15 jul 2020

Vuelta a empezar


La luz que se filtraba por las persianas y las cortinas era ya de una potente intensidad anaranjada, indicativo de que ya había pasado el mediodía desde hacía rato, pero a la persona que estaba en el interior de aquella casa no parecía importarle, ya que dormía desparramada en el sofá, semidesnuda y con intermitentes ronquidos de diferentes potencias. Normalmente el piso estaba limpio, pero ahora llevaba unos días con unas cuántas latas y botellines de alcohol sobre la mesa de al lado, al igual que algunos envoltorios de snacks y de platos y vasos sucios. Pero a Meryl poco le importaba, ya que estaba en su enésima fase rem, con una camiseta negra holgada de tirantes, despeinada, y con una mantita de la que sobresalían las piernas debido a su postura desordenada. Al lado de ella, en el hueco de una pierna, descansaba también plácidamente Pandora. Aunque las orejas de la Nekuromasu se erizaron cuando escuchó algo que se aproximaba. Lentamente, abrió los ojos y dio un saltito del sofá al suelo para quedarse mirando hacia la puerta del piso. Apenas unos segundos más tarde, efectivamente, llamaron al timbre.

Una poderosa voz respondió hacia el exterior, exigiendo la contraseña. Meryl, por supuesto, no se había dado cuenta de ninguno de los dos estridentes ruidos. Tan sólo se recostó hacia un lado para cambiar de postura y seguir descansando, pero la persona del timbre no cesaba en su intento, hecho que empezó a enturbiar el descanso de la ex-caballero. Con mucho esfuerzo, se frotó los ojos y maldeció a la persona que estaba con tanta insistencia llamando. 

- ¿¡QUIÉN COÑO ES!?

- Soy yo, Meryl -. Anunció la voz conocida de un hombre adulto. 

- Pfff... Joder... -. Se quejó mientras se desperezaba -. ¿¡Y la contraseña!? 

- ¡Te ayudamos con el sortilegio! ¡Ya sabes que a mi no me afecta! ¡Abre!

- Tendría que haber dado una dirección errónea -. Se dijo Meryl a sí misma, sin mucho sentido ya que si les hubiese dado otra dirección, aquellas personas que le ayudaron con la runa en la puerta no habrían podido llevar a cabo el sortilegio. 

Sin reparar en su apariencia de recién despierta, en la camiseta cuyo tirante se había caído por el hombro o que de cintura hacia abajo solamente llevaba las bragas, se acercó a la puerta para abrirla en medio de un bostezo.

- ¿Q... Qu.... Qué quieres? -. Preguntó a duras penas con el bostezo.

- Buenos días -. Saludó con cierto sarcasmo y una media sonrisa al ver la cara de dormida de Meryl. También se agachó para acariciar a Pandora, la cual ronroneó con dicha entrega de mimos.

- ¿Qué quieres, Jhin? -. Volvió a repetir con desgana Meryl, deseando volver a dormir.

- Estamos ya en el sexto día de pruebas. ¿Recuerdas lo que hablamos? 

Los ojos entrecerrados de Meryl se abrieron algo más y se fijó en el profesor. Hace tiempo eran grandes amigos, pero dejaron de tener contacto cuando ella pasó a formar parte de los Caballeros de la Rosa Dorada. 

- ¿Ya han pasado seis días? -. Soltó Meryl. Con otro bostezo, este más leve, se dio media vuelta y caminó hacia dentro -. Pasa si quieres.

- No, no, muchas gracias. Hay mucho por hacer, ya sabes. Contamos también contigo tal y como hablamos.

- Vale, vaaaale. Ya iré.

- Pero la cosa es que hay que estar allí para antes de las tres.

- ¡Está bien! -. Exclamó ella con un deje de mal humor -. Me ducho e iré, ¿de acuerdo?

- Claro. Allí te espero -. Mencionó Jhin, aún con su sonrisa amable. Él mismo cerró la puerta antes de marcharse.

Meryl se quedó en la barra de la cocina, bebiendo algo de zumo frío recién sacado del refrigerador, aún con el tiempo que hacía. Se fijó en su teléfono móvil, que se encontraba al lado de un bol de cereales del día anterior. Tenía varias llamadas perdidas, casi todas del profesor Jhin. Aunque justamente le sonó en ese momento. Se trataba de Tristán.

- ¿Qué ocurre? -. Meryl cogió el teléfono al instante.

- Eso ha sido rápido, la ver... 

- ¿¡Qué ocurre!? -. Insistió, ansiosa.

- Se trata del caso Vivi -. Contestó Tristán. Meryl estaba a punto de sentarse en uno de los taburetes de la cocina, pero su movimiento fue interrumpido, irguiéndose rápidamente.

- ¿¡Hace falta que vaya!?

- No, no... Además, la niña está bien. Se trata de lo que había dentro de ella. Lo hemos terminado de analizar por fin.

- ¿Tanto tiempo os ha costado? ¿Es que la infraestructura del GOET está en las últimas?

- Se trataba de un 'elemento' fuera de lo común, Meryl. Bueno, más bien habría que decir... 'elementos'. Y uno de ellos, el más indescifrable, está incompleto.

De pronto, Meryl cerró los ojos inconscientemente. Sus recuerdos la trasladaron a cuando se enfrentó a la chica en el parque de aquella ciudad. Hubo una pequeña charla con la conciencia donde dijo que estaba alimentándose para poder descubrir su verdadera identidad.

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- ¡Teniente, informe! 

- ¡Señor, sector B del río Darren, lado este!

- ¿¡Lado este!? ¿¡Ha logrado cruzar al otro lado!? 

- ¡Sí, señor! ¡Reportando informe de combate! ¡Dos destacamentos enviados, veinte personas en total! ¡Cero bajas, doce heridos leves, ocho heridos graves!

- ¿¡Los veinte!? ¡Teniente, dé la orden de retirada! Le interceptaremos en la Espada Gemela Oeste.

- En el bosque va a tener más ventaja -. Escucho el capitán hablar a una chica en la transmisión en lugar de su teniente. Tenía un tono de voz dulce, melódico y risueño -. No se preocupe, ya he llegado.

- ¿Quién habla? -. Preguntó con contundencia el capitán a través del walkie-talkie. No tardó en recibir respuesta.

- Heroína profesional Madyson. Me encargaré del criminal, capitán Bradessen. 

Del cuartel general de la zona donde el capitán estaba dando la orden, hasta kilómetros al norte, donde la chica le había pedido el walkie al teniente para informar la situación había mucho terreno de distancia. Terreno que habían tratado de cercar para evitar que el criminal al que intentaban capturar saliese de la zona controlada y se dirigiese hacia el noreste. No obstante, los múltiples intentos habían resultado totalmente fútiles, a pesar del conocimiento de los alrededores y la superioridad numérica.

- ¿Qué va a hacer, señorita? -. Preguntó el teniente, un chico joven que apenas habría pasado la veintena, con pecas en la cara y un casco que estaba pensado para alguien más grande, ya que le estaba grande. 

- Detenerle, por supuesto.

Se encontraban en un campamento en mitad de una zona descampada. Allí, varios vehículos de la guardia se hallaban estacionados junto con unas mesas plegables en los que habían mapas de la zona, con todo tipo de caminos y senderos marcados, hasta los más secundarios. La chica había cogido uno de los mapas, aunque ahora mismo no lo examinaba. Se encontraba mirando al teniente, de arriba a abajo, deleitándose con su inseguridad. Le atraía la posibilidad de que alguien con tan poca autoestima había sido ascendido hasta el puesto de teniente y se encargase de dirigir las patrullas de los alrededores.

- No se preocupe -. Comentó alegremente dejando el mapa en la mesa. Se acercó a la mochila y al maletín para empezar a recoger su equipamiento y proceder a ponérselo, entre dichos utensilios, un par de correas llenas de cuchillas, encima de una armadura ajustada de cuero -. Llevad las tropas al bosque y estableced un perímetro para impedir que se adentre en su interior.

- ¡Teniente! -. Gritó con alarmismo un soldado que estaba al cargo -. ¡Otro ataque, a dos kilómetros del anterior, siguiendo el camino secundario que atraviesa el monte Pierre! 

- ¿Ya? ¿Tan rápido?

- Como le he dicho, no se preocupe. Yo iré -. La chica se acercó sin miramientos a la zona de caballos del campamento. El guardia encargado de ellos titubeó cuando la vio subirse a uno, pero el teniente le detuvo.

- ¿Cuánto tiempo nos darás? 

- Ooooooh... -. Soltó ella con una mezcla de burla -. Eres mono, pero no te atrevas a decir que soy una carnada, o te arrepentirás.

Partió sin esperar la respuesta del chico, recorriendo los oscuros valles debido al manto de la fría noche. Debido a cierta entrega de información de su reino vecino, llevaban tiempo intentando cercarle en los territorios fronterizos, con tal de capturarle, pero siempre había sido muy escurridizo y un problema para la guardia en cuanto se sentía acorralado, ya que su potencial de combate era temible. Eso era lo que había leído en el informe Clara cuando regresó de las vacaciones. Al final, la estancia en Isla Ohana no fue del todo aburrida, ya que conoció a muchísima gente nueva y tuvo grandes dosis de todo tipo de acción. Pero lo que estaba deseando de verdad era regresar y ponerse manos a la obra. El conflicto con Vorstiana ya se había enfriado, pero sus ganas de vengarse no habían sido del todo saciadas. Necesitaría, por tanto, algo con lo que matar el gusanillo mientras tanto; y qué mejor que capturar a uno de los más buscados desde la Convención Real de Aldmet hacía ya casi dos años. 

Poco más de una hora después, escuchó gritos a su izquierda. Pensó que ya había vuelto a desviarse y desplazarse a gran velocidad en, efectivamente, dirección hacia el bosque. En dicho terreno sería todavía más escurridizo, así que tendría que atraparlo antes, ya que no era una buena exploradora. 

Antes de que llegase a la zona de los gritos, una luz la deslumbró y casi lastra sus reflejos por esquivar el ataque enemigo que acababa de ocurrir contra ella, pero Clara tuvo la suficiente solvencia para apoyarse con los pies sobre la silla de montar del caballo y así saltar hacía atrás. El animal se llevó un golpe contundente y relinchó por el dolor cuando acabó derribado, pero se levantó rápidamente y huyó despavorido. Clara se encontraba en lo que parecía una pequeña escombrera, en la que había algún que otro foco de fuego y varios soldados heridos por los alrededores. Ninguno parecía tener nada de gravedad, así que los dejó allí y no les prestó más atención, desviando su mirada a lo que realmente deseaba. 

- Así que tú eres el que está dando tantos problemas, ¿eh? No está nada mal, eres guapete.

- Sois vosotros los que insistís en venir a por mi y no me dejáis avanzar en paz.

La silueta en penumbra de un chico de la edad de Swen o Silvester se situaba encima de un pequeño montoncito de escombros rocosos, con la pierna derecha situada por encima de la otra, y su propio brazo derecho apoyado sobre la rodilla. Tenía el pelo corto y negro como la noche, el rostro demacrado y pálido; y vestía ropas propias de alguien que va a veranear, tales como una camiseta de mangas cortas y unas calzonas anchas, aunque todo estaba rasgado y degastado.

- ¡Pues vamos a divertirnos mucho! -. Expresó Clara, sonrojándose de la excitación. Se desató ambas correas y las dagas empezaron a moverse por sí mismas, volando en todas direcciones alrededor de la chica, cuyos ojos empezaban a brillar con intensidad debido al contraste oscuro de los alrededores -. ¡Espero que tú también disfrutes como lo hizo tu hermano en su momento, Varick Grey!

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Había pasado mucho tiempo desde que volvía a estar en aquella habitación enorme, que ocupaba toda la zona del ático del ala oeste de la casa. Era tan grande su dormitorio, que cuando era pequeña le encantaba correr de un lado a otro, salir a la terraza a la quedaba la puerta de cristal del fondo e, incluso, montar grandes castillos hechos de cajas, almohadas y cojines. Era un gran contraste con la situación de ahora; siempre echada en la cama, la cual había sido provista de todo tipo de necesidades para que pudiese hacer sus ejercicios de rehabilitación, como barandillas a las que agarrarse o hasta un sistema de pesas terapéuticas para las piernas. Igualmente, a pesar de todo, se sentía bien el volver a estar en casa, ya que cuando Cleo Desmond ejercía de capitana, tenía un piso modesto alquilado y cercano para así no tener que pasar mucho tiempo fuera del cuartel.

En aquellos momentos se encontraba sola, ya que a pesar de la insistencia de su madre para quedarse y cuidar de ella, más insistió Cleo en que no quería ser tan dependiente y que se encontraba bien, así que podría seguir ejerciendo su trabajo. Por supuesto, con su padre no pudo ni insistir, ya que ante todo lo que estaba sacudiendo en el reino últimamente, no podía abandonar su puesto de gran responsabilidad. Cleo agradecía que no hubiese habido intento de su padre de tomarse unos días libres, al contrario que sí intentó su madre, ya que ni siquiera le apetecía insistir con él. Su relación con él era complicada, ya que no le odiaba realmente, pero siempre habían tenido un trato distante, frío, y en cuanto se unió a la guardia, estrictamente profesional. 

Estiró un poco el brazo hacia la mesita, la cual tenía todo tipo de elementos para que Cleo estuviese bien atendida, desde varias piezas de fruta hasta una jarra de agua con un vasito al lado. Pero la chica fue al cajón y cogió su chocolatina preferida, a la vez que también agarraba el mando de la innecesariamente enorme radio del otro lado de la habitación y la encendía para escuchar algo. Rápidamente pasó de las noticias, le daba mucho coraje enterarse de lo que estaba pasando y no poder hacer nada para remediarlo. Acabó dejando el mando en la cama cuando la cadena sintonizada era de música rock. Algo de música enérgica para olvidarse de los problemas.

- Y cuántos problemas, la verdad.

Réquiem. 

Tenía pesadillas desde el pasado veintiocho de mayo, en Reposo de Taliyah. Todo se resumía a lo mismo; Réquiem. Soñaba con sujetos cuyos rostros no podía ver, que extendían sus sombríos dedos hasta estirarse en delgados hilos, controlando algo invisible a su alrededor pero que sin duda, ahí estaba. Una macabra y silenciosa orquesta de acontecimientos que, tarde o temprano, darían su gran 'boom'. Si un sólo miembro pudo llevar el horror a una ciudad tan tranquila y agradable, tan querida por ella, ¿qué podrían hacer todos los miembros a la vez? ¿Cuántos serían? De pensar en eso de nuevo, Cleo se puso nerviosa y sin querer le dio un mordisco tan grande a la chocolatina que se llevó parte del envoltorio con ella. Le dio más volumen a la radio para que a base de palazo duro de música, intentase acallar las dudas en su corazón. 

- Sonríe... Siempre una sonrisa.

Aunque era difícil sonreír al acordarse del otro lado de aquel desastroso día. Puso en peligro a las personas que quería, que habían llevado su determinación al límite, hasta no poder soportarlo más. Les dijo a esas personas que sonriesen, pero a la hora de la verdad sentía que les había hecho daño a su deseo de hacer bien las cosas, al igual que ella se sintió dolida por las consecuencias de dicha noche al día siguiente. Cleo suspiró y miró hacia el techo. ¿Dónde estarían ahora? ¿Afrontando las pruebas para la licencia provisional? De verdad quería que consiguiesen su licencia, pero la definitiva, y que así fuesen a su cuartel, si es que de verdad querían. Pero, ¿la verían con otros ojos, por mucho que dijesen lo que dijesen, tras la imagen que mostró cuando bajó de la garra de Lucía al patio de Rurkro?

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Un ruido que parecía incesante de disparos enturbiaba la tranquila y nublada mañana. En una zona del bosque a desnivel debido a una pronunciada pendiente que se extendía por hectáreas, ya que se encontraban en la antesala de la Cordillera Central de la península, estaba ocurriendo una contienda. O más bien, se podría decir, que era una masacre. 

- ¡Debemos huir! -. Gritó desolado uno de los soldados, mientras recargaba.

- ¡Imposible, si dejamos al enemigo irse, nos llevará demasiado tiempo descubrir su nueva guarida!

- Aquí el cuartel de los Forestales, informen -. Se escuchó a través del walkie que estaba en el vehículo de la guardia. El encargado de la radio, sin estar del todo nervioso, habló con mucha rapidez.

- Soldado Fidel Riverfish, de la guardia de Aluarte. Hemos entrado en contacto con la guarida de los hombres de Heisenberg, pero estamos siendo superados.

- ¿¡Siendo superados!? -. Gritó de rabia uno de los soldados que se encontraba apoyado en un árbol usándolo de cobertura -. ¡Se trata de uno sól... 


Pero no llegó a terminar la frase debido a que su cabeza fue reventada como una sandía tras el impacto de múltiples balas realizado con un solo disparo. De alguna parte de la copa de los árboles descendió el que era la única amenaza, según había comentado el ya soldado fallecido. Un hombre ataviado con una gabardina de cuero, sobre una armadura que consistía en media decena de piezas individuales sobre la ropa. Tenía el cabello largo, desgreñado y pelirrojo, junto con una barba de tres días. En una mano portaba un enorme revolver de enorme tambor que echaba humo por la boca del cañón. 

El escuadrón de soldados gritó de horror al ver cómo un compañero con el que habían compartido tantas guardias acababa de fallecer en ese instante y de una forma tan horrible. Fuera de sí por ello, salieron de sus coberturas y se dispusieron a atacar al enemigo, primero los encargados que tenían armas de fuego, arcos y ballestas. Justo detrás de dicha salva de proyectiles, cargaban los soldados cuerpo a cuerpo.

- ¡MADE IN HEAVEN!

Un ser humanoide de color azulado salió del interior del enemigo. Con un zarandeo de las manos, todas las balas y proyectiles desaparecieron en torno al tipo pelirrojo y el extraño ser azulado. Los soldados que se quedaron atrás por haber disparado se quedaron absortos por el extraño poder, pero sus compañeros cuerpo a cuerpo aún seguían gritando y cargando contra él. 

- ¡CAELUS!

De pronto, todas las balas, flechas y virotes volvieron a aparecer en el mismo punto que desaparecieron, pero esta vez en la dirección opuesta. El espectáculo de sangre empañó la tierra y la hierba de un férreo rojizo. El ataque fue como la metralla de una granada, impregnado con una fuerza sobrenatural que no tenían cuando salieron de sus armas originales. Esto provocó que los cuerpos ya inertes de los soldados cayesen mutilados. 

- Idiotas... Sois unos completos idiotas. ¿Por qué no os dais media vuelta y así vivís un día más? 

Las armas de los guardias temblaban, ni siquiera se atrevían a esconderse tras los árboles o retomar la posición, siquiera huir. Sus piernas no respondían. Incluso el soldado en el coche, Fidel, estaba sin habla, ¿De qué servía convertirse en soldado y luchar por el reino si se iban a encontrar con monstruos así? Darse media vuelta significaba llevar a cabo un horrible gesto en contra del juramento que habían tomado, darle la espalda a la bandera y a las vidas inocentes que juraron proteger. ¿Pero qué otra opción tenían? ¿Acaso era morir por la causa, en nombre de Aldmet, el destino de esta patrulla?

- Y pensar que sois peores que unos asquerosos alumnos... Ah, no. No es vuestra culpa... -. Algunos soldados, sin poder soportarlo más, se dieron media vuelta y corrieron cuanto pudieron, sin siquiera acercarse al vehículo -. Aquella vez estaba ebrio y enfadado. Ahora... puedo notar mi respiración.

Todos se habían ido, menos Fidel. El joven no sabía conducir y estaba atrapado en el coche como si aquello le fuese a servir de protección. El enemigo se fijó en él y empezó a caminar hacía él lentamente. Fidel, pensando que iba a morir, recurrió a su ballesta de repetición y empezó a disparar. A cada virote que salía disparado, aquel ser azulado llevaba a cabo un movimiento de manera limpia y eficaz, ya que los virotes desaparecían uno tras otro.

- Eh, tú... -. Mencionó el hombre lentamente, a lo que respondió el chico con un sollozo de terror -. No te preocupes, no voy a matarte. Necesito que envíes un mensaje, ¿de acuerdo? -. Seguía sin tener respuesta clara, ya que sólo habían lágrimas y lamentos en aquel joven -. Si no me respondes, si no lo entiendes... No me sirves como mensajero y no me dejarás más remedio que matarte, ¿y no quieres morir, verdad?

- N... No... p...po... por fa... vor... 

- Eso es lo quería escuchar. Bien, presta mucha atención. Tienes que llevarle este mensaje a las ratas putitas de la Academia de Héroes... 

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El ruido de los graves retumbaba en la pared del pasillo, haciendo temblar los cuadros que habían ahí colgados. Cuadros con fotografías de un matrimonio que tenía entre ellos a una dulce y alegre niña rubia. El hombre que recorría el pasillo sonrió al ver una fotografía así, ya que era la primera vez que estaba en ese lugar, aunque habían confiado en él para darle la llave y visitarlo cuando quisiese debido a las circunstancias. Intentó igualmente avistar de su llegada llamando al timbre, pero no recibió ningún tipo de respuesta, y ahora sabía por qué. La música de la radio seguía resonando, y cada vez con mayor retumbe. 

Probó a llamar a la puerta tras subir otras escaleras, pero como supuso, la música estaba tan alta que era inútil. También probó a gritar el nombre de la persona a la que visitaba, pero consiguió el mismo resultado. Así que sin más opciones, probó a abrir la puerta. Aquello sí que sirvió.

- ¡HAROLD! -. El grito por parte de Cleo en la cama fue de sorpresa, pero no por pillarla en una situación vergonzosa, sino porque siempre era agradable para la chica el ver a los suyos, los del cuartel -. ¡Ah, espera, espera! -. Harold dijo algo, pero la música opacó sus palabras. Cleo cogió el mando de la radio y bajó el volumen hasta dejarlo casi inaudible.

- Como para darte cuenta de que ocurre algo en la ciudad con eso a tanto volumen.

- Ya sabes que me gusta el rock. Y además, como echo de menos el alboroto del cuartel, pues con algo tengo que compensarlo -. Sonrió ella, aunque fue un poco forzada, ya que venía hace poco de pensar en lo que pensó -. ¡Espera! ¿¡Un regalo!? ¿¡Para mi!? 

- Sí, sí -. Sonrió Harold, caminando por la gigantesca habitación, acercándose a la cama de Cleo. Le tendió un paquete envuelto y alargado y se sentó en una silla al lado -. Precisamente con el tema de la música, como siempre soltabas ese rollo del grupo... Pues qué mejor que para hacer tiempo hasta recuperarte del todo para aprender.

Para Harold fue una sorpresa también un elemento que vio y que no pudo pasar por alto. Mientras Cleo abría su regalo, este echó un vistazo alrededor, a todas las comodidades que tenía la chica para que no le faltase de nada. Pero entonces, en una mesa vio la factura de lo que debía ser la operación de columna. El precio en monedas de oro, bien grande y marcado de rojo, no daba lugar a la sutilidad.

- ¡UNA GUITARRA ELÉCTRICA! ¡ES GENIAL! ¡HOY ES EL DÍA QUE ARRANCAN LOS CLEOPTÓMANOS! -. Gritó con estridencia e ilusión Cleo.

- Cleo... -. Harold fue a decir que también habían algunos libros para que aprendiese y que tendría que estudiar mucho, pero no pudo evitar llevar el tema a aquello de la factura debido al jarro de agua fría -. ¿No decías que la operación te iba a costar once mil de oro? 

- ¿Qué? Ah... -. El semblante de la chica cambió de pronto también, apretando los labios. Se notaba en ella el lamento por no acordarse de que allí se encontraba aún la factura -. Bueno, eso pensaba yo también... 

- Esto es... Muchísimo más de lo que me dijiste. Como cinco veces más... No, seis... 

- ¡Qué sí! ¡Qué sí! -. Espetó ella. Harold conocía de sobra ese semblante de su capitana. Exclamaba de esa forma para quitarle importancia al asunto -. Me he quedado un poco a dos velas, pero todo ha salido bien, ¿no? Ya pagaré lo que me falta poco a poco.

- ¿Quiéres que te ayude? -. No supo porqué hizo esa pregunta, si ya sabía la respuesta. Como tuvo previsto, Cleo frunció el ceño y desató una tormenta.

- ¡NI SE TE OCURRA! ¿¡TE QUEDA CLARO!? ¡YA LO PODRÉ PAGAR YO SIN PROBLEMA! ¡TÚ GASTA COMO QUIERAS EL DINERO QUE GANAS DE CAPITÁN CON TU MUJER E HIJOS, QUE SE LO MERECEN!

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Los últimos meses habían sido duros, muy duros. Al fin y al cabo, estuvo a punto de morir de desangramiento. Durante al menos dos semanas apenas podía moverse de la cama, cuyas sabanas en principio eran blancas, pero que se volvieron rojas a pesar de los vendajes que se había hecho. Sin nadie que le ayudase, el poder acercarse a por comida, agua, o siquiera ir al baño, era un gran tormento. Pero al final consiguió su objetivo y logró estabilizarse. Ahora, los muñones de su brazo derecho y su pierna izquierda eran todo lo que quedaba de aquella noche difícil, cuyas semillas a lo largo de estos años recogió en forma de frutos. Tenía la carta y tenía la tablilla. 

- ¿Has aprendido ya de ella? -. Se escuchó decir una voz grave a través del altavoz de un pequeño dron.

- No soy un miembro de la aldea Aoshan, aunque compartamos las características de mi lugar de origen, Kalnzzar. Me ha tomado tiempo recuperarme y me tomará aún algo más el poder tener mis extremidades de vuelta.

- Pues te necesitamos de vuelta a la acción cuanto antes.

- ¿Para cuándo me necesitáis? 

- Para ya.

- ¿Qué ocurre?

- Vamos a pasar a la siguiente fase. Necesitaremos recolectar uno de cada uno. Y resulta que en Reposo de Taliyah hay de lo que necesitamos.

- ¿Pretende el líder que vuelva en el estado que me encuentro, con mi identidad ya conocida y con la guardia de la ciudad reforzada? 

- Lo que provocaste el 28M fue culpa tuya, Tousen. ¿A quién se le ocurre? Con todo lo que nos ha costado mantener nuestra identidad oculta y tú vas y lo fastidias todo. Encima contra unos niños. Qué vergüenza... 

- ¿No escuchaste lo que le dije al líder? 

- Por supuesto que lo escuché. Eso no lo veo más que una excusa para justificar lo tronchado que quedaste al luchar contra alevines. Ahora debes afrontar las consecuencias, Tousen. Pero no te preocupes, no estarás sólo. Prepárate... Hay que llegar a Reposo antes de mañana.

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Así que aquella era la ciudad de Toril. El espectáculo de luces en las calles comerciales casi daba la sensación de que la ciudad no dormía. Tantos establecimientos abiertos; tanto entretenimiento y gente paseando por las calles, aún con el frío que hacía. Era increíble. Y mejor aún el imaginarse la sede de Blackoinotna en dicho barrio, con tanta accesibilidad, visibilidad y desparpajo de la zona. Si es que siempre le pasaba lo mismo; no iba a los lugares porque le daba pereza, prefería dormir para recuperarse y, al final, lo que ocurría era que se lo pasaba muy bien cuando era arrastrada a ir. Lástima que dijo que 'no' cuando fue la Convención Real y la clase viajaba hasta la ciudad. Si hubiese tenido más iniciativa por aquel entonces... La de contactos que habría tenido para iniciar el proyecto de la empresa, con tanto rey y reina.

Aquella ciudad fue donde ocurrieron todos aquellos hechos, como el secuestro de Luthor según se había enterado en alguna que otra conversación con el grupo. Incluso se acordaba de que Ellie había detenido a no sé quién del gremio de Bezoarines por corrupción. Es más, le sonaba de que el director del gremio era el padre de alguien de la clase, pero tampoco presta demasiada atención el cien por cien del tiempo. 

Durante aquel día había tanteado el terreno para poder marcar los lugares de mayor interés para situar a la sede de la empresa, pero también se había dedicado a hacer algunas compras, que hacía tiempo que no lo hacía. La ciudad de Reposo de Taliyah era hermosa y tranquila, pero también pecaba de ser demasiado modesta; no tenía ese nivel de lujo que, por ejemplo, sí que había en ciudades como Toril o Tilos. Así que, cargada de bolsas de distintas marcas, regresaba al hotel 'La Arquería', al suroeste de la ciudad, tras haber paseado suficiente. ¡Era casi madrugada! 

- Mmmm.... -. Se decía a sí misma atravesando uno de los puentes de la ciudad -. ¿Contacto o no contacto con los Bezoarines? No estaría mal un acercamiento a un gremio profesional de alquimia para sacar provecho, pero su imagen fue manchada hace un año y pico con lo que hizo Ellie... ¡Ellieeee, si es que eres genial! 

La exclamación y la alegría hizo que alzase las bolsas, pero también que llamase la atención de los pocos transeúntes que caminaban por ahí. Algunos simplemente miraron curiosos, pero otros cambiaron de carril para no toparse con esa loca, como pensaban ellos. 

El pensamiento de Michelle fue a parar a su mejor amiga, que en esos momentos debía de estar en algún tipo de prueba para conseguir la Licencia Provisional que tanta ilusión generaba en el grupo. Siendo como era ella, seguro que lo conseguía, y la de mayor grado, además. También pensó en Summer, quien a priori no parecía tener el porte necesario de un héroe, capaz de sacarte la licencia y llevar a cabo un acto de responsabilidad, pero al final las apariencias engañan. Ella lo sabía muy bien. Y por último, también se acordó de David. Le costaba procesar que ahora tenía novio, aunque algo ocurría. Su pensamiento, cada vez que pensaba en aquella noche, era trasladado de manera automática a la revelación de la mañana posterior. La confesión que era clave para todas las piezas sueltas que tenía en su memoria. 

Había tenido múltiples vidas. 

¿Cuántas veces habría sufrido?

¿Habría tenido muchos amigos en el pasado?

¿Habría tenido otras parejas?

- Lo sabías, ¿verdad? -. Susurró Michelle. De nuevo, parecía que hablaba consigo misma, pero esta vez una deformada y grave voz en su interior le respondió. 

- Sí... 

- ¿Por qué no me lo dijiste? 

- Porque te haría sufrir...

- ¿Escondes algo más?

- Sólo lo que sé a través de las vidas que viviste. Pero no quiero hacerte daño, eso deberías de saberlo. Somos uno, siempre hemos sido uno... 

- Es increíble que todos ellos sepan de ti y no hayan hecho nada. Qué miedo... 

- Te quieren y quieren lo mejor para ti... 

- Sí, les estoy tan agradecida... -. Acordándose de todo aquello, se le escapó una solitaria lágrima a Michelle.

- ¡Eh, guapa! ¿¡Por qué no te vienes con nosotros!?

Sin darse cuenta, Michelle ya había atravesado el puente de todo lo que había pasado por su mente, sumado a la conversación con su amiga del interior. Ahora iba caminando por una de las calles secundarias de la ciudad, más en penumbra debido a las escasez de farolas. Se dio media vuelta y miró con gesto grotesco hacia el asqueroso de aquellas palabras.

- ¡Lárgate, perdedor! -. Despreció Michelle y se volteó para seguir caminando.


- Lo siento, pero... ¡he de insistir! 

- ¡Cuidado! ¡Tiene un cuchillo! -. Escuchó Michelle decir en su interior.

Con esa información, la chica pudo resarcirse del ataque en sorpresa de aquel tipo de baja calaña. Soltó las bolsas y se giró para agarrar por la muñeca del arma y se giró para derribarle enfrente de ella, desarmándole.

- ¿¡Es que tiene ojos en la nuca!?

- ¿Tan mal llevas que te rechacen? -. Preguntó Michelle, con el cuchillo ahora en su posesión -. Anda que con esa cara, si tienes que apuñalar a todas las que te rechazan... 

- ¡CUIDADO! -. De nuevo, un aviso de su amiga. 

Esta vez ella actuó por cuenta propia, ya que el ataque fue fugaz e inaudible. Varios haces de energía surgieron del cuerpo de Michelle, envolviendo las balas que habían sido disparadas desde pistolas con silenciador. La oscuridad que rodeaba la bala se encargó de disolverla.

- ¿¡Por qué sales!? -. Exclamó Michelle.

- Son demasiados... Acabemos con ellos. 

Efectivamente, se encontraba rodeada. Muchos tipos de poca monta habían surgido desde los callejones, aunque también habían subido a los tejados. Unos seis iban con armas de fuego provista de silenciadores.

- Está bien, devóralos... -. Aceptó Michelle con un semblante serio. 

La oscuridad se desató y el horror sustituyó la intención de los asaltantes de atacar a Michelle, pero ya era demasiado tarde. Sólo hubo un afortunado que logró salir de la bruma de oscuridad negra que envolvía todo el ambiente para evitar que miradas indiscretas lograsen ver lo que acababa de desatar la chica. Pero el que lo hizo le faltaba una pierna y acabó cayendo al suelo, desangrándose. Michelle caminó hacia su lado, con un rostro sombrío, como nunca había tenido.

- Primero en Isla Ohana, ahora aquí... ¿Tenéis algún problema? Lo siento, pero he descubierto hace poco lo que es la muerte en repetidas ocasiones y no tengo ganas de perder todo lo que tengo... ¿No sabrás nada, verdad? 

- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH! -. Gritaba el hombre, a medida que un enorme ente le rodeaba y lo colocaba entre sus fauces para engullirlo. 

- ¿No sabrás nada de por qué he muerto tantas veces, verdad? 

Y los gritos llegaron a su fin.

- Supongo que no.

- Vámonos -. Mencionó su amiga, satisfecha por el banquete.

- ¡Vámonos! -. Dijo Michelle con más alegría.


- Así que es eso, ¿eh? -. Escuchó decir a alguien con una potente voz, sobre un tejado.

- ¿Todavía quedaba uno? -. Preguntó Michelle, chistando y con mucha molestía.

- No, es alguien más que ha venido -. Le dijo internamente ella.

- Debido a la oscuridad de la noche, apenas podía ver la silueta del tipo, pero sí podía discernir que llevaba una chaqueta y tenía el pelo alborotado y rubio.

- ¡Dime, chica! ¿¡Es posible llevar a cabo curaciones milagrosas con ese oscuro poder!? 

- ¿Qué... -. Michelle estaba descolocada. Esa pregunta, tan específica... Se refería a lo de Ellie.

- ¿Cómo lo sabe? -. Preguntó su amiga interna.

- No te preocupes. Has mencionado la palabra muerte... Resulta que yo conozco mucho de esa palabra. Creo que podríamos llegar a entendernos, pero antes necesito ese poder tuyo para mi organización, Réquiem.

De alguna forma, un escalofrío sacudió el corazón de Michelle, que ni siquiera pudo pensar en sus seres queridos.

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