verithyor, quien llevaba bastante rato callado y mirando a ninguna parte; junto a él también se encontraban los hermanos Skairoz, con sus habitual indumentaria estrafalaria; Y finalmente, caminando mientras arrastraba las cadenas de los grilletes que tenía en manos y piernas, la hija de la reina, Alleria Karzkart.

A pesar de todo, Alleria no contempló en ningún momento la opción de permanecer cabizbaja y triste, como había hecho anteriormente, como cuando la llevaban hasta la ciudad de Taradia. Esta vez mantenía la mirada en alto, directamente a los ojos de su madre con un destello de odio y rabia que nunca jamás se le había visto en otra ocasión a la joven sacerdotisa de la luz.

- Hablaremos en el castillo -. Fue lo único que dijo su madre ante el reencuentro con su hija.

- No tengo nada que hablar con un monstruo como tú... -. Los capitanes se miraron entre sí cuando escucharon aquellas palabras de Alleria. Para ellos, aquella era la primera vez que vieron directamente a la hija de la reina.

- Lo tendrás -. Impasible, Aleindra pasó junto a su hija, que se la empezaron a llevar hasta el castillo, y se acercó hasta donde estaba Verithyor -. Es raro verte tan tranquilo y callado.

- ¿A eso te referías? -. Retomó el tema el soldado, que ya se había levantado y volvía a su trabajo.

- Sí, el capitán general Verithyor lleva desde el ataque al tren muy callado y contemplativo... Da miedo -. Explicó otro.

- Normalmente se pone a gritar durante los viajes como de hecho hacía antes del ataque. "Me aburro muchooo" y demás quejas al mismo tiempo que se movía inquieto de un lado a otro...

- ¿Le habrá pasado algo durante el combate?

- Creo que vi que lo hirieron.

- ¿¡En serio!?

- Sí... Y la parte de la armadura de la pierna está destrozada en varios puntos...

- ¿Será por eso? ¿Será... que ha estado acumulando toda la ira y rabia durante todos estos días de viaje? -. Preguntó preocupado otro de los soldados que se unió a la conversación.

Verihyor, que se encontraba con los brazos cruzados y seguía mirando hacía el infinito, se giró para ver a su reina, hizo la inclinación y con un rostro de preocupación se dirigió a esta con un tono educado.

- Ya se lo que soy...

- ¿Y por eso estás tan preocupado? -. Sonrió Aleindra para intentar animar a su guardia más poderoso.

- Sí... No... O sea, hay algo más...

- ¿Qué ocurre? Si tienes necesidad de pedirme algo, puedes hacerlo libremente.

- Yo... Estoy aburrido.

- ¿Aburrido? No entiendo.

- Aburrido de como soy -. Explicó Verithyor -. Durante el asalto al tren tuve un momento de forcejeo con un rubito... Fue interesante y emocionante, sentía la tensión recorrer mi piel. Pero luego... Luego me acordé de que tan solo estaba usando un tercio de mi poder... Es aburrido ser tan fuerte ¿De qué sirve todo mi poder si luego no puedo darlo todo en combate sin ser correspondido?

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En otras vías de tren más lejanas, había otro tren que también había sido dañado, e incluso había descarrilado ante la potencia de las aberraciones que intentaban asaltarlo.

- ¡Son demasiados! -. Gritaba el Protector Reve a sus compañeros, mientras disparaba con la torreta de la lancha de los Protectores que habían asegurado a uno de los vagones de carga.

Los cañonazos resonaban en los alrededores y su ruido ensordecedor estaba acompañado del olor a quemado de las decenas de enemigos que caían al mismo tiempo por cada bala de munición gastada. Al lado del Protector se encontraba sus dos amigos más cercanos, también los compañeros junto a los que había luchado semanas atrás y otros que acababa de conocer.

Todos se encontraban viajando en el tren que se había vuelto a poner operativo tras la disipación de La Maldición en Condado Cuervo, como obsequio de la Emperatriz Delarie después de la gran ayuda que prestó Evolution a su pueblo, liberándolo del control de los Entes del Vacío. Pero durante el trayecto hubo problemas que no pudieron ni prevenir ni evitar: De la noche a la mañana, el paisaje se había transformado. Las verdes colinas que empezaban a recibir las primeras nevadas ante la inminente llegada del invierno pasaron a ser un terreno ocre, devastado, lleno de enjambres y apéndices insectoides gigantes que surgían del suelo. Antes de que pudiesen desviarse de su camino o dar media vuelta, varios centenares de insectos gigantes abordaron el tren y empezaron a atacar a todo lo que se movía. Janna montó en Roshnak y se preparó para la batalla, aunque fuese poca la ayuda que pudiese prestar a los demás.

- ¡Uno menos! -. Gritó cuando remató a un insecto gigante que ya estaba herido del cañonazo del Protector Reve. Sin embargo, Janna seguía preocupada porque durante todo el ataque había cruzado su mirada con varios de sus compañeros, pero había perdido por completo la situación de Taliyah.

- ¡Son demasiados, no nos queda más remedio que coger la lancha y huir! -. Gritó Layla, que recargaba rápidamente el cañón de la lancha de su compañero para que no perdiese ni un segundo.

- ¡No podemos hacer eso! -. Respondió él, disparando otra andanada. Aunque sus disparos eran certeros, el número parecía no decrecer y ya estaban a punto de llegar hasta su encuentro -. ¡No tenemos combustible suficiente, no llegaríamos demasiado lejos!

Varias decenas se posaron cerca del vagón del ferroviario, quien se había escondido en la cabina. Reve no podía protegerle al mismo tiempo que a los demás, de manera que, lamentándose mucho, no tuvo más remedio que seguir disparando al grueso de sus tropas. Sin embargo, uno de los tanques de combustible del tren estalló justo cuando más cerca estaban los insectos que iban a raptar al pobre hombre. Y este, saliendo de la cabina bastante asustado, fue acompañado por una niña muy joven para resguardarlo junto con sus compañeros.

- ¡Buena esa, Miri! -. Felicitó Janna que supuso que había hecho algo raro con la maquinaria del tren para hacer estallar el combustible -. ¡Cuidado, Reveeeee!

El Protector se distrajo lo suficiente con la explosión como para que los insectos asaltasen la posición defensiva que mantenían, dañando gravemente al Protector y destrozando por completo el puesto de artilleria. De repente, todos los insectos que volaban por los alrededores se posaron y empezaron a acercarse lentamente, conscientes de que habían perdido su as en la defensa para mantenerlos a ralla.

- Oh mierda... ¿Qué hacemos? -. Preguntó Layla, aterrada.

Pero un instante después, tan solo podían sentir que se iban a morir de frío, pues habían surgido centenas de estacas heladas del suelo que se habían solidificado y unido hasta formar un enorme glacial que se extendía cientos de metros por los alrededores y había congelado o empalado a todos los insectos que habían rodeado a los que resistían en el tren. Janna observó todo aquello boquiabierta mientras volaba por encima con Roshnak y de pronto se dio cuenta de que Taliyah estaba allí, con sus brazos alzados. Su piel estaba levemente pálida y echaba vaho por la boca, como si su cuerpo estuviese también bajo los efectos de la congelación; Sin embargo, su mirada indicaba que se encontraba totalmente bien, aunque era una mirada que intimidó a Janna. Durante su primer encuentro junto a Akshael y Jhin en las montañas al sur de Varab, Taliyah había demostrado ser una persona pura e inocente, pero ahora era una mirada tan fría como el hielo que ella misma había creado.


- ¿Ta... Taliyah? -. Preguntó algo asustada Janna cuando mandó a su águila a acercarse a ella.

- ......... -. No tuvo una respuesta inmediata, sino que la mirada seguía clavada en el horizonte donde se alzaba la montaña de hielo. De pronto, parpadeó varias veces y su rostro volvió a ser el mismo de siempre, aunque con el palpable tono de preocupación por el ataque insectoide -. ¿S...Sí? Vaaaaya -. Se dio cuenta de todo el hielo que había delante de ella -. ¿Todo esto lo he hecho yo? ¡Increíble!

- Sí que lo ha sido, sí -. Elogió Layla, que sacaba de allí a Reve junto a los demás. Janna todavía seguía sin palabras.

- ¡Eh, mirad! -. Observó Miri, aterrada.

Por el horizonte se aproximaba otra oleada, mucho más grande que la anterior. Traían también esta vez unos insectos parecidos a escarabajos peloteros pero tan grandes como elefantes, que avanzaban por tierra levantando una considerable cantidad de polvo con su marcha.

- ¿Qué... vamos a hacer? -. Preguntaron varios a la vez.

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- ¿Está allí?

- Sí, ya ha atravesado la muralla fronteriza. Llegará a la capital de un momento a otro.

- Tendremos que prepararnos entonces.

- Al confrontar esto, también estás enfrentándote a Aleindra y a todo su ejército ¿Lo sabes, verdad?

- Lo se, pero es la mejor oportunidad que tenemos.

Empezaron a caer unas cuantas gotas solitarias que rápidamente se transformó en una cruenta tormenta sin cesar. El viento arrastraba el agua en mantos torrenciales que empapaban casi cualquier rincón sin importar el ángulo de lo que le cubriese. Pero a uno de aquellos dos parecía no importarle la lluvia o los truenos, es más, cerró los ojos y alzó su rostro al cielo nublado y oscuro.

- Se acercan tiempos difíciles de nuevo y no nos queda más remedio que ser nosotros los tengamos que traer la esperanza al mundo.

- ¿¡Qué coño dices!? ¡Te quieres meter aquí que te vas a resfriar! -. Gritó el otro desde lejos, rompiendo todo el momentum de motivación del que se había quedado en la lluvia.

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- ¿Cómo... ¿Qué?

Estaba sin palabras y con la respiración agitada. Cuando se quiso dar cuenta aquel hombre estaba muerto, en mitad de una pila de restos de madera que seguían ardiendo a pesar de lo negruzcos que se encontraban ya. Ya no se trataba tan solo de largos lapsos de tiempo donde, al descansar, pasaban varios días, sino también de perdidas de memoria donde supuestamente no podía mantener el control.

Con un gesto de rabia, se alejó de aquella posada que estaba en mitad de la nada, al lado del sendero que recorría esa noche. En lo último que recordaba, se encontraba la conversación que tuvo con el pobre hombre.

- ¿Cuál es tu nombre, posadero? -. Preguntó jocosamente mientras cogía una de las sillas que estaban encima de las mesas para facilitar la limpieza del suelo, y se sentaba.

- Soy Hughes, señor aventurero.

- Bien, Hughes, quiero que me sirva el vino más caro que tenga.

Recordó que el posadero fue a hablar con quienes seguramente sería su familia y ahora se preguntaba también si sus cuerpos también descansaban para siempre, pues no tenía ni idea de si fueron sepultados por todo el derrumbamiento del edificio. Siguió navegando en su memoria y recordó que cuando dejó de escuchar al hombre hablar con su mujer e hijos, fue inmediatamente a servirle el vino.

- Siéntese conmigo, señor Hughes -. Le invitó en cuanto el posadero llegó con la botella de vino y la copa, listo para servirselo allí mismo -. Tómese usted una copa también -. Inmediatamente, hizo aparecer otra copa de la nada y aunque el hombre flipó en colores, se recompuso a tiempo para rechazar la petición.

- Lo siento, señor, debería volver al trabaj...

- Ya es de noche y no tiene más clientes por lo que veo. Así que, venga, insisto -. Para convencerle, sacó un saquito con numerosas monedas de oro, muchas más de lo que costaba la copa, incluso la botella en sí.

- Está... está bien -. Aceptó finalmente.

- Déjeme hacer una apreciación, señor Hughes -. Comentó cuando finalmente pudo catar el vino -. Este vino es delicioso. Adoro este tipo de cosas... Las que se vuelven mejores cuanto más tiempo pasa,

Tenía la intención de hacer un pequeño concurso con aquel amable hombre, quería la felicidad de su familia y él aumentase exponecialmente por haber permitido su entrada en su establecimiento a pesar de lo entrada que estaba la noche. Hizo aquel comentario con el vino porque él mismo se sentía así, rejuvenecido y rebosante de vitalidad a pesar de que su mente ya había experimentado el paso de los siglos. Le iba a preguntar al hombre cuál le parecía más viejo, si el tiempo que tenía de fermentación aquel vino o él mismo. Y ante la posible sorpresa cuando el señor Hughes descubriese que la respuesta correcta no era la del vino, sería retirado de su trabajo por la gran fortuna que recibiría, pues pensaba dársela igualmente.


Sin embargo, ya no recordaba haberle hecho aquella propuesta, todo se volvió negro y difuso, y lo siguiente que vio fue su cuerpo destrozado entre los restos del edificio.

- El tiempo te está dando la ventaja, pero aún así seguirás sin ganar... -. Se dijo a sí mismo Albert Lerker, que se alejó caminando por el sendero.

Estaba de mal humor y no sabía si era porque había perdido el control o porque con el paso del tiempo, la fusión de personalidades estaba haciéndole de esa forma gradualmente. Lo que era cierto era el hecho de que aquel era el peor momento para molestar a Albert Lerker. Sin embargo, escuchó una voz detrás suya.

- Vaya... La que has liado -. Era la voz de alguien joven que hablaba tranquilamente, como si el hecho de destrozar una posada y matar a su encargado fuese algo completamente normal -. Eeeeeen fin, busco algo de ti... Señor... ¿Cómo era, Lerker?

Lerker se detuvo y miró de reojo hacía el individuo que le acababa de molestar. Si las miradas matasen, aquel tipo ya habría muerto cien veces seguidas, pues los ojos de Albert reflejaban un odio desmesurado como el que hacía tiempo que no sentía.

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