21 jun 2017

Madre no hay más que una

- Jennefer...

Jennefer Von Einzbern



La última vez que Ilyasviel Von Einzbern vio a su hija, esta apenas tenía tres años de edad. Fue poco después del segundo accidente en el laboratorio, que generó el Vitalis que ahora recorría la sangre de personas como Akshael, Raenia o Raeric. Aquellos años fueron los más difíciles para la doctora; pues tuvo que elegir entre su trabajo que comenzaba a mostrar signos de deslealtad hacía los Protectores; y su deber, por el bien del mundo que habitaba y lo que iba a ocurrir en las décadas posteriores. Lo malo de aquella decisión es que en el mismo punto de la balanza donde se hallaba su obligación con los Protectores, estaba también su familia. Dejar atrás su papel como doctora sería dejar atrás a su marido y su hija, y quien sabe si podría volver a verlos alguna vez. Pero no tuvo más remedio, finalmente eligió el camino más complicado, pero el que era correcto: decidió dejar atrás toda su vida y partir para arreglar ella misma su gran error. El mismo error que iban a cometer los Protectores si decidían seguir actuando como si fuesen dioses del mundo, jugando con la propia creación de vida.

Ilyasviel tardó en darse cuenta, pero finalmente rectificó en su senda. Estuvo dispuesta a abandonar los Protectores, pero no lo haría con las manos desnudas. Llevaría consigo el cetro que amplificaba su propio poder, el mismo poder que le había hecho llegar tan lejos. El mismo poder que había ayudado a crear el Vitalis. Y tampoco dejaría las Islas Verdes sola, a ella se le unieron Fred Marc, Wartor Brav, Zeivier... Sus compañeros fueron impulsados por el mismo punto de vista que tuvo ella. Todos juntos, dejaron atrás a los Protectores.

Casi veinte años habían pasado desde entonces, desde aquella despedida. Fred y los demás le dijeron que saldrían durante la noche, así que en aquella cena fue la última vez que vio a su hija. Con los ojos empañados por las lágrimas, teniendo que parpadear varias veces para poder discernir bien el rostro de aquella niña, Ilyasviel la abrazó y le dijo lo mucho que la quería. Jennefer Von Einzbern crecería sin su madre y apenas tendría memoria de ella y de lo mucho que le importaba, a pesar de que no pudiese estar allí para ella.

Y ahora, allí se encontraba. Una mujer de veintisiete años de edad, con gran porte, un magnífico cabello rubio parecido al que tenía Ilya a su edad y su particular heterocromía, con el ojo castaño heredado por ella, y el ojo verde azulado heredado de su padre. No era únicamente belleza lo que acompañaba a su hija, sino también poder. De un sortilegio había sorprendido al grupo y había derribado a Rezjorvaiyan, quien se levantaba entre los escombros mientras tosía bastante sangre.

Ahora era su deber estar allí.

Dejó que el resto se adelantasen para ir a por Luriel.

Detener a su hija era la carga que debía soportar.

- ¿Quién eres tú, niña? -. Le preguntó ella con un tono distante.

- Soy la que va te va a regañar por haber herido a mi compañero de equipo -. Todavía no era el momento. Así lo sentía Ilya, que no quería desvelar su verdadera identidad para causar un efecto mayor en su hija y así poder apresarla. Conjuró su cetro sellado, que apareció en sus manos como si fuese una masa negra y viscosa pero al mismo tiempo firme y solida -. Recuperate, Rezjor. Yo me encargo.

- Por supuesto, no soy quien para entrometerme en este tipo de cosas... -. Mencionó él con cierta elocuencia.


Ilya cargó contra su hija, quien la estaba esperando para poder contraatacar. La madre alzó su cetro para detener el conjuro que hiciese, pero antes de que pudiese hacerlo esta salió por los aires debido a la ráfaga de viento que surgió desde la mano de Jennefer. A pesar de la edad, Ilya pudo lanzar una variación de levitación para no estrellarse en la pared de la casa hacía la que había sido enviada, sino que se apoyó en esta y volvió a coger impulso para contraatacar.

- Qué tontería... ¿Crees que lo que te ha empujado ha sido solo aire normal?

- ¿Qué... -. Ilyasviel no sabía a qué se refería en un primer momento, pero cuando se dio cuenta ya fue demasiado tarde -. ¡Mierd...

La zona en la que se encontraba explotó en una nube incendiaria que se repartió por las calles cercanas como si de un río de fuego viviente se tratase, inundándolas por completo. Jennefer pudo ver como aquella niña surgió entre el humo, con la parte izquierda de su cuerpo afectada por las quemaduras, pero aún se podía mover.

- No te daré una sola oportunidad -. Le advirtió décimas de segundos antes de que hiciese un gesto con la mano.

- ¡Candy, detrás tuya! -. Le advirtió Rezjorvaiyan.

Antes de que se disipase el fuego, Jennefer pudo controlarlo con soltura, lo concentró en varios puntos y lo lanzó hacía arriba, hacía donde se encontraba su enemigo. Ilya fue rodeada por el fuego y, un instante después, volvió a haber una segunda explosión. Esta vez por encima de las calles, después de que el fuego concentrado la rodease y fuese liberado como si estuviese dentro de una olla a presión.

- Qué poder... -. Admitió Rezjorvaiyan con impotencia. Debido a sus heridas debía concentrar todo su poder en regenerar las partes dañadas, de manera que no podía apoyar a la doctora Einzbern ni siquiera con un solo sello. El ex-Protector definió mentalmente a Jennefer como la suma de la inteligencia de su madre y el poder bruto de su padre, convirtiéndola en una mezcla bastante peligrosa.

- Veo que eres igual de descarada que tu madre -. Le dijo Ilya, surgiendo entre el humo, aparentemente sin ninguna herida salvo por las quemaduras de la primera explosión.

- Tú... No te atrevas a hablar de mi madre -. Le dijo ella perdiendo la compostura en su tono de voz.

Instantáneamente después, Jennefer se volvió a volcar en la ofensiva. Un lazo hecho de un conjuro de fuerza se enrolló en la pierna de Ilya, un lazo que surgió del suelo. Jennefer lo había conjurado por debajo de este para sorprender a su enemigo. Sin que ella pudiese hacer nada, Jennefer tiró del lazo cuyo origen radicaba en su mano y envió a Ilya por todas las casas que habían en la calle en la que se encontraban, destrozando las fachadas de cada una con su cuerpo y acabando al otro lado de la calle, tirada en el suelo.

- Tienes bastante aguante para ser una simple niña -. Advirtió Jennefer, y se dispuso a conjurar una tromba de meteoritos, que caerían justo encima de su cuerpo casi indefenso. Pero en el último momento, lo canceló -. No tan deprisa.

Rezjorvaiyan había puesto en peligro su vida para tratar de sellar el conjuro que caería sobre la doctora Einzbern, sin embargo Jennefer se percató de ello y no solamente lo canceló sino que apresuró un sortilegio para atraparlo y constreñirlo con tanta presión que empezó a escupir sangre. Aquello era ridículo para el ex-Protector. Sabía que con su condición no iba a poder luchar como quisiese pero de ahí a que él mismo fuese contrarrestado de aquella forma, incluso estando ella dándole la espalda ¿Acaso Jennefer Von Einzbern era una eminencia aun mayor que su madre?

- No... No tan deprisa tú... -. Dijo con voz débil Ilya, pero igualmente se recompuso. Revirtió el control del conjuro de fuerza y ahora fue ella la que tiró del lazo para atraer a su hija.

Sin embargo, la mano de Jennefer no estaba atada, al contrario que la pierna de Ilya, así que tan solo tuvo que soltar el extremo para no ser arrastrada hasta ella. Pero aquello entraba dentro de los planes de su madre, quien sabía que en cuanto se soltase conjuraría algo para detener la inercia, pero no funcionó.

- Un campo antimagia -. Advirtió Jennefer -. ¿Pero cuándo...

Era demasiado tarde para averiguarlo, la inercia de la atracción atravesaría el campo antimagia por completo y cuando lo hiciese, podría conjurar de nuevo. Pero su área de efecto era el margen que necesitaba Ilya para avanzar hasta ella con su bastón en mano, Se aseguraría de que cuando saliese la capturaría antes de que pudiese conjurar nada, y por si acaso tenía un plan en la manga...


- ¡Ha pasado mucho tiempo, hija mía! -. Ilyasviel Von Einzbern deshizo el hechizo de transmutación que la hacía parecer una niña, desvelando su aspecto real.

Con Jennefer saliendo del campo antimagia, esperando para conjurar, el hecho de ver a esa persona que, aunque mucho más envejecida, se parecía mucho a la que tanto había visto. "Esta es tu madre" le decían una y otra vez... "Es un orgullo ser hija de la doctora Einzbern" le decían cada vez que se presentaba ante alguien.


¿Por qué un orgullo? Con el paso de los años tacharon la fuga de Ilyasviel Von Einzbern como un acto criminal en la organización de los Protectores. Salieron a la luz sus trapos sucios, la prensa hizo eco de ello. Inculcaron unos valores en Jennefer para asegurarse de que fuese la siguiente eminencia pero no cometiese el mismo error.

¿El orgullo de madre al abandonar a su hija?

¿El orgullo de una hija que creció sin padres?

Esas dos últimas palabras que había escuchado, "hija mía", se repetía en su cerebro continuamente. Ciertamente, Ilya había conseguido lo que quería, desconcertar a su hija lo suficiente como para que no pudiese reaccionar una vez estuviese fuera del campo antimagia. Madre e hija estaban ya muy cerca la una de la otra. Ilya, con su bastón sellado en alto, invirtió una buena parte de su poder mágico para propinarle un golpe que paralizase todo su cuerpo. Jennefer cayó de rodillas, indefensa, mientras que su madre estaba a duras penas de pie, enfrente de ella, jadeando e intentando no sucumbir al dolor y al cansancio físico.

- ¿Ma... Madre? -. Preguntó Jennefer aún atónita.

- Cuánto has crecido, Jennefer... -. Le dijo orgullosa Ilyasviel.

- No... No puede ser... -. La voz de su hija parecía tomada y quebradiza. Pocos segundos después las lágrimas surgieron en sus ojos.

- Siento que hayas estado tanto tiempo sin mi... -. A pesar de aquellas sinceras palabras, Ilyasviel no dejó de tocar el cuerpo de su hija mediante el cetro negro, manteniendo por completo la parálisis en ella -. Lo siento tantísimo... Créeme cuando te digo que no tuve más remedio. No te abandonaría por otra cosa que no fuese una gran obligación... Jamás abandonaría aquello que más quiero en este mundo por mi misma.

A lágrima viva, Jennefer seguía en estado de shock, sin poder creerse que su madre estuviese allí, después de tanto tiempo. Después de todo, le había dicho que lo hizo por obligación, a pesar de las palabras de lord Walton, a pesar de las palabras de los superiores de los Protectores. Todos desprestigiando las acciones de su madre, ella acababa de decírselo, de sus propios labios.

- Madre... -. Volvió a decir. Entonces se fijó en las heridas que ella misma le había causado y eso la hizo sollar aún más -. Lo siento, no sabía que eras tú, siento haberte hecho daño...

- Lo has hecho muy bien -. La felicitó ella, mostrando una gran sonrisa por encima de las contusiones, cortes y quemaduras -. En cuanto acabe esta batalla, tendremos mucho de lo que...

Se escuchó el sonido del metal clavarse en la carne e Ilyasviel dejó de hablar. A pesar de la parálisis, el cuerpo de Jennefer pareció moverse por si mismo, o así lo parecía debido a la propia reacción de esta misma, que tras ver que había apuñalado con una daga que había surgido de la nada gritó aterrorizada.

- ¡Doctora Einzbern! -. Rezjorvaiyan también se desesperó. Sus heridas habían llegado a un punto que le permitían poder actuar sin poder desfallecer en el intento. Mediante telequinesis, empujó a Jennefer, que rodó por el suelo; y atrajo a Ilya hasta él.

Jennefer se levantó de inmediato, ya no gritaba aterrorizada por haber herido a su madre, ya no lloraba ni gesticulaba de ninguna forma, ahora ella parecía estar en un estado latente. En su cuello habían surgido una serie de marcas rojas y brillantes que se asemejaban a la forma de un collar.

- Lo siento, madre -. Dijo con tono frío y sádico -. Pero aquí se acaba tu etapa para que empiece la mía.

- Un sello de control que además inhibe los sentimientos positivos -. Analizó Rezjorvaiyan cuando recogió el cuerpo de Ilyasviel. Para su sorpresa, aún se encontraba consciente.

- Estoy bien... gracias... -. Dijo ella, incorporándose pero tosiendo sangre al mismo tiempo. El impacto no había alcanzado un punto vital aunque se desangraría rápidamente si no detenía la hemorragia.

- Imposible, paralizaste su cuerpo, me aseguré de ello. Espera... -. Mediante un hechizo de detección, analizó el punto  donde fue apuñalada -. Tampoco está el campo antimagia que estaba a varios metros de ella... ¿Ha hecho una disyunción?

- Una... Disyunción... -. Ilyasviel estaba asombrada, aquel tipo de magia estaba a un nivel completamente distinto a la magia común ¿Su hija era capaz de hacer algo así o era gracias al sello?

- Este es vuestro final, acabaré con los dos ahora mismo -. Volvió a hablar Jennefer, de nuevo con la misma voz monótona y distante. Acto seguido, liberó una gran cantidad de aura, tan grande que paralizó durante un instante tanto a Ilya como a Rezjorvaiyan.

- ¿Todavía tiene más poder...


- Rezjorvaiyan... Necesito tu ayuda -. Le comunicó mentalmente Ilya.

Rezjorvaiyan se quedó mirándola. Aquella era la primera vez que el científico veía el aspecto real de la doctora que tanto había admirado y que tanto tiempo había deseado superar. Ahora ambos compartían heridas y estaban en la misma situación de peligro.

- Qué extraño, creo que es la primera vez que me pides ayuda con un tono tan sincero, doctora -. Se mofó ligeramente Rezjorvaiyan, para romper la tensión que había acumulada alrededor.

- Cállate, tonto -. Sonrió Ilyasviel -. Necesito que me des tiempo, unos diez segundos ¿Podrás?

- ¿Cuál es tu plan?

- Ella es mi familia... Al igual que Evolution ahora... Al igual que tú también. Cualquier miembro de Evolution haría lo que fuese por salvar a  su compañero. Yo haré lo mismo con mi hija.

Aquellas palabras calaron de lleno en Rezjorvaiyan. El ex-Protector miró a Ilya, quien le devolvía la mirada con una leve sonrisa. Sin saberlo hasta ahora, el sueño de Rezjor se había cumplido: Lo que realmente quería no era superar a la doctora Einzbern, lo que siempre había querido era que esta le diese su reconocimiento como alguien de importancia. Y ahora, allí estaban.

- Je... Te daré el doble de lo que me pides -. Le comunicó él, mientras se limpiaba la sangre de la boca.

- Bien, vamos allá -. Ilya sanó levemente su herida para que tuviese un poco más de tiempo y así poder salvar a su hija.

- ¿Lista? -. Le preguntó Rezjorvaiyan.

- Adelante -. Le indicó Ilyasviel.

El ex-Protector se situó enfrente de la doctora, mientras que esta cerró los ojos y se concentró todo lo que el dolor y el debilitamiento le permitía.

- No importa lo que intentéis, se acabó -. Sentenció Jennefer, quien fue rodeada de una gran aura visible de color escarlata que se materializó en forma de runas.

- Runas de canalización ¿Hasta donde va a llegar tu nivel de poder, niña? -. Advirtió Rezjorvaiyan, avanzando hacía el frente con suma rapidez. Conocía lo que era una runa de canalización, aunque igualmente era algo muy complejo de realizar; se trataba de runas que podían conjurar por si misma el conjuro que tuviesen inscritos en su materialización mágica. Y encima, Jennefer había conseguido conjurar cuatro en un instante -. No te creas tanto por ser tan poderosa...

Rezjorvaiyan rompió su espada y concentró los tres poderes del Eterno que disponía. Debido a su estado físico, la liberación de su espada terminaría de dejarle totalmente inmóvil. Así que confiaría por completo en el plan de Ilyasviel. Con el poder del Eterno del tiempo, ralentizó el avance de las conjuraciones de las runas de canalización, que comenzaron a lanzar rayos polares hacía la ubicación de Rezjorvaiyan. Gracias a eso, este pudo avanzar y protegerse con su poder del Eterno de alma de la siguiente acometida de Jennefer, quien intentó empujarle mediante un conjuro ciclónico.

- Mentí, dije que le daría tiempo a tu madre, pero en verdad... Voy a ser yo el sumo vencedor -. Concentrando el poder del Eterno de energía, intentó penetrar la capa de aura que envolvía a Jennefer como si fuese un fuego viviente, pero a pesar de impactar de lleno la esfera en sí en la capa mágica, esta no cedió ni un ápice -. ¿¡Qué!?

Habiéndolo dado todo, Rezjorvaiyan recibió de lleno varios conjuros de desintegrar que fusionaron sus rayos en uno solo, rompiendo la protección mágica del poder del Eterno de alma y mandándolo a volar debido a la fuerza del impacto. Cuando cayó, se encontraba al lado de la Ilya, quien seguía concentrada.

- Espero que... -. Tosió -. Tu plan sea la hostia.

- Lo es -. Terminó diciendo, abriendo los ojos -. Llegó el momento, Jennefer, será mejor que te prepares.


Ilya alzó la mano y apuntó con ella a su hija. Pero lo que pasó no fue que desapareciesen las runas de canalización o que se disipase el aura alrededor de ella, o incluso que desapareciese el sello. Al contrario, las marcas en su cuello parecían brillar cada vez más.


- ¿Qué... estás... haciendo... Doctora... Einzbern? -. Rezjorvaiyan, que seguía tumbado en el suelo, apenas podía hablar, entre el desconcierto y el dolor.

- La mayoría de selladores son tontos... Su sello es difícil de reducir o suprimir, pero se olvidan de la contraposición. Es muy fácil hacer que se amplifique hasta mostrar todo su poder.

- ¿Todo... su poder? Pero eso significa que...

Jennefer explotó, o mejor dicho, su aura se expandió tanto que pareció explotar. El lugar donde se encontraba se convirtió en una nova brillante que sin duda estaba iluminando toda la ciudad e incluso varios kilómetros a la redonda. Las fachadas de los edificios cercanos empezaban a ponerse al rojo vivo. Unas lenguas de fuego que en realidad eran producto de la alta concentración de su aura, rodeaban el cuerpo de su hija. Ella parecía mostrar todo su potencial, incluso el número de runas de canalización se había triplicado. El iris de ambos ojos brillaban, con su particular tono heterogéneo.

Sacrificio. Ilyasviel ahora lo entendía.

Ese era el deber de un rey o de un líder. Hasta ahora había actuado tan solo basándose en datos y en probabilidades. Por eso, siempre decidió tomar la ruta más favorecedora en cada una de sus decisiones como líder de Evolution, pero se equivocaba. Si bien era cierto que tomar una buena decisión era síntoma de un gran líder, no se reducía solo a eso. A Ilyasviel siempre le había dado miedo el resto de cosas que implicaba el liderazgo, en este caso de Evolution; siempre le dio miedo ser ella la que diese un discurso o la que se plantase en vanguardia en batalla, aquello le sentaba mejor a gente como Akshael, Gael, Raeric... Pero es lo que debe hacer alguien que tiene la responsabilidad de mantener a salvo a sus compañeros; sacrificar todo lo que sea necesario por su porvenir.

Dejó de lado el pesimismo hace seis años, durante la guerra.

Ahora debía dejar de un lado el orgullo y el miedo, debía salir de su zona de confort.

Debía dar todo lo que pudiese, no por ella, sino por la persona que tenía enfrente. Porque el sacrificio también se aplicaba con alguien de la familia. Pues una hija no tiene más que una sola madre y Jennefer había crecido durante tanto tiempo sin la suya.

¿A esto es lo que te referías, Fred?

Palabras del pasado resonaron en su memoria. No solo las de Fred Marc, sino también la de todas aquellas personas que mencionaron sobre su hija y lo que debía hacer en caso de verla. De manera que entre muchas otras, se acordó también de lo que le dijo Thaine cuando partieron los dos en la selva de Bargskan.

Ilyasviel apretó el puño que sostenía su bastón. Aquel movimiento era su apuesta máxima, donde lo daría todo por tal de salvar a su hija. A eso es lo que se debía referir Fred Marc.

Estoy dispuesta a sacrificar mi vida para salvar la de mi hija.

En ese momento, el cetro dejó de ser negro y viscoso.

- El sello... -. Dijo Rezjorvaiyan -. Je... Lo conseguiste.

El cetro de Ilyasviel Von Einzbern había vuelto. Un cetro dorado que terminaba en un aro plano donde tenía engarzada las gemas del Protector. Sosteniéndolo, sonrió de felicidad al disponer por fin de su arma. Al mismo tiempo, miró de nuevo a su hija y se maravilló al ver que todavía era capaz de desprender aún más poder.

- Increíble... -. Mencionó Ilya, completamente orgullosa de lo que podía lograr su hija.

- ¿Por qué sonríes, madre? -. Le preguntó Jennefer, cuya silueta surgió entre el brillo de su aura -. Con esas heridas, en esta situación, estás loca. No me culpes de lo que sucederá a continuación.

Y el momento llegó.

Mientras que Jennefer Von Einzbern concentró todo su poder mágico en su mano y en las runas de canalización, Ilyasviel Von Einzbern apretó con decisión su cetro y avanzó hacía el frente, corriendo hacía su hija sacando fuerzas de flaqueza.

Las decenas de conjuros distintos de Jennefer no avanzaron cada uno por su cuenta, todos ellos se concentraron en uno solo: un rayo brillante que  adquirió la forma de un dragón serpenteante que arrasó toda la calle. Un dragón de destrucción cuyo único objetivo era engullir a su enemigo.

Entonces, Ilyasviel, con un gran grito de desgarro y decisión, blandió su cetro e impactó con él en el dragón. Y este no solamente detuvo su acometida, sino que comenzó a fragmentarse como si de pronto estuviese hecho de cristal. Allá por donde el cuerpo del dragón se desintegraba con sus restos cayendo al suelo y evaporándose, era por donde pasaba Ilyasviel, que cargó con el último aliento de sus fuerzas, hasta que dio de lleno con su cetro en el cuello de su hija.

Hubo un destello seguido de una onda expansiva que derribó tanto a Jennefer como a su madre y en última instancia, a Rezjorvaiyan. Durante unos instantes, el ex-Protector perdió la conciencia aunque fue el primero en recobrarla debido a la lejanía del impacto. También fue el primero en incorporarse, a pesar de los enormes calambres que azotaban su cuerpo debido al dolor y al cansancio de haber luchado estando tan al límite.

- Así que ese poder natural que reside en tu cuerpo fue sellado junto al amplificador, junto al arma del Protector -. Comprendió Rezjor, que caminaba a trompicones y despacio -. Nunca antes se ha visto algo parecido, doctora Einzbern... Un poder que pueda destruir un sello de control en tan solo pocos segundos ¿Qué no eres capaz de hacer? -. Preguntó cuando llegó hasta ellas. Pero ni la madre ni la hija respondieron, ambas estaban inconscientes. Rezjorvaiyan las recogió con telequinesis y prosiguió hasta el castillo.

Unos minutos después, cuando pasaban por una de las calles laterales a la gran Catedral de la Luz, el ex-Protector pudo escuchar:

- ¿Está... bien?

- No gaste más saliva, doctora Einzbern, su hija está bien y a buen recaudo por mis sellos -. Confirmó este con seriedad.

- Llévanos al castillo, tengo un mal presentimiento... Debemos reunirnos todos -. Acabó diciendo.

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Ilyasviel tuvo un sueño un tanto extraño. Por un momento sintió como si estuviese en otros mundos, hablando con entidades tan poderosas que la explicación de su existencia escapaba de su comprensión. Al despertar, súbitamente, se dio cuenta de que se había quedado dormida sosteniendo el Destructor de Normas. El poder de la daga era tan colosal que supuso que la aparición de aquellos sueños se debían a la tan sola presencia del arma. Se incorporó y vio que Rezjorvaiyan descansaba en una butaca próxima a su cama. Ilya sonrió, incluso cuando dormía en un sitio tan incómodo, el ex-Protector mantenía su gran porte y imagen pulcra. Le supo mal pero tuvo que despertarle para que se ocupara del arma mientras ella volvía a intentar descansar. Al recostarse, vio la cama de su hija y unas pocas lágrimas empañaron sus ojos.

Evolution lo había conseguido, había triunfado donde hacía seis años fracasaron. En aquella guerra la pequeña organización era una maquinaria que ellos consideraron adecuada para enfrentarse a los Protectores, pero no lo fue y la maquinaria fue completamente destrozada en multitud de partes que acabaron separados. Fue a ella, decidida por votación de los demás en aquella zona de Bargskan, la encargada de volver a elaborar una gran máquina para el futuro. Pero fueron los propios miembros de Evolution los que se repararon y mejoraron a si mismos, definiendo sus "yo" futuros para subsanar y evitar aquellos errores. Ilyasviel lo único que tuvo que hacer fue unir esas piezas con su liderazgo y planificación, pero incluso aquello era un esfuerzo nimio debido a la propia compenetración entre los distintos miembros por si solos. Evolution renació como una máquina casi perfecta, con el propósito de reconquistar su hogar, y así ha sido. La batalla fue un gran éxito e incluso todos mejoraron lo suficiente como para que el trabajo en equipo tuviese grandes frutos; dañar el orgullo de un dios. O dicho de otra forma, Trenler perdiendo su Destructor de Normas.

Por delante quedaban retos mayores, pero ahora era el momento de descansar, recuperarse y celebrar. Ilyasviel también lo había conseguido, recuperó a su hija de las garras de la organización mundial. Su alegría y emoción no se podía describir con ningún lenguaje. Jennefer reposaba plácidamente, recuperándose del gran impacto del cetro de su madre, y por ello le llevaría una gran cantidad de tiempo que volviese a recobrar la conciencia. Pero Ilyasviel ya esperó más de veinte años, ya no le importaba esperar un poco más. Esta vez su hija estaría allí, con ella, siempre.

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