7 sept 2015

El corazón de la guerra, el corazón de fuego (Parte 1)

La tormenta no amainaba, era ya el cuarto día consecutivo en el que la lluvia no había dado ni un solo momento de tranquilidad, casi parecía un desastre natural interminable. De no ser porque durante ese cuarto día la lluvia, aunque seguía sin detenerse, si que había disminuido su fuerza y el amanecer se presentaba con algo más de luz debido a la menor densidad de la borrasca.



- Jamás pensé que echaría tanto de menos el sol... -. Afirmaba un soldado provisto con su cota de mallas y lanza corta mientras sus botas de cuero se hundían en el profundo barro del camino ascendente.

- Si esto sigue así no debe de quedar mucho para que lo veas... -. Decía su compañero de patrulla.



Y es que la tormenta había tenido consecuencias fatales para el desarrollo táctico de los soldados. No solo la propia lluvia y vendaval ralentizaba el avance de las tropas sino que el fango y enormes charcas impedían el avance de carromatos y demás maquinaría. Además también dificultaron la llegada de refuerzos por mar por el peligroso oleaje del temporal. Pero sobretodo la tormenta se dejó notar en el estado anímico en general; Debido al permanente paisaje negruzco, a la dificultad del avance y la humedad, la cual incluso era notable hasta cuando se respiraba el aire... Tantos unos como otros no tenían mucho ánimo para hacer nada, pero era su deber.

Ambos soldados ascendieron el monte y vieron por fin el campamento base, habían acabado su turno de patrulla y ahora tocaba volver. Ante ellos tenían varias hectáreas formadas de tiendas de campaña, algunas de tamaño individual, otras tantas en forma de pabellón con literas en su interior y unas pocas de gran tamaño, a modo de establos para los caballos y de almacén para las provisiones. Y en una de ellas, también de gran tamaño, se estaba llevando a cabo ahora mismo una reunión de gran importancia, desde antes que saliera el sol.

- Miremos el lado positivo, la lluvia también les ha ralentizado a ellos. No tenemos que preocuparnos de que avancen desde el norte, mi señor.

- Me da totalmente igual esa resistencia del norte -. Decía uno de los hombres que rodeaban una gran mesa circular con un mapa y muchas figuras en ella representando ejércitos y fuertes -. Lo que me preocupa es avanzar hacia el este... Y si no paramos de tener contratiempos esta rebelión no servirá para nada.

- Concuerdo con Raphael... -. Comentó una mujer que llevaba un gran vendaje sobre su rostro y torso. De las personas que había en la reunión era la que más inquieta estaba, incluso dando vueltas alrededor de la mesa, impaciente por algo -. Hemos conquistados las puertas Rouge y Blanc y hemos ganado mucho terreno, pero si Ridores no cae, el Este de Taneir jamás será nuestro.

- ¿Y cómo pretende usted, señorita Usk, que asaltemos la ciudad? -. Preguntaba con una mezcla de curiosidad y sarcasmo la única persona sentada de la reunión y, probablemente, la única persona relajada de ese lugar -. Con la imposibilidad de transportar las máquinas de asedio debido a los campos de barro, solo podríamos llevar infantería rasa con escalas... Y eso no sería suficiente.

- ¿Y qué propones tú que hagamos? -. Respondió ella con otra pregunta, pero trasladando su impaciencia latente a su tono de voz.

- Bueno... -. Se preparó para responder mientras se relajaba aún más en su asiento, hasta puso los pies encima de la mesa, cosa que alteró levemente a los lugartenientes de Raphael, que miraron a su señor inquietos, pero este no dijo nada -. Lo más lógico sería avanzar por el sur, rodear a Les Roses aprovechándonos de que los Fosteb no son demasiado diestros en el campo de batalla... Pero estamos hablando de un terreno llano llenos de campos y ríos para abastecer sus cultivos. Ese sitio debe de ser ahora lo más parecido a un pantano que haya por los alrededores. Sin máquinas de asedio para avanzar por el centro hacia Ridores, sin una gran caballería que pueda atravesar los campos fangosos del sur y con la creciente amenaza de la resistencia por el norte... Solo queda una opción -. Raphael que no paraba de observar el mapa alzó la mirada temiendo cual iba a ser la propuesta de Chris, temiendo por la falta de opciones que tenían delante suya -. Retroceder. Eso es lo que mejor podemos hacer... La tormenta está amainando y llevamos demasiados días en terreno de nadie con este campamento impregnado de humedad... Nos replegamos hasta Fuerte Óster, esperamos a que desembarquen mis queridos amigos si es que no lo han hecho aún y nos preparamos para la verdadera invasión.

- O sea que... -. Empezó a hablar muy lentamente Rehlla Usk, tratando de respirar lo más regularmente posible -. Estamos debatiendo... Cuál es la mejor forma de no perder más tiempo... Y tú... Y tú... ¡Y tu quieres que perdamos más aún! -. Sin embargo a Chris no pareció afectarle la ira en las palabras de la bárbara.

- Es eso o seguir perdiendo el tiempo aquí. La diferencia radica en que aquí no vamos a sacar nada y allí vamos a descansar bien, engrosar nuestras tropas y aumentar nuestro armamento -. Respondió con tranquilidad y se giró levemente para dirigirse a Lord Óster -. Raphael... Llevas varios días esperando a que ocurra un milagro, sabes que mi idea es la mejor. Además... Tu padre estará muy contento de que le visitemos...

- ¡No puedes estar hablando en serio! ¡Raphael, dame cien hombres y tomaré Lesaguas y Tolem! -. Siguió quejándose Rehlla.

- Señor... Si le damos más tiempo a Les Roses, puede que los posibles refuerzos de Tydoras lleguen y entonces si que nos costará avanzar -. Comentó uno de sus lugartenientes.

- Mi señor... Aunque sea avanzar hacia el norte, cuyo terreno es más rocoso y nos afectaría menos los resultados de la tormenta... Podríamos tomar a los Azal -. Sugirió otro de los lugartenientes.

- Si avanzamos hacia el norte y si por casualidad a Les Roses se les fuera la pinza con una jugada arriesgada, pero efectiva... -. Comentó Chris -. Podrían rodearnos y que nos corten la conexión con lo que hay al sur de Corriente Festiva... Como los refuerzos de vuestros padres... Rehlla, Raphael.

- ¡No pienso ir hacia atrás! -. Casi gritó ella sacando el hacha y clavándola en la mesa -. ¡Dadme al Rosiano... A ese del Comando Tormenta¡

- Rehlla, cálmate -. Susurró Raphael intentando no perder también los nervios ante esa crisis que tenía.

- Así que es por eso por lo que te opones a retroceder ¿Eh? -. Confirmaba Chris, sonriendo. Parecía que el extraño hechicero se divertía mucho con la situación -. Son esas heridas -. Señaló al vendaje de la bárbara -. Esas heridas son una armadura para tu orgullo ¿Eh, bárbara? Y por eso te da igual que pueda peligrar la misión y que perdamos esta guerra...

- Cuidado con lo que dices... Hechicero. O tendré que demostrarte que realmente no me salvaste de nada...

- Oh, viniendo de ti casi lo considero un agradecimiento.

- Basta -. Interrumpió Raphael -. Retrocederemos.

- ¿¡Qué!?

- Viajaremos a Fuerte Óster. Mandaré un cuervo a mi padre anunciando mi llegada. Tal y como ha comentado Chris, estoy seguro de que se alegrará de mi regreso. Rehlla... Antes de que digas nada... Te encomendaré una misión. Coge a los hombres que quieras y viaja a Feroz Savaj, serás mi fortaleza contra los Azal. Además, allí fue donde peleaste con Joseph. Puede que vuelva ¿Todos conformes entonces?

Nadie objetó nada. Incluso Rehlla parecía bastante satisfecha por su nuevo cometido y por tener la posibilidad de vengarse.

- Hablando de ese tal Joseph -. Comentó Chris -. ¿Quién le está ayudando?

- ¿Cómo? -. Preguntó extrañado Raphael.

- En las dos ocasiones que iba a ser atrapado, en las dos desapareció de repente. En las dos se repitió el mismo patrón, aunque la primera vez fue instantáneo. Cuando estaba a punto de perder, una cúpula de llamas le rodeaba y desaparecía.

- ¿Y quién va a haber ayudándole? Será uno de sus trucos...  -. Aseguró Raphael.

-  Eso pensé por lo que me comentasteis en la primera ocasión. Desapareció justo después de formar un sello con sus manos. Pensé entonces que era un recurso más que tenía. Pero eso cambió cuando yo mismo le vi en el muelle cuando fui a socorrer a Rehlla. Estaba malherido y apenas se podía mover en condiciones... Y esa vez desapareció sin que hiciera nada extraño. Alguien le está ayudando y ese alguien tiene una gran capacidad mágica.

- Eso da igual ahora -. Dijo tajante Raphael intentando restarle importancia al asunto. Él tenía demasiadas cosas en mente ahora como para añadir una preocupación más -. Señores, preparar las tropas para que partamos justo después del desayuno. Nos vamos.

Y la noticia se difundió entre los soldados como si fuese el final de un largo combate. De hecho, para ellos fue el final de un combate de cuatro días donde estaban ya bastante desgastados. Celebraban que por fin iban a tener al menos, una pared de piedra encima de ellos y no una fina capa de tela que goteaba continuamente. Raphael y los demás se despidieron de Lady Usk, la cual partió hacia el norte a mediodía, tras unas pocas horas de viaje con la marcha principal. El resto siguieron viajando hacia el este para luego descender por sur camino a las tierras natales de Lord Raphael. Obviamente el viaje fue lento y pesado, y para cuando llegó la noche, en condiciones normales habrían llegado ya al gran río Corriente Festiva, pero todavía les quedaba media jornada más de viaje. Raphael decidió levantar un campamento provisional solo con lo necesario para pasar la noche y seguir a la mañana siguiente. Sus hombres, a pesar de que la idea no les hacía mucha gracia, obedecieron y trabajaron rápidamente para que descansaran y llegara la mañana lo antes posible.

Pero Raphael no podía dormir esa noche. Tras estar un par de horas sentado en la silla repasando todos y cada uno de sus movimientos y también los posibles movimientos del enemigo, se levantó para salir fuera y que le diera un poco el aire (y la lluvia). Ascendió hasta el montículo cercano donde habían un par de sus exploradores custodiando la zona desde allí, ellos, algo nerviosos por su presencia repentina, le saludaron y siguieron con su trabajo. Él continuó ascendiendo el montículo hasta el punto más alto y se quedó allí, mirando el negro cielo, tan solo levemente iluminado por el resplandor de la luna chocando con las nubes.

¿Por qué Raphael no podía dormir? La respuesta era clara, los nervios le habían dominado. Durante todo el tiempo que se quedó en allí pensando, toda clase de pensamientos le invadían una y otra vez, pero a diferencia de los soldados, a él la lluvia le tranquilizaba, le ayudaba. Tuvo que abrir los ojos, serenarse y andar un poco cuando un sentimiento de arrepentimiento se coló entre sus pensamientos.

- ¿Qué... -.Susurró para si mismo -. No... Raphael... Ya no... No puedes pensar eso... Es demasiado tarde. Tienes que seguir firme -. Se auto convenció. Miró el campamento y se dio cuenta de lo que significaba aquello, de lo que había allí -. No puedes echarte atrás, no después de eso... -. Y se puso en marcha para volver al campamento, pero no a su tienda, iba a comprobar algo que aseguraría su determinación.

Pero cuando se giró para bajar el montículo, chocó con alguien. Maldiciendo porque casi se cae al suelo y lo último que quería en ese momento era mancharse la ropa de barro, intentó ver de quien se trataba, probablemente uno de los exploradores que había ascendido para ver si su señor se encontraba bien, pero no era él. Se trataba de Chris Warfield.

- Extraño lugar para pasar la noche ¿No crees?

- Quería despejarme un rato -. Dijo él recobrando la compostura tras su perdida de equilibrio por el choque -. ¿Ocurre algo? -. Preguntó curioso.

- No, nada. Solamente que... Tu padre ha respondido -. Le respondió él mostrando una carta sellada -. Acaba de llegar, el cuervo no anda con demasiado humor -. Comentó sonriendo.

Raphael no sonrió, a pesar de la noche y la lluvia, tenía mucha calor por la vergüenza que se auto imponía por haber dudado por un segundo. Cogió la carta, la abrió y leyó. Su padre estaba orgulloso de él por lo que había logrado, por lo que había hecho. Comentaba también que esperaba impaciente y feliz la llegada de sus tropas y él y por último añadía que los aliados de Chris Warfield llegaron durante la mañana y los mandaba directamente hacia él para que les escoltara durante el resto del viaje.

- Bien, al fin buenas noticias -. Admitió -. Tus amigos... Han llegado y están de camino hacia aquí.

- Maravilloso. Deberíamos celebrarlo ¿No crees? Que después de tantos días de estrés estaría bien abrir una botella de vino y disfrutarla como es debido.

Realmente Raphael coincidía con Chris. Después de tanto estrés, la buena noticia por fin le tranquilizaba un poco. Al igual que la tormenta, sus problemas empezaban a disminuir. Aunque aún seguía latente un pequeño resquemor por esa gota de arrepentimiento que invadió su ser hace unos minutos.

- Vayamos a beber un poco. Un poco de alegría no está mal.

Pero las peores situaciones se dan, la mayoría, de improvisto. Precisamente en el momento en el que Raphael y Chris descendían por el montículo, pasaban al lado de los exploradores donde incluso, su señor les saludó de distinta forma a la que saludó previamente, fruto de la tranquilidad parcial que tenía ahora. En ese preciso momento... Sucedió.




Hubo un destello, un destello en el cielo. Raphael, Chris y los exploradores se llevaron las manos a la cara debido a la intensidad de la luz, pero pronto descubrieron que lo que fuese lo que fuese aquel destello, iba a toda velocidad, hacia ellos.

- ¡Al suelo! -. Gritó Chris y Raphael no se lo pensó dos veces. Se tiró entre las rocas para resguardarse.

Pero los exploradores no fueron tan rápidos y la bola de luz que descendía a toda velocidad estalló encima de ellos. Los restos de aquellos dos soldados se esparcieron por toda esa zona del montículo. Raphael y Chris se levantaron para ver qué ocurría. Donde antes estaban sus hombres ahora había un cráter de unos tres metros de diámetro y del centro surgía una columna de humo parecido al vapor de agua.

- ¿Qué es... eso? -. Preguntó asustado. Chris se terminó de incorporar y dio un paso hacia delante para proteger a Raphael.

Entonces el vapor se empezó a disipar y Raphael vio lo que parecían ser dos personas. Dos personas cuyo cuerpo era incandescente como la propia lava. Por sus siluetas una de esas personas, la que estaba más alejada de él, era una mujer y se encontraba de pie. Ese tono incandescente empezó a desaparecer y Lord Óster vio que se trataba de una mujer pelirroja que vestía una túnica con adornos blanquecinos y rojizos, en su ojo izquierdo tenía lo que parecía ser un tatuaje, o una marca, de color rojo también. Entonces se fijó en la silueta de la segunda persona. Estaba estaba agachada debido seguramente a la gran caída, con una de sus manos en el suelo y la otra en una larga lanza. Entonces su tono incandescente empezó a disiparse también...


- Tú... -. Reconoció por fin Raphael casi sin respiración por el miedo que invadió su ser ante tal suceso inexplicable.

- Él es... -. Decía Chris algo más tranquilo que Lord Óster -. Vaya... Y esa bella mujer debe de ser la que le ha ayudado todo este tiempo.

- Ha pasado mucho tiempo... Chris Warfield -. Dijo Joseph mientras se incorporaba -. Esta vez espero darte una mejor imagen combatiendo de la que te di la última vez...

- Je... Me gustas chaval, tienes muchos huevos para venir aquí, así -. Admitió Chris mientras empezaba a extender sus brazos preparándose para el combate.

- Pero todavía ha pasado más tiempo desde la última vez que nos vimos... Raphael... -. Siguió hablando Joseph esta vez dirigiéndose al lord comandante de las tropas de la rebelión -. Tengo unas cuantas preguntas que hacerte. Pero me temo que tendré que luchar un poco antes de hacértelas.

Raphael no sabía qué decir, a él le gusta tenerlo todo bajo control y tener un plan B en caso de que las cosas se torcieran, pero algo así... No entraba en ninguno de sus planes.

- Raphael... Vuelve al campamento. Con todo el ruido y luz que han provocado estos dos ya deben de estar llegando refuerzos. Corre -. Raphael no dudó ni un segundo tras la petición que le mandó Chris. Empezó a correr cuesta abajo sin parar hacia el campamento.

- Hermana... -. Dijo impaciente Joseph al ver que su presa escapaba con tanta facilidad.

- No te preocupes -. Dijo ella mirando, conjuró uno sellos tan rápidamente que ni Chris pudo reaccionar -. Técnica ígnea... Lazos de fuego.

Chris esperó a ver qué era lo que surgía de la joven hechicera pero no pasó nada. Entonces escuchó un grito desde atrás, se giró y lo vio. Raphael estaba acorralado entre un círculo de zarcillos de fuego que habían surgido alrededor suya. Este intentaba pasar entre ellos pero el hechizo reaccionaba ante su movimiento y se sacudían para intentar azotarle y así, mantenerlo en el centro del círculo.

- Bien... -. Suspiró Joseph -. Hora de ajustar cuentas... Chris. Contigo, con él... y conmigo mismo -. Se giró para mirar a su hermana, esta le devolvió la mirada. Joseph se acordó de lo que ella le susurró. Ahora había llegado el momento de la verdad. Llegó el momento... de luchar.

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