25 jul 2015

La hija del fuego

- ¿¿Qué?? ¿¡Qué está pasando!? ¡Mamáaaa!

- ¿Lyad? ¿Qué has hechooo? ¿QUÉ HAS HECHOOO?

- ¡Rápido Joseph, avisa a la guardia! ¡Intentaré sacar a Lyad de ahí!

- Pero papá... Tengo miedo...

- ¡DATE PRISA!

Pero dicho recuerdo se omitió, tan solo quedó fuego en su memoria.






La lluvia se había ido para dejar paso a un fuerte vendaval que azotaba los árboles del valle tan fuertemente que parecía que en cualquier momento iban a ser arrancados de sus raíces. Para cualquier viajante solitario esto habría sido un gran problema pero para un guerrero entrenado en distintos entornos naturales como era Joseph, era tener una gran ventaja. El guerrero era capaz de reconocer algunos pequeños indicios de olores que transportaba el aire y con eso podía reconocer qué era lo que tenía más allá, de la dirección la cual provenía. En cierto momento le llegó un pequeño olor a quemado y desvió su rumbo hacia el interior de la costa, lejos del mar para evitar cualquier encontronazo con un pueblo recién saqueado por los piratas o lo que fuera que hubiera podido pasar. Su viaje, aunque corto en desplazamiento recto, era sinuoso y lento debido a la situación en la que se encontraba toda aquella zona. En más de una ocasión Joseph se vio obligado a detenerse entre las rocas a la espera de que las huestes de los Óster pasasen de largo y pudiese proseguir; O incluso, tuvo que retroceder sobre sus pasos cuando se encontró con una patrulla de soldados con antorchas buscando algo o a alguien en la zona de un pequeño bosque. Pero tras unos días complicados, donde incluso tuvo que matar a varios que les salían al paso, con bastante urgencia dicho sea de paso, debido a que estuvieron apunto de escapar para alertar a sus compañeros de la situación de Joseph.

Y fue entonces cuando estuvo a menos de un día de Feroz Savaj, el poblado donde ocurrió todo el caos que ahora acontece al reino y donde pensaba recuperar sus pertenencias para dar caza a Raphael. Veía las luces del pueblo desde lo alto de la colina donde se escondía aquella noche y también las luces del gran campamento militar que había entre el poblado y él, obstruyendo y obligando a Joseph a quedarse allí para planificar mejor su ruta. Ya había perdido demasiado tiempo como para dar un rodeo tan grande esquivando tropas y exploradores pero era un suicidio pasar a través, por muy bueno que fuese con el sigilo. Fuese como fuese tenía que decidir cuanto antes y se le ocurrió una idea que quizás podía funcionar y tenía que ejecutarla antes del amanecer.

El primer paso era el más difícil, dar con un explorador que vigilaba el territorio circundante para proteger el campamento; Y más difícil aún era dar con él antes de que fuera al revés. Estuvo un par de horas moviéndose con muchísimo cuidado entre la zona rocosa de la colina para avanzar apenas trescientos metros, aunque mereció la pena. Dio con uno que estaba oculto entre un pequeño cúmulo de vegetación entre las rocas. Joseph se acercó sigilosamente por detrás y cuando ya su destreza moviéndose en silencio no era tan buena, se abalanzó contra su oponente antes de que este pudiese reaccionar. No hubo ningún problema, le desarmó rápidamente y le dejó derribado bocaabajo con su mano derecha inmovilizada y una daga muy cerca de su cuello.

- Si gritas, morirás. Si te mueves, morirás. Si haces cualquier tontería, por mínima que sea, morirás ¿Me has entendido? -. Preguntó Joseph mientras observaba a su presa pero al mismo tiempo miraba a los alrededores por si acaso el ruido había llamado la atención de alguien que estuviese cerca, cosa que no fue así.

- Sí.. Sí... -. Susurraba él muerto de miedo.

- ¿Dónde están tus compañeros exploradores? ¿Cuántos son y por donde patrulláis?

- Somos... Unos veinte. Por esta zona al menos... Están distribuidos por las colinas y el valle al oeste del campamento...

- Si me mientes eres hombre muerto ¿Lo sabes, no?

- ¡Es la verdad! Lo juro.

- Me vas a decir dónde están exactamente y cada cuanto cambiáis de turno.

Joseph recibió información muy valiosa de su prisionero. Gracias a lo que descubrió pudo pasar a la segunda parte del plan y tras asegurarse de que ese hombre no volvía a hablar nunca más, se quedó con sus ropas para hacerse pasar por uno de ellos. Esperó a que la guardia se acabara y fuera el momento para realizar el cambio de turno. Tras eso, se puso de camino hacia el campamento y trató de pasar lo más desapercibido posible hasta llegar a la tienda donde los exploradores descansarían las siguientes horas. En el último momento se escabulló entre un grupo de soldados y se quedó en la parte trasera de una tienda de guardia, entre dos cajas. La siguiente parte del plan no era difícil pero si que tenía que ser calculado al milímetro. Fue a paso lento entre las sombras mientras escuchaba las voces de los soldados que hablaban de sus asuntos, tanto militares como personales, hasta que finalmente halló a uno solo, separado al resto y caminando en la parte trasera de las tiendas para ir a orinar a un rincón. Esperó hasta asegurarse de que se encontraba totalmente solo y sin riesgo de ser escuchado y repitió el mismo proceso que con el explorador. Una muerte limpia, esta vez sin interrogatorio previo pero asegurándose de esconder bien el cuerpo entre bolsas de basura después de ponerse él su armadura y equipo.

Ahora Joseph, haciéndose pasar por soldado de los Óster, podía pasear por el campamento sin levantar sospechas y atravesarlo para llegar hasta el poblado de Feroz Savaj. Por el camino veía a hombres tanto de los Óster como de los Usk y piratas por igual.

Carroña que me encargaré de limpiar cuando tenga lo que necesito.

Y sin dificultad alguna salió y ya se encontraba en el sendero de camino a la costa. Por primera vez en días se sentía algo más tranquilo debido a su nuevo disfraz. Podía caminar sin miedo y sin tener que asegurarse de mirar bien hacia ambos lados antes de continuar el trayecto. Llegó al cuartel de Feroz Savaj que era el edificio más alejado de la costa, alzado sobre un pequeño montículo rocoso. Estaba vigilado por dos guardias en la puerta y Joseph, con su rostro tapado por el yelmo del soldado que había matado y robado, intentó pasar sin decir nada. Afortunadamente no hubo preguntas de ningún tipo y paso al interior.

Una vez dentro del cuartel, buscó al primer soldado ezagado que se encontrase y en vez de llevar a cabo el método que realizó con el explorador y el guardia del campamento, esta vez le preguntó:

- Soldado, me mandan del campamento para transportar las mercancias requisadas por Lord Óster para usarlas en nuestras tropas ¿Dónde se encuentran?

El soldado se quedó mirándole extrañado y pensativo, como si se acabase de despertar de una siesta y no se enterara de casi nada. Joseph fue a repetir la pregunta pero el soldado habló antes:

- Eeeeh... Sí, sí... Se encuentran en el sótano, habitación número 3. Venga que le doy la llave -. Condujo a Joseph por los pasillos hasta llegar a una sala de descanso donde habían guardias jugando a las cartas. El soldado le preguntó en voz baja por la llave y el que parecía el encargado del edifcio se la dio sin preguntar nada.

Con la llave en su posesión, Joseph fue hasta la sala número 3 no sin antes asegurarse de que aquello no era una trampa. Pensó que quizás el soldado y los demás habían descubierto su identidad mucho antes de su llegada al cuartel y querían acorralarle en aquella habitación. Pero no resultó ser así, La habitación a la que había llegado se trataba realmente de un pequeño almacén repleto de armas y armaduras de los soldados muertos por el ataque de los Óster y Usk. Entre todas las pertenencias armamentísticas encontró su equipamiento. Rápidamente y asegurándose de que la puerta estaba cerrada se dispuso a quitarse la armadura para equiparse la suya.

Estos soldados son imbéciles, ni siquiera me ha hecho falta decir el nombre del capitán que me enviaba... 



Ahora sí, con su equipo en sus manos. Salió de allí, pero no fue hacia arriba sino que se adentró aún más en el sótano para llegar a las celdas. Como pensaba Joseph, estaban repletas de soldados prisioneros, tanto de sus huestes que se alegraron muchísimo de ver a su capitán como de soldados de Sofía que fueron capturados tras el asesinato de su líder. Tanto ruido alertó a los guardias que paseaban por todo el subnivel del cuartel. Joseph corrió a toda prisa para elininarles antes de que ni siquiera pudiesen gritar, luego se volvió y dijo.

- Soldados... Soldados de Sofía Óster ¿Quéreis vengar la muerte de vuestra líder? -. Hubo un rotundo sí en el ambiente -. Soldados de Ridoras ¿Queréis seguirme como siempre habéis hecho? -. Hubo otro gran sí, mucho más grande y fuerte. Joseph fue una por una, con su alabarda, destrozando las mundanas cerraduras de las celdas y liberando a todos y cada uno de los prisioneros. En total eran más de un centenar, de sobra para recuperar el cuartel y defenderlo aprovechándose de su ventaja territorial.

Les guió hasta el almacén donde consiguió su equipo y todos se armaron para la ofensiva que estaba por venir. El plan era el siguiente: Recuperar el cuartel lo más rápidamente posible y evitar, a ser posible, cualquier aviso de los guardias hacia el exterior. Todo resultó ser un gran éxito. Joseph lideraba el ataque yendo en vanguardia y acabando con una rapidez tan sorprendente que algunos enemigos morían sin darse cuenta de lo que había sucedido. Distribuyendo a sus hombres por los pasillos de las distintas plantas, el edificio quedó totalmente limpio de guardias y ninguno de ellos tuvo tiempo siquiera de dar ningún tipo de alarma. El cuartel era suyo.

Reunió a sus principales tenientes en el vestíbulo y comentó:

- Esto es tan solo el primer paso. En el norte tenemos el pueblo infestado de guardias y al sur un gran campamento que nos bloquea el paso.

- ¿Qué vamos a hacer entonces, señor?

- No somos suficientes para atacar al campamento, incluso con el factor sorpresa fracasaríamos. Y si atacamos a los soldados del pueblo sería imposible evitar que alguno alertarse a los demás. No estaríamos atacando un lugar cerrado como este y se nos escarparía alguno -. Con esas palabras, sus tenientes y los hombres que se encontraban allí perdieron parte de la moral que habían ganado tras ser liberados, pero Joseph ya tenía un plan -. Señores... Todo esto... Lo hacemos por el reino, lo hacemos por Sofía Óster, nuestra líder... Que fue traicionada y asesinada por su hermano y lady Usk ¿Queréis vengarla?

- ¡Por supuesto!

- ¡Claro que sí!

- ¡Muerte a los Óster y a los Usk!

- Pues entonces confiad en mi... Atacaremos el pueblo.

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Las horas habían pasado y ya empezaba a divisarse los primeros rayos del sol que aparecían por el Este. Los soldados cansados empezaban a retirarse hacia el campamento, o el cuartel... Donde descansarían para dar el relevo a los que se encargarían de patrullar Feroz Savaj durante las próximas seis horas. Una pequeña patrulla ascendía la empinada cuesta de camino al cuartel mientras charlaban de sus tonterías sobre las partidas de cartas que echaron anoche. Pero lo que no sabía es que iban a descansar, sí, pero para siempre. Cuando llegaron a la puerta del cuartel se fijaron en que no había guardia en la puerta. Llamaron mosqueados e impacientados por dormir, pero el recibimiento que tuvieron no fue el que ellos esperaban.

Las puertas se abrieron de golpe y una marabunta de soldados les recibieron clavando sus espadas en el pecho mientras gritaban "¡Por Sofía!". Tras ellos salió Joseph que, mirando al pueblo, dio la orden de ataque. Los más de cien soldados salieron del interior del cuartel corriendo cuesta abajo hacia Feroz Savaj. Él corrió junto a ellos. Los guardias rezagados no se enteraban de que pasaba y morían al instante pero los que estaban lejos de la entrada del pueblo ya se organizaron y fueron a avisar al campamento mientras el resto desenfundaban sus espadas para iniciar el combate. Otros mientras tanto gritaban que no se acercaran a los carros de suministros.

Idiotas... Ni vamos a evitar que aviséis al campamento ni vamos a atacar vuestros suministros... Tenemos que darnos prisa. Nuestro objetivo es otro.

Aunque ya el combate era más reñido y algunos de sus hombres empezaban a caer, ellos seguían avanzando y avanzando por la calle principal. En esa calle era donde Sofía, en esa calle era donde él estuvo a punto de vengarse de ella pero no pudo finalmente... Ahora es calle era el inicio del contraataque de Taneir sobre los traidores. Para cuando los enemigos quisieron darse cuenta de lo que sucedían ya era demasiado tarde.

- ¡Rápido! ¡A los muelles! ¡Van a por los bar... -. Gritaba uno de ellos antes de ser empalado por la alabarda de Joseph.

- ¡Avanzad hombres de Taneir! ¡A los barcos!

Sus hombres y él se encontraban en un casi indefenso muelle y con unos barcos sin protección. Parte de sus hombres subían a los barcos para preparar su escapada y disparar flechas a los enemigos que intentaban impedir que se fueran de allí. Los demás estaban en el muelle luchando cuerpo a cuerpo para dar tiempo a los que preparaban los barcos. Por mucho que los enemigos hubieran avisado al campamento todavía estaban lejos, precisamente Joseph les veía descender por la cuesta del cuartel, así que les quedaban todavía unos diez minutos. Lo iban a conseguir. Sus hombres retrocedían para montar en el barco y zarpar. Joseph y un pequeño grupo se encargaban de luchar y al mismo tiempo inutilizar los cañones del pueblo para que no pudieran destrozarles su vía de escape. Cuando ya estaban lo suficientemente acorralados, fueron a montar en el barco pero entonces...


- ¿Así es como pensáis vengar a vuestra líder? Vaya panda de cobardes...

¿Vengar?

Joseph se detuvo en seco.

Venganza... Eso es... Para eso estoy aquí...

- Capitán ¿¡Qué hace!? ¡Súbase! -. Gritaban sus hombres.

Pero él había reconocido la voz de quien hablaba, se giró para ver su cara. Con su rostro lleno de pinturas y tatuajes tribales, equipada con una armadura de pieles y portando un gran hacha... Allí estaba, Rehlla Usk. Joseph miró el barco y luego a la bárbara... Y empezó a andar hacia ella...

- ¡Señor! ¡No lo haga! ¡Va a morir!

- Teniente -. Dijo Joseph fríamente mientras avanzaba hasta todo el grupo enemigo donde, entre los guardias, se encontraba Rehlla -. De la orden de salir y llegad a la costa Azal. Contactad con Lord Azal y convencedle para que defienda sus terrenos y los del reino de Taneir. Es una orden -. Su teniente siguió insistiendo en que no se irían de allí sin él pero bastó la mirada de odio intenso que tenía en ese momento Joseph hacia Rehlla para que acabase obedeciendo.

- Dejad que se vayan, el importante está aquí... Ya se encargarán los piratas de ellos.

- ¿Piensas que puedes intimidarme, Rehlla? ¿Acaso crees que soy idiota? Los piratas desembarcaron para atacar a Les Roses, ya quedan muy pocos en el mar.

- Vaya, vaya... Así que el viudo sabe de qué va la cosa -. Comentó la bárbara mientras caminaba entre sus hombres para ponerse en primera línea -. Oh perdona, que ni siquiera tuviste tiempo de casarte... Una pena... -. Siguió caminando para acercarse a Joseph -. No se si lo sabes pero... Fui yo quien le clavé mi hacha a tu querida novia...

Joseph apretó tan fuerte su alabarda que pensó que iba a romperse. La ira y el odio recorrían su piel y dominaban sus movimientos. Caminó también hacia delante. Ambos se acercaban, lentamente.

- Que nadie intervenga. Hace tiempo que no tengo un combate reñido, que lo de Sofía fue demasiado fácil...

- Cuando... -. Habló Joseph con tono nervioso debido al aura de venganza que consumía su ser -... Te mate.. Tu cabeza... Estará a mis pies.

- Je... -. Rió Rehlla poniéndose en guardia -. Y si así fuera... ¿Qué harás después? Estas rodeado, idiota. Vas a morir.

Pero nada de eso le importaba a Joseph. Como estuvo a punto de hacer con Raphael Óster cuando se encontraba en el techo de aquel edificio mientras le escuchaba hablar, no le importaba morir si con eso cumplía su venganza... Y esa persona era la que mató a su amor, Sofía.

Y Joseph atacó, con tanto ímpetu y rapidez que Rehlla apenas pudo reaccionar y tuvo que medio agacharse para detener el ataque sin perder el equilibrio. El guerrero siguió atacando, uno tras uno, ataque tras ataque, atacaba sin cesar a Rehlla que se defendía como podía mientras retrocedía poco a poco. El combate se trasladaba poco a poco al grupo de guardias que había tras Rehlla, quienes se abrían paso para que aquellos dos peleaban. Pero Joseph cometía un error del cual la bárbara se dio cuenta, atacaba sin lógica, como quien agita un palo y eso dejaba la defensa del guerrero totalmente abierta. Rehlla detuvo el ataque de Joseph y contraatacó hundiendo su hacha en el hombro. Este tuvo que saltar hacia atrás para evitar que la herida fuese letal. Pero Rehlla no acabó ahí su contraofensiva y se lanzó esta vez a la carga. Sin que Joseph pudiese maniobrar debido a la inercia del salto que dio hacia atrás, no le quedó más remedio que bloquear el ataque de su enemigo pero no pudo evitar perder el equilibrio y caer al suelo recibiendo un fuerte golpe. Tampoco pudo evitar del todo el siguiente ataque de la bárbara, que a pesar de que intentó esquivarlo rodando por el suelo, le dio en la pierna produciendole un corte algo considerable. Finalmente logró incorporarse y recobrar su postura defensiva.

- Jajajajajaja... Si sigues así, vas a morir rápido... Vamos, dame un poco más de diversión...

Tiene razón... Tengo que calmarme Voy a vengar a Sofía pero en un combate no se pueden perder los nervios... Recuerda...

Recuerda...


Recuerda... Cómo se luchaba de verdad.


El temblequeo de Joseph causado por la ira desapareció. Cerró los ojos y tomó una gran cantidad de aire que luego soltó lentamente. Se había conseguido calmar, el verdadero combate comenzaba ahora.

Esta vez fue Rehlla quien tomó la iniciativa lanzándose a por el guerrero pero este detuvo todos sus ataques con suma precisión y rapidez. Joseph giró sobre si mismo para llevar a cabo un ataque de barrido el cual Rehlla esquivó agachándose mientras sonreía para llevar a cabo su contraataque pero el guerrero ya sabía que la bárbara sería capaz de esquivar su ataque y se había preparado previamente para propinarle una patada que la bárbara no se espero y recibió de lleno en todo su rostro. El golpe fue lo suficientemente fuerte que hizo que volase unos segundos en el aire antes de caer en el suelo, cuando se recuperó del golpe se dio cuenta de que estaba sangrando por la boca. Pero lo más importante, Joseph no estaba allí.

- ¡Arriba, mi señora! -. Le advirtió uno de los guardias. Rehlla miró hacia arriba y vio a Joseph a una altura considerable cayendo en picado con su alabarda para empalar a la bárbara. Pero gracias al aviso del soldado pudo esquivar el ataque retrocediendo un par de pasos, Joseph clavó su arma en la madera del muelle. No obstante, el guerrero también escuchó el aviso del guardia y ya se había preparado su siguiente movimiento. Con su alabarda clavada pero él aún en el aire, maniobro sobre su arma girando como punto de apoyo para propinarle otra patada a la bárbara, que recibió de lleno en el torso e hizo que perdiera parte del equilibrio mientras tosía. Siguió girando hasta caer en el suelo y sacar su alabarda del suelo que había agujereado para continuar girando una vez más y realizar otro ataque de barrido que Rehlla no pudo esquivar ni bloquear esta vez, aunque no fue lo suficientemente profundo como para matarla, tan solo rajó su rostro, emplazándolo en sangre.

Unos centímetros más y ahora estaría muerta... 

Pero el guerrero no iba a detenerse aquí, continuó a la ofensiva aprovechándose del momento de debilidad de la barbara. Fue a acercarse de nuevo para atacarla de nuevo pero un gran grito de ella causó una onda expansiva que tiró hacia atrás a todos los guardias, pero no a Joseph. El guerrero se conocía todos los trucos de los bárbaros Usk, no iba a pillarle desprevenido el grito de guerra que usaban para despertar su sed de sangre. Clavó de nuevo su alabarda en el muelle y se aferró fuertemente a ella para impedir que saliese volando como todos los demás. La bárbara continuaba gritando mientras su piel se volvía de un color rojizo y sus ojos completamente blancos, de ella salía también una gran corriente de aire hacia todas direcciones que era lo que había provocado la onda expansiva inicial y lo que provocaba también que Joseph tuviera una gran dificultad para acercarse y matarla. Era como caminar en medio de un huracán, mientras agarraba su alabarda se acercaba lentamente hasta ella y estiraba su brazo para intentar agarrar su garganta para cortar el grito.

Pero a lo más que llegó fue a rozarle el torso con la yema de sus dedos. El grito había terminado.

Una iracunda Rehlla le agarró de la muñeca y se la rompió inmediatamente. Pero no se detuvo ahí, tiró del brazo de Joseph mientras llevaba su hacha hacia delante. De no ser porque Joseph se inclinó hacia un lado gracias a que estaba agarrado aún a su alabarda, el hacha que le acababa de clavar Rehlla en el torso lo habría matado en el instante, alcanzándole el corazón. Pero gracias a dicho movimiento evitó ese punto vital. Estaba vivo, al menos por ahora... Porque la hemorragia era grave. Con un último esfuerzo, Joseph puso su pierna en el brazo de Rehlla e hizo fuerza para sacar el hacha de su torso y caer unos metros alejados de ella, al suelo e indefenso.

- Tú... Tú... Tú... Como a tu novia...Te voy a matar... ¡Te voy a mataaaaar! -. Rugía Rehlla mientras avanzaba lentamente hasta él. La alabarda de Joseph se encontraba tras ella, clavada en la madera y el guerrero estaba malherido en el suelo. Podía moverse aún pero sin su arma había perdido totalmente la ventaja en el combate. Se levantó lentamente.

Rehlla atacó haciendo un arco descendente con su hacha, ataque con el que remató a Sofía Óster unos pocos metros de allí, pero todavía no era el final de Joseph, este lo esquivó con muchas dificultades por todas las heridas que llevaba sumado a su mano rota. Lo que si que no pudo esquivar fue el siguiente ataque de Rehlla, con el hacha casi en el suelo la alzó para propinarle un enorme golpetazo con la madera del arma en el rostro de Joseph que le terminó derribando del todo.

- Este... Es... Tu final... Asquerosa rata... MUERE -. Y Rehlla lanzó su ataque final.


Pero antes de que pudiese efectuarlo del todo, un corte surgió de su brazo derecho, el dolor repentino no fue lo que detuvo a la bárbara puesto que ella estaba preparada para aguantar el dolor, fue el tendón cortado lo que impidió que pudiese sostener su hacha correctamente y lo que le forzó a detenerse. Sin saber qué ocurría, miró a Joseph. El guerrero estaba con una daga en su mano pero Rehlla no se podía explicar qué estaba pasando... Su enemigo estaba tumbado y ella había recibido el corte a la altura casi del hombro.

- ¿QUÉ... ESTÁ... PASANDO?

Joseph rió de satisfacción aunque tosió un poco de sangre.

- Hija de puta... Vas a morir -. Volvió a levantarse una vez más y Rehlla lo intentó evitar golpeando al guerrero, pero de nuevo un ataque "invisible" impactó a la bárbara en el pecho y recibió de lleno una puñalada que no sabía ni de donde había venido. Incrédula y herida, retrocedió sobre sus pasos -. Marca del maldito... Eso es lo que tienes encima... Estás acabada.

- ¿QUÉ? ¿CUANDO...?

- Cuando llevabas a cabo tu grito... ¿Pensabas que lo iba a detener? No... Un roce fue suficiente para maldecirte... Observa -. A pesar de que había una distancias de varios metros que separaban a los dos, Joseph atacó con su daga al aire, haciendo un pequeño arco horizontal. Milésimas de segundos más tarde, un corte horizontal apareció en el abdomen de ella. La bárbara cambió rápidamente su rostro de sorpresa a terror absoluto. Joseph sonrió una vez más. Sabía que Rehlla estaba asustada porque no iba a poder detener estos ataques de ninguna forma. La bárbara gritó para cargar contra el guerrero en su intento de detener dicha técnica pero Joseph susurró:

- Por...Sofía -. Y Joseph clavó la daga en el aire una vez, dos veces, tres veces, cuatro veces, cinco veces, seis veces, siete veces, ocho veces... Rehlla escupió sangre de su boca mientras su cuerpo se agitaba por todas las puñaladas que aparecían. Paso a paso retrocedía hacia atrás aunque no caía del todo al sueño... Nueve veces, diez veces, once vences, doce veces... Joseph ya había recuperado el terreno suficiente como para rematarla con su alabarda. La cogió, se puso en guardia, fue a llevar a cabo su ataque al aire pero... Los soldados evitaron la masacre. Dos de los guardias pusieron sus espadas para bloquear y desviar el ataque. Joseph insultó al aire al ver que eso había hecho que Rehlla no muriera, el corte del maldito había provocado que perdiese un ojo y un brazo en el enorme tajo de la alabarda del guerrero, pero su intención era cortarla por la mitad. Mató rápidamente a los dos soldados que se habían interpuesto y fue a repetir el ataque del maldito esta vez asegurándose de que la mataría definitivamente... Pero no podía. Más guardias le salían al paso y le rodeaban y no pudo ni siquiera atacar esta vez, tuvo que defenderse.

Rehlla no va a ir a ningún lado y a pesar de estas heridas... me puedo encargar de estos idiotas...

Se centró en matar a los guardias, a tantos como podía para ganar el espacio suficiente para rematar a Rehlla. Y cuando por fin tuvo la oportunidad, hizo un enorme tajo al aire que pensó que iba a rajar tanto a la bárbara que no se la iba ni a reconocer. Pero cuando la miró, no le pasó nada. Entonces se fijó en lo que había a su alrededor: Cuatro pequeñas columnas de piedra habían surgido rodeándola y en el pedestal de cada una había una pequeña esfera que emitían rayos de electricidad.



¿Una barrera? Mierda...

- Se olía la peste a perro desde muy lejos...

Esa voz... El capitán pirata.

Ante él aparecía un individuo que tenía muy poco, po no decir que no tenía nada, de capitán ni de pirata. El hombre que estaba ante él tenía el torso al descubierto, llevaba una especie de telas puestas las unas encima de otras a modo de "falda" larga y calzaba unos zancos orientales. De cintura hacia arriba solo llevaba un pequeño pañuelo en la cabeza que lo único que ocultaba era parte de su pelo rubio. En la espalda llevaba un enorme aro adornado con unas extrañas piedras rúnicas.

- Tú... El que me descubrió...

- Un placer, señor Joseph. Me han hablado mucho de usted.

Joseph ya sabía en qué situación se encontraba, ya sabía que estaba dispuesto a morir por venganza, pero aquello... No había podido rematar a Rehlla. La bárbara estaba muy malherida, pero viva al fin y al cabo. Sintió como si hubiese fracaso hasta en eso... hasta ese último momento.

- ¿Dónde están mis modales? No me he presentado. Me llamo Chris, Chris Warfield. Siento haber cortado de esta forma el combate pero ella es una importante pieza en todo este asunto.

- Tú ya sabes mi nombre... Tan solo me voy a asegurar de... -. Joseph se preparó para el dolor por lo que iba a hacer, cogió su mano rota y la torció para devolverla a su sitio. Al menos asi podría agarrar la alabarda aunque le doliese un montón. El sangrado encima no ayudaba, seguía con la hemorragia y eso le causaba ya un mareo y que empezara a ver borroso. Calculó que como mucho le quedaban unos cinco minutos -. Me voy a asegurar de... Morir matando.

Joseph tiró su alabarda al aire y juntó sus palmas. Esta vez si lo consiguió.

- Voy a desatar... Mi máximo poder... Prepárate... Chris Warfield.

Una onda brillante recorrió el cuerpo de Joseph, pero de repente, no pudo moverse.

- Lo siento, lo siento... De nada sirve tu poder si me das esta ventaja tan grande -. Joseph miró a su alrededor, un aro de electricidad le rodeaba y era el causante de que no pudiera moverse -. Y es que es injusto luchar contra ti en ese estado. Así que mejor que ni haya combate ¿No?

- Ni en esto... He podido... Cumplir... Perdóname... Sofia...

Chris caminaba hacia delante y preparó su mano para chasquear los dedos y poner fin a la vida de Joseph. Pero al igual que la última vez en el callejón, algo imprevisto sucedió.


Esta vez no se trató de un destello que provocara que Joseph desapareciera. Esta vez no fue algo que el guerrero no pudiese explicar con palabras. Pero al igual que la última vez, sirvió para salvarlo. Una cúpula de llamas le rodeó y Chris tuvo que reaccionar saltando hacia atrás para esquivar el fuego. El fuego impedía que pudiese ver más allá de la cúpula una vez se cerró del todo, pero en lugar de causarle calor y agobio sintió como la cárcel eléctrica desaparecía y sus heridas sanaban.

- ¿Qué está pasando? -. Preguntó extrañado mientras miraba como su mano ya no le dolía y como su herida del torso se cerraba rápidamente.

Escuchó una explosión más allá de la cúpula y segundos después alguien entró en ella. A pesar de los años y de lo poco que la había visto, Joseph abrió muchos los ojos, sorprendido. La reconoció al instante.

- Herma...na?

De repente todo se volvió negro. La próxima vez que Joseph despertó se encontraba en una cueva, la luz del sol entraba por entrada de la misma y vio a su hermana, Lyad, enfrente suya.

- Hermana... ¿Eres tú?

Lyad no sonrió ni respondió a la pregunta, al menos no directamente.

- Debes escucharme, hermano. Mi señor, el señor del fuego, Ragnaros, me ha dado una visión sobre ti... Me ha dicho que la venganza no es tu único camino, que no es el precipicio al que te debes arrojar... Al menos no del todo, hermano...

Joseph no supo ni que decir, no entendía nada. Después de tantos años y estaba ante esta situación. Su hermana Lyad, después de tanto tiempo, presentaba un aspecto muy diferente a la de una niña aldeana de los campos Fosteb. Ahora llevaba una elegante ropa que combinaba el rojo con el blanco, en su ojo izquierdo había una extraña marca de color carmesí y su pelo castaño emitía pequeños reflejos rojizos, como si fueran ascuas.

- Hermana ¿Qué te ha pasado? No sabía nada de ti desde hacía tantos años... ¿Dónde has estado?

Pero Lyad, con su seriedad impasible, volvió a ignorarle y continuó hablando.

- Hermano... El nombre del señor del fuego no se debe de decir nunca, no a no ser que él me lo permita. Y así ha sido en tu caso, eres de mi familia y me ha dejado que lo supieses. No entiendes nada de esto ahora pero hazme caso y sigue mis indicaciones. Yo te demostraré que él es real y no un dios banal como los antiguos Heironeous, Hextor, San Cuthbert y demás... Ahora debes de obedecerme, por favor. Ven conmigo, te mostraré el nuevo camino que tienes ante ti.

Joseph seguía sin entender nada pero esas últimas palabras que había pronunciado su hermana había provocado algo de mal humor en él. Se levantó y a pesar de que le dolía el cuerpo por el cansancio reciente, se plantó desafiante ante ella.

- Hermana... No se lo que te habrá dicho ese... señor del fuego tuyo pero... Perdí a alguien muy importante para mi. Y no voy a permitir que me separes de mi venganza. Llevo años sin verte y me alegra ver que estés aquí pero ni tú ni nadie hará que me detenga.

Su hermana se acercó a él y le abrazo. Llevó su boca al oído de Joseph y le susurró unas palabras. El guerrero se sorprendió tanto por aquellas palabras que hasta palideció por no esperarse aquello.

- Si... Eso que dices... Es cierto... Te seguiré, hermana.

Pero si se trata de una broma pesada, ni tú te librarás.

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