Antes de abrir los ojos, hizo el
esfuerzo necesario para desperezarse y removerse un poco en la cama,
buscando una posición perfecta y volverse a dormir pero su mano
chocó con algo. Por un segundo se creía en su habitación de Tilos
pero tocar la mano de Lucía y abrir los ojos para encontrársela ahí
junto a ella le devolvió a la realidad. Su reacción fue alejar la
mano lentamente mientras la observaba, como si necesitase la
precisión de un cirujano para no molestar a Lucía, que ni se había
inmutado; e incorporarse poco a poco. Tras unos segundos observándola
con cara de arrepentimiento, como si fuese a despertarla y
reprocharle algo, giró la cabeza buscando la claridad que ya entraba
por la única ventana del estudio. Con silencio se sentó en el borde
de la cama y tras buscar con los pies sus zapatillas, se las puso y
se levantó mientras intentaba protegerse del frío abrazándose a sí
misma, pues el pijama no sería suficiente. Se acercó a su mochila,
de la que aún no había sacado toda su ropa, y buscó con cuidado de
no arrugar el resto de prendas su bata de color granate con las
siglas E.O.M. bordadas en dorado en la parte izquierda del pecho.
Mientras se la ponía y se le escapaba
un silencioso bostezo, comenzó a bajar las escaleras a la vez que se
ponía la bata. Apenas había comenzado a bajar esa decena de
escalones que le separaba del resto de la escueta vivienda pisó el
bajo de la bata y perdió el equilibrio, cayendo inmediatamente de
culo y terminando de bajar el resto de escalones a trompicones. Tras
repasar en infernal algunas palabrotas que se sabía, se agarró la
mano derecha pues los nudillos de esta se habían llevado el golpe
más doloroso. Cerró los ojos con fuerza y apretó los labios para
contener el dolor. Tras abrirlos de nuevo y con el ceño fruncido,
volvió la cabeza escalones arriba, como si pudiese encontrar la
manera de vengarse de ellos de alguna forma mirándoles mal pero vio
la cama e inmediatamente solo pensó en haber molestado a Lucía y se
levantó, soplándose en la mano derecha para aliviarse un poco.
Aún enfadada por el porrazo, se acercó
a su diminuta cocina y la simple idea de desayunar despertó su
estómago, que rugió hambriento. La noche anterior, en la fiesta de
fin de año, apenas había probado bocado. Abrió sin pensar la
puerta derecha de su nevera y se encontró con lo que ella misma
había preparado: una veintena de kilos de diferentes carnes de
diferentes animales, envasada por cantidades y etiquetadas con un
papel pegado al envoltorio para diferenciar desayuno, almuerzo y
cena. Cerró la puerta, pues ahí no encontraría nada para ella y
apoyó el trasero en la encimera. Afectada por la morriña se tapó
la cara y cerró los ojos para hacer con eficiencia el ejercicio de
memoria.
“Yo ahora me comía una buena
pieza de pan de espelta tostada, con esa crema de queso tan suave que
mamá encargaba y nos traían a casa y un poco de la rica mermelada
de piña que seguro que aún sigue en casa porque solo me gustaba a
mí. Además, estando acurrucada en el sillón de cuero del salón
que siempre utiliza Rafael cuando tiene alguna cosa con la que
concentrarse. Bueno, como parte del deseo me gustaría aclarar que
aprovecho el momento para reunirlos a ambos, mi madre y mi hermano, y
les presento a Lucía...”
Ellie entonces volvió a abrir los ojos
y destapándose la cara miró hacia la parte de arriba donde estaba
la cama, y se intentó concentrar en escuchar el respirar de Lucía
mientras duerme.
“No creo que ella disfrutase de un
desayuno así, seguramente ella querría tan solo carne. ¿Sabrá
disfrutar de pequeños matices de los sabores? Imagino que para ella
es mejor la cantidad que la calidad.”
Entonces se volvió hacia la nevera y
ahora sí encontró, además de algunas raciones más de carne
envasada, comida más apetecible para ella en ese momento. Cogió la
botella de leche y buscó entre su menaje un bol y entonces echó
parte. Se acercó a una de las puertas de la encimera y sacó un
paquete con copos de avena con azúcar y se echó unos pocos. Tras
guardar todo lo que ya no le hacía falta, cogió también una
cuchara y una servilleta, y se acomodó en la pequeña mesa que había
en el centro del estudio para disfrutar de su desayuno, pero comenzó
de nuevo su particular debate interior.
“Supongo que esto no se planea, a
la gente simplemente le pasa. No puede ser que mi perspectiva
simplemente cambie así de rápido y ni me sepa encontrar. Los
consejos que me dan pueden estar muy bien pero para mí están
vacíos, yo quiero tener otras prioridades. Esto me afecta ya tanto
que solo acumulo pena.”
Entonces su mente viajó a la escena en
la que Lilith le pedía matrimonio a Alexandra y todo el mundo lo
celebraba, como si fuese lógico. A Ellie todo le parecía una
tontería pues la relación podría cambiar en un momento y ni se
habrían casado, aún quedándoles dos años como mínimo para poder
hacerlo.
“Debería haber aprovechado la
emoción del momento – se discutió a sí misma - y haberle
dicho algo en vez de salir corriendo . Y menos mal que me encontré a
Giovanni para encontrar la excusa de sentarme con él y no salir
corriendo despavorida.”
Entonces alguien golpeó un par de
veces la puerta. No sabía qué hora era pero le resultó extraño,
pues sabía que no había dormido lo normal. Se levantó para abrir
la puerta aunque antes miró a través de la mirilla, encontrándose
a una chica que ya se había cruzado en algún momento por el
pasillo.
-Hola mona, ¿qué tal?
Era una chica que podría rondar los
treinta años aunque no guardaba muy buen aspecto. Llevaba puesto un
vestido corto bastante arrugado sin hombros lo que hacía que se
tuviese que preocupar cada poco tiempo por recuperar a su posición
ideal para no acabar enseñando los pechos. Además, su cara y su
despeinado pelo daban la idea que la chica había estado de fiesta y
estaba en las últimas.
-Buenos días .- contestó Ellie
después de mirar a su vecina de arriba a abajo un par de veces con
cara de preocupación por ella misma y por la propia chica. - ¿Puedo
ayudarte en algo?
La chica apoyó su costado en el marco
de la puerta haciendo que Ellie diese un pequeño paso de seguridad
hacia atrás.
-Nena, perdona que te moleste pero he
escuchado ruido cuando subía a casa, he pensado que habría gente
despierta, y entonces quiero aprovechar y pedirte a ver si puedes
prestarme un par de piezas de frutita. Unas manzanas o algo por el
estilo. ¿Eres la nueva vecina verdad? - la chica intentó enfocar la
mirada en Ellie para sacar detalles y se fijó en lo bordado de su
bata. - Por favor, mmm... Elena... ¿o Elisa? La necesito para
desayunar cuando me levante. Yo suelo hacerme un zumo y le echo unos
polvitos que venden para la resaca y me quedo nueva.
Ellie entonces asintió y pese al
rechazo que le transmitía la chica, se acercó a un recipiente
grande que tenía en la encimera y agarró un par de naranjas y una
granada. Tras volver la mirada hacia la chica de nuevo le desagradó
ver que esta había dado un par de lastimeros pasos hacía dentro
para cotillearle la casa y entonces se fijó en Lucía.
-¿Vives con tu hermanita? - dijo
bajando la voz - ¿U os va el rollete...?
La chica comenzó a hacer unos gestos
con la lengua como si de una demostración profesional de algo que le
hacía sentir orgullosa y eso solo incomodó aún más a Ellie, que
le puso la fruta en las manos y con un brusco intento educado le
señaló la puerta.
-Disculpe, pero tengo muchas cosas que
hacer. No es necesario que se sienta en deuda por la fruta y ¡qué
descanse! -espetó Ellie, intentando disfrazar el mal humor que había
conseguido de falsa simpatía.
La chica se volvió mientras se reía y
daba las gracias ya sin apenas fuerzas. Tras salir Ellie le echó un
último vistazo con el cejo fruncido por la desagradable visita y
cerró con cuidado de no hacer ruido.
Algunos minutos más tardes, después
de asearse, de haber recogido y limpiado todo lo que había usado con
el desayuno y guardar el pijama y la bata en un armario, ya estaba
prácticamente lista para salir. Su intención era acercarse a la
biblioteca y hacer quizá algunas compras. Se encontraba sentada en
el sofá, terminando de colocarse bien las botas sin tacón que solía
usar para moverse más cómodamente. También se había puesto un
abrigo negro con unas mangas hasta el codo que tenía adornada la
parte del pecho y rodeando el cuello con pelo sintético negro, que
además ayudaba a abrigar. Debajo de eso llevaba una camisa blanca y
se había puesto un pantalón negro ajustado. A su lado, apoyado en
el sofá esperando que acabase con las botas, sus guantes negros y
una capa con capucha negra, adornada en sus bordes por pelo blanco,
también sintético.
“Tarde o temprano sabré qué es
todo lo de esa silueta. Después de saber lo de La Doncella Suprema
será todo más fácil. A ver qué encuentro en los libros.”
Pero justo al pensar eso le vino otra
preocupación a la cabeza y se llevó la mano al pecho, buscando en
su recuerdo el orificio de la bala.
“¿Dónde estaba la bala? Si
Michelle no la había cogido es porque sería algo mágico o
simplemente algún material que se deshace. Michelle... Ahora mismo
estaría muerta si no llega a ser por ella. Aunque por Lilith
también, que nos sacó de las ruinas... Desde que he comenzado a
recordar cosas sobre el incidente del sótano, mi vida ha dado un
vuelco de 180º. Tranquilidad y progreso a incertidumbre y miedo a lo
que pueda pasar. La explosión a la que tengo que temer de verdad es
a la que hará mi cabeza cualquier día mientras la situación siga
así. Pese a todo, el miedo siempre se me ha enseñado como seguridad
para los sensatos, aunque rendirse a él es de... de los que se
esconden. Yo quiero estar en el termino medio, utilizaré mi miedo
para asegurarme de no pifiarla, pero tarde o temprano saldré de esta
agonía y los causantes lo pagarán.”
Ellie terminó de adecentarse y salió
hacia la calle, aún siendo muy temprano pero con la intención de
dar una vuelta mientras abrían los comercios. Respetó el silencio
que había en la vivienda y cerró la puerta por fuera ayudándose de
las dos manos, para no hacer el mínimo ruido y despertar a Lucía.
Tras bajar a la calle, ocultó del frío su cabeza con la capucha y
comenzó el paseo hacia la biblioteca.
“Y luego están las compañeras de
academia. No sé cómo han ido aprobando hasta llegar aquí, si
apenas conocen un mínimo más allá de lo básico de su estilo de
combate. Yo tengo mi plan establecido y ahora que tengo una meta voy
a conseguirlo. Cuando era niña soñaba con más y más llegaré a
ser cuando aprenda y acabe los cursos. Llegará el día en el que mi
madre pueda descansar tranquilamente en casa y sea yo quien salga a
resolver los problemas. Maldita Summer, que ella sí que sigue siendo
una niña. Jamás había sentido más rabia, ternura y además
respeto hacia una misma persona. Ojalá todo le vaya bien y
encuentre a sus hermanas, eso quiero verlo yo que seguro que son
todas iguales y entonces es cuando a Luthor le dará un infarto.
Nadie en realidad en la academia se merece nada malo.”
Entonces, mientras justo pasaba delante
del Guacamole, que aún estaba cerrado, le vino otro recuerdo a la
mente, uno que le hizo ruborizarse. En su imaginación volvía a
revivir el agradecimiento y la reacción de Liv cuando fue a
agradecerle lo que había hecho por Gabriel.
“Eso en realidad sobró, yo no lo
quería. De hecho, quizá no lo debería haber hecho, si a Gabriel le
pasa algo meteré en problemas a mi madre y me meteré en problemas
yo, y no tengo la potestad para resolverlo. Aunque esa tontería que
he hecho también ha servido para salvarle la vida por lo del tren...
De forma fortuita, eso sí. Mérito ninguno.”
Ahora pasaba por delante de La Ladera.
A la culpa de haber mentido a la madre de Gabriel se le tenía que
sumar el ocultarle a veces cosas a Cleo. Se habían metido en las
ruinas y acabado con algunos criminales pero obviamente habían
actuado fatal, no era territorio para unas crías aspirantes a héroe.
También el gastarse 4.000 piezas de oro de la cuenta de su madre o
endeudarse ella misma.
“Aunque en esto último sí que no
hay ningún problema, gracias al negocio de Michelle compaginaré
trabajo y estudios para no depender del dinero de mamá y seguir
manteniendo a Lucía mientras ella quiera. Pero yo sí que quiero
más, necesito desahogarme de alguna manera.”
Entonces, comenzó a enumerar nombres y
razones para tratar el tema con la gente adecuada y encontrar la vía
de escape para sortear el problema y vivir en paz en la solución.
Sugirió su cara una leve sonrisa cuando pensó que hasta un vistazo
al libro de sexo de Summer le vendría mejor que seguir dándole
vueltas ella sola.
“Si todo sale bien Lucía será la
excepción. No dejaré que nada me lastre mientras tenga que sacar
las mejores notas y trabajar duro, pero ella será mi casa en esta
ciudad. Creo que me lo merezco, ya aprendí cómo tocar la guitarra
mientras descansaba en Tilos; ahora toca quererme a mí misma
aceptando que yo la quiero a ella.”
Una mezcla de mejillas sonrojadas y una
sonrisa de felicidad se habían juntado en su cara pero apenás
duraron unos segundos. Hasta que llegó a la biblioteca y se dio
cuenta de la situación, pues un cartel en la puerta le recordaba lo
que había pasado por alto y justo la chica del bloque le había
recordado pero ella había ignorado por la incómoda situación.
“CERRADO POR 1 DE ENERO” es lo que
rezaba el aviso.
“Soy estúpida” sentenció
ella misma justo antes de comenzar el camino de vuelta con el fracaso
como recompensa. Como distracción para su mosqueo, prefirió volver
a repasar los pequeños ratitos que ya había disfrutado con Lucía.
“Me alegra que no haya entendido muy
bien lo del piso, compartirlo con ella es lo mejor. Ojalá se
mantenga durante mucho tiempo el secreto y no venga nadie a
molestarnos. Voy a conseguir que esté conmigo tan a gusto y tan
satisfecha que no se arrepienta si entiende lo que quiero conseguir y
me dice que sí. Aunque espero que no surja nada y tenga que irse
como hacen muchos alumnos, tengo que averiguar a qué se refería
cuando íbamos a llegar al hospital el otro día y lo solucionaré si
es necesario. No tiene nada que ver su caso con el de Aura, Sobre
todo porque yo no soy ninguna delincuente y no pondré en peligro a
Lucía jamás.”
Mientras se reponía de su decepción
por el paseo innecesario y amontonaba en su interior buenos deseos
para con Lucía decidió tomar un pequeño atajo y para evitar
recorrer las mismas calles de nuevo, tomó un par de callejones para
ir recto hacia el estudio. Seguro que Lucía se habría despertado ya
y quizá llegaba a tiempo a prepararle el desayuno. Entonces sacó su
teléfono y buscó en la galería la foto con Lucía. “Se ve
mejor la que tengo colgada en el salón” pensó mientras
sonreía.
-Buen año chica ¿no tendrás un par
de moneditas con la que ayudar a este viejo?
La voz sobresaltó a Ellie justo cuando
caminaba por uno de los callejones que cruzaban los edificios
cercanos a donde ella vivía. Se trataba de un hombre mayor de pelo
largo canoso con unas ropas en muy mal estado, que intentaba cubrirse
del frío con algunos restos de los recipientes que usaban para
cargar comida o materiales en general en grandes cantidades en el
mercado. Apenas quiso fijarse en él porque cuando vio que estaba
tumbado e intentaba incorporarse ofreciéndole la palma de la mano,
como si de verdad ella fuese a darle algo entró en pánico. Ellie se
llevó el teléfono al pecho para esconderlo debajo de su abrigo y
comenzó a imaginarse millones de soluciones a ese problema. Ese
hombre se quería lucrar de haberse encontrado fortuitamente con ella
y no lo permitiría. “Aunque tampoco voy a hacerle daño si no
me hace nada.”
Ellie titubeó un poco ante la mirada
extraña del hombre y antes de ser capaz de decir nada buscó entre
lo que llevaba encima con la mano libre que no sujetaba su teléfono
y justo encontró el iMovil falso que se había preparado por si
algún día tenía problemas con algún atraco. Este momento era un
problema y esto estaba siendo un atraco.
-¡Quédese con el teléfono!
Gritó Ellie con desesperación y
entonces lanzó el teléfono falso hacia el hombre, que aún hacía
esfuerzos por levantarse. El lanzamiento le acertó en la cara
directamente y el hombre cayó de nuevo sobre su cama improvisada
quejándose de dolor. Ella entonces decidió comenzar a correr fuera
de la zona sin hacer más jaleo y antes de que el hombre pudiese
seguirla. Lo último que ella vio de él fue una brecha que se
intentaba tapar con la mano con la que no se apoyaba en el suelo.
Un par de calles más alejada terminó
de correr y se rindió, apoyándose en una pared de otro bloque. Se
guardó su teléfono e intentó relajarse. Todo había pasado. Tomó
aire un par de veces más y se apartó de la pared. Un par de
segundos más como intentos de relajación y retomó el camino como
si nada hubiese pasado, pese a que miró hacia detrás un par de
veces más, afortunadamente sin encontrar indicios de que ese hombre
hubiese empezado a perseguirle.
Llegó a su bloque y tras subir a la
segunda planta y meter las llaves en la cerradura, se tomó un
segundo de nuevo para recuperar la compostura y sonreír para, tras
abrir, decir:
-¡Buenos días, Lucía!
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