17 jun 2017

Guerra Mundial, parte 2: La esperanza reside en la unión

- Una vez más, lo siento -. Jellial empuñó su espada corta y apuntó con esta a Amanda, quien tan solo había bajado la mirada, derrotada. En la hoja del Protector se empezó a acumular esféricamente un líquido cristalino en la punta metálica de esta.

Lo siento, Natsuki, pero parece ser que tu sacrificio al final no sirvió para nada.

Amanda bajó la mirada y cerró los ojos. En su mente había vuelto a aparecer la imagen de su amigo Natsuki, junto a la de todos los compañeros que había tenido, tanto en aquella nueva época durante la cruzada de Iskandar como también en el pasado, en su tierra natal, Gran Hiullal. Aceptando la muerte, tan solo esperó a que esta llegase, en forma de ataque del Almirante Jellial.

Pero de pronto escuchó un estruendo. En cuanto abrió los ojos y se giró hacía el origen de aquel ruido, vio la mitad superior de un edificio estaba cayendo, habiendo sido partido en dos por un único corte limpio. El bloque arquitectónico que había sido arrancado, cayó en mitad de la calle y provocó un temblor de unos segundos que hizo levantar una gran nube de polvo. Amanda no se encontraba muerta ni capturada por ningún sortilegio; miró a su alrededor y no vio ni rastro de la niña elfa de pelo blanco, además de que Jellial estaba apuntando con su espada hacía el edificio que acababa de ser destruido.

- Increíble que lo hayas esquivado, aún con la rapidez de mi ataque y de la distracción que había creado -. Advirtió Jellial. Aunque Amanda no sabía a quien se estaba refiriendo, pronto se daría cuenta en cuanto una silueta oscura se plantase entre ella,

- Capitana Amanda Armstrong -. El sujeto que apareció enfrente de ella le estaba dando la espalda y ni siquiera se había girado para mirarla, tan solo tenía su mirada clavada en el Almirante Jellial. Lo que Amanda podía ver de él tan solo era su capa, negra y bastante deteriorada en sus bordes, aunque con el escudo de Iskandar en el centro: Un escudo en el que se repartían todos los blasones de los reinos que estaban afiliados a su causa, entre dos leones rojos que rugían hacía el exterior.


- Tú eres... -. Amanda ya había reconocido a aquel tipo, pero todavía no podía creerse que estuviese salvada por alguien así.

- Uno de los cuatro Ildarios -. Continuó Jellial, que también había identificado a aquel hombre -. Vorel Vondaraz.

"Ildario" es el título que proporcionó el rey Iskandar a sus cuatro guardias personales. Pero no solamente se trataba de un honor y privilegio sino también de un gran deber, pues tenían la responsabilidad de ser los cuatro ejes donde Iskandar pudiese repartir el control de tan vasto reino. Además de ser aquellos hombres más cercanos a la confianza del Conquistador, los Ildarios eran particularmente poderosos; Así lo planeó el propio Iskandar, que con la intención de rivalizar a las grandes potencias de los Protectores, repartió en ellos los Poderes de los Eternos que había estado cazando durante tantos años. Así pues, no era incorrecto del todo decir que Vorel Vondaraz tenía en su sangre el poder del Eterno de Amanda, entre otros muchos.

- Por favor, capitana... Dese prisa -. Insistió él, esta vez girándose levemente para clavar sus ojos marrones en los verdes de Amanda.

Rápidamente, aquella leve distracción propició la llegada de la niña elfa, que con una acometida trató de golpear con una gran contundencia a Vorel .Este recibió el impacto de lleno en su brazo derecho, escuchándose al mismo tiempo un gran crujido producto de sus huesos rotos. La niña había imprimido tanta fuerza en su puñetazo que después de que el brazo del Ildario hiciese un angulo extraño debido a la fractura, esta siguió de largo por la inercia de su carga.

- Eso... ha sido un error -. Comentó Jellial, que estaba con el entrecejo fruncido, lamentándose por algo.

- ¿Te diste cuenta? Y eso que traté de camuflarlo lo máximo posible -. Con su brazo sano, Vorel llevó a cabo una gesticulación propia de una conjuración. Tras hacerlo, en el hombro izquierdo de la niña elfa apareció un extraño símbolo blanco -. Runa Ielest -. Pronunció. El símbolo brilló, alumbrando toda la calle, hasta que de pronto, la niña elfa desapareció.

- Supiste que tenía una Palabra de regreso preparada y forzaste su uso -. Analizó Jellial, aún lamentando la imprudencia de su compañera de organización.

- Sí... pero a cambio he tenido que dar mi brazo derecho -. Vorel jadeaba y respiraba con cierta dificultad, debido al dolor que estaba sintiendo al recibir un solo puñetazo de aquella niña.

Amanda ya había recogido a sus dos amigos, Yuggie y Nattie. Mediante un sencillo hechizo de telequinesis, transportaría los cuerpos por la ciudad. Pero mientras lo conjuraba, no quitaba la mirada de encima a Jellial, por si este decidía intervenir contra ella. Pero el Almirante parecía dispuesto a dejarla marchar, quizás porque sabía que un Ildario era un oponente a tener en cuenta o quizás porque no querría manchar su honor atacando a gente herida e indefensa. Cuando por fin se disponía a irse, Amanda pudo echar un vistazo por primera vez a Vorel Vondaraz. El tipo presentaba un aspecto desaliñado, con ropajes totalmente humildes e incluso desgastados, como el jubón de tela marrón o el pantalón que presentaba agujeros en las rodillas. Además, Vorel también mostraba su aspecto descuidado en su rostro, quien a pesar de ser alguien bastante joven, no parecía haberse afeitado nunca, de manera que su barba era bastante prominente. Aunque aún estaba en shock porque seguía sin creerse que había podido librarse de todo aquello debido a la presencia de un Ildario, quedó algo impactada por todo lo que había escuchado hablar de ellos para finalmente ver a alguien con un aspecto tan informal frente a la presencia pulcra del Protector que tenía enfrente. No obstante, le estaba totalmente agradecido a aquel hombre, así que se fue, no sin antes decir:

- En cuanto sane mis heridas me reincorporaré a la batall...

- No se preocupe, capitana... La orden es que el escuadrón destinado a la defensa de la ciudad evacue y se dirija hacía el sur -. Le informó Vorel.

- De... de acuerdo. Gracias -. Fue lo único que se le ocurrió decir, antes de marcharse.

- Supiste también que mi ataque no iba hacía la capitana, sino hacía ti...

- Vuestro objetivo es capturar a los sujetos del Vitalis, no asesinarlos. No a menos de que la situación sea comprometida para vuestra integridad.

- Ya veo, conoces bastante bien los protocolos de los Protectores -. Jellial se puso en guardia, alzando su espada corta y apuntando con ella a Vorel -. Incluso con ese brazo roto, voy a tener que andarme con bastante cuidado.

- ¿En serio? -. Preguntó él con un tono más jovial -. Todavía no había conocido a ningún Almirante que no tuviese exceso de aires de superioridad y confianza ¿Es respeto o modestia?

- Respeto, por supuesto -. Respondió el Protector sin vacilación -. Es mi deber respetar a mi rival si quiero conseguir que este me respete a mi.

- Bien -. Vorel se veía bastante satisfecho -. Tengamos un combate honorable, Almirante Jellial.

El Ildario fue el primero en mover pieza. Empezó a conjurar o eso es lo que parecía por los movimientos de su brazo sano, pero instantáneamente cogió aire y al exhalarlo soltó una gran bruma que se esparció hacia el frente, al principio por el suelo como si del vapor que exhuma el nitrógeno liquido se tratase, pero pronto se convirtió en una cortina de humo que obstaculizó toda la visión en su zona de acción. Entre la neblina surgieron varios proyectiles que Jellial había creado con agua y cuyo objetivo era impactar en Vorel e incapacitarlo directamente. A pesar de la velocidad de estos proyectiles, el agua se congeló al pasar por todo el radio de acción de aquella sustancia que el Ildario había creado, provocando que se fracturaran y que sus restos cayesen al suelo antes de llegar siquiera a la mitad de su recorrido.

- Tratando de contrarrestar mis ataques congelando el agua que creo, ya veo -. Analizó Jellial, aunque no tuvo mucho tiempo para decir nada más.

Vorel estiró el radio de acción de aquel extraño sortilegio para atrapar a su rival en aquel hielo perpetuo. El Almirante decidió saltar ayudándose de sus propios sortilegios para impulsarse y volver a atacar desde un ángulo más adecuado, sin que la niebla le obstaculizase. Esta vez ni siquiera pudo apuntar con el filo de su espada a Vorel, sino que tuvo que cambiar su plan de acción para coger aún más altura. El Ildario tenía la capacidad de moldear el conjuro una vez creado con tanta soltura, que la niebla que había conjurado sirvió como base para la formación de una gran columna de energía azul cristalina, parecida a la superficie del hielo. Con la única intención de apresarle dentro para congelar su cuerpo, Vorel trató de poner un gran énfasis en su poder para que este adquiriese tanta velocidad como para sorprender al Almirante, y así ocurrió. El efecto de congelamiento  se produjo y Jellial, que no había ascendido lo suficiente, maldijo en voz baja al notar que su pierna había quedado atrapada en esa columna de hielo que había creado el Ildario. Esta era más alta y más ancha que cualquiera de los edificios de la ciudad. Vorel centró sus esfuerzos ahora en moldear la neblina para atrapar el resto de su cuerpo, pero también decidió crear un poco más de ella por si Jellial decidía contraatacar y así congelar el agua que crea. Sin embargo y para sorpresa del Ildario, el Almirante le apuntó con su hoja, a pesar de que este había visto claramente la neblina formarse entre los dos y que iba a interceptar de nuevo el ataque.

- No funcionará... -. Vorel hizo uso de su única mano para terminar de formar la conjuración e intentar terminar de atraparle.

Pero funcionó. Esta vez, los proyectiles de agua atravesaron su neblina sin que se congelasen e impactaron a su alrededor debido a los reflejos de Vorel en última estancia. Una de ellas le dio en el abdomen y le derribó del dolor.

- Ya entiendo... -. Dijo con dificultad a medida que se levantaba y se examinaba la zona dañada. La ropa había sido desintegrada y en su cuerpo había signos de quemaduras de seria gravedad -. Joder, no sabía que eras tan impresionante como para poder modificar tu habilidad de esa forma.

El bloque de hielo también recibió el mismo tratamiento que Vorel, de manera que se resquebrajó debido al derretimiento que Jellial había provocado con esos peculiares proyectiles. Liberando así también su pierna y volviendo hacía abajo, a la calle.

- Puedo moldear las características del agua que creo a mi antojo -. Explicó detenidamente cuando sus pies se posaron en la piedra salpicada de restos de hielo que se transformaban inexorablemente en agua -. Puedo aumentar la presión de los proyectiles de agua que disparo, de manera que al hacerlo también aumento la temperatura mínima de su punto de ebullición. Así pues, puedo disparar proyectiles de agua a más de cien grados centígrados sin que estos se evaporen instantáneamente. Como de hecho acabo de hacer al dispararte esas, que estaban a quinientos grados.

- Y yo que pensé que podría congelar tu agua, que iluso... -. Apreció Vorel, que sin embargo se encontraba todavía más contra las cuerdas al no disponer de un brazo y al dolerse del abdomen -. Los Almirantes sois impresionantes.

- Agradezco tu elogio. Sin embargo, ahora seré yo quien lleve la iniciativa. Prepárate -. Jellial guardó su espada en su funda y alzó su mano derecha.

En un principio no ocurrió nada, o eso fue lo que pareció. Pero fue realmente porque el ataque del Almirante no provino de él mismo. Vorel lo advirtió cuando empezó a escuchar un ruido impulsivo que cada vez era más audible. Decidió que lo mejor era salir de entre los edificios cuanto antes y acertó, en cuanto su gran zancada de salto le llevó hasta el tejado de uno de ellos, pudo ver más allá de la ciudad como un gran oleaje arrastraba las ruinas de la ciudad de Krerús. El Ildario se quedó sin palabras, aquel oleaje lo había provocado el Almirante pero no provenía de una fuente natural de agua, como era la del río de la ciudad. Toda aquella agua había sido creada de la nada y creaba un rastro de destrucción allá por donde pasaba. Sin embargo, pudo saltar perfectamente y colocarse en los restos de los edificios que aún sobresalían por esta. Pudo ver entonces que Jellial estaba caminando por el agua con cierta dificultad debido a la extenuación física, su jadeo irregular así lo demostraba.

- Menos mal que estás agotado. Llegas a estar impasible después de crear tal cantidad de agua y te habría considerado un monstruo.

- Te equivocas... -. Jellial se detuvo para coger aire y así poder continuar -. Es cierto que crear tal cantidad de agua de la nada consume mi energía... Pero una vez creada, puedo seguir luchando perfectamente.

La superficie del agua cercana a Vorel fue moldeada para que surgiesen torbellinos de esta y embistiesen al Ildario. Preguntándose hasta qué punto de poder podía llegar aquel chaval tan joven, saltó hasta el otro edificio y contraatacó con unos proyectiles de magia tan brillantes que iluminó el agua cercana de aquel océano artificial. Sin embargo, Jellial moldeó el agua una vez más, esta vez para que actuase como muro y así poder interceptar el ataque de Vorel.

- No tienes tiempo que perder centrándote en atacar... -. Le advirtió Jellial, después de sorprender a su rival por su espalda con una acometida de agua que le azotó como si de un gran tentáculo se tratase.

Vorel fue lanzado por los aires hasta que su cuerpo impactó en la superficie del agua y siguió descendiendo por la profundidad de esta. La inercia del impacto era tan fuerte que a pesar del rozamiento del agua, su cuerpo atravesó todo un edificio hasta impactar en el suelo, ahora submarino, de la ciudad.

- Una vez estás dentro de mi creación, se acabó -. Jellial puso la mano en la superficie del agua para modificar sus propiedades y paralizar así el cuerpo del Ildario, sin embargo un temblor le llevó a ponerse en guardia rápidamente -. ¿¡Qué!?

Un huracán, el más grande que Jellial había visto, surgió desde su océano hasta situar su base en las nubes del cielo. La potencia del viento era tal que este empezaba a recoger el agua que Jellial había creado sin que este pudiese hacer nada por devolverla a su sitio. Además, los pedazos rocosos de los edificios volaban ahora en todas direcciones con tanta velocidad que varios de ellos impactaron en el Almirante antes de que este se empezase a defenderse con el, cada vez, menos agua que tenía a su alrededor. Debía hacer algo antes de que toda su agua fuese arrastrada por el huracán, si no, prácticamente habría perdido el encuentro debido a la fatiga física, que le impediría volver a crear algo así para centrarse en el ataque.

- Necesito tiempo... -. Colocó su espada en el agua -. Krakens de las sombras, ayudadme -. Todo lo que quedaba de océano fue salpicado de unas bestias marinas tan grandes que el agua pareció volverse oscura con su sola presencia. El objetivo de sus krakens tan solo sería el de proteger al Almirante de algún intento de ataque alternativo de Vorel mientras que él se preparaba para romper su espada.

Sin embargo, todo desapareció: El agua, sus krakens, el tornado...

Ambos volvían a estar frente a frente, cayeron al suelo después de que todo aquel agua desapareciese. Lo único que había cambiado era el entorno, que todavía presentaba el mismo aspecto destruido por el paso del agua hacía unos segundos.

- ¿Cómo es posible? -. Jellial se encontraba sin palabras ¿Hasta ese punto llegaba el poder de un Ildario del rey Iskandar? Además su fatiga había llegado a tal punto que tuvo que clavar una rodilla en el suelo y toser. Tal era su fatiga que ya ni siquiera podría liberar el poder de su espada. Había perdido -. ¿Qué has hech...

Pero Jellial quedó enmudecido cuando alzó su rostro para clavar su mirada en la de Vorel. El Ildario parecía igual de desconcertado que él, mirando hacía el punto donde hacía un instante estaba el huracán que había creado.

¿Qué está pasando? Mi huracán ha desaparecido... Espera ¿No ha sido él? ¿Entonces?

Dark Glow - Gilgamesh

- ¡Qué espectáculo! -. Se escuchó la voz de un hombre que hablaba como si acabase de ver la mejor obra teatral de su vida. De entre los restos de la zona norte desde donde se encontraban Jellial y Vorel apareció un tipo que vestía como uno de los mayores nobles del mundo, con una larga capa, traje y apoyando su mano derecha en un elegante bastón negro que servía únicamente como adorno. Su pelo se mantenía hacía atrás debido a algún tipo de loción y de su rostro no se podía ver sus ojos debido a la presencia de unas gafas de sol. Aquel tipo sonreía con magnificencia mientras caminaba hacía ambos.

Director científico Kerry Daij

- Kerry Daij... -. Identificó Jellial, que sin embargo no mostró síntomas de alivio a pesar de la presencia de alguien de su misma organización que le había salvado.

- Otro enemigo entonces, joder -. Se lamentó Vorel, que veía como sus problemas se multiplicaban.

- ¡Qué mal, qué mal, Almirante Jellial! -. Rimó con tono exuberante a medida que caminaba lentamente -. ¿Cómo has podido permitir que le hiciesen esto a nuestra querida aliada? -. Debido al ángulo, ninguno de los dos vieron que detrás de él caminaba la niña elfa que antes había atacado a Amanda y sus amigos.

- No puede ser... -. Vorel no encontraba explicación alguna para que ella estuviese allí. Por mucho que tuviesen la capacidad de traer de nuevo a aquella niña, por lo pronto no deberían haberse percatado de que había forzado su palabra de regreso con tanta rapidez, y mucho menos habrían tenido tiempo de vuelta a las bases de los Protectores en aquellas tierras; Y mucho menos... Tenerla ya allí, en Krerús.

- ¡Es un milagro! ¿Verdad que sí? -. Kerry puso su mano en la cabeza de la niña, acariciándola -. Justo como el significado de su nombre ¿No es así, Miracle?  -. Le dijo pero esta no pareció dar síntomas siquiera de que estuviese escuchando a aquel tipo, seguía con la misma mirada perdida -. Al igual que el milagro que ha sido evitar la destrucción de esta preciosa ciudad, que ha estado a punto de desaparecer por el agua y el viento... Hubiese sido una verdadera lástima.

- ¿Qué está haciendo aquí, director científico Kerry Daij? -. Le preguntó Jellial con todos los modales que pudo adquirir a pesar del esfuerzo que le costaba hablar.

- Oh, tengo ordenes para usted, Almirante. Retírese de la ciudad de Krerús y descanse, yo me encargaré del que era su enemigo.

- Es mi combate... -. Dijo Jellial con frustración. Definitivamente no le gustaba la idea de que tuviesen que acabar por él la lucha que estaba llevando a cabo. Y tampoco le agradaba la idea de la falta de honor que cabía en dejar a su oponente herido y sin estar al cien por cien de su poder contra alguien completamente fresco.

- Son órdenes -. Recalcó Kerry Daij con su peculiar sonrisa.

- Tcht... -. Rechistó Jellial, antes de ponerse en pie y dirigirse por el mismo lugar por el que había aparecido Kerry.

- En otro momento resolveremos nuestro encuentro, Almirante -. Le dijo Vorel con educación.

- Ooooh, que falta de respeto denota esa frase -. Jellial ya se había retirado y ahora era Kerry el que hablaba directamente con el Ildario, acercándose hacía él -. Parece como si fueses a ser capaz de sobrepasarme, Ildario.

Vorel no quiso darle el gusto de responder a ese tipo de persona. Bajo su punto de vista, era de una personalidad totalmente distinta a la del Almirante Jellial, tan descarada, tan prepotente... El tipo de enemigo que odiaba y que frecuentaba bastante en los Protectores. Sin embargo, ya había estado ideando una estrategia mientras aquel tipo hablaba con Jellial; había creado la misma neblina de antes, esta vez cambiando sus propiedades para que actuase como una bruma ácida e introduciéndola en primera estancia por el subsuelo. Así sorprendió al tal Kerry, que lanzando un grito bastante agudo, soltó su bastón debido a que este se estaba disolviendo con suma rapidez.


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El Protector trató de saltar hacía atrás para esquivar la bruma que seguía surgiendo por las pequeñas grietas de las losas del suelo de la calle. Pero todo estaba bajo la estrategia de Vorel: Crear un ataque que fuese una distracción, obligando a su rival a centrar la atención en el suelo para sorprenderlo desde arriba. Kerry pudo reaccionar a lo que se le venía por encima cuando notó que algo ensombrecía la luz del cielo justo por encima de él. Pero cuando lo vio fue demasiado tarde, a tan solo un par de metros estaba cayendo en picado una gran roca en forma de prisma rectangular y de caras lisas y pulidas. En las distintas caras se podía ver distintas runas dibujadas en ellas. La roca sería su tumba y al mismo tiempo, su sello que le impediría salir de ella.

Pero al igual que con el agua y el viento de antes, tanto la nube de ácido como la roca desaparecieron. Vorel se quedó estupefacto y sin poder reaccionar. El Ildario veía como la cabeza del Protector estaba inclinada hacía atrás después de que este llevase su vista a lo que se le venía encima. Y como, poco a poco, el rostro fue bajando hasta mostrar su sonrisa, aún más ancha que antes.

- ¡De la que me he libradoooooo! -. Exclamó soltando al final un gran suspiro de alivio -. Parece que otro milagro me ha ayudado una vez más.

- ¿De qué cojones estás hablando? -. Vorel seguía mostrando su sorpresa, con ojos como platos por lo que había sucedido. Puede que exista alguien que sea capaz de conjurar algo con suma rapidez como para bloquear aquello, pero no sin al menos pronunciar una palabra o realizar un gesto, y desde luego, no deshaciendo al mismo tiempo la nube de ácido que también se le cernía desde el suelo.

- Deja que te lo explique -. Kerry alzó su mano para apuntar con su dedo indice al Ildario e instantáneamente después, Vorel era incapaz de moverse. Como si su cuerpo pesase una tonelada, cayó al suelo, resquebrajando las losas de alrededor y produciendo un gran estruendo -. Durante mucho tiempo, numerosos científicos han tratado de buscar las explicaciones de las cosas. Como si el hecho de escuchar "lo creó tal dios" no fuese suficiente, como si todo tuviese un por qué de mayor transcendencia que le diese un mero significado a la vida de un mortal -. Vorel escuchó la explicación de Kerry sin poder moverse en absoluto, ni siquiera podía mover la boca para pronunciar una sola palabra. El Protector se fue acercando mientras continuaba su explicación -. Esto creó un gran conflicto: La iglesia estaba en contra de que la ciencia tratase de desacreditar la obra de sus dioses. Y durante estos últimos años, ambos "bandos" trataron de sabotearse los unos a los otros. La iglesia calificó de herejía a los avances científicos y los protagonistas de sus descubrimientos, apoyándose en su posición en un reino para que el rey clausurase los laboratorios; Mientras que los científicos criminalizaban los actos de la iglesia y creaban un alzamiento protagonizado por ateos y gente plebeya que veían los descubrimientos de los científicos como grandes obras de conocimiento, todo para arrebatar el poder que poseía la iglesia en un reino -. Finalmente Kerry se detuvo al lado de Vorel y este ya podía ver de nuevo su rostro. Esta vez el Protector no parecía mostrar su sonrisa de autosuficiencia ni nada parecido, sino que hablaba con total sinceridad y con un tono directo y serio -. Pero qué estupidez.. de toda la vida se ha sabido que la unión hace la fuerza. Dos reinos que se alían multiplican sus fuerzas y son capaces de lograr mayores cosas que haciéndolo por separado y lastrándose el uno al otro. De la misma forma, no tiene por qué crearse una distinción entre el poder divino y el avance científico, sino fusionar ambos para alcanzar el verdadero significado de las proezas... Ese es mi poder, Ildario. Mi ciencia es la de mi religión, y mi divinidad radica en mi conocimiento. Por eso he llegado a un punto de entendimiento tan superior que soy capaz de desentrañar el misterio que hay más allá de algo comúnmente inexplicable, que por el mismo hecho de serlo se califica por los ignorantes como un "milagro". Yo soy capaz de moldear esas fuerzas que escapan a la comprensión de los demás; Soy capaz de crear mis propios milagros.

Y así, tras haber escuchado impotente la explicación de Kerry Daij, Vorel tan solo pudo observar como este alzaba de nuevo su dedo hasta que toda su visión se nubló y su conciencia se apagó.

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- Hemos llegado, capitana -. Le informó uno de los soldados tras golpear levemente la puerta trasera del Raptor de clase Mastodonte en la que estaba siendo transportada Amanda.

Ella, junto con todo el grueso de tropas y aldeanos de la ciudad de Krerús, fueron llevados por todo el camino real hasta la capital de la unión de los reinos de las fuerzas de Iskandar, Larendil, que significaba "Lanza Gris" en élfico. Título que le puso esta raza a la ciudad después de que los humanos de la ciudad fuesen en rescate de los elfos en uno de los combates de la guerra más cruenta de la historia del mundo, la guerra de los Dos Soles. Actualmente, la ciudad se erigía en la desembocadura del río Andurel, sobre el delta que estaba situado en el centro de este. Cuando avisaron a Amanda, esta se asomó y vio que se encontraba sobre una colina árida a las afueras de la ciudad, por la zona norte. Desde allí pudo ver todo el paisaje de Larendil, sus calles, sus edificios, su vegetación predominante de palmeras, sus muelles...


Habían pasado un par de semanas de viaje desde la evacuación de Krerús y desde entonces había tratado de distanciarse lo máximo posible de sus obligaciones como capitana. Sin embargo, cuando se enteró de que la vida de sus dos amigos no estaban en peligro y que incluso se recuperarían antes de llegar a la capital, sus ánimos volvieron en gran parte. Fue informada de que la organización mundial había atacado los dominios de Iskandar desde el norte y desde el sur al mismo tiempo, pero el rey no se quedó de brazos cruzados; al mismo tiempo que mandaba refuerzos a ambos frentes, sorprendió con su flota a la de los Protectores que trataban de apoyar sus ejércitos terrestres con la llegada de más efectivos. Así pues, a pesar de la perdida de la defensa por tierra, Iskandar había conseguido impactar un duro golpe en la ofensiva de la organización, sobretodo al adueñarse de sus avanzados buques.

- Efectivamente -. Informó uno de los Ildarios de Iskandar, en la sala de reuniones del baluarte -. Ellos han conseguido la ventaja por las tierras norte y sur pero no podrán disponer de refuerzos ni recibir apoyo por mar. Ahora somos nosotros los que gobernamos todo el ancho oeste del Mar Ámbar.

Habían pasado dos días desde que Amanda llegó a Larendil y aunque ya vio la ciudad en el pasado, siempre le había fascinado el aspecto exótico que esta presentaba. A pesar de situarse en un territorio árido, este no era un desierto devastado sino que los fundadores de la ciudad aprovecharon la vegetación que crecía cerca del cauce del río para edificar allí su ciudad. Las calles de casas blancas u ocres con tejas rojas estaban salpicadas por la presencia de vegetación; tanto la de las numerosas macetas que descansaban sobre los alfeizares de las ventanas como las decenas de palmeras y arbustos bien cuidados que estaban alineados con la dirección de la calle. A todo eso se le sumaba también la presencia artificial de canales para crear hermosos manantiales transparentes sobre blancas losas de mármol. Aquella ciudad, con aquel aspecto tan paradisíaco y la agradable temperatura aun siendo otoño era el punto completamente opuesto al de las ciudades donde había nacido y crecido, en Gran Hiullal.

Con el tiempo suficiente para que descansasen y asimilasen todo lo que había ocurrido, Iskandar ya había dado la orden de celebrar un concilio militar en el que iban a participar todas las cabezas militares de sus fuerzas junto a los Ildarios. Se reunieron en una gran sala de techo abovedado, con unas gradas circulares que rodeaban un estrado central con cuatro sillas, donde iban los cuatro Ildarios. Sin embargo, una de ellas estaba desocupada y eso confirmó los rumores que había escuchado Amanda de los guardias mientras paseaba por la ciudad: no había señal alguna del paradero del Ildario que había acudido a rescatar a sus fuerzas al norte, de manera que presuntamente se dio por muerto o capturado por los Protectores. A la capitana aquella confirmación le sentó como si acabase de recibir una bola de plomo sobre su estomago. Le carcomía la presión y la culpa de lo que le pasó a aquel hombre; sin embargo, notó una mano en su hombro y cuando se giró vio que era el propio Iskandar. Antes de la reunión el propio rey había acudido a ella personalmente porque entendía como se sentía Amanda, y por eso trató de librar la presión que sentía con las palabras que, ciertamente, la ayudaron a reconfortarse.

El rey de occidente, Iskandar

El rey se sitúo en el estrado central, acompañado de sus tres Ildarios. Uno de ellos era alto y de gran corpulencia, pero poco más se podía ver de su aspecto, pues estaba recubierto de unos ropajes sverianos* de color verde lima que cubrían hasta su rostro con un turbante. El otro, aunque también alto y de aspecto fortachón, no llegaba a la altura del primero; sin embargo de este si que se podía ver algo más de su aspecto. Vestía con ropajes de cuero tachonado bien curtido y ceñido a su cuerpo musculado, pero también salpicado por las cicatrices y el paso del tiempo. Y es que aquel hombre parecía tener una edad superior a la del propio rey Iskandar, con una larga y frondosa melena, bigote y barba canosas. En los momentos preliminares a la reunión se entretenía jugando con las espadas cortas pero anchas que portaba en su espalda; Amanda pudo ver también que uno de sus ojos estaba permanentemente cerrado por la presencia de una horrible y profunda cicatriz que recorría esa parte de su cara. El último de los Ildarios era la única mujer de los cuatro originales; Una hermosa chica que vestía con ropas sencillas, una camisa gris junto a unos pantalones y botas marrones. La mujer estaba ajustándose un zarcillo en su oreja justo antes de repeinarse su pelo corto pelirrojo.

*Ropajes árabes

Amanda pasó su mirada también por las gradas, en las que habían numerosos capitanes y tenientes de todas partes del gran reino de Iskandar, pero también muchas sillas vacías de aquellos que estaban cumpliendo su labor en este preciso instante... o quizás porque ya habían caído y no había nadie para suplir su puesto por el momento. Sea como sea, decidió no pensar más en el destino de aquellos que no estaban en aquella reunión y volvió a centrar sus esfuerzos en la reunión que acababa de comenzar.

- Sin embargo -. Siguió comentando el Ildario que había empezado informando sobre los avances tanto de los Protectores como del rey Iskandar -. Los Protectores parecen no achantarse ante la falta de refuerzos a corto plazo, sus tropas recorren las tierras del norte ignorando todas nuestras fortificaciones, en un avance relámpago hacía el sur.

- ¿Hacía la capital? -. Preguntó uno de los capitanes alzando la mano al mismo tiempo -. Después de tanto tiempo asediándonos y sitiándonos... ¿Se les ha acabado la paciencia?

- Es posible -. Respondió Iskandar -. Con la tecnología que disponen llegarán con mayor velocidad de la que podemos replegar nosotros a nuestros hombres.

- Tampoco podemos cortarles el paso -. Se lamentó la Ildaria -. En zonas geológicas complejas tenemos la ventaja del conocimiento del terreno pero no podemos plantarles cara en mitad del camino real, en pleno terreno plano. No al menos sin descuidar el resto de defensas.

- Tenemos el mar de nuestro lado por el momento -. Recordó otro de los capitanes desde una de las gradas más altas -. Sabemos que los Protectores no hacen nada sin un motivo y sin duda alguna sería erróneo asumir que ese avance desde el norte es un movimiento desesperado. Sin duda tienen un plan.

- También avanzarán desde el sur -. El Ildario anciano habló con su voz rasgada y grave -. Planearán un ataque doble desde ambos frentes.

- Acabar con la capital en un ataque relámpago -. Meditó Iskandar -. Como matar a la abeja reina de una colmena, el resto de abejas se dispersarían sin rumbo. Los Protectores saben que les superamos en número y por eso están tratando de acabar conmigo para que el resto de nosotros se quede sin un líder.

- Si eso es de verdad lo que quieren hacer... -. Esta vez habló Amanda, que incluso se levantó de su asiento -. ¿Por qué no haberlo hecho antes? ¿Por qué planear atacar la capital con dos frentes desde los extremos de nuestros territorios?

Esas preguntas provocaron un silencio general en la sala, tan solo roto por los continuos comentarios en voz baja de aquellos que le daban la razón a Amanda o que seguían preguntándose qué sería lo que tramaban realmente los Protectores. Hasta Iskandar llevó su mano a su barba para atusarla mientras miraba a la nada, tratando de pensar como lo haría su enemigo.

- Un cebo -. Terminó diciendo el Ildario cubierto de ropajes -. Trataban de provocar que centrásemos nuestras fuerzas en ambos frentes para realizar su avance frenético hasta la capital y sorprendernos.

- Es posible que esa sea la deducción que más se acerca a la realidad -. Apreció Iskandar -. Al fin y al cabo, el Ildario Vorel no se encuentra entre nosotros en estos momentos y aunque es una gran perdida, quizás trataban de provocar un daño aún mayor. Pero no nos quedaremos de brazos cruzados, reforzaremos las defensas en las fronteras de la ciudad, vigilaremos la desembocadura con cincuenta de nuestros barcos y movilizaremos todas las tropas que podamos para cubrir un perímetro de seguridad. No podremos contar con todas nuestras fuerzas pero en el tiempo que tarden en llegar nuestro enemigo, podremos contar con varios miles más de las ciudades cercanas.

- Perfecto -. Fue lo que más se escuchó decir por las gradas. La moral de los capitanes se reflejaba en los rostros y palabras de aprobación que resonaron por toda la sala.

- Una última cosa -. Aunque Amanda también se encontraba como sus compañeros capitanes, ella siguió mostrando su mirada seria y firme -. ¿Cuánto tiempo tenemos?

- Menos de una semana -. Le dijo el Ildario anciano.


En ese tiempo las tropas de Iskandar tuvieron el tiempo suficiente para armar la defensa. Formaron dos perímetros de seguridad, uno secundario que abarcaba un radio de diez kilómetros en torno a Larendil y otro primario en los puntos norte y sur de la ciudad, fortificados y con artillería apuntando tanto a las zonas por tierra como a la desembocadura del río, con decenas de cañones repartidos por toda la costa. Al mismo tiempo una cuarta parte de la flota de Iskandar se situó en la frontera marítima de la ciudad, protegiéndola en caso de un ataque simultáneo por mar de los Protectores, que aunque fuese improbable, querían asegurarse de que cubrían todos los puntos flacos. De hecho, con el duro golpe que propició Iskandar hacía unas semanas, la zona marítima era su punto de seguridad más alto, con hasta los propios buques de los Protectores siendo utilizados ahora por sus hombres. Todavía quedaban más de tres días según el informe de los Protectores, de manera que ahora los ejércitos centraban sus esfuerzos en elaborar estrategias, protocolos y situar trampas para sus enemigos.


- ¡Eh, Amanda! -. Escuchó la capitana, que en ese momento estaba encargándose de la zona que le habían asignado, que era el perímetro norte centrado en la desembocadura del río. Se trataban de Nattie y Yuggie, que llegaban desde la ciudad para hablar con ella -. ¡Estamos listos! -. Le exclamó Nattie haciéndole el saludo militar.

- Chicos... -. A Amanda le incomodaba hablar con sus amigos después de lo sucedido. Sentía que les había fallado y por eso todavía no habían tenido una conversación más allá de lo estrictamente profesional. La capitana temía que si hablaban iba a acabar saliendo de nuevo lo sucedido con Natsuki, entre otras cosas de las que no quería hablar.

- ¿Qué haces con esa cara tan larga, capitana? -. Le preguntó Yuggie, que pareció entender lo que sentía su superior -. Seguimos siendo amigos ¿No? Vamos a luchar unidos en esto también.

- ¡Claro que sí! -. Chilló Nattie, a lo que varios guardias de los alrededores empezaron a mirarla por su estruendosa forma de hablar -. Y para estar listos para la batalla no puedes estar tan triste, hace falta que vuelva la... -. Nattie adoptó una pose de superioridad, tratando de imitar los gestos de Amanda. También trató de hacer lo mismo con su voz -. ¡Capitana Amanda de siempre, estricta pero eficaz!

Amanda no pudo evitar sonreír ante aquello. A pesar de todo lo vivido recientemente y lo que estaba por llegar, tener allí a sus dos amigos era lo mejor del mundo. La idea de luchar junto a ellos la reconfortaba aún más todavía.

- Tenéis razón... Lo siento -. Agradeció ella.

- No tienes por qué disculparte. Es lo que hacen los amigos -. Le dijo Yuggie.

- Gracias, chicos...

- ¡Tampoco tienes que darnos las gracias! ¿¡Hola!? -. Exclamó una vez más Nattie.

- Bien, pues... -. Amanda carraspeó y cambió la tonalidad de su voz -. ¿¡Qué hacéis que no estáis reforzando la defensa, tenientes!? ¡Ayudad a calibrar los cañones de inmediato!

- ¡Si, señora! - Aquello era lo que querían escuchar los dos, que aceptaron gustosamente las ordenes de su capitana y, sonriendo, se pusieron en marcha a trabajar.


Esta batalla será el principio... En cuanto ganemos podremos contraatacar.

En cuanto podamos salir a alta mar reconquistaremos mi reino natal. Volveré a encontrarme con mi pueblo, con mi familia. Cuantísimo os echó de menos, Gared, Tyllë, Gael... 

Yuggie, Nattie... Continuemos hacía delante, para que podáis conocer mi hogar, mis tierras... La nieve, el frío... Quiero enseñaros todo aquello.

El sonido metálico de los cañones terminándose de montar, las tropas realizando las practicas de defensa ante el avance enemigo. El olor a pólvora de las practicas de artillería. Todas esas sensaciones a los distintos sentidos podrían ser el precursor de que estaba a punto de desatarse un infierno en aquellas tierras. Sin embargo, para Amanda, aquel infierno había sido siempre el entorno que le había tocado vivir, tanto en Gran Hiullal como en occidente. De manera que se acabó lamentarse por el horror de la guerra sino que había llegado la hora de acostumbrarse a ella y mostrar todo su potencial, tanto de liderazgo como de experiencia en combate. En tres días podría desatarse ella por si misma.

Será difícil.

Serán enemigos muy poderosos, estoy segura.

Tendrán a su disposición armas que sobrepasan nuestra tecnología.

Pero esta guerra no es una suma de individualidades, es una suma de trabajo en equipo. En eso, somos superiores.

Por eso, chicos...

¡Venzamos juntos!

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Faltaban tres días aproximadamente para la llegada de los Protectores.

Pero el suelo tembló en aquel instante.

- ¿¡Qué está pasando!? -. Preguntaron varios tratando de descubrir el origen de aquel temblor.

- ¡Por allí!

Amanda se giró ante las indicaciones de sus hombres. Desde la costa norte pudo observar como, al este del baluarte de la capital, entre este y la flota de Iskandar, se había formado un remolino de agua en pleno mar. Pero este no parecía arrastrar hacía sí los barcos de Iskandar sino que su fin era otro bien distinto, a través de este surgió un buque, el más grande que Amanda jamás pudo imaginar. Un buque de los Protectores que emergió hasta quedarse flotando allí en medio. A través de sus barandillas, torreones de control y puestos de artillería el agua rebosaba hacía fuera.

Absolutamente todos se quedaron en blanco, inmovilizados, sin saber qué hacer.

- Y es así la mejor forma de cortar la cabeza a la serpiente -. Se escuchó decir a alguien con una potente voz que provenía desde la torre más alta del buque -. Paralizándola de miedo hasta que no se pueda mover.

Trenler había hecho acto de presencia en la guerra de occidente, con un solitario buque rodeado al norte, sur y oeste por cientos de cañones y miles de soldados; y al este por cincuenta barcos de guerra. Los Protectores habían hecho su movimiento, un movimiento que jamás se imaginaron en las fuerzas de Iskandar. Ahora, les tocaba a ellos responder.

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