23 abr 2019

Justicia



Con unos sonoros delicados golpes en la puerta, Beatrice se acomodó en el sillón de cuero ocre. Acto seguido, esbozó una sonrisa amplia y dulce.

- Pase -. Invitó con un agradable hilo de voz.

- ¿Me ha llamado... -. Preguntó sin atisbo de duda o intimidación un hombre adulto, que cerró la puerta y se acercó a la mesa del despacho.

- Claro, profesor Ozonka. Siéntese, por favor.

Este aceptó la invitación y se quedó esperando sin decir nada. Mientras tanto, la señorita Beatrice le pidió a su segundo al mando una taza de té, que también ofreció a la persona que había llamado, pero que se negó. Tomándose su tiempo, dio un largo sorbo a la taza una vez estuvo lista, al mismo tiempo que abrió una carpeta marrón y revisaba los documentos en su interior. Tras dar con el papel que buscaba, volvió a su sonrisa que trataba de mostrar cercanía y amabilidad, y reanudó la conversación.

- Bien, señor Ozonka. Le he llamado porque querría hacerle unas preguntas, si no le importa.

- Adelante, directora.

- Usted proviene del Imperio Kalnzzar, ¿me equivoco?

- No se equivoca.

- ¿Qué le llevó entonces a que hace ocho años dejase su hogar y viniese aquí, buscando el trabajo de profesor?

- Un viejo amigo y yo nos marchamos de la aldea para explorar nuevos horizontes. Conocimos tanto al profesor Jhin como al subdirector Jeremias y al alcalde Rurkro. Gracias a ellos pudimos disponer de nuestros puestos de trabajo.

- Y por lo que veo, se adaptó bien al puesto como profesor de lengua. No es por parecer inoportuna, pero... ¿Cómo es posible que un miembro de una de las tribus Kalnnasah, que es una de las culturas más aisladas del mundo, ha logrado conseguir el puesto de profesor de lengua para impartir conceptos del idioma Talmense?

- Estudié durante mucho tiempo el Talme para conseguir tal puesto.

- Estudió durante mucho tiempo, ya veo... A pesar de que usted mismo afirma que la asignatura no es muy emocionante, ¿verdad?

- Lo hago para mostrar empatía y acercamiento con el alumnado.

- ¿Y por qué no optó por la asignatura de Supervivencia? Usted, como miembro Sulong de la tribu debería poder enseñar esa asignatura mejor que muchos de los profesores de las academias a nivel mundial.

Jizure permaneció callado durante un momento, pero cuando fue a responder Beatrice le interrumpió.

- ¿No tendrá algo que ver con algo que usted arrastra de su pasado, verdad?

De nuevo, permaneció callado y cuando trataba de buscar alguna que otra palabra para arrancar una frase tan solo le salían leves balbuceos dubitativos.

- Porque si es así, usted, que ahora es profesor de dicha asignatura, debería ser examinado para dicha asignatura. Obviamente, no a nivel de cualificación, porque su experiencia le ampara... Pero si es verdad que tiene algún problema emocional o de carácter traumático, deberá pasar por una evaluación de ese tipo, al igual que lo hacen los alumnos a final de primer curso.

- ...Como usted considere oportuno, directora -. Acabó diciendo aunque con un tono diferente al semblante formal con el que había empezado la reunión.

- Bien, ¿me puede decir, por cierto, dónde se encuentra la profesora Sarayu?

- Ese tipo de asuntos lo lleva el subdirector Jeremias.

- Entonces, ¿no sabe nada? ¿No habló con usted? ¿No le dijo adónde iría ni por qué? ¿No le pidió que usted fuese quien supliese su puesto?

Todas aquellas preguntas, más que para descubrir algo que no sabía, parecían estar formuladas para afirmar que Jizure ocultaba algo. Este agachó la mirada y fue a responder. Pero de nuevo, fue interrumpido.

- No le estoy acusando de nada, profesor Ozonka. Pero debe comprender que es extraño que un miembro de la docencia abandone su puesto justo en el mismo mes que nuestro organismo decidió cambiar la normativa.

- La profesora Sarayu se marchó para ayudar a unos conocidos suyos. Me pidió a mi que supliese su puesto porque sabe que puede confiarme ese cometido.

- ¿A unos conocidos suyos en Gran Hiullal?

- ...

- Bien, pasemos a otro asunto ¿Por qué el profesor Jhin no se encuentra localizable desde mi asignación como directora?

- Vosotros mismos ordenasteis que los profesores formasen parte activa de la guardia y los forestales. Se encuentra al este, debido a las actividades en aumento del criminal Magrid.

- Sí, sé que se encuentra al este, pero mi pregunta va porque he mandado a varios de mis hombres a los poblados para mantener la reunión mediante llamada. Pero parece que da la casualidad de que justo se encuentra en patrullas u otro tipo de cometidos.

- Para eso le tendrá que preguntar a la capitana Veera, directora -. Afirmó, volviendo a la tranquilidad porque sabía que decía la verdad.

- Eso haré, descuide. Bien, pues esto es todo por el momento. Ya le avisaré para llevar a cabo la evaluación pertinente, profesor Ozonka.

Jizure se dispuso a levantarse, justo después de asentir. Sin decir nada más, se dispuso a marcharse, pero antes de que llegase hasta la puerta.

- Profesor Ozonka, ¿tiene algo que ver que decidiese marcharse de su tierra con el hecho de que tanto usted como su compañero fueron desterrados? ¿o es un detalle sin importancia que se le ha olvidado mencionar?

Jizure se quedó helado frente a la puerta, con la mano a punto de coger el pomo para abrirla. Se giró lentamente para mirar de nuevo a Beatrice, a lo que esta respondió con su sonrisa dulce, tan satisfecha que incluso cerró los ojos para acompañar su gesto feliz.

- Ya veo -. Soltó con un tono algo más agudo en cuanto comprobó el rostro de Jizure.

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De nuevo, llamaron a la puerta.

- Pase.

El invitado que entró ahora no dijo absolutamente nada. Tan solo se sentó sin invitación previa y se quedó esperando a que hablase la directora. Beatrice, una vez más, se tomó mucho tiempo para coger con delicadeza la carpeta pertinente y buscar entre los archivos de su interior. Lo hizo sin decir nada más y durante largo rato estuvieron en silencio sin mencionar nada.

- Bien, profesor Walton, ¿sabe por qué le he llamado?

- Me tiene intrigado -. Respondió Arvin con notorio sarcasmo.

- Ya veo -. En lugar de sentirse ofendida, Beatrice ensanchó su sonrisa -. Pues voy a ir directa al grano, si no le importa.

- Adelante.

- Usted tuvo en el pasado muchos problemas debido a los actos de su hermano mayor, ¿verdad?

- Ciertamente...

- E incluso sopesó la idea del suicidio, ¿me equivoco?

- No se equivoca en absoluto... -. A medida que iba respondiendo, a Arvin se le notaba la incomodidad de la situación en forma de un pequeño atisbo de ira.

- No se preocupe, entiendo su situación, profesor Walton -. Dijo Beatrice con su característica sonrisa amable.

- ¿Ah, sí?

- Pues sí. Yo misma he tenido problemas familiares en el pasado. Los pecados de mi prima también me salpicaron a mi, de hecho. Es tremendamente injusto ser juzgado por los actos de otros. Así que de eso no se preocupe que no le he llamado para cuestionarle en ese sentido.

- Entonces... -. Arvin no pudo reprimirse más -. ¿Usted también recibió amenazas de muerte? ¿También la acorralaron en su propia casa, sin poder salir porque le esperaban turbas de locos? ¿También tuvo miedo de salir de casa por miedo a agresiones o cosas peores? -. Poco a poco, fue elevando el tono, como intentando demostrar que Beatrice no había pasado por lo mismo.

- Sí, he pasado por todo eso -. Respondió ella con tranquilidad y sin torcer su sonrisa -. He llegado a estar en terapia durante mucho tiempo, hasta recuperarme y remontar hasta mi actual posición. Y a eso es adonde iba -. Con una labia sutil pero eficaz, recondució la situación en lugar de caer en provocaciones -. He comprobado su expediente, profesor Walton, y he comprobado que usted no fue sometido a ningún tipo de terapia posterior a su intento de suicidio.

- El profesor Jhin en persona evitó aquella tragedia...

- Pero si no me equivoco -. Interrumpió Beatrice -. El profesor Jhin no tiene la calificación necesaria de psicología para tal cometido.

- ... ¿Y?

- Adonde quiero llegar es que no dudo del nivel de su docencia, pero verá... -. Beatrice le mostró un par de documentos de la carpeta que se encontraba revisando -. Como puede ver, hay muchas quejas del alumnado por su comportamiento antipático hacia ellos. Hasta el punto de cometer actos injustos en contra a los que pone en el punto de mira.

- Tan sólo castigo a aquellos que se saltan las normas...

- Eso no lo dudo. Pero también ha avasallado a aquellas personas que tiene usted enfiladas a base de preguntas sobre el temario que iba a dar a continuación en sus clases, de manera que era un acto injusto. No entraré en detalles de la presión psicológica a la que podría someter al alumnado con este tipo de actos, sino que me limitaré a seguir con otras irregularidades.

- Adelante... -. A Arvin Walton empezaba a temblarle la voz.

- Ha impuesto su opinión sobre valores de la sociedad que no son necesarios para la docencia que usted ejercía. Puesto que, si no me equivoco, usted no es profesor de Ética y Protocolo, así que no sé por qué usted condicionaba la mentalidad de los estudiantes sobre su propia opinión en base al odio que tiene al grupo de Evolution.

Como Arvin no fue capaz de comentar nada, Beatrice prosiguió.

- Y para puntualizar más en la relación con sus estudiantes, parece que no solo lapida a aquellos a los que le coge manía sino que recompensa a los que se acercan a su postura, o le ayudan de cierta manera. Hasta el punto que el grupo de los Slytherin gozan de un trato injusto pero a la inversa. Permítame decirle, profesor Walton, que toda esta actitud puede ser producto de su pasado aún no resuelto del todo...

- Usted lo único que hace es adaptar su modelo de academia a la propiedad que no le pert... -. Fue a interrumpirle Arvin, pero Beatrice alzó aún más la voz.

- Y por tanto no puedo permitir que siga ejerciendo de profesor. Queda suspendido de empleo y sueldo hasta nuevo aviso. Puede presentar alegaciones en la sede del Órgano Regulador para una revisión y evaluar si está capacitado para la docencia.

- ¡Le dije al profesor Jhin que a pesar de todos mis defectos ejercería de profesor para las nuevas generaciones!

- Lamentablemente para usted, el profesor Jhin es, tan sólo, un profesor. Yo, como una de las directoras regentes y principales del Órgano Regulador y como directora de la Academia de Héroes de Reposo de Taliyah, tengo el derecho de revisar la condición de mi profesorado y alumnado, y el deber de sustituirlos o echarlos en caso de que hayan irregularidades.

Arvin dio un fuerte golpe en la meas y se levantó. Eso provocó que el acompañante de Beatrice diese un paso hacia delante. Pero en cambio, la directora tenía la cabeza apoyada sobre sus manos entrecruzadas por los dedos, y aunque su sonrisa se había reducido desde que alzó la voz antes, su mirada de decisión no se alteró en la provocación de Arvin Walton.

- Le recomiendo que se vaya y recapacite, profesor... No, señor Walton -. Corrigió y por ello Arvin tuvo un tic en el ojo -. Desde que me ocurrió aquello, pasé por terapia y de no ser por ello, quizás habría cometido muchísimos errores y habría impuesto prejuicios injustos ante la objetividad.

- Una lástima, entonces -. Soltó Arvin, con una respiración fuerte y agitada. Tras eso, se dio media vuelta y se fue del despacho dando un portazo.

Hubo un profundo silencio en el despacho, en el que Beatrice, sin estar alterada, procedió a cerrar la carpeta sobre Arvin Walton y se dispuso a repasar sus siguientes obligaciones durante aquella tarde. No pasó mucho tiempo hasta que alguien llamó a la puerta.

- Pase -. Invitó nuevamente.

- ¿Me ha llamado... directora? -. Preguntó la chica que había entrado al despacho.

- Claro. Entre y siéntese, señorita Thorne.

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Habían pasado varios días, pero la misma sensación permanecía en su mente y corazón de manera constante. Solamente y en algunas ocasiones, podía estar más relajada, como cuando estaba con Alexandra, Elisabeth o Summer. De hecho, con esos días pasados, ya pudo acercarse a ella para consolarla. Summer no había acabado en un estado de ira y frustración, como sí que le había pasado a ella. Fue junto con Alexandra para hablar de lo sucedido y tranquilizarla, aunque como no paraba de llegar gente, al final decidió tomar algo de aire fresco y volver a la Academia. Así que mientras que Summer estaba allí en el piso con todos, Lilith se encontraba sentada en un banco del patio frontal del recinto de la Academia, sentada y mirando a la nada. Alexandra había dicho que en seguida volvía, así que en ese instante de soledad, en lugar de ayudarle a pensar, lo que provocaba fue que de nuevo fijase la silueta de Beatrice Alighieri.

Quién iba a imaginar entonces que en ese momento, Lilith escucharía su asquerosa y melodiosa voz dulce en aquellos momentos. Se giró rápidamente, como si acabase de alertar un peligro inminente. En la entrada del recinto de la Academia, de nuevo, se empezaban a acumular muchas personas curiosas que iban a ver lo que sucedía. Lilith se levantó y fue hacía allí.

Al llegar, vio que se encontraba un chico de pelo largo, liso y blanquecino, enfrente de Beatrice y su ayudante. Lilith conocía bien a aquel chico, pues se enfrentó a él durante el Festival Deportivo; se trataba de Raphael, aquel que le rompió el brazo pero del que pudo sacar un empate debido a su exceso de confianza. Se encontraba cabizbajo pero, al mismo tiempo, le temblaban las manos. A sus pies habían un par de maletas y una mochila.

- Como ya le he dicho, señor Stronheim, queda expulsado de la Academia de Héroes.

- ¿Qué habrá hecho? -. Eran una de las preguntas que se escuchaba decir a los alumnos de alrededor, cuchicheando entre ellos.

- Lo que está haciendo usted... es... injusto -. Soltó Raphael sin alzar la mirada.

- ¿Injusto, dices? Que haya cometido un error grave en contra de las normas, puedo entenderlo. Usted es joven y el fallo puede entenderse. Pero no tolero un segundo quebrantamiento, señor Stronheim; usted, además de lo que hablamos en mi despacho, poseía un arma real entre sus pertenencias, cuando aún no tiene el permiso ni la licencia para portarla.

El ruido de los susurros bajó ante aquella acusación de Beatrice, e incluso se llegó a notar algún que otro grito ahogado. Raphael, en cambio, bajó aún más la mirada, de manera que su rostro ya no podía verse en absoluto debido a que su cabello lo tapaba.

- Es una reliquia familiar... Es la daga de mi padre... Ni siquiera está afilada.

- Es un arma -. Sentenció Beatrice -. Y las normas están para ser cumplidas. Le deseo buena suerte en sus protectos futuros, señor Stronheim.

Tras decir eso, Beatrice se quedó allí, en la entrada. Raphael se quedó tal y como estaba durante un periodo más de tiempo, hasta que finalmente se dispuso a coger sus pertenencias. A Lilith, Raphael no le cae especialmente bien por la prepotencia que mostró el chico durante el combate que tuvieron, pero de ahí a que fuese expulsado por portar un arma que era más una reliquia familiar que lo primero, le causaba que la sensación que había estado teniendo aquellos días se intensificase aún más. Ella también empezó a temblar, pero temblaba por la furia y la fuerza con la que apretaba sus manos, cerrándolas en puños. Observó cómo Raphael se daba media vuelta y se marchaba, pero su mirada se desvió hasta Beatrice, que seguía observando como el chico caminaba hacia el exterior, como si quisiese confirmar que, efectivamente, abandonaba las dependencias de la Academia.

Entonces, sus puños aflojaron, pues había sentido como Alexandra llegaba desde atrás y apoyaba su cabeza en su espalda, mientras buscaba la mano de su pareja con la suya propia. Lilith aflojó el puño y amoldó su mano para entrelazar los dedos con los de Alexandra. No obstante, no le quitó la mirada a Beatrice.

- Debemos aguantar, ¿vale? -. Escuchó decir a Alexandra.

- Vale...

Por ahora -. Pensó en su interior.

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Summer apenas levantaba cabeza. Solo en ocasiones como cuando estaba con Luthor o Dafne la consolaba por lo que contó de su visita al despacho de Beatrice. Incluso Liv trató de calmarla, aunque seguía sin ser la Liv del año pasado, pero sí que se mostró más cercana con su amiga. Pero la mayor parte del tiempo pensaba en su hermana y que, de alguna forma, la posibilidad de encontrarla, que ya estaba cerca, se difuminaba repentinamente. Incluso llegó a soñar con ella. Stille estaba siendo arrastrada por la silueta de unas sombras que tiraban de ella, y aunque Summer intentase correr detrás, cada vez se alejaba más y más.

Eso fue hasta que un día, Luthor se sentó en la cama donde ella llevaba horas echada aunque no dormía. El chico acababa de llegar de visitar a su mentor y al ver que la persona que amaba seguía en aquel estado, se decidió a contarle algo.

- Summer.

- Dime... -. Respondió con un tono para nada distante con él, pues su apoyo le había ayudado mucho.

- Quiero que vuelvas a estar bien de nuevo, así que te voy a contar lo que voy a hacer para ello...

- ¿El qué?

Pero cuando fue a hablar, llamaron a la puerta.

Al principio entraron Alexandra y Lilith, que fueron a visitar a su amiga. Entonces, Luthor le dijo en voz baja que luego se lo diría. Las tres empezaron a hablar de ciertos temas, tratando de desviar el principal que afectada en general a las tres. Después, sí que ahondaron en Beatrice y juntas, la una a la otra, se empezaron a apoyar entre sí. Llegaron a bromear incluso, diciendo que Beatrice no era nada en comparación a lo que han tenido que enfrentar, por ejemplo, durante la Convención Real. Luego llegaron aún más, como Dafne, Alice, Elisabeth, Hina y Lucia. Estuvieron todas un rato criticando entre todas a Beatrice, hasta que las primeras en irse fueron las propias Alexandra y Lilith. Las chicas propusieron entonces el jugar a algo para despejarse, a lo que Summer aceptó e insistió a Luthor que participase también. Juntos, jugaron al Cluedo edición Deluxe que le regaló Alexandra por su cumpleaños, y al final casi acabaron olvidándose de todo lo ocurrido a cada una.

Summer sabía que el rato agradable degradaría de nuevo en la misma sensación de angustia en cuanto todas se fueran. Pero Luthor se preparó para que no fuese así.

Lo primero que hizo el chico fue abrazarla desde atrás con intensidad, y entonces prosiguió por donde había dejado la conversación.

- Voy a recuperar ese teléfono móvil.

- ¿¡Qué!? Pero...

- Pero nada. Haré que recibas esa llamada de Malorne cueste lo que cueste.

Summer se quitó del abrazo, pero lo hizo para ponerse frente a él y mirarle a los ojos.

- No quiero.

- ¿No?

- No... Yo quiero encontrar a mi hermana, pero... me dolería mucho también que te pillasen y te echasen de la Academia.

- No me pillarán -. Soltó Luthor, seguro de sí mismo, pero Summer negó con la cabeza.

- ¿Todavía no te han llamado, verdad? ¡Esa mujer sabe cosas! Seguro que te pillaría de alguna forma.

- Bueno, que me pille, me da igual la Academia.

- No digas eso, prometimos que acabaríamos los dos la Academia, juntos.

- Pero me duele verte así. Además, también prometí que recuperaríamos a tu hermana, juntos.

- Lo haremos, de otra forma... -. Summer agachó la cabeza, consciente de que no había otra forma por el momento.

- Encontraremos esa forma, ¿de acuerdo? Sea cómo sea...

- Sí... Gracias por todo.

- No me las tienes que dar.

Y los dos se fundieron de nuevo en un fuerte abrazo.

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- Ya está todo listo, mi señora -. Le dijo su acompañante.

- ¿Ya han llegado todos? Bien -. Se mostró satisfecha Beatrice.

Se encontraba en un periodo de descanso así que le pidió a su mano derecha un vaso de vino, que este le sirvió gustosamente. No obstante, aún en su descanso, se encontraba en el despacho, pues así adelantaba las tareas pendientes que tenía por hacer aún.

- ¿Te acuerdas de cuando te contraté, Dante Robespierre?

- Sí, mi señora.

- ¿Qué hubiese pasado si en lugar de contratarte como lo hice, te hubiese perdonado sin más?

- No lo sé, mi señora.

- Sí lo sabes...

- Mmm... -. Dante se quedó pensativo y su mirada se quedó clavada en la bandeja de plata con la botella transparente de vino.

- Adelante, sírvete tú también.

Dante se sirvió una copa de vino y dio un leve trago. Sin duda, el probar aquel vino le revitalizó e hizo que sobrellevara mejor acordarse de lo que le sucedió.

- Hubiese sido absurdo tal perdón, mi señora. Usted actuó correctamente.

- ¿Y por qué hubiese sido absurdo? Si de verdad mostraste arrepentimiento... Si de verdad hubo una justificación mayor por lo que hiciste... Si estabas dispuesto a redimirte en un futuro... ¿Por qué era absurdo perdonarte?

- ¿Mi señora? -. Dante no sabía muy bien qué decir. Beatrice se levantó, aun copa en mano, se dio media vuelta y se dirigió hasta el ventanal que cubría toda la pared semicircular del despacho.

Observó el patio frontal de la Academia, tanto su impecable vegetación como a los alumnos yendo a clase, repasando en el césped, o simplemente descansando de alguna practica.

- Hubiese sido absurdo... porque hubiese sido injusto -. Sentenció ella, dándole la espalda a su mano derecha -. Por el respeto a la ley; por el respeto a la familia de las víctimas; por respeto al sistema.

- Tiene razón, mi señora.

- No tengo razón yo -. Le rectificó ella -. Tiene razón el ideal que sigo. ¿De qué sirve la justicia si la ignoramos ante una muestra afecto por el perdón que procesa el delincuente? Estaríamos justificando la criminalidad; que todo el mundo pueda saltarse las normas porque al final se arrepiente. O incluso podría usar eso a su favor para eludir la sentencia y poder seguir teniendo manga ancha. Que una persona merezca una sentencia no quiere decir que no tenga potencial en un futuro para llevar a cabo una redención sincera. Por eso, acepté tu sentencia, y de la misma forma, acepté contratarte. El tiempo ha demostrado que tus palabras eran ciertas.

- Al final, tanto su decisión de encerrarme como la de contratarme... Ambas... Me han definido como soy. Le estoy totalmente agradecido, mi señora.

- El castigo impartido ha de ser ciego y totalmente imparcial -. Beatrice prosiguió, sin hacer caso al agradecimiento de Dante -. Sin que interfieran sentimientos de ningún tipo. Es por eso que espero que algún día estos alumnos entiendan que por lo que están pasando es nada más y nada menos la justicia. No me importa que yo les caiga mal, no me importa que me odien, mientras que con ello sepan apreciar el sistema que debe regir en este mundo para que todo avance.

Y diciendo aquellas palabras, tiró del cordón de oro de su cuello para sacar un medallón rectangular. Lo abrió y observó con orgullo el contenido de su interior, en ambas caras del medallón abierto. Entonces, un pitido en el teléfono de Dante hizo que lo cerrase y lo guardase en el interior de su indumentaria.

- ¿Y bien? -. Preguntó Beatrice.

- Son ellos. Ya van hacía allí.

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- ¡Claro! ¡Debes darle las gracias!

- ¿S... sí?

- ¡Síiii! ¡Son gracias a ellas que tienes esta oportunidad!

Noctícula se levantó del sillón y se acercó a ella, que alzó las piernas intentando cubrirse, temerosa.

Había pasado más de un mes y Eslatra era practicamente otra. Desde que llegó a Reposo de Taliyah como presa de Evangeline y Lilith y fue entregada al cuartel, la llevaron a una sala en el centro sanitario de la ciudad, que estaba amueblada y disponía de todas las comodidades de una casa. Allí, empezó a recibir un tratamiento terapeútico que al principio no parecía progresar, hasta que conoció al profesor Jhin y este le presentó a algunos de los alumnos de la Academia de Héroes. Todos ellos eran diferentes; la mayoría habían recibido el mismo desprecio que ella sintió debido a sus diferencias; pero todos ellos al final se sobrepusieron y contaron como en la Academia han podido hacer toda clase de amigos, además de demostrar que pueden valer de sobra.

Conoció a un ratoncito muy gracioso llamado Giovanni, que le contó que la persona que consideró su amigo en el pasado iba a venderle como si fuese una mera mascota exótica, quedándose totalmente sólo desde que se escapó de aquello; a Garley, un enorme golem que hablaba con un hilo de voz aguda donde parecía estar contento con todo lo que decía. Él le dijo que fue apedreado en el pasado, pero aunque no le dolía físicamente, sí que se sentía triste. Entonces, conoció a Giovanni y a los demás de su clase e hizo grandes amigos; No se creyó que la chica llamada Lucia Askansxinova era realmente un dragón hasta que se lo mostró. Le comentó que lo peor que puede hacer alguien es refugiarse en la soledad y creer que no vale para los que le rodean, como pensó ella el año pasado. Gracias al apoyo de sus amigos, ahora se considera uno más; Y de entre todos ellos, también conoció a Noctícula, una tifflín al igual que ella. La chica le contó su historia que, junto la de los demás, fue el detonante para que Eslatra, poco a poco, empezase a aceptar su condición.

Entonces aceptó el ritual para que volviese a ser ella misma, pero quería al menos un aspecto más intermedio. Ahora, con su nueva apariencia, estaba en la fase final de un tratamiento que había sido milagroso, no por la dificultad, sino por el tiempo que habían tardado en hacerlo. Todo se lo debía al apoyo que le había dado el profesor Jhin al presentarle a aquellos alumnos, especialmente a Noctícula que no paraba de visitarla. El propio profesor le comunicó que en cuanto se encontrase lista podría empezar a pensar en apuntarse a la Academia, donde sería bienvenida.

Pero también se lo debía a aquellas chicas, como Noctícula le acababa de decir. Evangeline y Lilith, las cuales apenas conocía. Ambas detuvieron su error antes de que fuese demasiado tarde, y ambas mintieron al poblado y al cuartel, diciendo que alguien la había manipulado, todo para que perdonasen su crimen y tuviese una segunda oportunidad. Poco a poco, Eslatra empezó a sentir curiosidad e ilusión no solo por la Academia, sino también por hablar con ellas y darle las gracias.

- ¡Aunque ellas son de 3ºA y nosotros de 3ºB, por lo que somos rivales! -. Exclamó Noctícula con exageración, haciendo hincapié en que era una rivalidad sana -. Y aunque tú entres en primer curso, ¿serás de nuestro bando, no?

- Seré de 1ºC entonces -. Comentó Eslatra, modesta porque no podría decantarse por uno u otro.

- ¡Noooo, que esos se alían para intentar vencernos! ¡Todo porque solos no pueden!

Repentinamente, llamaron a la puerta de la habitación. Noctícula se levantó de un saltó y corrió hacia la puerta. Cuando la abrió, casi se cae hacia atrás porque unos hombres armados entraron de improvisto. Eslatra se levantó del sofá, queriendo reunirse con Noctícula, pero la presencia de tanta gente armada la hizo ponerse en la pared opuesta, junto a la ventana con barrotes.

- Señorita Eslatra -. Comentó un hombre adulto de pelo oscuro aunque levemente azulado, cuyo flequillo le tapaba parte de un ojo -. Queda detenida por secuestro, perjurio y manipulación.

- ¿Quéeee? -. Preguntó Noctícula, que rápidamente corrió hasta quedar al lado de ella -. Ella no es mala, ¡no es mala! Todo lo hizo aquel hombre malo que la controló...

- No existe tal hombre -. Comentó el mismo de ellos que había hablado anteriormente -. Las alumnas Evangeline y Lilith se lo inventaron para encubrirla, pero han confesado. De manera que procedemos a su inminente arresto.

Eslatra ensanchó sus ojos y quedó aturdida ante tal comunicado. De pronto sintió como si todo se desmoronase a su alrededor.

- ¡Nooooo! -. Gritó Noctícula, poniéndose a la defensiva junto a Eslatra.

- Apártese, alumna de la Academia, o nos veremos forzados a arrestarla.

- Noctícula -. Dijo Eslatra en voz baja -. No te preocupes, ¿vale?

- Pero...

Eslatra no dejó que ella empezase a hablar y le dio un pequeño empujoncito para separarla. Uno de los soldados la cogió del hombro y la sacó de la habitación, a pesar de que ella aún miraba hacía atrás y estiraba el brazo en dirección a Eslatra. En cuanto Eslatra dejó de verla, se puso en posición de combate, con una mirada de odio intensa.

- Si te resistes, será peor... -. Comunicó aquel hombre, sacando la espada. Todos los soldados que le acompañaban repitieron el mismo gesto.

Eslatra volvió a sentir dudas, dudas que la llevaron a la desesperación. No tenía salida, de manera que bajó los brazos, sin fuerzas. Entonces, el del flequillo giró su cuello para dirigirse a uno de sus hombres, que avanzó para esposarla.

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