11 oct 2019

La invasión de las Calamidades Divinas


Tiempos de paz volvían a estar presentes en las tierras de oriente. La reestructuración de Bargskan acabó en buen puerto gracias a un impecable Ruggenmoure, que calmó la tensión en la frontera con Sverith y también frenó el intento de conquista de una tierra yerma y baldía, al suroeste, tras la Cordillera Crestaplata. El rey Hamelen Vonstein destituyó al general responsable de la sed de sangre y ansia de conquista, Konrad Wegner, y dejó las tierras sin reinado a los lugareños que tan sólo querían vivir en paz. Por su parte, el general Reouhnuo ayudó a mantener una buena relación con Gran Hiullal, que venía de una época un tanto turbulenta también.

El reino norteño había salido de una turbulenta crisis interna, donde muchos abanderados se aliaron para tratar de conseguir el trono y tener un mayor prestigio del que tenían actualmente en sus auto denominados "desiertos helados". Afortunadamente, la buena relación que se forjó entre las dos principales casas nobles, los Sokolov y los Armstrong, ayudaron a aplacar el conflicto de una forma contundente. El rey Vaedur Armstrong prometió a los Sokolov puestos de grandeza desde aquel momento hasta el fin de los días, declarando con gratitud que incluso podrían unir ambas casas para que reinaran como una en el futuro, todo para convertir a Gran Hiullal en una gran potencia.

Otros que no tuvieron demasiados problemas y que llevaban siglos de calma y progreso eran los reinos de Aldmet y Taneir, en la península del León. La buena relación entre ambos reinos ayudaban a que consiguiesen muchos avances, como en la alquimia. En Aldmet surgieron las famosas figuras de "Los Kerotaxis Dorados", Cordelia Mylius y Angelico Eudoxus, famosos por re-definir las técnicas de elaboración y descubrir numerosas aplicaciones alquímicas, tales como decenas de pociones o usos alternativos del oro. En el futuro, el linaje Barlis le dedicaría el nombre de una importante población de alquimistas en su memoria: La Ciudad del Oro.

Y con los años de calma llegaron más avances. En muchísimos fuertes ya se había implementado el uso de grifos en sus tropas, donde los jinetes, en su mayoría elfos, transmitían sus técnicas de monta y combate en tal majestuosa criatura a los humanos. Los enanos explotaban las cordilleras y su gran conocimiento de la tierra derivó en la conexión de numerosas cavernas, incluso con localizaciones humanas. Otras razas, como los gnomos y los medianos, dejaron de estar tan aisladas para poder participar activamente en la economía y aplicación sociocultural humana. Los gremios de hechicería se contaban por centenas en los reinos y salvo excepciones, todos se ayudaban entre sí para poder descubrir nuevas aplicaciones de dicho elemento arcano y divino.

Pasaban las décadas y a finales del año 1205 antes del descubrimiento de los pilares de la magia (a partir de ahora, a.d.m.), el destino quiso poner a la civilización en una cruenta prueba de supervivencia. Al norte de Gran Hiullal, en unas tierras casi perdidas del dominio humano por las condiciones que se podían hallar allí, existía una zona conocida como el Fiordo del Diluvio Glacial. En este territorio, las tormentas de aguanieve eran perpetuas; y aquello, sumado su cercanía con el polo norte y, por tanto, escasez de luz solar, convertían aquel territorio en una de las zonas más inhóspitas del mundo. Allí aparecieron, con un poderoso temblor que provocó decenas de avalanchas y terremotos que se extendieron hasta cientos de kilómetros a la redonda, los todopoderosos titanes.

Los titanes eran criaturas colosales, como las montañas más altas de un reino. Además, aunque variaba entre cada uno, su piel era muy resistente, con una dureza tan férrea como una gran roca sin grietas ni fisuras. Pero lo que era más impresionante de todo es que a pesar de su tamaño, portaban ropajes, armaduras y armas acordes, algunas capaces de arrasar una ciudad entera de una sola sacudida.

Pero al contrario a lo que cree mucha gente que no se ha adentrado mucho en el tema histórico de este suceso, los titanes eran tan sólo once. Con tan poca cantidad llegaron a poner al mundo en jaque.

El más iracundo de todos, Ifvir, portaba una barba incandescente que parecía un torrente de lava que surgía desde su grisáceo rostro. Portaba un gigantesco martillo cuyo peso en reposo sobre la tierra podía provocar hundimientos geológicos.

Ifvir tenía un hijo llamado Crervog. Este no tenía la fiereza de su padre y además, era el más pequeño de los once, pero había heredado las características físicas de su padre y para demostrar su valía, portaba dos martillos como los de su progenitor, aunque de mucho menor tamaño.

Mientras que Ifvir era el más peligroso debido a su sed de batalla, el siguiente a comentar era todo lo contrario, aunque también por ello pecaba un poco de soberbia. Se llamaba Yaelin y su piel era la más resistente de los que conformaban el grupo invasor. Emitiendo un brillo metálico y plateado, la "carne" de Yaelin podía aguantar cualquier tipo de ataque físico o mágico. Hasta la barba del titán era famosa por su dureza.

El mejor amigo de Yaelin se llamaba Brunder. No era tan alto como sus compañeros pero compensaba aquello con una gran corpulencia, haciéndole parecer como un enano entre humanos. Brunder se jactaba de que era tan fuerte que con su grito podía fracturar la tierra y despejar los cielos de nubes. Su hacha de guerra era tan formidable que el orgullo que sentía por el arma llevaba a casi que no la usase porque nadie era digno de probar su hoja.

Pero no todo era fuerza o resistencia en el grupo, como demostrarían los siguientes. Entre ellos, se encontraba Elmir. A pesar de que era de los más altos, no fue para nada famoso por su portento físico, aunque portaba una hoz de una mano cuya hoja podía partir una montaña en dos como si fuese mantequilla. Pero lo que hacía más famoso a Elmir era su poder sobrenatural para controlar la muerte.

Otro que tampoco destacaba por su fuerza física sino más bien por su soberanía en la manipulación o creación del viento era Eckaros. Este titán también era de los más altos y más escuálidos, y tenía un pelo largo que se asemejaba más al humano, pues este ondeaba con las corrientes que podía llegar a manejar para inclinar la balanza del combate a su favor.

Relgr, el siguiente en ser nombrado, no tenía ninguna de las capacidades físicas o sobrenaturales, a diferencia del resto de sus compañeros. Era, junto con Crervog, de los titanes más jóvenes y novicios que conformaban la fuerza invasora, pero no por ello le faltaba valor para lo que estaban a punto de hacer. Era el único de todos que portaba una armadura que cubría todo su cuerpo, como un baluarte de metal, que acompañaba con sus fragantes cestus de titanio.

Los tres siguientes eran considerados hijos de la tierra, pues su dominio tanto en roca como en mar les corroboraban como unos seres primordiales de dichos elementos. Vungr, que era el único que no portaba una armadura sino una gran toga de tela grisacea cuyo manto podía cubrir extensiones de kilómetros. Gumemr, que aunque llevaba una falda metálica, tenía su pecho al aire, mostrando sus pinturas rúnicas que le acompañaba en cada combate, junto con su mangual; Y Ergyst, de piel verdosa, era el único claramente diferente a sus compañeros debido a dicho rasgo, pero aquello no provocaba que fuese discriminado ni puesto de lado, pues portaba su gran escudo símbolo del heraldo defensa de todos ellos.

Por último, siendo el líder de todos ellos, con una barba tan larga que le llegaba casi al suelo y marcas notorias de vejez en su rostro, pero no por ello menos fuerte ni menos alto, el anciano y más cruento de todos, Verinion. Sólo había algo que equiparaba a su crueldad y era el orgullo por su raza, cuya impronta era que ellos debían predominar en el mundo por encima de cualquier otro ser, especialmente aquellos que la poblaban en la actualidad, que no eran más que minucias, aplastables como hormigas.

Su irrupción en el fiordo fue incontestable. A medida que viajaban hacia el interior del territorio norteño y le iban saliendo al paso aldeas y algunas que otras ciudades, estas eran arrasadas sin dejar apenas supervivientes. Pero los que lo hicieron viajaron al sur y la noticia le llegó al rey Vaedur Armstrong, quien llamó a sus abanderados inmediatamente. La alianza con los Sokolov fue demostrada con pundonor y los principales señores de la casa, Kerem y Frehna, fueron los primeros en contestar. Dejando las instrucciones para el resto de sus escuadrones militares que iban camino hacia el punto crítico, el rey viajó junto con los Sokolov hacia el norte. Vaedur había clamado la retirada de toda población al norte del punto estratégico de Setergrunn, la extensa fortaleza situada en los Picos Ancianos. La cordillera separaba el reino de Gran Hiullal en dos y su paso por ella era obligatoria debido al estrechamiento del itsmo que la conformaba.

El rey y el ejército más presto que pudo reunir reforzó la fortaleza y la preparó para la arremetida del enemigo. Aguantarían para impedir que los titanes pasasen a una zona más crítica del reino, mientras llegaban el resto de sus tropas de todos los rincones del reino, pero no sólo se quedó allí. Vaedur mandó a su hijo, el príncipe Kedevosk, a viajar hacia el sur en busca de ayuda de los demás reinos, consciente de que aunque pudiesen ganar tiempo, no podrían ganar tan sólo defendiendo un emplazamiento.

Verinion se había fijado en la fortaleza humana, pero quería hacer las cosas bien y no quería marchar con todos hasta terminar de conquistar toda la zona, incluida la Península Lengua de Serpiente. Confiaba plenamente en que incluso separándose podrían acabar con aquella raza inmunda, así que los encargados de romper el bloqueo al sur serían Brunder y Relgr. Pero para sorpresa de ambos titanes, la superioridad que le daba la cordillera a los humanos en lo referente a la ventaja de altitud, junto con sus tres niveles de murallas y cientos de armas de asedio, llevó a que los titanes se tuviesen que retirar en sus ofensivas hasta en tres ocasiones.

Siendo ya el año 1204 a.d.m. y al ver que Relgr no podía cumplir las expectativas que le habían sido encomendadas, inició una nueva ofensiva de manera impetuosa. Brunder intentó detenerle, pero viendo que era en vano, le acompañó en el ataque. Era la primera vez para el rey Vaedur que la fuerza de los titanes era desplegada al máximo. Relgr consiguió romper uno de los bloqueos de Setergrunn y casi logró llegar hasta el segundo. Decenas de miles de vidas se perdieron aquel día, incluso la del propio rey, pero lo hizo asegurándose de que la humanidad no cayese aquel día, llevándose la vida del joven titan por delante. Brunder, herido, logró retirarse al norte y fue desesperado a informar de lo que había ocurrido a Verinion.

No obstante, al titan anciano no le importó la baja y únicamente la atribuyó a la falta de paciencia y experiencia de Relgr. Tan sólo se centró en terminar de conquistar la zona al norte de Setergrunn y una vez hecho aquello, reunió a los suyos y marchó hacia el sur. Fue el propio Verinion quien, para demostrar con orgullo su superioridad, atacaría de nuevo en pareja la fortaleza, junto a Brunder. Hubiese tenido éxito de no ser porque con el paso del tiempo, Setergrunn no sólo había reparado sus murallas, sino que se habían fortalecido debido a la llegada de otros abanderados, todos ellos con Hjelid Sokolov, el hijo de Kerem y Frehna: Los Terek iban liderados por Skannol; los Medrek, por Vernhia; los Downtower, por Xaronne; y los Icedale, por la general Anaris.

Verinion fue herido en su físico y en su orgullo, pero se había percatado de lo importante que eran para los humanos los lazos de unión, que era lo que les hacía fuerte. Así que se retiró, pero lo hizo matando a los padres del Hjelid enfrente suya. Los Sokolov habían perdido a dos personas muy queridas, al igual que el reino había perdido otros miles de soldados, pero seguían sumando defensas victoriosas.

Anaris Icedale, consciente de que no podrían aguantar arremetidas eternamente, mandó emisarios para pedir auxilio en el propio reino a todo aquel capaz de luchar. No se refería a milicia sino a los gremios privados y mercenarios que pudiesen contratar, así como otras familias nobles que pudiesen enviar a sus caballeros. Otro que tampoco creía que podrían defenderse para siempre era Xaronne Downtower, quien convenció a escondidas a Vernhia Medrek para aprovechar la retirada de Verinion, preparar una flota y flanquearles, aprovechándose de que los enemigos bajarían la guardia al creerse que se sentirían a salvo al norte. Con la muerte del rey Vaedur anteriormente y de la pareja Sokolov; su hijo Hjelid, intentó coger el mando de la situación, negándose a que los Downtower y los Medrek partiesen, ya que debilitarían mucho el frente al haber menos efectivos. Sin embargo, Xaronne no le hizo caso ya que él consideraba que tenía más experiencia militar que el joven Sokolov y siguió al frente con el plan.

Fue en la llegada del año 1203 a.d.m. cuando Verinion decide atacar con todos sus compañeros los Picos Ancianos. Al dejar de lado su orgullo por tal de aplastar la determinación humana, la suma de todos los titanes era una ola arrasante para Setergrunn, que encima había perdido efectivos debido al plan de Xaronne. Las principales fortalezas de la cordillera fueron reducidas a escombros. Los fieles Skannol Terek y Anaris Icedale dieron su vida para poner a salvo a sus tropas y al joven Hjelid, que se retiró más adentro de los Picos Ancianos. Era cuestión de tiempo que los titanes atravesasen la cordillera y tuviesen a merced el resto del reino.

Pero incluso en la victoria, sufrieron consecuencias. Con la arremetida de los titanes sobre Setergrunn, recibieron el ataque en la retaguardia de los Downtower y los Medrek. Su estrategia egoísta hubiese resultado en fracaso, de no ser porque los titanes fueron atacados también por la vanguardia. Anaris cayó, pero los emisarios que mandó meses atrás cumplieron con creces y llegaron a la cordillera miles de mercenarios, hechiceros y demás voluntarios de toda índole, hasta los más nobles capacitados para luchar. Envalentonados, cargaron contra los titanes, donde uno de ellos mostraba un aire de liderazgo que reavivó las llamas de luchar del ejército sobreviviente derrotado, un tal Erthure Oinotna.

La ofensiva tenía un sólo fin, dar sus vidas por tal de acabar con todos los titanes. Esta vez no se estaban defendiendo en Setergrunn sino que usaban los Picos Ancianos y los ríos norteños para rodear y aplacar a los colosales enemigos. El coraje humano provocó que el Crervog muriese y su cuerpo se convirtió en cenizas que se dispersaron por el aire. La victoria parecía cercana, ya que había caído uno y los demás empezaban a mostrar síntomas de que también podían caer. Pero cuando Ifvir vio a su hijo morir ante sus ojos, su ira fue desatada. Blandiendo el martillo con todas sus fuerzas, golpeó el suelo y con ello, no solamente derrotó a todos los humanos, sino también dividió los Picos Ancianos en dos. Su golpe fue tan iracundo y liberó tanto poder que perdió su brazo derecho y uno de sus ojos. Aquel día, la humanidad recibió una gran derrota, donde murieron todos los implicados en el combate, menos Hjelid, que contempló con horror el verdadero poder que podían desatar aquellas criaturas.

La zona abierta al ser dividido los Picos Ancianos se le conoció como el Paso Quebrado. Desde entonces, en Gran Hiullal se recuerda el 10 de enero como el aniversario por el valor, el sacrificio y la entrega que demostraron los que lucharon aquel día. Y al contrario de lo que muchos extranjeros creen, nadie en el reino norteño lo recuerda por la negligencia y egoísmo de Xaronne y Vernhia Medrek.

Mientras tanto, Kedevosk Armstrong, el príncipe de Gran Hiullal, había conseguido la tarea que le encomendó su fallecido padre. La noticia de los titanes que se había extendido mediante cuervos y que casi nadie creía, se confirmó con la presencia del séquito junto al propio príncipe en la capital de Bargskan, Verbasen. El rey Hamelen Vonstein no se quedaría de brazos cruzados.

Mientras mandaba a sus generales a reforzar la frontera entre Gran Hiulal y el reino, envió emisarios para congregar a los reyes de Aldmet, Taneir, Sverith y Ribriat, junto con sus ejércitos. Hamelen se reunió con Rowley Barlis, Rembarn Kengrey, Kilian Ericsen y Adalger Vasiliev para dejar de lado cualquier tipo de diferencia que pudiesen haber entre ellos y cooperar todos unidos para poder solventar la amenaza. Aquel día que se reunieron, bautizaron oficialmente a los titanes como las Calamidades Divinas; y finalmente todos aceptaron para formar una alianza para acabar con ellos.

Hamelen permitió la entrada de refugiados de Gran Hiullal en su reino y mandó al general Reouhnuo y Ruggenmoure a que reforzasen al máximo el punto que conectaba por tierra con el reino norteño, la Garganta Helada. Además, otros generales como Estoran y Sernil y Lunborn comandaban a las huestes de los demás reinos para guiarlos y asignarlos en las posiciones defensivas pertinentes.

Habían pasado dos años desde la caída de Setergrunn y los titanes lograron conquistar cuatro quintas partes de Gran Hiullal. Verinion tuvo que calmar la ira Ifvir que, tras liberar su poder en los Picos Ancianos, continuó desplegando su rabia ígnea por las tierras y ciudades hacia el sur. Algunos de los emplazamientos históricos del reino, como Oriksa, Saulceni y Rostov fueron reducidos a polvo en unos minutos por el implacable Ifvir. La única forma de calmarlo fue cuando Verinion le dijo que dejarían los poblados aislados de aquellas tierras y continuarían todos juntos hacia donde se replegaba la humanidad, al sur por el paso que conectaba con el siguiente reino. Gracias a aquella decisión, Hjelid Sokolov, que se había aislado con los supervivientes que quedaban de las ciudades y aldeas cercanas, pudo llegar a sobrevivir refugiándose en Branavia, al norte de la montaña Kiutlan.

Fue a principios del año 1200 a.d.m. cuando los titanes recorrieron la Garganta Helada hasta toparse con la resistencia de Bargskan y sus aliados de los reinos cercanos. Las tropas conformadas aquel día eran más numerosas que las que habían en Setergrunn, y aunque se encontraban en terreno llano salvo por la presencia de un solitario pero alto monte, también habían ganado en variedad. Altos hechiceros, flota marítima de la costa y cientos de puestos de artillería se sumaban a las decenas de miles de soldados de la alianza que habían logrado formar para acabar con las Calamidades Divinas.

Verinion creyó que tenía la victoria asegurada, pero igualmente no quería perder tanto tiempo como el que perdieron en las tierras heladas del norte, así que decidió llevar a cabo la acometida con todos a la vez. Aquello fue su error. Durante los años en los que se habían preparado para el ataque con los titanes, Hamelen había ordenado a los altos hechiceros llevar a cabo un poderoso ritual que marcaría un antes y un después en la geografía del mundo. El continente fue dividido en dos y la Garganta Helada se hundió para ser todo engullido por el mar. Verinion tuvo que retirarse y contempló con horror como aquel día dos de sus compañeros, Eckaros y Yaelin, casi son engullidos por el mar, pero lograron sobrevivir en el último momento. Desde aquel día, el 16 de febrero del año 1200 a.d.m., Gran Hiullal y Bargskan dejarían de estar unidas mediante tierra, formándose el Estrecho de Hamelen.

Con el orgullo totalmente herido, Verinion aceptó que la humanidad era un formidable enemigo con el que disfrutaría mucho aplastando. Al igual que Ifvir desatando su poder, esta vez el titan anciano dio permiso a los demás para poder usar sus propios poderes ancestrales; pero no sólo se quedaría con eso. Incluso con el uso de sus poderes, su inferioridad numérica era un impedimento contra aquella plaga masiva, así que buscarían efectivos para equilibrar la balanza. Encomendó a Eckaros volver al interior de Gran Hiulal, esta vez con la intención de explorar por las cordilleras montañosas en busca de aliados dignos. Eckaros viajó durante mucho tiempo, pues no sólo se contentó con encontrar uno de los clanes de las criaturas que formarían parte de su ejército, sino que las reunió a todas.

Los clanes de gigantes y ogros de las montañas habían sido los elegidos, pero estas criaturas salvajes no estaban muy por la labor de formar parte como un séquito bajo el mando de nadie, por mucho que la presencia de Eckaros fuese más que intimidante. No obstante, aunque con su tamaño no lo consiguió, tan sólo tuvo que alzar sus brazos para liberar el poder divino del que su señor le había dado permiso usar, convocando una tormenta de hielo y nieve que sepultó a los locos gigantes y ogros que osaron oponer resistencia, quedando tan sólo los que ya no habían sido intimidados sino que quedaron completamente aterrados ante aquel poder inimaginable.

Año y medio más tarde de la derrota contra Bargskan, Eckaros regresó ante Verinion con casi diez mil de dichas criaturas, preparadas para la guerra. Los gigantes y ogros estaban encabezados por sus propios líderes, otrora enemigos entre ellos. Hourn el Gris, Kozug el Machacráneos, Glilizor Grito de Terror, Ogorurn la Avalancha, Grunerek el Rabioso y Eglizogurk el Tenaz.

La preparación para el siguiente asalto no sólo conllevaría amaestrar a sus nuevas mascotas, sino que Verinion supo cómo contentarlas otorgándoles una pequeñísima fracción de su divino poder, que para los gigantes y los ogros eran algo con lo que jamás hubiesen podido soñar. Muchos dejaron de lado las hachas, clavas u otras armas y abrazaron de lleno ese poder, convirtiéndose en miembros chamánicos y brujos de su especie.

Era casi el año 1198 a.d.m. cuando no sólo humanos, sino también elfos, enanos, gnomos, medianos y otras razas habían acudido a la llamada para defender la posición contra los titanes. Hamelen incluso llegó a pensar la posibilidad de llevar a cabo una ofensiva, pero temía perder en el terreno de los titanes, así que por ahora se dedicó a observar cómo sus tropas se fortalecían. Los elfos, que eran excelentes jinetes de grifos mucho más hábiles que los humanos, enseñaron sus técnicas y pusieron a su servicio a las criaturas más hábiles y preparadas para el combate.

Pero aunque Hamelen no se atrevió a atacar, no permitiría que los titanes se preparasen para la siguiente ofensiva sin que ellos lo supiesen. Con la movilización de exploradores en conjunto a la información que compartían los refugiados como Hjelid, supieron del ejército que disponían los titanes. Además, el príncipe Sokolov envió un destacamento hacia el norte, con el fin de descubrir sobre su origen. Pero en el Fiordo del Diluvio Glacial, su lugar de aparición, no había rastro alguno de cavernas o refugios con el tamaño suficiente para que ellos pudiesen haber estado resguardados.

La defensa en Bargskan se había reforzado al máximo, considerando que el ataque de los gigantes y los ogros era un hecho, aunque tenían la incógnita de cómo un ejército así cruzaría el mar. Para defenderse de ellos, habían construido una muralla en la costa como medida inicial para contenerlos. Además, gracias a la ingeniería gnómica habían plagado la playa de explosivos enterrados que explotarían con tan sólo pisarlos. Con el paso del tiempo, ya se habían asentado bien los rangos y puestos de cada uno de los generales de Bargskan a la hora de dirigir la defensa. Reouhnuo se encargaba de la defensa en primera línea, en la muralla; Lunborn estaba al cargo de la flota marina, en ambos flancos del Estrecho de Hamelen; el alto elfo Beridiel capitaneaba las huestes aéreas de grifos, Ruggenmoure coordinaba desde el solitario Monte Calizo el uso de artillería pesada; Estoran, Sernil y Aiul eran los designados para dirigir a la caballería e infantería. Todos y cada uno de los ejércitos de la alianza entre los reinos estaban a cargo de los generales y líderes bargskenses, confiando en su juicio y conocimiento del terreno. Aún así, los reyes y sus más valerosos caballeros también se encontraban allí para dar todo su apoyo e incluso llegar a participar activamente si la situación lo requería.

Si lograban vencer aquel día como la última vez, Hamelen no tenía duda en que llevaría a cabo un contraataque antes de que los titanes replanteasen su estrategia, con la intención de vencerles de una vez por todas. Por eso, aquella defensa debía de ser crucial, pero igualmente ya había dado órdenes a sus ejércitos para llevar a cabo la operación de manera inmediata.

En primavera del 1198 a.d.m., los exploradores dieron el aviso de la llegada de los titanes, pero según su reporte lo hacían sin ningún medio para que sus ogros y gigantes cruzasen el mar. Pero no hacía falta.

Con el permiso para usar sus poderes, Vungr, Gumemr y Ergyst se combinaron para crear una placa tectónica que dividió el mar en dos y que sirviese como puente. En cuanto Hamelen vio aquello, dio la orden de derribar el muro, por el que ya empezaban a avanzar sobre él los miles de efectivos a punto de asaltar el bastión de Bargskan. El mar se tornó de amarillo anaranjado, debido a las consecutivas explosiones de los hechizos de los magos y del estallido de artillería, tanto del monte como del mar, todo con la intención de echar abajo el muro. Pero era imposible. El esfuerzo combinado de los tres titanes era muy superior al de los miles que intentaban derrumbarlo, provocando que la tierra y la roca se volviese a alzar en el punto donde era mellada.

Los gigantes y los ogros caían derrotados con gran facilidad gracias a las medidas de contención que se habían preparado, pero su sed de sangre y rabia provocaba su avance en tropel con una única intención, romper las líneas enemigas. El resto de titanes avanzaban por las ahora calmadas aguas, al contrario de cuando los hechiceros hundieron la tierra. Al tener más de la mitad de su cuerpo cubierto, su avance era lento y eso le sumía en problemas contra las fuerzas de Beridiel y su escuadrón de grifos, pero Eckaros usó su poder del viento para perjudicar las maniobras de ataque de aquellas criaturas y poder seguir avanzando. Los gigantes y ogros consiguieron su cometido, abrieron varias brechas en la primera muralla y empezaron a luchar en batalla campal contra la humanidad.

Casi un tercio de los enemigos habían caído y podrían haber caído muchos más debido a la artillería presente en el Monte Calizo, pero Ifvir sostuvo su arma con su único brazo y con la onda que generó su golpe desde lejos, el monte se partió en dos, colapsando por sí mismo y enterrando en miles de toneladas de rocas los cañones y muchos de los encargados de dispararlos. Ruggenmoure logró retirase a tiempo de allí, pero sin el apoyo que ofrecía la artillería, la batalla estaba casi perdida. Más aún cuando Brunder hundió la flota de Lunborn al provocar un maremoto que engulló la mayoría de los navíos.

A pesar de la derrota que sufrieron un par de años atrás, los titanes eran imparables cuando usaban sus verdaderos poderes. Verinion había rebajado su orgullo y ahora demostraba que el nivel de su raza no tenía igual.

Pero Reouhnuo seguía sin darse por vencido. Comandaba a los ejércitos para seguir luchando contra los gigantes y los ogros. Si lograba acabar con ellos, aislarían a los titanes y se quedarían como antes, siendo más fácil poder defenderse de su acometida. Gracias a la tenacidad del general, Kozug, Ogorurn y Grunerek acabaron muriendo por sus hombres, pero no sin antes usar sus poderes chamánicos otorgados por los titanes para poner en jaque a la resistencia. El propio Reouhnuo se enfrentó a Eglizogurk en combate singular. A pesar de la tenacidad del humano y las heridas que le infligió al ogro, este acabó aplastándolo con su mangual. Reouhnuo dio su vida para permitir la retirada de sus hombres hacia el interior de Bargskan.

Beridiel intentó una última acometida con apenas la mitad de sus fuerzas aéreas con la intención de dañar los ojos de los titanes y retrasarles, pero Verinion desató su propio poder. Beridiel y los suyos se quedaron paralizados en el aire, a merced del aliento de Ifvir, que los calcinó en una tormenta de fuego que cubrió el cielo.

La retirada estaba produciéndose pero Eckaros no permitía a los ejércitos escapar, por la fuerza del viento en su contra que había generado. El rey Hamelen designó a un grupo leal para que siguiesen a su rey y pudiese, al igual que Reouhnuo, dar su vida para salvar la de miles. El espíritu del rey fue increíble, llegando incluso a subir a la muralla y confrontar directamente a Verinion en un cara a cara. Hamelen sabía que no tenía oportunidad, pero igualmente no se dejó amedrentar por el titán y le gritó que algún día conocería el verdadero terror.

Durante la retirada, Sernil y Estoran se dividieron y cada parte del ejército siguió a cada uno de ellos. En el pasado habían recibido instrucciones en caso de que el frente cayese para poder seguir luchando contra el enemigo y no dar a Bargskan por perdida, conformando entonces una segunda línea defensiva. Ambos conocían mediante la información de los refugiados de Gran Hiullal que los titanes odiaban las cordilleras debido a la ventaja táctica que suponía aquello para la humanidad, así que se apostaron en los pasos oestes y estes de la cordillera de los Brazos Gemelos para tenderles una trampa. Con sus arqueros y fusileros apostados en puestos de altitud, los gigantes y ogros eran masacrados cuando se internaban por el estrecho paso montañoso. El propio Glilizor fue uno de ellos en caer, con un grito de agonía irónico debido a su sobrenombre de "Grito de Terror".  En pocas semanas habían reducido enormemente las huestes de gigantes y ogros enemigos. Y lo que era peor para Verinion, Ifvir estaba harto de la tenacidad humana y de nuevo se sumergió en una desmedida ira que le consumió.

El propio Ifvir se lanzó al ataque desobedeciendo por completo a Verinion, tan sólo para ser detenido por Gumemr, ya que creía que habían perdido ya a suficientes compañeros en el pasado como para seguir actuando de aquella manera. Ifvir, no obstante, no se detuvo y confrontó a su propio compañero tras separarse lo suficiente del resto. Los exploradores humanos no podían dar crédito a lo que sucedía: los titanes se peleaban entre ellos y aquello beneficiaba enormemente a sus intereses.

Ifvir acabó con la vida de Gumemr bajo el grito de que aún no se había vengado lo suficiente por lo de su hijo, tras lo cual reanudó su avance hacia el paso que defendía Estoran. El general tenía un plan para poder volar las montañas y sepultar con ellas al propio titán, pero ni siquiera hizo falta. Ifvir blandió el martillo con su único brazo y desató todo su poder. La locura que jamás pudo detener Verinion, tan sólo retrasarla, provocó que la liberación de poder que llevó a cabo aquel día no le costase tan sólo un brazo y un ojo, sino su vida entera. Era cierto que acabó con la mayoría de las huestes de Estoran, pero la vida de dos titanes más acababan de ser tachadas de la lista, lo cual junto a todas las bajas de los gigantes y los ogros, suponían un gran avance en la balanza general.

Verinion no se podía creer lo que había pasado, de nuevo había vuelto a perder a dos de sus compañeros, y esta vez por una estupidez que bien podría haber evitado si hubiese sometido por completo a Ifvir. No obstante, la victoria sobre el norte de Bargskan había concluido y sin la presencia del loco de Ifvir, podrían seguir invadiendo el mundo pero ahora de una manera más fría y calculadora, sin movimientos erráticos como el que hacía su compañero titán dolido. Los exploradores humanos escondidos por las tierras al norte de la cordillera de los Brazos Gemelos transmitieron una nefasta noticia al resto del reino, pues contemplaron como Elmir, el hasta ahora más ausente de los titanes, volvía a alzar los cuerpos inertes de los gigantes y ogros para revivirlos y volver a disponer de todo su grueso.

Los reyes, que se habían retirado a la capital de Bargskan, a la ciudad de Verbasen, y habían gozado de buenas noticias con la muerte de Gumemr e Ifvir, no pudieron soportar la noticia de que ninguno de los esfuerzos que habían intentado llevar a cabo en el combate habían servido para casi nada. Cada uno de los gigantes y ogros volvían a estar listos para luchar y mientras Elmir estuviese vivo con todo ese grueso de ejército frente a él, sería imposible detener la invasión. Totalmente hundidos y con la ausencia de Hamelen de su propio reino, la mayoría de reyes huyeron con los suyos a sus reinos, temerosos de que el día del fin era inminente. El más aterrado de todos ellos, el rey Rowley Barlis, huía mientras que su amigo, Rembarn Kengrey, intentaba convencerle de que correr no era la solución, pero todo era en vano.

Incluso el representante de Bargskan a partir de entonces, el general Ruggenmoure, rogó a los reyes que no retirasen a sus hombres ya que sin ellos estaban perdidos, pero ni siquiera él podía plantear ninguna solución para hacer frente a los titanes y sus poderes. Kedevosk Armstrong, el príncipe que viajó al sur a pedir ayuda a Bargskan, arremetió contra todos ellos tachándoles de cobardes por no cumplir con su deber, a diferencia de como hizo su padre en los Picos Ancianos, o de como lo hizo Hamelen en la costa norteña de Bargskan. Pero incluso el alto elfo Anorien reagrupó sus fuerzas para poder resguardarse en sus tierras, viendo la ruptura que habían provocado los propios humanos entre ellos.

Ruggenmoure pidió auxilio a todo el resto del mundo. Envió cientos de misivas a todas partes, a quien fuese que las leyese para que luchasen no por tierras ni por poderes políticos, sino por la supervivencia de las culturas que conformaban el mundo. Pero aunque estas llegasen a su destino, su respuesta tardaría muchos meses en verse demostrada con la presencia de efectivos, así que siguió cumpliendo con su deber y fue con lo que quedaba de ejército al siguiente punto de avance de los titanes, la ciudad de Sonslavia, al este. Apesadumbrado, Ruggenmoure ordenó el desalojo de centenas de miles de personas y les gritó que huyesen adonde fuese por tal de que viviesen un día más. Él se quedó con sus hombres para darles todo el tiempo que pudiesen, reforzando el paso de Sernil. Su sacrificio permitió que mucha gente pudiese huir a resguardarse y esconderse.

Kedevosk Armstrong lamentó el sacrificio de Ruggenmoure y juró que algún día se vengaría de los cobardes que dejaron de lado la voluntad de luchar. Intentó comandar las huestes restantes de Bargskan, pero todo era en vano. El ejército titán arrasó la capital del reino y otras ciudades importantes, como Durja o Galatrios, que no presentaban resistencia alguna.

Verinion se jactaba de su victoria y su orgullo herido en el pasado empezaba a cicatrizar. Con todo el poder desatado de sus compañeros junto a su ejército y sin la temeridad de Ifvir, la invasión total era sólo cuestión de tiempo. Además, aunque irónicamente los titanes odiaban las cordilleras debido a la ventaja que suponía para la humanidad, sin la presencia de estos para luchar, usaron la cadena montañosa central de Bargskan para poder mover a sus tropas. Desde entonces, la cadena de montañas sería renombrada bajo el título de Gran Cordillera del Titán.

Verinion dejó a Elmir junto a él y dividió el resto de sus compañeros titanes y del ejército que tenían como simples mascotas. Mandó a Yaelin y Brunder hacia el oeste, dirección a Aldmet y Taneir. Eckaros, Vungr y Ergyst se encargarían de proseguir hacia el sur.

Llegaron los mediados de 1197 a.d.m. cuando ambos reyes de la península del León llegaron a sus tierras. Rembarn lo hizo lamentándose por la iniciativa que llevó a todos los reyes a huir espantados, pero Rowley insistía en que no podría luchar contra los titanes en los extensos campos de Bargskan pero sí que podrían confrontarlos en otro paso estrecho, como era el que dividía a Aldmet de Bargskan, en las fortalezas y el enorme canal que los separaba. Rembarn lo vio como un acto de locura debido al miedo, ya que no podrían defenderse eternamente si el resto del mundo era invadido, pero igualmente apoyó a su amigo hasta el final, ya que con las noticias que llegaban desde Bargskan, tampoco es que pudiese hacer mucho más.

Rowley reorganizó a sus ejércitos para la defensa en la frontera y los repartió a lo largo de los tres fuertes principales que la conformaban. Confiaba en que el canal al fondo de una enorme fosa logística fuese suficiente para poder limitar el movimiento de los ogros, gigantes y los titanes, a pesar de que él mismo había visto cómo habían alzado un muro entre Gran Hiullal y Bargskan en el pasado. Los generales a su cargo, Umfray Mambrand, Piers Brell y Regnier Enrad, obedecieron a su rey, pero hasta ellos mismos estaban desmotivados al ser conscientes de que no tendrían oportunidad alguna. Con la llegada del otoño, se produjo la aparición de Yaelin, Brunder y el ejército gigantoide. Rowley, para sorpresa de todos, sucumbió de nuevo a un terror alocado y pidió la retirada de inmediato. Pero harto de su comportamiento, su propia esposa, Emelina Barlis, arremetió contra él, dejándole inconsciente y cogiendo ella misma el mando de la defensa.

La división de los titanes había provocado que su fuerza de aplaque fuese inferior, cosa que parecía indicar una falsa sensación de victoria en la defensa contra el avance de los gigantes y los ogros, hasta que el propio Yaelin se incorporó a la batalla. Él, que era el más resistente de sus compañeros, avanzaba por el campo de batalla sin que ninguno de los intentos de ataque tuviesen un mínimo de éxito. Con su sola presencia, Yaelin empezó a darle la vuelta a la batalla. Emelina y Rembarn ordenaron a Umfray y Piers a flanquear desde el norte y el sur a las fuerzas enemigas para poder ganar tiempo y recuperar la ventaja.

Mientras tanto, en la retaguardia aparecieron dos celebridades que se sumaron al combate. Los famosos alquimistas Angelico Eudoxus y Cordelia Mylius, quienes querían colaborar para ayudar al reino que tanto les había dado en el pasado. Ambos llegaron junto con un convoy de carros repletos de minerales. Con sus poderes mágicos y sus conocimientos de alquimia, dotaron de conciencia el mineral y formaron centenas de gólems de hierro, de cobre e incluso, de oro. La batalla, que parecía casi decantada a favor de los titanes gracias a la fortaleza de Yaelin, que había logrado masacrar a los generales de Aldmet y muchos de los efectivos combinados de ambos reinos, empezaron a retroceder ante la presencia del ejército de gólems que saltaban desde las murallas y desde lo alto de los acantilados de la frontera. Yaelin seguía sin ser herido, pero después de que casi doscientos gólems se le echaran encima, este acabó derribado y con su movimiento muy obstaculizado.

Viendo que Yaelin se encontraba en problemas, en lugar de seguir comandando a las fuerzas, el propio Brunder se sumó también a la batalla, pero este fue sorprendido por un regimiento de fuerzas de Taneir desde el sur. Una fuerza de caballería como ninguna otra, comandada por Leofrick Goldhiber y Gilow Les Roses, avanzaron hasta él y atacaron con precisión la zona anterior de sus piernas para poder someterle, ya que este sí que podía ser herido a diferencia de su compañero.

Los gigantes y los ogros, que carecían de sus propios generales en aquella zona, se aterraron al contemplar que los titanes se encontraban en problemas y no les comandaban para poder ganar como ya se habían acostumbrado a hacer. Y sin la presencia de Elmir, muchos de ellos que ya habían conocido a la muerte anteriormente, no querían volver a aquel fatídico destino. Así que empezaron a huir de la zona conscientes de que aquella batalla la habían perdido.

Pero los titanes ya habían experimentado la derrota demasiadas veces contra aquellos débiles humanos y demás razas, así que no se permitirían perder de nuevo de aquella forma. Brunder emitió un grito tan potente que reventó los tímpanos de los jinetes y sus caballos, quedando aturdidos a pesar de que no eran el foco principal al que apuntaba el titan. Su objetivo eran los golems que aplacaban a Yaelin y estos acabaron resquebrajándose como si fuesen de cristal. Yaelin se levantó y ayudó también a su compañero, aplastando a Leofrick Goldhiber y Gilow Les Roses, y volviendo a la acometida contra la fortaleza y el acantilado del canal.

El rey Rowley despertó de su inconsciencia debido al grito de Brunder y, al contrario que las últimas veces, al ver el estado del campo de batalla y del peligro que corría su mujer, fue a salvarla. El considerado por muchos como cobarde Rowley falleció salvando a su amada, que pudo lograr huir de allí. Pero los dos alquimistas, Cordelia y Angelico, decidieron quedarse, pues consideraban Aldmet su casa y no querían verla arder. Llevaron a cabo su último sortilegio, usando el hierro en la sangre de los miles de caídos para formar el gólem metálico más grande que uno podía imaginar, casi rivalizando en altura con Yaelin. Este aplastó a multitud de ogros y gigantes al igual que Yaelin lo había hecho anteriormente con los humanos. No obstante, ni siquiera aquel gólem pudo herir al titán y acabó cayendo destrozado junto con las vidas de la pareja alquimista, que murieron mientras se abrazaban, sonrientes porque al menos habían dado todo lo que tenían por Aldmet.

Las bajas de los ogros y los gigantes no supuso problema alguno para Yaelin y Brunder, pues continuaron avanzando hacia el interior del reino e incluso, se separaron para poder hacerlo en la mitad de tiempo. Mientras que el irrompible lo hizo hacia el oeste, Brunder continuó hacia el sur.

Miles de kilómetros de allí, Eckaros, Vungr y Ergyst, junto a los generales Hourn y Eglizogruk, continuaron hacia el sur. A su paso no dejaron ninguna ciudad ni aldea en pie, y por supuesto, no hacían prisioneros. No obstante, entre tanta victoria un sentimiento empezó a aflorar en el corazón de Hourn. Los titanes apenas daban descanso a los suyos, y mucho menos recompensaban sus actos. Pensó en la idea de transmitir a los suyos que quizás lo mejor era que dejasen de ser tratados como una herramienta, pero estos estaban tan cegados por los poderes que les dio Verinion en Gran Hiullal y por la sed de sangre, que era casi un suicidio para él llegar a plantear siquiera la idea.

Tras arrasar el último bastión de defensa sin problemas, en Giudena, a los titanes se le abrían tres rutas posibles. Los civiles huían hacia el sur, hacia la ciudad de Monte Gris; hacia el este, a unas tierras baldías tras unas cordilleras con la que pensaban que podrían resguardarse; y también corrían hacia el oeste, para atravesar la frontera de Sverith y huir hacia Ribriat. Pero para la desgracia de estos últimos, el rey Adalger Vasiliev, también aterrado casi como Rowley, abandonó por completo a Bargskan y Sverith y llevó a cabo el mismo ritual que Hamelen había hecho en la Garganta Helada, dividiendo el continente de nuevo para separarse mediante la fuerza del mar. Abandonados y acorralados, sólo era cuestión de tiempo que todos fuesen presa de los titanes.

Sin más opción que pelear, empezaron a surgir algunas figuras de liderazgo donde ya no habían. Gente desconocida hasta entonces, de baja cuna la mayoría, inspiraban valor a sus compatriotas y querían dar todo de sí para poder exhalar su último aliento presentando batalla. Así pues, dos simples guardias en su momento, llamados Elduil Delaware y Mihel Valentine, fueron los primeros de un grupo de cabecillas que convencieron a lo que quedaba de ejército para presentar una última batalla en Monte Gris. Incluso los altos elfos Anorien y Serendis les dieron la razón y lamentando mucho su retirada en el pasado, se presentaron en la ciudad para morir con honor.

Los titanes habían tomado ese gesto de resistencia como un mero acto inútil y optaron por separarse. Eckaros fue el elegido para luchar en Monte Gris, siendo el que se llevó junto a él la mayor parte del ejército para poder someterla sin problemas. Vungr se encargaría de viajar hacia el oeste, hacia Sverith y Ergyst se encaminaría hacia las tierras yérmicas del este.

Eckaros esperó meses para iniciar su ataque, así que llegó el año 1196 a.d.m. con los humanos, elfos, enanos, gnomos, medianos e incluso ents y otros guardianes, que se prepararon por completo para su última batalla. Ellos eran conscientes de que no tenían posibilidad alguna de ganar debido a las condiciones en la que se presentaría la batalla. Su ejército era muy reducido en comparación a la del Estrecho de Hamelen, además de que la ciudad de Monte Gris no era muy grande y estaba en mitad de un llano valle entre algunas montañas. Cuando Eckaros lo consideró oportuno, mandó el ejército de ogros y gigantes, y se quedó como espectador para deleitarse con el sufrimiento de aquellos que durante un tiempo llegaron a cree que podrían presentar batalla a su raza. Hourn consideró aquello una ofensa para su especie y al menos pudo disuadir a los más cercanos de que no fuesen en vanguardia. No obstante, Eglizogurk profirió su grito de guerra y llevó a cabo la carga inicial junto a los suyos.

El asedio duró dos días enteros y en el lapso de ellos, Eglizogurk masacró por centenas a sus rivales. Incluso echó abajo la puerta de la muralla y se enfrentó mano a mano con Elduil y Mihel. Los dos tan sólo eran poco más de reclutas en lo que se refería a experiencia de combate en comparación a otros generales que ocuparon su puesto en el pasado. Elduil perdió un brazo y una pierna; y Mihel sufrió una fractura en sus costillas. Pero con el esfuerzo combinado de ambos lograron acabar con el general ogro.

Con la muerte de Eglizogruk, Eckaros consideró que ya había jugado suficiente. Convocó la peor de las tormentas con su poder, nublando el cielo con un manto negruzco que ensombreció el día y, empuñando sus gigantes espadas gemelas, se sumó a la lucha. De un soplido arremolinó el viento y lo empujó contra la fortaleza, derrumbando la mitad como quien aplasta un castillo de arena. También arrastró su pie por la tierra para crear una avalancha y una lluvia de peñascos que cayeron sobre las casas de la ciudad. Los hechiceros y la artillería allí presente eran insuficientes para detenerle, así que aquello era el fin. Pero Mihel, mientras se apretaba sus rotas costillas, alzó su espada y apuntó a Eckaros, iniciando una carga contra el titán junto con sus compañeros. El titán sonrió y se dispuso a aplastarlos, pero el coraje de las razas aliadas sería recompensado aquel día.

El negro cielo nubloso se fragmentó y el sol volvió a brillar en el valle de Monte Gris. Un centenar de rugidos acompañaron aquel suceso y Eckaros desvió su mirada hacia arriba. Todos vieron anonadados como una marea de dragones descendían en picado sobre el titán y su poder combinado avasalló por completo al del viento de Eckaros, sometiéndolo y acabando con su vida. Sus gigantes armas cayeron cerca de Monte Gris y a día de hoy todavía adornan la ciudad como un símbolo de la tenacidad vivida aquel día.

Mihel, consciente de que seguía vivo y aún no sabía muy bien por qué vieron como los dragones adoptaban su forma humana y estaban acompañados de un muy arrepentido rey Adalger Vasiliev, de Ribriat. Los dragones transmitieron su deseo de luchar contra los titanes, ya que recibieron las misivas desesperadas de Ruggenmoure en el pasado y ellos mismos habían acudido para formar una alianza, tras disciplinar la cobardía de Adalger. La más señorial, alta y de aire místico de todos ellos se presentó como Petra, la líder de los dragones. Declaró que Monte Gris se encontraba a sano y salvo, y que su raza se uniría por primera vez a la de las civilizaciones para formar una nueva e invencible fuerza.

Al descubrir la noticia de que Eckaros había sucumbido ante un poder superior al que ya estaban acostumbrados, Vungr y Ergyst lograron retirase hacia el norte a tiempo y transmitieron el mensaje hacia Brunder y Yaelin para que hiciesen lo mismo, con la intención de plantear de nuevo la estrategia con la aparición sorpresa de los dragones.

Pero Petra se había adelantado a los titanes y había enviado a los suyos también a la península del León. Brunder avanzaba hacia el corazón del territorio Les Roses, atravesando el Mar de los Comercios y parándose en cada isla para destruir el rastro de su civilización y continuar. Al igual que los humanos en otros puntos del continente, los tanerianos no tenían ninguna oportunidad para frenar al titán y las tropas de los gigantes y ogros, así que tan sólo intentaban escapar del reino mediante barcos que los llevaran lejos de allí. Pero los aliados de Petra llegaron, dirigidos por Drecovius, el dragón negro. Aunque la sorpresa fue llamativa para Brunder y sus huestes, este presentó mayor batalla que Eckaros en Monte Gris, también porque el número de ambos bandos estaban mucho más equilibrados. Quizás si hubiese estado en terreno firme hubiese provocado la derrota o la retirada de Drecovius, pero el dragón era astuto y apareció justo en el momento en el que el titán volvía a cruzar el mar para dirigirse a una nueva costa, dificultando así su movimiento y convirtiéndole en una presa fácil. El titán fue derrotado y este intentó sumergirse en el interior del mar para limpiarse el ácido de los dragones negros, pero lo que consiguió fue que convirtiese aquel lugar en su tumba. Drecovius recibió la infinita gratitud de los humanos de Les Roses y Silverfish, y de los elfos del territorio Malael; pero él ignoró por completo el trato recibido. El dragón no tenía mucho aprecio a aquellas razas y si se había ofrecido a ayudarles fue por amor.

La dragona de la que estaba enamorada Drecovius, Nairy, fue la encargada de detener a Yaelin y su propio séquito. Este había ignorado a los aldmenses de la zona noroeste y había continuado hacia el sur, al otro lado de la Gran Cordillera de donde cayó su compañero titán. Como al igual que con Brunder, los humanos y los elfos no tenían oportunidad alguna para detenerle, al menos muchos de sus exploradores y druidas fueron al frente para intentar retrasarle lo máximo posible, así como causar la mayor cantidad de bajas entre los ogros y gigantes. En los Terrenos Agrestres, una zona árida y rocosa al norte de las casas nobles de Taneir, intentaron emboscar una y otra vez a los ogros, con la intención presente de evitar y marear al propio Yaelin. El titán consideró aquello una molestia y usó su enorme fuerza y resistencia para desmoronar el terreno, echándolo encima de los exploradores y los druidas, pero estos tenían el favor de la naturaleza y se defendían bien de los escombros con los que intentaba enterrarlos el titán. Entonces hubo un destello en el cielo debido a la piel de escamas plateadas de Nairy y aquellos con los que compartía vuelo. Los dragones plateados masacraron al ejército de Yaelin y se encarnizaron en una cruenta batalla contra el titán, pero este a pesar de quedarse prácticamente sólo debido a la desbandada de los superviventes de los ogros y gigantes, se presentó como un obstáculo casi imposible de vencer. El propio Yaelin venció a muchos de los dragones y malhirió a Nairy, quien voló lejos como pudo para recuperarse de sus heridas.

Los dragones no se podían creer la resistencia que poseía aquel enemigo, y para horror de todos, Yaelin decidió ignorar a los exploradores y las pocas criaturas dracónicas que quedaban, y avanzó impetuoso hacia la siguiente población. Los exploradores y los druidas se dividieron, conscientes de que los dragones habían sido una gran ayuda; parte de ellos fueron hacia la población resguardada y ayudaron a desalojarlos llevándolos hacia unas islas cercanas. Andrast fue el encargado de llevarlos a todos, pensando que el mar fuese un obstáculo suficiente como para que el titán se replantease seguir a un pequeño grupo de humanos y cambiase su ruta hacia el sur. No obstante, Yaelin ya había sido vacilado lo suficiente así que se internó en el mar y empezó a caminar lentamente hacia allí. Por otra parte, un druida llamado Edran dirigió a su grupo hasta el lugar en el que se encontraba herida Nairy, que se había posado cerca de la Gran Cordillera. Los humanos y elfos agradecieron su ayuda a la dragona, pero esta estaba débil por una maldición que le había provocado Yaelin con el impacto de su arma. Todos y cada uno de los druidas enfocaron su poder divino para sanar la herida de Nairy y bendecir a la dragona con los poderes de la naturaleza. Las demás criaturas aladas no podían creer lo que estaban viendo, al formarse con mayor rotundidad lo que Petra tanto estaba queriendo con el pacto entre razas. No solamente Nairy fue sanada, sino que ahora contaba con algo más allá del aspecto arcano de su poder, el don de la naturaleza. La dragona agradeció su ayuda y nombró a los cinco principales encargados, entre ellos Edran, como El Círculo de los Cinco Druidas, a los que mediante aquel favor que habían hecho, ella les juraba que compartiría sus conocimientos para bendecirlos. Pero eso sería cuando acabase la guerra, pues todavía había mucho que hacer. Nairy batió las alas y voló junto a su vuelo plateado hacia la costa. El nuevo poder bendito de la dragona era tal que con solo batir sus alas crecía la vegetación en el suelo. Desde la Gran Cordillera hasta el archipiélago al que se dirigía el titán había surgido un gran bosque que siglos más tarde se expandiría y formaría el Bosque de los Inquietos.

Yaelin no podía ser derrotado, Nairy era consciente de ello. Pero al igual que la maldición había hecho más mella en ella de lo que la herida en sí, con su nuevo poder y lo que planeó junto a sus compañeros, acorralaron al titán y no le atacaron, le hechizaron. Yaelin intentó contraatacar, pues acababa de llegar a la primera de las islas, pero su movimiento empezaba a ralentizarse. La conjuración de los dragones estaba surtiendo efecto, y Andrast y los superviventes lo observaban todo desde un monte cercano. Yaelin estaba siendo petrificado. El titán fue derrotado sin recibir una sola herida y en cuanto su cuerpo se volvió una estatua de piedra gigante, los dragones concentraron su fuego en el cuello para cortarle la cabeza, que cayó en la tierra hundiendo una buena parte de la isla, mientras que el resto de su cuerpo cayó al mar. Nairy desconocía si el titán, aún así, seguía vivo, pero el encantamiento duraría eternamente.

El año 1195 a.d.m. comenzó con muy malas noticias para Verinion. El titán anciano, que creía que tenía ya la victoria sobre su mano, jamás pensó que una alianza así iba a ser formada, y verdaderamente llegó a sentir miedo de los dragones y su poder combinado con la tenacidad y valentía humana y de otras razas minúsculas. Elmir, sin embargo, le transmitió tranquilidad de la misma forma que el titán anciano intentaba calmar a Ifvir en el pasado, y dijo que él mismo se encargaría de los dragones. Con aquella sentencia, se dirigió al sur a reunirse con Ergyst y Vungr.

No obstante, aquellas palabras no fueron suficientes para Verinion. Consciente de que sus huestes de gigantes y ogros allí presentes no serían más que pasto para los dragones, los encarceló y comenzó a experimentar con ellos contra su voluntad. Sólo unos pocos lograron escapar de la ambición desatada de Verinion, quien para crear un solo individuo capaz de luchar contra los dragones, tenía que decidir sacrificar a más de una decena de los demás.

En Monte Gris, Petra sanó las heridas de Mihel y Elduil, devolviéndole sus huesos y extremidades perdidas en batalla. Con el ejército reorganizado y con los dragones acompañándoles, empezaba la reconquista de Bargskan. Esperaban que con el avance hacia el norte se toparían con destacamentos de ogros y gigantes, o con algunos de los titanes que anteriormente habían arrasado sus estructuras y hogares, pero no encontraron nada de ello. Hourn, tras la derrota en Monte Gris, reunió a los suyos y los escabulló para viajar hacia el norte, de vuelta a Verinion, pero sin llamar la atención. De esa forma, había vía libre para toparse con los titanes antes de que ellos mismos lo esperasen.

Petra mandó a dos de sus aliados presentes con ella a perseguir a Vungr, que según las noticias que le habían llegado, avanzaba con mayor velocidad que Ergyst, así que los humanos no podían alcanzarle con su actual velocidad. Los designados para ello fueron Fafnir, un dragón dorado, y una joven dragona esmeralda llamada Priesly. Y ambos, junto con su propio ejército alado, estuvieron a punto de conseguir su cometido. Mientras tanto, los humanos junto con Petra, un dragón bronce llamado Yinami y otro azul llamado Grironne, atravesaron la cordillera hacia el este de Bargskan para adentrarse en una cuenca donde había un bosque selvático, justo donde se encontraba Ergyst. Mihel y Elduil, junto con Anorien y Serendis, entonaron el grito de guerra en el avance de la caballería a la vez que un manto de dragones les cubría desde el aire.

Y ambos ataques hubiesen tenido éxito, tanto el de Fafnir y Priesly contra Vungr como el de Petra y los humanos contra Ergyst, de no ser por Elmir. El titán de la muerte había avanzado hacia el sur usando los huesos de todas las criaturas que habían matado en el pasado, alzándolos y amontonándolos para formar macabras criaturas, en su mayor parte voladoras, exhumantes de nigromancia; todo con la intención de salvar a sus compañeros. Incluso dividiendo aquel ejército de muertos vivientes en dos para cubrir ambos puntos, Elmir tenía la ventaja. Pero aún más la tenía en el punto en el que apareció él mismo, junto a Vungr en la llanura conocida posteriormente como la Capa del Dragón, en honor a todas aquellas criaturas fallecidas aquel día. Fafnir y Priesly se retiraron heridos hacia el sur. Elmir, satisfecho con su victoria, mandó a Vungr a que se reuniese con Verinion y atravesó la cordillera para dirigirse a la cuenca donde estaba Ergyst.

Los muertos vivientes representaban una nueva amenaza para la alianza, cuyas armas tenían poco efecto contra ellos. Obligados a retirarse, lo hicieron hacia la costa este, pero Petra lo tomó como una retirada estratégica temporal. Mandó a los suyos a que acabasen con el causante de los muertos vivientes, mientras ella misma confería su poder a las armas de los humanos. La espada corta de Mihel comenzó entonces a brillar y a tonarse de un blanco impoluto. Estaba a punto de ser creada Cuervo Blanco.

Yinami y Grironne se reunieron con Fafnir y Priesly e iniciaron el contraataque. Sin embargo, Elmir tenía frente a sí una nube de muertos vivientes, que se contaban por decenas de miles, cubriéndole. Pero los humanos no estaban tan sólo para ser ayudados por los dragones; al igual que en la península del León, estos ayudarían con todo lo que pudiesen para seguir manteniendo la alianza. Esta vez la ayuda fue en forma de información, ya que conocían de años anteriores que si un titán usaba su poder excesivamente, este se debilitaba, como ocurrió con Ifvir. Los dragones usaron esa información para adentrarse en picado y poder atacar a Elmir. Centenas murieron en aquel ataque suicida, pero no tuvieron más remedio, ya que el titán volvía a alzar a los muertos caídos en batalla. Con mucha rabia por el sacrificio que habían tenido que hacer, donde incluso vieron caer a Grironne ante sus propios ojos; Fafnir, Yinami y Priesly y todos los demás supervivientes enfocaron sus armas de aliento al mismo tiempo en Elmir, recibiendo una descarga de energía multi-elemental, que le arrasó casi la totalidad de su carne y con sólo unos pocos tendones para sostener su ennegrecido esqueleto, cayó sobre la cuenca.

Los dragones habían quedado exhaustos tras aquel ataque y apenas podían volar para reagruparse de vuelta. Ergyst, que si hubiese continuado hacia el norte se hubiese reunido con Verinion sin problemas, decidió aprovechar aquella oportunidad y aniquilar gran parte de los dragones de Petra. No obstante, su intento se vio truncado. Un dragón rojo, que ni era el líder de su camada, llamado Odryg, llevaba consigo a Mihel Valentine. Pero aquello era una locura, pensó Ergyst. No había posibilidad de que un sólo humano y un sólo dragón pudiesen evitar que él desatase su poder y aniquilase a los exhaustos dragones de la cuenca. Se equivocaba. Mihel se lanzó del dragón con su espada en picado. Hasta ahora, los titanes habían sido derrotados por el esfuerzo combinado de muchas criaturas, pero nunca jamás un sólo humano había podido herir de gravedad a uno de ellos. Mihel Valentine hundió con Cuervo Blanco el ojo del titán y entrando en su cuenca y avanzando hacia el interior de su cabeza, cercenó en dos el cerebro de este, asesinándolo de una sola acometida. Desde aquel día, Mihel Valentine se convertiría en un héroe para su pueblo y, empuñando a Cuervo Blanco, siguió dirigiendo el contraataque de la alianza entre humanos y dragones para acabar con la amenaza titánica. Las Calamidades Divinas habían perdido aquel sobrenombre terrorífico por el nuevo atisbo de esperanza que surgía ante ellos.

Durante el siguiente año la esperanza humana llegó hasta rebosar, mientras que ciudades enteras eran recuperadas y renombradas. Como muchas casas nobles habían desaparecido, muchos de ellos reclamaban los nuevos territorios y se hacían llamar emperadores, por reconquistar un terreno que anteriormente habían perdido. Taneir y Aldmet mandaron a los efectivos que quedaban y también se sumaron a dicha reconquista. Mientras tanto, no había rastro alguno de Verinion y el único compañero que le quedaba, Vungr. El titán anciano estaba al borde de la locura y la desesperación, sin creer aún que casi todos habían sido aniquilados y ya sólo quedaban dos. No obstante, entre tanto error de juicio surgió una luz: empezó a admirar el poder de los dragones. Era más que eso, porque incluso llegó a sentir envidia de ellos. Entonces ideó un nuevo plan. Un plan que no contó a nadie más, pues necesitaba engañar a Vungr para que saliese bien. Mintió a su compañero al decirle que con su siguiente ataque podrían reconquistar las ciudades más cercanas, ya que ellos se habían escondido en la cordillera norte de los Brazos Gemelos.

Vungr confió ciegamente en Verinion, como siempre había hecho, y nunca llegó a darse cuenta de que no era más que un conejillo de indias para un plan mayor. El titán comandó los nuevos experimentos del titán anciano y ordenó asaltar el bastión más cercano. Esto pilló desprevenidos a Mihel y Petra, que se habían asentado en dicho puesto norteño mientras que el resto del ejército buscaban a los titanes restantes. No obstante hubo tiempo hasta que Fafnir, Priesly e incluso Odryg fuesen a socorrer a la fortaleza. Vungr irrumpió con enorme contundencia, demostrando que el nuevo poder del ejército experimental de Verinion era mucho más capaz que los simples ogros y gigantes que eran anteriormente. Con el temor a que perdiesen aquella batalla y que todo el ímpetu generado en los últimos meses se desvaneciese, Petra explotó al máximo su poder y la tierra de alrededor del bastión se sacudió hasta crear gigantes estacas de piedras que ensartaron aquellos nuevos experimentos e incluso lograron herir a Vungr. Los recién llegados Fafnir y Priesly terminaron de decantar la balanza a favor de la alianza y Vungr murió sin pena ni gloria, ya que Verinion había conseguido su objetivo. Odryg y otros dragones fueron capturados vivos y fueron enviados a los Brazos Gemelos. Para más inri, Petra había excedido su límite de poder durante la defensa de aquel bastión y su vida se apagaba inexorablemente. Aguantó lo suficiente como para que llegasen todos los suyos, incluso Drecovius y Nairy, que eran los que más lejos se encontraban. La líder dragón murió con una sonrisa, expresando su deseo de que la alianza entre las civilizaciones del mundo y los dragones permaneciesen eternamente. Desde entonces, aquel bastión sería reconvertido en la nueva capital de Bargskan, bajo el nombre de Ciudad Pétrea.

Verinion había dejado de lado todo su orgullo para poder vengarse de todo lo que le había pasado. Llegó incluso a usar su poder para encogerse y tener un tamaño casi igual al de los gigantes, aunque eso le debilitase. Creó estructuras bajo la piedra para poder seguir experimentando, ya no sólo con los gigantes y los ogros, algo que continuaba haciendo, sino también con los dragones. Tanta admiración y envidia que sentía hacia ellos se transformó en la necesidad impetuosa de crear un ser que cruzase los poderes de titán y los dracónidos en uno solo. A día de hoy se desconoce cuántas guaridas llegó a tener Verinion y cuánto llegó a experimentar, pero desde hace pocas décadas se descubrió que consiguió crear un ejército de ellos, donde al más perfecto lo bautizó como si de su propio hijo se tratase, con el nombre de Verithyor. Con aquella nueva raza, la reconquista de los titanes, o más bien, del único titán que quedaba vivo, era inevitable. Pero Verinion había quedado ciego de tanta ambición y desconocía lo que ocurría alrededor suya.

No sería ningún humano o dragón quien acabara con su vida y pondría fin a la guerra, sino uno de sus aliados. El gigante Hourn, al llegar el norte y ver todo lo que le había pasado a los suyos, quedó horrorizado y pensó de inmediato en romper la alianza con los titanes, huyendo de inmediato para poder alejarse de su ira. Pero cuando vio a Verinion con su mismo tamaño para poder ocultarse del enemigo, con sus poderes suprimidos para que fuese indetectable, no se lo pensó dos veces. Hourn estalló de ira y promulgó la redención para los de su especie, asaltando a Verinion en su propia guarida. Este, que seguía absorto por la creación de su propio hijo, casi ni se dio cuenta de lo que ocurría con él. Estaba completamente loco. La batalla fue corta y terminó siendo arrastrada hacia el exterior, en la espesura del bosque. Hourn contempló que todos los suyos eran testigos de su gesta, pero incluso en su victoria acabó perdiendo. Verinion, al morir, acabó desatando su poder sellado, arrasando con el gigante. Los dragones y los exploradores cercanos se acercaron al lugar, donde no vieron superviviente alguno, pues lo que lo hicieron huyeron de inmediato, libres. No obstante, mediante el uso de sortilegios supieron de lo que habían conseguido Hourn aquel día.

La guerra había terminado.

El valle del interior de los Brazos Gemelos adquirió el nombre de Cuna de Hourn. Los reyes volvían a sus reinos, a reconstruirlo todo. Bargskan se regía bajo un nuevo sistema de casas nobles conocidos como los Emperadores. Mihel abandonó Cuervo Blanco y no se supo nada más de él hasta su muerte, pues no quería tierras algunas. Cuando volvió como un anciano, tras fallecer, los hijos de Elduil le enterraron junto a su padre en la cripta real de Condado Cuervo.

Se desconoce el origen de los titanes. Hubieron muchas preguntas sin respuesta. Pero lo que se sabe es que las civilizaciones del mundo fueron puestas a prueba aquel día. Y ganamos.

Lamentablemente, no era brillante el futuro que se abrían para todos. Los dragones, con el paso del tiempo, fueron discriminados porque los descendientes de los héroes de la guerra de las Calamidades Divinas creían que querían hacerse con el poder. La promesa de Petra no fue cumplida y estos se volvieron a retirar y esconder, con rencor hacia los humanos y demás razas después de todo lo que habían hecho por ellos.

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