19 ago 2018

Tormenta de invierno


La gran celebración había comenzado. En enormes cabalgatas iban montados los reyes, que se exhibían al pueblo de Toril como símbolos de hermandad mundial y de prosperidad ante los avances mostrados en una nueva edición de la Convención Real. A ambos lados y también entre cada exhuberante vehículo habían todo tipo de personal para darle color y música a la celebración, desde disfraces temáticos de cada reino hasta figuras fantasmagóricas de criaturas más comunes en cada parte del mundo, pasando por supuesto por bandas de música. Los aldeanos acompañaban con gritos, vitores y aplausos; todos estaban maravillados, casi nadie se acordaba en ese momento de lo ocurrido hace unos días.

La reina Alanne presidía el avance, acompañada por su corte de Caballeros de la Rosa Dorada. En su cabalgata había una replica del trono del castillo de Tilos, de cuyos brazos de la silla surgían dos velos dorados y de tejido translucido que descendían en un majestuoso tirabuzón hasta la base. La gran mayoría de aplausos iban hacia ella pero algunas entidades de otros reinos tampoco se quedaban atrás, como era el caso de las reinas de Taneir, cuya alianza con Aldmet siempre se ha valorado entre la población de ambos reinos. Aunque otros no recibían tanta atención, igualmente la gente se maravillaba con la temática que le rodeaba: las ilusiones de dragones alargados como serpientes, cuya escamas radiaban un brillo hipnótico, rodeaban la cabalgata de Happak, que parecía un templo ambulante de numerosos techos curvos con tejas rojizas y vallas de gruesa madera tallada; o la falsa nieve cuyos copos desaparecían al tocar el suelo, que rodeaba la tosca pero imponente cabalgata con temática baluarte de Gran Hiullal. Otros, sin embargo, pasaban sin pena ni gloria, como los de Yrentrid, Vorstiana o Dwanholf, pero no porque no escatimasen en detalles y adornos. Simplemente, no tenían una opinión demasiado buena de ellos, o quizás los prejuicios de lo que se había ido contando a lo largo de los años llevaba a la gente a apartar la mirada en busca de la siguiente cabalgata en pasar. También hubo ocasión para el toque exótico, pero no hasta el punto de maravillar como Happak, sino del hecho de conocer tradiciones desconocidas para la mayoría de habitantes de Aldmet; Lucrecio lideraba ese ranking, con las imágenes ilusorias de enormes toros de pelaje dorado deslizándose por encima del suelo, o las bailarinas de trajes largos y numerosos volantes, que acompañaban la música de guitarreo con el chasquido de sus castañuelas.

Tras cumplirse gran parte del recorrido por la ciudad, la exhibición estaba a punto de llegar a su fase final, en una explanada en la zona norte donde todos podrían acudir y disfrutar de la fiesta en forma de más música, esta vez con el añadido de diferentes degustaciones.

 Sin embargo, cuando el vehículo en el que iba Alanne giró para tomar la calle Mayor en dirección norte, cerca de la plaza que daba a la entrada al palacio, el suelo reventó en una ahogada pero efectiva explosión, que destrozó la parte frontal del vehículo, parando inexorablemente de inmediato. El estruendo estuvo acompañado de los gritos de la gente de los alrededores, que saliendo despavoridos de inmediato. La marea aterrada se repartieron por las calles anexas a la Mayor, pero habían varios sujetos esperándoles en cada rincón. Varias filas de unos tipos encapuchados y provistos de unas armaduras de acero negro se encontraban en formación y preparados para disparar con unas armas de fuego cuyos extremos estaban imbuidos de oscuridad. Al mismo tiempo, una sombra descendía hasta situarse enfrente de la cabalgata de la reina, sus Caballeros de la Rosa Dorada y demás escolta.

- Esto está saliendo bien... Sí, está saliendo bien... ¿No? -. Decía el sujeto para sí mismo, que iba enmascarado, con un sombrero y una ropa de cuero negra -. Oh, alteza... Creo que he de solicitar una audiencia con usted.

- Por fin salís de vuestros escondrijos, ratas -. Soltó Alanne, levantándose -. ¡Tercer escuadrón, ahora!

Los disparos de aquellos tipos, que iban directo a los inocentes, chocaron con una barrera invisible entre medias. La misma situación se repetía en otros lados, lo que debería haber sido una emboscada terminada en masacre se acabó convirtiendo en el resultado de cero bajas civiles, en la que ni siquiera hubo heridos. Pronto, las confusas miradas de aquellos tipos encontraron la respuesta a su fracaso; en el lugar donde las balas fueron interceptadas surgieron varias filas de personas, pero en vez de llevar la indumentaria y armadura negra, estos portaban gruesas placas con adornos y capas rojas. La guardia de Aldmet se encontraba en guardia con sus escudos y rompieron la formación para arremeter contra el enemigo.

- Así que su majestad nos estaba esperando, ¿eh? -. Comentó el enmascarado, mirando a sus alrededores. Con un gesto apresurado sacó una esfera que dejó flotando a su derecha -. Sin embargo, tanta protección en cierta zona deja abiertas otras.

La guardia de Aldmet comprobó como el caos se extendía calle atrás también. El resto de cabalgatas también eran asaltadas y el enemigo pretendía atentar contra la vida de quien se cruzase por su camino. De pronto, una voz surgió de la bola de cristal que dejó flotando:


- ¡Señor, son los Caballeros de la Rosa Dorada!

- ¿¡Qué!? -. El enmascarado se impacientó, pues esperaba buenas noticias ante el movimiento que había hecho.

Ambos bandos se habían posicionado para ir un paso por delante del otro. Aquel sujeto, que ya esperaba encontrarse a la guardia de Aldmet preparada, había dado ordenes pertinentes para sacar provecho en el punto donde las tropas defensoras flaqueasen. Aquel punto se trataba de donde no estuviesen los Caballeros de la Rosa Dorada, pero en cambio le habían avisado de que sus ataques eran inteceptados por Torreón, Lucero y Escorpio, en lugares diferentes.

- Suficiente -. Alanne se quitó la gruesa capa real y mostró su armadura y su espada aún enfundada, que sostenía con la mano derecha -. Ya podéis retirados, soldados.

- Gra... gracias, su majestad -. Respondió asustadizo Lucero, que se retiró junto con los otros dos.

- ¿Falsos, eh? -. Preguntó retóricamente y con frustración el enmascarado.

- Señora... -. Decían algunos guardias alrededor.

- Alejaos de la cabalgata y defended a la población. Apoyad al tercer escuadrón y acorraladles -. Ordenó sin apartar la mirada de su enemigo.

- ¿Así que la reina va a luchar en primera final?

- No soy del tipo de reina que se oculta tras sus guardias -. Alanne desenfundó su espada, que tenía una guarda dorada y dejaba un rastro dorado allá por donde la blandía, pero pronto no sería lo único dorado a su alrededor. Una energía dorada, como pequeñas partículas de luz que se arremolinaban y se concentraban, empezó a surgir de la reina.

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- Como temía...

Alexandra se encontraba en la azotea del hotel, observando desde lejos toda la celebración que cerraba el evento de la Convención Real. Ella, junto con algunos de sus compañeros de clase, observó a través de los pocos ángulos que permitían los edificios y las calles a las decenas de civiles huyendo de miedo. También escucharon disparos y vieron un destello dorado de una las alejadas plazas, todo al otro lado del río.

- No hay tiempo que perder -. Dijo tras recomponerse -. Rayah, Mayse, patrullad los alrededores; Nixie, reparte tus luciérnagas por todos lados; Troy, quiero que uses tu poder para reforzar la vigilancia en torno al hotel.


- ¡Eso no será necesario, delegada! -. Gritó con alarmismo Troy, que estaba en la otra parte de la azotea, mirando a la entrada principal del hotel. Lo que hizo fue saltar directamente desde allí, al vacío -. ¡YA ESTÁN AQUÍ!

Troy cayó como si se hubiese tirado de un metro de altura e inmediatamente se puso a combatir. En la entrada del hotel habían arremetido decenas de sujetos envueltos en capas roídas y ropa mugrienta. El asalto había pillado desprevenido a los alumnos de 1ºB, especialmente a aquellos que estaban desperdigados por otras alas del hotel, pues su prioridad era proteger a su compañera. Sin embargo, la guardia estaba prevenida y su línea de contingencia evitaba al enemigo entrar al edificio.

- ¡Llegáis tarde, Troy, Petyr, Fidelio! -. Gritó Andrei que estaba agachado, con su mano encima de la cara de uno de los enemigos, que acababa de derribar -. ¿Dónde está Alexandra?

- Bajando -. Respondió Troy con naturalidad. Con unos movimientos muy precisos pero contundentes, esquivó a dos rivales y desarmó a uno para clavar su puñal en la pierna del otro, derribándole.

Pero nuevos gritos de aviso de la guardia llegaron hasta los oídos de los chicos de 1ºB. El enemigo también atacaba por los flancos y parte trasera del edificio. Pronto, los que iban a ser refuerzos, tanto por parte de la guardia como los de las clases, tuvieron que interrumpir su avance y centrarse en los nuevos ataques.

- ¡Son demasiados! -. Gritó un guardia -. ¡Replegaos!

Alexandra recorría el área de descanso y los pasillos del hotel. En un instante la situación se había descontrolado. Incluso llegó a recibir una emboscada cuando las ventanas que daban al exterior se rompieron y dentro irrumpieron varios enemigos. Gracias a su poder, y a Xavier, Cedric y Rhsolyn, que la acompañaban, pudieron reducirlos sin ninguna dificultad. Sin embargo, metros más allá, no parecía repetirse a favor de ellos: Xavier retrocedía con una pierna coja, apoyado en Marty quien tenía las gafas rotas y una fea herida cerca del ojo; Shaylee estaba apoyada en una pared, siendo asistida en primeros auxilios por un guardia, pues sangraba seriamente de su abdomen; Noctícula estaba siendo cargada por otro de los guardias, hacia el interior del hotel; y Gabriella, que acababa de repeler también a sus atacantes, había imprimido tanto esfuerzo en su conjuración que cayó de rodillas, sin aire. Pero en vez de recibir todo aquello como cualquier otro lo había hecho, Alexandra apretó los dientes y frunció el entrecejo. El odio guiaba sus movimientos y eso llevó a que ejecutara un sello espacial tan potente, que incluso cercenó algún que otro miembro del grupo de enemigos que acababa de entrar por el pasillo.

- ¿Dónde está Xelsius? Le necesito de inmediato.

- ¡Aquí, delegada! -. Apareció el chico de pelo blanco que controlaba tan bien el fuego.

- Ejecuta tu ritual chamánico para generar tanto fuego que pueda derruir las paredes del edificio. Quiero que obstruyas todas las entradas menos la principal. Allí siguen luchando Andrei, Troy, Petyr y Fidelio. Les obligaremos a pasar por un cuello de botella en vez de dejar que nos superen por todos lados. Gabriella, se que estás agotada pero te necesito para que les apoyes ¿Puedes usar tus invocaciones, Marty? -. Ante la afirmación de este, prosiguió -. Quiero que invoques todos los que puedas y luego vayas a que te trates esa herida. Déjalos repartidos por el primer y segundo piso. Si entran por ahí y matan a uno de ellos, lo sabrás de inmediato así que avisa de inmediato de ser así.

Los guardias se quedaron apabullados, impresionados de la capacidad de liderazgo que tenía Alexandra en una situación tan extrema. Sin embargo, esta se quedó quieta durante unos segundos, justo cuando sus compañeros de clase fueron a lo que les había dicho. La chica llevó su mano a su pecho, agarrando algo que tenía a la altura casi del cuello.

- No... no ahora.

De pronto ella también salió corriendo, pero un amontonado grupo en la entrada del hotel le impedía seguir.

- ¡Dejadme salir!

- ¡Atrás, mirad eso!

Media docena de guardias acababan de salir volando después de recibir una oleada de fuerza que hizo temblar el suelo. Eran los que aún estaban en el exterior, protegiendo la entrada. Alexandra escuchó pasos que retumbaba por encima del caos y notó que algo se acercaba.

- ¡Salid... escorias! ¡Salid ante Hanenja!

Otra sacudida más provocó que muchos de los muebles del interior saliesen volando, junto a la mayoría de ellos. Andrei se había tirado, agarrando a Alexandra, para evitar que sufriese el mismo destino que los guardias. Muchos de ellos estaban estampados en las paredes, totalmente grogui; otros tanto se habían fracturados algunas extremidades. La imponente mole amenazaba con entrar en el edificio. Si lo hacía, sería su fin, especialmente el de Luna Delaware...

- Así que aquí estás, ¿eh?


Fuera, tras Hanenja y entre los rateros que se disponían a entrar, acababa de aparecer con una grácil caída la silueta de un hombre entrado en años, vestido con un uniforme militar rojo. Su pelo ya tenía cierta presencia de canas en la parte frontal y lateral del cabello, y su severa mirada se acentuaba más con la presencia de un parche que tapaba su ojo izquierdo.

- Brad... ¡BRADLEY! -. Gritaron algunos de los rateros, pero a pesar del miedo ninguno huyó.

Su enemigo estaba entre ellos, completamente rodeado. Se abalanzaron a por él con ahínco, rugiendo de ira a la vez que levantaban sus puñales. Bradley no se movió, o eso pareció a ojos de los que les observaban. No solo los rateros, sino los guardias del interior y los chicos de 1ºB no vieron lo rápido que se movió para desenfundar su espada y aplacar a sus atacantes, que cayeron al suelo con sonoros gemidos de dolor. Ninguno había muerto, pues el general se había asegurado de asestar golpes en los tendones de sus brazos y piernas. Entre ese panorama de sangre y vencidos, avanzó andando hacia Hanenja, y este alzó su enorme hacha.

- ¡Masacrar!

- Lo siento, pero... -. Bradley alzó su espada, colocándola enfrente de su cara, con una mirada de odio intenso -. No voy a perdonarle la vida a quien le hizo eso a mi primogénita.

El cruce fue muy contrastable entre ambos. Hanenja hacía movimientos bruscos y toscos, y Bradley pareció que caminaba en todo momento y en ningún instante se vio un intento de defenderse por parte de él. Cuando Hanenja, que había errado el ataque, pasó de largo debido a su fuerte carga, ya fue demasiado tarde para él.

- Ha... nenja... -. Su voz se debilitaba a medida que lo restos de su cuerpo caían cercenados por todas partes. Una marea de sangre y sustancia azul surgió de aquellas fatídicas heridas como si fuesen un manantial.

- La situación del hotel está controlada -. Admitió él aunque aún seguía con un deje de furia en sus palabras.

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Los haces dorados salían disparados como fuertes descargas de energía, pero ninguno impactaba en el enemigo. El enmascarado intentaba contraatacar, con unas cintas negras que surgían de su espalda y se estiraban como látigos con voluntad propia con la intención de alcanzar a la reina, pero esta también se defendía con solvencia.

- Mira a tu alrededor, majestad -. Dijo, añadiendo cierto énfasis a la última palabra -. ¿Sus sospechas son ciertas? ¿Hay un enemigo entre los amigos? ¿Pero quién podría ser?

La respuesta de Alanne no fue verbal, sino que cargó con su espada envuelta de esa energía dorada. La explosión resultante tras chocar con aquel tipo bañó en luz toda la plaza y calles cercanas. Dichas partículas descendían como pequeñas luciérnagas que se disipaban en el aire, pero lo hacían sanando las heridas de los soldados que luchaban cerca contra el organizado enemigo.

- Lo siento, pero un viejo Poder del Eterno no podrá hacerme daño -. El enmascarado parecía, de hecho, completamente intacto a pesar de recibir de lleno la descarga. Alanne no terció su gesto, sino que seguía completamente decidida en su tarea.

- La siguiente será más poderosa entonces.

- Eso espero... No quiero matarte, Rosa Dorada... Pero tu osadía para proteger a tus enemigos genera esta situación ¡Dime! ¿¡Crees que podrás proteger al mismo tiempo toda la ciudad!?

Esto lo preguntó al mismo tiempo que lanzaba una serie de acometidas con una extraña cuchilla curva que sostenía en su antebrazo gracias a un soporte que agarraba con el brazo. A pesar de todo, parecía que era bastante rápido y de no ser por los reflejos de la reina, hubiese sido alcanzada en puntos vitales, pero lo que hizo fue tan solo rozar su armadura. La reina no había vacilado en ningún instante, pero realmente estaba intrigada sobre a lo que se refería realmente, pues su plan había sido tan eficaz que había sobrepasado al del enemigo. Sabía desde el principio de la Convención Real que el villano llamado Magrid no era el único que se movía entre las sombras en la ciudad, y a pesar de que se tomó con seriedad su amenaza hasta el punto de dejar a Jhin y Jane el mando de varios escuadrones y mandar al hotel al general Bradley, no lo consideraba la amenaza principal del reino y se preparó para ello. La respuesta a su duda llegaría de la propia boca de su enemigo.

- ¿¡Qué tal están tus hijos, alteza!?

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De tratarse de una décima de segundo más tarde, habría muerto allí mismo. La daga que acababa de esquivar se hubiese clavado entre ceja y ceja de no ser porque se mantuvo alerta aun cuando los demás habían creído en que lo peor ya había pasado.

Acababan de vencer a incontables seres monstruosos que acababan de irrumpir en el palacio. Jayce Barlis Oinotna había comandado él mismo la guardia del edificio para asegurarse la victoria contra los monstruos, que iban desde pequeños terrarones hasta grandes osgos, todos hechos de una materia negra, densa y pegajosa. El príncipe, que estaba cerca de los aposentos de su hermana, en uno de los pasillos cuyos ventanales daban al exterior, escuchó los cristales romperse y se agachó instintivamente. Una serie de cuchillas acababa de acribillar toda la zona del pasillo, llevándose por delante a la mayoría de los guardias que estaban allí. Jayce suspiró para quitarse de encima el enorme estrés y concentró la mirada en el exterior.

- ¡Señor príncipe! ¿Se encuentra bien? -. Preguntaron algunos guardias.

- ¡El enemigo se encuentra fuera! -. Exclamaron otros tantos.

Pero Jayce, que estaba profundo en sus pensamientos a pesar de la situación, notó algo que los guardias no.

- Es una distracción... -. Susurró -. ¡Es una distracción, moveos!

El príncipe fue corriendo a lo que más temía que fuese, y estaba en lo correcto. Al llegar a aquella habitación y abrir la puerta, lanzó una mota de energía morada que se concentró y formó hasta convertirse en un pequeño ave, que fue volando con gran velocidad hasta impactar en un cuchillo que iba directo a su hermana. Annie estaba asustada y en el suelo, frente a una mujer que intentó acabar con su vida después de vencerla fácilmente. La princesa sabía luchar de sobra pero no disponía de su equipamiento en ese momento, mientras que su enemigo estaba armada y reforzada con su armadura de cuero sin mangas, encima de un uniforme en su mayoría verde, y con una máscara que cubría la mitad inferior de su boca. Su rostro reflejaba unos ojos escarlata bajo una bandana que mantenía su pelo largo blanquecino recogido para evitar molestias en combate.

Sin intercambio de palabras en el inicio, Jayce formó con la misma energía una cuchilla y se lanzó de lleno a por ella. Tras unos cuantos intercambios de golpes sin demasiado éxito por parte de ambos y tras asegurarse de que su hermana se encontraba a salvo, fue cuando habló:

- Annie, ve a por tu arma -. Dijo sin mirarla, pues su atención se centraba en aquella chica que acababa de bloquear todos sus ataques.

- S... sí.

- ¡No te vas a ningún lado! -. Gritó la chica con una voz áspera.

A pesar de que Jayce intentó concentrar un ataque invisible, la chica lo esquivó y muy bien, rodando hacia un lado para tener ángulo y lanzar una daga en la dirección que iba Annie para detenerla. Tras eso, Jayce se recompuso y dibujó una runa muy rápidamente, pero la mujer saltó y usó los muebles para reorientar su ofensiva y colocarse en el marco de la puerta.

- Has esquivado mi ataque y evitado una runa de encarcelación... ¿Quién eres?

- Eso no te importa.

- No pareces ser como los que han estado acechando en la ciudad durante estos días, sino que vas por tu lado aparte, ¿verdad?

Antes de que pudiese contestar ella, Jayce ya estaba concentrando esa energía oscura en forma de unas enormes alas que surgieron rodeándole. Las alas batieron con una fuerza sobrenatural, derribando los muros de la habitación y empujando a la mujer, que recibió severas heridas a pesar de que intentó cubrirse con los brazos. El resto del cuerpo del ave siguió surgiendo del cuerpo de Jayce, un enorme cuervo cuyos ojos brillaban de un azul intenso. El príncipe caminó hacia el frente, dispuesto a capturar viva a la atacante, pero esta ya se había levantado. Atacó desde la capa de polvo para sorprender a su enemigo, arrojando una daga que se trataba de un sueño para luego, surgiendo deslizándose por el suelo, derribarle y asestarle un contundente golpe a la altura del pecho. A pesar de su complexión delgada, el golpe retumbó en el suelo y los pisos inferiores. Jayce lo notó como un enorme mazo caer sobre él hasta fracturarle algunas costillas y provocarle hemorragia interna cuya sangre llegó incluso a escupir. No obstante, cuando la mujer alzó la mano para apuntar al enorme ave hecho de energía, tuvo que retractarse para esquivar una patada de Annie, echándose atrás y reincorporándose. Eso le dio tiempo al ave a ayudar a su dueño, invirtiendo parte de su energía en restablecerle, reduciendo su tamaño en el acto. Los tres escucharon como decenas de guardias se aproximaban cada vez más y especialmente la mujer chasqueó la lengua, frustrada.


- ¿Qué cojones ha sido... -. Jayce fue a preguntar mientras era ayudado por su hermana, pero se quedó estupefacto cuando avistó algo en su contrincante. Ella, que estaba llena de polvo sin presentar ninguna herida, había sido desprovista de algunas de sus prendas producto de la destrucción de estas a raíz del ataque del príncipe, como la máscara, parte de las mangas y los guantes. Especialmente, en la mano derecha, tenía un símbolo grabado en su piel; una enorme hache que encerraba otra hache más pequeña, brillando de un tenue tono rojizo. La mujer se había dado cuenta de que Jayce observaba el símbolo, pero no lo tapó en ningún momento.

- Un Hijo de Hextor... imposible -. Dijo Jayce cuando se terminó de incorporar.

- No soy un asqueroso Hijo de Hextor, estúpido. Esta marca se me fue impuesta por la fuerza... por la misma persona que justo antes de hacerlo había asesinado a sangre fría a mi padre y a sus compañeros en su capilla.

- ¿¡Qué tiene que ver eso con nosotros!? -. Preguntó Annie, furiosa por el daño que le había hecho ella a su hermano.

- ¡T-O-D-O! -. Exclamó lentamente -. No fue otra persona que vuestro padre el que me hizo esto. Desde entonces he jurado que me vengaría, pero ante su ausencia al menos me aseguraré de quitarle alguien muy querido para él. Puede que no sea hoy ni mañana... -. Mencionó con impotencia, pues los guardias ya habían girado la esquina y estaban en el mismo pasillo, gritando y preparándose para arremeter contra ella -. ¡Pero os juro que un día alguien que porte el apellido Oinotna morirá!

Tras ese juramento, se sentó en el marco destrozado de la ventana y se echó hacía atrás, arrojándose al vacío. Annie y Jayce estaban sin palabras.

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A pesar de la llegada de la llegada de la guardia al muelle la situación seguía sin estar del todo controlada, especialmente en la zona marítima, donde la guardia no había llegado aún y los chicos de 1ºA luchaban contra gente más experimentada y fuerte que ellos.

- ¡Raukar! -. Lanzó un sonoro y agudo grito Garley, quien ya había perdido parte de su brazo derecho.
La chica había usado su poder para lanzar a Mythra y desde entonces se había esforzado mucho por ayudar al resto de sus compañeros, tanto que había acabado desfalleciendo.

Garley recogió a Raukar y la cargó junto a la debilitada Liv; Alice tenía flexionado su brazo derecho y lo mantenía pegado a su cuerpo, indicativo de que no podía moverlo correctamente; Gabriel se encargó de mantener atrapados a los enemigos en aquel edificio naval, mientras que todos salían y se ponían a salvo, o eso pensaban. Los lobos plateados que invocaba aquel chico rubio que ahora mismo no se veía por ninguna parte parecían no acabar nunca. Además, Jhin luchaba contra Magrid en un combate que superaba todo lo visto del profesor unas semanas antes cuando se enfrentó a El Despertado. Ante su grito donde les decía que huyesen, los chicos hicieron caso y retrocedieron lo más que pudieron. El barco que zarpó con Luthor ya era tan solo una pequeña y alejada mota de luz, no podían hacer nada más.. todo quedaba a cargo de Mythra y Summer.

Elisabeth veía todo esto con leves momentos donde la visión se tornaba borrosa y difuminada. No sabía que podía conjurar algo tan potente pero lo había hecho y con ello pudo proteger a Mythra. Pero desde entonces sufría mareos, sudoración extrema y algo de entumecimiento, sumado a lo anteriormente mencionado con respecto a la visión. Esperaba al menos que tanto Mythra como Summer se encontrasen bien y rescatasen a Luthor, pues la situación al volver al puente no era del todo favorable.

Los bandidos luchaban contra la guardia de manera desesperada, pero todavía aguantaban y presentaban batalla. Además, la profesora Jane había deshecho la plataforma rúnica para unir ambas mitades del puente. No tenían mucho tiempo para pensar qué hacer, pues los lobos plateados seguían persiguiéndoles y amenazaban con alcanzarles fácilmente una vez superasen la zona estrecha de la nave de contenedores.

- ¡A las vías! -. Gritó Jessica.

No quedaba otra. Aunque era terreno abierto, era elegir entre eso o luchar acorralados contra un abismo en el puente. Allí al menos podría intentar acercarse a la zona de los guardias o incluso alejarse de todo y estar en calma. Cuando empezaron a correr por ellas, se confirmó lo que ya habían pensado todos, los lobos volvieron a tener la posibilidad de correr en línea recta; tan solo disponían de unos pocos segundos.

- Seguid vosotros, os daré tiempo -. Señaló Alice, dándose media vuelta y sosteniendo con esfuerzo su katana con tan solo su mano izquierda.

- ¿Estás loca? No vas a poder con todos...

- Les distraeré el tiempo suficiente para que Gabriel pueda levantar una barrera de abjuración y así poneros a salvo. Ni Liv, ni Raukar, ni Elisabeth, pueden luchar. Además, Garley debe llevarlas.

- Me quedaré contigo -. Sugirió Jessica. Alice no quería que lo hiciese porque aunque la vampira no mostraba síntomas de dolor, sabía que se encontraba también muy débil.

- Vale, está bien.

Ambas se dieron la vuelta y confrontaron a los lobos que iban en vanguardia. Alice se revolvió y rajó a uno desde la boca hasta la parte inferior de su cuerpo, que se deshizo como si fuese un polvo blanco. Jessica fue derribada por uno de ellos pero clavó sus garras en los ojos brillantes del animal conjurado, tras lo cual rodaron y fue ella la que quedó encima. Tras esas dos primeras bajas del enemigo, se le echaban encima otros tantos. Cada vez eran más y mientras que ellos eran incansables, las dos chicas sufrían cada vez más para detenerles.

Un grito de desgarro y dolor desde su espalda les llamó la atención. Gabriel acababa de ser derribado por otro de los lobos, que le mordía el brazo y lo zarandeaba de un lado a otro. Estaban completamente acorralados.

- Y pensar que unos niños han llegado tan lejos solo para morir... -. Anunció la voz del chico rubio, que aparecía en la retaguardia, cerca de Alice y Jessica. Lo hacía montado en una de sus criaturas y sonreía con malicia ante la situación que tenía frente a sí.

- Quizás el que muera aquí serás tú -. Amenazó Alice, apuntándole con la katana, aunque la mano le temblaba del cansancio.

- Veamos entonces.

Tres lobos se agazaparon y se abalanzaron sobre la chica. Esta pudo evitar al primero y vencerle de una estocada, e incluso esquivar al segundo, pero el tercero le mordió en el hombro y la derribó bocabajo en el suelo. Ella también empezó a gritar de dolor, pero no podía hacer nada; el peso del animal le impedía moverse. Tan solo pudo gritar aún más cuando este desgarró la carne de su hombro. Jessica fue a socorrer a su compañera, pero otros tantos la obstaculizaron y se tuvo que defender. Mientras tanto, Garley intentaba ayudar a Gabriel pero no podía hacerlo con eficacia mientras mantenía a las dos chicas a salvo.

- Pues parece que no moriré yo.

- ¡Ca... calla! -. Gritó Elisabeth aunque con una voz que casi no parecía suya de lo débil que se encontraba. Estaba en el centro, entre Garley y Jessica -. Yo... los protegeré... a todos...

- ¿Mmm? ¿Me está hablando una niña drogada o algo? ¿Qué te pasa? ¿Estás mareada? -. Se burló el villano -. En fin, hora de comer, mis bestias.

Los lobos, todos ellos, atacaron. Garley fue derribado aunque lo hizo dejando a las chicas bajo su cuerpo. No sentía dolor pero sí que sentía como los lobos le arrancaban enormes trozos de piedra con cada bocado. Gabriel había perdido el conocimiento o algo peor, y era arrastrado dejando un reguero de sangre. Jessica se tuvo que defender poniendo su brazo en la boca del animal para evitar que este alcanzara su cuello, pero con la consecuencia de que amenazaba con perderlo del todo.

De pronto, una espada exageradamente larga se clavó en el hombro del villano. Lo hizo con tanta fuerza que incluso fue derribado de su montura. Cuando se incorporó, furioso, vio que había sido la chica de la que se había burlado antes, pero parecía que aquel había sido su última conjuración, pues caía al suelo sin reserva de fuerza alguna.

- ¡Matadla a ella! -. Ordenó y sus bestias obedecieron, centrándose en Elisabeth.

Pero la chica no cayó al suelo, lo hizo sobre los hombros de otra persona, que la sujetó delicadamente.


- Ya está todo bien, Elisabeth. Perdón por la tardanza.

- ¿Más niñatos? -. Tensó las facciones del rostro el rubio cuando vio lo que estaba pasando.

Sus lobos habían sido repelidos por un grupo de otros tantos niños. Mientras que algunos se centraban en luchar contra ellos, otros ponían a salvo a los alumnos de 1ºA y trataban sus heridas.

- ¡Hell in a Cell: Spinebusteeeeeeeeer! -. Andrei cargó a uno de los lobos sobre sus brazos y se tiró en picado a por otros dos aun agarrando al primero. Derribó por completo a los tres.

- A un lado -. Indicó Troy a su compañero, que se quitó de inmediato. Los tres lobos que estaban intentando levantarse fueron degollados con enormes tajos, hechos tan solo por un cuchillo militar que sostenía este.

- Se pondrá bien -. Tranquilizaba Shaylee a Liv, quien débilmente se acercaba a Gabriel con los ojos enjugados en lágrimas -. Estoy curándole, no te preocupes.

Maryse y Rayah se estaban encargando del otro flanco del combate. Los dos parecían competir entre sí en una demostración de ver quién era más ágil y rápido, pues se deslizaban entre los enemigos como si fuesen sombras que estos no podían llegar a alcanzar. Rayah los remataba con sus garras e incluso aplastaba sus cabezas con su cola, mientras que Maryse repartía a diestro y siniestro numerosas dagas que se clavaban con precisión en las patas y ojos para inutilizar todos sus movimientos.

- ¡Viene uno por arriba! -. Indicó Shaylee mientras seguía concentrada en la sanación de Gabriel.

- ¡Yo me encargo! -. Gritó Xelsius, quien emitió de su cuerpo una columna de fuego que evaporó al instante la energía que conformaba su cuerpo.

- ¡Acabad con todos! ¡AHORA! -. Gritó el chico rubio, exasperado.

Un buen cúmulo de lobos se juntaron y sus energías se fusionaron para formar uno más grande, que empezó a correr con grandes zancadas.

- Yo me... encargo -. Comentó Andrei, jadeando con mucho esfuerzo.

- Has luchado contra las ratas en el hotel, nos has traído cargándonos a todos y encima has podido derribar a tres de estos seres... Apártate mejor -. Propuso Troy.

- ¡NO... Yo no...

- Apartaos los dos -. Alexandra se levantó y alzó la mano -. De pronto, el gigantesco lobo desapareció. Durante un instante todos se preguntaron qué había pasado con él, hasta que la chica prosiguió -. Te lo devuelvo -. Este apareció encima del rubio, cayendo pesadamente sobre él. A este no le dio tiempo de desinvocarlo y fue aplastado por su propia invocación.

- ¡Así se... hace! -. Alabó Andrei.

- No ha estado mal -. Dijo una voz que no fue ni de ninguno de 1ºA, 1ºB o de aquel chico rubio -. Bien... ¿Empezamos el segundo asalto?

- Va... Varick.

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Samuel sabía que no podía vencerle. A pesar de que había corrido un buen trecho, Skale seguía persiguiéndole y por más que usase el agua para bloquearle o contrarrestarle, seguía abriéndose paso con mucha contudencia.

- ¿¡Qué ocurre!? ¿¡Por qué no haces más que correr si soy un "maestro elemental de segunda"!? ¿¡EH!?

Su reserva de magia se estaba agotando y eso le imposibilitaba seguir creando agua de la nada. Su esperanza recaía en acercarse al muelle, donde adquiriría algo de ventaja para poder equiparar las fuerzas, pero Skale se encargaba de bloquear todos los acceso y obligaba al chaval a adentrarse más en la ciudad.

Si no puedo usar el agua... Al menos le obligaré a dar la vuelta. 

Así lo hizo. Esquivando todos los guijarros de Skale y escurriendose por cada callejón u obstáculo que pudiese usar de escudo, dio la vuelta a la manzana y siguió corriendo, de vuelta al mismo lugar del que habían partido. Al llegar a la fábrica BUILDTON, Samuel entró en la parte de la factoría en vez del almacén. Usó su última reserva de agua para poder filtrarla por debajo de la persiana metálica y activar desde dentro la palanca. Con ello, ya no podía crear más.

En el interior se encontró con una cadena de maquinaria pesada, seguramente para compactar rocas sedimentarias en enormes y sólidos bloques. Sus sospechas habían sido correctas.

Para poder compactar los sedimentos, primero lo mezclan todo con agua para poder crear una masa lo mayormente homogénea posible. Luego tan solo la someten a calor para evaporar el agua y endurecerla. 

La mente de Samuel trabajaba a toda velocidad. Necesitaba localizar el tanque de agua y abrir la compuerta de entrada. Con ello podría usar todo su contenido contra Skale para ahogarlo o lo que fuese. Y por fin lo vio; el enorme tanque con una manivela en la parte superior y unos conductos que iban a la maquinaria pesada de compactación.

- ¡No voy a dejar que hagas nada! -. Gritó Skale, que acababa de aparecer justo para cuando Samuel estaba haciendo fuerza en la manivela para abrirla.

Con su enorme brazo de piedra dio una sacudida y cayó encima del tanque. Samuel se tuvo que apartar pero miró con aprensión lo que acababa de suceder: El impacto había abollado la tapa superior y destrozado la manivela, ya no podía abrirla y disponer del agua. Para colmo, un sonriente Skale se aseguró de obstaculizar todas las entradas y salidas que veía ante él, atrapando así al muchacho.

- Así no podrás correr más... ¡Muere! -. Skale arrojó otra salva de guijarros, que chocaron con sonoros ruidos metálicos por toda la maquinaria aunque algunos de ellos se hundían en otras partes de la factoría más alejadas, en sacos y cajas.

Samuel logró esquivarlas aunque una le impactó en la pierna y empezó a cojear desde entonces. Se intentó esconder y salir del alcance de visión de Skale, quien empezó a mirar a todos lados, impacientado.

- ¿¡Y bien!? ¿¡No serías tú el maestro elemental de segunda, verdad!? ¡Ah, ya veo, lo que pasa es que eres el maestro elemental del escondite! ¡JAAAA, JA, JA, JA, JA!

A cada carcajada, sacudía sus piedras en busca del escondite de Samuel, tan solo era cuestión de tiempo que le encontrase. Este apretó su pierna y cerró sus ojos, mientras todo retumbaba con la contundencia pétrea.

Piensa Samuel... Tiene que haber alguna solución -. De pronto, sus pensamientos le llevaron al partido de volleyball, donde le dijeron que pudo usar su poder ígneo aunque él ni se dio cuenta -. Pero aunque pudiese usar el fuego con voluntad propia, mi reserva mágica sigue agotada, no podía crearlo sino controlarlo, y eso que tampoco sabía hacerlo.

Aunque su mente normalmente encontraba una solución óptima para todo tipo de situaciones, aquella vez admitió con una sonrisa de desagrado que se encontraba en un punto muerto. Otro estruendo le obligó a trasladar sus pensamientos a lo que sucedía a su alrededor.

- ¡A diferencia de ti, mi cuerpo está cubierto de piedras! ¡No uso el agua como una maricona que eres! ¡Mi cuerpo es mi elemento!

¡Claro! 

Haciendo un esfuerzo increíble por mover la pierna, que incluso le llegó a morderse la lengua del dolor, escaló por la maquinaria y se mostró ante Skale.

- ¡Eh, por aquí!

- ¡Muereee! -. Gritó este, arrojando de inmediato otra salva de piedras.

Samuel empezó a correr como pudo, e incluso se echó al suelo para esquivar algunas. Los guijarros estaban destrozando los conductos de emisión, de manera que su plan podría llegar a surtir efecto. Tan solo tenía que levantarse y activar la palanca que tenía frente a sí, a la altura de la pasarela superior. Se incorporó y empezó a correr, estaba a tan solo un palmo del conmutador pero una piedra le alcanzó en el torso y fue derribado hasta el suelo. Con un grave dolor, quedó mirando la palanca que tenía a unos cinco metros de altura. No llegaba a ella y Skale se acercaba.

- ¿¡Últimas palabras!?

- Sí... eso debería decirlo yo...


Skale reculó un poco, pues sabía que Samuel no podía crear agua pero de su mano estaba surgiendo un galón de dicha sustancia.

- Mi cuerpo es mi elemento, ¿no?

- Tú... no puede ser...

- El cuerpo humano está formado de un setenta y cinco por ciento de agua, claro que puede ser.

Aunque con ello esté poniendo en juego mi vida, no queda otra.

- ¡Déjate de tonterías, niñatooo! -. Skale fue a atacar, pero ya era demasiado tarde.

El agua flotó hacia arriba, envolviendo el conmutador. Samuel apretó su mano y el agua descendió, activando con ello el mecanismo. De pronto, toda la maquinaria de la fabrica se puso en funcionamiento y el entorno empezó a envolverse de un gas caliente que provocó que Skale gritase de dolor cuando le dio en la cara.

- El vapor de agua... -. Un pálido Samuel debido al deshidratamiento se incorporó y contempló como dicho vapor surgía de los conductos que el propio Skale había destrozado con sus piedras -. Aún no puedo controlarlo, pero sabes lo que pasa cuando al vapor caliente se le aplica frío, ¿verdad?

No esperó a que contestase. Sacó el explosivo de nitrógeno, activándolo y arrojándolo hacia el punto donde el gas caliente se acumula, es decir, por encima del frío. Así que lo lanzó con las pocas fuerzas que le quedaban a la parte superior, cerca del techo. Esta estalló en una esfera de congelación y el vapor de agua se condensó instantáneamente, cayendo sobre toda la zona como si fuese una lluvia a pequeña escala.

- ¿¡Qué es todo este agua!? ¿¡CÓMO COJONES!? ¡AAAAAAAAAAAAAAH! -. Gritó Skale cuando Samuel movió toda la masa, empujandole hasta los sacos -. ¿¡Qué es esto, cemento!?

Samuel filtró el agua por los sacos de cemento y la humedeció para poder controlar la mezcla en torno al cuerpo de Skale.

- Eres un maestro elemental de segunda... porque no comprendes tu elemento. Tan solo lo manejas como si fueses... un orangután. Un buen maestro elemental comprende los... límites de la sustancia que maneja, además de que puede extraerla de... cualquier situación, al contrario que tú que solo manejas... las piedras superficiales.

Apretando el puño, Samuel extrajo el agua del cemento en un instante, de manera que este se secó y solidificó hasta crear una homogénea capa con la que Skale cada vez le costaba más moverse, hasta que quedó hecho prácticamente una estatua, tan solo con su cabeza al descubierto para que pudiese respirar. Aunque Samuel se aseguró de tapar también su boca para evitar escuchar más gritos.

El chico cayó al suelo, jadeando y deseando poder beber agua potable.

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- ¿Esto es todo? ¿Esto es todo lo que podéis hacer en esta situación, a pesar de que me encuentre herido?

Varick se encontraba en el centro de un grupo de vencidos. Incluso los refuerzos de 1ºB estaban derrotados en el suelo. Tan solo permanecía consciente Alexandra, aunque estaba de rodillas, doliendose de su brazo derecho.

- ¿Por qué... a tu propio compañero...

- ¿A ese rubio te refieres? Bueno... digamos que me cae mal.

- Déjanos ir... No tienes por qué hacernos daño -. Aquella vez era la primera que Alexandra suplicó, más por la vida de los demás que por la suya propia.

- Lo habéis estropeado todo y encima no lo entendéis. No os preocupéis, no os mataré, no soy un demonio. Pero tampoco un ángel, debo daros un correctivo para enseñaros a no meteros en el lugar de los mayores.

Con su cuerpo magullado, exhibiendo un torso definido muscularmente pero también marcado por las heridas que le infligió Mythra, empezó a caminar hacia el frente.

- Empezaré por esa chica de ahí -. Dijo refiriéndose a Elisabeth.

- ¡No! No te dejaré... -. Alexandra intentó ponerse en medio.

- Que así sea entonces -. Sentenció Varick, que con un ágil movimiento la agarró del cuello y la alzó por encima de este, ahogándole más a cada segundo.

De pronto, alguien tocó el hombro de Varick, llamándole. Este giró tan solo su cabeza pero antes de que pudiese ver de quién se trataba, acababa de salir volando hasta chocarse con un enorme estruendo con el terraplén que subía desde las vías hasta las naves.

- Perdona... -. Dijo una voz algo melosa y con una sarcástica educación. Dicha persona sostenía a Alexandra con él, que tosía para recuperar el aire -. ¿Te importaría dejar a mi hermana, por favor?

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- ¡ESTE ES TU FIN, TOM!

- ¡LO SERÁ EL TUYO, MAESTRO!

El intercambio de golpes era ampliamente contundente. Cada vez que la alabarda del profesor Jhin chocaba con las escamas de Magrid, una pequeña onda de fuerza se generaba, empujando con fuerza el aire a su alrededor. La velocidad de ambos era incréible, no solo en sus movimientos marciales sino que el profesor también era capaz de usar su poder en décimas de segundos para defenderse y contraatacar; creando ilusiones no solo de si mismo, sino de su arma para poder atacar a los puntos ciegos de la defensa de Magrid. Sin embargo, este transformaba sus escamas en piedra y seguidamente en peludas extremidades, según si necesitaba bloquear con contundencia o ganar velocidad. Incluso llegó a desplegar unas alas que según la necesidad de movimiento varió entre unas con membranas parecidas a las de murciélago o unas con garras parecidas a las de un dragón.

Jhin dio una voltereta y atacó a las piernas de Magrid, dañándolas severamente, pero este contraatacó con un puñetazo con el que el profesor tan solo pudo defenderse con su alabarda. Esta casi se quiebra y del impacto fue empujado varios metros, pero se mantuvo aún en pie.

- Esto es muy interesante, por fin estoy pudiendo comprobar eso de que el alumno supera al maestro -. Comentó él, sonriendo.

- Pudiste formar parte de una de las mejores generaciones de héroes, aún no entiendo qué sucedió para que te volvieses así...

- Ah, ¿aún no te diste cuenta? Bueno, supongo que entonces no mereces ser profesor nunca más, si ni siquiera eres capaz de reconocer... ¡TUS ERRORES! -. Magrid se lanzó de nuevo al ataque, esta vez sumido en furia debido a algo que había recordado.

- Rolling... Thunder... versión cuerpo a cuerpo -. Susurró Jhin y de su alabarda empezó a surgir rayos que formaban una espiral alrededor del propio cuerpo del profesor. Él también se lanzó al ataque.

La estocada horizontal de la alabarda le rozó el rostro, hiriéndole, pero permitiendo que este se pudiese escabullir y alcanzar al profesor, que tuvo que defenderse soltando su arma con una de sus manos para bloquear el puñetazo. El brazo quedó malherido cuando las escamas se clavaron en su cuerpo, pero a pesar de todo su puño se iluminó de azul. Durante un instante, surgieron dos armas que Jhin movió telequinéticamente y que se clavaron en las piernas de su ex-alumno. Tras eso, volvió a sujetar su alabarda e intentó clavarla en el abdomen. Pero Magrid escupió una flema de ácido y Jhin tuvo que soltar su arma y agacharse. Sin la alabarda, estaba a merced de que el villano le apresase y clavase sus escamas, pero este se revolvió con una fuerte patada en el rostro, empujando esta vez a su enemigo unos metros atrás.

De pronto, la guardia llegó y acorraló en cerco a Magrid. Jhin se percató de ello y recogió su alabarda, levántandose lentamente y jadeante.

- Este es el fin, Magrid. Tus hombres están cayendo y estás rodeado. Ríndete...

- Oh, parece que de verdad es mi fin. Pero sería una lástima que... -. Magrid sacó de la nada un detonador que mantuvo en alto.

- ¿Sabes lo que activa esto, profesor? Oh, supongo que no tienes ni idea. Claro, como nunca te das cuenta de lo que ocurre en tus alumnos...

- ¿¡Qué quieres decir!? -. Gritó Jhin, que estaba empezando a perder la paciencia ¿De nuevo Magrid iba a escapar? No podía permitirlo.

- Me pregunto si las dos capas contendrán chocolate... o si tan solo la primera es así y la segunda tiene un explosivo sutilmente colocado.

- ¿De qué estás hablando?

- Je... Es muy fácil embaucar, y llenar de orgullo y satisfacción el corazón de un chico que se siente inferior al resto ¿No crees, profesor? El amor puede ser un recurso muy bien usado para ello...

- Tadeus... -. Jhin por fin se acababa de dar cuenta.

- ¡Si alguien más me toca, activaré este detonador y el hotel entero hará PUM! -. Gritó Magrid, que a partir de entonces lo sostuvo con una cola escamosa que surgió de su cuerpo -. Esto es tan solo entre tú y yo, profesor.

- Maldito seas...

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La lucha se estaba en los compases finales, Alanne lo sabía. Su enemigo no estaba a su altura y aunque sus poderes no brillasen con tanta fuerza como hace años, seguía sin ninguna herida, mientras que con sus haces y su poder de creación había podido acorralarle y herirle en varios puntos de su cuerpo. Incluso su ropa se había desgarrado y su mascara partido por la mitad. Sin embargo, la reina podía comprobar como la mitad inferior de su cara, la que mostraba por la máscara, esbozaba una perpetua sonrisa ¿Hasta dónde pretendía llegar?

A medida que transcurría la pelea, fueron de calle en calle, intercambio golpes entre tejado y tejado. Alanne pudo comprobar como su guardia estaba aplacando al enemigo y era cuestión de tiempo que la victoria llegase, su plan había funcionado. Tan solo deseaba que no hubiesen víctimas mortales, no debía haberlas si todo salía según lo ideado.

Tras esquivar dos ataques con cierta dificultad, aquel tipo saltó a la azotea del siguiente edificio. Alanne así lo había predicho y había conjurado su poder allí, en forma de tres lazos dorados que lo atraparían desde distintos puntos. Incluso aunque lo esquivase aún podría pillarle con la guardia baja, pues así lo hizo. Saltando logró esquivar los lazos, que seguían extendiéndose en el aire con la intención de alcanzarle. Volaba con una soltura increíble, pero no podía dedicar ni un solo segundo a contraatacar a la reina, y esta se aprovechó de ello. Alanne sostuvo en alto su espada con las dos manos y cerró los ojos, concentrándose. Entonces la energía dorada se concentró para formar dos alas brillantes que se batieron majestuosamente para mandarla a volar. Con él ocupado con los lazos ni siquiera pudo verla acercarse a toda velocidad. La espada no se clavó en el corazón por pocos centímetros y aunque surgió una gran cantidad de sangre de la herida y de su boca, este seguía sonriendo.

- No ha perdido cualidades a pesar de la edad, majestad... -. Admitió mientras él mismo se alejaba, sacándose la espada, lo que generó aún más sangre que caía desde lo alto donde volaba. Aún sonreía -. Pero dime... ¿Sigues manteniendo dichas cualidades para protegerlos a todos?

Los lazos de su espalda se alargaron aún más, como si estos saliesen del interior de su cuerpo hasta alcanzar una longitud impresionablemente grande. Eran incontables y cubrieron varias manzanas de la ciudad, apuntando con sus bordes puntiagudos hacia abajo. Alanne se alejó e inmediatamente concentró todo el poder que tenía disponible. Al mismo tiempo que esos lazos cayeron en picado encima de cientos o miles de personas, una gran capa dorada emergía de la ciudad, como una marea de oro que inundaba las calles. Los lazos se estrellaron con esa energía, que se concentraba cambiando su forma. De dicha energía surgieron la misma cantidad de extremidades, de manos que agarraban los lazos para impedir que el enemigo pudiese huir o preparar su siguiente ataque. Además, Alanne veía como no solo sus Caballeros de la Rosa Dorada aparecían cerca, sino también algunos de sus compañeros como Luriel, Iris Lien o Aleindra. Aquel tipo estaba perdido.

Pero cuando quiso darse cuenta, se lanzó de lleno a por ella. Lo hizo imbuyendo la cuchilla de su brazo de una neblina oscura, que provocaba además que se agrandase.

- ¡Ahora no te puedes defender, majestad!

El ataque arrasó la parte frontal de la armadura de la reina, cercenando la piel de su torso y cuello. Durante un segundo, todos los que estaban allí se quedaron helados y vieron a cámara lenta como la sangre surgía del cuerpo de la reina, que parecía que empezaba a caer al suelo de la calle.

- Tsche... fallé.

El ataque fue serio, pero no fatal. La herida fue relativamente superficial aunque Alanne se llevó la mano a esta y jadeó del dolor. No obstante, pudo recomponerse y para cuando lo hizo, llegaron todos los que estaba a su alrededor.

- Espera... ¿Dónde... -. De pronto, Alanne se mostraba horrorizada. Seguía con la mano en su cuello pero no para palpar la herida, sino algo que le faltaba.

- ¿Qué... es... esto? -. Preguntó curioso aquel tipo. Con el ataque, había arrancado un colgante con la forma de un ángel cuyas alas envolvían su propio cuerpo. En cuanto Alanne vio aquello perdió toda paciencia que había mantenido durante todo el combate.


- ¡DEVUÉLVEME ESO! -. Gritó con verdadero desgarro, lanzándose a por él aunque su movimiento no era tan rápido como antes debido a la herida. El sujeto separó los lazos de su espalda para moverse de nuevo con libertad, pues estos seguían atrapados por el poder de creación de la reina. Tras esquivar el ataque, la reina siguió insistiendo, pero cada vez se alejaba más.

- Supongo que esto es lo máximo que podré conseguir esta noche... Suficiente -. Comentó conforme el tipo, mirando cómo el Caballero de la Rosa Dorada, Escorpio, preparaba una flecha en su arco, o como la reina Iris Lien preparaba su magia -. No se qué es esto pero parece que lo valoras mucho, majestad... En cualquier caso, que lo pierdas no será lo peor que te pase... a largo plazo.

Y entonces, se preparó para soltar una revelación. Con un grito cambiaría el mundo; con esas palabras, los aún recelosos y escépticos acabarían sucumbiendo a la realidad en cuanto contrastasen los datos; con aquella declaración, causaría más dolor que lo que podría causar atacando de nuevo. A través de la máscara rota, Alanne vio como aquel sujeto cogía aire y mientras conjuraba, gritó con una increíble potencia.

- ¡LA MAGIA DEL MUNDO SE ESTÁ AGOTANDO!



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No había ningún guardia cerca para socorrer a tantísima gente afectada. Los gritos eran ensordecidos por los restos ardientes que ardían hasta derruirse, pero no era lo único audible. Unos muy graves rugidos ocurrían alternativamente a los gritos de las personas que intentaban no solo huir, sino socorrer a los demás o incluso buscar a sus seres queridos, sepulcrados bajo los restos ardientes de los edificios. Algunos pudieron ver el origen de los rugidos y palidecieron del terror; aquello no podía estar pasando.

- ¡Demonios! ¡Son demonios!

Algunos valientes, llevados más por su instinto de no dejar atrás a los demás que por verdadera valentía, cogieron horcas y rastrillos para defenderse y dar tiempo a los demás para que pudiesen sacar de entre los tablones a sus familiares. Los seres demoníacos, pequeños pero terribles; de piel rojiza y largas garras negras, se lanzaron de lleno a por sus víctimas. Los hombres pudieron aguantar con ahínco el tiempo suficiente, pero empezaron a tener varias bajas que no solo redujo el número de efectivos sino que minó por completo la moral de los que quedaban. Especialmente, cuando uno de ellos, dejó caer aterrado la herramienta. Acababa de subir a una montaña de restos humeantes y pudo ver mejor el paisaje ante él, que hasta entonces estaba tapado por el fuego negro y el humo: eran decenas de esas criaturas, y cada vez parecían ser más.

- ¡Guardia, a mi!

"Estamos salvados" pensaron muchos. Todo un escuadrón de guardia acababa de llegar y estos sí que aplacaron la vanguardia de monstruos y les obligaron a retroceder. En una formación de manual, colocaban sus escudos frente a ellos y ensartaban con sus lanzas a los demonios, que caían rápidamente. Los voluntarios que habían accedido a luchar recobraron la moral, alzaron sus herramientas y gritaron ferozmente, uniéndose a la guardia para todavía arrasar más con las criaturas.

- ¡Colocaos encima del montículo de restos! ¡Acorraladlos cuesta abajo!

Aquella orden debía de ser el final de la amenaza, pero fue totalmente lo contrario. Hubo otra explosión, que acabó tanto con las pequeñas criaturas como con el grueso de soldados y aldeanos que estaban enfrascados en la lucha. Del epicentro del fuego que acababa de estallar surgió una nueva y esta vez enorme criatura demoníaca con aspecto levemente humanoide. Disponía de una ancha boca con hileras de dientes romos pero que lucían bastante fuertes, además de disponer de largas púas por su espalda. Los humanos no eran rivales para este nuevo enemigo, y menos cuando habían roto filas por la explosión. Cada uno que recogía este demonio con sus garras, era presa de su prensa dental, con el que era devorado.

- ¡Correeeeeed!

Así lo hicieron todos, incluidos los guardias restantes. A pesar de que su deber era proteger al pueblo, lo hacían sumido en un miedo completamente irracional, un instintivo sentimiento de supervivencia que afloraba desde lo más profundo de ellos.

Pero de pronto, todos cayeron al suelo y se quedaron con los ojos en blanco, sumidos en un extraño trance.

- No puedo permitir que nadie sepa quien soy. Así que descansad de vuestra pesadilla.

Un sujeto tapado por una capa completa cuyos bordes inferiores estaban muy desgastados, avanzaba hacía el frente. También su rostro estaba tapado por la capucha que disponía la capa, y la tenía bastante baja para evitar mostrar su rostro. Alzó mucho su cabeza para poder ver a la criatura que había centrado sus ojos en él y que avanzaba hacia el frente.

- Siento vuestras perdidas, pero esto no puede salir de aquí -. El demonio rugió y empezó a avanzar hacia él, aumentando gradualmente su velocidad -. En la ciudad se están haciendo las cosas bien. Que se sepa algo así devastaría el ánimo de la población -. Estaba a unos diez metros y empujaba todo lo que tenía frente a sí, como las vigas de madera y los restos de los carros y cajas -. Luego borraré vuestra memoria y haré desaparecer los cuerpos de los monstruos, ahora debo...

El demonio abrió su boca y se lanzó con ella a por el único tipo que había de pie en ese momento. Pero no pudo probar más que polvo y madera, pues esa persona ya no estaba allí. Esa persona se encontraba en el aire, cayendo sobre otro montículo de restos para tener la ventaja de la altura. Desde ahí veía a su objetivo claramente, podía disparar su poder con total facilidad. Del hueco de la capa surgió su puño derecho, que apretaba mientras se concentraba en él un brillo azul muy intenso. Luego, dio forma a ese brillo, formando un arma que era cruce entre una jabalina y una lanza. La sostuvo en alto, dispuesto a lanzarla.

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