25 nov 2023

Maestro y alumna, parte 1

 - Señora... ¿Señora?

Un leve zarandeo la devolvió al mundo de los despiertos, con un notorio deje de queja en el ruido que soltó por su boca. En cuanto notó qué ocurría, se enderezó rápidamente y notó una sacudida en el brazo izquierdo, que se le había quedado dormido de haber estado apoyada en él. Se fijó con el ceño fruncido en la persona que había interrumpido su sueño. Se trataba de un miembro del personal del tren; un joven de pelo corto, piel pulcra y con una sonrisa tensa al darse cuenta de que aquella mujer estaba con fuego en su mirada.

- ¿Desea comer algo, señora?

- ¿¡Para eso me despiertas!? ¿¡Y qué es eso de 'señora'!? -. Con aquel sonoro grito, llamó la atención del resto de pasajeros, que se giraron y asomaron por encima de sus asientos para ver de dónde venía el alboroto.

- Per... perdón... ¿seño...rita?

- No quiero comer nada. Y no vuelvas a despertar a alguien para eso o procuraré que pierdas tu trabajo.

- De... de acuerdo. Lo siento, seño... rita.

Meryl se cruzó de brazos y se volvió a recostar. Se lamentó, ya que estaba teniendo un sueño plácido y agradable, y ahora volvía a escuchar el traqueteo molesto del tren, además de con algunos de aquellos pasajeros cotillas, que aún seguían echando miradas furtivas por los gritos de antes. Escuchó un maullido del asiento de su derecha, al que respondió abriendo los ojos de nuevo y llevando su mano a acariciar el origen de aquel sonido. Pandora se estiraba, completamente tranquila y sumida en un sueño profundo. Ella, a diferencia de Meryl, no se había despertado y seguía descansando plácidamente. Meryl la envidió y la acarició con suavidad mientras un atisbo de sonrisa surgía de su rostro.

- Queridos pasajeros -. Se empezó a escuchar por los altavoces del vagón -. Les informamos de que falta aproximadamente una hora para llegar al destino: Tilos. 

- Pff... -. Resopló ella.

La última vez que salió, en aquella ocasión de Aldea Roja, evitó por completo ir a Tilos. Se quedó esperando en un poblado cercano, de cuyo nombre ya ni recuerda, a esperar a que Tristán recopilase la información necesaria para poder viajar en búsqueda de Vivi. Sin embargo, actualmente no tenía otra alternativa. Iba a reunirse con su maestro, que se encontraba en Gran Hiullal. El camino más corto para llegar era viajar hasta el norte del reino, hasta Punta Lanz, donde cogería un barco para ir al reino norteño. Por tanto, a no ser que quisiera dar un rodeo, el camino más directo pasaba por hacer escala en la capital, que aunque gracia no le hacía, menos le apetecía tener que recorrer los campos de Granjas Nox y Villa Lannet durante el hipotético rodeo. De una cosa estaba segura: llegaría a Tilos y esperaría en la estación hasta que saliera el siguiente tren con dirección al norte.

La música de llamada de su teléfono móvil la distrajo de sus pensamientos. Lo sacó de su bolsillo y miró que se trataba de su sobrina. Acto seguido, descolgó.

- ¡Tía Meryl!

- Dime, Maryse... ¿Ha pasado algo? -. Se extrañó por el alarmismo en el tono de su sobrina.

- ¡Que se te ha olvidado el cargador del móvil!

Meryl se quedó callada, en blanco, sin saber cómo reaccionar. Era increíble, pero de nuevo le había vuelto a ocurrir. En cuanto la batería de su teléfono se descargase, se quedaría incomunicada.

- N... no pasa nada... Com... compraré otro cargador en cuanto llegue a Ti... los, ¿vale?

- ¿Todavía no has llegado, verdad? ¿Cuánto te falta?

- Unas dos horas aproximadamente, ¿tú estás ya en Pueblar?

- Sí, hemos llegado hace un rato.

- Ten cuidado con el posadero de La Cantera, el tal Benut o algo así, no me acuerdo cómo se llamaba...

- ¿Por qué? 

- Es un salido de los cojones.

- Ja, ja, ja, ja. Vale, tendré cuidado.

- Y que tenga cuidado el que conduzca por los caminos secundarios entre Hagantha y Acantila, que son una trampa mortal con algunas curvas en los desfiladeros -. Siguió recordando Meryl de su etapa de hace años, cuando era ayudante en la Academia de Héroes. Cierto halo de nostalgia invadió su interior, aunque lo sofocó rápidamente para mantener la compostura.

- Gracias por los consejos, tita. Que no se te olvide comprar el cargador, que quiero estar en contacto contigo, ¿vale? Te dejo, que tengo que ir al cuartel para recibir las instrucciones de nuestras tareas.

- El cuartel... ¡Cierto! A ver si sigue la señora de la panadería de enfrente del cuartel, que es muy maja y amable. Sus panes están muy ricos.

- Me alegra verte así... -. Se le escapó a Maryse, quien intentó apagar la frase aunque no pudo hacerlo a tiempo, desatando la tormenta.

- ¿¡Así cómo!? ¡Anda, que te vaya bien en tu primer día! 

- Adioooos... 

Meryl colgó el teléfono y un nuevo sonido resonó desde el dispositivo. Comprobó, algo exasperada, que era el aviso de que la batería estaba bajo mínimos y no duraría mucho tiempo más. 

Efectivamente, cuando el tren empezó a aminorar la marcha y el paisaje de su ventanilla pasó de mostrar vastos valles y terreno salvaje, a granjas y enormes campos de cultivo, seguido de zonas rurales cada vez más densas junto con un enorme río, sabía que estaba llegando a la capital, la cual no pisaba desde hacía bastantes años. 

De pronto, una amarga nostalgia la invadió al ver los primeros edificios que reconoció, pero con el contraste de otros elementos que, debido al avance y desarrollo de la ciudad, no reconocía de la última vez que estuvo; un aparcamiento donde antes había un parque; una zona vacía y descampada donde antes había un pabellón en ruinas que le gustaba visitar para disfrutar del silencio; y una zona de paseo que recorría varias manzanas donde antes había un viejo y apestoso arrollo. También habían cambiado algunas zonas, que ahora disponían de mayor iluminación, según podía ver por las farolas eléctricas que aún aguardaban su momento para alumbrar las calles. Trató de buscar con la mirada lo que antes podía ver desde el trayecto en tren, el bloque de pisos en el que seguía teniendo su casa de cuando sirvió a la reina como miembro de la alta guardia, como Caballero de La Rosa Dorada, pero le fue incapaz de verlo. Varios elementos se interponían en la actualidad, opacando su visión, como una autovía elevada a varios metros del suelo u otras zonas de vivienda que se habían alzado de por medio. Y, acto seguido, de acordarse de su piso recordó también su otro hogar en Tilos; una vivienda regalada que no llegó a estrenar nunca debido a su abrupta marcha. A pesar de que había ordenado varias veces los elementos en su anillo desde que llegó a Reposo de Taliyah, resarciéndose de lo desordenada que era anteriormente con el caos que tenía dentro, no recordaba haber visto la llave de dicha casa, así que se puso a buscarla, concentrándose en el propio anillo. Tras unos segundos, allí estaba, invocada en su mano.

- Quizás podría... 

- Próxima parada... Gran Estación Plaza, de Tilos -. Anunció el tren mediante los altavoces, distrayéndola de sus pensamientos.

Meryl guardó la llave de nuevo en el anillo y, tras acariciar a Pandora, se dispuso a salir sin que tuviese que recoger maleta alguna; no llevaba nada de equipaje pues no lo necesitaba mientras tuviese su anillo. La Nekorumasu se estiró, desperezándose y bostezando, justo antes de ponerse en marcha detrás de su dueña, que salió por el tren, molesta por tanta gente que había aún amontonada. Chistó y resopló en varias ocasiones en las que tuvo que maniobrar entre el tumulto de personas que se encontraban con sus familiares en el andén y, ensimismados por abrazos y besos, no se apartaban para dejar paso a los demás. Hasta en un par de ocasiones tuvo que empujar levemente, con la vena marcada por querer hacer algo más que apartar 'amablemente', pero consciente de que ahora estaba en un territorio en el que no quería llamar la atención.

El tiro le salió por la culata cuando, tras disponerse a bajar las escaleras para dirigirse hacia la salida de la estación, se encontró con una cara conocida que, además, estaba mirándola directamente. Con una gentil sonrisa, el joven frente a él había alzado la mano derecha para llamar su atención y saludarla. Meryl se quedó estupefacta, no solo por ser alguien que, a pesar de que no conocía realmente, le sacó de quicio en el pasado, sino por el uniforme que llevaba actualmente. Un chico alto, rubio y de ojos verdes, con un gran porte por su notable aunque no abundante masa y definición muscular, y ataviado con el uniforme de oficial del escuadrón militar supremo de Aldmet, o como se conocía coloquialmente, "el escuadrón 0". Junto a su uniforme portaba una ostentosa armadura y dejaba su mano descansar sobre la empuñadora de su espada enfundada en su cintura.

- ¡T... tú! -. Gritó, llamando la atención de la gente que salía del tren junto a ella y de los que estaban esperando en otros andenes.

- Por favor, por favor... -. Sonrió este con modestia, acercándose y alzando las manos para llevar a cabo un gesto de querer imponer calma.

- ¿¡Pero y esa ropa!? ¿¡Y ese rango!? ¿¿ME ESTÁS VACILANDO?? 

Con el continuo y en ascenso volumen de sus gritos, Meryl estaba escandalizando a los que pasaban junto a ella, que se separaban y se alejaban, mirándola de reojo. Más aún cuando esta, de la nada, saco su espada del anillo y, empuñándola con tanta fuerza que parecía que sus manos eran guantes de cuero, cargó contra él. El joven reaccionó rápidamente, desenfundado su espada y bloqueando el ataque con suma gracia. La gente gritó y algunos guardias que estaban en zonas más cercanas a la entrada llegó corriendo, pero Chris alzó una mano para detenerlos. 

- Tranquilos, es una amiga. Nos estamos saludando.

- No te burles de mí... -. Meryl soltó esas palabras con un susurro y, con ambas manos temblorosas del coraje que le había dado ver a ese zoquete así, fue a coger aire para gritar de nuevo, a la par que se preparaba para otro ataque.

- Por favor, tienes que controlar esos ataques de ira.

De un movimiento grácil y precedido por la calma que había en su mente, Chris llevó a cabo una maniobra precisa que desequilibró a una obcecada Meryl. Ambas espadas bailaron y se deslizaron la una con la otra, para que el joven se acercase y, colocando su pierna detrás de las de la mujer, la empujó para derribarla sin mucho esfuerzo.

- Podría detenerte por lo que acabas de hacer -. Comentó él con una sonrisa tan amplía que se entrecerraban sus ojos. Este se acercó para mirarla más de cerca, abriéndolos de nuevo y susurrando -. Recuerda que ya no eres Ébano.

- Me las pagarás... -. Meryl se levantó, rechazando la mano que le ofreció Chris. En cuanto se incorporó, se alejó unos pasos y guardó la espada. Tras eso, echó una mirada asesina a este, quien también enfundó su espada -. ¿Para qué has venido?

- Seré directo pues: en nombre del reino, me gustaría pedirte un favor.

- Paso.

- Suponía que ibas a decir eso, ¿puedes acompañarme, por favor? 

- Tengo muchas cosas que hacer.

- Quedan dos horas para que salga el siguiente tren, ¿no?

- ¿Cómo sabías... 

- Tu amiga Anabelle te sigue cuidando, aunque no lo creas.

- Tsch... 

- Y ahora, por favor...

- ¡Está bien! Pero me vas a tener que explicar por qué cuando te vi la otra vez eras un mierda y ahora perteneces al escuadrón de mayor rango militar.

- Claro, como quieras.

Ambos salieron de la estación, ante la mirada atónita de los guardias y de algunos civiles que todavía estaban por la zona observando toda la situación. Algunos incluso habían sacado móviles para grabarlo todo, pero para cuando ya estaban filmando Meryl se estaba levantando del suelo, así que poco material interesante pudieron captar. 

Al salir fuera, Meryl se apartó el pelo por la fría brisa que recibió, para contemplar así mejor la imagen de la ciudad que hacía años que no veía. Una calle amplia de edificios residenciales no muy altos con comercios en la zona baja se perdía hasta el fondo, con el alzamiento de una montaña con edificios más altos, carreteras y puentes que cruzaban entre ellos, dividiendo la ciudad en varios segmentos de diferentes alturas. Con el paso de los años Meryl recordaba la ciudad como siempre, como una imponente figura colosal que dominaba todo el paisaje de alrededor, a pesar de los sutiles cambios que ha tenido desde entonces, como la construcción de algún que otro edificio nuevo o de alguna carretera que pasaba por encima de algunas calles. No podía ver muchas cosas desde donde se encontraba, pero parte de ella quería ver también la zona del río, con los numerosos puertos, también el coliseo, el parque, el museo y algunos cuarteles que recordaba con cierto cariño, entre otros tantos elementos. Cuando se dio cuenta de que se había sumergido demasiado en recuerdos del pasado que ya no iban a volver, sacudió la cabeza y se acordó de la situación presente, con aquel incordio al lado.

- Podemos ir al cuartel más cercano para habl... - Fue a decir él.

- Ni de coña. Si quieres contarme algo, va a tener que ser por aquí, mientras damos una vuelta o algo así -. Sentenció, negándose en rotundo a pisar ningún sitio de rango en la ciudad.

- Bu... bueno, está bien.

Empezaron a caminar por las calles, ante la mirada curiosa de algunos civiles que se cruzaban con Chris y se quedaba viéndole el uniforme, la armadura, el arma o la capa. Meryl agradeció eso, así no se fijaban nada en ella, aunque era bien consciente de que aquella ciudad tenía cierto sector de pervertidos que esperaba que se hubiesen extinguido con el tiempo. Minutos más tarde, las calles se abrieron para dar paso a una explanada, en la que se situaba un gran parque, que se extendía majestuosamente como un prado verde entre un bosque de hormigón. Sus caminos de adoquines serpenteaban entre árboles frondosos, invitando a pasear o disfrutar de un tranquilo picnic. En el centro había un pequeño estanque que reflejaba la luz del sol, donde los patos nadaban con gracia. Meryl recordó una anécdota graciosa en aquel lugar, el parque del Oasis, que le llevó incluso a esbozar una débil sonrisa en su rostro. Sonrisa que se borró cuando volvió a escuchar la, según ella, estridente y molesta voz de Chris.

- ¿Nos sentamos? 

- Vale -. Respondió lo más secamente que pudo.

- Bien, pues... -. Empezó a decir una vez sentado, tras recogerse la capa y recolocarse la espada para que no le molestase en el banco -. Seré directo; quiero hacerte una petición y también consultarte una duda.

Meryl se quedó mirando un grupo de niños que pasó jugando cerca de ellos. De nuevo se distrajo, esta vez fijándose en su inocencia; en cómo disfrutaban con el balón de fútbol, reían y estaban llenos de energía y felicidad. Con añoranza, le recordó a dos cosas; una en un momento de su niñez, cuando no tenía casi ninguna preocupación; la otra, más reciente, en Reposo de Taliyah, cuando poco a poco recuperó algo de...

- Vale, vamos allá con lo primero -. Prosiguió Chris, despertando a Meryl de nuevo de su mar de distracción y memorias -. Me gustaría pedirte que regresases al ejército.

- Ni de coña -. Soltó inmediatamente, sin desviar la mirada del frente.

- Supuse que dirías algo así -. Sonrió el chico, quien miró al cielo -. Eres una experta en la materia que más tiene en vilo el reino, la energía negativa. Aldmet agradecería mucho que...

- ¿Cuál es la duda que tienes? -. Le cortó ella.

- Antes de eso, me gustaría preguntarte otra cosa, ¿por qué lo dejaste? -. Se interesó, bajando la mirada del cielo para mirarla directamente. Meryl, en cambio, había subido una pierna para apoyarse en ella con el codo, tapando la mitad de su rostro con la mano sobre la que reposaba su cabeza.

- Corta el rollo.

- Me dijeron que eras muy así, sí... 

- Me están volviendo las ganas de matarte.

- Jajajaja... Por favor, solo quiero que vuelvas a ser como antes. Leí de tus historias; fuiste un pilar muy fundamental en el reino, no solamente como Ébano, sino incluso mucho antes.

- Vamos a ver... -. Meryl se reajustó en el banco, bajando la pierna de nuevo y, por primera vez desde que se sentaron, clavando la mirada en él -. NO voy a volver, NO me hables de Ébano, NO sabes nada de mí, lo que cuentan las historias NO es la realidad.

- ¿Lo que cuenta Anabelle tampoco lo es? 

Meryl se quedó callada, con una mezcla de arrebato de ira que casi le lleva a levantar la mano junto con otro de vergüenza interna, que la descolocó. ¿Qué le había contado sobre ella a un tipo como él? ¿Por qué insistía tanto? 

- Solo quiero que de verdad ayudes a la gente, como solías hacer. Sé que lo has pasado mal, muy mal. Es más, seguramente no pueda llegar a comprender lo mal que has estado, pero también sé que has recuperado parte de tu 'yo' del pasado. Tristán me lo contó... que hay cierto grupo de jóvenes que te han ayudado.

- Solo fui a Reposo de Taliyah para darle una paliza a Magrid y por mi sobrina...

- Bueno, al menos, reconsidéralo, ¿vale? Contigo, la investigación avanzaría muchísimo.

- Ni siquiera tengo tiempo para pensar en estas cosas, tengo un viaje importante que hacer.

- Vale, vale, está bien. Al menos, ayúdanos con una cosa.

- A ver...

- ¿Se puede inyectar energía negativa en un clon humano y que sirva de catalizador parecido al de un ser vivo? Me refiero... a que no actúe como si el clon fuese un objeto inerte, como lo haría cuando la energía negativa interactúa con... yo qué sé, una piedra, por ejemplo, maldeciéndola, cambiando su apariencia y afectando incluso a lo que hay a su alrededor. Me refiero a... ¿hay posibilidades reales de que la energía negativa afecte al clon de la misma forma que a un humano normal? Alterando su morfología, otorgándole poder... 

- A... ¿A qué viene esto? -. Meryl se encontraba perpleja ante la pregunta -. ¿Le habéis preguntado a Aegloth? 

- Sí. Él cree que es imposible que suceda algo así. Pero aunque de Requiem tengamos pocas pistas, estamos sopesando la hipótesis de que dos de sus acciones de los últimos años puedan estar relacionados. Durante la Convención Real del 1010, explotó una bomba negra cuya finalidad iba para que afectase a los responsables mundiales. Debido a la explosión accidentada, el efecto accidental provocó que una joven llamada Vivi resultase contaminada con la energía negativa, llevándola a actuar con conciencia propia por la región occidental de Brell, como bien sabes.

- ¿Y los clones? -. Se impacientó Meryl al escuchar información que ya conocía.

- La primera vez que ocurrió lo de los clones afectó a un alumno de la Academia de Héroes de Tilos, en la que su familia fue incluso secuestrada, aunque el oficial Harold se ocupó de ello. La segunda vez no surgió de cara al público. Durante una operación del tercer escuadrón para seguir un garito importante de droga, se descubrió que tenían relación con Requiem al tener un sótano con clones colgando del techo con ganchos de hierro, como si fuese un matadero en el que se están preparando.

- Clones... -. Meryl se acordó de algo, de hace muchísimos años, lejos de Aldmet.

- Son como personas normales, aunque con la piel más blanquecina, sin ombligo obviamente y todos tienen el mismo cabello corto de pelo blanco y un mismo rostro, como de joven de mirada perdida.

- No tiene sentido... -. Se quedó mirando el suelo, intentando asimilar toda la información.

- ¿El qué no tiene sentido? 

- Si quieren usar el poder de la energía negativa para crear un ejército como lo fue Vivi, lo que harían serían usarla en humanos seleccionados y en un entorno de control, no como lo que pasó con la niña. Es un malgasto de recursos crear esos clones para hacer algo así cuando podrían conseguir humanos incluso desde fuera, con otros reinos que son capaces de suministrar esclavos. Creo más bien que la bomba negra era para algo en específico y que lo de los clones lo necesitan para otra cosa, un ejército quizás, o quizás lograr un clon muy poderoso... 

- Ya veo, no sabía que podía conseguirse de manera óptima un ejército de humanos afectados por la energía negativa y que estén bajo control. Cuéntame más sobre eso... 

Meryl dedicó un buen rato para explicarle a Chris cómo se podía conseguir algo así de manera óptima y sin desperdiciar recursos. No obstante, aunque en ningún momento mostró signo de sospecha alguna y fingió que confiaba completamente en el joven, le explicó aquello con algunos matices alterados, entre información que contaba a veces de manera superficial y otra que alteraba ligeramente para que el proceso no pudiese completarse de manera satisfactoria. Con la conversación que estaban teniendo, donde este les seguía compartiendo información sensible del caso de Requiem y con pruebas que otras personalidades le habían compartido, las posibilidades de que Chris fuese un miembro de Requiem o algún tipo de contacto se reducía, pero el porcentaje nunca era nulo, de manera que prefería cubrirse las manos por si acaso. Al final, se pasaron tanto tiempo hablando sobre ese tema que para cuando acabaron ya estaba atardeciendo. 

- No me lo puedo creer... -. Meryl fue a mirar el móvil -. ¡He perdido el tren! 

- Ala... Jajajaja

- ¿¡Te estás burlando de mí!? -. Alzó la voz, levantándose y amenazando con el puño a Chris.

Pandora, que andaba por allí cerca, se sobresaltó por el grito de su dueña, ya que se había quedado completamente dormida.

- Tranquia, tranquila... -. Chris alzó las manos en señal de paz -. Lo arreglaré todo, ¿vale? Tendrás mañana tu viaje totalmente gratis y tendrás alojamiento para esta noche. Yo asumiré el pago -. Chris sacó el móvil y empezó a marcar para llamar -. Ibas a Punta Lanz, ¿verdad?

- Sabes hasta la ciudad a la que voy... Maldito...

Chris llevó a cabo un par de llamadas y consiguió lo que prometió, un nuevo ticket de viaje en tren para partir hacia Punta Lanz a primera hora de la mañana, junto con alojamiento en un hotel cercano de la estación, ambas cosas gratis. Meryl agradeció en un suspiro rápidamente el gesto del joven y aunque este se despidió enérgicamente y con educación de ella, esta tan solo lo hizo de manera escueta, antes de asegurarse de que Pandora iba con ella para ir al hotel a pasar la noche.

El paseo por la ciudad ahora se tornaba tranquilo, tan solo estropeado por el frío de invierno que estaba acercándose cada vez más. No obstante, pronto se daría cuenta de la realidad de la ciudad, una vez más.

- Vaya culo tienes, ¿eeeeh? -. Escuchó desde atrás.

Meryl apretó el puño y conteniendo las ganas de matar decidió seguir hacia delante. Pero aquel joven que le había soltado aquel improperio no iba solo, de manera que sus amigos pronto se unieron a los piropos pervertidos, con más frases malsonantes y silbidos molestos. Entonces, un calor dentro de ella surgió aún con más fuerza, algo que debía calmar inmediatamente. Se giró hacia ellos y se acercó con una sonrisa en el rostro. Eran un grupo de cuatro chicos que rozarían la veintena, iban con vaqueros y chaquetas coloridas, a la par que sus cabellos y peinados extravagantes. 

- Sois muy valientes, ¿verdad? -. Les dijo con un rostro amable.

- Buaaa, ni te imaginas cuanto, preciosa. Por ti, iría hasta la más profunda de la caverna de un dragón para traerte el tesoro que quieras.

- Oh... la verdad es que, me gusta la gente valiente -. Meryl se acercó más al que le había hecho ese comentario y con una mano se bajó la cremallera de la chaqueta para enseñar escote, mientras que con la otra la llevó al bulto creciente del pantalón del joven, que se sobresaltó un poco -. ¿Por qué no venís todos conmigo? Quiero pasar una noche interesante...

- ¡Oooooh! ¡Triunfada locooooooo!

- Sí, esta noche es vuestra noche de... -. Meryl empezó a apretar el bulto del chico con mucha fuerza, hasta que llegó un punto en el que este ya no podía escapar y lo único que podía hacer era encogerse, gritar y saltársele las lágrimas -. ¡Vuestra noche de suerte! ¡VENGA! ¿¡QUÉ PASA!? ¿¡NO ERÁIS UNOS VALIENTES!?

Meryl siguió apretando y retorciendo hasta que ya quedó claro el mensaje en ellos, soltando al chico y dejándolo en el suelo inmóvil y con sus amigos pálidos y en shock. Volvió a coger a subirse la cremallera de la chaqueta, antes de continuar su caminata. Pandora maulló levemente y reanudó también el viaje. Los gritos del chico habían llamado la atención de varios ciudadanos, tanto los que pasaban por la calle por ese momento como de algunos que se asomaron por las ventanas, pero a Meryl no pareció importarle en absoluto. Es más, continuó caminando mientras se puso a tararear alegremente una canción que recordó.

La noche en el hotel transcurrió con normalidad, a pesar de las medidas que implantó en la habitación, por temor a que pasase lo que sea. Una de ellas le hizo viajar a semanas atrás, cuando vivía junto a su sobrina y se encargó de poner mediante una runa y un sello una palabra clave para poder acceder al interior. Reconoció para sí misma, ya que no había nadie más allí, que fue una buena época, pero ahora ya se había acabado. Al día siguiente reanudaría el viaje para el que había sido llamada. 

Su maestro la necesitaba. La había llamado para que viajase a Gran Hiullal y el tema estaba relacionado con el arma que portaba, o mejor dicho, el origen de esta. Se avecinaban tiempos difíciles de nuevo, tiempos de conflicto. Tiempos que no quería volver a pasar, pero le debía la vida a su maestro, así que no le dejaría tirado nunca.

El día siguiente la recibió con una débil lluvia que no le importó en absoluto debido a la cercanía del hotel con la estación. Menos aún le importó cuando salió a entrenar un poco, corriendo como hacia años que no hacía. Se había dejado demasiado y poco a poco lo estaba remediando. Horas después ya se había duchado, desayunado, vestido, llegado a la estación y se encontraba sentada en un cómodo asiento de cuero del tren que partía hacia Punta Lanz, el cual estaba bastante lleno de gente para la cantidad que se esperaba ella en un primer momento.

Mucha gente dejando la ciudad, por todo lo que está pasando... -. Inevitablemente le rondó aquel pensamiento de preocupación. El incremento de la criminalidad, incertidumbre y crisis han debido hacer mella en muchísimas familias.

Lleno a rebosar y teniendo que compartir asiento con un hombre mayor en traje gris que se quedó dormido a los pocos minutos, Meryl se preguntó por qué no había pagado un poco más para tener un compartimiento privado, como los trenes de media distancia de Reposo de Taliyah hacia la costa, que ya contaba con tal lujo en el precio base del ticket del tren. Así al menos podría haber disfrutado de estirar las piernas y no estar aguantando las conversaciones ajenas, que intercalaban entre charlas de economía de algunos adultos, debates sobre videojuegos de unos jóvenes y estridentes gritos y lloros de algunos bebés y niños muy pequeños. 

Dentro de las condiciones limitadas que había en el vagón, el viaje fue apacible dentro de lo que cabría esperar. Meryl dedicó el viaje a apoyarse en la ventanilla y mirar por la ventana el paisaje; cómo iba cambiando de una campiña verde con zonas rurales del exterior de Tilos a un relieve heterogéneo y pintoresco, con ríos surcando entre empinados montes, con senderos antiquísimos que serpenteaban entre las casas de campo, tan lejanas de los poblados y ciudades principales que a veces se preguntaba quién vivía en ese tipo de lugar. Ese pensamiento provocó que se preguntase sobre su propia tranquilidad, ya que en los últimos años había vivido una pesadilla y, aunque se estaba recuperando, tanto física como mentalmente, ahora afrontaba las cosas de una manera muy diferente. Era cierto aquello que le decían recientemente de que era un problema de nervios y falta de confianza, pero igualmente la única cura que había era el tiempo y pasar tiempo con personas que la hiciesen sentir cómoda. Le vino a la mente Reposo de Taliyah y, como empezó siendo un destino cuyo objetivo era partirle la cara a Magrid a tener una casa con su sobrina y tener aquellas visitas y actividades. 

Y entonces, se acordó de toda la gente que había dejado atrás por su problema ¿Qué pasaría si contacta con ellos de nuevo? ¿Cuántas veces habrían pensado en ella? Porque... ¿La seguirían recordando, verdad? Toda esa gente de su escuadrón. No solamente aquel de quien se enamoró sino el grupo al completo, los que confiaron en ella para sus misiones a vida o muerte.

Un traqueteo del tren disipó aquellos pensamientos y la devolvió a la realidad. Al darse cuenta de que estaba pensando en ellos, con aquella posibilidad de verlos de nuevo, se le aceleró el corazón. Tanto que para evitar que se notase en su rostro y alguno de los demás viajeros se percatase se llevó la mano al rostro para frotarse los ojos. Maldijo en silencio su problema de personalidad y volvió su atención de nuevo al paisaje.

Era ya mediodía cuando se anunció por megafonía la llegada próxima a la ciudad de Punta Lanz. Meryl solo había estado una vez allí y fue cuando llegó de niña a la península por primera vez, así que apenas se acordaba de nada. Lo único que recordaba es que la ciudad de noche era hermosa, con los caminos descendentes por la inclinación hacia la costa lleno de hermosas farolas y junto al mar creaban la ilusión de que eran libélulas que se acercaban a un charco a beber. Pero ahora era de día y, a diferencia de la solemnidad de aquella metáfora que se podía ver de noche, ahora lo que tenía ante ella eran calles abarrotadas de gente, ya que estas no eran muy anchas, así que fue a paso lento hacia el muelle, con Pandora maullando, quizás quejándose también del enorme bullicio, mientras iba haciendo equilibrio sobre el hombro de ella.

Al llegar al muelle la cantidad de gente creció, si es que eso era todavía posible, Multitud de personas estaban haciendo cola y acercándose a las oficinas de embarque y los barcos atracados para prepararse para iniciar sus viajes. Meryl se empezó a impacientar, ya que con tanta gente la cola avanzaba extremadamente lenta y el barco que quería coger para ir a Gran Hiullal salía en menos de una hora. Tal empezó a nacer una crisis de nervios en sí misma que tuvo que quedarse mirando al suelo, respirando con dificultad. En otra época se habría empezado a drogar instantáneamente para calmar la ansiedad; ahora debía aguantarlo y soportarlo, junto con los sudores fríos que empezaron a surgir, dándole una peor sensación de la que ya tenía por el contraste por el frío casi invernal que hacía. No podía permitirse perder el barco, ¿quién sabía cuándo sería el siguiente? ¿Y si era dentro de una semana? ¿Podría su maestro esperar tanto tiempo? Si la había avisado para que fuese de manera urgente era por algo... A aquello se le sumó pensamientos intrusivos que le costó suprimir, como el de darle un escarmiento a aquellos que estaban todavía ralentizando más el proceso de la cola: gente que intentaba colarse o iniciaban discusiones absurdas sobre quién iba antes, otros que ralentizaban la cola porque al ser su turno, se quejaban de cosas sin sentido ante el personal de oficina de embarque, niños molestos que sus padres no controlaban y empeoraban todo a su alrededor... Estuvo a punto de liberar una pequeña onda de energía negativa cuando uno de aquellos niños se acercó a ella y se dedicó a molestar a Pandora, que para la desilusión del chico esta le ignoró por completo. La tentación era tal que incluso empezó a concentrar la energía, invisible al ser una leve concentración ¿Qué más daba? Tan solo sería un pequeño susto para todos, marchándose corriendo con el merecido premio de que fuese su turno en la oficina de embarque y así no defraudar a su maestro.

Pero un elemento extra en toda aquella ecuación frustró su tentativa. Un hombre que aunque no vio le escuchó hablar detrás suya, por teléfono móvil. Una sola frase fue suficiente.

- Sí, soy yo, Rufus ¿Te acuerdas de mí?

Dejó de concentrar la energía negativa y se quedó muy tiesa en la cola, coincidiendo con el hecho de que le tocaba avanzar un par de pasos e incluso tardó en hacerlo porque había desviado toda la atención a su oído. No podía creer su suerte; que justo el día en el que pensaba en ellos aparezca uno justo en ese lugar, justo antes de que hiciese lo que iba a hacer. Ni siquiera se giró para verle, sino que trató de ubicar su posición por la conversación que estaba teniendo por teléfono móvil, a pesar de que le costaba hacerlo ya que el bullicio seguía presente en el ambiente. Trató de usar como cobertura al que tenía detrás suya de la cola, moviéndose de tal manera que siempre lo usase como obstáculo visual entre Rufus y ella. Como si la reflexión que tuvo horas antes en el tren no contase en absoluto, la elección que tenía ante ella era muy fácil. Podría haber usado su poder, haber asustado a la gente, con la consecuencia de que Rufus lo habría detectado y la habría reconocido, pero al menos tendría ya su viaje en barco asegurado; pero se decantó por no hacer nada y quedarse en la cola, aumentando el riesgo de que no llegar a tiempo al barco y que lo perdiese. Su maestro la estaba esperando... pero Meryl se escudó en que lo correcto era no afectar a civiles con su poder. Porque claro, no lo hizo finalmente por su ética y moral, como intentaba convencerse ella.

Y efectivamente, perdió el barco. Enfurruñada, con ya menos gente por la zona del muelle, se quedó sin el viaje hacia Gran Hiullal por culpa de su inseguridad. Con una mezcla de rabia buscó con la mirada a Rufus, aunque quizás no lo reconocía por la cantidad de tiempo que había pasado. Entonces canalizó la culpabilidad de todo hacia Chris, ya que si no la hubiese estado entreteniendo el día anterior, podría haber cogido el tren más temprano tras llegar y haber llegado ayer a Punta Lanz, con tiempo de sobra para adquirir el billete. Con esa rabia desbordante por su cuerpo, resultando en un puñetazo en el mostrador, el encargado, un chico joven y delgado con gafas que casi se les cae por el sobresalto del golpe de Meryl, le aseguró una nueva vía.

- Verá usted, señorita. El siguiente barco hacia Gran Hiullal es en cuatro días, pero si no le importa pagar más podría adquirir un ticket para el crucero que sale a la tarde.

- ¿¡Cómo!? -. Pasó de mirar hacia el suelo, con la cara enrojecida del enfado, a mirar al pobre chaval que se volvió a sobresaltar, a mirar hacia el muelle y buscar el crucero. Entre las decenas de distintos barcos, de uso comercial, transporte, privados... sobresalía un enorme crucero, anclado en la zona noroeste de la ciudad.

- Le... Le... Le saldrá... más caro. Si no le importa eso...

-  ¿¡Cuánto!? -. Preguntó sin contemplaciones Meryl, en detrimento del encargado que volvió a sobresaltarse, quedándose anonadado cuando la mujer empezó a sacar de su anillo mágico su cartera y un bolso de cuero con oro.

Un par de horas más tarde Meryl ya tenía el humor totalmente cambiado, enseñando su ticket al personal correspondiente, que fue aceptado sin mayores complicaciones, de manera que embarcaba por la rampa hacia el enorme navío. Iba a ser el primer crucero de su vida.

- Nada mal a pesar de los contratiempos. Me merezco disfrutar de un viaje así. 

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