5 jul 2019

Las sombras de Vivi, parte 2


- ¡Mamá, mamá! ¿¡Qué ocurre!?

En medio de una tarde fresca pero tranquila, una y estruendosa alarma comenzó a resonar en todo el poblado. En el parque de la plaza, un grupo de niños habían recogido la pelota con la que jugaban y se acercaron a sus madres y padres, asustados. Los padres de los chicos se levantaron y anunciaron que era hora de volver a casa. Aunque por sus tonos de voz aparentaban tranquilidad, intentando no darles importancia a la alarma para no asustar a sus hijos, lo cierto es que los adultos se miraban entre sí con rostros de preocupación.

- Vámonos, Meryl... -. Una mujer de cabello castaño, largo y lacio, se había levantado del banco para acercarse a la niña de pelo corto y rubio que pegaba muy bien con el color ámbar de sus ojos -. Van... van a hacer un simulacro y hay que dejar espacio a los guardias para que pasen por las calles.

- ¡Guardias, guardias! -. Meryl era de las pocas, ya no niños sino personas en general, que no estaban asustadas. La mentira de la madre pareció que la exaltó todavía más -. ¡Yo quiero ver guardias, mamá! ¡Son tan bonitos! Con sus uniformes blancos... ¡parecen ángeles, como Emma!

Sin embargo, el apretón de la madre de Meryl en el brazo de niña para tirar de ella y apresurarse para llegar a casa debió de indicar a la niña que algo seguía sin ir bien, pero de lo único que hizo fue tan sólo preguntase dónde se encontraba su hermana. Si iba a haber simulacro, ella debía estar junto a los guardias que empezaba a ver recorriendo las calles. Cuando llegaron a la casa, esperaba encontrarla en la mesa del jardín frontal, el lugar donde se quedó leyendo cuando salieron antes para ir al parque. Pero debía estar dentro, preparándose con su gran uniforme, o eso pensó la pequeña Meryl.

Cuando entraron a la casa, la niña se encontró con su padre; un hombre adulto alto y de cabello rubio ondulado, con una barba recortada cubriéndole el mentón y la parte de la boca con una elegante perilla, junto con unos ojos de color miel que en esos momentos denotaban una mirada afligida e impotente. Se encontraban clavados en su hija mayor, que en esos momentos tenía el pie encima de una silla, ajustándose una bota que acababa de ponerse, junto al resto de su uniforme.

- Entonces... ¿ya vienen? -. Preguntó él.

- ¡Papiiii, hermanitaaa! -. Exclamó Meryl cuando pasó el umbral de la puerta, pero aunque obtuvo respuesta de parte de ambos, cada uno volvió a mirarse para reanudar la conversación.

- Sí, el lord Protector me ha llamado para que cubra mi puesto.

- ¡Pero Emmaline! -. La madre, que había atravesado también el umbral momentos después que su hija menor, se desató en lágrimas debido a lo mismo que sentía su marido. Sólo que ella no podía frenar el impulso que sentía -. ¡No eres soldado, no deberías de participar en esto!

- Mamá, sé luchar y mi deber como directora científica es el de cumplir mi deber en el laboratorio. Puede que necesite entrar en combate, atender heridos o incluso ofrecer apoyo logístico.

- ¡Pero...

- ¿Qué ocurre? -. Meryl comenzó a asustarse de observar la escena desde el pasillo que conectaba el salón con la entrada de la casa. Pero esta vez no consiguió respuesta alguna.

- ¿Y si faltas a tu puesto? En mitad de lo que va a ocurrir nadie se va a dar cuenta -. Propuso el padre, aún con su semblante intacto en apariencia.

- ¡O en el caso de que se den cuenta nos vamos lejos! ¡Por favor, Emma!

- Ya está bien, padre, madre... No voy a faltar a mi puesto. Hice un juramento y lo voy a cumplir. Ese grupo ha logrado revolver el mundo en contra del sistema que con tanto esmero han mantenido las generaciones anteriores, desde hace casi setenta años.

Ambos padres corrieron a ella a abrazarla. Comprendieron que nada de lo que propusiesen serviría para hacer cambiar de opinión a Emma. También, en cierta forma, ese abrazo no representaba únicamente el dolor que sentían por lo que estaba por venir, sino también cierto grado de orgullo por la determinación que tenía ella y que estaba reflejando en ese momento. No obstante, la pequeña Meryl seguía ahí sin comprender nada, pero por los llantos de su madre y los gritos de desolación, había empezado a sollozar sin remedio. No obstante, cuando Emma devolvió el abrazo a sus padres, los tres se acercaron hasta Meryl para tranquilizarla. Posteriormente, ella le puso las manos en los hombros de su hermana pequeña, y sonrió.

- ¿Qué te pasa, hermanita?

- Que... que no sé qué pasa... Si vas a un simulacro... ¿no?

- Pues claro, ¡hay que ver! Los Curie somos una familia muy fuerte, y mamá y tú habéis llorado.

- No... no... yo soy fuerte también -. Meryl intentó reprimir los sollozos con todas las fuerzas que pudo, en vano.

- Claro que lo eres. Ya verás, cuando vuelva te voy a llevar al Faro del Alba, ¿vale?

- ¡Sí! -. Meryl ya había visto una vez aquel lugar y quería repetir. Un faro blanco en mitad de un peñón de roca, hielo y nieve. De pronto, su ánimo volvió, aunque seguía con la voz tomada por el llanto anterior.

- Pues espérame, que verás como vuelvo antes de que te termines el librito de la niña y el gigante.

Y con eso dicho, Emma se fue. Meryl fue detrás de ella, al igual que sus padres. Fue a decirle una última frase, pero las palabras no le salían por alguna extraña razón. De repente, se dio cuenta de que no podía emitir sonido alguno, como si se hubiese quedado muda. Es más, el entorno a su alrededor se distorsionaba y licuaba, como si los colores se mezclasen hasta conseguir una tonalidad homogénea... antes de desaparecer y volverse todo negro.

Entonces, escuchó una voz.

- Bienvenida al mundo de los vivos.

Se trataba de la voz de Tristán, no había duda.


A pesar de que le había escuchado, no pudo hacer lo propio con el simple hecho de verle. Intentó abrir los ojos pero solo vislumbró unas manchas de colores muy difusas y un brillo de luz que la cegó. Del aturdimiento se revolvió y se llevó la mano a la cara, frotándose los ojos. Escuchaba voces de fondo pero no atinaba a saber de qué hablaban.

- Aquí está -. Anunció la voz de Tristán, que por sus pasos alejándose parecía indicar que se estaba echando hacia un lado para facilitar el trabajo de alguien.

- Tris... tán... ¿qué... -. A Meryl la voz le salía ahogada y grave. Fue entonces cuando notó que su garganta estaba áspera, lo que llevó a que tosiese.

- Relájese, señorita -. Escuchó la voz de alguien que no conocía. Parecía la de una señora bien entrada en años.

- No... noo... -. Meryl se revolvió aún más, en lugar de lo que quería la señora que le acababa de hablar. Notó que unas manos intentaban agarrarle de los brazos para tranquilizarla, pero no tenían efecto.

- Meryl, tranquila. Son la doctora y unos pocos enfermeros -. Aclaró Tristán desde más atrás -. Van a asegurarse de que estás bien.

- No... ¡No! -. Seguía insistiendo ella, revolviéndose con más fuerza, aunque eran las pocas que le podía permitir el cuerpo en ese momento. De un movimiento brusco con la pierna, notó un calambrazo en ella y entonces, se acordó de lo que le ocurrió.

No obstante, ni los intentos de los buenos cuidados de la doctora y los enfermeros ni el de Tristán surtía efecto en ella. Cuanto más volvía a ser ella, más se agitaba y se revolvía. Su corazón se había acelerado en gran medida y en muy poco tiempo. Estaba sumida en una crisis nerviosa.

A Meryl, lo que le pasaba realmente, es que aunque no supiese el tiempo que había pasado, sí que sentía que algo faltaba en ella. Aunque seguía revolviéndose y luchando con lo que podía para apartar esas manos de ella, lo hizo hasta que sintió un pinchazo en el brazo seguido de una sensación térmica en el interior de la zona de la piel de alrededor. Segundos después, sentía como si su cuerpo perdiese fuerzas, hasta que cayó de nuevo en un profundo sueño.


Y, nuevamente, volvió a despertar. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero el brillo de luz ahora era anaranjado, en lugar del amarillo fulgurante de la última vez que estuvo despierta. Al contrario que la otra vez, ahora no escuchaba a nadie, ni siquiera a Tristán. Sin embargo, sí que escuchó el ronroneo de Pandora. La Nekuromasu estaba echada en la propia cama, descansando plácidamente al lado de su dueña. Meryl estiró la mano para acariciarla y en cuanto lo hizo, Pandora se despertó y empezó a demostrar su afecto con ella frotando su cabeza y su torso por la pierna y la mano.

La vista se le acostumbró rápidamente, al contrario que la última vez, y esta vez no se encontraba aturdida. Pudo comprobar que estaba en una habitación pequeña e individual de lo que seguramente era un hospital, a pesar de la decoración que tenía. Casi todo estaba embellecido con un estilo rústico, como si fuese una casa de campo: muebles de madera, como las mesitas de noche a ambos lados de la cama, cada una con algunos floreros con coloridas amapolas; la ventana era de dos puertas de cristales abatibles, que en ese momento se encontraban abiertas, mostrando el alfeizar con varias macetas de geranios y romero; la luz del atardecer se filtraba junto a una agradable brisa, que mecía las cortinas blancas semitransparentes. Por lo único que parecía finalmente una habitación de hospital era por la presencia de varios instrumentos característicos, como la carta de historial del paciente al pie de la cama, las bolsas de suero en sus soportes altos de metal y un par de aparatos eléctricos que median la frecuencia cardíaca, entre otras cosas que Meryl decidió ignorar por el momento. Tenía las vías del suero inyectadas en el brazo derecho, así con los cables del cardiógrafo en el brazo izquierdo y en parte del pecho.

Cuando se fijó más en ella, supo que llevaba la ropa de hospital, una camisa y pantalón blancos y de tela fina, estando la parte superior desabrochada en varios botones, seguramente para facilitar la comprobación de la respiración mediante un estetoscopio de algún médico. Aunque había algo más. También habían fuertes vendajes en varias zonas de su cuerpo, siendo los más aparatosos los situados en la zona del muslo de la pierna derecha y en el abdomen. Aunque no le llegó a doler cuando se movió para sentarse en la propia cama, apoyando la espalda sobre el cabecero, sí que notó cierta molestia. Se terminó de desperezar mientras se preguntaba cuánto tiempo llevaba allí, pero en seguida se dio cuenta de que había una forma muy rápida de averiguarlo.

- Pandora... -. Comenzó a hablar cuando, curiosamente, le dio por bostezar. En cuanto acabó, prosiguió mientras que la Nekuromasu la miraba con atención tras ser llamada -. El cartel del historial. Tráemelo, bonita.

Cuando señaló al pie de la cama, Pandora se quedó mirando tanto al dedo como a los ojos de Meryl, pero acto seguido se dio media vuelta y fue hasta el pie de la cama para recoger el cartel con su boca y llevárselo hasta su mano.

- Buena chica -. Agradeció mientras la acariciaba.


Con la otra mano, comprobó el historial y se quedó impactada. Llevaba ingresada desde el día 10 de septiembre, pero es que en la última revisión de las heridas databa del 26 de octubre. Llevaba mes y medio allí ingresada, arrastrando lesiones internas con severas hemorragias y un traumatismo craneoencefálico. Entonces, se llevó la mano con la que acariciaba a Pandora al vendaje en la pierna. Recordaba el haber sido alcanzada en aquel punto, pero desde ahí, se tocó esta vez el vendaje en el abdomen. Aquella herida no la recordaba y mucho menos haberse dado un golpe en la cabeza que le haya provocado el traumatismo. Era más que probable que debido a eso último sea por lo que se haya llevado tanto tiempo allí ingresada.

Intentó recordar lo de aquella noche: el ataque de los poseídos; el responsable de su control; los seres metálicos que la sorprendieron; y por último, la llegada de Pandora, que logró salvar la situación de la que se encontraba. Cerró los ojos y frunció el ceño, indicativo de que se empezó a esforzar por intentar recordar algo más.

Pronto... 

El vínculo... 

Tú no...

Aquello fue lo único que pudo recordar de lo que ocurrió: cinco palabras. Sin duda alguna, era la voz del sujeto al que persiguió, pero no lograba recordar la frase completa de lo que le dijo. Cuando se quiso dar cuenta, tenía un dolor de cabeza enorme. Buscó algo para beber en las mesitas de noche y, afortunadamente, lo pudo encontrar. Pero junto con la jarra y el vaso donde se sirvió, halló algo más. Se trataba de una carta, sellada con cera con lo que sin duda era el símbolo de los Caballeros de la Rosa Dorada. La abrió mientras seguía bebiendo y desplegó el pequeño papel apergaminado.

Meryl.

Te encontré en mitad del bosque bastante malherida. Afortunadamente, te encuentras fuera de peligro mientras escribo estas palabras, aunque he llegado a temer por lo peor. Pandora llegó antes que yo, y menos mal, ya que te salvó la vida.

Nos encontramos en Fernach, el que iba a ser nuestro destino el mes pasado. Obviamente, estamos en terreno hostil, así que no he dejado de vigilarte desde que te recogí del suelo de aquel bosque. Pero hace nada ha llegado Pandora, que desapareció desde que la vi en aquella forma, y se ha acurrucado junto a ti. Tu "yo" inconsciente de ese momento esbozó una muy sutil sonrisa. Sin duda, estáis muy conectadas, y como sé que con ella allí vas a estar a salvo, he decidido empezar la investigación sin ti.

Por ahora, voy a empezar visitando el cuartel. Así que cuando te recuperes ve allí porque te sabrán indicar mi ruta de actuación. 

Por último, mira bien dentro del sobre. Como ya sabes, el sello de los Caballeros de la Rosa Dorada protege muy bien la carta, así que tu anillo con todo tu equipamiento se encuentra a salvo ahí. 

PD: Contrólate con lo que te tomes, que he revisado bien tu equipamiento por si faltaba algo importante... En cuanto lo hice averigüé el por qué actuaste como actuaste la vez que despertaste hace pocos días. 

                                                                                           Tristán, a 10 de Octubre de 1011.


Durante un breve instante de furia e impotencia, a Meryl le dio igual la molestia de la cabeza o el vendaje; le dio igual que se encontrase en un sitio desconocido; le importó cero la misión que tenía que llevar a cabo allí. Tristán había descubierto su adicción. Con una sensación acalorada y la respiración agitada, revolvió el sobre para recoger su anillo negro y lo tiró con furia hasta el otro lado de la habitación. Escuchó el tintineante sonido del anillo al caer, aunque no se dio cuenta de donde.

- ¡Vaya puta mierda! -. Exclamó con fuerza.

Poco después se abrió la puerta de la habitación, al final de la pared derecha desde donde estaba Meryl. Acababa de entrar un chico joven, de facciones redondas, ojos castaños y pelo negro rizado entró, ataviado con una bata blanca.

- Oh, señorita Curie, ha despertado.


- Sí... -. Dijo de mala gana y sin mirarle. En cuanto lo hizo, deslizó las piernas hacia un lado de la cama -. Y me voy.

- Señorita Curie, usted ha despertado de un estado comatoso -. Intentó explicar el joven, alzando las manos para hacer un ademán de calma -. No se encuentra la doctora jefe en estos momentos, así que por favor, repose mientras le hacemos unas pruebas.

- Y una mierda... -. Meryl se arrancó la sonda del suero, con un gesto de dolor que disimuló todo lo que pudo. También hizo lo propio con los conectores del cardiógrafo.

- Señorita, ¡por favor!

Pero Meryl se levantó de la cama y se puso de pie. A pesar de su determinación, se le notaba los estragos de lo que había tenido durante las últimas semanas, pues se tambaleó y se tuvo que apoyar en la pared para no perder el equilibrio. A pesar de todo, se recompuso y empezó a caminar. El enfermero alzó aún más las manos, para frenar la imprudencia de su paciente y caminó hacia atrás, dirección a la puerta, pensando que la chica iba a salir. Pero lo que hizo realmente fue acercarse a la zona de la repisa y el mueble de cajones y agacharse para empezar a rebuscar el anillo.

- Señorita, por favor... ehm... -. El enfermero se ruborizó en un instante. Meryl se había agachado para colar el brazo debajo del mueble, aunque con ello se quedó en una postura con la que dejaba el trasero en primer plano para la vista de aquel chico -. Voy... voy a avisar... a seguridad, señorita... es por su bien.

- ¡Piérdete! -. Le espetó sin poder verle, aunque justo después escuchó la puerta cerrándose. Meryl tenía la lengua fuera mientras se la mordía levemente, como gesto de esfuerzo mientras estiraba el brazo, tanteando entre el polvo de debajo -. Joder... ¿por qué nadie limpia en este lugar? -. Curiosamente, aquella pregunta lo que hizo fue que Pandora tuviese un tick en sus orejas y le echase una mirada desde la cama -. ¡Aquí está, bien!

Minutos más tarde, un señor con uniforme negro y una armadura de cuero estaba rodando escaleras abajo hasta caer tendido e inconsciente en la planta baja. Tanto el personal sanitario que estaba trabajando y pasando por aquellos pasillos y salas de espera, como los propios pacientes, se quedaron perplejos. Un par de miembros de seguridad se acercaron corriendo para apoyar en la situación, mientras que los médicos atendían al que había quedado grogui. Bajando dichas escaleras se encontraba Meryl, cojeando levemente debido a las molestias que tenía aún en la pierna derecha. Aunque no se había cambiado la ropa de hospital e incluso tenía la camisa algo descolocada, llevaba el anillo puesto y con él había invocado su espada negra.

- ¡Señora, deténgase! -. Gritó otro de los miembros de seguridad, empuñando su tonfa.

- ¡Apartaos de aquí, estoy pidiendo el alta voluntaria! -. Respondió ella de mala gana, mientras que con la mano libre se aplastaba el pelo despeinado todo lo que podía. Pandora maulló tranquilamente a su lado.

Uno de los dos no hizo nada de caso, sino lo contrario. A pesar de que Meryl no se encontraba en buena forma debido a todo lo que había pasado, pudo esquivar relativamente bien el golpe y contraatacar con la espada sin usar su filo. No obstante, no se controló tanto como hubiese querido a la hora de liberar un poco de energía negativa a través del arma. El latigazo negro que irradió la espada abatió por completo al hombre, mandándolo a volar desde las escaleras hasta caer de espalda y con fuerza en el suelo de la planta baja.

- ¡Pero señorita! -. Replicó uno de los médicos, mientras que otros tantos llevaban sus manos a la boca, o gritaban, o salían corriendo.

- Hostias... -. Susurró incluso Meryl, consciente de que se había pasado, esta vez sin querer -. Quiero decir... -. Carraspeó -. ¡Eso es lo que te pasará a ti si no me dejas pasar! -. Amenazó al otro hombre, que aunque sostenía todavía la tonfa, reculó mientras tenía levantada la otra mano con la intención de frenar el ímpetu de la chica.

- Bien, bien... -. Titubeó uno de los médicos, intentando recomponerse -. Por favor, sígame para rellenar los papeles y tendrá usted el alta.

- No tengo tanto tiempo. Me voy ya -. Se quejó ella, mirando a otro lado mientras soltaba aquella respuesta.

Empezó a caminar ante la vista atónita de todo el mundo, que para más inri se quedaron más perplejos cuando vieron que se empezaba a desnudar quedándose en ropa interior y sin detenerse en su camino hasta la salida. En cuanto se quitó la camisa, su anillo brilló y de él salió un atuendo de ropa, incluyendo las botas, pues antes se encontraba descalza. Ahora, con su habitual vestido negro y su chaqueta azul ya iba del todo cómoda; terminó esbozando una leve sonrisa cuando terminó por invocar un canuto, que encendió con una chispa negra que provocó con su dedo. No obstante, con la primera calada se dio cuenta de que ahora Tristán sabía todo aquello, así que su sonrisa se evaporó con la misma rapidez que con la que surgió.


- Bienvenida, señora Meryl Curie, la estaba esperando -. Escuchó decir a alguien desde enfrente suya, donde apenas se estaba fijando porque estaba contemplando el porro.

Era la voz de una joven que vestía una túnica blanca. Aquel primer detalle ya chocó a Meryl, pues tomaba a Fernach, quizás por lo sucesos que habían ido sucediendo, como un lugar sombrío y depresivo, pero el aspecto de la mujer que se acababa de dirigir a ella era colorido y pintoresco. Su túnica era, al mismo tiempo, una mezcla entre un uniforme y un vestido, por el que debajo de él se podían ver unos pantalones de color rojo intenso. La capa de la túnica era realmente una media capa, pues cubría solamente su lado izquierdo. En cuanto a su rostro, tenía una cara fina, aunque unos labios un poco carnosos y una nariz redondeada; sus ojos de color azul pálido se contrataban con un maquillaje un tanto exótico, con tres puntos anaranjados debajo de cada uno. Por último, su cabello pelirrojo el cual le recordaba a su sobrina Maryse, era largo y lo tenía recogido con una trenza holgada y casi suelta, que descansaba sobre la parte posterior de su cuerpo. La chica se inclinó mientras tenía una mano en su espalda y la otra en su abdomen, para acompañar el ademan de presentación.

- Mi nombre es Melina Perenolde, aprendiz del maestre Antoine Huskar de Fernach.

- ¿Eh...? -. Balbuceó ella.

Sin duda, el contraste entre ambas era apabullante; mientras que Meryl estaba despeinada, con un claro y notable mal humor en su rostro y con un porro entre sus dedos, Melina era un claro ejemplo de formalidad, buena imagen y educación.

- Su amigo, el señor Tristán Guerrerie, me ha encomendado a mi la misión de ser su escolta personal en cuanto se recuperase de sus desafortunadas lesiones -. Explicó ella, aún con la inclinación efectuada.

- Ah, bien... Pues muchas gracias, ya se puede ir. No es necesario que me escolte.

- Como el señor Tristán mencionó... -. Melina terminó la inclinación y soltó aquel comentario, con el que Meryl, que ya se estaba yendo hacia la salida del hospital, se detuvo y la miró de nuevo -. Él supuso que usted se negaría. Pero me dijo la respuesta necesaria para convencerla.

- Mira, no tengo tiempo que perder cont... -. Meryl fue a reanudar la marcha pero Melina se puso a su lado y le susurró al oído.

- "Recuerda que ahora estás trabajando como Ébano, aunque estés retirada".

Meryl se quedó congelada. Aquella respuesta era lo que menos se esperaba de todo el abanico que se le podría haber ocurrido a Tristán para decirle a aquella chica que contase en ese momento con el fin de convencerla. Melina, en cambio, tras soltar aquello esbozó aún más su sonrisa, tan pronunciada, que incluso provocaba que sus ojos estuviesen casi cerrados. Tras eso, alzó la mano señalando la entrada, indicando que estaba dispuesta a acompañar a Meryl. Pero aunque ambas empezaron a caminar y salieron del hospital, la ex-caballero sabía muy bien que la conversación no había acabado.

- ¿Y cómo es que sabes eso...? -. Soltó Meryl en voz baja mientras miraba al frente. Desinvocó su espada, pero mantuvo toda su concentración en su anillo, por si acaso...

- El señor Tristán y yo somos viejos conocidos -. Empezó a explicar ella sin preocupación alguna -. Hace un tiempo era uno de sus reclutas de mayor confianza. Se sorprendió gratamente de verme aquí, en Fernach. Aunque es cierto que me interrogó durante mucho tiempo antes de confiar en mi y contarme por qué él se encontraba en estas tierras. Pero no le culpo, teniendo en cuenta lo que ha estado sucediendo últimamente. Hasta mi mentor ha sido victima de los últimos y sombríos acontecimientos. pues desapareció hace unas semanas.

- Vale, vale... -. La acalló Meryl, agobiada -. Hablas mucho y muy rápido...


La salida del hospital tenía unos escalones hacia abajo, hasta pie de la calle. Mientras bajaban sus peldaños aún habían personas desde el interior de las puertas de cristal que miraban hacia ellas dos, perplejas por la escena que había montado una de ellas. La vista en el exterior era bastante agradable. La aldea de Fernach era un lugar apacible y de vistas clásicas, pues la mayoría de edificios eran de madera con los refuerzos de piedra y el techo de tejas. Junto con el color marrón de la madera y rojizo de las tejas, resaltaba también el de las zonas verdes que adornaban las calles, como los arbustos y arboles que dividían el recorrido pavimentado de las calles en dos.

- Cuando lleguemos a la casa donde podrá residir tranquilamente, le contaré en detalle tanto la actividad que ha estado realizando... y que actualmente lleva a cabo el señor Tristán, así como la información de algunos de las personalidades más importantes del cuartel de Fernach, los cuales están llevando activamente la investigación del... caso que usted ya sabe.

Aunque la zona del poblado alrededor del hospital era abierta y de calles anchas, a medida que caminaban iban tomando recorridos de calles más antiguas, por lo tanto eran más cerradas y sinuosas. Llegó un punto en el que, con sus comercios y tabernas, la anchura de la calle era nimia, casi parecía que estaban recorriendo callejones.

- También, por mi rango, tengo acceso a los informes de dichos casos, así que podré presta...

- ¡Calla ya! -. Le cortó Meryl, mirando a todos y cada una de las personas que recorrían las calles durante el atardecer.

- Lo siento, señorita Curie.

- Tampoco menciones mi nombre o apellido...

- Claro, señorita.

Meryl soltó un bufido de impaciencia, al mismo tiempo que se metía su mano derecha en el bolsillo de su chaqueta para invocar a través del anillo su teléfono móvil. Comprobó con irritación y como era de esperar, que el teléfono no tenía cobertura, como ya le indicaron antes de entrar en la región. Pero aquello también demostraba que en un mes y medio no había habido avance alguno en el tema de las comunicaciones. Meryl insultó en su mente a los incompetentes soldados por su incompetencia, mientras siguió caminando atravesando las calles de Fernach. Tras un rato, se encontraron con una plaza circular en la que había una fuente con la estatua de una sirena de cuya mano surgía el agua.

- Ahí se encuentra la casa, señorita -. Señaló Melina, pero Meryl le bajó la mano rápidamente.

- Joder... La sutileza no es lo tuyo, ¿eh? -. Le reprochó ella -. Además, ya podías haber hecho que fuese en una de las calles cerradas y no en un sitio tan abierto...

La casa, a pesar de encontrarse en una zona amplia como había reprochado Meryl, realmente era un edificio corriente, estrecho, aunque de dos plantas. Tenía dos pequeños balcones en su planta superior, junto con una ventana en la inferior, al lado de la puerta de entrada. No obstante, Meryl cogió del hombro a la chica que empezaba a considerar una novata en el tema de la investigación, a pesar de que trabajase como recluta y fuese una futura maestre. La dirigió hasta la parte trasera de la casa, una zona no transitable por cualquiera, ya que era la zona del patio de aquel vecindario. A través de ahí, entraron a la casa desde la zona trasera.

- Vaya... yo esperaba que fuésemos a entrar por la parte frontal, así que sólo cogí de dentro la llave de dicha puerta -. Indicó Melina.

Meryl se llevó la mano a la cara y se la frotó con fuerza, haciendo un enorme esfuerzo para no gritar de la angustia. No obstante, no fue demasiado problema, pues pudo forzarla ella misma. Para ello se aseguró bien de que no habían ojos indiscretos desde ningún ángulo, incluyendo las ventanas.

Al entrar pasaron a la cocina, que conectaba con el salón directamente salvo por una mueble a lo barra de bar, donde justo arriba colgaban unas copas relucientes en un estante colgante. Ciertamente, todo estaba muy limpio, como pudo comprobar en cuanto Melina atinó con el interruptor para encender las luces. Meryl pasó al salón y contempló los mullidos sofás junto con la mesa de café con fotografías de paisajes en marcos sobre ella.

- Así que no era una trampa...

- ¿Perdone? -. Melina, que acababa de cerrar la puerta que daba al patio trasero, se quedó absorta con esa pregunta, pero sin borrar su sonrisa de en medio.

- Tristán no está, tú te haces pasar por alguien que le conoce, todo para conducirme a una trampa y quitarme del medio... Eso es lo que había pensado -. Meryl se estiró y Pandora la imitó. A continuación, la chica señaló a la Nekuromasu -. Pero ni ella había olido nada, ni yo con la detección mágica al entrar en la casa... así que... -. Meryl dio la vuelta y miró directamente a Melina, que intentó empezar a hablar para decir que no era nadie sospechosa, pero ella la detuvo antes -. Prepárame algo de comer, que voy a darme una ducha.

Sin más, subió por las escaleras y fue buscando habitación por habitación hasta dar con el baño. Entró, dejando a Pandora fuera, y se dirigió al cajón de primeros auxilios, del cual sacó bastante material sanitario. Desenvolvió los paquetes de vendas, desenroscó el tapón del líquido desinfectante y lo dejó todo preparado para cuando saliese de la ducha. Con su anillo, se quitó la ropa rápidamente hasta quedar totalmente desnuda, y con cuidado, se quitó el vendaje para comprobar el estado de sus heridas. A pesar de que habían cicatrizado bien los cortes y los médicos habían conseguido regenerar la parte de la pierna que había perdido, aún tenía zonas con puntos o con la piel en carne viva. Con el roce del agua caliente en esas zonas de su cuerpo frunció un poco el ceño como señal de queja, pero a pesar de todo aquella ducha la renovó por completo. Debido al vapor que había generado el agua caliente, al terminar y salir de la ducha, abrió la puerta de la habitación para que se despejase y se airase. Al hacerlo, le llegó el olor de la carne cocinándose desde abajo. Pero aunque su estómago rugió al notar el olor, dedicó tiempo a vendarse con lo que anteriormente había preparado. Posteriormente pasó a depilarse un poco, después de todo el tiempo que había pasado en la cama de hospital. No se puso la ropa con su anillo, tan sólo se envolvió en un par de toallas: una para su cuerpo y otra para el pelo. De ahí pasó a los dormitorios contiguos y buscó hasta hallar un par de zapatillas para no ir descalza.

Al bajar, antes de fijarse en la comida que había preparado Melina y que ya había servido en la mesa de café, la cual se había convertido en una mesa de comedor al ser desplegada desde sus patas, fue a la cocina y dejó en el cesto de la ropa sucia toda la indumentaria que llevaba en el anillo. Preparó la lavadora para ello y la dejó lavándose antes de volver al salón y sentarse.

- No sabía que usted era tan ordenada, señorita.

- No lo soy... pero estoy de misión así que mejor ir cómoda y limpia adonde sea que tenga que investigar.

Entre la comida que había preparado Melina habían alitas de pollo, un bol de patatas fritas y una empanada de atún. Nada realmente complicado de preparar y que cualquiera podría haberlo cocinado, pero Meryl no se quejó. Tenía demasiada hambre como para hacerlo o para rechazar aquello. Cogió un par de alitas y empezó a hincarles el diente.

- Bien, señorita Curie. En la habitación de arriba tengo lo necesario para ponerla al día; desde el periódico regional hasta los locales, pasando por las fichas de los...

- ¡Eh! -. Interrumpió Meryl con la boca llena de carne. Tragó con esfuerzo y exhaló, antes de continuar -. ¡Déjame comer tranquilamente!

Melina se quedó quieta y sonriente, mientras que Meryl engullía todo lo que podía de la comida que había dispuesta para ella. De vez en cuando, cogía una alita y la tiraba al suelo para que Pandora también se alimentase. También, a veces, comía tan rápido que se atragantaba, pero Melina le sirvió con presteza el agua de la jarra en el vaso para que le ayudase a empujar el alimento. Varios minutos después, cuando ya terminó, la paciente Melina reanudó la conversación.

- ¿Le parece bien que pasemos ahora a los asuntos del caso, señorita Curie?


- Va... qué remedio -. Meryl, después de haber tenido una ducha y una cena como tal después de casi dos meses, sólo tenía ganas de echarse a dormir y ya ponerse mañana con el caso. Pero no tenía otra opción -. Y por cierto... Ahora que ya puedes mencionar mi nombre, llámame Meryl. No soporto tanta educación.

- Claro, Meryl -. Asintió Melina lentamente.

Acto seguido, la chica se levantó y se fue por el pasillo de la propia planta baja. Al cabo de unos minutos, regresó con tres enormes archivadores. Abrió el primero y le mostró a la ex-caballero los periódicos de la región de las últimas semanas. Meryl cogió uno a uno y les echó un vistazo, principalmente a las portadas.

- Qué pesados los del Ibeirrad, joder. Al final, ¿la corona va a ceder y se van a reunir con ellos? -. Comentó, prácticamente para sí misma. Dejó aquel periódico y pasó al siguiente -. Espera... -. Meryl se echó hacia delante y con eso se le resbaló un poco la toalla hacia abajo -. ¿Alguien ha filtrado lo que está ocurriendo aquí?

- Así es. Ahora, la población sabe lo que está ocurriendo por la zona, aunque no saben todos los detalles.

- ¿¡Por qué cojones me has dejado cenar sabiendo esta información tan importante!?

- Si me hubiese dejado acabar la frase en ese momen...

- ¿¡Ha hecho algo la reina al respecto!? -. Interrumpió de nuevo Meryl.

- Así es. Va a enviar al capitán del primer escuadrón para solucionar el problema.

- ¿¡A Gorasfrid!? ¡NO PUEDE SER!

 - Ehm... -. Melina se quedó dubitativa, dudando sobre si debía corregirla o no. Se decidió y tomó aire -. El líder del primer escuadrón es el señor Joffridus Hawk, no Gorasfrid Turs.

- Ah... ¡ESPERA! ¿¡QUÉ!? -. Durante un instante, Meryl se quedó perpleja por haberse olvidado de los líderes de escuadrones, pero en cuanto escuchó el nombre del verdadero líder del primer escuadrón casi escupe la bebida que tomaba en ese momento.

Joffridus era un capitán ejemplar, pero también era tosco, autoritario, rudo y algo ególatra. Meryl le conoció muy bien durante su etapa como Caballero de la Rosa Dorada, aunque lo único que sabe el general de ella es prácticamente nada, pues sólo le ha visto en su atuendo de Ébano. Al menos, por esa parte, se libraba un poco de tener que aguantarle. Pero igualmente no era suficiente.

- Si viene ese patán va a querer tomar el control del cuartel y hacerse con todos los casos. Apenas voy a tener libertad para poder actuar... Que eso es otra, ¿cómo cojones voy a actuar?

- No se preocupe, Tristán ya pensó en todo -. Se complació Melina de responder a tal incógnita -. Tengo el permiso para poder interactuar con las fuerzas de seguridad de Fernach y otros poblados de la zona. Así que tan sólo tienes que actuar como mi ayudante cada vez que nos encontremos en el cuartel o rodeado de otros oficiales.

- Qué remedio... -. Obviamente, aquella idea no le gustaba a Meryl, pero era mejor que tener que desvelar algo de su identidad o tener que tratar con Joffridus -. ¿Le queda mucho al capitán para llegar a la región?

- Menos de una semana, si no me fallan los cálculos.

- Bien, pues nos pondremos de inmediato... -. Entonces, Meryl soltó un bostezo y al estirarse, notó las molestias en la zona de los vendajes -. Bueno, mejor mañana que esté un poco más descansada. Pero igualmente, ponme al día.

- Por supuesto -. Melina abrió unas pocas carpetas y se puso a separar diversos documentos, que Meryl iba cogiendo y los iba ojeando mientras que la joven chica ayudante de Tristán continuaba hablando -. Tan sólo en esta zona norte de la región ribereña se han registrado ya más de veinte casos relacionados con Vivi en menos de tres meses. Pero tan sólo unos pocos en toda la región incluyen ciertas pistas o mensajes que ha dejado la niña. El primero fue en una casa a las afueras de este mismo lugar, Fernach. Un matrimonio granjero fueron hallados muertos, con sus extremidades clavadas en la pared formando una corta frase que completó con el uso de la sangre de las víctimas -. Melina le tendió unas pocas fotos en blanco y negro donde se mostraba la granja por fuera, el pasillo ensangrentado y el salón, lugar del asesinato y donde estaban los cadáveres -. La frase, escrita en infernal, indicaba lo siguiente: Restos que...

- ...Vuelven y volverán -. Terminó diciendo Meryl, quien también sabía leer ese idioma -. Bien, ¿y las otras frases de otros lugares?

- Pues... contando la primera, son las siguientes, de norte a sur: "Restos que vuelven y volverán", "Entierran generaciones de pecados", "Una sombra en luna creciente", "Antes gobernaban, ahora agonizan",  "Montañas de riquezas malditas", "Envueltos en oro y miseria", "Nómada de un mundo de sangre", y por último, "Restos que definitivamente volverán".

- Un mensaje oculto, ¿eh? Así que quiere jugar con nosotros...

- No es todo, Meryl. También se detectó anomalías mágicas en cada punto donde dejaba los mensajes. En cada uno de esos lugares habían dibujadas extrañas formas mayoritariamente abstractas.

- ¿Se sabe qué representan?

- No, pero ante el desconocimiento, los hechiceros de la guardia procedieron con cautela y, hasta el día de hoy, no hay que lamentar ningún incidente en el proceso de disipación.

- Bien. No sé qué pretende hacer la conciencia demoníaca, pero parece un juego de niños...

- También estoy al tanto de que hay, por lo menos, otro individuo que está trabajando con ella de forma directa o indirecta, como me pudo indicar el señor Tristán mientras usted se encontraba inconsciente.

- Sí... -. Meryl se llevó la mano a la cara, lamentándose tanto por su mal estado de forma como por la obcecación que le invadió aquella noche. Si hubiese tenido el mismo nivel físico y mental que tenía cuando era Caballero de la Rosa Dorada, aquel estúpido le habría durado nada  -. Y por lo que parece, no es del tipo de individuo que haya sido forzado a estar de lado de Vivi, al contrario que muchos de los guardias y demás miembros de la población, ¿cierto? -. Ante el gesto de asentimiento de Melina, Meryl continuó con otra pregunta -. ¿Se ha capturado a alguien?

- Sí... y no. Cada vez que uno de los controlados por Vivi sale a la luz y se destapa como un "aliado" del ente demoníaco, la guardia no logra capturarlo a tiempo y... bueno...

- Se los quita de en medio en cuanto deja de serles útiles. La conciencia no es tan tonta como parece... -. Comentó, volviendo a mirar los mensajes que parecía un juego que les estaba poniendo como prueba de que les subestimaba. Pero si era cierto que era bastante más inteligente de lo que parecía, aquello debía esconder gato encerrado -. ¿Dónde está Tristán?

- Se encuentra cerca del paso del Río Gemelo Sur. Está investigando otro caso de ruta cerrada donde se han producido emboscadas, pensando que se podría tratar del mismo individuo que os emboscó a vosotros. También ha viajado con la intención de recuperar las comunicaciones de la región.

- Ese idiota... -. Se lamentó Meryl, chasqueando la lengua -. Es inútil. Si le ha llegado al noticia de lo del paso, seguramente sea un señuelo para mantenernos separados... y encima lo de la torre de comunicaciones, que será imposible de recuperar si esta tiene abjuraciones de energía negativa, como la del norte de la región que ya mandamos a vigilar.

- El señor Tristán confía en que...

- El "señor" Tristán está actuando justo como quiere Vivi -. Le cortó Meryl sin pudor, notándose en ella el mal humor creciente -. Tenemos que ser más listos, más sutiles... ¿Qué hay de la guardia de aquí? ¿Quiénes investigan los casos?

- Un total de seis oficiales -. Melina le tendió los documentos con las fichas de cada uno.

- Pero esto... ¿cómo tienes acceso a este tipo de información?

- A falta de mi maestre, yo soy la siguiente en rango, de manera que tengo permiso para interactuar y colaborar con la guardia de Fernach.

- Ya, claro... -. Meryl se quedó mirándola de soslayo -. ¿Estás segura de que no formas parte del enemigo?

- No, claro que no. Puedes confiar en mi -. Respondió de nuevo con total tranquilidad.

Meryl se quedo un rato mirándola, tras lo cual miró a los documentos, entre ellos el que tenía en la mano, y también le echó un vistazo a Pandora. La Nekuromasu descansaba plácidamente en el reposabrazos del sillón donde estaba sentada su dueña, y no se inmutó en absoluto. Así que, suspiró y prosiguió.

- Está bien... A ver, los oficiales -. Y dicho aquello, empezó a investigar las fichas de los miembros de la guardia, entre los que creía ella que se encontraba el responsable de truncar los esfuerzos de la guardia, y eso si era solamente uno al final.

Clifford Fry.
46 años.
Más de veinte años de servicio, en la que fue ascendido hasta tres veces de puesto.
En su fotografía se podía ver a un señor de facciones duras, calvo, con perilla rubia y gafas.

Allan Gill
42 años.
Trasladado desde Aldea Roja en el año 1009.
En su fotografía se podía ver a un hombre de cara redondeada, esbelto, barbudo y con un párpado más caído que el otro.

Corey O'Connor
41 años
Consiguió el puesto de oficial el año pasado, debido a su desempeño durante la Convención Real.
En su fotografía se podía ver a un hombre que también tenía barba en abundancia, pero en esta ocasión le rodeaba la cara como si fuese un león, pues incluso su color acompañaba a ello, ya que era pelirrojizo.

Charles Flynn
36 años
Trasladado desde Granja Fertl en el año 1003.
En su fotografia se podía ver a alguien de pelo corto, moreno, con un par de cicatrices en su mejilla derecha.

Keith Pratt
36 años
Consiguió el puesto de oficial a principios de este año.
En su fotografía se podía ver a un hombre de pelo largo y rizado, recogido en coleta, que tenía un parche en el ojo derecho.

Damon McFarland
34 años
Trasladado desde Villa Lannet en el año 1009.
En su fotografía se podía ver a un hombre joven para la edad que tenía, sin presencia de cicatriz alguna y con un pelo parcialmente teñido de rubio.

Meryl se quedó un buen rato repasando todo su historial de servicio en la guardia, pero por mucho que analizase, no veía nada raro. Nada salvo en uno, Corey O'Connor, ya que fue de todos el que estuvo durante la Convención Real, el lugar donde ocurrió el incidente con Vivi. Sin embargo, parecía demasiado evidente como para que fuese cierto.

- ¿Y el capitán del cuartel?

- Oh, se me olvidó mencionarlo... Es que...

- No me digas más, se encuentra en paradero desconocido -. Supuso Meryl, a lo que Melina asintió -. Claro, es más fácil introducir al controlado... o los controlados... en un entorno donde no esté la cabeza pensante. Así es más fácil controlar el cuartel.

Meryl se quedó un rato en silencio. Sabía que debía empezar a movilizarse mañana mismo, pero eran tantas las incógnitas y tantos los lugares donde podía estar el enemigo que cualquier paso en falso les llevaría a una trampa peor que la que recibieron Tristán y ella en el camino norte de Fernach. Colocó las seis fichas en la mesa, una tras otra, de izquierda a derecha. Se quedó mirándolas durante otro largo rato en la que ni ella ni Melina hablaron. Hasta que finalmente...

- Me conocerían... -. Soltó en voz baja.

- ¿Perdón?

- Me conocerían... Claro... -. Repitió aún absorta, hasta que por fin parpadeó y miró a Melina para explicarle -. Quien sea que sea el controlado por Vivi, en caso de que sea uno, me conoce. Ya he luchado contra uno de su bando, me ha visto la cara, sabe que yo soy Ébano y voy detrás de la conciencia demoníaca. Estará al tanto de mi. En circunstancias normales, estos tipos no me deberían de reconocer, cualquier sugerencia que les diese les entraría por un oído y les saldría por el otro, salvo si esa información se la doy a uno de ellos. Seguro que actúa con rapidez para tratar de evitar cualquier intento extraño que haga.

- Pero entonces, ¿cómo sabrás cuál de ellos es el traidor?

- Muy sencillo -. Esta vez fue Meryl la que esbozó la sonrisa, de la misma forma que Melina lo había hecho durante la mayor parte del día.



Aquella noche descansó especialmente bien, aunque igualmente le llevó algo de tiempo quedarse dormida. Durante aquel lapso en el dormitorio de aquella casa se preguntó muchas cosas y se dio cuenta de otras tantas. De entre las que se dio cuenta se encontraba el hecho de que, aunque fuese en un mínimo, volvía a sentir satisfacción en trabajar de esa forma. Pero entonces una aterradora verdad le sacudió: morirían más personas, era inevitable. Y seguramente, muchas de esas muertes podría evitarlas, pero haciéndolo provocaría un caos mayor. Siempre se repetía la historia, el sacrificio de unos pocos se convierten en los cimientos de la supervivencia de muchos otros. Ya ocurrió durante la rebelión interna de Aldmet y volvería a ocurrir.

Se avecinan tiempos difíciles, de manera que se requieren de voluntades fuertes.

Al recordar aquello de voluntades fuertes, se acordó de todas aquellas mocosas, entre las que se incluía su sobrina ¿Cuánto tiempo les llevaría para que se diesen cuenta de que el mundo era cruel? De que hacía falta algo más que pura bondad para solucionar los problemas. Realmente esperaba que, si se tenían que dar cuenta de una verdad tan dolorosa, fuese al menos dentro de mucho. Se revolvió en la cama para estirar su brazo y coger el móvil de la mesita de noche. Eran las tantas de la madrugada pero, ¿qué mas daría? si todo lo que tenían que hacer era estudiar y ya está, una llamada no incomodaría a nadie. Pero, como era obvio, no había cobertura.

Todo lo que tenían que hacer era estudiar...

Entonces se acordó de la época en la Academia... De Magrid, que tanto dolor le había producido. Se había hecho pasar por esa otra persona para desestabilizarla y poder incrementar un poco más la fragilidad de Aldmet, ¿con qué fin? ¿A cuántas personas había hecho lo mismo? Meryl había subestimado a Tom, que aunque no le llegó a conocer personalmente, sí que tenía recuerdos de su adolescencia donde él se encontraba en los primeros cursos cuando ella ayudaba a los profesores en la Academia.

Y sin darse cuenta, envuelta en esas mareas de pensamientos y recuerdos, Meryl se quedó totalmente dormida.

Se despertó al siguiente día, comprobando que era casi mediodía. Había dormido más de doce horas y Melina no la había despertado cuando tenían tarea que hacer, pero era mejor así. La noche anterior se aplicó un remedio mágico personal que podría hacer que recuperase la movilidad, pero para eso necesitaba descansar todo lo posible, por lo que había surtido mucho efecto. Acarició a Pandora para despertarla, ya que quería asegurarse de que Melina no la había despertado por decisión propia o porque había ocurrido algo.

- Pandora... anda, bonita, ve a ver si Melina está bien.

La Nekuromasu se desesperezó y saltó de la cama. Volvió a saltar para agarrarse del picaporte de la puerta para abrirla y salió al pasillo. Mientras tanto, Meryl seguía comprobando cada una de sus heridas, al mismo tiempo que se vestía manualmente. Le encantaba su anillo, pero también le gustaba hacerlo por sí misma. Se tranquilizó al ver que Pandora volvió a la habitación y maulló tranquilamente, como símbolo de que la chica se encontraba bien. Minutos más tarde, salió y bajó las escaleras para encontrarse en el salón, aún con los documentos y las carpetas acumulados en uno de los sillones, con Melina, que se encontraba limpiando.

- Buenos días, Meryl. No la desperté porque pensé que necesitaría descansar un poco más.

- Acertaste, pero a partir de ahora ya no podemos permitirnos perder más tiempo en dormir ni... -. Observó que la chica había limpiado los platos de comida de ayer, y además había lavado, secado y doblado la ropa que Meryl se quitó anoche -. Ni para limpiar. Quiero acabar esto antes de que hayan más víctimas... y antes de que venga el pesado de Joffridus.

- Claro. Deme cinco minutos y salimos para ponernos a trabajar.

- Bien, adelante.

Meryl ya tenía muy claro su plan de acción y durante aquellos cinco minutos que Melina se metió en el baño y en su dormitorio, la ex-caballero se dedicó a contarle el plan con todo lujo de detalles desde el pasillo. Finalmente, la joven chica salió con todo su equipamiento listo.

- Es un gran plan -. Admitió finalmente.

- Pandora, te nombro guardiana de la casa. Quédate aquí y no dejes entrar a nadie que no sea ni Tristán, ni Melina, ni yo, ¿vale? -. Le encomendó Meryl. Pandora maulló y de un salto desde las escaleras fue a parar al sofá, donde se enroscó y se echó plácidamente.

- ¿Siempre duerme?

- Si yo te contara... -. Resopló Meryl, aunque con una media sonrisa en la cara. Se acordó de que gracias a Pandora aún sigue con vida.


Unos minutos más tarde ya se encontraban caminando por las calles estrechas y abarrotadas de Fernach. Ya tenían los lugares que visitarían fijados, y en ninguno de ellos constaba el cuartel. Meryl tenía otros planes y, si le salía bien, podría dar un paso de gigante en el caso contra Vivi.

- ¿Lista? Al fin y al cabo, dependo de ti para que esto salga del todo bien -. Tras una mirada seria, Meryl dijo aquello con sinceridad.

- Claro, vamos allá -. Respondió Melina con una sonrisa.

Rodearon varias veces la plaza que estaba enfrente de la casa y continuaron por una de las calles principales, que recorrieron hasta el final casi a las afueras del poblado. Luego, volvieron hasta la zona central urbana por otra de las calles, habiendo dado un rodeo a la manzana. Entraron en el mercadillo por una de las dos entradas principales, pero salieron por la zona trasera, donde los negocios reabastecian sus inventarios de productos. Desde allí, volvieron al hospital, por el cual entraron y subieron hasta la planta donde estaba ingresada Meryl. No fue una experiencia muy agradable para el personal que trabajaba allí, pero eso no pareció importarle ahora a ella, ya que estaba enfocada en la misión. Salieron por las escaleras de emergencias y continuaron por un pequeño parque cerca de allí. En todo ese trayecto, Melina ya se había detenido tres veces para seguir el plan de acción de Meryl. Era una diestra hechicera, pero todo aquel esfuerzo que le había exigido estaba aflorando en forma de cansancio.

- Aguanta, queda la mitad -. Apremió a Melina para que no decayese el ritmo.

- Cla... claro.

Tras dar un par de vueltas por el parque e incluso comprar un par de algodones de azúcar como sugerencia de Meryl, salieron y fueron directamente al zoco del pueblo, que hacía las veces de un intento de centro comercial muy modesto. Allí, compraron algo de ropa nueva y volvieron a salir. Esta vez acabaron en una calle de pisos de apartamentos, cuyas calles recorrieron dos veces: primero en el sentido de las agujas del reloj, y luego justo al contrario. Viendo cómo se encontraba Melina y la hora que era (casi las cinco), aprovecharon para detenerse a comer en una taberna. Se sentaron al fondo del todo, cerca del acceso al área del personal. Tras comer algo ligero, salieron por dicha zona restringida asegurándose antes de que nadie dirigía la mirada hacia ellas. Recorrieron el callejón de la zona trasera de la taberna y con ello, salieron de nuevo a las bulliciosas calles.

- Falta uno.

- Sí... menos mal -. Jadeaba Melina, y no precisamente por la caminata.

Y para finalizar, caminaron directamente hasta el ayuntamiento de Fernach, el cual estaba al lado de un colegio. Como era por la tarde, este estaba abierto debido al trabajo de limpiadoras en las aulas. Meryl y Melina entraron en su interior y recorrieron los silenciosos pasillos donde tan solo retumbaban el sonido de sus botas. Aunque les llamó la atención un par de limpiadoras, Meryl pasó de ellas mientras que Melina se disculpaba mediante voz e inclinaciones. Salieron por otra parte del patio y de ahí, por otra de las salidas del recinto escolar. Una vez más, callejearon como si el camino que estuviesen atravesando fuese un laberinto, y tras hacer aquello y alejarse, Meryl se paró con las manos en la cintura. Observó con una sonrisa a una Melina que tenía las manos en las rodillas, agachada por el cansancio que se podía observar en las bocanadas de aire que buscaba con urgencia, además de en su sudor.

- Listo, acabamos. Volvamos.

- S... sí...

- Buen trabajo, por cierto.

Y para terminar, Meryl buscó a un grupo de niños, a los cuales analizó muy bien mágicamente para asegurarse de que no eran peligrosos, ya que en general era mucho más fácil detectar las matrices de energía negativa en un niño que en un adulto. Tras asegurarse, les encomendó un trabajo para el siguiente día a cambio de unas pocas monedas de oro para cada uno, así que aceptaron encantados. Al volver al piso ya con el sol poniéndose, Meryl se sentó en el sillón después de acariciar a Pandora, que fue a recibir a su dueña. Sin embargo, Melina llegó y se desplomó dejándose caer sobre el sofá.


- No te quedes dormida que aún que tengo que preguntarte unas cuántas cosas para mañana.

- Lo sé... lo sé... solo necesito... estar echada...

Meryl se quedó mirándola durante unos instantes, antes de que decidiese dar media vuelta y se dirigiera a la cocina, con Pandora detrás. Se había dispuesto a preparar ella la cena como recompensa para la joven hechicera y el enorme esfuerzo que había llevado a cabo hoy. Era curioso que, igualmente, se preocupase tanto en preparar la comida, aunque se puso a pensar en ello y no tardó en dar con la tecla. Lo que le había pasado en los últimos meses había hecho que se olvidase incluso de drogarse aquel día: desde la ayuda de las mocosas, pasando por el hecho de que descubriese que el motivo por el que abandonó los caballeros no fue más que un engaño, sumado a la vergüenza de que Tristán descubriese que era una drogadicta, y finalizando con que la distracción y puesta de atención en una misión tan importante ayudaba a mantenerse firme.

- ¿Así que así era yo antes, eh? -. Se llegó a preguntar mientras apartaba las croquetas con una sonrisa que no pudo evitar esbozar como una boba.

Hasta que se dio cuenta de que, de tanto pensar, se les había quemado por una de las caras, entonces se le hinchó la vena del cuello y las tiró a la basura para repetir de nuevo a cocinarlas. Al menos habían cosas que no cambiaba, como sus puntos de mal humor e histeria.

Cuando ya llevó los platos y se pusieron a cenar, con Melina agradeciéndole por el gesto que había tenido, Meryl se dedicó a hacerle unas cuantas preguntas. Estas cuestiones iban enfocadas al cuartel de Fernach. Ya sabía información de los oficiales y del capitán general, pero era información de sus puestos de trabajo; así que le preguntó por la vida personal de cada uno y los conocidos que tenían tanto fuera como dentro del cuartel. Con todo apuntado, Meryl dedicó los siguientes minutos a intentar memorizarlo todo. De vez en cuando fallaba algún que otro dato, como con el número de hijos de uno de los oficiales, pero se mostró bastante satisfecha de recordar casi al milímetro varias hojas de nombres, plantas de habitaciones y descripciones del cuartel, en menos de media hora.

- Bien, bien. Creo que ya casi lo tengo todo -. Se convenció Meryl, dando un sorbo a su refresco -. Hoy ha sido un día muy importante, pero mañana lo es aún más.

- Estaré preparada -. Aseguró la chica -. No fallaré. Me concentraré al cien por cien.

- Eso espero. Y ahora, a dormir, que mañana toca madrugar.


Se fueron a la cama a descansar antes de las diez de la noche. Meryl supuso que Melina había cogido el sueño enseguida, después de la paliza que había sufrido hoy. A ella le hubiese gustado coger el sueño con tanta facilidad, sin embargo no pudo evitar acordarse justo en ese momento, después de dos días, del sueño que había tenido mientras estaba en el hospital. Pensó en su familia y en lo que ocurrió; en concreto en su hermana, que después de los sucesos de Evolution en las Islas Verdes prácticamente desapareció. Aunque se enteró unos años más tarde de que había tenido una hija, Maryse.

- ¿Dónde estás, Emma? -. Meryl realizó esa pregunta, sin saber si lo hacía consciente o ya estaba en el descanso de la vigilia.

Enseguida escuchó el ruido molesto del percusor del despertador. Lo apagó de un puñetazo, aunque más tarde pensó que quizás no volvería a funcionar bien. Había tenido un descanso para nada reparador. Casi como si entre el hecho de haberse quedado dormida y haberse despertado tan sólo hubiesen pasado unos pocos segundos.

- Vamos allá -. Se dijo para sí misma.

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Era primera hora de mañana cuando acababa de cerrar la puerta de su apartamento. Tras recoger el periódico local de su buzón, pues estaba suscrito a la editorial, se lo colocó bajo el brazo y bajó hasta el puesto de pan que tenía enfrente, el cual estaba abriendo el dueño en esos precisos momentos.

- Buenas, señor McFarland, ¿qué tal el día? -. Le saludó él en otro día de siempre.

- Buenos días, Funnes. Todo genial, ya estoy mejor del resfriado.

- Me alegro, me alegro. ¿Lo de todos los días? -. Preguntó afablemente, preparando la bolsa y sacando el pan recién horneado.

- Así es, muchas gracias.

Tras haber comprado el pan para su familia volvió al pasillo del bloque de apartamentos, el cual conectaba con el exterior de manera que podía ver el paisaje de aquella zona de Fernach, que se bañaba cada vez con más luz. Entonces, aquel hombre se topó con un par de chicas en la puerta de su casa.

- Perdone que le interrumpa, señor oficial McFarland -. Empezó a hablar Melina -. Venía a presentarle a mi ayudante en el caso Vivi, la señorita Meryl Curie. Ella tiene algo importante que comunicarle

Meryl, a pesar de tener un falso rostro de simpatía, se fijó muy bien en las gesticulaciones del oficial en cuanto Melina le mencionó su nombre. Como era obvio, este se fijó en ella, de arriba a abajo, pero estaba más descolocado por el hecho de que se encontrasen allí ambas que de otra cosa.

- ¿Ocurre algo como para que tengan que venir a contarme esto a la puerta de mi casa?

- Sí, ocurre -. Habló esta vez Meryl -. Mi superiora y yo hemos descubierto una anomalía que está a punto de confirmarme uno de mis agentes secretos. Necesitamos de su ayuda y de sus hombres para que nos puedan cubrir el punto de reunión. Es una emergencia, como podrá deducir por el hecho de que hayamos venido hasta aquí para comunicarle esto.

Entonces, Meryl desbloqueó el teléfono desde el interior del bolsillo de su chaqueta sin que lo viese McFarland. Unos segundos después, el dispositivo estaba sonando como si la estuviesen llamando. Ella obviamente lo cogió y fingió una conversación, alejándose levemente de Melina y de aquel hombre.

- Vale, enseguida vamos -. Terminó diciendo en el final de la llamada ficticia de Meryl, colgando el dispositivo.

- ¿Tiene señal?

- Ah, ¿no se lo había dicho la señorita Melina? -. A pesar de que podía hacerse pasar por una persona simpática en ese momento, la parte de "señorita Melina" le costó algo decirlo. Igualmente, siguió -. Tenemos abierta una línea interna para poder comunicarnos y así recuperar ventaja de lo sucedido recientemente -. Un sonoro "je" resonó en la cabeza de Meryl antes de seguir -. Mi agente encubierto me lo ha confirmado así que ya puedo decírselo: creemos que se esconde algo importante en uno de los lugares en los que actuó Vivi.

- ¿En cuál? Mandaré rápidamente a mis hombres y me sumaré yo mismo a la operación.

- Claro, claro, pero espere, que no se lo he dicho aún -. Tanto Melina como Meryl miraron a ambos lados del pasillo de los apartamentos y entonces la ex-caballero se acercó para susurrarlo en voz muy baja -. En el molino de agua, a tres kilómetros al noroeste. Se lo comunicaré también al resto de oficiales, esto podría ser muy importante como para enviar solo una patrulla.

Unos segundos después de esa conversación que acababa de tener lugar, en otro lado del poblado de Fernach, un hombre acababa de comprar en la zona de mercadillo unos pasteles de bollería para desayunar. Mientras mordía el croissant, se colocaba mejor la gomilla de su pelo para hacerse la coleta.

- ¡Señor Pratt, señor Pratt!

La poca gente que había en el mercadillo se giró en dirección al origen de aquellos gritos, pero el primero en hacerlo fue el propio aludido, Keith Pratt. Ya por fin pudo ver de quién se trataba.

- Pero usted es la mano derecha del maestre, la señorita Melina Pernolde. Espera... ¿Ocurre algo?

Detrás de Melina llegaba Meryl y en cuanto ambas se pararon frente a él haciéndose las cansadas, propusieron tratar el tema de urgencia en un lugar un poco más apartado. Rápidamente salieron del mercadillo y en uno de los callejones, le comunicó Melina:

- Mi ayudante, la señorita Meryl y yo, venimos del cuartel. Están movilizando los escuadrones hasta un punto en el que se cree que se ha descubierto algo muy muy importante del caso Vivi.

- Espera, espera... ¿Curie? ¿Como la directora científica de los Protectores hace más de dos décadas?

Entre todo aquel teatro, a Meryl le dio una punzada en el estómago que no pudo soportar. Para disfrazar la sensación, lo que hizo fue toser como producto del supuesto flato que estaba sintiendo. Melina asintió por ella y continuaron.

- ¡Pero oficial, eso ahora no es lo importante! ¡Tiene que ir rápidamente, podrá alcanzarlos en un santiamén!

- Espera... ¿Han movilizado también a mi escuadrón?

- Ha sido Rosie -. Fue ahora Meryl quien contestó -. Creo que quería impresionarle.

- Espera... -. Volvió a soltar Keith, y Meryl sentía que cada vez que decía "espera" aquel hombre, más ganas tenía de soltarle una buena hostia -. Mira que le tengo dicho que no puede hacer algo así. En fin, voy corriendo al cuartel a prepararme y...

- No, no... -. Fue Melina la que saltó ahora.

- ¿No?

- No, porque... -. Continuó Meryl -. Ya han salido todos y ya sabes como es Rogelio. En cuanto se pone a limpiar ya no hay quien lo pare. Y se ha puesto justo a limpiar los barracones.

- Joder con el puto Rogelio. Mira que le tengo dicho que lo más importante es el protocolo y no cuánto brille el suelo. En fin, voy a ello...

Meryl y Melina comprobaron atónitas cómo aquel hombre empezaba a correr hacia uno de los lados del callejón. Hasta que, cómo era normal, se detuvo y se giró hacia las chicas.

- Espera... -. Empezó a decir y, de nuevo, Meryl tuvo que hacer un esfuerzo muy grande, apretando el puño, por no abalanzarse encima de él -. ¿Hacia dónde han ido?

- Han ido dirección al segundo caso, ¿sabe usted cuál es, verdad?

- Sí, sí, voy directamente. Vosotras volved al cuartel y decirle a Rosie que la respuesta sigue siendo "no" -. Tras decir aquello, volvió a reanudar la carrera, desapareciendo de inmediato.

Tres segundos justo después de aquello, a unos kilómetros de distancia, en las afueras de Fernach, un hombre esbelto llegaba en ropa de chandal a su casa en la periferia. Entonces, se paró frente a la puerta ya con las llaves fuera, pero se quedó mirando a las dos señoritas que justo llegaban por la parte externa del jardín frontal de la casa.

- ¿Ves? Te lo dije.

- Ah, pues es verdad, ja, ja, ja... -. Rió con falsedad Meryl.

- Venga, ven. No te avergüences ahora.

- ¿Señorita Perenolde?

- ¡Buenas, Allan!

- ¿Qué le trae aquí? ¿Quién es ella?

- Ella es... bueno, una gran fan de usted, ¿verdad, Meryl?

- Eeeeh... sí, sí. Por fin puedo conocer al héroe de Aldea Roja.

- Ah... -. Con su cara redonda y limpiándose el sudor de haber hecho ejercicio, Allan se ruborizó levemente -. Así que me conoce, ¿eh?

- ¡Claro, si estuve allí mucho tiempo! Soy amiga de su hija, Helerie.

- Aaaaah, ¿conoces a Helerie? Bien, bien. Pues es un placer...

Con todo el pestazo a sudor, Allan se acercó para darle dos besos a Meryl, que tuvo que aceptar y devolverlos aunque le ardían las entrañas de la ira. Menos mal que ya estaba a punto de desatarse la segunda parte del plan de Allan. Así lo llevó a cabo Melina al chasquear los dedos de la mano derecha que justo tenía en su espalda.

- ¡SEÑOR GILL!

Un soldado herido y renqueante llegaba corriendo desde el sendero exterior de Fernach. Tanto Allan como Meryl y Melina se alarmaron por el estado del guardia.

- ¡Han atacado a la patrulla de Werol! ¡Necesitan ayuda!

- ¿¡Qué dice!? ¿¡Dónde!? -. Preguntó casi a gritos.

- Cerca del arroyo, en el almacén... No les queda mucho tiempo.

- ¡Este Werol, otra vez actuando por sí solo!

- En el almacén del arroyo... -. Soltó Meryl, fingiendo preocupación -. Allí actuó Vivi y precisamente acabábamos de descubrir algo que podría dar la vuelta a la investigación.

- ¿¡En serio!?

- ¡Oficial, por favor! -. Apremió Melina a través de la ilusión del guardia.

- ¡V... voy!

- ¡Nosotras vamos al cuartel a avisar! -. Opinó Meryl -. Usted vaya directamente, que con su fuerza podrá salvar a los demás y desentrañar el misterio del caso de Vivi allí.

Allan se sonrojó de nuevo, a pesar de la situación. Entró a su casa para coger un arma e ir directamente hacía el lugar del crimen, mientras que ambas chicas fingían que iban al cuartel para informar. En lugar de eso, volvieron a recorrer unos cuantos kilómetros en tan solo un par de segundos, hasta el callejón trasero de la taberna del poblado. Dentro había desayunando un hombre que acababa de terminar de leer el periódico y se había levantado para dejarlo en la barra y de paso, pedir unos cuantos churros más. Y cuando ya tenía su segundo plato de desayuno y volvía hasta su mesa se chocó contra alguien, provocando que el plato cayese y se rompiese, desparramando los churros por el suelo.

- Oh, perdón... -. Se disculpó la persona con la que se había chocado.

- ¡Pero hombre, mire por donde... -. Fue a quejarse el hombre, pero en cuanto se fijó en la cara de la chica se quedó congelado -. No, no, perdón, la culpa ha sido mía que no miraba por donde iba. ¿Le puedo invitar a un café? Señorita...

- Meryl Curie, y acepto ese café, buen señor...

- Por favor, llámeme Clifford.

Unos minutos más tarde se encontraban en la mesa, conociéndose. Meryl tenía ganas de romper la mesa en dos por tal de desahogarse con respecto al  papel que tenía que cumplir, pero al menos era mejor la caballerosidad pomposa de Clifford que el gordo sudoroso de Allen. Siguieron así durante un cuarto de hora más, hasta que llegó Melina.

- ¡Así que aquí estás!

- Señorita Perenolde...

- Anda, si también está aquí el oficial Fry. Perfecto -. Se complació Melina, sentándose en la misma mesa que ellos -. Meryl, vengo de allí y sí, hay un sótano oculto.

- ¿Ves? Lo suponía -. Contestó ella, cruzándose tanto de piernas como de brazos.

- ¿Qué está pasando aquí? -. El oficial carraspeó, perplejo, mientras apartaba hacia un lado la taza de café.

- Oficial, le presento a mi ayudante, Meryl Curie. Está ayudándome con el caso Vivi y gracias a sus indagaciones hemos llegado a detectar que hay un sótano oculto en el caso que precisamente llevó usted, el de la casa de campo.

- El que llevé yo... -. Repitió él, asimilando toda la información. Miró a Meryl, la chica con la que creyó que estaba ligando, pero esta se adelantó a él.

- Yo ni sabía quién era usted. Estaba fuera de servicio, vaya -. Mintió, guiñándole un ojo.

- Entonces... usted que llevo el caso, señor Fry, ¿no se percató de que había una entrada oculta a un sótano detrás de una estantería del pasillo?

- ¿Eh? No, no... no tenía ni idea.

- Pues debería ir a investigarlo con nosotras. Ya he pedido a su mano derecha, la teniente Kanrad, que vaya a avisarle. Pero no se preocupe, vaya saliendo hacia allí, que yo misma voy a buscarla para decirle que le he hallado antes.

- No se preocupe, yo le acompaño -. Aseguró Meryl, entre toda la marea de dudas que envolvían a Clifford.

Al salir de la taberna, Melina se separó haciendo como que buscaba a la teniente, y Meryl y Fry marchaban por una de las calles dirección hacia el exterior de Fernach. Pasados un par de minutos y la chica se detuvo de un sobresalto.

- ¿Ocurre algo?

- ¡Claro, mi bolso! Me lo he tenido que dejar en la taberna, ¿¡a qué me lo roban!?... Vaya adelantándose usted, oficial, que voy a intentar recuperarlo cuánto antes.

- De... de acuerdo.

Meryl salió corriendo sin mirar atrás. Callejeó hasta dar con el punto donde se reuniría con Melina.

- ¿Todo bien?

- Sí... El caso es, ¿vas tú bien con tu magia?

- Un poco agotada, pero aguanto.

- Bien, a por el siguiente.

Melina y Meryl se agarraron de las manos, como todas las veces anteriores. Entonces, desaparecieron de aquel lugar y, al instante, se encontraban en otra punta del poblado. Al lado de ellas quedaba el colegio que atravesaron, pero caminaron bordeándolo para acercarse al ayuntamiento.

- ¿Estás segura de que lleva días sin hablarle?

- Completamente. De hecho, soy amiga de su esposa porque suele visitar la torre de mi maestre. Están peleados.

- A esperar entonces -. Terminó diciendo, quedándose en una esquina de la calle para observar el ayuntamiento en cuanto lo tuvo a tiro.

Un cuarto de hora después, vieron a su objetivo aproximarse al edificio, y fue entonces cuando decidieron acercarse con presteza antes de que llegase hasta la entrada.

- ¡Oficial O'Connor! -. Le llamó Melina, a medida que fingían que corrían hacia él con urgencia.

El hombre de pelo y barba pelirroja, donde esta última rodeada el mentón por la zona exterior de su cara, asemejando su rostro al de un león, se giró de inmediato hacia ambas chicas. Al contrario que otros oficiales, que iban con ropa informal debido a la hora de la mañana que era, el señor Corey O'Connor iba con un traje de chaqueta impecable.

- Usted es la hechicera en funciones de la torre del maestre, la señorita Melina Perenolde -. Soltó él como si fuese necesario dar esa información, simplemente por el mero hecho de que la conocía.

- Sí, así es. Ella es mi ayudante, la señorita Meryl Curie -. Tras haber presentado a Meryl, O'Connor la observó como quien ve a una persona cualquiera. Fue a presentarse pero ella se adelantó.

- Señor O'Connor, necesitamos decirle esto urgentemente. Su mujer ha sido secuestrada y creemos... no, no creemos... sabemos que se encuentra en el lugar del caso de Vivi de la familia que encontraron colgadas con cadenas -. Meryl soltó toda aquella información de la manera más rápida que pudo. Así conseguía que O'Connor asimilase la información rápidamente.

- ¿Cómo que... ¡Y yo creyendo que no me hablaba por una discusión y lo que pasa es que no estaba!

- Por favor, cálmese -. Le aconsejó Melina, ya que el oficial había perdido los nervios y aquello último lo había exclamado -. Cuánta menos gente sepa esta información, mejor para usted y su esposa.

- Le acompañaremos hasta el lugar donde la tienen. Entre los tres podremos rescatar a su esposa y atrapar al culpable. Piense que esto podría ser un paso de gigante en el caso de Vivi.

- Lo sé, lo sé, pero iré solo. No sólo se lo debo a mi esposa, sino que será más fácil acercarme al lugar clave. Vosotras pedid refuerzos, ¿vale?

Ambas se miraron, perplejas por lo extrañamente fácil que había sido convencer a O'Connor de que fuese sólo al lugar clave. Fingieron insistir y en estar preocupadas por la hipotética temeridad del oficial, pero al final accedieron a ir al cuartel a pedir refuerzos mientras él se adelantaba.

- Sólo queda uno, entonces -. Dijo Meryl en cuanto volvieron a estar solas, lejos del ayuntamiento.

- Vamos allá, acabemos con esto.

De nuevo se agarraron de la mano y Melina se concentró en la última runa marcada del día anterior. Con un nuevo hechizo de teletransporte aparecieron allí, en una zona apartada de las calles detrás del hospital. Procedieron entonces a rodearlo, dirigiéndose a la entrada principal.

- Usted de nuevo... -. Comentó asustado uno de los miembros de seguridad que confrontó Meryl cuando despertó.

- Cállate, que vengo de buenas, coño -. Soltó ella, imponiéndose en el tono de voz.

- Creo que es por aq... -. Fue a decir Melina, pero entonces fue interrumpida.

- Melina Perenolde... y tú debes de ser su ayudante, Meryl Curie -. La joven chica se sobresaltó, mientras que la ex-caballero se giró con mala cara, pero incluso ella no pudo evitar no sorprenderse. Les acababa de hablar ni más ni menos que el último objetivo de todos, anteponiéndose a su plan.

- ¡Anda, si les estábamos buscando! -. Exclamó Melina, que no pudo evitar esconder los nervios debido al cansancio que estaba sufriendo.

- No, os estaba buscando yo a vosotras, de hecho.

- ¿Cómo sabes quién soy? -. Le preguntó Meryl sin esconder su actitud.

- Bueno, vengo a visitar a mi hermana enferma a diario. Como para no enterarme de que la que has liado en el hospital, además de todo el tiempo que estuviste ingresada.

La mirada fija de Meryl en los ojos de aquel hombre no decayó en ningún instante. Era cierto lo de la hermana del oficial Flynn, pues disponían de esa información para poder hacerse las encontradizas con él en aquel lugar. Sin embargo, había algo en su forma de hablar que no le gustaba nada, pero no podía prejuzgar en una misión, y menos en una como esa. Charles Flynn, con su pelo corto y moreno y su cicatriz que mostraba con orgullo, como si fuese un trofeo de guerra, les llevó a una sala de espera de una de las plantas superiores del hospital, donde no había absolutamente nadie.

- Os he visto antes. Os llamé, incluso, pero con toda la gente que tiene este poblado en sus estrechas calles normal que no os enterarais. Entonces os seguí hasta un callejón por el que os metisteis y cuando me asomé, no estabais.

- Es que... como he dicho, le estábamos buscando, oficial Flynn -. Continuaba insistiendo Melina.

- Pues sí que habéis tardado en encontrarme, ¿no?

- ¿Qué quieres? -. Una vez más, Meryl fue directa y sin pudor alguno. Se notaba en su mirada su mal humor, pero no le importaba.

- Una chica directa, bien. El caso es que... -. Charles miró a todos los lados de la sala del personal, asegurándose de que no había nadie. Y aún así, se acercó y prácticamente susurró -. Sé que trabajabas junto al Caballero de la Rosa Dorada, Escorpio. Quería darte algo de información sobre el caso Vivi, ya que creo que hay ciertas irregularidades. Es más, creo que se esconden ciertas cosas extrañas en algunos de los lugares donde la chica... se alimentaba.

Las miradas de Melina y Meryl se cruzaron, para luego mirar cada una de nuevo a Charles. Si bien aquello se salía del plan, lo cierto es que era cuanto menos... interesante, o eso pensaba la ex-caballero. Se preguntó adonde quería llegar el oficial con todo aquello, ya que podía situarle como un importante aliado en el caso o como uno de los controlados por Vivi que quería tenderles una trampa. En cualquier caso, Meryl decidió que usaría la extraña iniciativa del oficial contra él mismo, para poder atarlo al plan de los demás.

- Lo mejor será que no lo cuentes aquí -. Le sugirió Meryl, mirando también a ambos lados de las habitaciones -. Las paredes tienen oidos.

- Es cierto...

- Mira, apúntame aquí uno de los lugares de los asesinatos de Vivi de los que tienes más sospechas tienes que se esconde algo -. Sugirió Meryl, sacando un trozo de papel y un bolígrafo -. Melina y yo nos reuniremos contigo allí en una hora y media.

- Me parece perfecto -. Charles cogió el papel y anotó en él la localización del sexto crimen cronológicamente hablando -. Allí estaré. Sed discretas y puntuales, por favor.

Dicho aquello, se despidieron de él mientras le deseaban de buena fe que su hermana se recuperase. Unos minutos después, ambas se encontraban saliendo del hospital por tercera vez en tres días, y sobre todo para fortuna del persona de allí, que veían como Meryl salía sin formar ningún tipo de alboroto.


- Pues qué raro lo de Charles, ¿no? -. Se preguntó Melina.

- O es un gran aliado o es alguien que nos tenderá una trampa -. Se sinceró Meryl, contándole lo que había pensado justo antes.

- Y ahora, ¿quién de todos será?

- Si sólo es uno, lo tengo claro. Volvamos al piso a descansar, que tenemos que esperar a los niños.

Al llegar al piso, de nuevo Pandora fue a recibir a su dueña con mimos, pues se frotaba en la pierna de esta sin cesar. Meryl le correspondió en forma de caricias, pero de nuevo se puso ella a preparar la comida en cuanto se lavó las manos, en esta ocasión el almuerzo

- Conocimiento de la personalidad de los oficiales, además de saber de sus vidas personales, gustos, manías... Todo eso sumado a las runas de teletransporte que colocamos ayer y la eficiencia de tus hechizos, como la ilusión, ¿estás segura de que eres una aprendiz de maestre y no me ocultas nada? -. Le dijo todo aquello mientras sacaba los ingredientes que cocinaría en breve.

- Ja, ja, ja, ja... Que va, si ya has visto que se me da mal mentir -. Escuchó que decía mientras se desplomaba de nuevo en el sofá.

- Y además no ocultas nada raro, ya lo comprobé.

- ¿Cómo lo comprobaste? ¿Cuándo?

- La noche de los informes. Pandora no reaccionó a la pregunta que te hice y respondiste con que podía confiar en ti.

- ¿Eso pueden hacer los Nekuromasus?

- Son criaturas muy puras. En seguida huelen el peligro o las intenciones viles. Por eso, en cuanto vi que no reaccionaba de ninguna forma, fue la manera de confirmar que realmente eres de fiar.

Mientras que seguían hablándose en voz alta, Meryl terminó de preparar la comida. En esta ocasión no tuvo que repetir la comida, pues estaba  tan centrada que no tenía tiempo ni para fallar. Comieron rápidamente y en silencio, y al acabar fueron a darse una ducha, por turnos. Mientras Meryl esperaba su turno decidió limpiarse las heridas. Ciertamente, gracias al remedio que había aplicado personalmente se encontraba mucho mejor e incluso había recuperado casi toda su movilidad. Ahora tan sólo faltaba volver a tener la misma que tenía unos años atrás, pero no podía permitirse el lujo de ponerse a entrenar en aquellos instantes. Cuando ambas estuvieron duchadas y preparadas, esperaron a la hora que Meryl les dijo a los niños en la que se reunirían en el parque, para salir y dirigirse hacia allí.

Las dos se sentaron en un banco y se pusieron a esperar. Melina se había recuperado en parte del cansancio que había sufrido durante el día de ayer y el de hoy, debido a la extenuante carga física de toda la magia que había empleado. Para disimular, sacó una revista de sudokus y se puso a jugar a uno. Meryl resopló al ver aquello y desvío la mirada hacia otro lado. Pero pasados unos minutos, sin embargo:

- Que no, que ahí va el ocho -. Se le escapó.

- Ah, pensé que no te gustaba la idea del sudoku por el resoplido de antes -. Sonrió ella.

- Calla... es que no soporto tanto tachón en el cuadernillo.

- ¡Señoritas, señoritas!

Eran los niños que Meryl "contrató" el día de ayer. Se acercaron todos y cada uno de ellos, lo cual agradeció en su interior, ya que eso demostraba que no les había ocurrido nada malo, aunque igualmente nada podría haberles ocurrido ya que las instrucciones que les dio ella eran lo suficientemente buenas como para que no se arriesgasen en nada. Igualmente, optó por analizarlos, por si acaso, y también le alegró descubrir que no había nada extraño en sus cuerpos o conciencias.

- El señor león fue hacia allí sin hacer nada raro.

- ¡El señor regordete también!

Así, uno a uno, fueron informando de lo que habían visto. El que había sido encargado para vigilar a Charles Flynn tuvo unos cuantos problemas más, ya que tomó una ruta que no esperaba, pero igualmente pudo verle salir del hospital y le siguió, llegando a la conclusión de que tampoco parecía haber hecho nada raro.


- Entonces es Fry, ¿eh? -. Dijo Meryl antes de que todos terminasen de dar sus informes.

- ¿Eh? -. Se quedó atónita Melina -. ¿Él? pero... ¿cómo lo... -. Pero Meryl levantó el dedo para callarla y dejar que siguieran los niños.

- ¡Síiii! El señor calvo no tomó el camino que ustedes me dijeron. Sacó no se qué aparato, habló por él y se fue hacia allí, pero otro lado. Casi me ve cuando miró a todos lados.

- Bingo -. Sonrió. Había acertado de lleno.

- ¿Cómo lo sabías?

- El tonto ese se mostró muy caballeroso, no como Allen. Creyó que estaba ligando con él y me trató con respeto y gallardía. Pero en cuanto le conté que quizás me habían robado el bolso, no hizo ni propuso nada... justo como si le preocupase más otra cosa que el propio trato con la chica que estaba conociendo. Lo de entonces fue una conjetura, pero ahora... -. Miró al niño que le dio esa información y fue al que pagó primero de todos -. Está confirmado.

También pagó a todos los demás, tal y como prometió y se puso en camino con Melina hacia el lugar al que había enviado al oficial Clifford Fry; a la casa de campo, en busca de un sótano secreto.

- Encima hablando por algún tipo de aparato... -. Comentó Melina cuando ya salieron de Fernach, por un camino secundario para mantenerse ambas alejadas de miradas indiscretas.

- La bromita que le hicimos a McFarland con el móvil al final se ha hecho realidad en el "traidor". Puede ser desde un dispositivo de línea interna como un artefacto mágico de comunicación a distancia. El caso es que le tenemos.

- ¿No te llevas a Pandora? Tengo entendido por Tristán que te salvó ella hace mes y medio.

- No voy a depender siempre de ella. Me encargaré de lo que sea que pase, esta vez por mi misma.


La dirección de la casa de campo quedaba al oeste de Fernach, dirección a la costa, pero no llegarían ni siquiera a ver el mar. Ascendieron por senderos en cuesta arriba, asegurándose con esmero de que no dejaban ningún tipo de rastro ni que les seguía nadie. En varias ocasiones retrocedían un buen tramo para vigilar bien cada rincón, aunque eso las retrasase. Desde las colinas a las que estaban accediendo podían ver detrás de ellas la campiña verde que rodeaba a Fernach, llena de detalles en su paisaje; como el arroyo, las granjas o las pequeñas zonas boscosas. Cuando ya le anunció Melina que estaban llegando eran casi las seis de la tarde, a lo que Meryl le respondió con que tuviese preparada la artimaña.

Entonces, salieron al camino principal como si nada y se acercaron al muro de piedra que delimitaba el territorio perteneciente a una hermosa casa de campo, parecida a un chalet de no ser por los desperfectos del tiempo que había pasado sin ser habitada.

- ¡Oficial Fry, oficial Fry! ¿¡Se encuentra ahí, verdad!? -. Anunció al voz de Meryl mientras deslizaba la mano hacia el otro lado de la verja para abrirla.

- ¿Ni siquiera se ha esperado fuera? -. Escuchó decir Meryl a una chica joven de pelo lacio recogido en una trenza, que además vestía una armadura azul plateada. Se trataba de la teniente Kanrad, la misma a la que fue avisar Melina para acompañarles a la casa de campo junto con el oficial Fry -. Este hombre desde luego no tiene remedio

- Lo que pasa es que ya habrá descubierto el sótano y todo. Con lo impaciente que es, ja, ja, ja -. Rió Melina cuando ya entraron en su interior.

Pero en cuanto ya estaban a medio camino a la casa desde el muro exterior, fueron rodeadas en un abrir y cerrar de ojos. Las criaturas, que Meryl conocía muy bien, surgieron de puntos ciegos de la zona: detrás de arbustos, al otro lado de cornisas, etc. Se trataban de aquellos perros metálicos que la hirieron de gravedad en la pierna la última vez. Se intentó preparar para el combate, pero el bando enemigo fue más rápido, echándose encima y mordiendo a las tres con gran precisión. Al mismo tiempo, el propio oficial Fry surgió desde la azotea de la casa.

- Lo siento mucho, pequeñas, pero deben ser castigadas por meterse donde no las llaman. ¡No había sótano oculto! Pero igualmente... no deben descubrir nada.


Pero la frase, que se inició antes de que los perros se abalanzaran encima de ellas, acabó al mismo tiempo que los monstruos terminaban de cerrar sus bocas, pues realmente no habían mordido nada sólido. Rugieron con furia, mientras que la cara de Clifford se ponía blanca como el mármol. Un abrasante resplandor rojo surgió desde la entrada, seguido de una explosión que levantó y empujó el aire de la zona. Esta vez, las verdaderas Melina y Meryl habían aparecido en escena. Esta última tenía su armadura negra como la oscuridad puesta, junto con todo el resto de su equipamiento menos el yelmo, de manera que podía verse su rostro claramente. Avanzó corriendo por toda la zona del jardín, viendo de reojo que el fuego estaba derritiendo a esas bestias. En cuanto llegó a la fachada, un par de huesos largos, articulados y punzantes surgieron de la espalda de Meryl. Se flexionaron y con el impulsó, lanzaron a la chica directa a la azotea. Clifford la estaba esperando, espada en mano, pero estaba extremadamente asustado.

- ¿Ya empiezas a moverte en contra de tu voluntad? -. Preguntó ella, pero no esperó a recibir respuesta.

Se lanzó al ataque e intercambió contra él unos cuantos movimientos de espadas, que chocaron con firmeza, surgiendo chispas por la intensidad de los golpes. Clifford no lo hacía nada mal, pero Meryl estaba muy enfocada, al contrario que hace un mes y medio cuando se dejó llevar contra aquel tipo enmascarado. Con la mente fría en ese momento pudo, con un movimiento ágil de su arma, desarmarle. El oficial traidor tomó distancia y entonces sacó una pistola, apuntando con ella a Meryl.

- Es inútil -. Le soltó al oficial, pero este igualmente disparó.

Una mano de hueso surgió a través de una bruma oscura en cuestión de milésimas. Entre la mirada de Meryl y la de Clifford se encontraba la bala sujeta por los dedos huesudos de la mano esquelética. Entonces, el oficial volvió a sujetar la pistola con firmeza, pero su siguiente movimiento fue muy dudoso, como si realmente no quisiese hacerlo. A pesar de que intentaba detener su mano, esta ganaba en fuerza, hasta colocar la pistola apuntando a su cabeza.

- ¡No me vas a dejar de nuevo en un punto muerto, maldito demonio! -. Gritó Meryl con mal humor, pero aún así muy decidida de lo que hacía.

Y entonces, se escuchó de nuevo otro disparo.

- ¿Todo bien por ahí arriba? -. Preguntó Melina con preocupación, pero después de haberse encargado de la media docena de esas criaturas metálicas. Como vio que no había respuesta, decidió ascender usando un sortilegio de levitación.

- Todo bien -. Respondió Meryl con esfuerzo.

Estaba luchando para mantener la conjuración de lo que acababa de crear desde la distancia. Desde el suelo alrededor de Clifford había surgido una oscuridad que había cubierto el suelo, y desde él, unas tiras negras y firmes le habían atrapado por completo, además de que partes de ellas le perforaron el brazo de la mano que sostenía la pistola, con el fin de controlarlo y desviarlo, con éxito, hacia arriba.

- Inhibe el alrededor de la magia, por si acaso la conciencia tiene otra forma de acabar con él. En cuanto lo hagas, encárgate de vigilar los alrededores, aunque desde la azotea, para que así no nos separemos.

Melina hizo caso a cada una de las instrucciones que le estaba dando Meryl. En cuanto completó la primera de las tareas, Clifford cayó desplomado al suelo. Sin duda alguna para la ex-caballero, el oficial seguía afectado por la conciencia demoníaca, pero al menos ya no podría hacer nada raro como intentar suicidarse de alguna forma.

- Le tenemos -. Celebró Meryl -. Vamos allá.

- Adelante -. Se preparó Melina, pero sin quitar la vista de los alrededores. Ya había realizado varios sortilegios para mantener bien segura la zona de la casa de campo.

Meryl avanzó hasta colocarse al lado de Clifford, que se encontraba bocarriba con la mirada perdida. Entonces, se agachó y coloco la hoja de su espada negra en su torso, después de desabrocharle la camisa.

- ¿Qué estás haciendo?


- Está siendo afectado por energía negativa y yo soy una experta en ello... Voy a manipular la conexión que mantiene con la conciencia demoníaca para invertirla y poder obtener información -. La zona de la piel de Clifford alrededor de la hoja de la espada se volvió negra. En cuanto Meryl se concentró lo suficiente, le preguntó -. ¿Dónde está Vivi?

- No lo sé -. Respondió él como si estuviese en trance -. Sólo trabajo para la Máscara de hueso.

- ¿Con que Máscara de hueso, eh? -. Meryl sabía muy bien a quién se refería -. Bien, ¿A cuántos oficiales más de Fernach tiene ese tipo bajo el control de Vivi?

- A ninguno más, conmigo es suficiente para servirle.

- ¿Dónde está el capitán general?

- Muerto, pero se le ha dado por desaparecido para mantener la incertidumbre en el cuartel y así crear más la discordia -. Con esa respuesta, Melina no pudo evitar encogerse un poco.

- ¿Por qué matarlo? ¿Por qué no mejor controlarle?

- La voluntad del capitán general era fuerte. Tenía momentos de lucidez. Era peligroso -. Y con aquella respuesta, fue ahora Meryl la que reaccionó, arqueando una ceja. Aquel hombre debía ser un caso excepcional de voluntad férrea, ya que existen pocas personas que sean capaces de resitirse ante un poder vil de control de tal magnitud.

- ¿Y qué tenéis que proteger de este lugar?

- No lo sé, tan sólo se me dijo que la escena del crimen debía ser conservada, a excepción de los cadáveres y los órganos, por supuesto. Yo lo propuse incluso cuando me dijeron que con echar fotos sería suficiente. Pero Máscara de hueso me insistió en la importancia de dejarlo escrito. Está en las letras... en las letras... ¡en las letras! ¡EN LAS LETRAS!

Con esos gritos, Clifford empezó a convulsionar. La información que había dado debía ser tan importante que en su cuerpo estaba ocurriendo un rechazo con la energía negativa que Meryl había decidido manipular. Consciente de que si forzaba un poco más podía poner en peligro la vida del oficial, decidió separar la hoja de su torso. En cuanto lo hizo, Clifford volvió a la normalidad; se quedó plácidamente echado, esta vez con los ojos cerrados, como si estuviese descansando. Fue entonces cuando Melina se acercó a ellos, pero a diferencia de Meryl ella seguía de pie. Tan sólo se inclinó un poco para ver mejor el rostro del oficial.

- Al menos sabemos que el resto de oficiales están limpios...

- "Está en las letras" -. Repitió Meryl, envuelta en sus propios pensamientos.

Pero de repente, escuchó un ruido. No provenía de los alrededores, ni de arriba. Al contrario. Empujó a Melina para apartarla justo en el momento en el que una espada ósea surgió del suelo de la azotea, atravesando el torso de Clifford y continuando más arriba todavía. La hoja pasó justo por donde estaba la cara de Melina antes del empujón, pero igualmente la alcanzó en su brazo y parte de su torso. Entonces, cada una perdió la visión de la otra por un estallido de polvo y piedras que salieron volando.



- ¡Melina! ¿¡Estás bien!?

- ¡S... sí!

Cuando se despejó el humo, pudo ver un agujero en el suelo de la azotea. El hombre raquítico de la capa negra que se confundía con la bruma oscura, con la máscara de hueso y con una espada de dicho material en el que sostenía en alto el cuerpo muerto de Clifford, se plantó allí, observando al propio oficial.

- Ya no... nos eres util... jie... jie...

Meryl observó el estado de Melina, al otro lado de la azotea desde donde se encontraba ella. La chica estaba apoyada en la barandilla del borde, apenas sin poder mantenerse en pie. La herida no era peligrosa, pero al mismo tiempo le lastraba muchísimo por el dolor y la hemorragia.

- ¡Nos volvemos a encontrar!

Sin darle oportunidad a mirar a su alrededor, Meryl cargó contra el de la máscara de hueso. No obstante, este contraatacó con su espada, aún con el cuerpo de Clifford en ella. Debido al movimiento de zacudida que hizo en horizontal, el cadáver del oficial salió despedido hasta más allá de la azotea de la casa de campo, pero Meryl lo esquivó sin problemas. Su único objetivo, el cual consiguió, fue el de ponerse al lado de Melina, para protegerla.

- Nos volvemos a... encontrar... Pero...

- ¡Cállate, viejo estúpido! -. Le soltó Meryl, cortándole su momento de lucirse -. Je... Esta vez estoy más despejada que la otra vez. Te voy a patear tanto el trasero que voy a cambiar la ridícula forma de reírte que tienes.

Mientras decía eso, Meryl apuntó con la mano derecha a Melina. De su anillo surgió unos botes de ungüento y vendas. La chica lo cogió sin rechizar y empezó a aplicarse los primeros auxilios.

- Veo que mis perros no fueron suficientes... -. Empezó a hablar de una manera más fluida, quizás por la impaciencia o quizás porque había sido provocado por Meryl -. Tendré que... aumentar la cantidad.

El sujeto de la máscara de hueso alzó sus malformes y alargados brazos y de sus manos surgieron decenas sino cientos de esas estacas metálicas. Ninguna iba con la intención de alcanzar a Meryl, todas cayeron alrededor de ambas en la azotea, e incluso, fuera en el jardín que rodeaba la casa. Se expandieron, se abrieron y se adaptaron, hasta tener la morfología de esas criaturas metálicas.

- Son demasiados... -. Se aterrorizó Melina, mientras apretaba la herida con la venda.

- Melina... tú ya has hecho suficiente en estos últimos días. Ahora, déjamelo a mi.

- Mis criaturas... devoradlas...


Algunos de ellos se abalanzaron con grandes saltos, otros tantos cargaron desde la altura del suelo. Pero todos ellos fueron golpeados, atrapados o atravesados por lo que tenía preparado Meryl. De pronto, el de la máscara de hueso no era el único que tenía un ejército para él. Decenas de muertos vivientes de todo tipo de criaturas, desde las humanoides hasta las asemejadas a grandes trolls, salían todas desde la oscuridad que se había formado alrededor de Meryl. Entonces, a la vez que retrocedía, aquel sujeto pudo ver cómo ella sostenía y dejaba reposar en su hombro el asta metálica que terminaba en una bandera blanca con emblemas negros.

- Esto fue un regalo de mi maestro, aquel que me enseñó sobre las artes oscuras y los poderes de energía negativa. Con esto, puedo potenciar mi control sobre los muertos vivientes.

Los esqueletos habían expulsado a los chuchos metálicos fuera de la azotea. La batalla campal prosiguió en el jardín, pero ya era ajeno a Meryl y su rival, que volvían a encontrarse solos, a excepción de la herida Melina.

- No está mal... pero... ¡eso no es lo único que tengo!

Ahora lo que hizo fue juntar sus manos y arrojar unas ondas de energía oscura. Meryl, con la única mano con la que sostenía la espada, pues con la otra sujetaba su bandera, desvió la onda sin problemas, que acabó estallando en el aire lejos de ellas.

- No te envalentones demasiado...

A continuación, lanzó varias de estas acometidas en forma de energía negra concentrada. Melina se quedó boquiabierta. Aquel enemigo podía conjurar una, dos, tres... enseguida perdió la cuenta, pero llevaba más de diez ondas sin que se cansase ni repercutiese en su cuerpo con algún efecto secundario. Pero más impresionante era que Meryl pudiese contrarrestar todas y cada una sin ningún problema, como quien está jugando a echar hacia otro lado bolas de papel que le están tirando a la cara. No obstante, la última no pudo desviarla, se quedó anclada a su espada y tuvo que hacer un esfuerzo pues el choque de la energía con el arma estaba empujándola hacia atrás.

- ¡Te tengo! ¡Esta última es especial! ¡Engullirá tu arma y luego a ti!

El cúmulo de energía parecía una corriente de agua negra que chocaba contra su espada. Sus pies se deslizaban por la poca fricción con el suelo de la azotea. De un momento a otro llegaría al lado de Melina y ella sí que estaría en problemas.


- Qué tontería -. Fue lo que dijo finalmente. Con una impasibilidad apabullante, la energía no fue desviada esta vez, sino engullida por el arma, absorbiéndola.

- Im... imposible... -. Llegados a ese punto, ni siquiera él podía ocultar la sorpresa de lo que acababa de pasar.

- Idiota, ¿Crees que tus truquitos de energía negativa son algo para mi? Esta espada también fue un regalo de mi maestro. Me la dio reforjada de uno de los fragmentos que recuperó de un espadón que él mismo tuvo. Me dijo que después de todo el daño que había hecho la original intentaría subsanarlo, librándola de la maldición a la que ataba al que la empuñaba...

En este mundo no existen los poderes benignos ni malignos. Lo que dicta el bien y el mal son la gente que los usa o se deja influenciar por ello -. Resonó en su cabeza la voz de su maestro.

- ¿Una... espada capaz de poder contarrestar mi mayor poder?

Sosteniendo su bandera, tanto con esta como con su capa ondeantes al viento; y con su espada alzada, apuntando a su enemigo.

- Es patético que unas niñas me hayan enseñado a no rendirme, mostrándome una verdad en un engaño que me creí de aquel hombre... pero más patético es dejar que las palabras de un idiota títere de un demonio me afecten. Eso sí que no lo voy a permitir... ¡Así que te presento al hijo de la Noche Eterna! ¡El Amanecer Ébano!

En cuanto escuchó todo aquello, el de la máscara de hueso se dio cuenta de que sus perros estaban siendo masacrados en el jardín de abajo. Pudo ver que algunos esqueletos grandes como el de los trolls hincaban sus dientes en el metal sólido de sus criaturas, reventándolos como si fuesen meras latas de escabeche. Ante aquello y lo que acababa de hacer Meryl, saltó hacía atrás.

- Nos volveremos a ver... Ébano...

- ¡No te escaparás! -. Exclamó ella, cargando contra él.

El lugar al que quería caer aquel tipo era en el jardín, entre todos los muertos vivientes que terminaban de luchar contra sus esbirros metálicos. Pero lo que hizo fue empezar a fundirse lentamente con el suelo. Meryl se había arrojado en picado desde arriba, con su espada al frente. No permitiría que se escapase de nuevo. Esta vez le alcanzaría.

Y aunque el cuerpo terminó de fundirse en el suelo como si de una sombra se tratase, lo cierto es que lo hizo después de que Meryl clavase su espada en él.

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.
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- ¿Se escapó? -. Unos minutos más tarde, Melina se había terminado de sanar las heridas y los muertos vivientes habían desaparecido junto con al bandera y la espada de Meryl.

- Sí, pero está herido. Y esa estocada no podrá curarla tan fácilmente. Es una herida maldita... le he sacado del juego. Ahora sólo queda Vivi...

- Si supiésemos dónde está...

- Quiero ver la frase... con mis propios ojos -. Puntualizó Meryl, pues vio que Melina alzaba el índice y supo que iba a decir que tenías las fotos disponibles.

Bajaron por el hueco que había hecho aquel tipo en la azotea, y fueron por el pasillo y la escalera hasta la planta baja. Meryl y Melina llegaron a la conclusión de que el de la máscara de hueso no estaba esperándoles allí antes, sino que viajó a través del subsuelo, de la misma forma con la que había huido como si fuese una sombra, para impedir que el títere de Clifford les diese más información. Al final, el oficial acabó muerto sin remedio, pero al menos Meryl había podido rechazar sus ataques en esa ocasión.

En cuanto llegó a la sala del crimen, observó la sangre seca de la frase "Entierran generaciones de pecados".

- Está en las letras... Está... en las letras. Melina, saca el resto de fotos.

- Claro.

Meryl leyó una y otra vez la frase que tenía enfrente mientras Melina buscaba y sacaba las fotos. Intentó buscarle un doble sentido, reordenó incluso las letras como si de una anagrama se tratase, pero aquello no tenía sentido. No fue hasta que tuvo todas las fotos, que colocó en una mesa frente a ella, que logró dar con una verdad que la paralizó por completo.


- Está... en las letras... No puede ser -. Se levantó y convocó su espada.

- ¿Qué ocurre?

- Las frases no esconden ningún significado... es tan sólo un arenque rojo.

- ¿Arenque rojo?

- Un cebo, una pista falsa... Como quieras llamarlo. El caso es que la importante de cada una es la primera...

Colocó la espada encima de la letra "E" de la palabra "Entierran". Entonces, un chisporroteó entre la letra y la espada apartó con fuerza el arma de Meryl hacia atrás.

- Esto no es energía negativa... Esto es...

Melina organizó las fotos de distintas formas, hasta que con un orden determinado, quedó tal que así:

Restos que vuelven y volverán
Una sombra en luna creciente
Nómada de un mundo de sangre
Antes gobernaban, ahora agonizan
Envueltos en oro y miseria
Montañas de riquezas malditas
Entierran generaciones de pecados
Restos que definitivamente volverán

- Una runa... Un círculo rúnico... -. Del sobrecogimiento, Melina se llevó las manos a la boca y sus ojos se volvieron llorosos.

- Vivi pretende alimentarse para volverse fuerte, pero en lugar de hacerlo de familia en familia, decidió controlar toda una región mientras preparaba con tranquilidad la Runa Emer... o la que sea. Nunca se me dieron bien la runas. El caso es que pretende comer de una tacada...

- Si ya la tiene completa... Eso significa...

- No la tiene. Se me dan mal las runas pero no está completo. Falta al menos un caso más, o si no, ya lo habría hecho. Runa Emera, Emere, Emeru... ¡yo qué sé! Esperemos que sea más de una letra.

- Tenemos ese margen para detenerla... o si no...

- La tendremos que parar cuando se muestre y conjure la runa, antes de que sea demasiado tarde.

Meryl se sintió una inútil. Pensó en todo momento que sus conocimientos de energía negativa podrían resolver el caso y resultaba que al final podrían haberle venido mejor a la población de Fernach un experto rúnico. Ella ni sabía deshacer la runa desde aquel vértice, algo que se podría hacer si se tuviese la experiencia necesaria para ello. En esa hora habían pasado de haber avanzado mucho, a estar de nuevo perdidos entre sus garras de Vivi.

Pero cuando la esperanza parecía haberse esfumado, el teléfono de Meryl sonó. Incrédula, tanto ella como Melina, sacó el dispositivo y vio que era Tristán. Lo descolgó y preguntó dubitativa.


- ¿Tris...tán?

- Hombre, la bella durmiente despertó... -. Sin duda, era él. Era su voz. De la actitud derrotista que acababa de surgir en Meryl, esta había pasado ahora a una emoción fraternal que trató de ocultar -.¿Qué tal? He conseguido abrir una línea interna.

- Idi... idiota... -. Trató de reprimir la felicidad que sentía al volver a escucharle -. Escúchame. Estoy con Melina, tu ayudante. Hemos descubierto el plan de acción de Vivi -. Y entonces, Meryl puso el teléfono en manos libres.

- ¡Anda, si habéis trabajado juntas y todo! Genial, yo también he descubierto algo de la niña. Ha actuado de nuevo, pero sé dónde actuará la próxima vez. La tenemos, Meryl.

Melina y Meryl se miraron. La joven, que tenía los ojos llorosos por el impacto de haber descubierto lo de antes, ahora los tenía por la emoción de saber que hay un hilo del que poder aferrarse aún para poder atrapar a Vivi.

Aún había esperanza.

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