23 sept 2015

Y la tormenta cambia su dirección

Esta vez no había brillo alguno en la habitación subterránea. Todo era oscuro salvo por la penumbra de las antorchas del pasillo exterior, que indicaba que había vida allí dentro, una forma de vida muy extraña. El amasijo de placas de titanio, armaduras y varas de hierro se encontraba sentado en su trono de piedra como si estuviese apagado, sin vida, pero no era así. Empezó a temblar, de la emoción.

De pronto la puerta se abrió. Un individuo estaba plantado en el marco mirando hacia el interior. No se reconocía muy bien quién era debido a la luz que se filtraba desde su espalda, de las antorchas, creando una buena diferencia de contraste. Sin embargo él le reconoció por su silueta, no necesitaba nada más.

- Al fin... Has llegado -. Dijo una voz potente que resonó en toda la habitación. El individuo hizo una pequeña reverencia a modo de saludo y cerró la puerta.


- Ains... No se como tengo el valor de venir aquí después de lo que me he enterado, Viejo Oso... -. El sujeto caminó hasta el centro de la sala elíptica -. ¡Qué feo de tu parte no haberme envidado a mi también a la misión!


- Esto... Es más.. Importante... -. De pronto, Viejo Oso brilló por cuenta propia y a modo de respuesta, toda la habitación se iluminó con un tenue brillo azúl -. Quería que... Vieras esto... Antes de que fueras... -. Enfrente suya surgió una nota plegada que lanzó telequinéticamente a su invitado.

Este la agarró y la desplegó para ver qué ponía. Tras leer un par de líneas sus cejas tuvieron un pequeño tic de sorpresa.

- Interesante... Así que él se dio cuenta de que algo fallaba... Y Anyrea decidió actuar...

Hubo una segunda nota que voló hasta él sin previo aviso y que atrapó sin problemas.

- Vaya, vaya... ¿Qué hace él en Taneir? Tan lejos de nuestra familia...

- Seguiremos hablando... Después... Ahora échate hacia un lado... Ha llegado la hora... De la reunión... -. Anunció Viejo Oso y el sujeto caminó hasta ponerse en uno de los laterales curvos de la habitación, se apoyó sobre una columna y siguió releyendo la nota una y otra vez, esperando encontrar algo más escondido.

De pronto surgieron más de una docena de círculos de color morado brillante en el suelo. De todos y cada uno de ellos aparecieron figuras humanoides translucidas y cuya esencia solo permitía distinguir pequeños detalles en cada uno, como el pelo, los ojos y el contorno de su ropa. El resto era todo un manto morado que impedía descubrir más detalles. Todos aparecieron formando un amplío semicírculo frente a Viejo Oso. El sujeto que estaba apoyado en la columna alzó su mirada para fijarse en algunos de los visitantes que habían aparecido allí. Uno de ellos era el doble de grande que los demás, mientras que otro presentaba rasgos femeninos y tenía un extraño contorno en su espalda. Parecía como si fuese un arma.

No obstante, hubo unos círculos que no llegaron a convocar hologramas, tres de ellos para ser exactos.

- Falta gente... -. Dijo una voz algo distorsionada de una de las figuras. Parecía la de un hombre algo rechoncho sentado sobre una gran silla.

- ¿Qué? -. Preguntó la silueta femenina bastante desganada -. No paro de viajar para ser puntual y ahora resulta que a algunos se la sudan... ¿Qué pasa, Viejo Oso?

- Silencio, Anyrea -. Aconsejó la enorme figura de la derecha de la mujer.

- Es... Cierto -. Se percató Viejo Oso -. Por qué... ¿Por qué faltan... Casi todos los de Aldmet? ¿Qué ocurre... Hagreb?

- Señor.. -. Respondió ese tal Hagreb, una figura delgaducha vestida con algo parecido a una túnica -. Ha sido horrible... Están todos... Muertos.

- ¿¡Qué!? -. Preguntaron varios a la vez sobresaltados.

- ¿Qué... Qué ha pasado? -. Preguntó Viejo Oso sin perder la calma -. Muéstramelo.

Y ahora nos trasladaremos al lugar de los hechos.

.
.
.
.
.


Dos hombres caminaban por un pasillo de piedra adornado con cuadros únicos de gran calidad. Uno de los hombres era delgado, alto e iba vestido con una túnica ceremonial de color verde oscura con adornos negros; Además estaba examinando detenidamente y con mucha calma unos pergaminos mientras recorrían el castillo. El otro en cambio era bajo, esbelto, vestía ropas propias de la nobleza y presentaba un estado de salud quebradizo y débil.

- ¿Cómo va el experimento, Schwarz? -. Preguntó el hombre bajo. Schwarz alzó la mirada que tenía centrada en los pergaminos lentamente.

- Un completo... Éxito, majestad -. Contestó despacio, saboreando su momento.

- Bien -. Aprobó el rey Barlis. Llegaron por fin al final del pasillo que daba a una puerta cerrada custodiada por un par de soldados -. A ver qué podemos hacer de una vez... -. Comentó débilmente.

Ambos accedieron a la sala que daba aquella puerta. Una habitación amplía y rectangular, bien iluminada, con columnas en ambos laterales de donde surgían estatuas hechas con el mismo material que predominaba en todo el escenario, mármol azul. En el lado contrario del que se encontraban Schwarz y el rey Barlis había un amplio balcón que daba al patio del castillo. En dicho balcón se encontraban numerosas personas, algunas armadas portando armaduras y otros tan solo largas ropas de fina seda. Todas esas personas se encontraban viendo como dos caballeros luchaban como parte de un espectáculo mientras esperaban.

- Señores -. Anunció Barlis -. La reunión puede comenzar.

Todos se giraron. Schwarz los reconoció. Eran los abanderados de las demás casas del reino de Aldmet, acompañados por dos guardaespaldas cada uno. El líder del GOET les examinó uno a uno:

Representando la casa Mambrand, cuyo estandarte era un grifo portando una bandera de color negro y amarillo, se encontraba Jarley Mambrand; Un hombre algo entrado en años, de piel blanquecina y vello negro, haciendo un gran contraste. Iba acompañado por dos mujeres elfas que portaban pieles como para aguantar una ventisca.

Guardaespaldas de la cordillera Norte ¿Eh? 

Con el símbolo del sol saliendo entre un manto blanco, se encontraba Jack Trarley como líder de la Unión Turs. Jack tenía una apariencia que destacaba respecto al resto de personal de la reunión. Descarado y chulesco, iba con su pelo rubio largo recogido por una coleta y con unas gafas de sol a modo de diadema provisional. Vestía cueros de color negro que le quedaban bastante ajustado y eso provocaba que se notara sus abdominales, entre otras cosas. Era el único de los señores nobles que solo llevaba un guardaespaldas. Un grandullón semiorco con dos hachas en su espalda.

Un líder desinteresado para una casa que no debería existir. Esa unión fue una estupidez.

Dos caballos gemelos, uno mirando hacia cada lado representaba al señor de la casa Deirth, Legh Deirth. Era un hombre bajito, demasiado bajo para la edad que aparentaba. Llevaba unas ropas elegantes y un bastón con el que se apoyaba. Estaba acompañado por un grandullón que no portaba ropas de mitad de su cuerpo hacia arriba, salvo unos guantes de boxeo de color negro; Y de una mujer con el pelo corto y unas enormes gafas que se le caían hacia abajo todo el rato por su tamaño.

Creo que es el más astuto de todos. Y esa mujer...Tiene un gran poder

El gran oso sobre el campo dorado representaba la casa de los enanos, el Legado de la Nieve. Su líder, Braz Madal, era el único que portaba armadura y armas de entre todos los señores nobles. También era el único que no llevaba ningún guardaespaldas. Poco se veía de él dado que su armadura completa de artesanía enana cubría todo. Tan solo mostraba dos trenzas de su largo y canoso cabello que caía por ambos lados de su torso.

Con lo desconfiados que son los enanos y Braz ha venido solo. Solo el orgullo enano está por encima de su sentido de precaución.

En representación de la casa Enrad Tormentoso cuyo símbolo era el de dos leones abalanzándose hacia cada extremo, se encontraba su líder, Balt Enrad. Un hombre recio y en buena forma cuyas ropas adornadas por los colores azul, gris y blanco creaban un perfecto contraste en su apariencia y su pelo y barba color castaño estaban perfectamente recortados. En general, todo en él parecía tener un perfecto orden. Sus acompañantes eran sus propios hijos, pero esto no portaban armas, en su lugar llevaban en la cintura voluminosos libros arcanos.

Cuando uno intenta que su apariencia se vea lo mejor posible, es que esconde un gran defecto...

Un poderoso carnero mostrando amenazante su cornamenta era el estandarte que representaba a la casa Idolaz, del Este del reino. Su líder, Anna Idolaz era la única mujer entre todos los señores nobles presentes en la sala. Se trataba de una mujer bastante joven y de una belleza extrema. Vestía una elegante túnica roja con estampados de flores que se abría en el centro para mostrar un sugerente escote. Su pelo, liso y largo, le llegaba hasta la cintura. Iba acompañada por dos extraños soldados de tez morena cuyos cascos tapaban sus ojos por completo.

Su belleza es tan alta que su castillo recibe continuos ataques de todo tipo de indeseables que reciben encargos de gente importante para que la secuestren. No me extraña, siempre rechaza a todos.

Y habían dos ausencias, el señor de la casa Brell que al mismo tiempo ejercía de capitán de su propia guardia, The Miz; Y el representante de la Familia de los Hielos. En caso de ausencia, el rey podría hablar por ellos en las decisiones que tomase.

Ya sabía de la ausencia de The Miz... ¿Pero Hagreb? Espero que tenga una buena excusa.

- Señores, vengan -. Invitó el rey Barlis para que dejaran el balcón y tomasen asiento para empezar de una vez.

- Ha pasado mucho tiempo, majestad -. Se acercó Balt para saludarle antes de que todos se sentasen -. Estoy ansioso por ver como visita nuestras tierras y vea todo el progreso que hemos hecho con la ciudad de Sovola.

- A mi también me gustaría pero hay temas que tratar, Balt -. Se excusó Barlis para omitir el hecho de que poco le importaba esa ciudad ahora mismo, solo tenía en mente una cosa -. Toma asiento.

Todos se sentaron finalmente, menos los guardaespaldas que se quedaron de pie detrás de cada uno de sus señores. Schwarz se quedó detrás de su rey esperando a que todo diese comienzo. Vinieron sirvientes que se encargaban de repartir bebidas entre los señores para que se hicieran más llevadera la reunión.

- Señores, originalmente os llamé por dos razones pero en el transcurso de vuestro viaje se ha convertido en uno solo. El otro motivo ya no es necesario... -. El rey Barlis bebió de su copa antes de continuar -. La amenaza pirata es historia.

- Los Protectores hicieron un gran trabajo -. Comentó Anna -. Sin duda le debe...

- Pero queda todavía algo por hacer -. Interrumpió Barlis nervioso porque no quería perder más tiempo -. Mi hija. Está en Taneir.

- ¿Ha contactado con el rey Kengrey, alteza? -. Preguntó Jack educadamente dejando a un lado su habitual tono chulesco.

- Aún no... Pero si por mi fuera... Empezaría una guerra hoy mismo por tal de recuperarla -. Jace apretó su copa con resignación e impotencia.

- ¿Alteza? -. Preguntó extrañado Jarley -. ¿Acaso no es Kengrey su amigo? No podemos perder a Taneir como aliado en estos tiempos de incertidumbre. Además, los Protectores no nos lo permitirían.

- Lo se -. Admitió Barlis -. Los Protectores... No me dejarían hacer lo que quiero hace para ir a por mi hija pero tampoco se dignan a contactar con Kengrey para resolver este problema. Todo por culpa de la Vieja Rosa...

Todos se quedaron mirándole bastante extrañados, seguramente preguntándose que era eso de la Vieja Rosa. Pero también se dieron cuenta de la furia en los ojos de su rey, así que prefirieron guardar silencio. Entonces alguien llamó a la puerta y Jace despertó de su torbellino de ira.

- ¿Quién es? -. Alzó la voz preguntandose de que se trataba ahora para que se interrumpiera la reunión. Un soldado abrió la puerta.

- Alteza -. Dijo tímidamente -. Una carta... Del rey Kengrey, acaba de llegar -. Y se acercó para dársela.

- ¿Qué? -. Se extrañó él -. Quizás se ha anticipado a mi petición, por nuestra amistad -. Empezó a abrirla -. Y me quiere devolver a Alanne sana y salva.

Schwarz se fijó en ese momento que varios miembros de la reunión se miraban a los ojos. Eran miradas que transmitían una mezcla de nerviosismo y decisión. Al mismo tiempo, los otros tosieron levemente tras dar un último sorbo a su copa. Barlis empezó a leer la carta y se quedó de piedra. A medida que leía cada palabra sus ojos se ensanchaban más y más; Y de la impresión no podía articular ni una palabra. Cuando la terminó alzó la mirada para mirar a sus abanderados.

- ¿Qué... Significa... Esto? ¿Una...Una...Guerra? ¿Que detenga... A mis... Tropas? -. Empezó a sudar en gran medida -. ¿De qué tropas... Me está hablando?


Y entonces, todo ocurrió al mismo tiempo. Mientras que Jarley, Anna y Balt caían inconscientes (o muertos) a la vez sobre la mesa, los guardaespaldas de los señores aún conscientes atacaron sin previo aviso a los demás. El grandullón con los guantes de boxeo de color negro saltó para atacar a Schwarz.

Un ataque directo sobre mi ¿Eh? Este tío sabe lo que se hace... No debería bloquearlo. 

Schwarz saltó hacia atrás para evitar el puñetazo del guardaespaldas de Legth Deirth, pero ya había caido en su trampa. De detrás de su enemigo surgió la figura de la mujer de gafas grandes. Esta llevaba varias dagas que lanzó rápidamente hacia Schwarz.

¿Dagas como distracción para el siguiente movimiento? Idiotas...

El líder del GOET esquivó con facilidad las dagas de la mujer, pero este ya no pudo moverse más.

- ¡Sello! -. Grito ella.

¡Mierda...

Schwarz se miró sus pies. Las dagas habían caido en torno a él y, de alguna forma, había surgido un círculo arcano con runas indescifrables cuyo efecto le impedía salir.

- ¡Condición! -. Volvió a gritar la mujer -. ¡Uso de magia o de cualquier cosa que salga del círculo!

- Ya veo... Un sello de barrera en área... Todo esto conjurado en un instante -. Analizó Schwarz admitiendo que le habían pillado desprevenido -. Me gustas, me vendrías muy bien para el GOET.

- ¿¡Qué está pasando aquí!? -. Grito Barlis como un loco. Fue a levantarse de su asiento pero Jack Trarley se acercó a él y le puso una daga en el cuello.

El resto de guardaespaldas luchaban entre si en una batalla caótica surgida de la nada. El semiorco de Jack luchaba contra el soldado de Anna tras haber matado al otro. Las  elfas intentaban contener al enano Barz, que luchaba fieramente contra ellas y sin duda, no podrían durar mucho tiempo más ante la acometida del poderoso guerrero.

- Es una pena... No sabía que te ibas a enterar tan pronto de nuestra treta... Je... -. Dijo Jack sin parar de amenazar el cuello de Barlis con su daga -. Estamos hartos de que pongas en peligro todo lo que hemos creado solo por tu obsesión, rey estúpido.

- ¿Qué... -. Jace Barlis aún seguía sin dar crédito a lo que ocurría debido a la ansiedad y estrés que venía arrastrando los últimos meses. No era capaz de analizar la situación con calma, sino que perdió el control -. ¡Schwarz! ¡Schwarz! ¡Ayúdame!

Sin embargo Schwarz, el hombre de mayor confianza que tenía Jace Barlis ahora mismo con él, se mantuvo quieto e impasible.

- ¡Schwarz! ¡Sácame de aquí! -. Volvió a gritar como un loco Barlis.

- Qué remedio... -. Aceptó finalmente Schwarz sin perder la calma -. Habrá que detener esta locura.

- ¡No puedes! -. Gritó la mujer -. ¡He restringido tu magia!


- ¿Ma...gia? -. Preguntó irónicamente Schwarz aguantándose la risa -. Qué estupidez.

- ¿Qué quieres de... -. La mujer de grandes gafas quedó aterrada ante aquel comentario de Schwarz. Dudó de si era un farol pero no se atrevió a comprobarlo -. ¡Jack, hazlo!

El joven rubio realizó el movimiento para ejecutar al rey pero la daga no se clavó en su carne, sino en piedra. Había una porción de piedra entre la daga y el rey Barlis que había surgido de la nada para protegerle.

- Magia ¿Decíais? Qué observación tan burda...  -. Schwarz alzó con su poder una de las losas de mármol azul donde había clavada una daga que completaba el círculo pero que tras separarla disipó el hechizo de barrera. Empezó a caminar hacia sus enemigos, los cuales se reagruparon para luchar contra el líder del GOET -. Esto será un bonito espectáculo, pero afortunadamente para vosotros no os voy a matar... Siempre y cuando juréis total lealtad al rey.

- ¡Nunca me arrodillaré de nuevo ante Barlis! -. Grito Jack quien saltó detrás de la mesa para ponerse detrás de los guardaespaldas pero no pudo hacer mucho más antes de acabar atravesado por una enorme estaca de mármol que había formado Schwarz manipulando la forma del suelo para acabar con la vida del señor de Unión Turs.

- No me he expresado con total claridad -. Comentó Schwarz con tranquilidad -. El rey Jace Barlis jamás os perdonará por esto que acabáis de hacer -. Se acercó a la silla donde estaba sentado su rey, el cual estaba blanco todavía del shock que acaba de recibir -. Pero el nuevo rey si que podría perdonaros...

Y todos se quedaron mirando a Schwarz, con un montón de preguntas en mente.

.
.
.
.
.

Un cuervo llegó a la casa de doña Magdalena horas antes del amanecer. La mujer le llevó la correspondencia a Fred Marc, en el sotano.

- Gracias, Magdalena -. Agradeció Marc.

Leyó el contenido de la carta con mucha preocupación y decidió que lo mejor era avisar a Alanne cuanto antes, mejor. Fue a su habitación y la despertó para darle la noticia.

- Princesa Alanne... Tu padre ha muerto -. Le tendió la carta para que leyese los detalles.

Alanne se quedó sin poder pronunciar palabra. Era cierto que existía un odio y rencor acumulado por las decisiones de su padre en los últimos meses pero también era cierto que existía un afecto enterrado bajo ese odio por todos los años de felicidad que le ha dado en su niñez. Se le escapó unas lágrimas que no pudo contener, odiándose a si misma por ello.

- ¿Quién gobernará en su ausencia? -. Preguntó tras un rato estando más desahogada.

- Sin consejeros ni heredero presentes y como líder militar que era, Schwarz gobernará Aldmet a partir de ahora.

Alanne apretó la carta con ira hasta casi arrugarla por completo.

- Que disfrute el trono por ahora... Porque cuando vuelva le durará poco...

.
.
.
.
.

- Eso fue lo que ocurrió, señor... -. Comentó Hagreb tras explicar lo sucedido -. No fui a la reunión por un ataque bandido en mi convoy pero si que envié uno de mis entes para que supervisara lo que ocurría... Entonces me enteré de todo.

- ¿Hemos perdido el apoyo del norte? -. Se quejó la figura del hombre sentado.

- Cálmate, Lord Óster... Eso no afecta a nuestros planes aquí, en Tydoras -. Dijo otra de las figuras.

- ¿Qué vamos a hacer... Viejo Oso? -. Preguntó Anyrea insistentemente.

Viejo Oso se quedó sin decir nada. Su aura se apagó y eso oscureció la sala. Solo su invitado, que aún sostenía la nota, se dio cuenta de aquello. El tono de voz que surgió de él era totalmente distinto al que usó para hablar antes.

- El viento de la tormenta cambiará... Invirtiendo su dirección de destrucción... Los que intenten protegerse de su devastación llorarán sus perdidas... Mientras que la undécima luna se alza contemplativa...

Tras una breve pausa, continuó:

- La amenaza se cierne, pero no sola... La espada ataca y todos se fijan en ella... Pero nadie mira la otra mano, también armada...

Todos quedaron callados tras escuchar lo que había pronunciado Viejo Oso sin dificultad para hablar. La sala se volvió a iluminar de un color azulado y este volvió a hablar.

- Ha llegado... El momento... Señores... Haced lo que... Tenéis que hacer...

Todos asintieron con la mirada.

- Eso quería escuchar -. Anyrea parecía feliz -. Por fin un poco de diversión -. Dijo antes de desaparecer como los demás.

Tras quedar la sala como al principio, el invitado de Viejo Oso se volvió a colocar frente a él.

- Me pregunto como alguien de la familia ha podido ir tan lejos ¿Tendrá que ver con lo que buscamos conseguir? -. Preguntó tranquilamente mirando otra vez la nota, como si no hubiese prestado atención en la reunión.

- Tu apellido... Está maldito...


- No... -. Cortó este sin quitar la mirada de la nota -. Está bendecido. Una familia unida bajo un mismo cometido. Algunos nos ven como asesinos, secuestradores, terroristas... ¿Y a quién le importa su opinión? ¿Acaso un dios se ha preocupado alguna vez por lo que opinen las cucarachas? Así nos sentimos nosotros, la familia Oinotna. Así me siento yo... Somos libertadores.

Viejo Oso observó como el aura interna de su invitado cambió. Rebosaba de... Ira y Orgullo al mismo tiempo.

- Irás... Con Chris... Aleindra... Riddle... Valerian... Bryan... No puedes fallar... No... SE que no vas a fallar... Debes descubrir el por qué... El por qué de todo... Perdimos la carta... Pero nuestro deseo... Sigue... Intacto... Ve... Argoth Oinotna

- Lo veo en tu interior, Viejo Oso... Tus ojos en el fondo me temen. Pero no te preocupes, te traeré lo que quieres -. Argoth se giró y caminó hasta la entrada.

Viejo Oso se quedó observándole. Estuvo a punto de desatar su poder al escuchar esas palabras, pero se contuvo.

Tiene razón... Al fin y al cabo puede rivalizar contra mi poder... Es la única persona viviente que conozco, que posee el poder de varios Eternos en su interior... 

Argoth Oinotna caminó hacia el exterior atravesando el pasillo subterráneo. Pensaba en el pasado de su familia, en como un miembro pudo perderse hasta acabar miles de kilómetros hacia el Este, en Taneir.

¿Todo este tiempo tenía un hermano perdido y no lo sabía?

 Prefirió que lo mejor era no pensar en eso ahora. Sin embargo giró levemente su cabeza un lado, mirando hacia atrás.

Que no te quepa duda, Viejo Oso.. Algún día lucharemos... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario