27 jun 2017

La enésima y definitiva oportunidad, parte 3



- ¿Entretenerte? Qué obstinados son todos los Trenler -. Sonrió Albert con suficiencia -. Ten cuidado, mocoso Trenler. Quizás llegue el día en el que alguien sea capaz de borrarte esa sonrisa de tu rostro.

- Oh ¿Y ese serás tú? ¿Aquel que no pudo vencer a nadie de mi apellido? ¿Aquel que tuvo que traicionar a su maestro cuando más debilitado estaba porque nunca fue capaz de confrontarlo directamente? No lances amenazas vacías, vieja reliquia del pasado.

- Silencio -. Atajó Kpim -. No pienso luchar de tu lado... -. Amenazó a Albert después de todo lo sucedido hace unos minutos, alejándose de él varios metros para ponerse en guardia ante sus dos enemigos -. ... Ni voy a permitir que me arrebates mi reino. Tú, que luchas como un rey y no como un guerrero, lanzando armas sin empuñar ninguna.

- El niño sabe hablar -. Trenler apartó la mirada del joven rubio para centrarla en el chaval que se ocultaba tras aquellas gruesas placas negras -. Ten cuidado, Kpim, este escenario se te queda grande.

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- ¡Puño... de Hextor!

La onda oscura ocupó casi todo el ancho de la sala del trono donde se encontraban, pero la explosión fue desviada hacía el techo, reventándolo por completo junto a las cristaleras más altas. Trenler convocó varias armas convenientes para poder desviar tal poder destructivo que había surgido del mandoble de Kpim.

- Ese mandoble... No está nada mal. Creo que me lo quedaré -. Sin hacer un solo movimiento, al igual que cuando se defendió del Puño de Hextor, Trenler abrió más portales y esta vez lanzó varias decenas de armas directas a por Kpim.

El profeta de Hextor blandió su espada con firmeza y recibió la primera tanda de armas desviándolas con su hoja. No obstante, la velocidad con la que Trenler podía atacar era superior a la de los reflejos del paladín, de manera que varias espadas se clavaron en su armadura, aún sin herirle pero provocando por la fuerza del impacto que retrocediese deslizándose por el suelo aún de pie.

- No me he olvidado de ti, escoria de los Hijos de Hextor -. Varios portales se giraron para apuntar hacía Albert, que observaba tranquilamente cómo su enemigo se preparaba para atacarle.

- Lo siento, pero me temo que tus fuentes de información no son tan fiables -. Le dijo, alzando la mano ante las decenas de armas, que fueron con tanta velocidad hasta él que tan solo se veía la estela de sus auras mágicas brillantes. Pero todas ellas se detuvieron lentamente hasta quedarse flotando inmóviles frente a Albert -. Ya no tengo nada que ver con la ideología de Hextor.

Trenler gesticuló por un instante una mirada de sorpresa. Era la primera vez que alguien conseguía detener sus armas con tanta facilidad, neutralizando la telequinesia con las que eran disparadas como proyectiles. Es más, cada arma tenía su propio hechizo de fuerza para ser impulsada, con distintos matices de auras en cada una, todo para que un lanzador de conjuros experimentado no pudiese controlarlas a todas ellas al mismo tiempo, no al menos sin contrarrestar cada sortilegio de manera individual. Pero Albert había conseguido detenerlas todas, y lo que es peor, había conseguido que Trenler no pudiese volver a manejarlas a su voluntad; que ya no fuesen suyas.

- ¿¡Te atreves... a poner tu asquerosa aura... en mi colección sagrada!?

- El orgullo es el peor arma de un Tren...

Albert tuvo que detenerse de hablar, los portales fueron abiertos en su espalda y lanzaron una rápida acometida casi a melé, de manera que no podría evitar esta vez la andanada con el mismo truco. De nuevo, se produjo un estallido y el polvo inundó con una densa bruma la zona donde se encontraba Albert. Esta vez Trenler había alzado su mano para controlar sus armas y poder abrir aún más portales. De su espalda surgió un aura oscura que se materializó en forma de Kpim, con su mandoble en alto listo para sorprender por la espalda al lord Protector.

- Tregua del tiempo, dos pasos -. En ese momento la silueta de Trenler se dividió en dos y justo entre ellos pasó el afilado filo de la Noche Eterna -. Génesis de la vida: Destrucción lisosómica -. Dijo uno de los dos cuando le puso la mano en la armadura a Kpim. El otro, sin embargo, siguió centrándose en Albert -. No escaparás... -. Albert había conseguido salir de allí mediante un sortilegio espacio temporal, fue sorprendido de nuevo con la velocidad de convocación de armas de Trenler, pero esta vez todas ellas fueron bloqueadas por varias armas más -. Usando mis propias armas, las que paraste antes, contra mi...

- Aaaaaaaargh... -. Se escuchaba dolerse a Kpim, se quitó el yelmo apresuradamente y se pudo ver en su rostro como este se estaba descomponiendo, como si estuviese sufriendo una rápida necrosis.

El suelo que pisaban ambos Trenler tembló y las losas fueron engullidas ante la aparición de un serpenteante esqueleto gigante que atrapó entre sus fauces a los lord Protectores.

- Un clon -. Analizó Albert mientras que las piezas de armadura del Kpim que se estaba desintegrando estaban desapareciendo como si estuviese hecha de una arena ennegrecida -. No es un conjuro, sino un cuerpo real. Qué macabro.

Del agujero del que había aparecido la sierpe esquelética surgió Kpim, que apuntó a sus dos enemigos, conjurando un poderoso poder de su mandoble. Albert soltó una leve carcajada con desprecio, por lo cegado que podía estar una herramienta de un dios aun en momentos de peligro donde debían permanecer unidos, aunque ninguno de los dos quisiese.

- Sangre de los fieles.

Albert no tuvo más remedio que trasladarse fuera de la derruida sala del trono hacia la azotea del castillo, para esquivar la densa energía negativa que empezó a inundar todo el recinto como si fuese una marea negra. Al mismo tiempo pudo observar como el cielo estrellado era eclipsado por un manto que se condensaba y concentraba en un solo punto descendente, el mismo punto por el que ascendía Trenler, aún atrapado.

- Tsche... Que estas moscas molestas me obliguen a ponerme medianamente serio -. Abrió un único portal y sacó una lanza negra con un filo verde -. Destrúyelo, Lanza Portadora de la Destrucción.

El esqueleto fue inmediatamente reducido a polvo, con los restos de su estructura siendo desintegrados en pocos segundos. De la misma forma se detuvo en el aire y concentró el poder del artefacto que portaba en ese momento hacía la energía que se concentraba desde el cielo, un haz verde brillante destruyó por completo el poder de Kpim, con una facilidad apabullante. Simultáneamente, en el suelo, Albert evitaba el intento de aquella marea por engullirle con algún sortilegio repulsor.

- Esa lanza... -. Albert Lerker centraba su atención en lo que sucedía encima suya, a varios cientos de metros. Recordaba muy bien el arma que ahora sostenía el lord Protector, tan bien que sentía como una sensación de frustración e incomodidad se iba apoderando poco a poco de él.

- ¡No te atrevas a ignorarme! -. Con una voz profunda y completamente distinta, un ser engullido en una energía oscura que Lerker conocía también muy bien cargó hacía él, rompiendo el sortilegio repulsor.

Kpim lo había conseguido. Antes de que Albert pudiese contraatacar con algún otro sortilegio, el espadón se hundió en su hombro, arrancándole el brazo de cuajo. El que fuese Hijo de Hextor mostró con tono de desagradable sorpresa un rostro que reflejaba el dolor y el desprecio hacía Kpim e intentó de nuevo conjurar un fatal hechizo para destruirlo. Pero el paladín se preparó apropiadamente para ello golpeándole con un conjuro arcano de Bigby, un poderoso hechizo de fuerza que le hizo volar por los aires hasta estrellarse y derrumbar uno de los dos torreones del castillo de Rostov.

- Es entretenido ver cómo dos insectos luchan entre sí, pero el juicio de un dios debe caer sobre vosotros -. Toda la capital se iluminó de un color dorado. Trenler había abierto tantos portales que había cubierto el cielo con un manto dorado casi homogéneo en el cielo.

- ¡Un arma o diez mil, ninguna podrá detenerme! -. Gritó el Kpim, invadido por la energía oscura en su cuerpo como su nueva armadura.

- Sed reducidos a polvo... Sentencia de la Doncella Suprema.

Todos los portales brillaron y lanzaron sus armas hacía Kpim y hacia donde se encontraba Lerker. Eran un número absurdo, cientos o quizás miles de ellas. Tantísimas y todas ellas bañadas en un aura dorada hacían brillar el cielo con tanta intensidad que parecía haberse vuelto de día repentinamente. Kpim sostuvo con fuerza su mandoble y concentró absolutamente toda la energía oscura en su hoja. Nunca había probado algo así pero desde luego tenía que contrarrestar la gigantesca capacidad ofensiva de su enemigo con algo parecido. El haz del Puño de Hextor más poderoso que Kpim había lanzado nunca ascendió como una gruesa columna que fue capaz de desviar las armas dirigidas hacía él.

Aunque las armas desviadas fueron a parar la ciudad de Rostov, creando una lluvia de destrucción sobre los hogares de los aldeanos de la capital de Gran Hiullal. A Kpim no pareció importarle en absoluto, totalmente al contrario. Se había centrado en aquellas armas que fueron lanzadas con efecto para salvar cualquier intento de defensa del profeta de Hextor, pero él ya había lanzado su mejor ataque y se había quedado casi sin fuerzas, de manera que, aunque bloqueó casi una decena, el resto se clavaron esta vez atravesando de lleno su armadura completa y clavándose en su cuerpo.

- Qué descarado. Incluso con el ataque que he lanzado te atreves a mandarme un haz directo hacía mi -. Acusó Trenler, abriendo un nuevo portal cerca de la mano libre pues la otra aún sostenía la lanza Portadora de la Destrucción -. De nuevo, tengo ante mi un soñador que cree que es el centro del mundo... Otro sueño más que he de destruir -. Del portal surgió una daga de hoja torcida varias veces, como si el metal tuviese la forma de un rayo -. Despiértale, Destructor de Normas.

Y de pronto, sin que se produjese ningún estallido ni se crease barrera alguna en la trayectoria del haz, este desapareció en un instante. Kpim, malherido, miró hacía arriba con los ojos desorbitados y boquiabierto.

- ¿Qué... Acaba de... Suceder?

- Esta es la realidad del mundo al que perteneces, humano -. Trenler descendía lentamente para posarse de nuevo en el castillo -. Vosotros estáis atados a límites que creéis que podéis superar, pero aquí estoy yo para mostraros cuál es la diferencia entre vuestra sangre y la mía, que es como la diferencia entre la tierra y el cielo.

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- Entonces... ¿Puedo atacar ya?

Una nube de insectos voladores fueron directos a por Trenler. El lord Protector se defendió rápidamente con distintos sortilegios al mismo tiempo que elegía aquellas armas de su amplio repertorio que pudiesen tener la capacidad de crear grandes llamaradas. Contempló satisfecho como aquellos bichos inmundos eran desintegrados por el fuego, pero entonces cada uno de ellos mostró una pequeña mota morada en su interior después de que sus minúsculos y quitinosos cuerpos desapareciesen.

- ¿¡Un conjuro oculto en cada uno de ell...

Hubo un destello violeta que se expandió rápidamente, aunque sin producir ruido alguno. El aura que se esparcía hacía desaparecer cualquier cosa que tocaba, como hizo con el suelo de la azotea o los torreones del castillo. Trenler fue alcanzado aunque desapareció justo a tiempo para evitar morir de una sola acometida.

- ¿Escondiéndote en tus propios portales? Qué humillante debe de ser para ti -. Lerker caminaba lentamente por los restos de azotea que aún quedaban intactos después de aquel sortilegio. Se dirigía hacía el borde del castillo, a observar el patio que separaba el edificio de la muralla que rodeaba el monte en Rostov.

Son muy poderosos -. Pensó Kpim con pesar, apretando su puño pero también tosiendo otra flema de sangre -. Necesito ese poder, necesito ser tan fuerte como ellos. 

Un portal dorado surgió en el patio y Trenler apareció de este. El lord Protector pudo observar como Lerker no tenía ninguna herida en su cuerpo salvo el corte producido anteriormente por Kpim, que le despojó de su brazo derecho.

- ¿Qué tal se siente eso, viejo Trenler?

- O sea que ninguna de mis armas han logrado alcanzarte, eres muy moles...

Pero Trenler se detuvo, extrañado. Aquel no era Lerker. Podía tener su mismo cuerpo pero la mirada era completamente distinta, sus ojos rojos parecían brillar con gran intensidad en mitad de la oscuridad de la noche. Incluso su forma de hablar había cambiado por completo.

- ¿Quién eres tú?

- Je...Parece que te has dado cuenta. Dime una cosa, viejo Trenler ¿Vas a usar esa lanza contra mi? Porque si es así, no me contendré en absoluto.

No puedo hacer nada... Maldita sea... -. Aprovechando que Kpim estaba fuera del centro de atención de aquellos dos monstruos, se preparó para retirarse conjurando un sencillo sortilegio -. Debo buscar aquello que me haga más fuerte, aquello que rompa los límites de los que habló ese gilipollas.

Trenler se percató del hechizo que había hecho Kpim y que había provocado que este desapareciese de su vista y rango de detección.

- Veo que nos hemos quedado solos ¿Quieres probar un poco de aquello que recorre tu sangre? ¿Acaso te crees un Trenler? Nunca lo serás, farsante.

- No te equivoques, no tengo interés en ser como vosotros. Yo tengo aspiraciones mucho más altas -. Sonrió Lerker a medida que fue rodeado de más insectos voladores.

Una nueva oleada de armas fueron lanzadas en dirección a Lerker, pero esta vez no fueron detenidas por este como con la primera, sino que aparecieron más insectos de la nada para que hiciesen de carnada y detuviesen los impactos de esta. Se concentraban en grandes plagas en distintos puntos para así detener las espadas, lanzas, hachas, etc. Trenler tuvo que desinvocar rápidamente aquellas que no solamente habían sido detenidas sino que empezaban a recubrirse de insectos quién sabe con qué motivo. Alzó su mano para conjurar rápidamente portales con la intención de volverle a sorprender y, al mismo tiempo, conjurar diversos hechizos primigenios con los que destruir a aquel sujeto. Pero al contrario que al inicio del combate, ahora era Lerker el que no movía un solo músculo para anular por completo la ofensiva de su rival tan solo con los bichos que volaban a su alrededor.

- Estos insectos tienen una porción de mi propia alma en su interior. Luchar contra ellos es como luchar contra mi propio poder... Desde luego no es tan vistoso como tus queridos portales con tu infinito repertorio de armas. Pero como ves, es mucho más efectivo.

Una cuchilla negra rajó el aire por encima de Trenler en una acometida vertical hacía este. El lord Protector intentó detenerlo con sus armas pero todas las que usó para ello fueron totalmente destruidas. Intentó conjurar algo para detener aquel sortilegio pero el dolor de la herida provocada por el aura violeta anterior le hizo retorcerse, sin más remedio que rodar por el suelo para evitar ser alcanzado.

- Yo... ¿Estoy retrocediendo? -. Trenler seguía sin dar crédito a lo que estaba ocurriendo.

- Has esquivado un desgarro que he conjurado, capaz de cortar la propia realidad, enhorabuena. Y ahora... ¿Podrás esquivar lo siguiente?

Una acometida de poderosos sortilegios tan rápidamente elaborada por Lerker surgían de los insectos que ya rodeaban a Trenler. Este alzó ambas manos y gritó con desgarro, trató de bloquear todos los hechizos con las armas adecuadas. Tuvo apenas unas pocas milésimas de segundos para analizar el hechizo y elegir el arma correspondiente para contrarrestarla, pero incluso eso era demasiado para él. Fue superado y terminó herido a causa de los sortilegios, que crearon a su vez una consecución de explosiones que iluminó el patio y las paredes del castillo.

- La resistencia de los Trenler... Qué asco me dais -. Despreció Lerker al ver que Trenler seguía todavía vivo con tan solo un brazo inutilizado por las graves heridas, cuando cualquier otro hubiese quedado reducido a la nada.

- Cuando acabe contigo... No va a quedar nada de ti... ¡Escoria! -. Por primera vez, Trenler juntó ambas manos, concentrando cada célula de su cuerpo -. ¡Tregua del tiempo, diez pasos!

Las diez copias de Trenler cogieron un arma de los portales que se abrieron para cada uno de ellos. Uno recibió la Lanza Portadora de la Destrucción, otro el Arco Caminante del Vacío que usó en su duelo contra Argoth; los demás distintas armas de leyenda que pertenecieron a ese mundo o incluso al mundo de los dioses, como el Mjolnir.

- Dividiéndote tanto te has debilitado en gran medida, pero cada uno de vosotros porta un arma interesante -. Analizó Lerker, con una mueca de asco -. ¿Con que quieres acabar esto de un solo ataque? Muy bien...

Lerker alzó su único brazo disponible, preparado para lanzar su mayor ataque. Sin embargo, notó una punzada de dolor que le hizo retorcerse e incluso clavar la rodilla en el suelo.

- ¡Idiota, no me interrumpas justo ahora! -. Gritó él, golpeando el suelo con su puño izquierdo -. ¡Deja libre mi cuerpo, maldito insecto! ¡No dejaré que me poseas más! -. Gritó de nuevo, aunque con un tono ligeramente distinto al de antes.

Trenler no sabía qué ocurría, pero sonrió.

- Parece que tu poder tiene un alto precio, qué lástima -. Terminó diciendo justo antes de lanzarse él y todas sus copias a por Lerker mientras empuñaban sus armas más poderosas.

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- ¿No... Estoy... Muerto?

Albert abrió los ojos y vio un cielo nublado del que caía una gran cantidad de nieve por la ventisca que se había levantado. A pesar de que se acordaba ligeramente de lo ocurrido, se sorprendió al ver que volvía a disponer de su brazo derecho y que su cuerpo no presentaba herida alguna, la túnica de Hextor con la que había llegado al castillo de Rostov para reunirse con Kpim estaba impoluta de sangre, tan solo manchada por la nieve.

- ¿Instante de presencia, eh? -. Sonrió con cierta melancolía.

Ese poderoso hechizo prohibido le salvó una vez, precisamente del ataque de un Trenler, aunque en ese momento su enemigo no atacaba solo sino que lo hizo en conjunto con un ataque combinado. Recordaba perfectamente aquella escena, en el patio de la taberna donde la CDA y Godafrid Malkrough habían reunido a grandes héroes de todas partes del mundo, todo con la intención de derrotar a los Hijos de Hextor y al ejército de fieles que este había conseguido. En ese momento Lerker, con la ayuda de su Mente del Enjambre, pudo saber de la localización de la reunión y reunir a sus hombres para atacar el lugar.

La CDA junto a Zailev Trenler intentaron detenerle, pero fue en vano. Cuando creyeron que lo habían conseguido, Lerker había conjurado uno de los hechizos más poderosos de su arsenal, el Instante de Presencia; Un sortilegio espacio-temporal con el que separaba su alma de su cuerpo instantes antes de que este fuese asesinado, para después volver creando uno nuevo para él. Y de nuevo, parecía que ese conjuro le había vuelto a brindar una oportunidad, la enésima y definitiva.

- Esto aún no ha acabado, Trenler -. Dijo Albert mirando al cielo -. Tarde o temprano nos volveremos a encontrar y tarde o temprano resolveremos esto de una vez por todas.

Dicho aquello, se incorporó y quedó horrorizado ante lo que vio. La ciudad de Rostov había sido destruida por completo, resultado colateral de los ataques de gran magnitud que habían sido desatados por los tres durante la noche anterior. Le aterró aún más el ver que no había nadie en las calles, socorriendo a posibles víctimas atrapadas o haciendo labores de limpieza de escombros. Eso solo podía significar que absolutamente nadie había quedado vivo después del ataque.

- Eyra... -. Recordó Albert, con un calambre interno producto del dolor de imaginarla muerta.

Aquella niña que había conseguido salvarle del monstruo que tenía en su interior se habría sumado a las miles de muertes que ahora llenaban las casas de Rostov. Su esfuerzo quedó reducido a la nada, pues de nuevo había perdido el control y esta vez completamente ante el rival que tenía ante sí.

- Primero tú... -. Recordó a la elfa que tanto significó para él -. Y ahora incluso esta niña... ¿Por qué... ¿¿¡POR QUÉ!??

Sin haberse dado cuenta, Albert cayó de rodillas y empezó a golpear el suelo con furia. Entonces se dio cuenta de que le escocían los ojos, los abrió y pudo ver como unas gotas cristalinas cayeron al suelo.

- Yo estoy... ¿Llorando?

Al igual que cuando recuperó su cuerpo pudo volver a sentir el frío o el dolor físico, ahora que no era aquel amasijo de gusanos también podía sentir dolor emocional y con ello, llorar. Hacía tanto tiempo de la última vez que ya se había olvidado de lo que se sentía. Porque aquella niña, Eyra, había muerto por su culpa. Por estar allí, en aquella ciudad, justo el día en el que él aparecía.

Trenler le andaba buscando a él. Poco después de su aparición en la sala del trono mencionó algo sobre un trato, o sea que estaba cumpliendo la parte de un pacto con otra persona.

- Me aseguraré de encontrarte, Trenler. Me aseguraré de matarte a ti y a todo aquel que haya tenido que ver en esto...

Su dolor le hizo acordarse de las palabras de Eyra, y entonces tuvo una revelación.

"Y si puedes pedir un deseo en este preciso instante ¿Cuál sería?"

"Mmmm, pues... Tener suficiente dinero para que mi familia y yo podamos vivir bien, y también curar la pierna de mi padre ¡Y viajar, lejos!"

- Viajar... Lejos... -. Repitió él al acordarse del deseo de la niña. Quizás con el dinero que le había dado a aquella familia, quizás antes de que llegase la ventisca...

Colocó sus manos en el suelo, cerró los ojos y pronunció el nombre completo la niña "Eyra Astrid" al mismo tiempo que recordaba su apariencia, cada detalle en su rostro, absolutamente todo. Minutos después, cuando terminó de conjurar, volvió a abrir los ojos, esta vez sin lágrimas presentes.

- Sigue viva...

Albert volvió a mirar hacía el cielo. Ahora tan solo debía preocuparse de una sola cosa y era de él mismo. Debía encontrar una solución a su estado antes de que, con el paso de los años, su personalidad menguara y acabase perdido contra el monstruo que él mismo creó; el mismo monstruo en el que él mismo se convirtió.

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