21 jun 2017

La casa de la nueva rosa

- Así que esto es Tilos ¿Eh?

- ¡No tienes tiempo para detenerte a observar, Gael! -. Flora le dio un empujón a su novio, que se quedó pasmado como observaba la capital del reino de Aldmet desde un punto alto de esta.

- ¡Aaaaah, solo quería disfrutar un poco de las vistas! Joder, se ve muy bonita tu ciudad, Alanne.


Sin embargo, la reina no dijo nada. Tenía tanta presión debido a los nervios que no podía articular palabra alguna, al fin y al cabo estaban de vuelta a su hogar. Aquellas calles que tantas veces había recorrido de niña; la permanente verticalidad de sus construcciones unidas mediante puentes, creando literalmente calles en forma de pisos de bastante altitud; el antiguo coliseo de las artes de sangre al este de la ciudad; el río en la zona sur, con el gran puerto de la ciudad junto con sus puentes principales que conectaban con los campos del territorio Barlis; y por supuesto, el castillo donde creció. Desde hacía tiempo se había dado cuenta de que el castillo de la ciudad era bastante pequeño comparado con otros castillos, como el palacio de Ciudad Pétrea o los castillos de Tydoras o Ciudad Pétrea. Pero su tamaño más humilde le transmitía una sensación que le hacía sentirse como más como si estuviese en un hogar que en una gran construcción fortificada, aún más cuando había estado tan lejos durante tanto tiempo, de manera que la nostalgia amplificaba todavía más esa emoción.

Aunque ahora el castillo presentaba un aspecto totalmente diferente. Los Protectores, lord Walton o a saber quien se le ocurrió añadir plantas de manera vertical y transformar la construcción en un baluarte mágico que emitía grandes pulsos que recorrían toda la ciudad. El plan de R-Evolution iba a consistir en aprovecharse de que conocían los secretos de la ciudad, seguramente mejor que los propios Protectores y todo gracias a lo que les había contado Evolution, con los consejos de la propia Alanne incluido. Pero al final el plan tuvo que cambiar por completo, obligándolos incluso a improvisar en el último momento.

- ¿Ya están atacando? -. Preguntaron la mayoría de miembros de R-Evolution cuando Maxwell volvió al barco.

- Así es, he echado un buen vistazo -. Comunicaba el dragón a medida que volvía a adquirir su forma humanoide en la cubierta -. Los rebeldes parecen haber adelantado la fecha del ataque, quizás para sorprender a los ProtectoreS engañaron incluso a los aliados más lejanos con aquellas cartas.

- Un cebo, interesante -. Analizó Gael -. Así que enviaron una gran cantidad de cartas, como a Ryan Fordreigon que estaba a miles de kilómetros. Todo para que hubiesen más posibilidades de que el personal de inteligencia de los Protectores recibiese también esa información. Y así engañarlos.

El barco en el que iba R-Evolution, que se había adentrado en el río Gemelo Central tras bordear toda la zona norte de la península, tuvo que detenerse a unas horas de la ciudad, todo para cambiar su estrategia. A pesar de todo, no tuvieron más remedio que unirse al ataque rebelde dividiéndose en varios grupos.

- ¿No me vas a contar cuál es ese extraño poder tuyo con el que nos sorprendiste en el partido de voleibol? -. Le preguntó Gael a Flora, que avanzaron hasta el parque central de la ciudad, en uno de los puntos de menos altitud de sus edificios.

 La pareja había sido emboscada por Protectores, pero a pesar de todo, el vice-lider le hizo aquella pregunta a su amada sin importar la situación del combate. Concentró su Vitalis en su mano para crear su habitual lanza y mandar unos cuantos a volar. Mientras tanto, Flora apoyó su espalda en la de su novio, para encargarse del otro flanco de enemigos. Con aquella extraña distorsión que creó en el partido de voleibol, creó una onda convergente en su mano que desapareció y apareció entre los Protectores, alterando su forma hasta el centro del vórtice hasta que desaparecieron.

- Ah, vaya... ¿Con que ahora sí que te interesas por lo que soy capaz de hacer, eh? -. Le preguntó ella con resignación, tras bloquear la bola de fuego de un Protector. El hechizo se desvió hacía arriba pero debido a la propiedad de la espada de Flora, pareció comportarse como una pelota que cayó haciendo una parábola hacía el lado enemigo, explotando y mandándolos a volar a varios de ellos.

- Oh, venga, no te pongas así -. Se quejó Gael, bloqueando las nubes gaseosas que habían conjurado sus enemigos creando una multitud lanzas que volaron  desde arriba a tanta velocidad, que el gas se dispersó por el aire -. Encima que te aprovechaste de nuestra relación para cortar el ultra combo que habían creado para mi.


- En la guerra y en el amor... ¡Todo vale! -. Se escudó ella, agarrando la mano de su novio para lanzarlo hacia arriba. Desde aquel punto, en mitad del aire, Gael estaba en la posición perfecta para llevar a cabo el ataque que había practicado recientemente.

- Ultra... Spear... -. Gracias a la ayuda de Flora, no tuvo que calcular el salto con respecto a su lanza, podía concentrar todo el poder desde allí arriba con gran facilidad, añadiéndole por tanto aún más poder -. ¡Cannoooooooon!

La explosión de aquella lanza no arrasó a todos los Protectores, pero sí que destruyó el frente norte del parque, permitiéndoles avanzar hacía el castillo. Así que se aprovecharon de aquello para dejarlos atrás y continuar con su objetivo.

- ¡No os dejaré avanzar! -. Escucharon ambos desde atrás.

- ¿¡Qué coño es eso!? -. Preguntaron los dos al unísono cuando vieron lo que se les cernía. Aquello que les seguía mediante propulsores era una mezcla entre Destructor y Protector. O mejor dicho, un Destructor pequeño que servía como armadura de refuezo para que el Protector contase con toda la protección y seguridad como para atacar libremente.

- ¡Contemplad el nuevo modelo de Destructor: Armazón autómata! -. Gritó el Protector, que empezó a conjurar con la mayor comodidad mientras que el Destructor preparaba sus cuchillas para atacar a ambos con gran rapidez.

De pronto, un proyectil arrasó por completo al robot, partiendo por la mitad incluso al piloto que tenía dentro. El resto de Protectores que perseguían a la pareja, los que provenían del parque anterior, se quedaron helados ante lo sucedido. Se giraron hacia la localización de donde vino el proyectil pero las calles estaban despejadas y no había signos de que hubiese nadie oculto, incluso con detecciones mágicas.

- ¿Un francotirador? -. Preguntaron algunos -. ¡Debe haber disparado desde aquel edificio! -. Señalaron otros al punto más alto visible desde aquel lugar -. ¡Cubrios y arrasad con él!

- Je, seguro que está allí... -. Susurró Gael con tono burlón, que se alegró de comprobar como los Protectores destruían el edificio pero aún así seguían gritando ante la lluvia de flechas mágicas que les estaban hastiando -. Buena cobertura, Sarayu -. Agradeció mediante telepatía.

- No es nada -. Contestó ella a través del hechizo al mismo tiempo que lo susurraba para ella. No se encontraba en el edificio que creyeron los Protectores, a unos ciento cincuenta metros del punto de impacto de aquel modelo nuevo de Destructor. Tampoco en la torre que había más allá, a quinientos metros. Sarayu se estiró desde lo alto del monte donde se encontraba, a unos cinco kilómetros de la ciudad, antes de preparar la siguiente flecha.

- ¡Cubrios del flanco suroeste! -. Ordenaron algunos Protectores para evitar la masacre de aquellos proyectiles, que estaba permitiendo a Gael y Flora avanzar hasta el castillo.

Así lo hicieron algunos, centrándose en los enemigos rebeldes pero teniendo calles enteras como cobertura para que no perdiesen más terreno en la invasión rebelde.


- Como si eso os fuese a funcionar... -. Dijo ella en voz baja desde aquel solitario monte. Preparó la siguiente flecha, suspiró y volvió a coger aire para mantenerlo, cerrando uno de sus ojos para afinar el otro y así, disparar el siguiente proyectil. La flecha penetró el aire con un estruendoso y agudo silbido, y cuando recorrió todos aquellos kilómetros hasta situarse cerca de la ciudad, la flecha reventó para dividirse en decenas de pequeños proyectiles metálicos que descendieron hacía las calles, serpenteando entre las casas y salvando todos los obstáculos. Estos impactaron en multitud de enemigos y mientras que en los Protectores las flechas se clavaban en sus cabezas, los soldados de Aldmet los recibían lejos de sus puntos de vitales para dejarlos fuera de combate pero no matarlos.

- Sarayu es increíble -. Apreció Alanne, que atravesaba uno de los puentes de las zonas más altas de la ciudad, por la cara oeste.

- No es para tanto... -. Bostezó Aegloth, que caminaba con las manos guardadas en los bolsillos de su chaqueta, cabizbajo.

Según el plan de Flora y Gael, la reina Alanne Barlis contaría únicamente con un escolta en su recorrido por separado hasta el castillo, y esa escolta sería Aegloth. Necesitarían a Maxwell y el ex-Protector Dave para adentrarse en la antigua base del GOET y así deshacer la posibilidad de que los Protectores estuviesen preparando algún tipo de trampa como lo hizo Schwarz, según les contó Alanne de lo que ocurrió hace seis años. A pesar de la confianza de la reina en el grupo de R-Evolution, se sentía bastante insegura teniendo a aquel tipo a su lado, pues apenas mostraba interés en hacer nada en serio. Y tampoco es que pudiese decir que le cayese muy bien debido a aquella actitud pasotista continua que tenía.

- ¿Por qué... -. Alanne tragó saliva. Ya estaba lo suficientemente nerviosa con el asalto a su ciudad, así que no podía permitirse acumular a ese temor el hecho de que su guardaespaldas fuese alguien tan vago -. ¿Por qué no valoras lo que ha hecho tu compañera? -. Preguntó con cierta timidez.

- ¿Y por qué debería hacerlo? ¿Por matar unos cuantos Protectores? Psche... -. Se quejó Aegloth, sin pararse ni girarse para hablar con Alanne -. Eso puede hacerlo cualquiera.

- Pero... pero... ¡La distancia desde donde ha disparado y como ha conseguido salvar la cobertura de los Protectores! -. Exclamó ella, algo irritada por la actitud de aquel elfo -. ¿Acaso no aprecias a tus compañeros de equipo? ¿A tus amigos?

Aegloth no dijo nada, pero Alanne observó gustosa desde atrás de como el elfo inclinaba la cabeza aún más hacía delante. Debía estar recapacitando sobre lo que le había dicho, lo cual alegraba a la reina, al fin y al cabo estaba ayudando a un miembro de la organización aliada, al igual que ellos habían ayudado en numerosas ocasiones a Evolution.

- Yo solo quiero... un mundo donde pueda dormir eternamente... -. Se sinceró este -. Qué pereza tanta guerra y destrucción ¿Por qué no estar todos tranquilos viviendo sus vidas?

Aquello terminó desquiciando a Alanne, que intentó controlarse de inmediato y acudió a un golpe bajo, no con motivo de ser rastrera sino para intentar cambiar el punto de vista de aquel chaval.

- ¿Sabes? La primera vez que nos vimos con R-Evolution, tu vice-líder se sinceró acerca del punto de vista que tenía del Evolution que falló hace seis años. Lo hizo no para atacarnos sino para demostrar que de verdad habíamos asimilado aquello y no nos enfurecíamos por los errores del pasado. Así que ahora haré yo lo mismo contigo... Quieres cambiar el mundo, según tú. Pero eso no se va a hacer solo, que lo sepas. Y si sigues siendo así y no reaccionas, puede que al final de hoy te estés lamentando por la muerte de Sarayu, Flora o cualquier otro, como te lamentaste por la muerte de Nerida...

Aegloth se detuvo al escuchar esas palabras finales, Alanne lo hizo también. Por unos instantes, la reina se arrepintió de decir aquello, temiendo que se hubiese pasado tanto y que el elfo se enfadase con ella.

- Tienes razón... -. Dijo con una voz melancólica, lejos del tono monótono de antes -. Soy una basura.

- No, hombre... Tampoco tienes que decirte ese tipo de cosas -. Intentaba reparar la situación Alanne.

- Me concentraré en la misión -. Aegloth finalmente se giró para mirar a la reina Alanne, con una mirada decisiva. Definitivamente el elfo no quería que muriese nadie más, fuese de su grupo o de Evolution.

- Me alegro, de verdad -. Agradeció. Con el elfo aún mirando hacía detrás, hacía ella, Alanne pudo distinguir un destello enfrente de ellos -. ¡Aegloth, cuidado!

Pero el elfo no pudo devolver la mirada hacía el frente y reaccionar a tiempo. Un puño de hierro cayó desde lo alto a ambos, provocando un gran temblor y estruendo en el suelo y levantando gran cantidad de polvo. El cuerpo de Aegloth fue volando por los aires hasta impactar en una de las casas de los laterales. Con el rebote tras impactar en la pared, fue apresado por una mano metálica.

- ¡Aeglooooth! -. Gritó Alanne.

A ella no le había pasado nada debido a que surgió del suelo una especie de oscuridad condensada, con ojos y fauces que se enrolló en torno a ella, creando una cúpula protectora. Ahora lo entendía, Aegloth decidió defenderla por completo antes que arriesgarse a crear una cúpula más amplía para ambos, lo que quizás no hubiese sido posible debido a la sorpresa del ataque.

- Exequia Metalcrusher -. Se presentó un Protector grandullón y calvo, con la mitad de la cabeza mostrando una serie de implantes robóticos, pareciendo más que aquel tipo fuese un cyborg en lugar de un humano. Sostenía tan solo la mitad de su espada, y alrededor de su cuerpo estaban las partes de un gólem de hierro gigante, que era con el que había atacado en primer lugar y atrapado a continuación al elfo.

Aegloth presentaba numerosas heridas y contusiones debido a la potencia del impacto y ante su impasibilidad hacía aquel Protector, el Exequia sonrió y, controlando la mano únicamente con su voluntad, hizo que apretara el pequeño cuerpo del elfo aun con más fuerza. Se escuchó el crujido de los huesos siendo pulverizados, de la sangre surgir de la boca, nariz y ojos del niño a causa de la presión, pero seguía sin mostrar ningún tipo de gesto de dolor o de soltar palabra alguna.

- ¿Con que la reina Alanne, eh? Bien ¡Es un gran tesoro para capturar! -. Metalcrusher mandó a la otra mano a por la reina, pero esta fue agujereada y cortada en distintas partes antes de que alcanzara su objetivo. Aquella oscuridad había vuelto a surgir para pulverizar la mano en un instante.

- Lo siento, pero tengo una misión: Proteger a la reina Alanne Barlis a toda costa -. Anunció él.

- Aegloth... -. Soltó Alanne con gratitud. Ahora era su turno, con el Protector desprevenido, acabaría con él con su poder del Eterno. Sin embargo, sintió una punzada en su vientre, el embarazado entraba ya en sus últimas semanas y con ello, la movilidad y capacidad de la reina para generar poder de creación se reducía enormemente -. ¡Acaba con él! -. Le pidió con impotencia.


- Bien... -. La mujer a la que habían encomendado servir le había dado una orden clara y concisa. La mano que le apresaba fue engullida por la oscuridad que el elfo emitía. Aquella oscuridad llena de ojos y bocas que sumió en el terror y desconcierto al Exequia -. ¿Así que incluso los Protectores pueden llegar a sentir este nivel de miedo? -. Advirtió Aegloth.

La masa negra empezó a envolverlo todo, y las bocas devoraron el metal que rodeaban y protegían al Exequia con suma facilidad, como si para aquellos seres aquel material fuese tan solo papel.


- No te preocupes, esta oscuridad no te va a devorar. Al contrario que la reina Alanne, tú no eres un gran tesoro -. Le devolvió Aegloth lo que el Exequia dijo antes y acto seguido, juntó sus manos para crear un agujero negro que empezó a levantar una gran ola de viento, producto de que ya había empezado a devorar el aire.

- ¡Es un monstruo, aaaah!

El Protector, completamente ido y luchando por sobrevivir, se dio media vuelta y trató de huir, pero la fuerza del agujero negro era mayor y pronto cayó al suelo, tratando de agarrarse a cualquier superficie rugosa del suelo para no ser absorbido.

- No, vosotros sois los verdaderos monstruos, forzándonos a ser así para tener que aplacaros -. Sentenció el elfo.

Finalmente, la silueta del Protector se alargó cuando sus piernas estuvieron cerca del agujero negro que tenía el elfo entre sus manos. Como si su cuerpo de repente fuese una tira alargada y fina, fue completamente absorbido hasta desaparecer por completo.

- Impresionante... -. Reconoció Alanne, boquiabierta.

- Sigamos -. Sugirió el elfo, ofreciendo su mano para ayudar a la reina a levantarse.

No muy lejos de allí, Maxwell y Dave se abrieron paso por completo en la base del GOET. Los enemigos que allí habían no eran rivales para la combinación de un ex-Protector de R-Evolution y un dragón de Evolution.

Ex-Protector Dave

- ¡Joder, qué pasada! -. Suspiró Dave tras estampar con su martillo la cabeza de un Protector en la pared del subsuelo -. Y pensar que me he perdido todo el campamento de entrenamiento y el asalto a Ciudad Pétrea.

- No te preocupes -. Maxwell apresó a un grupo de enemigos con sus garras de dragón, aunque el resto del cuerpo de este seguía en su forma humanoide. Tras eso, les bañó con ácido, con lo que gritaron de dolor y agonía sin que pudiesen huir de la presa de las garras -. Cuando acabemos con esto, tanto nosotros aquí como ellos allí, podremos entrenar aún más todos juntos. Además, seguro que te recuerdan.

- ¡Eso espero! Aunque tampoco hablé mucho con ellos -. Recordó Dave de su misión en El Primer Puño. La única imagen que mostró hacia el, por entonces, apenas conocido Evolution fue el de un Exequia bastante exigente con sus hombres -. ¡Y a ver qué ha pasado con mi amigo Bartolomeo, que cuánto tiempo sin verle!

Poco a poco, fueron avanzando sin problemas limpiando los pasillos de enemigos, Destruyeron hasta el último de los rituales que habían formado en sus enormes salas y sellaron las salidas alternativas para evitar que pudiesen volver a entrar por puntos que no pudiesen controlar. Pero cuando todo estuvo acabado...

- ¿Quién eres tú? -. Preguntó Dave, extraño ante aquella extraña silueta.

- Sois vosotros los invasores, no yo -. Aquel tipo, un hombre joven y alto con el pelo castaño largo pero desbaratado, tenía un ojo de color celeste y otro con la pupila hendida, como el de una fiera. Portaba una chaqueta larga grisácea, junto con unos pantalones negros -. No se que os creéis destruyendo todo esto, pero alguien os tendrá que enseñar modales, jovenes criaturas.

Aquel tipo empezó a desprender un aura oscura que rodeó su cuerpo como si fuese un manto protector. Aquello, sin duda, ya lo habían visto, aunque cada uno en lugares y momentos completamente distinto.

- Vitalis... -. Dijeron al unísono. Pero no podía ser, aquel tipo no desprendía un Vitalis perfecto como sí lo hacían los sujetos que controlaban los Protectores, de manera que no podía ser de la organización ¿Entonces quién era?

Gael y Flora ya habían conseguido llegar hasta el patio del castillo pero desde hacía unos minutos no lograban avanzar más. Un único enemigo estaba bloqueando su camino y luchaba contra ambos, al mismo tiempo que lograba bloquear los proyectiles de Sarayu desde la gran distancia.

- Sin duda, eres fuerte... -. Apreció Gael al mismo tiempo que llevaba su mano hasta la brecha que tenía en su frente.

- Así que De Gwynt ¿Eh? -. Recalcó Flora, con impotencia.

La Almirante Sumia de Gwynt bloqueaba el paso de la pareja de R-Evolution, sin ningún rasguño en su cuerpo, enfundado una simple katana con la que había bloqueado todos los ataques. Frente a ella surgió un holograma de lord Walton.

- ¡Qué suerte contar con la ayuda de una Almirante entre mis hombres! Gracias a eso he podido tener tiempo para el siguiente protocolo de defensa. Veréis, señores invasores, tenemos el gran privilegio de contar con transportadores que conectan con las Islas Verdes, de manera que podemos pedir refuerzos inmediatamente. De manera estándar solo podemos contar con un Almirante y sus hombres, pero voy a tener la gran suerte de contar con dicho Almirante al mismo tiempo que la señorita De Gwynt, que estaba de paso.

- No necesito que mandes a nadie a ayudarme, lord Walton -. Le espetó Sumia con indiferencia -. Puedo encargarme yo sola.

- Lo se, Almirante. Pero es el protocolo, no lo puse yo sino el lord Protector Trenler.

- Bah, sea como sea, acabaré con esto antes de que llegue -. Sentenció, haciendo desaparecer su katana al mismo tiempo que hacía aparecer una espada corta, completamente blanca desde la hoja hasta la empuñadura, salvo por las dos gemas del Protector engarzadas en la guarda -. Destrúyelos, Hecatonquiros.

En el suelo, sobre el cesped, la silueta de la sombra de Sumia de Gwynt cambió de forma, saliendo d ella numerosos apéndices alargados y puntiagudos.

- ¿Qué son esas katanas gigantes... -. Gael estaba atónito, completamente bloqueado por lo que estaba viendo.

- Contemplad el castigo a vuestra osadía de alterar el orden, intrusos.

Flora y Gael estaban en una situación problemática. Ya habían pedido ayuda a sus compañeros pero a Aegloth y Alanne les quedaban todavía un rato; Sarayu iba a colocarse en una nueva posición para poder disparar con más eficiencia, sin que sus proyectiles perdiesen tanto poder debido a la lejanía; Dave y Maxwell estaban en problemas con aquel extraño tipo con el que se habían encontrado en la base del GOET. Incluso a las tropas rebeldes les quedaba todavía más avance por la ciudad, de manera que la pareja fue flanqueada por Protectores, que cortaban su retirada.

- Joder, qué putada... -. Sonrió Gael.

- Pues sí, la verdad es que si no fuese por ella, este hubiese sido un buen momento para preguntarte una cosa, Gael.

- ¿Eh, qué cosa? -. Se interesó este.

- Pero aún no nos habéis acorralados, Protectores -. Continuó la líder de R-Evolution sin prestar atención a su novio -. Aún tenemos a nuestra gran as para protegernos de vuestro abrumador poder...

- ¿Pero a qué te referías? -. Volvió a preguntar Gael.

Hubieron una consecución de explosiones en la muralla y patio donde se habían situado los Protectores. Varias esferas que orbitaban como si fuesen pequeñas galaxias habían surgido entre ellos, emitiendo varios rayos que destruían el grueso de sus tropas.

- ... Con su increíble magia -. Terminó Flora.

- No hace falta que me echéis tantas flores -. Por detrás de ellos apareció caminando Iris Lien con total tranquilidad -. Otro De Gwynt, perfecto. Ampliaré aún más mi estadística invicta contra ese apellido...

- ¿Qué has dicho... ? -. Preguntó Sumia con rabia.

- Oye ¿Pero qué me ibas a decir? -. Gael aún seguía interesado en lo que le había dicho Flora, insistiendo sobre ello continuamente.

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