8 abr 2019

Las sombras de Vivi, parte 1


Había pasado más de un mes y todavía no se habían encaminado a su cometido, aunque sabía de sobra el motivo. Después de que Meryl aceptase, Tristán fue a la capital para la confirmación del cometido que iban a llevar a cabo. Ella se negó a entrar en la ciudad, así que durante las semanas siguientes estuvieron más tiempos separados que juntos, mientras el Caballero terminaba de oficializar la intervención con la mayor urgencia posible. Meryl se quedó en las posadas de los pueblos circundantes a la capital, relajándose por las noches pero preparándose durante el día. Llevaba más de un año sin estar en activo y se puso a ello, tanto en la compra de varios útiles como en volver a la puesta a punto con unos primeros entrenamientos. Los primeros días salieron mal, pues estaba bastante oxidada después de la sedentaria vida que estaba teniendo en adición con las sustancias que tomaba.

- Señorita, ¿se encuentra bien? -. Se interesó un hombre adulto, que se acercó por la calle embarrosa de haber llovido aquel día. Meryl estaba jadeando, no pudo aguantar siquiera una carrera de media hora a trote ligero.

- ¡Claro que estoy bien! -. Le gritó casi con los pulmones saliéndose por la boca y el hombre se sobresaltó en cuanto esta se giró para replicarle -. Es que... me he atragantado... ¡pero estoy bien!

- ¡Es mentira! -. Dijo una tercera voz.


- ¿¡Qué!? -. Meryl se giró, con la vena en la frente hinchada.

- Te he visto entrenar... -. Era un chaval de unos veintitantos años. De cabello rubio y ojos verdes; que vestía ropa deportiva y estaba dando pequeños saltos para no perder el ritmo de ejercicio -. Y no puedes seguir, estás agotada. Si quieres, te puedo enseñar.

La palabra "enseñar" resonó en la cabeza de Meryl con eco durante unos segundos en los que quedó paralizada. Cuando asimiló lo que acababa de pasar, se abalanzó como una bestia contra aquel chico, que empezó a huir despavorido. La resistencia era el punto débil de Meryl en todo el tiempo que había estado inactiva, pero lo que sí que no se había terciado era su ímpetu y frenesí, y más cuando estaba enrojecida de rabia.

*PLAF*


El chico acabó derribado tras el placaje de Meryl a sus piernas desde atrás. Esta se levantó y miró con regodeo el estado en el que se encontraba aquel tipo.

- Ese placaje era muy fácil de esquivar, pero has quedado todo embarrado. Si quieres, te puedo enseñar -. Comentó con sarna, devolviéndole la moneda.

- Ay... -. Se dolía él levemente mientras se incorporaba. Pero en vez de caer en provocaciones o terminar de irse por el "susto", se mantuvo firme. Mientras se limpiaba el exceso de barro de su ropa, comentó -. Podríamos aprender juntos, que tú también has acabado manchada al final.

Meryl sintió un yunque al rojo vivo en su interior cuando comprobó que, efectivamente, ella también estaba con manchas de barro de cintura hacia abajo. Empezó a colocarse el anillo al ver que aquel tipo seguía sonriente incluso a pesar de que en sus ojos se notaba cierto nerviosismo de haber sido atacado de esa forma. Pero antes de que pudiese sacar nada de su equipamiento, le llamó una voz.

- Meryl, deja de jugar, nos vamos -. Provenía de la esquina, del mismo Tristán.

- Eh... tú... -. No obstante, después de girarse para ver a Tristán, volvió a fijarse en el tipo de delante. Le cogió del cuello de la camisa y tiró hacia arriba -. Da igual dónde te escondas que, en cuanto esté libre, vendré en tu busca... ¿entendido?

- Eh, Meryl -. Dijo Tristán, que se había acercado al ver que estaba con gesto amenazante sobre aquel tipo -. ¿No estarás intimidando a ese civil, verdad?

- ¿Qué? Que vaaaa... -. Soltó Meryl ritmicamente, pasando el brazo por el cuello del chico -. Estaba jugando con el nuevo amigo que he hecho... Jaaa, ja, ja, ja, parece que al final hemos acabado perdidos de tanto practicar derribos, ¿¡a que sí!?

- Ja, ja, ja, ja -. Algo sudoroso, el chico sonrió y asintió, siguiéndole el juego -. Claro, claro... ¡parece que he perdido!

- ¡Eso, has perdido! ¿Ves? lo que yo te decía...

- Anda, Meryl, vámonos -. Se serenó Tristán -. Aunque antes, tendrás que cambiarte.

- Sí, eso, vámonos -. Aceptó, satisfecha de que aquel tipo admitiese su derrota. Tras eso, se separó de él y se fue caminando con Tristán.

- Por cierto, señor Tristán -. Ambos escucharon la voz del chico desde detrás. Se detuvieron y se giraron para mirarle. Meryl comprobó como este había recobrado su compostura de confianza y ego -. No soy un civil, soy el teniente de este poblado. Me llamo Chris Bradfort. Un placer.

Tristán asintió con la cabeza, pero Meryl se quedó ahí, plantada. Al principio interpretó ese gesto como un gesto de victoria, ya que sabía el nombre de su futura presa, pero tras ver la mirada que le echó el chico a ella tras decir su nombre, se enfureció de nuevo. ¿Cómo se atrevía esa escoria a provocarle de esa forma? Y lo peor de todo es que no podía hacer nada al respecto, por ahora...


Un par de semanas más tarde, después de terminar de prepararse y visitar los últimos cuarteles, se encontraba en el asiento de copiloto del vehículo de Tristán. Ya se encontraban viajando hasta el suroeste desde la capital. Recorrían los senderos, normalmente pavimentados con losas de piedra, pero también se internaban por algunos caminos secundarios que eran tan solo tierra batida, parecida al albero. Pasaron por praderas salpicadas de campos de trigo; por valles verdes, con alguna que otra casa campestre; y por pequeños bosques de altos pinos. Durante cierto atardecer, Meryl estaba con su cabeza echada en el brazo que tenía apoyado en el hueco de la ventanilla, mirando al horizonte, mientras escuchaba la música de la radio. También se entretenía mirando hacia su lado del paisaje, aunque sus pensamientos estaban ocupados en otras cosas más que en discernir los elementos que podía llegar a ver. Jamás se imaginó que después de todo se encontraría en un lugar así, volviendo al "trabajo" aunque no fuese de manera oficial, porque de hecho no quería volver a formar parte de la guardia ni nada parecido. Sin embargo, Tristán había pedido expresamente su ayuda, ya que era ella quien podía llegar al fondo del asunto en todo lo que está ocurriendo por la zona, dado sus conocimientos sobre energía negativa. Después de todo, tenía una razón por la que volver a hacer algo, por mínimo que fuera. Meryl sonrió a la nada tras comprobar que, todo aquello había sido gracias a nada más y nada menos que unas "criajas", como denominaba ella. Se acordó entonces en que estuvo a punto de ir a Reposo de Taliyah, donde tendría la excusa para seguir viéndolas, aunque jamás lo admitiese.

- Es raro verte sonreír de esa forma -. El comentario de Tristán le devolvió a la realidad con un pequeño sobresalto, con el que se recompuso en su asiento.

- No estaba sonriendo... -. Soltó sin enfadarse.

- Ya, claro, te conozco de sobra. Tus famosas evasivas para disimular tus verdaderos sentimientos... sabes que eso no funciona con personas como yo, o Cleo, o... -. Y siguió mencionando a cada uno de sus compañeros de los Caballeros de la Rosa Dorada.

- ¡Vale, vale! ¡Sonreía! ¿¡Contento!?

- Claro que lo estoy. Imaginaba que... después de todo lo que había ocurrido, no encontrases un motivo para hacerlo y eso me preocupaba.

- ¿Cómo me encontraste? -. Desvió el tema Meryl para no seguir hablando de aquello.

- Bueno... Fue gracias a tu poder... si no hubieses desatado tu energía negativa jamás podría haberlo hecho. Resultó que Herrond me avisó de que había detectado una emanación en Aldea Roja. Por entonces, me encontraba por el Sudden Forest, bastante cerca de la ciudad. Así que unos días más tarde, te encontré allí.

- Tsk... me obligaron a mostrar mi poder.

- ¿Te obligaron? ¿Por qué?

- Porque a veces, alguien tiene que enseñar lo dura que es la vida. Así les preparé para lo que les depara.

- ¿Te refieres a esas niñas con las que te encontré?

- Sí...

- ¿Quiénes son?

- Alumnas de la Academia de Héroes de Reposo de Taliyah. Una de ellas es mi sobrina, Maryse.

- ¿Y llevabas el equipaje porque te ibas con ellas?

- No me iba con ellas, me iba para darle una paliza al que había logrado engañarme...

- ¿Engañarte?

- ¿Te acuerdas de Ryndell? -. Tristán asintió -. Pues resulta que yo creía que me dio una desagradable noticia que me rompió del todo... y en realidad no fue él, sino una artimaña de Magrid.

Tristán se quedó callado unos segundos, asimilando la información. Después, hablaron sobre todo lo que sabían de Magrid, ya que uno de sus objetivos del criminal parecía ser la disolución de los Caballeros de la Rosa Dorada para facilitar y allanar sus futuros planes.

- Y entonces... -. Empezó a decir Tristán, una vez finalizado el tema de Magrid. Sujetó el volante con la mano derecha y apoyó la izquierda en la zona de la ventanilla de su lado -. Has acabado con todo el equipaje ahí en la parte trasera, pero... ¿de verdad has tenido que traer al gato?

- ¡No es un gato! -. Saltó Meryl, sin ningún tipo de pudor por admitir que tenía al animal allí. Pandora maulló estando echada en los asientos traseros, ocupando dos de ellos. Meryl se giró para acariciarla -. Es una Nekuromasu y se llama Pandora.

- Vale, vale... Una Nekuromasu. Pero sabes que no nos vamos de vacaciones.

- Ya lo sé... -. Exasperó de mala gana, pero siguió mirando a Pandora y se le fue el mal gesto -. Pero es que si pasan muchos días sin que me vea lo pasa mal... ¡Oye, que es en serio! -. Exclamó con un leve enrojecimiento en las mejillas cuando advirtió que Tristán sonrió con burla.

- Que sí, que sí, que te creo... Solo que es raro ver esa faceta tan tierna de ti.

- Vuelve a decir eso y te reviento el coche...

- Eso sería malo, ya que tardaríamos en llegar a nuestro destino.

- ¡Me da igual! Pandora es muy importante y no quiero que lo pase mal. Si está casi un día no pasa nada, tan solo pierde el color de las marcas de su lomo, pero más de eso... -. Se detuvo antes de continuar, ensimismada mientras veía a su mascota, pero se zarandeó levemente y se recompuso -. Bueno, va siendo hora de hablar más en detalle de la misión, ¿no?

- Claro, aunque esperaba a que llegásemos a Balert para organizarnos. El informe está en la guantera.

Meryl la abrió y sacó de ella una carpeta marrón sin gomillas. Con lo primero que se topó fue con una ficha del perfil civil de una niña de pelo largo negro recogido en una coleta, tez algo morena, ojos castaños y facciones algo redondeadas debido a su edad. Entonces se fijó en el nombre, "Vivi", y recordó que había escuchado a Lilith mencionar a la chica cuando Tristán describió los sucesos que estaban ocurriendo al oeste de Aldea Roja y Toril.

- Es ella la persona que buscamos -. Atajó Tristán, que desvió temporalmente la vista de la carretera para comprobar que era la ficha de Vivi lo que estaba viendo Meryl.

- ¿Qué le pasó?


- Durante la Convención Real hubieron una serie de altercados. La mitad de ellos responsabilidad del propio Magrid, del que se presupone que fue contratado por distintas "ratas" de los bajos fondos del mundo para llevar a cabo secuestros y sabotajes durante aquella semana, a cambio de sustanciosas cantidades de dinero. Sin embargo, no fue el único responsable de lo ocurrido en Toril. El que atacó durante la ceremonia de clausura a la reina trabaja para el mismo que preparó explosivos en los almacenes de la ciudad, listos para transportarlos y estallarlos para causar una catástrofe. No obstante, aunque uno de los explosivos no fue detectado, los criminales tampoco pudieron prepararlo para su uso, todo debido a que el almacén fue intervenido por la guardia debido a las continuadas irregularidades. Al final... acabó explotando en el propio edificio y no resultó ser un explosivo normal...

Tristán hizo una pausa antes de continuar, mientras que Meryl contrastaba todo lo que escuchaba en los informes de la carpeta.

- ¿Demonios? -. Preguntó, perpleja, al descubrirlo en uno de los papeles -. ¿Cómo es posible?

- No tenemos ni idea. Los explosivos no eran dinamita o algo parecido, era una bomba mágica. Concretamente, una bomba de magia demoníaca, denominada por la guardia como "bomba negra". Primero, la explosión de fuego oscuro arrasó los alrededores del almacén, y luego, surgieron aquellos seres abisales y empezaron a atacar tanto a heridos como a los guardias que intentaban ponerlos a salvo. Y entre las víctimas de la explosión se encontraba la niña llamada Vivi.

- Perdió a su madre, ¿y su padre?

- No se encontraba en casa. A decir verdad, debió dejar la familia poco antes, por lo que pudimos saber de los vecinos supervivientes. La chica quedó en coma y fue tratada en el hospital, pero cuando despertó ya no parecía ser ella.

- ¿La magia demoníaca la corrompió?

- Es lo más probable. Ya sabes cómo es ese tipo de energía mágica...

- Una magia voraz, como la energía negativa -. Explicó Meryl, comentando los detalles con voz vacía -. Si no estás preparado mentalmente para conjurar con ese tipo de magia, te devora, te consume, y se acaba apoderando de ti. Aquella niña debió de ser como un caramelo para aquel vórtice que la sacudió. Lo más seguro es que su conciencia quedase encerrada y opacada por una nueva que se formó a raíz de que la energía demoníaca poseyese ese cuerpo.

- ¿Estás diciendo que es como si nos enfrentásemos a un demonio con cuerpo de niña?

- Sí, más o menos. Si la magia demoníaca ha afectado tanto a su esencia, a su alma... tan solo hay una solución posible... -. Meryl terminó diciendo aquello mientras apretaba con rabia la mano, hasta que se dio cuenta de que estaba arrugando los informes por el sitio que lo estaba sujetando.

- Meryl, si quieres... tan solo tienes que ayudarme a identificar las matrices que encontremos. Yo seré quien haga el resto, ¿vale? -. Meryl no respondió y Tristán sabía muy bien por qué, así que decidió cambiar de tema -. Además, no será fácil encontrarla. Su objetivo es alimentarse de la vitalidad de los aldeanos, como si fuese un vampiro, aunque no necesita absorber la sangre para ello. Está alimentándose y sabe que está causando conmoción por la zona, así que se está escondiendo y actuando con precaución. Desde la oscuridad extiende su sombra para ganar adeptos y aislar la zona. Comunicaciones, refuerzos, testigos... se está encargando de todo, desde luego.


Aunque Meryl escuchó atentamente las palabras de Tristán, su mente se trasladó a otro lado. De pronto, se encontraba en lo alto de una vieja atalaya anclada en lo alto de un risco del que se podía ver todo el valle. Tenían una clara visión del recorrido del río Cañamo, cortando el bosque en dos. En un tramo del río, donde el valle se torcía hacia el fondo, se situaba un puente de madera, justo después de que el camino serpenteara por los montes. La vista de todos los presentes en lo alto de la atalaya apuntaba hacia aquella zona del puente y los montes posteriores, pues era el recorrido de un par de vías de tren que conducían hasta la ciudad del mismo nombre que el río. Desde donde estaban se podía ver parte de la ciudad recortada en el horizonte, con unas cuantas hileras de humo de la zona industrial, la más cercana desde su posición.

- Bien, asaltaremos el tren en diez minutos, disponedlo todo -. Se escuchó una voz grave y distorsionada que provenía de la figura de una persona con una armadura completa de color negro. Su casco no tenía hueco ni siquiera para la boca, y en su visera tan solo se veía un abismo negro en lugar de sus ojos.

- Sí, señor Ébano -. Respondieron los soldados, que fueron hasta las escaleras de caracol de la atalaya, dispuestos a bajar e informar al resto del pelotón.

Ébano se levantó de la mesa del centro de la planta superior de la torre, donde había un mapa de la zona y diversas figuras talladas de madera para representar la posición de las patrullas aliadas, de los exploradores y de la hipotética localización de los rebeldes según la información logística que disponían.

- Capitán Ryndell, quiero que vaya de inmediato a la ciudad e informe a las autoridades. Según los informes, el tren va a máxima velocidad, así que quiero que reporte que intensifiquen la barricada... -. No obstante, aquel hombre al que se dirigía bajó la mirada, mostrando disconformidad. Ébano sabía muy bien por qué.

Mi señor... -. Ryndell habló estirando la voz, como si hubiese estado a punto de decir algo más de lo que había dicho. No obstante, se recompuso a tiempo y dijo -. Podría enviar un cuervo para eso. Quiero estar presente para rescatar a esas personas, si se me permite...

- Sé que podría enviar un cuervo -. Ébano se giró y miró hacia el horizonte en la ciudad. Necesitaba tener la vista en otra cosa que no fuese Ryndell para continuar firme -. Pero el cuervo podría ser interceptado. Sabe de sobra por los informes que hemos recibido que parece que están jugando con nosotros, así que no puedo arriesgar. Le necesito allí para que les alerte y... -. Hubo una pausa de un par de segundos -. Para que dirija usted mismo el dispositivo de defensa, ¿entendido?

- En.. entendido, mi seño... -. De nuevo, Ryndell dudó al referirse a su superior, pero acabó aclarándose la garganta antes de continuar -. Mi señor.

Con la partida de Ryndell, Ébano se quedó solo en lo alto de la atalaya. Dirigió su mirada hacia abajo, contemplando como su orden se llevaba a cabo. Su capitán cabalgó junto con dos soldados en dirección a la ciudad. Entonces, su anilló brilló y su casco se recubrió de un manto mágico negro con matices violetas, con el que acabó desapareciendo, dejando su rostro al aire.

Con suerte, todo acabaría durante ese mes. Los rebeldes habían sido acorralados después de los cientos de escaramuzas en los que habían sufrido derrotas durante el último año, el mismo número de batallas en los que había participado ella; donde había tenido que aplacar por la fuerza a un bando cuyas intenciones eran buenas en el fondo, pero con los medios que trataban de llegar hasta su fin tan solo resquebrajarían el reino en vez de promover un cambio. Y aquel acto de pasar las lineas militares del ejército mediante el tren para atacar la retaguardia no era más que un intento desesperado para avivar una llama de la que tan solo queda ascuas.

Y cuando todo se acabase, después de todo lo que ha tenido que hacer, por fin podría disfrutar de unas buenas vacaciones y pasarla con aquellos con los que de verdad quiere estar. Desde su amiga Cleo hasta poder formalizar del todo la relación con Ryndell, que hasta entonces estaba siendo un tira y afloja que no se terminaba de confirmar del todo.

- ¡Señor Ébano!

De pronto, aquel grito y unos pasos apresurados por la escalera de piedra hasta lo alto. A Meryl casi no le da tiempo a ponerse el casco con el anillo antes de que apareciese uno de sus hombres. Aparecía sin aire, por haber recorrido toda la escalinata en unos pocos segundos, con todas las fuerzas que tenía. Además, su rostro joven tenía las facciones marcadas por el terror, con unos ojos abiertos como platos.

- ¿Qué ocurre?

- Un men... ¡un mensaje de los exploradores! ¡Han terminado de peinar el tren con sus mascotas! ¡Han detectado un vagón hasta arriba de Argentum!


Al mismo tiempo que el soldado terminaba de decir aquello, hubo una ráfaga de viento que fue suficiente para tambalear a Ébano, que tuvo que apoyarse en las almenas de la atalaya. Aquello no podía ser cierto, era imposible.

- ¿¡Cómo es posible que hayan conseguido cargar tal cantidad de explosivos!? ¡Se supone que las estaciones y demás puntos de control de medios de transporte, tanto terrestres como marítimos, están vigilados!

Según sus informes, el tren fue secuestrado cuando ya se encontraba en movimiento. Entonces, alguien tuvo que cargar los explosivos con anterioridad desde la ciudad que venía el tren. Pero Ébano ni siquiera se centraba ya en aquello, tan solo desvió su mirada y se fijó en la ciudad.

- Soldado... ¿De cuánto tiempo disponemos?

- El tren cruzará el río en cuatro minutos, mi señor.

Ébano cerró el puño y dio un puñetazo a la piedra de la almena, que tembló y se agrietó levemente. Era completamente imposible asaltar el tren, lidiar con una situación de aplacamiento de secuestradores a la vez que ponían a salvo a los rehenes, y poder desactivar los explosivos. Contando esos cuatro minutos para que llegasen hasta el puente, tenían unos dos o tres más antes de que el transporte llegase a las inmediaciones de la ciudad, punto a partir del que la zona de riesgo sería catastrófica para la población ante una explosión de gran magnitud, que era lo que podía provocar todo un vagón lleno de Argentum. El intento de los rebeldes no era un ataque desesperado, era... un ataque suicida. ¿Hasta tal punto habían llegado por la causa? Pero, ¿qué causa? ¿Qué causa habría con ese tipo de acto?

- ¡Mi señor! -. Apresuró el soldado, implorando una orden de actuación.

La mente de Ébano era un torbellino, ni siquiera tenían tiempo para comunicarse con sus compañeros o con la Rosa Dorada. Debían actuar y lo más rápido posible. La vida de miles de personas dependían de lo que decidiese a partir de ese momento. Y por más que le daba vueltas a la cabeza tan solo se le venía a la mente una única y terrible opción.

- Vamos...

Ébano bajó y se montó en su caballo. El resto del pelotón ya se encontraba en sus respectivas monturas, a la espera de la orden. El Caballero de la Rosa Dorada, a pesar de que le costaba mantener la compostura, no bajó la mirada ni vaciló en ningún momento.

- Solo hay una forma de evitar la catástrofe y todos sabéis cuál es, aunque os admita aceptar la realidad. La orden es la de derribar el tren. Haremos explotar el Argentum fuera del rango de la ciudad.

- ¡Mi señor! -. Interrumpió uno de los guardias, inclinándose para dirigirse a su superior -. ¿Y si descolgamos el vagón del tren? Podríamos detenerlos.

- No hay tiempo suficiente. Desde el momento en el que lo hiciésemos, solo con la velocidad inercial les bastaría con llegar a las afueras de la ciudad -. Explicó Ébano, tratando de amortiguar la amargura que sentía -. Soldados, montad.

Ébano incitó a su montura a que galopara, liderando la marcha. Por detrás escuchaba a algunos de su pelotón que discutían sobre lo correcto detrás de esa orden. Gritaban que debía haber otra forma, con una voz desgarradora que mostraba que en caso de haber una alternativa real, a nadie de allí se le ocurría. Y lo más doloroso de todo es que por mucha vacilación que hubiese, nadie aminoró ni desvió la marcha. Todos continuaron al frente, pues sabían que alguien tenía que hacer aquello, y que les había tocado a ellos.

Una vez más...

- Entendido -. Esta vez, habló la Meryl del presente, con la voz tomada, aunque lo disimuló como pudo -. Entonces, ¿nuestro primer destino es Balert?

- Si. Evaluaremos la situación desde el cuartel para disponernos a efectuar un plan de acción acorde.


Tras completar el último recorrido de la travesía, llegaron a Balert, una bonita ciudad situada cerca del río Gemelo Central. El paronama de la ciudad apenas había cambiado con el paso de los años, al contrario que con la capital, Tilos, dando una vista de sus edificios clásicos de fachada de piedra trabajada y tejas oscuras o rojizas. Lo más llamativo de la ciudad, aparte de la zona principal donde se situaba, entre otros edificios importantes, el castillo que hacía la función de ayuntamiento, era la zona más cercana al río. Siglos atrás, se construyó una presa de madera y hierro en el límite del caudal del río, para permitir la entrada de agua en un gran embalse circular que le daba forma de "C" a la ciudad. Por algo, Balert era una importante zona portuaria del reino, ya que era el punto de anclaje previo a la capital, al compartir el mismo río.

Tristán aparcó en una posada a las afueras de la ciudad porque casualmente conocía a la dueña, una viejita baja a la que llamaba doña Inés. Pero ni siquiera sacaron su equipaje del vehículo, pues se irían durante ese mismo día. No obstante, Meryl sacó a Pandora y aunque tuvo que insistir bastante, al final Tristán accedió a que la acompañase en la visita al cuartel. Caminaron cuesta arriba hasta el monte donde se situaba, aparte del castillo de piedra ocre que pertenecía al alcalde Nox, el cuartel. Un edificio de varias plantas, tanto hacia arriba como hacia abajo, pues en la ladera de la montaña se podían ver muchos salientes del propio edificio.

- Estructura enana -. Explicó Tristán sin que Meryl le preguntase.

- ¿Eh? -. La chica apenas se había percatado de ello porque se estaba fijando en la ciudad en sí, especialmente en la zona del embalse.

- Los enanos del Legado de Hielo ayudaron a construir la zona subterránea del cuartel y del castillo. Algunos dicen que se pasaron y que hay tantas plantas que los humanos abandonaron algunas y las dejaron selladas; otros dicen que es tan laberíntico que afirman haber entrado a los sótanos del cuartel y haber salido por los del castillo.

- No me gustan los enanos -. Atajó Meryl repentinamente -. Son toscos, malhumorados e impredecibles.

- Vaya... -. Tristán se detuvo ligeramente y miró de arriba a abajo a Meryl. Esta le fulminó con la mirada, a lo que él reanudó la marcha, sonriendo.

Cuando terminaron de subir el monte a través del sendero pavimentado y escalonado en muchas secciones, les esperaba un soldado que les dio la bienvenida y les condujo hasta el interior, a una sala briefing donde aguardaban los principales oficiales y el capitán general de la ciudad, el señor Odfor. Un hombre algo viejo pero presentable físicamente, con un pelo canoso que rodeaba su cara debido a su cabello y su barba que circulaba por debajo del mentón. También presentaba un parche en su ojo izquierdo.

- Señor Escorpio, es un placer recibirle -. Le tendió la mano a la figura de Tristán envuelta con su armadura de Caballero de la Rosa Dorada.

- Gracias por atenderme de inmediato, capitán -. Este aceptó y estrechó la mano con cortesía. Cuando se percató de que Odfor se fijó en Meryl y, más aún, en Pandora, fue a preguntar pero Tristán se le adelantó -. Ella es una ayudante en practicas de la guardia, pero experta en magia de energía negativa.

Meryl apretó los labios cuando dijo lo de ayudante, pero no le quedaba otra. Al fin y al cabo no se podía presentar con su armadura de Ébano ni decir nada de dicha identidad.

- Encantado, señorita Meryl.

- Igualmente -. Contestó ella con tono seco.


Minutos más tarde se encontraban sentados frente una pantalla de papel blanca, sobre la que se proyectó algunas fotografías que habían tomado la guardia o habían obtenido de testigos. En dichos documentos visuales se podía ver las atrocidades que se habían encontrado por las poblaciones del sur: desde Fernach hasta casi el Fuerte Brell, pasando por lugares como Jaycent, Faro negro, o incluso la ciudad condal de Puerto Esp. Entre las fotos que vieron, se encontraban las que mostraban a las víctimas asesinadas en profundas mutilaciones, en medio de charcas de sangre en su propia vivienda, donde habían pintadas de símbolos rúnicos, también hechos con sangre. Presentaron informes sobre disputas entre los propios soldados de los poblados, asegurando que los capitanes no dan a basto para solventarlo todo; e incluso, un aumento de la actividad salvaje, como las de las tribus orcas y trasgoidas de los alrededores.

- Así pues, parece que la chica sabe moverse bien y está ejerciendo su control sobre la guardia para truncarla, y su influencia a las tribus primitivas para poder asegurar los caminos -. Continuó explicando el capitán Odfor -. Y no solo eso. Desde primavera hay problemas con las comunicaciones por la zona. Desde la torre de comunicaciones de Fuerte Brell hasta la situada en el Monte de Marb, están fallando intermitentemente, y lo peor es que no sabemos si es debido a algo que haya sido planeado por ella o... no sé, algo de origen mágico.

Meryl sacó su teléfono móvil, curiosa. Al fin y al cabo la torre de comunicaciones del Monte de Marb no se encontraba muy lejos de allí, así que si estaba teniendo problemas, quizás se viese afectado en ese mismo momento en la cobertura. No obstante, se acaloró bastante cuando comprobó la pantalla.

- ¿Qué tal? ¿Hay cobertura? -. Le preguntó Tristán en voz baja mientras Odfor continuaba.

- Eeeeh... Sí, sí... la hay -. Dijo ella rápidamente, con un sobresalto. Meryl notó que el sentimiento de estupidez la envolvía, pero trató de disimular la sensación de nudo en el estomago lo mejor que pudo.

Porque el cargador de su teléfono se había quedado en la capital y ahora este se encontraba apagado, sin batería.

- Bien -. Tristán tomó el control de la situación, levantándose de su asiento -. Vamos a crear controles en los caminos, a modo de perímetro de seguridad. No quiero que nada de lo que atraviese ese camino se quede sin un chequeo exhaustivo, y por supuesto impediremos el paso a comerciantes y demás viajeros del exterior, con el fin de mantener el control de la zona. Será desde... aquí -. Explicó, señalando el mapa -. Hasta aquí. Intentaremos cubrir también el Monte de Marb. Capitán, ¿ha enviado ingenieros para investigar la anomalía?

- Sí, señor. Ninguno de ellos ha conseguido dar con ningún fallo, ni en los cables ni en las antenas ni en los terminales.

- Lo que quiere decir que la posibilidad de que la anomalía sea de origen mágica cobra fuerza. Quiero que saque de allí a todos los trabajadores. Contactaré con el GOET de inmediato para que vayan, detecten el origen y lo disipen de inmediato.

Cuando Tristán mencionó la palabra "GOET" hubieron algunos susurros entre los oficiales más jóvenes. Meryl sonrió para sus adentros, satisfecha. Ella ya sabía que la orden no se había disipado sino que se había mantenido más hermética aún, aunque también más reducida.

- Quiero que pida una unidad de transporte radiofónica -. Siguió ordenando Tristán -. Con repetidores cada diez kilómetros aproximadamente. Al menos, si no podemos asegurar la estabilidad de la comunicación en el interior de la zona de riesgo, lo haremos en los controles del perímetro, para que no se nos escape detalle.

Con cada petición, Odfor llamaba a uno de sus hombres y daba las ordenes pertinentes para que fuesen a los departamentos del cuartel y se pusiesen en movimiento.

- Mi ayudante, Meryl, y yo, entraremos de inmediato en el territorio. Así que usted se queda al cargo del perímetro, capitán.

- Entendido, señor, puede confiar en mi.

- Cuando tenga asegurada la zona y esté comunicada con los repetidores, organizará patrullas para internarse a los poblados afectados y apoyar a la guardia. Intentaremos que dichas patrullas y nosotros dos nos encontremos para coordinar mejor los operativos. Aunque sin comunicaciones esté complicado, nos la apañaremos, ¿de acuerdo?

Un buen rato después, Meryl y Pandora salían detrás de Tristán, que no se quitó su armadura mediante su anillo hasta que no se alejaron lo suficiente del monte.

- ¿Qué le pasa a esa gente? -. Preguntó la chica, molesta -. ¿No han hecho nada durante estos meses? Perímetro de seguridad, controles en los caminos... es algo básico.

- No tan básico  -. Respondió él, con preocupación -. Están indecisos, como lo estoy yo. Solo que de mi esperan precisamente lo contrario. Y al final he hecho una jugada arriesgada.

- ¿Arriesgada? ¿De qué estás hablando? Es operativo estándar.

- No, no lo es -. Tristán se detuvo y miró directamente a Meryl -. Ellos lo saben, tú lo sabes también en el fondo, ¿por qué te crees que primero no nos pasamos por la torre de control del Monte de Marb para que disipes tú misma la anomalía? Si lo ha hecho la niña, debe ser un flujo de energía negativa que esté interfiriendo con las señales no mágicas, algo que sería pan comido para ti.

- Claro que pensé en ello, pero asumí simplemente que íbamos a encargarnos del problema principal.

- Tú lo has dicho, problema principal. Y si hay uno principal, significa que hay más.

- ¿Me estás diciendo que la niña no actúa sola? -. Le preguntó con un tono imponente, queriendo saber todo lo que pensaba Tristán.

- No lo sé, pero por muy inteligente que sea la consciencia demoníaca, es imposible que pueda actuar con tanta precisión en las torres de control. Una al norte; otra al sur, en la costa; la tercera prácticamente alejada de los sitios críticos de actividad.

- Si hubiese sido ella, con destruirlas hubiese sido suficiente, ya que no tiene pudor alguno en actuar de forma directa cuando es necesario... -. Meryl estaba empezando a comprenderlo todo.

No hablaron más hasta que llegaron al coche y se sentaron. Meryl tenía a Pandora encima mientras la acariciaba. La luz tenue del atardecer apenas alumbraba nada, pero la penumbra les ayudaba a pensar a ambos.

- Alguien sabe muy bien lo que ocurrió en la Convención Real; sabe que la niña fue afectada por la bomba negra; sabe que se dirigió a la zona de la ribera Brell...

- O incluso, la dirigió hacia allí -. Sugirió Meryl.

- O incluso la llevó allí, sí... Y con todo ello, saboteó las torres para dejarla en un terreno ideal para que lleve a cabo tales actos, sin que tenga una repercusión directa y rápida.

- Entonces, es cierto que te la has jugado...

- El capitán Odfor no había actuado antes con perímetros ni controles porque, aunque no pensase en esto como nosotros, sabía que ocurría algo extraño.

- Básicamente, has hecho que todos miren hacia el interior de la zona de la ribera y hayan dejado la espalda al descubierto contra la amenaza que colabora o maneja a Vivi.

- Sí... -. Admitió él con pesar -. Como dije, es arriesgado, pero es la mejor baza para detener el número de víctimas inocentes en esos poblados, que es lo que cuenta, ¿no?

Meryl tragó saliva. Desde luego, por mucho que pensase, no se le ocurría otra alternativa para zanjar el problema de manera más eficiente. Además, si había víctimas inocentes en juego, tendría que darlo todo para frenarlo, para que no se repitiese de nuevo algo parecido a "aquello".

- Todo depende de nosotros dos entonces -. Sentenció ella -. De cómo de rápido hagamos nuestro trabajo.

- Exacto -. Sonrió Tristán, satisfecho de ver la decisión de su amiga. Metió la llave en la toma de contacto y arrancó -. No te había dicho nada antes pero... me alegro de volver a verte, Meryl.

- Cállate, anda -. Intentó acallarle Meryl, ruborizándose.

Nunca se lo dijo, pero Tristán fue para ella como un hermano mayor. Alguien en quien confiar y de quien aprender, pero también alguien de quien recibió reprimendas en el pasado, con el fin de hacerla mejorar.

- Vamos.


Unos días después, ya habían entrado en el territorio ribereño de los Brell, o lo que era lo mismo, la zona de actuación de Vivi. Su primer objetivo era llegar a uno de los puntos clave desde los cuales se inició la investigación, Fernach. Ninguno de los dos había estado en el poblado y ni siquiera conocían esos caminos por los que pasaba el vehículo en aquel instante. Mientras Tristán conducía por la ladera de unos montes, Meryl echaba la vista hacia el valle que comprendía desde la base montañosa hasta el horizonte. Valle en el que se podía discernir, apenas con la poca iluminación que quedaba porque el sol ya se había puesto hacía escasos minutos, un amplio bosque, con numerosas marismas en él. No obstante, la chica ya no estaba como en el anterior viaje, echada en la ventanilla y mirando el paisaje mientras escuchaba música, sino que acababa de guardar en la guantera el informe tras repasarlo por enésima vez, y se había colocado el anillo tras guardar todo su equipaje en su interior.

El descenso desde el monte se empezó a dar cuando ya era de noche y no había ninguna otra iluminación salvo la de los focos del propio vehículo, porque incluso la noche se tornaba nublada, sin la presencia de estrellas o la luz de la luna, aunque no había llovido durante los últimos días ni parecía que fuese a precipitar en las horas posteriores.

- Deben de quedar pocos kilómetros para que lleguemos a Fernach -. Aseguró Tristán -. ¿Estás segura de que Pandora...

- Sí, no te preocupes por ella, no le pasará nada mientras esté conmigo -. Aclaró Meryl con solvencia.

- Bien, vamos allá -. Tristán sostuvo el volante con una sola mano para poder concentrarse en el poder de su anillo y recubrirse de la armadura de Escorpio, con su yelmo incluido.

La fase final del descenso, aunque más llana que la cuesta que atravesaban por un sendero de tierra removida sobre la hierba salvaje, seguía teniendo la presencia de salientes y pequeños riscos y colinas, así que ni siquiera pudieron advertir la presencia de la luz del poblado en el horizonte.

Hasta que de repente hubo un destello cegador en mitad de la oscuridad de la noche, seguida por un instantáneo estruendo ensordecedor. Tristán dio un volantazo para girar el vehículo y evitar la lluvia de piedras de un desprendimiento, cuya caída tanto en el suelo como en la carrocería volvía aún más ruidosa la escena. Y sin que pudiesen evitarlo, una gran roca impactó de lleno, reventando el vehículo con tanta fuerza que llegó a explotar por la compresión del depósito de combustible.

- ¿¡Está bien!?

- ¡Claro que sí!

A pesar de lo rápido que había sucedido todo, aquella pregunta la hizo Tristán, desde la rama gruesa de un árbol. Meryl había respondido desde el otro lado del sendero, agazapada en el suelo tras haber aterrizado, sosteniendo a Pandora con su brazo derecho, que maulló tranquila.


- Socorroooo...

- Aaaah...

- Ayudaaa...

Incluso con el incendio del coche, la luz era insuficiente, pues este había quedado sepultado bajo toneladas de rocas desprendidas. Meryl escuchó el sonido silbante de unas flechas siendo disparadas hasta impactar por toda la zona. Las flechas brillaron de un color blanquecino pero intenso, iluminando los alrededores. El camino había sido cortado por el derrumbamiento y apenas se podía ver alguna llama solitaria o columna de humo del coche bajo ellas. Al otro lado del desprendimiento, siguiendo hacia el poblado de Fernach, descubrieron el por qué del origen de las voces. Gente normal, como aldeanos de toda índole, desde jóvenes hasta ancianos, caminaban hasta ellos lentamente y con movimientos raquíticos, como a trompicones. Lo peor de todo eran sus caras, estaban desencajadas. Los ojos de todos apuntaban hacia arribas, a pesar de que sus cabezas estuviesen rectas, dando síntomas de estar hipnotizados. No obstante, también estaban enrojecidos, pues se podían discernir el rastro de lágrimas que iban desde la irritación de sus globos oculares hasta la zona mandibular... Lágrimas... de sangre.

- Meryl...

- ¡Nos intentarán atacar, no te despistes!

Efectivamente, Meryl tenía razón. Aquellas personas se abalanzaron con una fuerza de salto sobrenatural. Varias de ellas sobre la chica, que dejó a Pandora en el suelo para que corriese con libertad y punteó con los pies para maniobrar y esquivar la acometida de todos. Comprobó que su fuerza sobrenatural no solamente era para saltar cuando algunos de sus golpes fueron a parar a las rocas, que las destrozó en pedacitos, o a algún árbol, que lo arrancó de cuajo. También atacaron otros tantos por el lado de Tristán, saltando hasta la altura de la rama donde se encontraba él e intentando interceptarle. Como el Caballero de la Rosa Dorada pudo dejarse caer a tiempo, el intento de agarre de uno de ellos fue a parar al tronco de árbol, abrazándolo con tanta fuerza que el árbol empezó a caer de la inercia del salto del tipo.

Un intento de ataque más hacia ambos, otro más, y un tercero... Aquellos tipos saltaban como bestias y aunque fallaban por mucho, el terreno sufría fuertes sacudidas cada vez que varios de ellos aterrizaban toscamente a la vez. Hasta que Meryl y Tristán tocaron sus espaldas entre sí, comprobando que estaban rodeados de decenas de ellos.

- ¿Qué hacemos? Están siendo utilizados... -. Soltó Tristán, con su arco en alto, pero sin ninguna flecha cargada en él.

- Magia de manipulación... -. Se percató Meryl -. Les están controlando como marionetas, incrementando sus capacidades físicas a cambio de un terrible sufrimiento por la carga de tensión de sus músculos.

- ¿Puedes anular el control de todos a la vez?

- No, pero sí que podemos ir uno a uno para... -. Pero no pudo terminar de explicar porque volvieron a intentar atacar -. ¡Dame tiempo!

Así lo hizo Tristán, que tensó su arco estando el arma en posición horizontal y de él surgieron de la nada varias flechas con las puntas planas, como cabezas de martillos. Disparó a los que se abalanzaban y, acertando en todos en los puntos que quería, cayeron derribados, con las piernas rotas, para que así no se pudiesen mover más. Meryl fue hasta uno de ellos, saltó y le tocó la cabeza. Hubo un destello azulado seguido de una esencia que desvaneció en el aire como vapor. Meryl trató de seguir la estela de esa esencia, pero no pudo porque enseguida volvieron a intentar atacarla. Esquivó una vez más, pero los ataques provenían desde todas direcciones y su falta de costumbre por los hábitos de los últimos meses provocó que recibiese un fuerte golpe desde su espalda, que hizo que saliese despedida y rodase por el suelo, golpeándose con otras rocas del desprendimiento anterior. Se levantó con una brecha en su frente producto del impacto por el suelo, que bañó la mitad de su rostro en sangre e hizo que tuviese que cerrar su ojo izquierdo. Con un rugido a modo de queja, su mano se envolvió de una energía negra y violácea, parecido a un recubrimiento de llamas en torno a ella.


- Ayuda, por... favor...

- Li... bé... ra... nos...

- ¡Estaos quietos, hijos de puta! -. Recriminó Meryl con un grito. Apretó su mano, liberando su conjuración. Del suelo, alrededor de sus atacantes más próximos, surgieron decenas de hilos negros que se enredaron en las piernas y brazos de todos ellos.

- ¿¡Cómo vas, Meryl!? -. Escuchó gritar a Tristán unos metros más allá. Este había liberado una lluvia de flechas que había dejado clavados a muchos en el suelo sin poder moverse, pero ninguna en los propios cuerpos sino en sus indumentarias.

- ¡Ya casi lo tengo! -. Respondió, cosa que era cierta. Gracias a la inmovilización de los más cercanos, tuvo el tiempo suficiente para disipar el control de otros dos, antes de volviesen a atacarla.

Esta vez se preparó para seguir la estela sin darles espacio para que pudiesen alcanzarla. El desvanecimiento de la estela continuó, como un hilo de agua en el aire, hasta que por fin lo halló.

- ¡Allí está! ¡Voy a por él, Escorpio, entretenlos!

- ¡Espera, Meryl!

Pero Meryl no hizo caso. Ahora fue ella quien dio unos cuantos saltos por encimas de varios de los controlados, que aunque intentaban saltar sobre su presa en mitad del aire, no eran lo suficientemente rápidos como ella. Meryl pudo ver por el rabillo del ojo a Tristán siendo rodeado y teniendo que recular, pero no tendría demasiados problemas contra aquellos tipos ya que ella se encargaría de acabar con el efecto de control de todos a la vez. Pudo ver una sombra en el punto donde terminó de ver el hilo disipándose, en la rama de un árbol. La silueta de dicha sombra saltó hacia el interior del territorio, entre rocas y riscos, y Meryl la siguió. En el último momento antes de alejarse por completo de allí, uno de los controlados parecía que si iba a poder alcanzarla en el aire. Pero Meryl, chistando con la lengua, no tuvo más remedio que girarse en el aire y propinarle una patada en toda la cara de lo que era un hombre que debía superar los cuarenta años, provocando que cayese desplomado al suelo. Tras eso, continuó saltando entre los riscos y algún que otro árbol, persiguiendo la sombra por donde acababa de pasar hace escasos segundos.

En un instante, pasó de estar rodeada del lamento de aquellas personas controladas a un silencio casi total, con solo un murmullo que dejaba tras de sí. Hizo aparecer su tiara y la imbuyó con un sortilegio que hizo que iluminara de color morado lo que tenía delante de ella. Casi tenía a rango aquella silueta, que saltaba casi como una rana de un lugar a otro, hasta que aterrizó en el suelo y empezó a correr. Meryl hizo lo mismo y casi tenía a aquel sujeto dentro del rango de su ataque, pero el dolor en su espalda por el golpe previo provocó oleadas de dolor que le impidieron poder añadir ese último punto de explosividad para lograrlo. Maldijo en voz baja, deteniéndose y usó sus poderes para sanarse del dolor, reduciendo con eso las posibilidades para poder atrapar su presa ¿Lo había perdido?

- No... -. Se respondió ella misma, alzando la mirada con un rostro de decisión como hacía tiempo que no tenía.

Empezó a correr a mayor velocidad, pero se concentró mayoritariamente en su poder, cerrando los ojos. De sus pies salió un manto negro alargado en línea recta hacia delante, al nivel del suelo. Y de esta empezaron a surgir unos huesos que iban flotando también en la misma dirección en la que ella corría. Los huesos se adherían los unos con los otros hasta que finalmente...

- ¡Vamos, joder... que no te escapas, coño! -. Vocifero de mala gana, montándose en lo que se formó mediante los huesos, su caballo esquelético.

Con una mayor velocidad, no tardó en entablar contacto visual de nuevo con la sombra desconocida. Esta, sin girarse, comprobó que era inútil seguir corriendo, así que acabó deteniéndose, al igual que Meryl unos metros por detrás. Hizo desaparecer su caballo, cuyos huesos se desvanecieron como un polvo negro y brillante. Con su espada invocada en su mano derecha, apuntó amenazante a aquella figura de la que ya podía ver algo más. No era demasiado alta, aunque parecía levemente inclinada hacia delante, y vestía una capa negra muy roída por los bordes.

- Eres Vivi, ¿verdad? -. Preguntó ella directamente -. No sé cómo supiste la ruta que tomaríamos, pero... se acabó.


- Jie... -. Soltó una pequeña carcajada, grave y áspera, como el tono de una persona mayor -. Jie, jie, jie, jie, jie... Te equivocas, nigromántica... Te... equivocas...

Definitivamente, por la voz, aquella persona no podía ser Vivi, incluso aunque hubiese variado sus cuerdas vocales, en cuanto empezó a girarse levemente, se pudo confirmar. El movimiento del cuello era antinatural, ya que lo meneaba de un lado a otro casi como si tuviese su cabeza colgante; y sus brazos eran extremadamente alargados.

- Cállate, escoria...

- Te... equivocas... Ni soy Vivi... Ni... se ha... acabado...

Aquel tipo pisó el suelo repentinamente y una porción de tierra se alzó entre Meryl y él. Terminó de girarse por completó para propinarle una patada. La tierra se vaporizó y de su interior surgió una cuchilla, burda y alargada, que salió disparada hacia la chica. Sin mayores problemas, Meryl la desvió con su espada, aunque necesitó las dos manos por la fuerza impresa en su lanzamiento. Una tras otras, nuevas cuchillas surgían de esas porciones de tierra que se alzaban mágicamente y aquel sujeto golpeaba con sus piernas o brazos, al mismo tiempo que iba reculando hacia atrás, intentando coger distancia. Meryl bloqueó algunas y esquivó otras, aquel tipo de ataque no parecía ser mayores problemas para ella. Cuando terminó, el sujeto había acabado en lo alto de un pequeño montículo de rocas erosionadas, casi como una columna de piedra natural. Entonces, Meryl pudo ver algo de su rostro bajo la capucha, o mejor dicho, de la mascara de hueso que llevaba, tallada a raíz de lo que, seguramente, fuese un cráneo humano real.

- ¿Quién cojones eres tú? Depende de lo que respondas te dejaré con vida o te ejecutaré aquí mismo.

- ¿Yo...? Bueno... digamos... que alguien con un secreto que desea guardar con todas sus fuerzas... Como tú... ¿Me equivoco? Curie...


Meryl frunció el ceño, sin saber muy bien a lo que se refería y del enfado se dispuso a ejecutar a aquel "cabrón". Pero de pronto, vio una mancha negra en su visión periférica y tuvo que saltar para evitar lo que fuese aquello. Aterrizó y sonrió de mala gana. Quizás en su mejor momento hubiese esquivado perfectamente, pero ahora le faltaba un trozo de su muslo, que había sido desgarrado, tanto la carne como el metal de su armadura. Cojeó levemente y se fijó entonces en que, de nuevo, se encontraba rodeada. Ahora comprendió el por qué del ataque de aquellos fragmentos de antes. Cada uno se había moldeado hasta agrandarse y convertirse en unas criaturas perrunas metálicas que exhalaban un vaho negro a través de sus afiladísimas fauces.

- El control del ganado... ya ha terminado... -. Comentó aquel tipo, mirando al horizonte detrás de Meryl -. Pero para cuando llegue tu amigo... yo ya no estaré... y tú... Habrás muerto.. Jie, jie, jie, jie...

El tipo con la máscara de hueso saltó hacia atrás y se perdió entre la oscuridad fuera del rango de la iluminación de la tiara de Meryl. Aquellas criaturas emitían un rugido chirriante y amenazante. Meryl debía pensar muy bien su siguiente acción, pues si se centraba en sanarse acabaría desgarrada antes de cerrar la herida, y si convocaba a sus muertos vivientes, quizás no surgiesen a tiempo para protegerla. Para más inri, un rugido más grave surgió de detrás de ella. Una criatura del tamaño de un elefante surgió destrozando el escenario de rocas y árboles a su paso. Tenía unos dientes afilados como cuchillas y muy alargados, especialmente sus colmillos. Un pelaje denso pero liso, con un leve brillo plateado que casi se opacaba con el brillo de unas marcas brillantes que refulgían con intensidad.

Pero Meryl sonrió.

- Buena chica. Ahora... ayuda a mami, Pandora.

Pandora rugió con fuerza, asimilando la petición de su dueña.

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