25 nov 2023

Maestro y alumna, parte 2

El viento invernal se había transformado en una suave brisa fresca pero apacible, en sintonía con la tibia temperatura que había por cualquier zona abierta. Se trataba de unos sortilegios que se ejecutaban a través de puntos de anclaje situados estratégicamente por la cubierta, que envolvían el crucero como una burbuja y mantenía el interior con una temperatura cálida y agradable, como si volviese a estar en verano. Meryl pensó que el trato que tuvo cuando embarcó fue solo exclusivo de aquel día, para darle la bienvenida; una copa de champán al subir, personal acompañándole para mostrarle las distintas zonas de ocio y descanso, y dónde estaban ubicadas, comida y bebida al gusto, servicio de habitaciones las veinticuatro horas... Pero días después seguía recibiendo un trato equivalente, con total dedicación y atención al detalle de lo que necesitaba el cliente, para el gozo de Meryl.

Durante los primeros días parte de ella deseó no llegar nunca a Gran Hiullal y poder disfrutar del recorrido completo del navío, que pasaba por el reino norteño, la isla de Echoes, Bellafonte y Happak. Lo que hizo el primer día tras llegar al camarote fue tirarse en la enorme cama, estirando y moviendo brazos y piernas. Allá por donde abarcaba seguía habiendo cama, de lo grande que era. El resto de la habitación, que era de categoría superior del crucero, consistía en un jacuzzi en plena zona de la habitación, un elegante baño de mármol azulado con spa, una zona de despacho con muebles de ébano, tapices y acolchado en las sillas de cuero de terrarón;  y ventanas panorámicas por toda la zona exterior, que daba a un extenso balcón con tumbonas. Después de una siesta como nunca se había echado fue a darse un baño al jacuzzi, que dejó rebosante de espuma con la que Pandora curioseaba y jugueteaba. Tras estar completamente relajada y limpia, salió del camarote y fue por los diferentes pasillos hasta dar con zonas publicas, en los que en seguida se encontraba con personal que le ofrecía degustaciones. Estaba de tan buen humor que en lugar de rechazarlos y pedir que la dejasen en paz, se acercó a cada uno de ellos para ir probando las diferentes especialidades que no había degustado en su vida; así hizo también con los centros de actividades. 

Primero fue al salón de masajes, donde un musculoso joven de cabello rubio repeinado hacia atrás, tez morena y ojos azules claros la dejó en la gloria, prácticamente inconsciente en la camilla. Le recordó a la buena experiencia que tuvo en Puertollano, pero en esta ocasión lo había sentido mejor, debido a todo el estrés que había acumulado en Punta Lanz, cuando casi creía que se quedaba sin barco y sin poder llegar junto con su maestro a tiempo. No solamente disfrutó del masaje, sino que le echó el ojo a aquel rubio que le habían asignado.

- ¿Ofrecéis sesiones de masajes en privado? -. Preguntó ella, con cierta curiosidad más allá del interés de un 'simple' masaje.

- Señorita, ¿no le parece suficiente privacidad este habitáculo cerrado? -. Respondió con otra cuestión él, mirando a su alrededor en la habitación privada dentro del centro de masajes del crucero.

- No, me refiero... Si quiero pedir como servicio de habitaciones que vengas a mi camarote...

- Oh, no, lo siento. No es algo que ofrezcamos -. Le cortó él, interrumpiendo a Meryl con tono modesto.

- A ver -. Meryl perdió un poco la paciencia pero igualmente seguía de buen humor, así que no se enfadó como ya habría hecho -. Lo que me refiero es que quizás quiero que me des otro tipo de... masaje -. Y acto seguido, al mismo tiempo que se vestía, interrumpió el proceso para darse la vuelta y mostrar un poco de la zona inferior de sus pechos.

- ¿Señorita?

- Deja de hacerte el tonto. Tengo el camarote premium... -. Siguió ella, acercándose a él con un tono muy diferente al habitual de ella.

- Lo... lo siento, tengo pareja. 

- No tiene por qué enterarse.

- No, es que... verá... mi pareja... es hombre. Soy gay, señorita.

Meryl se quedó cortada, terminó de vestirse en silencio ante la incomodidad del masajista y cuando se fue le echó una mirada asesina, ya siendo más habitual en ella.

- Vaya desperdicio -. Atajó, como si de repente aquel tipo fuese un objeto de poco o nulo valor.

La siguiente gran actividad que llevó a cabo fue ir al teatro, donde tuvo que sobornar al personal de seguridad de allí para que la dejasen pasar con Pandora. Meryl se sentó en la zona del fondo de la amplia y semicircular zona de asientos, que consistían en sillones comodísimos que tenían una pequeña bandeja tapada con tapas gourmet y dulces de diversos chocolates. Minutos más tarde, Meryl se encontraba probando todo lo que tenía a su alcance, mientras que Pandora observaba curiosa como el juego de luces variaba e iban al compás del ritmo de la obra que transcurría en el escenario principal. Una tragicomedia que terminó con el fuerte y sonoro aplauso, no solo del público en general, sino también de Meryl en particular, que tras dos horas se había metido de lleno con los personajes. 

Salió secándose las lágrimas de manera disimulada, mientras escuchaba las opiniones de los demás a su alrededor.

- Bueeeno, ese idiota se lo merecía, por no cuidar de su hija -. Escudó decir a un hombre de mediana edad, pelo rizado abundante y barba de tres días, que iba junto a una regordeta enana de cabello largo trenzado y pelirrojo, con un largo vestido azulado.

- Sí, es verdad - Le dio la razón la enana.

- ¡No tenéis ni idea! -. Saltó Meryl, acercándose a ellos con las mejillas encendidas de la rabia -. Si no cuidó de su hija fue porque sacrificó todo por darle una vida mejor, no porque no quisiese... 

- ¿Eh? ¿Quién eres tú? 

- Vosotros, que seguramente sois ricachones que jamás habéis tenido que afrontar, luchar ni sacrificar nada... no tenéis ni idea de lo que significa sufrir por alguien que amas... 

- Se merecía morir -. Se regodeó la enana -. La próxima vez que...

Se tuvo que callar y no proseguir la frase, porque Meryl se acercó más a ambos con intenciones hostiles, asustándolos y temiendo que llegase a las manos. Afortunadamente para ellos, el personal llegó para poner orden y calmar la situación.

Quitando aquel escollo, el resto de actividades transcurrió con total normalidad. Los días siguientes disfrutó de algunas otras actividades, además de repetir otras como el salón de masajes, aunque sin querer volver a ver al homosexual. Su siguiente parada fue un restaurante, donde de nuevo se puso las botas comiendo platos que no había probado en su vida, maravillándose de sabores que no sabía que podía disfrutar. También fue a un espectáculo de caballería en lo que la gente se podía apuntar y tener tanto justas a caballo como duelos cerrados con armaduras completas. Decidió no apuntarse para no humillar a nadie y simplemente se quedó disfrutando de cómo la gente se quejaba de cosas que uno no conoce hasta que no lo experimenta, como de la nula movilidad que aporta tener una armadura pesada o lo complicado que es usar armas grandes. 

También fue a zonas de adultos, como una tienda especializada en juguetes y conjuros sexuales. A diferencia del gay del salón de masajes, allí sí que habían varios que le echaron un ojo de manera curiosa a Meryl, con intenciones de comérsela más allá de solo con la mirada. Pero para su desgracia, para Meryl eran más feos que un kuo-toa en una pasarela de modelos. Se preguntó cómo había avanzado tanto la sociedad en algo tan perverso y lo poco que había avanzado para otras cosas, ya que habían utensilios, conjuraciones, pociones... que jamás se hubiese imaginado 

- Hostia puta... -. Se quedó anonadada cuando de entre otros los productos de una de las calles de la tienda descubrió el Dildo Dragon DestructorXXX, con decenas de opciones vibratorias y de funcionamiento automático, autolavado y un estuche de terciopelo para guardarlo y con accesorios extra.

- ¿Le gusta nuestro producto estrella, señorita? -. Meryl se sobresaltó al escuchar la voz de una de las trabajadoras de la tienda acercarse junto a ella. Se trataba de una joven de pelo negro, largo y liso, teñido en parte de celeste, que llevaba una camiseta con el logo de alguna banda musical que Meryl desconocía.

- No... O sea... Seguro que mola mucho, pero... solo observaba.

Con respecto al resto de actividades, trató de evitar zonas rebosantes de actividad social como discotecas, así como también se alejó de un tentador casino con el que podría divertirse un poco, pero debía ser responsable. Y dentro de esa responsabilidad también incluía que, para compensar el atracón de comida y la inactividad que había tenido los primeros días, se relajó en cuanto a participar en actividades y dedicó gran parte del tiempo a retomar el entrenamiento intensivo, que dividió entre ejercicios estáticos en el camarote y carreras por cubierta.

Tras varios días, durante unas de esas carreras por la gigantesca cubierta, Meryl se detuvo entre jadeos, con su ropa de ejercicio sudada y apoyándose en la barandilla para reponer un poco las fuerzas. Miró a su alrededor; se encontraba en una zona de descanso, parecido a un parque pero sin vegetación, con bancos y diversas pequeñas atracciones para niños pequeños, en una zona céntrica de la propia cubierta. 

- Tome, señorita. Para que se seque el sudor.

Un niño se había acercado hasta su lado, tendiéndole una toalla mientras esbozaba una dulce e inocente sonrisa. Tenía el cabello desgreñado de color castaño claro, una cara fina con pecas y ojos verdes intensos. Vestía con una camiseta celeste con un arco iris en el centro y un pantalón corto vaquero.

- No, no me hace falta... -. Le dijo ella, volviendo la mirada a su alrededor.

- Venga, por favor, acéptelo. 

- Que no hace faltaaaa... Gracias -. Volvió a despacharlo, queriendo recuperar las suficientes fuerzas rápidamente para alejarse de él.

- Que el dolor de su pasado no le impida ser amable con la gente que quiere portarse bien con usted. No es tu culpa lo del tren -. Mencionó con un tono ligeramente diferente, abstraído de sí mismo.

Meryl se giró, clavándole la mirada de nuevo, hasta se despegó de la barandilla y tensó los músculos de sus brazos y piernas. Adquirió una pose de guardia que si bien no se denotaba por su postura, sí lo hacía por la atención que ahora estaba clavada por completa en aquel chico ¿Quién era ese niño y por qué había mencionado algo de ella? Fue tan repentino que no supo cómo actuar salvo quedarse en aquella postura en tensión ¿Alguien disfrazado? ¿Un niño controlado por un hechizo? ¿O quizás con conciencia demoniaca?

- Por favor, Colt, deja a esa señorita tranquila.

Un hombre algo mayor, apoyado en un bastón que usaba como adorno ya que parecía que podía caminar con normalidad, se acercaba hacia el chico y le colocaba la mano libre sobre el hombro. Tenía el pelo salpicado por la calvicie y las canas, junto a unas gafas que se había recolocado antes de colocar la mano sobre el chico, nariz prominente y vestía unas ropas cómodas de pantalón de algodón oscuro y camisa de a cuadros rojo bajo un jersey fino negro sin mangas.

El chico volvió en sí mismo, dejando de lado la mirada perdida que había adquirido, sacudiendo levemente la cabeza y girándose hacia el señor de atrás.

- Solo intentaba ayudar, papá.

- Lo sé, lo sé -. El señor sonrió de manera sosegada a su hijo y sonrió a Meryl como si tan solo pretendiese transmitir bondad -. Ve al camarote a coger el balón, que vamos a jugar.

- ¡Tomaaaa! -. Acto seguido, Colt se fue corriendo enérgicamente, como si ya el acto de dar la toalla fuese insignificante.

- Te pido disculpas por el susto, no es la primera vez que pasa -. Meryl se había quedado mirando al niño mientras este se alejaba por cubierta, aún estando en estado de tensión. Tras escuchar aquellas palabras del padre, se giró hacia él; este intentaba transmitir la misma afabilidad que cuando estaba su hijo a su lado.

- ¿Sa... Sabes qué ha pasado?

- Por supuesto. Al fin y al cabo es el deber de un padre ser consciente de las circunstancias que rodean a sus hijos, ¿no crees? Oh, perdón, no me he presentado -. Extendió la mano, estirando aún más los labios para remarcar su sonrisa -. Soy Branson Davenport. Mi hijo, con esa condición especial, es Colt -. Mencionó en última estancia, mirando hacia las escaleras por las que se había ido su hijo.

- ¿Condición especial? 

- No tiene por qué estar asustada. Es... bueno, algo complicado, cierto. Colt nació con un trastorno sobrenatural, con el que es capaz de ver los miedos e inseguridades de las personas, como una especie de lectura mental. El problema radica en que ocurre de manera involuntaria y en ocasiones no se recupera al instante y se queda en shock. Se le conoce como una persona sensible cognitivamente a los estímulos mentales de los demás, o dicho de otra forma, "cognatio medium". 

¿De qué le sonaba a Meryl aquello? Juraría que había escuchado a varios hablar sobre ese tema, algo indicativo de que el padre no mentía, aunque ahora se arrepintiese de no haber prestado más atención a cuando escuchó hablar de ello.

- ¿Lo habéis llevado a algún centro especializado? ¿Gremio? ¿Maestre? ¿Algo? -. Meryl ya consiguió relajarse algo después de lo ocurrido, apoyándose en la barandilla cercana mientras miraba al mar.

- Sí, he intentado de todo. Solo se sabe que aún siendo un fenómeno extraordinario no es un caso aislado. Afortunadamente me enseñaron sobre sus patrones y también me dieron una pócima en caso de ese fenómeno se manifestase, como ha hecho con usted, pero no se recuperase y se quedase en estado de shock prolongado. Al principio llegó a estar varias horas con esa mirada perdida.

- ¿Y aún así le deja que se vaya solo al camarote? 

- Oh, agradezco su preocupación, señorita... Creo que no se ha presentado.

- Meryl.

- Señorita Meryl, un placer. Como decía, agradezco su preocupación, pero como le he dicho hay ciertos patrones en cómo sucede. Una vez ha ocurrido su fenómeno no vuelve a pasar hasta pasados dos o tres días al menos. He intentado estar pendiente de él hoy todo el día, para cuando ocurriese. Pero como ve... -. Branson alzó el bastón en el que se apoyaba para mostrárselo a Meryl. Acto seguido, volvió a su posición natural y observó el mar también -. No soy capaz de ir a la par que la energía de la juventud.

- Debería investigarlo más. Puede que no sea peligroso pero no es a lo que me refiero -. Mencionó, girándose para mirar a Branson, que estaba a punto de interrumpirla -. He conocido muchas personas que han nacido con un don que al principio no podían controlar y les afectaba negativamente, pero una vez controlado no solo han podido llevar una vida completamente normal sino que han usado su poder para el bien.

- Es usted muy amable, señorita Meryl. La verdad es que...

- ¡No lo digo por amabilidad, sino porque no quiero que... queeee.... que mi crucero se vea arruinado por un niño que se queda en shock durante horas! 

Meryl se marchó rápidamente, dejando con la palabra en la boca a Branson sobre lo que se iba a referir, que pasó a intentar disculparse con ella para reanudar la conversación. Esta volvió a centrarse en su ejercicio diario para recuperar su antigua forma, aunque estaba tan avergonzada en ese momento que no midió bien la intensidad correcta de la carrera, pasando a hacer un trote con tanta intensidad que minutos más tarde acabó casi expulsando los pulmones por la boca, teniendo que sentarse en el suelo, cerca de la zona de popa el barco, observando los surcos que dejaba el crucero tras de sí. 

- ¿Puedo hacerle una pregunta, señor Ébano?

- ¿Qué ocurre?

- Mmmm...

- ¿Qué? Dilo ya.

- Es usted... ¿una mujer?

- ...

- Pe... perdón, quizás no debería haber tenido tal osadía.

- No tiene sentido ocultarlo más si te has dado cuenta... Sí, lo soy.

- ¡Lo sabía!

- ¿Qué celebras tanto?

- Oh, verá... No malinterprete mi gesto, capitán... capitana... mmm...

- Si ya lo sabe y estamos en privado, puede decirme capitana.

- ¡Capitana! Lo que le decía. Es que... Entre los tenientes corría el rumor y han habido hasta apuestas para determinar si es chico o chica.

- ¿Por qué ha surgido tanta sospecha? 

- Bueno, verá... Como los tenientes hemos sido los que más tiempo hemos pasado con usted... Pues se ha notado en ciertos detalles.

- Mmm... Así que apuestas, ¿eh? ¿A eso dedican el tiempo mis tenientes?

- O sea... o sea... el tiempo libre, capitana. No crea usted que durante la misión hacemos cosas así.

- Ya veo. Bien, venga conmigo. Vamos a tener una reunión con ellos. Voy a desvelar mi identidad.

- ¿¡En serio!? 

- Sí, ¿por qué no? Llevamos en este cometido juntos durante meses y he de admitir que he forjado un vínculo con vosotros. 

- Eso es... ¡genial! 

- Ahora bien. Hoy a reunirme con vosotros y hablar de esto, de manera relajada y disfrutando del tiempo libre. Pero a partir de mañana partimos hacia Goaxiz, así que prepárate para adentrarnos en las montañas.

- ¡Sí, capitana!

- No grites...

¿Por qué se acordaba de algo así, ahora que estaba tranquilamente de descanso en un crucero hasta que llegase el momento de ver a su maestro? Había transcurrido el día de ejercicio, después de lo del chico aquel y ahora se encontraba en el balcón del camarote echada sobre la tumbona y acariciando a Pandora. El manto de la noche recubría el océano, convirtiéndolo en un abismo, pero no la inquietaba. Al contrario, le gustaba la oscuridad incluso en el ámbito más inquietante como era un vasto mar sin presencia de luz alguna. Le daba más miedo lo que había pasado los últimos días.

El pensamiento de aquella charla con Ryndell resonó en su cabeza y la explicación podría ser lo que había ocurrido recientemente. A pesar de que intentaba escapar de su pasado este parecía perseguirla, caprichosamente. Rufus en el puerto días atrás y ahora el niño con aquel comentario debido a su condición, ¿qué sería lo siguiente? Incluso en Tilos, Chris mencionó a Anabelle, quizás consciente de que sabía que ella se inquietaría al escuchar su nombre. Meses atrás, en la mansión Oinotna, también ocurrió otro suceso parecido pero con Alanne.

¿Por qué huía? ¿Por qué quería huir? 

- Lo arruiné todo, ¿verdad, Pandora? -. Mencionó Meryl, acariciando de nuevo a su Nekuromasu, que estaba echada plácidamente junto a ella -. Por eso te puse ese nombre, porque abrí el cajón de los desastres... 

La respuesta era más sencilla de lo que parecía. Meryl volvió a sumergirse en sus recuerdos, cerrando los ojos y sonriendo al recordar algunas cosas y teniendo que secarse unas solitarias lágrimas al rememorar otras. Huía porque...

Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por un ligero temblor en el barco, seguido de unos gritos de horror de fondo. Extrañada por aquello, abrió los ojos y se levantó para ir hasta la puerta del camarote. Antes de abrirla volvió a escuchar más gritos de fondo. Eran desgarradores y transmitían lamentos de horror y dolor. El corazón se le agitó, aún sin saber la situación con exactitud. No abrió la puerta sino que se volvió al corazón del camarote y, señalando con la mano del anillo, fue guardando en su interior algunas cosas que había dejado fuera durante aquellos días, dejando el camarote completamente limpio en cuanto a sus pertenencias.

- Pandora, vamos -. Le instó e inmediatamente la Nekuromasu se incorporó, desperezó y fue junto a ella.

Ahora sí, abrió la puerta y escuchó con mayor claridad ya no solo los gritos que seguían escuchándose de fondo sino a varias familias de camarotes cercanos, que habían abierto la puerta también para interesarse por lo que ocurría. El personal del barco instaba a las familias a que volviesen al interior de sus camarotes y cerrasen la puerta, que era un incidente aislado que resolverían cuanto antes, aunque no daban detalles en concreto. Ante aquella ambigüedad, cuando tocó avisar a Meryl, esta agarró de la ropa al joven uniformado y lo levantó del suelo.

- Dime qué ocurre y si me dices lo que has estudiado en tu querido protocolo te tiro por la borda.

- Eh... eh... 

- ¡Señorita, por favor! -. Exclamaron otros miembros del personal del barco, que vio como su compañero estaba siendo amenazado por Meryl.

- ¡Dímelo ya! -. Esta soltó con una de las manos al tipo, que descendió levemente, para acto seguido hacer aparecer en dicha mano libre su espada negra con toques rojizos -. Soy de la guardia de Aldmet, puedo luchar.

- Mo... monstruos... 

- ¿Cómo?

- Son monstruos, señorita -. Dijo un compañero del que estaba agarrando -. Están atacando el barco. 

- No... No... -. Jadeó uno, que acababa de llegar, tenía una herida en el brazo. Un desgarro que le había arrancado parte del uniforme de la manga -. Son las propias personas... se han convertido... 

Meryl soltó al que tenía amenazado y mediante el anillo sacó su equipamiento de combate, su armadura media, negra como la que usaba siendo Ébano, aunque no era la armadura identificativa, aquel set completo que cubría su rostro. Hizo lo mismo con el resto de sus accesorios, su tiara, brazaletes, cinturón, botas y capa. Los miembros del personal observaban atónitos aquel suceso.

- Entrad -. Señaló ella a su propio camarote. Ante el desconcierto del personal y antes de que uno de ellos fuese hablar -. Que sí, que tenéis órdenes de patrullar los pasillos y vigilar que esté todo el mundo bien. Si seguís haciendo eso vais a morir... ¡Dentro, ya! 

Sin oposición alguna, pues en cuanto mencionó que morirían sus rostros cambiaron, entraron casi una decena de aquellos tipos que días antes estaban atendiendo que estuviese cómoda durante su estancia en el crucero. 

- Cerrad la puerta, atrancadla y tratad la herida de vuestro compañero. No abráis a nadie y no hagáis ruido, ¡y esto va por todos! -. Mencionó, alzando la voz para el resto de curiosos que aún abrían sus puertas para ver qué ocurría. 

Entonces Meryl empezó a correr junto con Pandora hacia el vestíbulo principal de aquella planta del barco. Lo primero de todo sería asegurarse de la zona de escaleras más cercana, para poder cambiar de planta y atajar el problema rápidamente. No tuvo que esperar mucho cuando, en un pasillo más amplio que unía la zona de camarotes de aquella planta con la de algunos servicios como tiendas y restaurantes, vio la amenaza con sus propios ojos.

La gente con la que había compartido trayecto hasta ahora avanzaba con extraños e irregulares movimientos, con su piel grisácea y los ojos inyectados en sangre. Emitían un rugido gutural y tanto sus dientes como sus uñas habían crecido hasta ser considerados una amenaza. El personal del seguridad del barco intentaba agarrar a los afectados y quitárselos de encima de gente inocente, que estaban siendo derribados o rodeados, recibiendo profundos arañazos o desgarradores mordiscos que caían al suelo muertos en el acto.

- No son monstruos... -. Susurró Meryl para sí misma -. Son muertos vivientes.

Mediante el anillo convocó su lanza, con su blasón blanco e impecable desplegado. La sostuvo frente a ella y concentró el control de la energía negativa como una onda. Era algo que había hecho tantas veces que era como montar en bici. La onda se propagó como una esfera invisible con la intención de afectar a cada uno de los muertos vivientes de la zona. Un simple movimiento para ella y ya dejarían de moverse, atados a su voluntad.

Pero no funcionó.

Atónita, miró su blasón, como si pensase que estaba defectuoso o algo parecido. Los muertos vivientes habían sido afectados por su intento de control, pues habían sentido la onda y ahora miraban directamente a Meryl con intenciones hostiles hacia ella. Pero ni uno solo obedecía la orden de parálisis que había ejecutado ella. 

- No puede ser...

Los muertos cargaron contra ella, algunos saltando de manera sobrehumana. Dio un pequeño brinco hacia atrás para evitar la aglomeración y conseguir tener un cuello de botella de enemigos al volver a situarse en la parte del pasillo más estrecho. Con un movimiento de su lanza con su mano izquierda repelió a los primeros que llegaron, acto seguido usó su espada con la derecha para los que habían conseguido sobrepasar la amenaza de su arma de asta. Uno de ellos estuvo a punto de alcanzarla, pero acabó con la espada atravesada desde el cuello hasta la parte superior de la cabeza, con las fauces del muerto a pocos centímetros de su hombro derecho. La siguiente acometida de enemigos llegaba y para asegurarse de acabar con todos ellos a la vez liberó un fuego negro a través de su espada que al quemarlos los hizo chillar y caer al suelo, rodando como si estuviesen sintiendo verdadero dolor, hasta quedarse completamente inmóviles, con esas lenguas de fuego ennegrecidas terminando de consumir sus cuerpos. Metros más allá, los del cuerpo de seguridad no eran conscientes del estado de los monstruos y lo que hacían eran intentar quitárselo de encima a los inocentes mediante agarres y golpes no letales, que resultaban ser en vano.

- ¡No tienen salvación! -. Cuando un joven de los de seguridad estuvo a punto de ser atravesado por la afilada garra de uno de los muertos, Meryl llegó para cortarle la cabeza y avisar a los que quedaban vivos -. ¡No los inmovilicéis, matadlos! 

Con su acción logró que se reagrupasen un grupo de ese personal de seguridad, que estaban sumidos en el miedo, junto a unos aún más aterrados civiles que gritaban y miraban hacia cualquier dirección posible para irse a un sitio seguro. Pero también ocurrió lo mismo con los muertos vivientes, que bajaron desde la zona de escaleras en marabunta y sin cuidado, cayendo uno tras otro rodando por los propios escalones, hasta estamparse y levantarse para centrar su atención en el grupo que se había formado con Meryl al frente.

- Voy a equilibrar la balanza, ¡no os asustéis de mis invocaciones! 

Agitó nuevamente su lanza para canalizar su poder a través del blasón. La energía negativa tomó forma para la convocación de muertos vivientes que luchasen a su lado, un grupo más numeroso que el de enemigos que habían llegado. Pero su poder se materializó en tan solo dos simples esqueletos, que aunque aguantaron un poco contra la marabunta de muertos al final fueron masacrados por tal abrumadora superioridad numérica. Meryl guió al grupo hacia el pasillo para retroceder y que no fuesen rodeados, consternada del por qué su poder no funcionaba. Necesitaba tiempo para pensar y los muertos no se lo daban, ya que tenía que luchar ella siendo el frente para proteger aquellas personas que tenía tras sí.

Pero lo peor estaba por llegar. Un grito de dolor de su espalda anticipó lo peor; los muertos habían llegado también desde el otro extremo del pasillo donde se estaban refugiando, el de los camarotes. Eran dos frentes que no podía proteger, así que con suma impotencia tuvo que presenciar como los civiles, que eran los que estaban en la retaguardia del grupo, eran los primeros en caer. Meryl estaba sosteniendo sus armas en forma de cruz, como barrera mientras retenía a los muertos en su frente, cuyos intentos de arañar y morder a la chica no llegaban a darse en parte por la distancia y en parte por la armadura que protegía firmemente los brazos. Llevando a cabo un movimiento en forma de arco con su lanza y espada a la vez le cortó el torso y piernas a los muertos más cercanos, cayendo al suelo y obstaculizando a los que estaban detrás, que del ímpetu se toparon con los medio cuerpos, cayendo también. Eso dio el tiempo suficiente para que se orientase hacia la puerta de un camarote cercano.

- ¡Pandora! 

La Nekuromasu ya se había transformado para cuando Meryl se lo había pedido. Una bestia enorme que rajó la puerta del camarote como si fuese mantequilla. Tras eso, instó a que entrasen todos mientras dueña y mascota defendían la retirada. Al hacerlo, se dio cuenta de otro detalle horrible, que quería procesar una vez dentro. Pandora volvió a su estado habitual cuando su dueña ya había entrado también, que fue ayudada por los miembros de seguridad del barco, usando el armario del dormitorio para obstaculizar la puerta. Ahora eran menos, pero al menos los que quedaban estaban vivos, aunque Meryl observó con pesar cómo habían tres heridos en el grupo de casi dos decenas de personas; dos chicas jóvenes y un adulto, siendo este el más grave.

El armario no aguantaría para siempre, necesitaba pensar y disponía de unos minutos para ello. Caminó y dejó paso para que los de seguridad amontonasen más muebles e hiciesen fuerza para detener la acometida de muertos. 

No había podido controlar a los muertos vivientes. 

No había podido convocar a los suyos.

Las dos cosas unidas solo podía significar una cosa, había otro nigromante. Aquel incidente en el barco no había comenzado por un detonante en forma de agente infeccioso o un artefacto mágico, sino por un nigromante que estaba desatando el caos en el barco. De esa forma, sus muertos vivientes estaban protegidos del intento de control de otro nigromante, como lo era ella. Debía ser poderoso o disponer de algún método que protegiese a su ejército, ya que Meryl no tuvo oportunidad alguna. Además, la concentración de energía negativa del lugar estaba centrada a alimentar a esos muertos vivientes, potenciándolos. Eso provocaba que no hubiese suficiente energía negativa en el ambiente como para que ella convocase a los suyos propios, resultando en tan solo la aparición de dos esqueletos. Si estuviesen en tierra firme, donde la concentración de energía negativa es mayor, habría de sobra para enfrentar un ejército así con el suyo; pero en mitad del mar, donde casi ninguna desgracia o acto profano había ocurrido históricamente, hacía que tan solo dispusiese de su propia energía para llevar a cabo los poderes profanos. 

- ¡Hay que salir de aquí! ¡Esto no aguantará mucho más! -. Gritó uno de los miembros de seguridad, que se escuchaba por encima de la madera astillándose entre los rugidos de los muertos al otro lado.

Meryl desvió sus pensamientos al descubrimiento más reciente, el miembro del personal del barco que había llegado herido al pasillo cuando salió de su camarote ahora era uno de esos muertos vivientes, que llegó por la retaguardia para atacar al grupo que había reunido, junto a los demás compañeros que instó a resguardarse en su habitación. No eran solamente muertos vivientes sino que sus mordiscos y quizás también sus arañazos eran infecciosos y transformaban a la víctima en uno de ellos tras un lapso de tiempo. No sabía cuánto tiempo pasó desde que a aquel joven le hirieron hasta que llegó al pasillo pero lo que sí podía estar casi segura es que aquellos tres heridos de la habitación estaban condenados si no hacía nada, pero primero tenían que salir de allí. 

- Atad sábanas entre sí, formando una cuerda, vamos a la planta inferior -. Mencionó tras uno segundos que se asomó por el balcón para asegurarse de que la habitación de abajo fuese un lugar seguro.

Tras unos minutos de colaboración entre algunos llantos reprimidos de algunos y las miradas traumadas de otros, lograron llegar al piso inferior para cuando los muertos ya derribaron la barricada. Meryl, que fue la primera en llegar a la habitación se acercó a la puerta para bloquearla. Al llegar todos y escuchar a los muertos arriba avanzar por la habitación, observaron cómo algunos caían por el balcón hasta la oscuridad del agua.

Lo primero que hizo entonces fue acercarse a los heridos y examinarlos. Efectivamente los cortes y arañazos rezumaban energía profana, indicativo de que mediante un proceso de magia nigromántica esas personas estaban condenadas. No disponía del poder para poder detener el proceso, así que solo había una forma.

Otra vez tenía que llevar a cabo una dura decisión. Como aquella vez; sacrificar a unos pocos para salvar a la mayoría.

- ¡NOOOOOOOOOOOOO! ¡HERMANAAAAAAA!

A Meryl le tembló el labio inferior cuando hizo lo que tenía que hacer y se dio cuenta de que había un familiar de las víctimas entre los que no estaban heridos. Lo hizo rápidamente y a sangre fría, antes de que se formase una discusión que los retrasase, pero al menos tendría que haberlo hecho de otra forma aunque, ¿había otra forma? 

- Se iban a transformar... -. Soltó con una voz tomada, luchando por no romperse ella también -. Si te muerden o arañan te transformas. 

- ¡ESO NO LO SABES! 

- Por favor, no grites -. Le instó uno de los miembros del personal al hermano sumido en la desesperación y en el llanto, abrazándolo desde atrás para consolarle y, al mismo tiempo, controlarle para que no hubiesen más gritos que pudiese delatar su posición.

- ¿Estás segura de eso? -. Uno de los civiles de allí le hizo esa pregunta, un hombre fortachón y calvo que vio a veces cuando pasaba frente al gimnasio que había en el propio crucero. Meryl no respondió; tenía la mirada perdida -. ¿Estáis heridos?

Esa pregunta sí que la hizo despertar, mirando a todos y cada unos de la habitación, que se examinaban en busca de algún mínimo arañazo aunque fuese. Ella también hizo lo mismo, ya que no estaba luchando con su armadura de Ébano sino con su armadura media, que no cubría por completo su cuerpo. En varias ocasiones estuvo a punto de recibir la acometida de esos muertos, sin saber que eso hubiese significado su final.

El llanto del joven que había visto cómo Meryl ejecutaba a su hermana continuaba, aunque ya más bajo y ahogado. A Meryl volvió a temblarle el labio y tuvo que hacer fuerza con su mandíbula para evitar dicho temblor y que no sucumbiese. Tenía ganas de irse de allí, del barco, aunque fuese a nado. Tal vez si llegaba a los botes podía salir y escapar de aquel tormento que otra vez estaba sintiendo en su ser.

- ¿Otra vez vas a huir? -. Pensó para sí misma, zarandeando la cabeza para despejarse.

Era cierto que había llevado a cabo un acto horrible y que se sentía inútil por las condiciones del lugar y de lo que estaba ocurriendo, pero si huía tendría que cargar con aún más peso y no creía que podría aguantar mucho más antes de derrumbarse de nuevo en la vida, sucumbiendo a otra depresión... o algo peor.

- Quedaos aquí y no hagáis ruido -. Fue lo que dijo tan solo. Con un gesto hacia Pandora esta se subió a su hombro y se dirigió al balcón de nuevo. 

Entre preguntas que ignoró y voces que dejó atrás pasó de una habitación a otra lateralmente. Hizo lo mismo varias veces más, para que así saliese en un extremo del pasillo alejado de donde estaba refugiado el grupo que había salvado. Pasó por habitaciones donde habían familias reunidas y, tras observar que su único problema era el atroz miedo que sentía y que no estaban heridos, pasó a la siguiente habitación. 

Solo había una forma de detener aquello.

Si hallaba al nigromante podría detener a los muertos vivientes y salvar a los que queden.

No podía permitirse ser herida de alguna forma, así que para cuando abrió la puerta de un camarote vacío y salió al pasillo, infestado de muertos vivientes, lo hizo con una armadura que hacia años que no portaba. Robusta, pesada y cubriendo todo su cuerpo, la coraza completa de cuando era Ébano y ocultaba su identidad relucía con un intenso negro brillante en el pasillo cuyas luces tintineaban y amenazaban con apagarse. Los muertos rugieron al verla pero cuando la alcanzaron estaban intentando morder un metal inquebrantable. Meryl se sacudió los que tenía encima y acabó con ellos uno a uno. Aunque su movimiento era más lento y pesado, era inexorablemente un avance lo que conseguía para frustración de los muertos, que igualmente no cesaban en ningún momento en sus intentos por alcanzar a la ex-caballero de la Rosa Dorada. Cuando tuvo un poco más de espacio guardó la espada en su anillo y sacó una de las armas que usó también durante su identidad de Ébano; su enorme espadón, con un reluciente metal que rápidamente fue salpicado por la sangre y vísceras de los muertos. No era tan poderosa como la hoja de su espada larga, que era uno de los fragmentos de la Noche Eterna, un poderoso artefacto canalizador de oscuridad y energía negativa, pero como no podía disponer de dicho recurso en aquel lugar prefirió optar por un filo más grande que pudiese destrozar cuanto más fácilmente posible los cuerpos de aquellos monstruos. Mantuvo a Pandora detrás suya, sin atreverse a que la ayudase por temor a que la hiriesen y se transformase también.

- Joder... 

De entre los muertos que seguían saliéndose al paso, con decenas de enemigos aún por delante y decenas de cadáveres atrás, salió otro que reconoció. El masajista que la rechazó por su orientación sexual también había sucumbido. Meryl no tenía más tiempo para sentimentalismo de ningún tipo, así que tal y como hizo con los anteriores, tratándolos exclusivamente como monstruos muertos vivientes, rebanó la cabeza de este, que salió volando hasta rodar por el suelo un par de metros. Seguían apareciendo más y más, pero su cuerpo seguía sin un solo rasguño, pero no así su aguante.

La armadura era pesada, le costaba manejar el espadón. Al igual que días anteriores se jactó de que los civiles no estaban preparados para llevar armaduras de ningún tipo durante uno de los eventos temáticos que presenció en el crucero, ahora le estaba pasando factura a ella por no estar al cien por cien de su estado físico, sumado al tiempo que llevaba avanzando y luchando. 

¿Cuántos más tendría que asesinar hasta hallar al nigromante? El crucero era gigantesco y podría estar escondido en cualquier parte.

Minutos más tarde llegó a la zona de vestíbulo, con más personal de seguridad que ya usaban armas de fuego y se defendían bien de los muertos vivientes. Algunos de los que la vieron la reconocieron y susurraron su nombre, pero eso es lo que menos importaba ahora mismo.

- ¿De dónde... -. Meryl se sorprendió al preguntar. Ya ni siquiera se acordaba de que su voz se distorsionaba para que no pareciese el de una mujer a través del yelmo -. ¿De dónde llegaron los primeros muertos vivientes?

- De la parte de tercera clase -. Mencionó uno de los jóvenes del personal de seguridad, mientras recargaba el arma -. El capitán está intentando asegurar las plantas del crucero, desde la más alta hasta el foco del problema, aunque no descarta que quizás tengamos que usar botes para dejar el barco.

- Voy a ir abajo entonces. Enviaré a los vuestros hacia arriba conforme vaya asegurando las zonas. Quiero que reviséis las habitaciones y llevéis a cubierta a los que están en ellas. Aseguraos de que los que están heridos NO vayan, ya que los mordiscos y arañazos de los muertos infectan a la víctima, trasformándolo en uno de ellos en cuestión de minutos.

Al decir aquello, todos se revisaron asustados en busca de alguna herida, pero la barricada improvisada que habían levantado en la zona de escaleras había funcionado bien, ya que con las armas de fuego y los obstáculos pudieron comprobar aliviados que todos estaban bien. Acto seguido se dividieron por parejas y fueron por los pasillos para poder llevar a los civiles hacia la cubierta, tal y como había indicado.

Meryl empezó a bajar sin descansar, a pesar de que sus músculos le gritaban por algo de reposo. Siguió asesinando muertos vivientes sin ceder, aunque de vez en cuando su cansancio le jugaba una mala pasada y se le echaban encima. Su armadura seguía protegiéndola eficazmente, aunque ya empezaba a presentar desperfectos y hendiduras. Meryl exhaló un grito de esfuerzo para quitarse otros tantos de encima y arrojarlos hacia el suelo, para posteriormente clavar su mandoble en ellos, hendiéndose hasta descuartizarlos.

Un temblor la sacudió y la hizo tambalear de las escaleras. Aunque siguió adelante, bajando por estas, pronto se dio cuenta de que había una pequeña inclinación en el lugar, que empezaba a ser más pronunciada con el paso de los minutos. El crucero se estaba hundiendo. 

Entonces, tras acabar con otros tres que tenía frente a sí, se apoyó en la barandilla y se inclinó hacia delante, jadeando y tosiendo del esfuerzo. De nada servía encontrar al nigromante si el barco se iba a hundir. Tenía que asegurarse de que todos los civiles que pudiese rescatar fuesen hacia la cubierta para que montasen en los botes. Se percató de que cerca de ella había otra línea defensiva improvisada, en un restaurante. Fue a ayudarlos y les guió hacia plantas superiores, hasta que se encontró con alguien con quien conversó aquel mismo día.

- No te preocupes, no te preocupes. Te pondrás bien -. Branson llevaba en sus brazos a su hijo Colt, que tenía un profundo arañazo en el abdomen que había cubierto con jirones del jersey del padre para atar y taponar la hemorragia. Incluso con su notable cojera por la falta de su bastón, no dudaba en cargar con su hijo y salir del restaurante, portando una pistola en una cartuchera en su cintura.

- Branson... Él... -. Meryl no podía 

- Está bien, señor -. Mencionó él sin saber que realmente estaba hablando con la mujer que conoció esta mañana -. Es solo un arañazo.

- Pa... Papá... ¿Es un héroe? 

- Sí, hijo, ha venido un héroe a salvarnos.

- Yo... Él... -. Meryl se acordó del grito del hermano después de que ejecutase a los tres en la habitación, entre los que se encontraba su hermana. Sabía lo que tenía que hacer y aún así, no se atrevió a ello. Se apoyó en una pared cercana mientras todos salían y subían por las escaleras. Quería gritar, quería desahogarse y soltar todo lo que tenía dentro, pero si se quedaba ahí gimoteando más gente moriría. 

- Gracias, señor... -. Colt habló con una voz débil, pálido y sumido en sudor, pero aún consciente.

Meryl los acompañó hacia arriba, ya que era un grupo numeroso y habían numerosas plantas sin protección entre la actual y la cubierta. Guardó su espadón en el anillo y convocó de nuevo su espada larga, más ligera y rápida, perfecta para lo que la quería en ese momento.

- Cuando salgamos de aquí te voy a hacer caso, hijo mío. 

- ¿Me vas a comprar... el minikart? 

- Jajajaja... eso también. Me refiero a lo de tener una nueva mamá.

- ¿Yo dije eso... papá? 

- Lo dijiste, lo dijiste.

Meryl supuso que la madre biológica del niño murió años atrás y el padre, afligido, no rehizo su vida por mantener la memoria a su esposa. El niño quizás le dijo mediante su condición de medium que tenía que rehacer su vida y ser feliz con una nueva pareja, por eso no se acordaba de haberlo dicho siquiera. Eso es lo que supuso Meryl, ya que realmente no sabía nada de ellos. Fue una pequeña charla por la mañana, tan escueta porque salió corriendo como una idiota que es; había tantas cosas que quería saber de ellos. Quería que el niño se convirtiese en un héroe aprovechando su poder para hacer el bien, por eso aquella recomendación que dio. Quería salvarle como fuese posible, pero no había forma.

Otra vez durante esa noche las lágrimas recorrieron el rostro de Meryl. No dijo nada durante todo el ascenso en escaleras, simplemente sollozó en silencio. Ni siquiera cuando Colt ya no respondía y se quedó inconsciente, ante la urgente insistencia del padre en llamarle para que despertase. Había convocado su espada larga por un motivo. Necesitaba ser rápida de nuevo, a pesar de su armadura. 

Colt, o lo que quedaba de él tras transformarse, despertó con una mirada inyectada en sangre entre los brazos de su padre. Rugió con la intención de morder el cuello de su padre, pero Meryl ya estaba preparada. Un par de segundos más tarde, su cabeza rodaba por el suelo, ante la desesperación de Branson, que dejó caer el cuerpo de Colt, así como él también cayó de rodillas, entre lamentos ahogados en lágrimas. 

Lo siento... -. Meryl ni siquiera podía mirar, tan solo se detuvo para darle unos segundos, mientras miraba escaleras arriba.

¡BANG! 

Entonces se giró y se quedó en shock. Branson había desenfundado su pistola para suicidarse. Su cuerpo cuyo craneo fue perforado por la bala yacía junto al de su hijo. A Meryl le temblaron las piernas tanto que cayó sobre uno de los escalones de las escaleras.

¿Cuánto más dolor podía aguantar?

¿Cuánto sufrimiento hasta desfallecer?

¿Acaso no podía haber paz para ella nunca?

El destino todavía quería jugarle una mala pasada más.

Minutos más tarde, era la única que estaba montada en un bote, mientras veía la mitad del barco que aún sobresalía del agua, en medio del hundimiento. No había ni un solo superviviente más. Todo por lo que había luchado dentro había sido en vano; todos habían muerto. Cuando llegó a la cubierta con los ojos vidriosos por lo que había pasado con Branson  y Colt contempló un nuevo campo de batalla. De alguna forma, quizás porque los muertos vivientes de otras partes del barco llegaron o quizás porque habían heridos entre los supervivientes de los que habían llegado, los monstruos se daban un festín ante los acorralados miembros de seguridad y los indefensos civiles. 

Pero había más. Los muertos enfocaron sus esfuerzos en destruir los botes de emergencia colgados allí, para asegurarse que nadie escapase. Meryl tuvo que elegir entre intentar salvar a la gente y quedarse allí hasta que el barco se hundiese o ir con los que pudiese agarrar hasta el bote más cercano. Pero incluso agarrando de las manos a los dos civiles que más cerca tenía, estos fueron alcanzados por los muertos vivientes, hiriéndolos y provocando que fuese en vano que se los llevase, montándose ella sola en el bote y cortando las cuerdas para caer al mar y alejarse del barco, junto con Pandora.

Entre todo el dolor el frío la azotó de nuevo, ya sin la protección mágica del crucero.

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