13 sept 2015

El corazón de la guerra, el corazón de fuego (Parte 3)




- ¿Preguntas? -. Raphael no se creía en el estado que se encontraba, que Chris había muerto tras una batalla que él catalogó como duelo entre monstruos... Desenvainó la espada y la esgrimió contra Joseph, que se seguía acercando lentamente al círculo de látigos de fuego formado por Lyad -. ¡No me vaciles, Joseph! ¡Has venido a por venganza! 

- Idiota... -. Se limitó a decir él con tono cansino -. No tenemos mucho tiempo, hermana. Se acercan...



Las tropas de Raphael Óster ya se encontraban subiendo la colina, estaban apenas a cincuenta metros. Joseph ya podía distinguir como preparaban las ballestas y se preparaban para rodear el cerco donde se encontraban.

- Tienes a su líder -. Su hermana también descendía junto a su hermano, para estar lo más cerca posible de Raphael -. No van a hacer ninguna tontería mientras esté acorralado.

- Asegurate que el hechizo no sea disipado. Es el momento de... -. Pero Joseph tuvo que dejar de hablar. Escuchó los latidos de su corazón resonar en su cabeza como si fuesen grandes tambores de guerra y cayó casi grogui al suelo de rodillas. De repente, todo el dolor que no había sentido en la fase final del combate contra Chris invadió su cuerpo como si fuesen miles de serpientes recorriendo su interior. Se agarró con mucha fuerza el brazo derecho y gritó sacando fuerzas de flaqueza para no caer del todo.

- El dolor que suprime el fuego regresa una vez tu estado vuelve a la normalidad... Después de cada combate sufrirás y necesitarás tiempo para recuperarte según la gravedad de las heridas, hermano -. Explicó Lyad mientras le ayudaba a levantarse -. Pero sabes lo que tienes que hacer, no puedes caer ahora. El fuego purificará tu dolor, pero necesitarás tiempo -. Su brazo derecho y su torso, los sitios del cuerpo de Joseph que presentaban heridas severas, empezaron a brillar como si tuviese bajo la piel piezas de metal al rojo vivo. El calor de la piel estaba haciendo que sus heridas se regenerasen pero Lyad llevaba razón, era un proceso lento.

- Bien... Muy útil este poder... Incluso es capaz de sanar las heridas... Raphael...

- ¡Señor, de la orden! -. Gritó uno de los tenientes de Raphael Óster y los sonidos de preparación de las ballestas de sus hombres envolvieron el entorno. Joseph y Lyad estaban completamente rodeados de cientos de soldados que formaban un cerco en torno a ellos con un margen de seguridad de unos veinte metros.

Lyad chasqueó los dedos y los extremos de los zarcillos de fuego apuntaron con gesto amenazador a Raphael. Los soldados dudaron por un segundo pero siguieron esperando la orden de su señor, que obviamente fue:

- No disparéis, me tienen atrapado... ¡No hagáis ninguna tontería!

- Raphael -. Joseph se incorporó de nuevo mientras ejercitaba su brazo derecho ahora que por fin podía sentirlo -. Más te vale no hacer tú tampoco ninguna tontería o te arrepentirás... Hermana, abre el círculo -. Lyad realizó un movimiento y dos de los tentáculos cercanos al guerrero se separaron para que este pudiese entrar en su interior. Raphael le estaba esperando espada en mano pero había perdido la voluntad para luchar... Porque temblaba de miedo -. Veamos, Raphael... Es muy sencillo. Si me dices la verdad, avanzaremos  y acabaremos esto cuanto antes.. Si me mientes... -. Realizó un movimiento rapidísimo con la lanza con el que desarmó rápidamente a Raphael y le puso el extremo cerca del cuello -. Sufrirás...

- ¿Qué... Quieres...? -. Preguntó resignado ante la situación en la que se encontraba.

- Primera pregunta: ¿Por qué os estáis replegando hasta Fuerte Óster?

Raphael se quedó algo pensativo... Él pensaba que Joseph, el amor de Sofía Óster, vendría a él en busca de venganza, de sed de sangre. Y sin embargo se encontraba ahí haciéndole... ¿Preguntas tácticas? ¿Qué estaba ocurriendo? Raphael miró a Lyad "Es ella... Ella ha hecho algo... El Joseph que me encontré en Feroz Savaj estaba dispuesto a morir matando a todos los que pudiera..."

- Debido a la tormenta -. Decidió responder finalmente mientras intentaba serenar su tono de voz -. Nos hemos visto obligado a reabastecernos debido al desgaste.

- ¿Sólo por eso? ¿No hay ningún motivo más? -. Preguntó él manteniendo aún la lanza cerca de su cuello. Raphael no movía ningún músculo salvo los necesarios para poder articular palabra.

- Claro que no hay ningún motivo más... Decisión estratégica... -. Y entonces gritó de dolor Raphael cuando Joseph le clavó la lanza en la pierna, cerca de la rodilla. Este cayó al suelo y se apretó la herida cuanto pudo para aguantar la agonía.

- Mientes... Vayamos al grano, Raphael Óster... ¿Dónde está el cuerpo de Sofía Óster?

- ¿Qué...

- Su cuerpo.. ¿¡Qué hicisteis con su cadáver!?  -. Joseph empezaba a perder los estribos al recordarla.

- Su... Cuerpo... Lo quemamos... En Feroz Savaj... -. Respondió él mientras alzaba la mirada para ver a Joseph a los ojos entre la oscuridad de la noche, su rostro iluminado con el resplandor de los tentáculos y las antorchas de sus hombres.

 Fue entonces cuando Raphael vio una luz más... Los ojos que estaba mirando parecían haber emitido un pequeño resplandor, como el crepitar de las llamas de una hoguera... Y, acto seguido... Joseph cercenó su brazo derecho con un tajo limpio. Raphael gritó tan fuerte que pensó que hasta su padre podría oirle. Sus hombres dieron un par de pasos hacia delante y se reafirmaron en su postura para disparar... Pero Joseph soltó la lanza, sacó una daga y se la puso en el cuello de Raphael mientras le incorporaba y miraba a sus enemigos.


- Un paso más en falso y le ejecuto... -. Avisó él y de nuevo bajaron un poco las armas al mismo tiempo que sus rostros se llenaban de ira e impotencia.

- Qué... Qué te pasa... Te lo he dicho... No es... Mentira... -. Murmuró Raphael Óster. Su rostro se inundó de sudor por el dolor y la perdida de sangre, apenas se mantenía consciente.

- Es fácil, Raphael. Te he amputado el brazo por un sencillo motivo... Si decías la verdad, te lo corté para que sintieras mi ira... -. Joseph cerró los ojos intentando disimular el dolor del terror de imaginarse a Sofía hecha cenizas -. Y si mentías, por la regla que te puse antes. Y sinceramente... CREO que mientes.

- ¿Qué coño... te pasa...

- Eres meticuloso, Raphael Óster... Pensativo, planeador... Te gusta tener todo bajo control, todo al alcance de tu mano. No dejas cabos sueltos... Y también eres... Orgulloso. Tu familia entera lo es... Todos sabíamos lo que sucedió con Sofía Óster y tu padre cuando esta se unió a la Guardia Real. La verdad salió a la luz, no en comunicado oficial sino rumores que se extendieron como una epidemia.... Sobretodo aquí, al Este de Taneir...

- ¿Adónde... quieres....

- ¿Adonde quiero llegar? -. Completó la pregunta Joseph que seguía apresando a Raphael y se aseguró de que su presa no escapara apretando un poco la daga en su cuello -. A que tu padre estaría deseando tener su cadáver para saciar su orgullo... Para saciar su ira,... ¡Su ansía de venganza todos estos años por lo terco que fue en el pasado!

Raphael no dijo nada... Estaba a pocos segundos de caer inconsciente y la perdida de fuerzas le impedía siquiera hablar. Pero Joseph no iba a dejar que se librase tan fácilmente; Con la mano que no sostenía la daga creó fuego para cauterizar la herida y evitar que perdiese más sangre, eso sumado a que el fuego que le proporcionó Lyad tenía también poderes curativos si lo usaba con ese fin... Raphael volvió en sí.

- No quemaste su cuerpo... No podías... Tu padre y tú planeasteis estos desde que supisteis que ella venía hacia aquí a controlar el ejército para acabar con la amenaza pirata. Ibas a llevárselo... Pero no podías encargarle tal tarea a un pequeño escuadrón de tus hombres para que llegara cuanto antes, no. Como ya he dicho antes, te gusta tenerlo todo controlado, todo atado. El cuerpo de Sofía Óster... ¡SE ENCUENTRA AQUÍ!

- Es... Es... Cierto -. Confesó finalmente bajo el terror de perder otra extremidad.

- Bien, llévame hasta donde se encuentra... AHORA... Hermana, disipa el conjuro... ¡Hombres de Raphael Óster! ¡Volvemos al campamento, todos! ¡Os quiero caminando por delante mía. La vida de vuestro líder depende de mí! -. Les recordó Joseph. Los soldados miraron al guerrero y luego a su señor, este asintió levemente con la cabeza. Todos bajaron las armas y caminaron volviendo al campamento. Lyad disipó el conjuro y Joseph empezó a caminar el último de todos.

Volvieron al campamento tras casi veinte minutos puesto que el ritmo al que andaba Raphael Óster le impedía llegar antes. Además, Joseph también iba precavido vigilando cada tienda por si había una trampa o emboscada preparada para ellos. Pero parecía que habían aprendido la lección y no iban a hacer nada estúpido. Pasaron entre las distintas intersecciones del campamento hasta llegar a un pabellón circular de telón verde oscuro.

- Es... Ahí... -. Dijo él que a pesar de que estaba más consciente que antes, seguía doliéndose mucho de su herida.

A Joseph se le erizó la piel... Imaginar que después de tanto tiempo iba a ver el rostro de Sofía una vez más... Aunque fuese un rostro apagado e inerte...


Pero algo impensable ocurrió. Algo que obligó a Joseph a detenerse cuando estuvo a nada de entrar en el pabellón. De repente, se hizo de día. Tanto Lyad como él se quedaron estupefactos al ver lo que estaba sucediendo. El cielo gris nublado invadía el entorno con tanto brillo como si fuese mediodía. Pero no podía ser posible... Faltaban aún cuatro horas para que siquiera amaneciera. Joseph se fijo en el rostro de Raphael, este también parecía sorprendido... Luego se fijó en los soldados que vigilaban de cerca lo que hacía el guerrero. Todos estaban igual de sorprendidos que ellos...

- Lyad... ¿Qué está pasando? -. Preguntó pero su hermana, tan llena de conocimiento sobre artes secretas y místicas, no tenía una explicación lógica para lo que ocurría.

- Lo... Lo más parecido a la luz del día que existe es... Un hechizo que ilumina solo una pequeña esfera, de apenas diez metros de diámetro... Pero esto...

- Vaya... Esta no es la recibida que me esperaba... Así que tu eres Raphael Óster ¿Eh? -. Se escuchó decir a una mujer desde algún lado del campamento. Joseph se giró en dirección de donde provenía la voz. Una mujer estaba caminando lentamente, entre las tiendas, hacia ellos. Sus manos estaban juntas formando un sello. Fuese lo que fuese lo que había pasado, parecía que ella era la fuente de todo. La mujer tenía una gran estatura, con un largo pelo blanco y vestía un elegante vestido de colores rojo y blanco. La diferencia con la indumentaria de su hermana radicaba en que el rojo que portaba era fucsia, no escarlata. Pero lo más inquietante eran sus ojos, no tenían retina ni iris... Eran de un blanco puro, como su pelo.

- ¡Alto! -. Gritó Joseph -. ¡Alto o lo mato!

- ¿Qué tipo de amenaza es esa? -. Preguntó ella -. ¿De qué te sirve matarlo ahora? Sería como eliminar tu único recurso para seguir vivo. No se si sabes que estás rodeado... Cariño.

¿Qué coño le pasa a esta tía? ¿Le da igual que elimine al líder de la revolución de Taneir?

¿Quién eres? -. Estuvo a punto de preguntar Joseph pero finalmente la pregunta salió de los labios de su hermana, que había adquirido una postura mucho más seria ante la aparición de tal extraño ser.

¿Y qué más da su nombre? -. Preguntó una voz distinta, de hombre, que surgía al principio de todas las direcciones posibles -. Jajajaja... Esto es increible... ¡Increible! ¿Quién iba a decir que este aburrido viaje de escolta se iba a poner tan interesante? -. Joseph se giró de nuevo. En lo alto de una de las tiendas había alguien de cuclillas mirando el panorama. Este vestía también ropas elegantes como la mujer pero eran de un color azul oscuro. Su extraño peinado destacaba en su apariencia, todo su pelo estaba sacudido hacia arriba y llevaba una máscara de teatro que esbozaba una sonrisa permanente y estaba adornada con garabatos de todos los colores. -. Ese debe de ser Raphael Óster... ¡Ja! Que buena primera impresión has dado... Chaval...

Pero no estaban solos. También había otro más que se acercaba, este sin decir nada. Parecía más aburrido que otra cosa, incluso iba con las manos detrás de su cabeza, relajado. Se trataba de un apuesto joven con el pelo rubio recogido en una coleta. Este también portaba ropas elegantes de un color azul claro pero a diferencia de los otros dos, esta parecía menos incomoda o al menos parecía estar preparada para luchar sin privar de movilidad a su dueño. La única diferencia radicaba en sus guantes y botas, las cuales eran metálicas de un color plateado.

- ¿Qué está pasando... Hermana? -. Preguntó Joseph incrédulo.

- Esto... No estaba dentro del precio que tenías que pagar... -. Dijo ella también intentando analizar la situación.

- Es muy sencillo -. Volvió a hablar la mujer -. Rendiros ahora y os perdonaremos la vida. Seguid con este estúpido juego y acabaréis muertos.

- ¿Dónde está Chris? -. Preguntó el joven mientras prestaba atención al campamento en lugar de a Joseph-. ¿Cómo ha podido permitir que pasase algo así?

- Je... Así que conocéis a Chris. Espero que no fuera amigo vuestro -. El joven por fin le prestó atención -. Siento deciros que lo he matado, con mis propias manos -. Joseph consiguió lo que quería. La mujer y el joven se mostraron ligeramente sorprendidos. Al guerrero le hubiese gustado descubrir si también ocurría lo mismo con el otro sujeto, pero la máscara impedía saberlo.

- Vaya, vaya... Interesante... -. Volvía a decir el joven -. En fin ¿Quién ataca primero? -. Preguntó este mirando a sus otros dos compañeros.

- Lyad, apresa a Raphael... Voy a tener que luc... -. Pero no pudo acabar la frase, su hermana le daba la espalda mientras daba un paso al frente y negaba con su brazo derecho, extendido.


- Hermano... Ya te he dicho que esto no entraba dentro del precio que tenías que pagar... Yo me encargaré...

- ¿Qué estás diciendo? -. Preguntaba de nuevo el joven mientras sonreía sarcásticamente -. Me sentiría muy mal si tuviera que golpear a una chica indefensa...

De Lyad surgió una columna de fuego, inmensa... Colosal. Casi alcanzaba el cielo o al menos eso parecía desde el punto de vista de Joseph. Cuando se disipó, todo el cuerpo de su hermana estaba en llamas... Parecía al estado que presentaba él cuando luchó contra Chris... No, era aún más poderoso. Las llamas de su hermana eran aún más brillantes y su piel no se oscurecía como le pasaba a Joseph.

- Je... Retiro lo de indefensa -. Rectificó el joven ya apartando sus manos de detrás de su cabeza pero sin cambiar su sonrisa -. Interesante.

- Hermano, entra. Cumple tu cometido -. Decía Lyad sin dejar de darle la espalda ni girarse para dirigirse a él. Joseph se giró junto con su rehén, Raphael. Para entrar en el pabellón, pero cuando fue a abrir la lona, se giró y le dijo a su hermana.

- Llevaba años sin saber nada de ti... No te mueras ahora... Aplástalos -. Y Joseph se fue hacia el interior y por un momento pensó que había sido teleportado o algo así. En el interior del pabellón parecía ser otra dimensión o algo inexplicable para el guerrero, puesto que se encontraban de repente en lo más parecido a unas enormes mazmorras que había visto en mucho tiempo.

Y fuera de allí, se encontraba la enviada de Ragnaros contra tres extraños sujetos. Lyad juntó sus manos formando el sello del fuego.

- Señor... Mi Señor del Fuego... Dame tu llama para luchar contra la oscuridad que se atreve a amenazar tu camino... Dame tu fuerza para aplacar sus ofensas... Señor... Dame tu arma para destruirles... ¡Técnica Ignea, Creación del Fuego: Sulfuras, la mano Extinta!

Había llegado la hora de hacer realidad su camino en la vida.

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